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Enfoque globalizador.
Gracias a los nuevos avances en las ciencias de la educación, el protagonista de la escuela pasa a ser el
estudiante y no tanto lo que se enseña. El conocimiento de los procesos de aprendizaje incide cada vez más
en su carácter singular y personal, de manera que el problema de enseñar no se sitúa básicamente en los
contenidos sino en cómo se aprende y, por tanto, en cómo se ha de enseñar para que estos aprendizajes se
produzcan.
Las primeras teorías que explican los procesos de aprendizaje y que inciden directamente en la toma de
decisiones sobre la manera de organizar los contenidos, tienen que ver con dos aspectos: el relacionado
con cómo las personas perciben la realidad, y el ligado al interés y la motivación hacia lo que se ha de
aprender. Con el término sincretismo, y más adelante con el de globalismo, explican cómo se produce la
percepción de la realidad. La percepción humana jamás es analítica, sino que cualquier primera
aproximación a la realidad es de carácter total o global (sincresis) y que por tanto es imprescindible partir
de ella; será por medio de un análisis posterior cuando esta primera aproximación se irá profundizando,
para llegar a una fase posterior de síntesis en la que aquel primer conocimiento o aproximación difusa se
convertirá en un conocimiento real. La función social de la escuela es la de ayudar a realizar este proceso
de análisis y posterior síntesis, teniendo presente que el punto de partida es una primera aproximación que
siempre es de carácter global.
Estas explicaciones de la percepción humana, que vinculan el conocimiento a la capacidad de análisis sobre
situaciones que tiene un carácter global, conducen a promover en la escuela modelos de organización de
los contenidos ligados a situaciones o experiencias del alumnado, en los que los diferentes contenidos de
aprendizaje, aparecen exclusivamente en función de la necesidad de dar respuesta a los problemas de
conocimiento que aquella situación o experiencia plantea.
A partir de esto se empiezan a difundir maneras de enseñar en las que la organización de los contenidos se
intenta fomentar la motivación del alumnado por medio de lecciones o unidades de programación cuyo
punto de partida, o lo que hay que hacer, sea alguna cosa que interesa al alumnado.
El conocimiento actual nos permite plantear la necesidad de establecer formas de organizar los contenidos
de aprendizaje en las que los criterios disciplinares, a pesar de seguir siendo fundamentales, no son los
prioritarios. Conceptos como los de significatividad y funcionalidad del aprendizaje, el sentido que éste ha
de tener para el estudiante, la necesidad de desvelar la actitud favorable y la motivación hacia el
aprendizaje, la importancia en el número y la calidad de las relaciones existentes en las estructuras de
conocimiento, entre otros, nos permite asegurar que la organización de los contenidos ha de corresponder
a unos criterios mucho más amplios y complejos que los determinados por la lógica de las disciplinas
académicas.
Evolución de la ciencia. Proceso de fragmentación y necesidad de integración.
Así como el proceso de progresiva parcialización de los contenidos en áreas de conocimiento o asignaturas
ha conducido a la enseñanza a una situación que obliga a su revisión radical, la evolución de un saber
unitario hacia una diversificación en múltiples campos científicos notablemente desconectados unos de
otros, ha llevado también a la necesidad de la búsqueda de modelos que compensen esta dispersión del
saber, de manera que el proceso de desintegración de la enseñanza en múltiples disciplinas y su revisión
hacia modelos integradores sigue el mismo proceso recorrido en el campo general del saber, en el que
estas últimas décadas surge de forma cada vez más manifiesta la necesidad de revisar y buscar soluciones a
esta dispersión de conocimientos. Actualmente, se desarrollan siguiendo dos caminos aparentemente
antagónicos: la superespecialización, por un lado, y la búsqueda de modelos sistemáticos e integradores
con diferentes grados de interdisciplinariedad, por otro.
La fragmentación de la actividad intelectual y cultural en un alud de disciplinas y subdisciplinas ha llevado a
una dispersión del conocimiento que genera últimamente un proceso más o menos espontáneo de
cooperación interdisciplinar motivada por necesidades de orden intelectual o científico. Paralelamente a
estos dos procesos de especialización y de interrelación, se han llevado a cabo ensayos de un cuadro más
global del conocimiento gracias a una filosofía de la ciencia, o de una teoría general.
El proyecto de la interdisciplinariedad designa, uno de los grandes ejes de la historia del conocimiento. A
medida que la progresión del saber se realiza por la especialización, la inquietud por la unidad del
conocimiento suscita el deseo de realizar un reagrupamiento que ponga remedio al desmembramiento de
los ámbitos del saber y de los científicos y científicas.
Hoy en día, más que nunca, existe un esfuerzo deliberado por instaurar un cuadro general para la
investigación científica y relacionar unas disciplinas con otras. Éste fenómeno podría llevar a la integración
de múltiples áreas de conocimiento. Los estudios sobre desarrollo muestran que es necesario reunir
disciplinas diferentes si se desea comprender los problemas más importantes de nuestros tiempos y
realizar investigaciones en este sentido. Actualmente es necesaria una cooperación interdisciplinar en
numerosos ámbitos de investigación relativos al entorno y a los recursos naturales, a la guerra y a la paz, a
los problemas de las comunidades, al urbanismo, al tiempo libre y las actividades culturales. En el ámbito
teórico y metodológico asistimos a un innegable interés por los problemas y por los métodos generales,
que dependen de más de una disciplina.
Esta necesidad de modelos integradores que conviven inexcusablemente con conocimientos
superespecializados comporta que el debate sobre los contenidos escolares y su organización sea cada vez
más importante.
Respuesta de la enseñanza a la dispersión del conocimiento. Aclaración conceptual.
En la enseñanza, la respuesta a cómo organizar y presentar los contenidos bajo una perspectiva no
estrictamente disciplinar, ha dado pie a una serie de propuestas que se presentan bajo el cobijo de una
terminología específica y que son clasificadas de distintas maneras según diferentes autores.
Encontraremos, por un lado, los métodos globalizados y el enfoque globalizador, que son conceptos
únicamente ligados a la educación; el primero alude a métodos de enseñanza completos, el segundo, a una
forma y actitud de concebir la enseñanza y de aproximarse al hecho educativo. En los dos casos se
prescriben unas determinadas formas de presentar y organizar los contenidos. Por otro lado, encontramos
una serie de términos que no provienen de la educación, sino que tienen un alcance más amplio porque se
sitúan en el campo general del conocimiento y hacen referencia a los diferentes tipos de relaciones
disciplinares que se puedan establecer entre diferentes áreas de conocimiento.
- Los métodos globalizados (métodos proyectos, centros de interés, complejos, tópicos, etc.) intentan
romper la estructura parcializada de la enseñanza en asignaturas, proponiendo una organización de los
contenidos de carácter global, pero, como métodos didácticos que son, definen también las características
de las demás variables metodológicas (secuencia didáctica, relaciones interactivas, organización social de la
clase, distribución y uso del espacio y del tiempo, materiales curriculares y otros recursos didácticos y el
papel y la gestión de la evaluación.
- En el campo general del saber, la existencia de diferentes disciplinas científicas y de las relaciones
que en un momento u otro se establecen entre ellas, hace necesario construir un conjunto de términos
que intenten describir el distinto grado de relación que existe o puede existir entre ellas. Los conceptos que
explican las posibles relaciones disciplinares son, por ejemplo; multidisciplinariedad, pluridisciplinariedad,
interdisciplinariedad metadisciplinariedad, transdisciplinariedad, etc. Estos términos, se utilizan en este
campo cuando se explica o describe la colaboración o relación que se da entre dos o más materias
docentes. Describe la manera que las diferentes disciplinas intervienen al organizar los contenidos.
- En la escuela, que entiende la enseñanza como el desarrollo de todas las capacidades del ser
humano para intervenir en la sociedad, y surge la necesidad de una actuación pedagógica que posea un
enfoque globalizador, en el que los contenidos de aprendizaje siempre son los medios para conocer o dar
respuesta a cuestiones que plantea una realidad del alumnado: realidad que siempre es global y compleja.
Podemos decir que el enfoque globalizador describe una determinada forma de concebir la enseñanza, en
el que el conocimiento e intervención en la realidad se realiza bajo una visión metadisciplinar y que puede
comportar o no la utilización de métodos globalizados y que su desarrollo escolar siempre implica el uso,
en un momento u otro, de relaciones interdisciplinares.
Métodos globalizados. Se designan así a todos aquellos métodos
completos de enseñanza que, de una manera explícita organizan los contenidos de aprendizaje a partir de
situaciones, temas o acciones, independientemente de la existencia o no de unas materias o disciplinas que
hay que impartir. El alumnado se moviliza para llegar al conocimiento de un tema que le interesa, para
volver unos problemas del medio social o natural que se le cuestionan, o para realizar algún tipo de
montaje. El estudiante ha de utilizar y aprender una serie de hechos, conceptos, técnicas y habilidades que
se corresponden a materias o disciplinas convencionales, además de adquirir una serie de actitudes. Pero
para el estudiante el objetivo es conseguir el objetivo de conocimiento o de elaboración que le preocupa.
En los métodos globalizados, las disciplinas no son el objeto de estudio, sino el medio para lograr el
conocimiento de la realidad. Se interesan en brindar respuestas a problemas o cuestiones que plantea la
realidad.
Dentro de ellos encontramos los centros de interés, que parten de un núcleo temática motivador para el
alumnado y que, siguiendo el proceso de observación, asociación y expresión, integra contenidos de
diferentes áreas de conocimiento; el método de proyectos, que consiste en la elaboración de algún objeto
o de algún montaje; la investigación del medio del MCE (movimiento de cooperazione educativa de Italia),
que intenta que los chicos y las chicas construyan el conocimiento a través de la secuencia del método
científico (problema, hipótesis, validación); los proyectos de trabajo global, en los cuales, con el objetivo de
conocer un tema que generalmente ha escogido el alumnado, hay que elaborar un dossier o una
monografía como resultado de una investigación personal o de equipo.
Los contenidos de aprendizaje que se vinculan mediante estos métodos provienen de disciplinas
académicas. Lo que se utiliza para poder conocer, elaborar o investigar corresponde a contenidos básicos
de matemáticas, lengua, sociales, plástica, etc., y, más allá de estos contenidos, se tratan otros que no
pueden catalogarse en las asignaturas tradicionales: se aprende a trabajar en grupo, a investigar, a
cooperar, etc.
La característica fundamental que distingue a estos consiste en que los contenidos están al servicio de dar
respuesta a unas necesidades que son de carácter global y complejo, y no se seleccionan únicamente por la
importancia que cada uno de estos contenidos tiene para una disciplina académica determinada. Los
contenidos disciplinares son imprescindibles, pero no son la base para decidir la secuencia didáctica en la
clase.
Las disciplinas y sus interrelaciones.
Los métodos globalizados son modelos completos de enseñanza y como tales definen todas las variables
que configuran la práctica educativa. Son métodos globalizados por el hecho de que los contenidos de
aprendizaje o se presentan y organizan desde la estructura de ninguna disciplina. En cambio, en la
enseñanza, cuando se habla de interdisciplinariedad o de otro tipo de relaciones entre disciplinas, no nos
referimos a ninguna metodología concreta, sino solamente a la manera en cómo se presentan u organizan
los contenidos. La forma tradicional de organizar los contenidos es la que podemos dominar
multidisciplinar, en la que las disciplinas se presentan una detrás de otra sin que exista ningún tipo de
conexión entre ellas, y en la que hasta la misma disciplina organiza sus contenidos internos bajo campos
aparentemente aislados.
La multidisciplinariedad y la pluridisciplinariedad, son las formas más habituales que ha adoptado el
desarrollo del conocimiento y, por tanto, los más difíciles de identificar. No ocurre lo mismo con los
conceptos de interdisciplinariedad y transdiciplinariedad. La primera implica el reencuentro y la
cooperación entre dos o más disciplinas, cada una de las cuales aporta sus propios esquemas conceptuales,
la manera de definir los problemas si sus métodos de investigación. La segunda, implica que el contacto y
cooperación que tiene lugar entre diversas disciplinas es tan grande que éstas han acabado por adoptar un
mismo conjunto de conceptos fundamentales o algunos elementos de un mismo método de investigación,
hablando de manera más general, el mismo paradigma.
El concepto de metadisciplinariedad, muy cercano al de transdiciplinariedad, que explica no la forma de
vincular diferentes disciplinas, sino aquella manera de concebir o ver el conocimiento prescindiendo de
ellas. Es una forma de acercarse al conocimiento, una filosofía o punto de vista que pretende desprenderse
de la servidumbre o de los condicionantes de unas disciplinas que han sido fruto de una fragmentación
irreal del saber. Este concepto, es clave a la hora de situar el punto de partida de lo que denominaremos
enfoque globalizador. Es un término específicamente escolar, en el cual uno de los puntos de partida es
una aproximación a la realidad que pretende ser fundamental metadisciplinar, a pesar de que en su
proceso didáctico los instrumentos para adquirir el conocimiento sean claramente disciplinares,
interdisciplinares y, cuando sea posible, transdisciplinares.
La aplicación de estas terminologías en el campo de la enseñanza nos permite decir que:
- La multidisciplinariedad es la organización de contenidos más tradicional. Los contenidos escolares
se presentan por materias independientes unas de otras. El conjunto de asignaturas o disciplinas se
propone simultáneamente sin que se manifiesten explícitamente las relaciones que puedan existir entre
ellas. Esta forma de organización sumativa es la que presentan los bachilleratos actuales.
- La pluridisciplinariedad es la existencia de relaciones complementarias entre disciplinas más o
menos afines. Es el caso de las aportaciones mutuas de las diferentes historias o de las relaciones entre
diferentes disciplinas de las ciencias experimentales. La constitución de los diferentes departamentos de
secundaria es un posible ejemplo de pluridisciplinariedad.
- La interdisciplinariedad es la interacción de dos o más disciplinas. Estas interacciones pueden
implicar transferencias de leyes de una disciplina a otra, dejando lugar en algunos casos a un nuevo cuerpo
disciplinar, como, por ejemplo, la bioquímica o la psicolingüística. Podemos encontrar esta concepción en
las áreas de ciencias sociales y experimentales e secundaria obligatoria y en el área de conocimiento del
medio en primaria.
- La transdiciplinariedad es el grado máximo de relaciones entre disciplinas, de manera que llega a ser
una integración global dentro de un sistema totalizador. Este sistema facilita a una unidad interpretativa,
con el objeto de constituir una ciencia que explique la realidad sin parcelaciones. Actualmente constituye
más deseo que una realidad. De alguna manera sería el propósito de la filosofía. Dentro de esta
concepción, y salvando las distancias, podríamos situar el papel de las áreas de educación infantil, donde
una aproximación global de carácter psicopedagógico determina unas relaciones de contenidos con
pretensiones integradoras
- La metadisciplinariedad, no implica ninguna relación entre disciplinas sino se refiere al punto de
vista o a la perspectiva sobre cualquier situación u objeto no condicionada por apriorismos disciplinares. En
la bescuela deberíamos entenderla como la acción de acercarse a los objetos de estudio desde una mirada
global que intenta reconocer su esencia, y en la cual las disciplinas no son el punto de partida sino el medio
del que dispondremos para conocer la realidad que es global u holística. De alguna manera, podemos situar
dentro de esta visión los denominados ejes o temas transversales.
Concepción de enfoque globalizador.
La finalidad del sistema educativo es el desarrollo de todas las capacidades de la persona para dar
respuesta a los problemas que plantea la vida en sociedad, los contenidos escolares deben seleccionarse
con criterios que den respuesta a estas exigencias, lo que comporta una organización que depende más de
la potencialidad explicativa desde contextos globales que la que viene determinada por modelos
parcializados en disciplinas. Al mismo tiempo, el conocimiento científico sobre las características de los
procesos de aprendizaje refuerza la necesidad de utilizar formas de organización de los contenidos que
promuevan el mayor grado de significatividad en los aprendizajes, lo que implica modelos integradores en
los que los diferentes contenidos se puedan situar y relacionar en estructuras complejas de pensamiento.
La mejor forma de enseñar consiste en utilizar metodologías globalizadas. La conclusión fundamental es la
de que el objeto de estudio en la escuela ha de ser la realidad y que los procesos de enseñanza deben
favorecer al máximo el establecimiento del mayor número posible de relaciones entre los diferentes
contenidos que se aprenden. Condiciones que se dan siempre en los métodos globalizados, pero que
también se pueden dar utilizando otras formas de enseñar, siempre que contemplen dichas condiciones, es
decir, siempre que se basen en lo que denominamos enfoque globalizador.
Con este término se concreta la manera de organizar los contenidos desde una concepción de la enseñanza
en la que el objeto fundamental de estudio para el alumnado es el conocimiento y la intervención en la
realidad. La función básica de la enseñanza es potenciar en los chicos y las chicas las capacidades que les
permitan dar respuesta a los problemas reales en todos los ámbitos de desarrollo personal, ya sean
sociales, afectivos o profesionales, y que sabemos que por su naturaleza jamás serán simples. Ser capaces
de comprender e intervenir en la realidad comporta disponer de instrumentos cognoscitivos que permitan
dar respuesta a la complejidad: modelos de conocimiento y de actuación desde un pensamiento para la
complejidad y desde la complejidad. El enfoque globalizador pretende ofrecer al alumnado los medios para
comprender y actuar en la complejidad.
Este enfoque pretende desarrollar en el alumno/a un pensamiento complejo que le permita identificar el
alcance de cada uno de los problemas que la intervención en la realidad le plantea y escoger los diferentes
instrumentos conceptuales y metodológicos de cualquiera de los diferentes campos del saber que,
independientemente de su procedencia, relacionándolos o integrándolos, le ayuden a resolverlos.
El papel de las disciplinas para dar respuesta a los problemas de comprensión y de intervención en la
realidad.
De este modo, el enfoque globalizador parte de lo que ahora ya es evidente: que los contenidos de
aprendizaje ofrecidos por las diferentes disciplinas son los únicos instrumentos de los que disponemos para
la comprensión de la realidad compleja. No existe otro conocimiento que no sea el aportado por los
diferentes campos del saber.
El enfoque globalizador pretende, de algún modo, recuperar en la escuela el verdadero objeto de estudio
del saber al situar la realidad como objeto prioritario del conocimiento, tanto si se aplican los instrumentos
específicos y limitados de una disciplina como si se utilizan de manera interrelacionada los medios
conceptuales y las técnicas de diferentes saberes. El enfoque globalizador intenta romper con una
trayectoria que ha convertido a las disciplinas en los únicos objetos de estudio, traicionando así lo que es
su verdadera esencia, la razón por la cual fueron creadas.
El enfoque globalizador, al situarse como estrategia para dar respuesta a los problemas que la comprensión
e intervención en la realidad plantean, posibilita que el conocimiento aportado por las diferentes ciencias
siempre se corresponda al sentido para el que fueron creadas; baja este enfoque los diferentes saberes o
disciplinas adquieren su verdadero valor al servir de instrumentos incuestionables para ayudar a entender
una realidad sumamente compleja constituida por innumerables factores imposibles de abordar sin su
participación.
El enfoque globalizador es una manera de concebir la enseñanza, una visión que hace que, en el momento
de planificar el currículo en el aula, la organización de los contenidos de cada una de las diferentes
unidades de intervención tenga que articularse a partir de situaciones, problemas o cuestiones de carácter
global. En la práctica del aula el enfoque globalizador representa que, sea cual sea la disciplina que se ha de
trabajar, sea cual sea el contenido que se quiere enseñar, siempre ha de presentarse una situación más o
menos cercana a la realidad del estudiante y en toda su complejidad, mostrando que de entre todos los
problemas que esta realidad plantea se destacarán aquél o aquellos que conviene tratar por razones
didácticas. Una vez seleccionado el problema o los problemas, habrá que conocer y dominar el contenido o
contenidos de aprendizaje que permitan su solución; contenido que, una vez aprendido, por un lado, se
aportación en la resolución de uno de los problemas que aquella planteaba, y por el otro, revisar de nuevo
la globalidad de la situación y los cambios que se han producido en su conocimiento.
Relaciones entre los diferentes conceptos: métodos globalizados, relaciones disciplinares y enfoque
globalizador.
Todos los métodos globalizados parten de un enfoque globalizador, ya que su punto de partida es el
estudio de una realidad más o menos cercana a la experiencia vital del estudiante. Cualquier método
globalizado tiene un enfoque globalizador, pero no todo enfoque globalizador se concreta
inexclusivamente en un método globalizado.
De este modo desde la organización de contenidos por áreas diferenciadas, o sea desde cada disciplina o
área de enseñanza, es posible intervenir desde un enfoque globalizador cuando el punto de partida en
cada una de ellas es una situación de la realidad compleja, y nos aproximamos a su conocimiento desde un
punto de vista transdisciplinar, en el que los contenidos transdisciplinares, si existen para esta situación o
realidad, y los contenidos disciplinares pueden ayudar a mejorar su comprensión. Contenidos disciplinares
que necesariamente deberán ser aprendidos rigurosamente, y por tanto desde el marco científico de las
disciplinas, pero siempre entendidos como medios parciales que habrá que relacionar con los contenidos
de las demás materias si deseamos lograr una comprensión profunda y amplia de la realidad.
En síntesis, podemos decir que al organizar los contenidos de aprendizaje y enseñanza podemos partir de
modelos en los cuales no existe ningún tipo de relación entre los contenidos de las diferentes disciplinas,
de modelos en los que se establece algún tipo de relación entre dos o más disciplinas, e incluso de modelos
en los que la aproximación al objeto de estudio se realiza prescindiendo de la estructura por disciplinas y
cuyo desarrollo didáctico se aborda bajo un enfoque globalizador que se puede concretar a veces en
métodos globalizados en los que los diferentes contenidos de aprendizaje se trabajan de forma
interrelacionada. Desde este punto de vista, el enfoque globalizador implica partir siempre de situaciones
globales, holísticas, y por lo tanto, se trata de una visión metadisciplinar, en la que cada disciplina aporta
una parte más o menos fundamental según el problemas de conocimiento que la situación plantea, y en su
tratamiento educativo obliga a establecer, en un momento u otro, cuando la situación se aborda desde una
sola disciplina, relaciones con otras, y cuando es posible superar la rigidez de una organización escolar
distribuida en disciplinas, el enfoque globalizador da lugar a métodos globalizados.
Función social de la enseñanza y enfoque globalizador.
En la enseñanza, cualquier decisión es el resultado consciente o inconsciente del papel que se atribuye al
sistema educativo. Esta función social se corresponde a la concepción que se tiene sobre el tipo de persona
que se quiere formar y, como consecuencia, del modelo de sociedad que se desea.
Históricamente en la escuela la selección de contenidos y la manera de organizarlos ha sido el resultado de
otorgar una función determinada a la enseñanza, papel que en la actualidad no se corresponde con las
necesidades formativas en una sociedad que se pretende democrática.
La revisión de los criterios para la selección y la organización de los contenidos hace necesario definir el
modelo de ciudadano y ciudadana que se pretende formar. Esta necesidad es la que obliga a realizar una
aproximación a las finalidades de la educación desde las dimensiones sociales, interpersonales, personales
y profesionales.
De esta definición se concluye que la función social de la enseñanza es la de formar para comprender en la
realidad e intervenir en ella, lo cual implica enseñar para la complejidad.
La educación para la complejidad nos permite analizar algunos de los diferentes tipos de conocimientos
posibles, el cotidiano, el científico y el escolar, y el papel que cada uno de ellos desempeña para conseguir
este objetivo.
De este análisis se deriva la necesidad de acercarnos a la realidad desde su complejidad, lo cual implica
aproximarse a ella desde un enfoque globalizador, en el que las disciplinas no son las finalidades sino los
medios para comprender la realidad e intervenir en ella.
- La selección y organización de los contenidos reflejo de la opción ideológica sobre el papel de la
enseñanza.
Cualquier propuesta en caminada a conseguir que alguien aprenda está condicionado o determinado por
una idea, consciente o inconsciente, de persona y de sociedad. Toda actividad educativa, por más
específica que sea, vehicula una visión más o menos concreta de un modelo de ser humano. Esta
identificación entre propuesta educativa y modelo de persona no se da únicamente cuando las acciones
formativas están dirigidas a aspectos manifiestamente vinculados a los ámbitos personales o sociales.
También se produce, y a veces de forma más incisiva, cuando los contenidos de aprendizaje son muy
específicos y disciplinares, de manera que la enseñanza de contenidos aparentemente tan neutros como
puede ser el conocimiento de una fórmula matemática, bajo su aparente neutralidad, en la manera de
enseñarlos y en la importancia que se les atribuye, imágenes y modelos claramente definidos del tipo de
persona que uno cree que se ha de desarrollar.
La importancia relativa atribuida a unos contenidos concretos se corresponde a un tipo de persona que
puede ser erudita o reflexiva o utilitaria, y la forma de enseñarla hace que se fomente o no la capacidad de
participación, de diálogo, de reflexión, de autonomía, etc. Todas estas características son definitorias del
tipo de persona que se considera ideal, y de la sociedad a la que uno aspira, es decir, una sociedad
cooperadora o individualista o tecnificada o clasista, etc.
Estos modelos de persona y de sociedad, cuando las materias son del ámbito de las ciencias sociales, se
hacen explícitos en el propio desarrollo de su contenido. Pero más allá de estas manifestaciones concretas,
es en la manera de tratar los contenidos y la relativa importancia que se les atribuye en relación con otros
modelos de persona y de sociedad donde se trasladan de una manera más sutil y, generalmente, por el
mismo hecho de pasar desapercibidos, más eficaz.
Los procesos de selección de materias y contenidos, en otros ámbitos del conocimiento, con una
identificación no tan clara sobre modelos de personas y de sociedad, aparecen de manera no tan
manifiesta y, por tanto, más fácilmente manipulable.
Cuando las disciplinas proceden del ámbito experimental, los modelos sociales se encuentran de manera
poco clara en disciplinas como la biología bajo corrientes más o menos analíticas, funcionales o
ecosistemáticas, pero de manera más soterrada en la importancia de un tipo de matemáticas o en un
enfoque concreto de la química o la física. Si las materias son de las áreas expresivas y comunicativas, estos
modelos sociales se encuentran en el sentido o función de la propia materia y se da preferencia a sus
aspectos más formales, en contraposición ca su función comunicativa y de placer.
Esta situación se ve agravada por la falta de conciencia del profesorado sobre la relación existente entre la
selección del contenido, la forma de enseñar y los modelos y los ideales de persona y sociedad, como
consecuencia de una profesión a la cual se ha sustraído inveteradamente la capacidad de dar respuestas
propias a la pregunta ¿para qué enseñar? El papel de la enseñanza, su función social, no ha podido ser
nunca objeto de análisis o de reflexión del profesorado. Históricamente, la capacidad de decisión de los
currículos ha quedado fuera, no solamente del propio profesorado, sino también del mismo sistema
educativo, al amparo de las demandas externas, y han sido los intereses y los valores de aquellas personas
que más medios tienen para decidir los que siempre han determinado la selección y la organización de los
contenidos escolares.
Esta situación de verdadera amputación de la capacidad de argumentación y fundamentación sobre la
función social de la escuela ha impedido que el profesorado sea consciente de la importancia que la
selección y la organización de los contenidos tienen en su concreción.
1. El papel de los sistemas educativos como reflejo de los modelos sociales imperantes.
La organización de los contenidos de los que ya hemos hablado, surge también como consecuencia de una
función de la enseñanza que históricamente ha sido el resultado de cumplir un papel de reproducción y
legitimación social. Cualquier sistema social tiene a conservarse y a reproducirse. La reproducción de un
orden social establecido es la finalidad natural de los sistemas educativos, y la forma en que éstos se
concretan, un reflejo de las necesidades de la sociedad para mantenerse. Es esta lógica reproductora se
sitúan la mayoría de los sistemas educativos dirigidos hacia una formación fundamentalmente profesional,
bajo una manifiesta jerarquización universitaria, instrumento para profundizar en una sociedad
estratificada bajo parámetros de división social del trabajo.
La fuerza de los poderes económicos, políticos y corporativos ha hecho que los currículos escolares estén
hipotecados por la necesidad de reproducción del sistema y como una consecuencia aparentemente no
deseada, pero real de afirmar las desigualdades. Os contenidos escolares forman parte de una tradición
selectiva, de la selección que alguien hace, de la visión que un grupo posee del saber legítimo y como
resultado de conflictos, tensiones y compromisos culturales, políticos y económicos. Las diferencias de
poder se introducen en el núcleo central del currículum, de la enseñanza y de la evaluación, de este modo
promueven un sistema cuya función básica no está ligada a la formación sino a la productividad. Un
currículum que al final está pensado para formar trabajadores y trabajadoras y no ciudadanos/as, y que, en
su forma actual, en lugar de preparar a los individuos para comprender, juzgar e intervenir en su
comunidad de manera responsable, justa, solidaria y democrática, los prepara en el marco de una
profesión para la dependencia respecto del experto y en el comportamiento rutinario y obediente del
trabajo.
A la multidisciplinariedad, afecto de la especialización en el trabajo y en el mundo científico, cabe agregar,
como un factor de refuerzo de esta parcialización del saber, la función académica y culturalista
característica de la enseñanza tradicional, que ha atribuido y sigue atribuyendo al conocimiento científico
un valor intrínseco, que justifica por si misma su inclusión y que ha servido como un signo de distinción
elitista. Así, el proceso histórico de parcialización del saber se ha configurado de una manera
marcadamente selectiva al organizar los contenidos en disciplinas en lugar de otras formas más cercanas al
mundo experimental y cotidiano, en detrimento de las motivaciones y los intereses de amplios sectores del
alumnado que, a causa de sus contextos sociales y familiares se encuentran distanciados de los valores
culturales definidos por las materias escolares.
2. Implicaciones en la selección y en la organización de los contenidos.
Esta dependencia de los poderes hegemónicos ha dado lugar a una selección de contenidos curriculares
sometida, por un lado, a los valores más tradicionales de los modelos conservadores en torno a unas
disciplinas valoradas socialmente como eternas y, por otro, a las demandas del mundo productivo. De este
modo actualmente la mayoría de los currículos escolares se mueven en una tensión entre ambos intereses,
los dependientes de la concepción ideológica más o menos conservadora que enfatiza en los contenidos
histórico, y los que provienen de ideologías liberales o neoliberales que consideran que las materias y los
contenidos de aprendizaje más apropiados son aquellos que dependen de las exigencias del mundo
laboral.
La situación actual en el mundo es de absoluta crisis debido a que esta tensión entre los contenidos
tradicionales con el peso social de sus diferentes colectivos profesionales y los nuevos contenidos
emergentes, correspondientes también a las exigencias de las nuevas profesiones o las de más prestigio, se
traducen en la escuela en un desconcierto acerca de los criterios que se tienen que utilizar en la selección
de los contenidos de aprendizaje. En cualquier caso, el debate sigue siendo de la misma naturaleza y la
verdadera cuestión de fondo, el papel de la educación en un sistema democrático, no se plantea. El
discurso se desarrolla en el plano de la profesionalización y, en cualquier caso, en el mantenimiento de
unos valores de carácter conservador sobre la importancia de aquellos saberes considerados
incuestionables bajo el argumento de su supervivencia histórica, casi con una atribución de valor eterno.
La conclusión es que cualquier tipo de organización de contenidos escolares que no siga la lógica disciplinar
difícilmente será entendida y aceptada. Es totalmente comprensible tender a refugiarse en la seguridad de
lo que siempre ha sido igual. Construir una organización de los contenidos que se corresponda con lo
conocido, pero sobre todo en lo vigente en la cultura universitaria, parece ofrecer unas garantías que no se
obtienen cuando la fórmula que se adopta es el resultado de una manera de entender la enseñanza que
está fuera de los circuitos estereotipados del saber y de la cultura.
Desligarse, y siempre relativamente, de esta visión parcelada del saber, solo es posible si se asume con
profundidad el papel de la enseñanza. La respuesta a la función social que tienen que ejercer el sistema
educativo es el único medio para poder entender la pertinencia y relevancia de los contenidos disciplinares
que deben ser objeto de aprendizaje y, como resultado de esta función, concretar la mejor manera de
presentar los contenidos para favorecer la consecución de las finalidades educativas que se proponen.
3. Necesidades personales y sociales a las cuales ha de dar respuesta el sistema educativo.
¿Cuál ha de ser la función social de la enseñanza, cuáles son las necesidades formativas a las que ha de dar
respuesta el sistema educativo y, por tanto, cuál es el paradigma ideal del ser humano? En una sociedad
pluralista como la nuestra, en la que la misma diversidad no solo incide en los espacios geográficos más
cercanos, sino que la escala de influencia en cualquiera de las manifestaciones humanas es de nivel
universal, coexisten una multiplicidad de modelos e ideales que corresponden a unas concepciones muy
diferentes y a menudo incompatibles de persona y sociedad. En la medida que vamos avanzando en los
diferentes estratos o niveles sociales se hace necesaria la reformulación o la inclusión de nuevos modelos
de persona y de sociedad, muchas veces en contradicción con los valores más cercanos. En consecuencia,
la escuela se encuentra en la obligación de vivir en un constante estado de reinterpretación de las
finalidades educativas en función de las nuevas variables que aparecen y de los nuevos marcos explicativos.
A esta situación de permanente análisis y revisión de los modelos y valores sociales hay que agregarle la
falta de certeza de un cuerpo de conocimientos que puedan considerarse como un objeto que transcienda
el momento histórico y la propia sociedad. Esta situación de confluencia de valores y de ideales de signos
distintos en un mundo en constante evolución y cambio, ha provocado un incremento del relativismo
cultural, o, al menos, la negación de discursos científicos y culturales universales.
Todas estas dificultades que se presentan a la hora de concretar la función de la escuela y, por tanto, sus
finalidades y contenidos, hacen que cada vez sea más imprescindible profundizar en el debate permanente
y en la búsqueda de las alternativas curriculares coherentes con los objetivos pretendidos. En la enseñanza
cualquier actuación vehicula unos ideales de persona y sociedad, por tanto, es imprescindible la
explicitación de los modelos que se están promoviendo a través de las diferentes prácticas educativas, la
reflexión sobre los valores que transmiten y su revisión a partir de la toma de posición sobre los modelos
de sociedad y de persona que se pretende conseguir. Es necesario profundizar en un proceso de
elaboración de las finalidades educativas que comporte un cambio, no sólo en la determinación de las
finalidades y los contenidos considerados básicos sino también en la construcción y en la reelaboración de
modelos e ideales de persona y sociedad, de manera que la deliberación sobre las finalidades
fundamentales de la educación quede en manos de todos y no sólo de los colectivos representantes de los
poderes hegemónicos.
4. Educación y democracia.
Una enseñanza para la democracia supone elaborar un currículum pensado no para reproducir democracia
sino para cultivarla. Solamente podemos hablar de democracia plena cuando se consiga romper esta
dinámica bipolar que acumula progresivamente riqueza en un extremo y miseria en el otro. Estas
diferencias se manifiestan especialmente en la educación. La superación del abismo existente entre unos y
otros sólo será posible compartiendo mejor. Esta diferencia en los recursos de todo tipo no es únicamente
una gran injusticia, sino también nido y germen de las radicalizaciones y los conflictos. Desde la escuela es
más fácil apostar con toda lógica en contra de las manifestaciones de los problemas dejando al margen las
causas que lo provocan. Se tiene que profundizar en las raíces de la violencia, la exclusión, la pobreza, la
soledad, la opresión, el consumismo, la marginalidad, la desesperanza.
La finalidad de un sistema educativo en la democracia tiene que abordar el pleno sentido de este término y
afrontar sus principios con todas sus consecuencias. El currículum escolar ha de ofrecer os medios para
posibilitar el análisis crítico y constructivo de nuestra sociedad que facilite el conocimiento real de la
situación mundial, creando una consciencia de compromiso activo frente a las desigualdades y
posibilitando los instrumentos para la intervención en la transformación social.
- ¿Qué modelo de ciudadano y de ciudadana queremos? Aproximación a las finalidades de la
educación.
La finalidad de la enseñanza tiene que consistir en la formación de todos los ciudadanos y ciudadanas para
que sean capaces de dar respuesta a los problemas que les planteará una vida comprometida en la mejora
de la sociedad y de ellos mismos.
a. Dimensión social. Participar activamente en la transformación de la sociedad, lo que quiere decir,
comprenderla, valorarla e intervenir en ella, de manera crítica y responsable, con el objetivo de que sea
cada vez más justa, solidaria y democrática. La educación tiene que ser un instrumento indispensable para
que la humanidad progrese hacia los ideales de paz, libertad, equidad y justicia social, ejerciendo de
contrapeso a una mundialización percibida exclusivamente en sus aspectos económicos o técnicos, por
medio de la exigencia de una elevadísima solidaridad, formando de manera que las personas puedan
utilizar su inteligencia y sus conocimientos para transformar la sociedad, participando en su gestión desde
posiciones informadas, críticas, cooperadoras y respetuosas en la diversidad cultural y los valores de las
diferentes civilizaciones.
Por lo tanto, la finalidad principal de la educación tiene que consistir en el pleno desarrollo del ser humano
en su dimensión social. La función de la educación debe dirigirse al desarrollo continuo de la persona y de
la sociedad como una vía, ciertamente entre otras, pero más que otras, al servicio de un desarrollo humano
más armonioso, más auténtico, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las
opresiones, las guerras.
b. Dimensión interpersonal. Saber relacionarse y vivir positivamente con las demás personas,
cooperando y participando en todas las actividades humanas desde la comprensión, la tolerancia y la
solidaridad.
En un momento de crisis de valores y de ausencia de horizontes alentadores, la educación tiene la tarea de
promover una cultura de solidaridad, de justicia, de participación, de respeto a los demás y a sus
diferencias, y de defensa de los seres humanos más débiles.
Una educación que promueva personas que asuman la responsabilidad hacia los demás de forma cotidiana,
en su vida familiar, profesional, cultural y asociativa, capaces de actuar y pensar a menudo a
contracorriente de una cultura predominante, contradictoria y sometida a los intereses de una minoría.
Educar para comprender mejor a las demás personas, para saber comunicarse con autenticidad, con
exigencia de entendimiento mutuo y de diálogo. Se trata de aprender a vivir juntos conociendo mejor a los
demás seres humanos, como individuos y como colectivos, su historia, sus tradiciones y sus creencias, y, a
partir de aquí, crear las condiciones para la búsqueda de proyectos nuevos o la solución inteligente y
pacífica de los inevitables conflictos. Conocimiento y búsqueda de proyectos y soluciones que promuevan
valores, actitudes y conductas que respeten el pluralismo y la diversidad, ya sea de procedencia, de cultura,
de género, de edad, haciendo compatible el enriquecimiento de las personas una a una y de las
idiosincrasias culturales de cada colectivo, comunidad o etnia.
c. Dimensión personal. Conocerse y comprenderse a sí mismo, a las demás personas y a la sociedad y
al mundo en el que se vive, capacitando al individuo para ejercer responsablemente y críticamente la
autonomía, la cooperación, la creatividad y la libertad.
El sistema educativo ha de formar ciudadanos/as autónomos/as, capaces de comprender el mundo social y
natural en el que viven y de participar en su gestión y mejora desde posiciones informadas, críticas,
creativas y solidarias. Y capaces de ayudar a transformar una interdependencia real y conflictiva en
solidaridad personal y socialmente enriquecedora. A este afecto, se ha de conseguir que cada persona
pueda comprenderse a sí misma y a los demás por medio de un mejor conocimiento del mundo. De una
formación que les ha de facilitar el conocimiento de su entorno, la reflexión sobre su persona, no solo en el
ámbito escolar, sino también en los restantes ámbitos de su actividad cotidiana.
La escuela tiene que ser un lugar para la reflexión crítica de la realidad. Que favorezca una verdadera
comprensión de los hechos más allá de la visión simplificadora o deformada que a veces ofrecen los medios
de comunicación y ciertos libros de texto. Tiene que desarrollas en los alumnos y en las alumnas la
capacidad de tomar decisiones sobre la base de la reflexión y el diálogo, promoviendo, más que la
formación de futuros científicos, la educación de ciudadanos/as en una cultura científica básica,
capacitándolos para interpretar los fenómenos naturales y para actuar de forma crítica y responsable ante
los problemas sociales. La tarea de la escuela debe dirigirse a facilitar las estrategias necesarias para
recoger información, seleccionar, jerarquizar, interpretar, integrar y transformar la información desde un
espíritu crítico en un conocimiento útil para su intervención en la realidad. Se trata de aprender a pensar
por sí mismos, para deliberar, juzgar y escoger sobre la base de sus propias reflexiones, sabiendo que sólo
quien piensa por sí mismo puede llegar a ser uno mismo.
d. Dimensión profesional. Disponer de los conocimientos y de las habilidades que permitan a las
personas ejercer una tarea profesional adecuada a sus necesidades y capacidades.
Los cambios de todo orden que se están produciendo en el mundo, la globalización y la mundialización del
mercado del trabajo, la informatización de las empresas y la robotización, están provocando un trastorno y
verdadero desconcierto sobre las expectativas profesionales y de trabajo. La crisis general de valores afecta
también, y a su vez es su consecuencia, a la inestabilidad en el trabajo, al aceptar de hecho las razones
mercantiles o financieras, en las que prevalece la lógica del dinero por encima de las necesidades de las
personas.
Independientemente del irrenunciable cuestionamiento de los sistemas de trabajo, su irregular
distribución, y del mismo valor de instrumento de diferenciación social, el sistema educativo tiene que dar
respuesta a la necesidad que tienen todos los ciudadanos y todas las ciudadanas de acceder al mundo del
trabajo en las mejores condiciones posibles, lo cual comporta que la educación profesional garantice la
adaptación a las demandas laborales.
La enseñanza tiene que facilitar el desarrollo de las capacidades profesionales de las personas, pero
ejerciendo esencialmente una función orientadora que permita el reconocimiento y la potenciación de las
habilidades de cada uno según sus capacidades y sus intereses. Todo ello situado en un marco que,
siguiendo la lógica de los cambios enumerados anteriormente, no se limita a conseguir el aprendizaje de un
oficio, sino que debe facilitar la adquisición de las competencias que permiten hacer frente a las numerosas
y variables situaciones que se encontrará como trabajador o trabajadora, algunas de las cuales serán
imprevisibles.
Una educación también para el trabajo, pero sin perder la visión global de la persona como ser crítico ante
las desigualdades y comprometido con la transformación social y económica hacia una sociedad en la que
no sólo se garantice el derecho al trabajo, sino que éste se halle en función del desarrollo de las personas y
no de los intereses del capital.
- Enseñar para la complejidad.
De las finalidades educativas expresadas anteriormente se concluye la necesidad de formar a las mujeres y
los hombres en una serie de conocimientos, habilidades y valores cuya finalidad fundamental consisten en
saber resolver los problemas que la vida en esta sociedad les va a plantear. Ya sea en el ámbito social,
interpersonal personal o profesional, las competencias que se pretende desarrollas en la persona
comportan el conocimiento y la actuación en la complejidad. Intervenir en la sociedad, participar en su
gestión, ejercer la democracia, actuar para transformar, vivir en una cultura solidaria, de respeto a los
demás, de defensa de los más débiles, de responsabilidad hacia el resto de los seres humanos,
comprenderse a sí mismos, a las demás personas y al mundo social y natural, adaptarse a los cambios,
aprender a aprender, etc., todo aquello hace necesario dispones de instrumentos conceptuales,
procedimentales y actitudinales capaces de dar respuesta a situaciones que se mueven siempre en el
terreno de la complejidad.
Cuando la opción educativa es la del conocimiento para la acción crítica, la enseñanza ha de orientarse al
planteamiento de un saber escolar complejo. Se tiene que construir un currículum que refleje el nivel de
incertidumbre presente en la vida, en el cual es imposible conseguir siempre una única respuesta válida y
verdadera para los múltiples problemas que surgen en una realidad en la cual se interrelacionan múltiples y
diferentes variables y dimensiones. Es decir, una formación que facilite una visión más compleja y crítica
del mundo, superadora de las limitaciones propias de un conocimiento parcelado y fragmentado, que se
demuestra que es inútil para afrontar la complejidad de los problemas reales del ser humano. Un
conocimiento que sea global, integrador, contextualizado, sistémico, capaz de afrontar las cuestiones y los
problemas abiertos y difusos que plantea la realidad.
- La realidad, objeto de estudio.
El objetivo de la enseñanza consiste en preparar a los chicos y las chicas para ser capaces de dar respuesta
a los problemas que les ha de plantear su vida personal, social y profesional, debemos entender que lo que
se ha de tratar en la escuela son estos problemas, o sea, lo que podemos denominar la realidad, los
mundos reales. La realidad compleja, su conocimiento y la actuación en ella tienen que ser el contenido
fundamental de la enseñanza.
Si la realidad es el objeto de estudio de la escuela y no las disciplinas, ¿cuál ha de ser el papel de las
disciplinas? Cada uno de nosotros dispone de una variedad de instrumentos de carácter diverso,
conceptuales, procedimentales y actitudinales, que configuran lo que desde una visión psicológica
podemos denominar estructuras cognoscitivas o esquemas de conocimiento, y que desde una tradición
pedagógica podemos denominar simplemente conocimiento. En este conocimiento podemos distinguir
entre el conocimiento cotidiano o también ordinario, y el conocimiento científico, dentro del cual se
diferencia entre el que se utiliza habitualmente para dar respuesta a situaciones de la vida real y
fundamentado por el saber científico.
Por este motivo, el papel de la escuela ha de consistir en la reconstrucción, en la reelaboración y en la
ampliación de estas estructuras o del conocimiento cotidiano, por medio de un currículum o conocimiento
escolar, conformado por los contenidos de aprendizaje que se corresponden con la visión que tenemos de
lo que es un conocimiento apropiado para las finalidades educativas que nos hemos propuesto y, por
tanto, con la visión o ideal de ciudadano o ciudadana.
El conocimiento escolar estará constituido por la selección de los contenidos de aprendizaje que deben
intervenir en el proceso de mejora del conocimiento cotidiano. Contenidos que, lógicamente, se proveerán
del saber culturalmente constituido, es decir, de las diferentes disciplinas o materias del conocimiento
científico.
Sin embargo, el conocimiento científico estructurado en disciplinas plantea dos problemas básicos: su
insuficiencia y su fragmentación. El saber científico disciplinar manifiesta un notable déficit, sobre todo en
contenidos de aprendizaje principales para esta función escolar, como son la mayoría de contenidos
actitudinales y un buen número de contenidos procedimentales. Al mismo tiempo, la extraordinaria
parcialización del conocimiento en disciplinas o subdisciplinas como resultado de la fragmentación de la
realidad en múltiples puntos de vista no permite resolver muchas de las cuestiones que plantea la
comprensión de la realidad mediante los instrumentos conceptuales y metodológicos aportados por una
sola disciplina.
Será necesario realizar un esfuerzo para seleccionar los contenidos curriculares recurriendo a las fuentes
disciplinares siempre que convenga, pero nunca desde una visión sino acudiendo a los diferentes
conocimientos desde un enfoque globalizador, que, por medio de una perspectiva de carácter
metadisciplinar, permita utilizar los instrumentos procedentes de concepciones transdisciplinares, si
existen, de las diversas disciplinas o restableciendo relaciones entre ellas de forma interdisciplinar, ara
hacer que el conocimiento cotidiano del alumnado sea capaz de dar, de la mejor manera posible, respuesta
a los problemas que la realidad les plantea.
Interdisciplinariedad:
- Prima el contenido: las aportaciones de las disciplinas se basan en las características del tema
elegido.
- Es un movimiento que parte desde las disciplinas, que aportan contenidos de manera
independiente al tema tratado.
- Estas aportaciones se basan en la lógica interna de cada disciplina.
- Las relaciones entre los contenidos aportados las realiza generalmente el docente, y el alumno las
asimila posteriormente.
- Las aportaciones de contenidos son principalmente de carácter conceptual, que son los que más
caracterizan a cada disciplina.
Globalización:
- Prima el alumno: las demandas realizadas a las disciplinas se basan en su estructura de
conocimiento (conocimientos previos).
- Es un movimiento que emparde desde el alumno, y demanda a las disciplinas contenidos concretos,
que se relacionan entre si teniendo en cuenta lo que éste necesita conocer.
- Estas demandas se basan en las necesidades de aprendizaje del alumno en cada momento
- Los contenidos demandados se asimilan en función de las relaciones previas que el alumno
pretende establecer, según la planificación del aprendizaje.
- Las demandas realizadas se refieren a los tres tipos de contenidos, para facilitar la respuesta global
del alumno ante el aprendizaje.
Poner en juego el saber. (Alicia Fernández)
- Enseñantes. Enseñar y aprender están imbricados, no puede pensarse uno si no es en relación con
el otro, pero para explicar qué es aprender. Debemos analizar la posición que asume el enseñante al
enseñar, la confianza que en él tenía para poder enseñar, la importancia que daba a lo enseñado, así como
lo que espera del aprendiente, la confianza que en ellos deposita en relación con lo que iba a poder
aprender, la alegría y el placer que a él le proporciona el estar con sus alumnos haciendo aquello,
conforman el terreno donde irán a aprender.
Entre el enseñante y el aprendiente se abre un campo de diferencias donde se sitúa el placer de aprender.
La enseñante entrega algo, pero para poder apropiarse de aquello, el aprendiente necesita inventarlo de
nuevo. Experiencia de alegría, que se facilita o perturba, según cómo se coloque el enseñante.
Enseñantes son los padres, los hermanos, los tíos, los abuelos y demás integrantes de la familia, así como
maestros, maestras y compañeros en la escuela. La persona enseñante, con todas sus características
singulares, es prioritaria, ya que más importante que el contenido enseñado es cierto molde relacional que
se va imprimiendo sobre la subjetividad del aprendiente.
Para que el aprendiente pudiera apropiarse del placer de autoría necesita de un enseñante que la invistiera
de la posibilidad de ser aprendiente y le otorga el lugar de sujeto pensante.
El carácter subjetivante del aprendizaje muchas veces es olvidado y ciertos profesores y padres pretenden
despertar el deseo de aprender de los niños y jóvenes, apelando a que estudiar es necesario para alcanzar
un trabajo mejor, para ganar dinero o para ser reconocido socialmente.
Más que enseñar contenidos de conocimiento, ser enseñante significa abrir un espacio para aprender.
Espacio objetivo-subjetivo donde se realizan dos trabajos simultáneos: construcción de conocimientos;
construcción de sí mismo, como sujeto creativo y pensante.
Los padres y los maestros, al ser los primeros enseñantes, pueden nutrir y producir en los niños esos
espacios donde el aprender es constructor de autoría de pensamiento, o bien perturbarlos y hasta
destruirlos.
Tal y como plantea el ejemplo, Silvina nos muestra que un enseñante es alguien que cree y quiere que el
aprendiente aprenda. Su padre necesita creer y querer que su hija aprendiera a andar en bicicleta y desde
allí se creaban las condiciones para que la niña pudiera aprender y él enseñar. Si una niña/o aprende a
caminar, es porque sus padres desean que camine y los consideran capaces de caminar. Aun sabiendo que
cuando nuestros hijos caminen solos podrán hasta escaparse e ir hacia donde no podrán ser controlados,
continuamos deseando que aprendan.
Asimismo, la actitud para hablar se apoya en un aparato fonador sano, pero para aprender a hablar, el niño
necesita de adultos que lo consideren un semejante capaz de hablar y entender, aun cuando sólo vocalice.
Tales adultos enseñantes desean que el niño aprendiente hable, aun anticipando que cuando aprenda a
hablar podrá discutir sus indicaciones y hasta mostrar oposición a las ideas de otros.
Enseñamos y esto es prioritario, pero el niño aprende solo: en esta aparente paradoja está la clave de todo
proceso de aprendizaje saludable.
Por otro lado, si bien los maestros necesitan poseer información, su función no es principalmente
transmitirla, sino propiciar herramientas y un espacio adecuado (lúdico) donde sea posible la construcción
del conocimiento. Al tener un papel fundamental como enseñantes, lo tienen también como agentes
subjetivantes. Pueden intervenir solidificando aspectos patógenos que vienen desde la familia del propio
niño o, por el contrario, propiciando movimientos saludables.
- El desear y la corporeidad en el aprendizaje. El desear, la energía deseante es mucho más que el
motor del aprender, es el terreno donde se nutre. Placer de dirigir, de autonomía. Placer de superar los
límites de velocidad que el organismo permite, placer de trascender el tiempo y el espacio. Placer de
moverse sobre a tierra sin pisarla. Placer por apropiarse de su autoría productiva.
El jugar, el aprender y el trabajo creativo se nutren de la misma savia y se apropian del mismo saber-sabor.
Así, para que las ganas de andar en bicicleta puedan operar otorgando a la tarea de andar en bicicleta la
pasionalidad lúdica, el plus de alegría, la experiencia de vivencia de satisfacción, la experiencia de
realización subjetiva se requiere que el enseñante se abstenga de imponer al aprender un fin utilitario. La
palabra ganas, nos remite al cuerpo y al deseo. El aprendizaje se dramatiza en el cuerpo, a partir de la
experiencia de placer por la autoría: ser autor del acto de enseñar y aprender.
- ¿Qué entrega el enseñante? El enseñante entrega la herramienta, no ofrece directamente el
conocimiento. Por otra parte, la herramienta que entrega no es la misma que él utiliza. En muchas escuelas
los profesores actúan pretendiendo que los niños aprendan usando la bicicleta del tamaño del maestro o
inversamente, andando ellos en bicicletas pequeñas, es decir, infantilizándose.
El padre de Silvina, no se subió a su bicicleta grande, diciendo: “mira hija cómo ando yo y aprenderás a
andar en bici”. Si bien él sabía cómo andar en bicicleta para poder enseñarle, cuando lo hacía corría al lado
de la niña.
- Lugar de las técnicas. Los métodos, la técnica, los diferentes procedimientos pedagógicos, y aun
psicopedagógicos solos se caen, hay que sostenerlos andando, como a la bicicleta.
El aprendiente y el enseñante se encuentran en el terreno del riesgo, en el desafío de enseñar y aprender.
Ambos necesitan responsabilizarse del hecho. La responsabilidad compartida exime la adjudicación de
culpas expulsivas o inmovilizantes. La culpabilización del alumno o del maestro es un desvío que impide
llegar a la necesaria responsabilidad.
A veces los profesores intentan que los alumnos aprendan colocándolos en una competición. Exigen a sus
alumnos aprender en medio de la carrera, con el peligro de perder y quedar afuera y con la obligación
exitosa de llegar primero. La escuela, transformada en un campo de entrenamiento y competición, es
productora de neurosis.
- El lugar del desafío en el aprendizaje. En todo aprendizaje se pone en juego cierta cuota de temor.
Temor que no siempre debe adscribirse al miedo al cambio, sino que es propio del encuentro con la
responsabilidad que la autoría supone. El desafío del encuentro con lo nuevo y de hacerse responsable de
haberlo procurado es inherente al aprendizaje. El deseo suele ir vestido con el ropaje del miedo.
Por Otra parte, la culpe por conocer puede elaborarse y superarse a partir de la responsabilidad. Hacerme
responsable de aquello que conozco. Responder por ello. Cuando otro dirige mi andar, nadie me
preguntará por qué elegí este camino. Si elijo y hasta construyo mi propio camino al andar, necesitaré
explicar y explicarme por qué.
El deseo de conocer supone el contacto con la carencia, la salida de la omnipotencia. Algunos problemas de
aprendizaje tienen un anclaje en cierta dificultad para conectarse con la propia carencia, con la fragilidad
humana. Una sociedad que tiende a endiosar a niños y jóvenes, puede provocar problemas de aprendizaje
al esperar paradójicamente todo de ellos, quitándoles la responsabilidad que la autoría supone.
- Alegría del descubrimiento. Comienza con la tercera persona y finaliza con la primera. Y así es. Él o
ella me enseña y yo aprendo. Yo no soy enseñando ni él me hace aprender. Entre enseñar y aprender se
abre un espacio. Un campo de autorías, de diferencias.
Aprender, es a-prender. Es decir, no-prender. Des-prender y desprenderse. La riqueza de esta diferencia
nos obliga a pensar por lo menos cuatro cuestiones.
a) Una prueba de que el enseñante enseñó es que el aprendiente no continúe necesitándolo.
b) Para aprender se requiere un quantum de libertad.
c) La libertad supone responsabilidad, que va de la mano de la autoría.
d) Los padres y los maestros como enseñantes, para poder enseñar, necesitan nutrir su propio deseo
de aprender, ya que el deseo genuino de enseñar sólo puede considerarse un derivado del deseo de
aprender. Aquí se sitúa una cuestión importante a tener en cuenta para que enseñar no se deslice hacia
seducir.
- Los espacios del jugar, del aprender y del trabajar. Ante el desafío de responder que es aprender,
parece en un principio algo simple, sin embargo, es muy profundo y forma parte de los desafíos del trabajo
subjetivo que quien se coloca en el lugar del maestro necesita realizar. Trabajo subjetivo que supone
ofrecerse como objeto transicional.
Ser enseñante es poder hacer el trabajo subjetivo de aceptar que, tal como un objeto transicional, la
prueba de que servimos la da el que no se nos necesite más. El osito de peluche no sirvió cuando tenía dos
años, si ahora que tiene 15 o 25, sigue necesitándolo para dormir.
El lugar del enseñante tiene mucho que ver con esto. Silvina necesita nombrar al papá para poder empezar
a explicar que es aprender, pero para finalizar la explicación, ya no necesita hablar de la figura enseñante y
no dice “me enseñó”, dice “aprendí”.
Por otro lado, si bien el espacio del aprender es el mismo que el espacio de jugar, no es lo mismo aprender
que jugar: “Jugar es descubrir las bondades del lenguaje; es inventar nuevas historias, es asistir a la
posibilidad humana de crear nuevos latidos y eso es maravillosamente placentero. Jugar es poner a trotar
las palabras, las manos y los sueños. Es jugar a soñar despierto; aún más, es arriesgarse a hacer del sueño
un texto visible. Un gran obstáculo para instrumentar un programa educativo donde el niño y sus jugares
estén en el centro, es la dificultad que tienen los maestros para jugar.” Jugando se descubre la riqueza del
lenguaje, aprendiendo nos vamos apropiando del mismo. Jugando inventamos nuevas historias, el
aprendizaje permite historiarnos, ser nuestros propios autobiógrafos, construirse un pasado para
proyectarse al futuro. Jugar es poner a trotar las palabras, las manos y los sueños.
“Aprender es apropiarse del lenguaje; es historiarse, recordar el pasado para despertarse al futuro; es
dejarse sorprender por lo ya conocido. Aprender es reconocerse, admitirse. Creer y crear. Arriesgarse a
hacer los sueños textos visibles y posibles. Sólo será posible que los maestros puedan generar espacios del
jugar-aprender para sus alumnos, cuando ellos simultáneamente los construyan para sí mismos.” Aprender
es reconocerse, creer en lo que creo y crear lo que creo. Y es así, pues podemos definir el pensar como
aquella capacidad humana de hacer posible lo probable, a partir de hacer probable lo deseado.
Poder ser un maestro “suficientemente bueno” requiere un trabajo constante consigo mismo para
construir una postura, un posicionamiento como aprendiente, que redundará en los modos de enseñar. Un
buen enseñante es un buen aprendiente. La tarea difícil del maestro, de la maestra, puede tornarse
placentera si trata de hacer consigo mismo lo que se propicia para otros.
La escuela, siendo el lugar donde alumnos y alumnas se encuentran con adultos investidos del poder de
enseñar, puede posibilitar la puede posibilitar la potencia creativa del jugar y el aprender del niño. Esto
sólo se logra con enseñantes que disfruten del aprender, del jugar con las ideas y las palabras, con el
sentido del humor, con las preguntas de sus alumnos.
Todo aprender requiere de un posicionamiento que supone la aceptación de los límites de nuestro
organismo y las leyes de la física, así como la inclusión de un “cómo hacer” enseñado por otro. La
aceptación de ese “como hacer” limita la urgencia del desear hacer ya, marcando una de las diferencias
entre el jugar y el aprender.
Otra de las diferencias de producen a partir del modo de presentarse del otro, es decir, el modo de situarse
ante la demanda del otro difiere en el aprender y en el trabajar.
La escuela, espacio de necesario exilio del territorio de la infancia familiar, muchas veces funciona como
lugar de destierro, cargado de amargura, solemnidad y ritos obturadores del jugar y del aprender de
maestros y alumnos. Esta situación se produce cuando la institución educativa no significa el quehacer
enseñante como un trabajo, ni el espacio escolar como un espacio de aprendizaje creativo generando que
los maestros nos e autoricen a investir libidinalmente su trabajar (enseñar) de la pasionalidad del jugar
(aprender).
- Evaluar: ¿A quién? O ¿A qué? La evaluación no debe dirigirse al alumno. Necesita situarse como un
análisis del proceso constructivo del alumno y del profesor. Sólo en la medida en que la maestra y el
maestro puedan darles a sus propios errores un valor constructivo, podrán también otorgarles ese carácter
a los errores de sus alumnos.
Si el evaluar se piensa como un evaluar a las personas, sea mejor o peor la técnica, siempre estará en un
terreno fallido. El evaluar debe ser un acompañar, un analizar, un pensar, un atender. Un momento de
descanso para pensar en lo que hemos realizado, en cómo nos sentimos y en qué hemos aprendido.
- ¿Cómo trabaja la inteligencia y desde dónde nace? ¿Qué es la inteligencia? La inteligencia, los
mecanismos cognitivos, objetivantes, trabajan sobre la dramática del sujeto con el soporte de las
significaciones. En educación hemos conseguido incluir el tema de loa afectos y la participación de la
subjetividad en el aprendizaje, durante mucho tiempo expulsado. Pocas personas y casi ningún docente,
pedagogo, psicopedagogo o psicólogo, desconoce que los aspectos emocionales pueden interferir
negativamente en los procesos de aprendizaje.
Cuando tenemos que explicar por qué aprenden y cómo aprenden los que logran aprender es frecuente
olvidar tal importancia y remitirse sólo a teorías cognitivistas. Escuchamos comúnmente a padres y
profesores decir “tal niño aprende porque es inteligente”. Se pierde de vista que si está logrando aprender
es también gracias a la interferencia afectiva.
Los aspectos de amor y sostén, si bien sólo se hacen visibles cuando ponen obstáculos, son la condición
necesaria para que cualquier aprendizaje sea posible. Y también necesitamos darle lugar en la propia
teoría.
Sabemos que la inteligencia no es una facultad producto de un buen funcionamiento neurológico. Se
construye en un espacio relacional. Es decir que un sujeto se constituye inteligente en un vínculo con otros.
Vínculo no ajeno a la ética y a la estética. Ética, estética y pensamiento se entrelazan y condicionan.
Evaluación en el jardín.
Toda evaluación implica un juicio sobre algo. En el caso de la evaluación educativa, hablamos de un juicio
con respecto al rendimiento. Si bien se cree tradicionalmente que el rendimiento evaluado es el del niño,
resulta interesante ampliar la mirada hacia otras variables que intervienen en el acto educativo que se
despliega dentro del Jardín de Infantes.
Para poder emitir un juicio es preciso contar con dos elementos, a saber:
- Pruebas, elementos, datos que den cuenta de algo: rara vez encontramos en las planificaciones
didácticas explicitados los instrumentos con los cuales recoger esos datos.
- Una escala o parámetros de cotejo o comparación: está explicitado en los objetivos a los que se
espera que los niños lleguen. Es así como habrá un patrón de comparación para ver cuánto se aproximaron
a esa meta.
¿Cuáles serían los modos de recoger esta información?
- Actividades no diseñadas para recoger datos, pero que brindan elementos interesantes. Son las que
realizamos cotidianamente en la sala como propuestas de enseñanza para los niños, y en las cuales no
hemos depositado una explícita intención evaluatoria. Son embargo, al ser retomadas pueden proveer
datos y material interesante para la evaluación. Estas actividades, pueden convertirse en fuentes de
información necesaria para evaluar, en tanto exista la mirada atenta de un docente que acompaña a los
procesos de aprendizaje de sus alumnos.
Los momentos de juego en pequeños grupos, rincones o juego-trabajo, son fuentes riquísimas de
información. Durante estas actividades, el maestro puede contar con un fichero, cuaderno índice que le
permita tomar nota de los cambios, las modificaciones que sufren las respuestas de los niños frente a
diferentes situaciones de juego. Ponemos acento en el registro porque, generalmente, los maestros
confían demasiado en su memoria, y apelan a ella en el momento de realizar la evaluación del niño.
- Actividades específicas diseñadas para recoger datos. Son actividades que el maestro propone a los
niños con una marcada intención de apreciar los conceptos, procedimientos y actitudes logradas por los
niños a través de las propuestas de enseñanza anteriores. Lo que persiguen estas actividades es retomar,
revisar o rever algo de lo ya realizado, pero es la intervención docente la que porta un rasgo distintivo.
La participación docente se ve comprometida en la tarea de corroborar la relación entre los contenidos
planificados, los objetivos previstos y los logros que puedan apreciarse en esta actividad. Para ello, el
docente dispone de la observación y la toma de registro.
Para hablar de observación, debemos focalizar la mirada, centrarnos en algo específico. Esto implica el
establecimiento de variables concretas a tener en cuenta sobre lo que se observará, así como su registro.
Sabemos que durante una actividad realizada por niños en una sala de Jardín suceden muchas cosas. Es
precisamente el establecimiento de prioridades a registrar lo que ordenará el relevamiento de datos que el
docente pueda elaborar.
Forma parte del trabajo institucional la elaboración de materiales para la observación que posibiliten la
evaluación de los aprendizajes. Sostenemos que un material eficaz para este fin no puede dejar de
contener: coherencia entre elementos a observar y contenidos enseñados; flexibilidad suficiente, que
permita atender tanto las particularidades institucionales, grupales como individuales; articulación con los
propósitos institucionales y el perfil del alumno construido por la institución.
La toma de registro en distintos momentos de la secuencia didáctica puede resultar en sí un elemento de
evaluación, no sólo para el docente sino para el propio alumno involucrado. Tomar registro del momento
inicial en que los niños se aproximan a un nuevo conocimiento pueda resultar posteriormente una
herramienta válida para evaluar los saberes adquiridos. Registrar en video o casete de audio facilita, tanto
para el docente como para los niños, la apreciación de las modificaciones cognitivas resultantes.
Evaluar a través de juegos. La observación y toma de registro en juegos en pequeños grupos y juegos
individuales.
El maestro puede organizar juegos en los que se planteen situaciones a evaluar. Es decir, propuestas en las
que los niños deban poner en actividad conocimientos adquiridos a lo largo de las actividades anteriores.
Estos juegos pueden organizarse en:
- Forma de grupo total. El maestro debe tener elaborada alguna planilla de registro, y que
previamente seleccione a los alumnos que observará. Aunque durante el juego supervise a toda la clase, es
imposible tomar nota de los avances de todos los niños a la vez.
- Forma de pequeños grupos. El maestro organiza la tarea para concentrarse sobre un pequeño
grupo de alumnos, mientras el resto realiza otras tareas o juegos. En este caso también prevé la toma de
registro, pero observa a los niños que espontáneamente han elegido dicha propuesta.
- Forma individual. El maestro puede sentarse con un niño para plantearle alguna tarea o juego a
resolver. El maestro podrá ir realizando distintas preguntas u otras intervenciones que le permitan obtener
información más rica.
- Juegos dramáticos. Es una de las posibilidades que rara vez se utilizan como instancia para recabar
información pertinente para la evaluación. El maestro podrá proponer un juego dramático en torno al tema
a tratar, observando atentamente lo que sucede durante el desarrollo de la propuesta. El compromiso
corporal que implica la participación del maestro dentro de un juego dramático, y el papel que el docente
asume dentro del mismo, sería óptimo contar con un observador externo, como un maestro auxiliar para
que tome registro.
La propuesta de juego se podrá ir repitiendo, manteniendo la misma temática, a lo largo de la unidad o
proyecto. Esto permitirá ir observando las variaciones que sufre el juego al enriquecimiento de los
participantes.
La evaluación en el Jardín.
El maestro, con todo el material reunido, reflexiona acerca de los avances de sus alumnos en relación con
los objetivos y contenidos que se planteó para cierto período de tiempo. El trabajo conjunto con otros
docentes de la sala, como maestros auxiliares, de música, educación física o expresión corporal facilitará la
tarea. En una reunión de evaluación, el maestro tendrá preestablecidos los objetivos y contenidos a
evaluar, reflexionará sobre la base del material recolectado por él y sus colegas, cotejará estados iniciales y
actuales de los aprendizajes de sus alumnos. Sobre esta base emitirá un juicio respecto de la situación de
cada uno.
Debemos considerar que los padres no dominan la terminología propia de los profesionales de la
educación, pero sí tienen el derecho de conocer cuáles son los avances y dificultades que tienen sus hijos
en la escuela. Por esto, el informe destinado a las familias deberá guardar el mismo rigor y veracidad que
tiene el informe interno, pero con un lenguaje acorde con el común denominador de la comunidad de
padres de cada escuela.
Cuando el bebé ingresa al jardín maternal.
Las experiencias en los primeros años de vida del niño tienen una poderosa influencia en la vida adulta.
Desde el campo de la psicología, se ha demostrado que los primeros aprendizajes socio-afectivos y
cognitivos del infante humano pueden considerarse verdaderos acuñamientos y fundamento de sus logros
futuros. Por eso, durante la primera infancia deberían asegurarse programas de calidad que ofrezcan
oportunidades para que los niños interactúen entre ellos, con los adultos y con su ambiente, para que
puedan desarrollas sus competencias sociales, intelectuales, lingüísticas, comunicacionales y construir su
identidad cultural.
En este sentido, varios organismos internacionales también advierten que la educación temprana puede,
por un lado, modificar positivamente la estructuración y el perfeccionamiento neuronal y mental, lo que
permitirá al sujeto utilizar niveles cada vez más complejos para pensar, sentir y relacionarse con los demás;
y, por el otro, puede transformarse en un instrumento para compensar las desigualdades sociales.
En Argentina, hay mucho por hacer para garantizar la calidad de los programas que llevan adelante las
instituciones dedicadas al cuidado y educación de la primera infancia, en parte, debido a la falta de
regulación de la gran diversidad de modalidades institucionales que no siempre expresa riqueza en la
calidad de los servicios. Entendemos la calidad como proceso, como principio de actuación que sirve para
evaluar, detectar necesidades de calidad insatisfechas y establecer estrategias y planes de mejora para la
atención de los niños pequeños. Las áreas que hay que tomar en cuenta son el ambiente y el espacio físico
para los niños; el currículo y la pedagogía; la profesionalidad de los educadores y cuidadores de la niñez
temprana; la relación con las familias y comunidades; los servicios para los niños con necesidades
especiales y la responsabilidad, dirección y supervisión de programas.
Existen prácticas institucionales, vinculadas con la incorporación de los bebés al jardín maternal, que se
caracterizan por ofrecer a las familias participación simbólica (se ejerce un grado mínimo de influencia
sobre la política y el funcionamiento institucional y al mismo tiempo se genera una ilusión de ejercicio de
un poder inexistente). Ello se percibe en la creación de espacios y modos comunicacionales signados más
por requerimientos a los padres para que colaboren antes que fundados en la idea de cooperar y negociar
recursos y significados en común, para que la mejor educación y atención integral de los infantes. La
planificación de enseñanza y la resolución de situaciones se despliega prioritariamente en la sala y por cada
docente y no a nivel institucional, limitándose así las posibilidades de ofrecer una propuesta más ajustada a
las necesidades del niño y la familia.
Los docentes expresan sentimientos de desamparo y aislamiento y reclaman acciones de orientación y
acompañamiento por parte de directivos y personal profesional, reconociendo también la necesidad de
recibir formación específica sobre el jardín maternal. Por otro lado, el ingreso de los bebés en el jardín
maternal se ve perturbado por los prejuicios y por cierto rechazo social hacia esta institución. Quienes
rodean al niño y deben contenerlo parecen estar seguros de que esta institución sea una alternativa
saludable para el niño.
Un acercamiento a la identificación y comprensión del período de iniciación al jardín en la vida del niño, su
familia y de la institución educativa.
Todas las decisiones de gestión educativa responden a un marco ideológico, no siempre consciente, que se
apoyan sobre una teoría de la educación y una teoría del aprendizaje.
La planificación del ciclo escolar reconoce tres períodos: de iniciación, de desarrollo y de cierre. El período
de iniciación ha sido identificado como “de adaptación”, concepto que ha tenido y tiene diversos sentidos.
Es así como puede ser planteada como acostumbramiento y adiestramiento o como un proceso activo de
construcción interpersonal. Las pedagogas Esparza y Petroli la caracterizan como un periodo en el que los
niños y sus padres construyen una relación con una institución educativa, y en el que los miembros del
establecimiento lo hacen con estas nuevas familias. La adaptación se desarrolla en una zona de confluencia
entre los niños, sus padres y el jardín, donde cada uno aporta su historia, sus representaciones y sus
prácticas. Esta relación será viable si se establecen lazos de confianza y seguridad mutuas, tarea de la que
el establecimiento educativo se hace cargo a través de las decisiones de gestión y las propuestas
curriculares necesarias.
La problemática que plantea el ingreso de bebés al jardín maternal no es equivalente a la del jardín de
infantes. Varios aspectos se ven agudizados y lo transforman en un problema mucho más complejo, de un
alto voltaje socio-afectivo.
- Las motivaciones por las que el niño es incorporado a la institución resultan en sí mismas
generadoras de conflictos. El niño en principio no es enviado “para que se socialice”, “para que juegue con
otros niños de su edad” como en el jardín de infantes.
- La inseguridad o sentimientos de culpa en el personal de los jardines maternales respecto de la
conveniencia y los beneficios de su propio trabajo con los bebés.
- La edad de los infantes que se incorporan a la institución. El bebé, que se halla en el periodo más
crítico de su desarrollo, pasará a convertirse en miembro de dos sistemas interactivos fuertemente
implicados, su familia y su jardín.
- Las incorporaciones de bebés durante todo el año constituyen una operación muy exigente para los
infantes y los docentes.
Según Ruth Harf, el proceso de adaptación abarca la vida en su totalidad: ante toda situación el individuo
pone en juego sus procesos adaptativos y no únicamente en los primeros días, semanas o meses de su
escolaridad. Durante el período de iniciación, en el momento de los primeros encuentros entre la
institución escolar y la institución familiar, ocurren procesos de adaptación que implican nuevos
aprendizajes relacionales por parte de todos los actores: el niño, sus padres y el personal del jardín
maternal. Los niños necesitan conocer, comprender, apropiarse y contribuir en la elaboración de un
sistema de códigos compartidos para sentirse seguros, y para ello necesitarán tiempo para desarrollar y
construir estos procesos. Las docentes precisan conocer al niño para poder interpretar sus estados de
ánimo y sus requerimientos, y responder a ellos; interpretarán las pautas de crianza y la cultura de la
familia acordando objetivos comunes. Los padres, para poder delegar su función educadora, confiar y
secundar la labor del jardín maternal, requieren conocer de antemano las acciones programadas, la
dimensión de la profesionalidad del docente y la seriedad del equipo, como así también participar en el
desarrollo de la propuesta educativa hablando de las dificultades, evaluando, elaborando decisiones en
conjunto y construyendo el encuadre del trabajo.
Se dan procesos adaptativos y nuevos aprendizajes en todos los actores de la institución, pero no son
equivalentes. El niño es el protagonista principal y la prioridad de los adultos; es quien, en primera
instancia, debe ser escuchado, comprendido, contenido en sus angustias, satisfecho en sus necesidades y
orientado en sus cambios. Ello puede ser justificado desde distintos órdenes.
- En cuanto al desarrollo psicológico, para un bebé, cada una de las situaciones o de las personas
desconocidas implican sensaciones de ruptura en la continuidad del sostén del ambiente, provocando un
aumento de la angustia. Cuando esas sensaciones no son comprendidas por la mente del adulto, generan
mayor conflicto psíquico en el niño pequeño. El adulto significativo es quien se acomoda al bebé,
decodificando sus necesidades. Este proceso le permitirá al infante construir vincularmente una frustración
gradual tolerable, es decir, la posibilidad de esperar, soportando las ausencias y las distancias. La tarea del
jardín maternal y del docente a cargo del bebé será la de construir un ambiente adaptado a él.
- En cuanto al proceso de socialización, la principal tarea de los adultos será preparar al niño para que
se convierta en miembro de la sociedad. Esto supone que a través de la crianza se le permite la recreación
de valores y normas propias de nuestra cultura, se le enseñan ciertas conductas específicas, se le provee de
modelos de roles adultos en los que pueda desarrollar su identidad y su lugar en la sociedad, y se lo apoya
para que desarrolle su autoestima y autovalimiento. Los padres y los educadores comparten la función de
socialización en lo atinante a la constitución de modelos de identificación y como portadores de las metas,
los ideales y los valores culturales.
- Desde el punto de vista del rol docente, en tanto figura significativa, coincidimos en que debe
asumir en su posición de adulto y su plenitud profesional, que consiste precisamente en la articulación
armoniosa de habilidades y pericias socio-psicopedagógicas, que son el fundamento de su formación
básica.
Claves para centrar la acción de los adultos en el bienestar del niño.
Cuando un bebé se incorpora al jardín maternal, quienes tienen que realizar profundas adaptaciones son
los adultos que lo rodean.
- La importancia de definir el Proyecto Educativo Institucional (PEI). Los jardines maternales, como
agentes socializadores, modifican los patrones tradicionales de crianza de los niños, asumen protagonismo
por la delegación que los padres realizan de su función educadora y, por lo tanto, tienen influencia en el
desarrollo y en la vida del niño y su familia. Resulta fundamental que la institución juegue con el papel
sustantivo en la facilitación, el afianzamiento y la expansión de los componentes básicos de la personalidad
y el carácter de los pequeños y se transforme en el gran escenario de los aprendizajes y de la alfabetización
cultural.
El PEI brinda identidad a la institución educativa y proporciona una herramienta de gestión que da sentido
a la acción, en la medida en que es una práctica compartida e integradora de todos los actores de la
comunidad educativa. Si el funcionamiento institucional del Jardín maternal está centrado en el niño y es
coherente, se podrá cuidar y educar.
El PEI es la herramienta de gestión que permite explicitar un proceso flexible y ajustado a las necesidades
del niño y su familia. Permite definir y tomar las decisiones correspondientes para organizar las pautas y
actividades de inscripción, ingreso y agrupamiento de los niños; crear las instancias de comunicación
formal con los padres; garantizar la definición de formas de ingreso flexibles y realistas de los niños a las
salas; coordinar las funciones y facilitar la delegación de tareas al personal docente y de apoyo; establecer
pautas y acciones claras para el control de la gestión educativa del jardín; crear espacios de intercambio y
asesoramiento, y fijar criterios para la elaboración de la planificación, la evaluación y el seguimiento del
niño.
En el ámbito de la sala, los docentes entrevistan y reúnen a los padres con el objeto de informar y ser
informados, planifican y conducen las actividades de enseñanza con un enfoque individualizado, elaboran y
ponen en marcha estrategias de contención del niño y su familia y concretan el seguimiento y evaluación
permanentes del niño, que les permite reformular lo planificado de acuerdo con la marcha general del
proceso y el diagnóstico que se vaya construyendo.
La identidad pedagógica de los jardines maternales es débil y se manifiesta una tensión entre lo asistencial
y lo educativo, como ideas disociadas y en conflicto. Éste es un tema crítico, más aún en el momento de la
incorporación de niños y familias a la vida institucional, porque funda una identidad y una modalidad de
vínculo entre los actores que, de ser equívoca, será luego difícil de desconfirmar. Ello, sin duda, afecta a la
calidad, el grado y la profundidad de construcción del proyecto educativo y, por lo tanto, las propuestas
para llevar adelante el período inicial en las salas de bebés.
La identidad del jardín maternal está definida, en gran parte, por la calidad y a coherencia entre los
aspectos organizativos, administrativos, pedagógicos y comunitarios. Sin embargo, el mejor proyecto
pedagógico puede ser neutralizado por la estructura administrativa y de funcionamiento del
establecimiento. Así la calidad de institución abierta o cerrada no sólo estaría dada por su apertura hacia la
comunicación y la participación de la comunidad, sino por las limitaciones respecto de las condiciones de
admisión, que se imponen a través de la normativa. Estas reglamentaciones pueden facilitar o no los
procesos de adaptación y aprendizaje que tiene lugar en el período de iniciación.
Existen casos en que el proyecto educativo del jardín maternal está constituido por propuestas de
enseñanza basadas en acuerdos entre los docentes, los directivos y los padres. Estos contratos son, de
alguna manera, provisorios, inacabados y sujetos a reajustes, pero consensuados. La institución es ese
conjunto con identidad pero que emerge de lo diverso es que se hace necesario llegar a algunos acuerdos
básicos en torno a qué proyecto educativo deseamos sostener en una institución. Sin embargo, existen
también modalidades de trabajo en las que se transita por propuestas rígidas que muestran poca
comprensión de las necesidades de los niños, de los padres y del personal a cargo. Es frecuente encontrar
criterios y decisiones que revelan la aplicación de tecnicismos y prescripciones de reglamentos o circulares
que contiene la ilusión de dominio de los conflictos.
Pensamos que el período de iniciación es necesario, enseñar desde el primer día, en un clima de afecto y
seguridad planificando sobre tres pilares básicos: el respeto por las características evolutivas y culturales
del niño, la creación de ámbitos ricos en contenidos valiosos y la observación del niño y su familia.
En este sentido proponemos examinar el plan y las normas institucionales vinculadas al período de ingreso
de bebés al jardín maternal, por lo que nos permitimos realizar algunas recomendaciones como aporte
para el proyecto Educativo:
+ La inscripción y la entrevista inicial. Estos primeros encuentros entre la familia y el jardín maternal
otorgan la oportunidad de iniciar un proceso de comunicación en el que los docentes, especialmente,
pueden jugar un rol desmitificando la entrevista inicial como la situación en la que se debe “extraer” toda
la información posible sobre el niño. Estas situaciones pueden ser transitadas sólo como los primeros
encuentros en donde se promueva una ética de confianza y ayuda mutua a partir de la tolerancia a las
incertidumbres, del preguntar y permitir las preguntas, de suspender los propios juicios y prejuicios y
permitir las preguntas, de suspender los propios juicios y prejuicios, las generalizaciones apresuradas o las
simplificaciones reduccionistas.
+ El tiempo y las pautas de ingreso. Toda institución tiene un horario que se adecua a las necesidades y
posibilidades de las familias. Recomendamos que, en el caso de ser una mamá trabajadora, el bebé ingrese
antes de la finalización de la licencia de maternidad. De esta manera se podrá asegurar el respeto a los
tiempos internos de los procesos de adaptación del niño y la figura de sostén que lo acompañe. En el
transcurso de la jornada y a través del despliegue del juego, las actividades de alimentación, higiene y
sueno en donde naturalmente se darán intercambios, conversaciones, oportunidades de conocimiento
mutuo y de evaluación de los progresos realizados se irán construyendo vínculos de apego y de confianza.
Ello sólo es realizable si la atención es personalizada y el personal disponible en sala es suficiente y estable.
+ El proceso. Es importante que la dirección y los docentes habiliten en forma conjunta espacios para
evaluar el desarrollo del plan de trabajo, el estado del niño y la marcha de la tarea, guiados por criterios de
flexibilidad y apuntando a la contención y orientación de todos los actores. Los padres son partícipes
necesarios en la elaboración del diagnóstico del estado del bebé, tanto durante el proceso de
incorporación al jardín como a posteriori.
+ La comunicación. En la base de una relación ética y de confianza está la comunicación. En este período es
muy importante que los docentes establezcan una relación de ayuda y orientación a los padres. La
contención que se ejerza con ellos re remite, fundamentalmente, a la necesidad de reconocer, preservar y
sostenes su función específica como padres. La prioridad de todos estará en lograr el bienestar del niño. El
establecimiento de una comunicación fluida y de un encuadre de trabajo consensuado permite centrar a la
maestra en el cuidado y educación del infante, lo que afianza la tranquilidad del bebé. En este sentido,
resulta indispensable que los miembros de la conducción del establecimiento alivien y faciliten la tarea de
las maestras ofreciendo tiempos y espacios para la atención y orientación de los padres.
- El lugar de la dirección. En general, la directora debe cumplir con una función coordinadora del
establecimiento, dirigiendo la elaboración, el desarrollo y la evaluación del proyecto educativo,
disponiendo y organizando los recursos, solventando los conflictos y orientando la tarea. La directora será
un agente activo en la coordinación, dirección y supervisión del currículo y el máximo referente para la
comunidad. Sin embargo, gran parte de quienes ejercen estos cargos, no poseen la formación necesaria
para resolver estas problemáticas. Por lo tanto, la directora, que es quien coordina el proyecto curricular y
ejerce su función de asesorar a los docentes y al personal auxiliar en sus planificaciones y acciones, posee
herramientas limitadas para asumir su labor. Este déficit suele ser compensado a través del compromiso
personal con la construcción de su rol a través del estudio y la reflexión sobre la práctica.
Los ámbitos de la tarea de la gestión directiva abarcan la dimensión organizativo-administrativa, la
pedagógico-didáctico y la comunitaria, que deben ser producidas en un proyecto multidimensional a la
hora de planificar las estrategias para la incorporación de los bebés al jardín maternal. Así se trabajará con
la idea de que el jardín está esperando al bebé y a su familia, y que los acogerá con propuestas serias, en
un clima de afecto y respeto.
Desde la dimensión organizativo-administrativa, la conducción del jardín maternal tiene mucho por hacer.
Ante el ingreso del bebé, ratifica la inscripción, dispone la iniciación del legajo del niño, comunica las
pautas y criterios de admisión y deriva a los padres a una o más entrevistas con la docente, el médico
pediatra u otros profesionales que integren la escuela infantil. Posteriormente, coordinará la información
obtenida y asumirá, junto con el equipo, las decisiones de gestión necesarias para el ajuste de las tareas de
todos miembros de la institución. Asimismo, el equipo supervisa los menús y la higiene, el estado y la
preparación de los biberones, papillas y comidas para los infantes (adecuando las comidas y los horarios a
la información recibida durante las entrevistas), establece un esquema de limpieza y desinfección del
ambiente y el retiro de las salas de residuos y pañales usados y, en algunas instituciones, organiza el
funcionamiento de la ropería y lavadero.
Desde la dimensión pedagógico-didáctica, la directora debe asumir un rol de liderazgo en pro del logro de
un equipo de trabajo de alto desempeño, que es mucho más de lo que se abarca cuando se habla de
planeación, organización, dirección y control. Las acciones de una buena conducción institucional se
concentran en el desarrollo continuo de capacidades del personal y del PEI. Por ellos es importante que se
le otorgue a los maestros responsabilidad, autoridad y autonomía en la medida de sus capacidades,
dependiendo de cómo sus conocimientos y habilidades sean continuamente desarrolladas a través de:
+ la creación de un ambiente de aprendizaje y experimentación;
+ La capacitación en servicio;
+ La construcción de una visión compartida de la escuela infantil y de la ética de trabajo;
+ El mantenimiento del compromiso con el equipo y la satisfacción de las necesidades de los bebés,
actuando bajo la convicción de que todos los miembros tienen valores que aportar;
+ La provisión de una retroalimentación en el momento apropiado.
Una herramienta fundamental para ejercer una relación de ayuda, seguimiento, mejora y orientación es la
observación que, desde nuestro punto de vista, debería ser reconocida como un dispositivo básico para el
progreso del trabajo en este período particular de la incorporación de bebés a la institución educativa. La
observación supone poder articular la mirada, por un lado y, la escucha, por el otro, integrándolas en una
actividad que permita comprender las prácticas institucionales, entendiendo por ellas las que se
desarrollan en la sala, las que complementan o contradicen, las rutinas, las reuniones de personal, de
padres, etc. Frente a las resistencias que suscita el hecho de “ser mirado”, se debería recordad que el
propósito de la observación de las situaciones educativas no supone una investigación clínica personalizada
sino la construcción de un saber pedagógico a partir de lo observado y no sólo sobre lo observado.
Complementariamente, la devolución de lo observado es la instancia comunicativa por la cual se conocen y
se dan a conocer los criterios que fundamentan el trabajo educativo, que sitúa los cuestionamientos dentro
de un proyecto de trabajo común y que ayuda a pensar en la continuidad de acciones futuras que sean
aceptadas por todos los actores institucionales. La evaluación permitirá desrutinizar la acción y poner bajo
cuestión las decisiones respecto de las entrevistas de admisión, las normas, la organización del trabajo, de
los equipos, del espacio y el tiempo, los contenidos, las estrategias y los materiales.
Por otra parte, y teniendo en cuenta que en los jardines maternales es frecuente que el personal a cargo se
identifique inconscientemente con los bebés y que, en particular durante el período de iniciación, se
movilizan ansiedades en todos los actores institucionales, la dirección reforzará su rol de referente adulto y
experto. Por ello le corresponde abocarse a la contención del personal del jardín a través de un proyecto
estratégico que incluya acciones de orientación y acompañamiento, que calme y ayude a pensar en los
momentos más difíciles.
Resulta, entonces, fundamental que se promueva la creación de espacios de intercambio, capacitación y
actualización en servicio para todo el personal. Una de las técnicas por considerar es la del Ateneo, que
permite a las maestras plantear, a partir de las situaciones concretas del período de incorporación de los
bebés, las problemáticas suscitadas con padres y bebés, revisar las emocionas que se movilizan en ellas y
hallar las herramientas necesarias para trabajar. Ello otorga la oportunidad de buscar el fundamento de la
tarea realizada, mejorando las propuestas, calmando ansiedades y mejorando la calidad de los
aprendizajes de maestros, padres y niños. En este sentido, la función de la directora en la contención y
orientación la transforma en una agente de salud que colabora en la psicoprofilaxis del rol docente,
impactando también sobre el bienestar y la salud del niño y su familia.
Durante el período en que el bebé se está incorporando al jardín maternal, es esperable que el equipo de
conducción esté disponible para contener y orientar a los padres que transitan por momentos de ansiedad
expresadas de maneras diversas: miedos, angustias, disconformidad, idealización, desilusión, celos, etc.
- La intervención de los docentes: un camino donde se conjuga la empatía, la ética y la formación. Las
características de los recursos humanos a cargo de la atención de la niñez devienen de los modos en que
surgieron dichas instituciones y los rasgos que asumieron en cada momento histórico. Si tenemos en
cuenta la oferta de educación maternal del sistema educativo, el personal docente a cargo, en su mayoría,
está especializado en educación inicial. Ello no significa que durante su formación haya recibido una mirada
específica sobre la educación maternal, puesto que la oferta de formación docente para nivel inicial de los
institutos de nivel terciario a lo largo de todo el país es heterogénea. Esta característica de especialización
de los recursos humanos a cargo de los jardines maternales no elude los problemas ligados a la calidad de
la atención educativa de dichas instituciones.
Así, si bien hay docentes diplomadas a cargo de los bebés en algunas instituciones, la calidad de la
formación de los operadores tiene que estar garantizada por la normativa, la capacitación y la posibilidad
de recibir un sostén técnico por parte de figuras especializadas en la supervisión y en el monitoreo.
Franco Frabboni sugiere que un buen proyecto educativo se apoya en la profesionalidad del enseñante,
fundamentada en su formación teórica y en su actualización y perfeccionamiento posterior. La plenitud de
esta condición se sustenta en dimensiones vinculadas a una cuidada cultura general y conocimientos
profundos y específicos en pedagogía, psicología y sociología, e es integrada por una profesionalidad
política (pluralista y abierta a la participación, a la comunidad y sus bienes culturales disponibles), por una
profesionalidad social (una práctica y estilo colegial y cooperativista con sus colegas y una interacción
socio-afectiva sana y equilibrada con los niños), por una profesionalidad psicológica (ser un técnico en
relaciones, ser consciente de su madurez afectiva, estar dispuesto a la comunicación a la comprensión del
otro, al compromiso y a la dedicación, al gusto y a la alegría por la vida del grupo y por las dinámicas
comunitarias) y por una profesionalidad didáctica (garantizando al niño el derecho al conocimiento y a la
creatividad y coadyuvando en la definición del jardín maternal como un servicio educativo y formativo).
Si pensamos en el período de iniciación de los bebés en el jardín maternal, podemos afirmar que “la
dimensión pedagógico-didáctica es la que, por sus características, les brinda especificidad a los
establecimientos educativos constituyendo a las actividades de enseñanza y de aprendizaje en su eje
estructurante, su actividad sustantiva y específica. Así los docentes organizan la enseñanza orientándola
esencialmente hacia un proyecto de acción, la planificación de sala que, a su vez, tendrá por base un diseño
curricular. La base teórica del diseño curricular es el modelo didáctico que oriente la toma de decisiones de
planificación en los distintos niveles de concreción. La planificación didáctica es la tarea que realiza el
equipo docente a fin de diseñar el para qué, el qué, el cómo, cuándo y con qué de la acción didáctica,
anticipando criterios y procedimientos para el seguimiento, verificación y revisión de procesos y resultados
de la enseñanza y del aprendizaje.
+ Las maestras elaboran distintas estrategias de encuentro y articulación para planificación y el
seguimiento: disponen de un horario en el que se comenta que es lo que hicieron los alumnos, que
comieron, que actividades realizaron por la mañana para no repetirlas por la tarde. Se charlan cosas de
interés entre las docentes para ver cómo evoluciona cada niño. Se planifica lo que se realizará cada 15 días
y se ponen actividades y cada una de a poco las va haciendo.
+ Las docentes agrupan a los niños tratando de respetar sus características evolutivas y personales en la
planificación y en el desarrollo de las actividades. Generalmente, cuando el grupo es de bebés de entre tres
y cuatro hasta cinco meses, según también las capacidades que tienen los chicos, se hace un solo grupo.
Pero cuando se dan bebés de seis meses y que empiezan a incorporarse, se trata de trabajar en dos grupos,
para separar justamente las actividades de estimulación. Durante el período de adaptación cada uno tiene
su ritmo. Todavía están todos juntos enganchados en un ritmo conjunto. Al principio sí se respeta mucho los
ritmos individuales. El que tiene sueño duerme; el que no, juega. A medida que va pasando el mes o dos
meses, se va haciendo un momento en conjunto, por supuesto, en pequeños subgrupos.
+ También se han observado casos en los que la planificación está ausente o es planteada en forma
insuficiente, poniendo en riesgo, desde nuestro punto de vista, la calidad educativa y, consecuentemente,
el bienestar del niño. Creemos que en estos casos resulta importante discriminar entre flexibilidad a partir
de un diseño dado e improvisación de la tarea. El primer tiempo no planificamos, primero vemos cómo
están los chicos, se hace un estudio de cómo está el grupo. Los de marzo son los que ya estaban en la sala,
los que quedan. Pasan de sala los que cumplen el año hasta febrero. Pasaron de sala los que caminaban.
Los que cumplían después son los que quedan. Con esos nenes, lo que se hace es un panorama del grupo,
como generalmente queda una maestra de las que ya estaban con los nenes y se incorpora una o dos que
son de otras salas, se va mirando el panorama, vamos trabajando actividades, pero más de relación, la
docente con los chivos, los chicos con la docente, de juegos...no una estimulación específica como trabajar
después. Y después, a fin de mes de marzo se empiezan a elaborar los subgrupos y las planificaciones.
Evidentemente, la intención de esta maestra no debió ser abandonar al grupo a su suerte, sino realizar una
evaluación diagnóstica antes de planificar. Su decisión radica en la creencia de que las tareas de
diagnosticar, planificar y enseñar son sucesivas y parte de un proceso lineal. Otros enfoques nos muestran
el carácter dinámico, integral y provisorio de la planificación y la importancia de componer las etapas de
diagnóstico y evaluación como procesos dinámicos, dialécticos y concertados. La planificación del período
de iniciación bien puede basarse en el diagnóstico provisional del grupo conformado a partir de la
información recogida en las entrevistas iniciales y la ficha de inscripción, que aporta datos sobre el perfil
socioeconómico y cultural de la familia, el perfil bibliográfico de la etapa en la que se encontrarían los niños
y la experiencia y los saberes del equipo docente. A partir de allí, y de las intervenciones docentes y de la
interacción con los bebés y los padres se van produciendo los ajustes necesarios para ir mejorando las
propuestas de enseñanza, adecuándolas a las reales necesidades de cada miembro del grupo.
La construcción del rol de la maestra del jardín maternal es muy desafiante, en el ámbito personal y
profesional: se enfrenta al reto de desempeñar un rol educador y maternal frente al bebé que, de alguna
manera, le ha sido delegado por la familia. A través de los cuidados brindados en las actividades de crianza
y el juego va estableciendo con el infante un vínculo fuerte y una relación intersubjetiva que proporciona el
fundamento de la comprensión compartida y la comunicación. Bárbara Rogoff plantea que la
intersubjetividad en la primera infancia supone emociones compartidas y un compromiso mutuo. Así, la
participación guiada es la posibilidad de que se tiendan puentes entre la información y las capacidades
previas del bebé y las que necesidades del bebé y las que necesitara para resolver problemas nuevos. Los
roles del infante y su maestra están entrelazados de tal manera que permiten organizar la actividad y
proporcionan al niño nuevas oportunidades de aprendizaje.
Por ello, también es importante reconocer el valor de la calidad y profundidad del vínculo entre maestros y
niños. Durante el período de incorporación del bebé al jardín maternal, resulta fundamental que se vaya
construyendo una relación de afinidad y comprensión desde el adulto a cargo hacia el bebé,
reconociéndose el protagonismo del niño en la construcción de este vínculo y la complejidad de los
sentimientos involucrados.
Lo dicho hasta ahora también enfatiza la importancia de contar con figuras estables durante la
permanencia del bebé en la institución, que se encuentren asignadas a un grupo de infantes, dentro de
cada sala, con el objeto de garantizarles un contacto individualizado e íntimo en varios momentos de su
jornada. Debemos destacar la importancia de la “educadora clave” que durante el período de
incorporación del bebé al jardín ayude al niño y a la madre a separarse, consuele al niño, le plantee su
apoyo y comprensión, lo estimule a jugar y se responsabilice por la valoración, el seguimiento y el registro
de sus necesidades y progresos. Esta figura seguirá siendo centran en el desarrollo de las actividades del
año, siendo recomendable que, en la promoción a la siguiente sala del bebé, la misma maestra pase con el
niño como figura de sostén.
- La participación de las familias y la construcción de consensos en la elaboración de la propuesta
educativa. Las relaciones que se establecen entre las familias y los jardines maternales han sido siempre
complejas y hoy lo son aún más, porque ya se ha percibido que no existe “la familia”, en singular, y porque
tampoco hay una homogeneidad en las modalidades institucionales de cuidado y educación de la primera
infancia. Al respecto, Daniel Korinfeld sostiene que esta situación “nos pone en la necesidad de explorar
estas relaciones en diversos territorios y desde diversas perspectivas, en las que lo singular y lo social, lo
subjetivo y lo institucional, lo imaginario y la realidad tengan su lugar; en el que saber y poder se
encuentren en los contextos específicos y generales que los condicionan”.
- El vínculo entre el jardín maternal y los padres está a travesado, entre otros vectores, por la
oposición entre distintas concepciones y lógicas institucionales: las familiares, las asistenciales y las
educativas. En algún sentido, ello se vincula con la contradicción permanente entre la historia y la
definición del establecimiento como institución cerrada o como una institución abierta. El jardín maternal,
como opuesto a la guardería, es por definición cuna institución abierta y ello contiene la idea de
comunicación fluida con los padres y con la comunidad. Esa relación se concreta a través de procesos,
siempre dinámicos, de participación, negociación y acuerdo permanente, y deben expresarse en el diseño
del PEI y en la incidencia que cada agente tiene sobre el logro de los objetivos y en la consolidación de la
calidad de la enseñanza.
Diversos autores han señalado la importancia del establecimiento de acuerdos entre la familia y el jardín
maternal, en tanto sistemas implicados que deben comportarse como enseñantes y efectores de salud y el
desafío que representa para el logro de un buen desarrollo socio-afectivo y cognitivo temprano en el niño.
Así, la inserción del niño en la sociedad se concreta a través de estos dos grandes agentes socializadores
que, en forma simultánea, intervienen en el proceso de constitución del sujeto humano.
En el PEI del jardín maternal se concretan distintos grados de inserción de las familias, oscilando desde la
simple colaboración a la participación plena y la construcción de acuerdos. Al respecto, cuando se les
consultó a las maestras sobre el alcance que tiene el concepto de participación de los padres en la
educación de sus hijos, la mayoría coincidió en una aceptación limitativa: asistir a las reuniones que se
convoquen, colaborar con las maestras cuando éstas lo solicitan y permanecer informados acerca de los
progresos de sus hijos. Ello configura una intervención más simbólica que real y reafirma uno de los
prejuicios más extendidos de los docentes que traduce la escasa cooperación de los padres en desinterés
hacia los hijos.
Además del hecho de que existen familias que se alejan del modelo preconcebido y definen una diversidad
difícil de comprender por algunos docentes, se juegan valores diferentes respecto de las expectativas
vinculadas a la escuela infantil, como así también son distintas las relaciones, los contextos y las
experiencias previas de participación que posee. En ciertos casos, este fenómeno se ha limitado a la
delegación total (depositación) en los docentes de la responsabilidad del proceso educativo, problema a
veces vinculado a las condiciones de trabajo actuales que impactan negativamente sobre las posibilidades
de los padres de atender adecuadamente las necesidades de sus hijos.
Los intercambios informales con los padres, que tienen lugar en los momentos de entrada y salida de los
niños, y otros canales más formales de comunicación como los cuadernos de comunicaciones, las
carteleras y las reuniones de padres desarrolladas durante el año, colaboran en la apertura de espacios
para la participación y el intercambio.
No es un proceso sencillo lograr la participación de los padres en la vida de la institución; es necesario
potenciar una cultura colaborativa y normas de convivencia claras, razonables, conocidas y aceptadas por
todos. La participación tiene diferentes niveles y etapas y es un proceso que se aprende. Implica un
progresivo involucramiento que incluye la información, la consulta, la elaboración de propuestas, la
delegación, la codecisión y la cogestión. Para que ello sea posible, es necesario construir una voluntad
sólida de apertura también por parte de los miembros del equipo de la escuela infantil.
Las situaciones difíciles o complejas como las que se producen en el período de ingreso de los bebés al
jardín maternal general maniobras defensivas que establecen, en algunos casos, distanciamientos y
separaciones entre padres y maestros. Esto lleva a que los protagonistas no desarrollen los elementos ni las
habilidades para experimentar otras maneras de acuerdo, por ejemplo, aquellas que son el producto del
diálogo y la negociación, y también renuncien a una mejor comprensión de la institución en la que están
involucrados, por ejemplo, en términos de redes de roles.