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Umbriel publica «Buenas intenciones», novela que rinde homenaje a Jane Austen
en el doscientos aniversario de «Persuasión». Su autora, Anna Casanovas,
demuestra un conocimiento exhaustivo de la creadora de «Orgullo y Prejuicio» y
«Sentido y sensibilidad», pero también una capacidad innata para crear prosa
clásica y elegante desde la posmodernidad.
Pese al reconocimiento mundial del que hoy gozan personajes como Elizabeth Bennet,
Fitzwilliam Darcy, Emma Woodhouse o Elinor y Marianne Dashwood —las
adaptaciones a la televisión y el cine tienen buena culpa de ello—, probablemente sea
Persuasión, su obra póstuma, la más rotunda de todas las escritas por Austen. Esto
se debe, quizás, al hecho de recoger todas las características de su estilo, ser redactada
en la madurez e incluir puntos en común con su propia biografía. Como bien apunta la
profesora María Perpetua Caja: «en Persuasión, Jane Austen abandona la minuciosa
observación naturalista de la cotidianidad característica de la novela anterior, Emma;
para realizar en ésta, una honda y madura observación del comportamiento humano».
Algo en lo que ya reparó la gran Virginia Woolf, llegando a alabar la validez de la
novela en los siguientes términos: «La emoción expresada en la escena del concierto y
en la famosa conversación sobre la constancia femenina demuestra, no sólo el dato
biográfico de que Jane Austen había amado, sino el dato estético de que ya no le daba
miedo decirlo». Y es que, de todo lo creado por Austen en su corta vida, Persuasión es
la única novela de la que se puede decir que es básicamente una historia de amor.
Homenajeando a Austen
Todo lo expuesto viene a colación del último trabajo de Anna Casanovas, Buenas
intenciones (Umbriel), que reescribe y homenajea el clásico de Austen con valentía,
humor y una buena dosis de talento. ¿Su fórmula? Valerse de la historia original de
Anne Elliot para trasladarla a un siglo XXI donde la inteligencia artificial forma parte
de nuestro día a día. Un escenario que permite a los lectores reencontrarse con el clásico
de un modo amable y divertido, y a la escritora jugar con personajes como Tom Lefroy,
el hombre que supuestamente le rompió el corazón a la propia Jane. Dotado de una serie
de virtudes que nos hacen recordar a la británica, Buenas intenciones se lee con agrado
desde la primera a la última página, pues nos introduce en espacios comunes de
nuestro cotidianeidad de una manera peculiar: evocando la época romántica desde el
lenguaje posmoderno y utilizando cuantos recursos halla a su alcance. Por poner un
ejemplo, haber elegido Bath —la ciudad británica donde se desarrolla el clásico—, ya es
un tanto a su favor. No solo por su magnetismo urbano y patrimonial, sino por conectar
con el espíritu georgiano. Esto se consigue gracias a una profunda admiración y
conocimiento de la obra y vida de Austen por parte de la escritora catalana, y al uso
de dos historias paralelas —marca de la casa— que consiguen enganchar de inmediato.
No en vano, este retelling contemporáneo, irónico y por momentos feminista de
Persuasión bebe con entusiasmo de las fuentes originales y las homenajea, pero sin
llegar a reescribirlas. Por el contrario, parte de su encanto reside en la traslación no
literal sino a modo de guiño, de muchas de las peripecias de sus protagonistas.
Personajes a los que, por cierto, la autora de Herbarium. Las flores de Gideom, presenta
de manera pausada y profusa. Esto, al margen de la anécdota austenita, convierte a
Buenas intenciones en un retrato intimista que camina por la senda de la buena
literatura y cuya prosa, además de remitir a la responsable de Mansfield Park y La
abadía de Northanger, puede considerarse por momentos deliciosa. En suma, un libro
que además de festejar el doscientos aniversario de Persuasión, confirman a Anna
Casanovas como una escritora a tener en cuenta.