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ÍNDICE
i. Introducción 3-4
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i. INTRODUCCIÓN
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dos grandes corpus; por un lado, parámetros conceptuales alusivos a TEA y, por otro lado,
lo mismo respecto al desarrollo del lenguaje y sus principales modelos teóricos.
En ese sentido, resulta imperante para la profesión contar con dichos antecedentes
para permitir mejores líneas de intervención, gracias a una mayor comprensión de la
incidencia que los trastornos del neurodesarrollo (entre los que se encuentra el TEA) tienen
en el proceso de desarrollo del lenguaje. Si bien se reconoce cierta autonomía entre
determinados retrasos del lenguaje con trastornos como TEA, “es preciso tener en cuenta
las influencias recíprocas entre lo estrictamente lingüístico y el resto de las variables
cognitivas y comunicativas.” (Crespo & Narbona, 2006, p. 193)
Al igual que cualquier trastorno del neurodesarrollo, resulta esencial tener claridad
frente a cómo dichas alteraciones en la adquisición de habilidades del lenguaje impactan
significativamente en el funcionamiento multidimensional del individuo (Fejerman, 2010),
puesto que
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Finalmente, es posible reconocer un aumento significativo de las investigaciones y
publicaciones que se hacen cargo de la problemática y correlacionan ambas variables, pero
a nuestro juicio continúan siendo insuficientes los esfuerzos por hacer un correcto aterrizaje
de los hallazgos científicos, quizás en parte por la imposibilidad que el enorme abanico del
Espectro Autista ofrece en términos de homogeneizar o estandarizar estrategias de
intervención. Tal como señala Fortea & otros (2015, p. 534) “a pesar de que el lenguaje
está alterado en el TEA, son pocos los trabajos que refieren estrategias efectivas de
intervención.” Por tanto, el desafío está en identificar de forma temprana e individualizada
la presencia de TEA, a la vez que se estudian sus repercusiones a nivel lingüístico en
población infantil con perfiles de funcionamiento específicos.
Comparar las diferentes dificultades en el desarrollo del lenguaje que presentan los
niños y niñas entre 5 a 6 años de la Escuela Arturo Mutizábal Sotomayor de la comuna de
Chillán, en el periodo agosto-diciembre del 2020, que padecen Trastorno del Espectro
Autista (TEA).
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2. MARCO TEÓRICO
2.1 Trastorno de Espectro Autista (TEA): Conceptualizaciones del término
Si bien el origen clínico del autismo es reciente, es posible ver primeras luces del
término a través de diferentes relatos psicológicos en la literatura.
Pero sin duda alguna, los casos que han tenido mayor repercusión y se asocian
indiscutiblemente con el Trastorno de Espectro Autista son el conjunto de los denominados
“niños lobos”. Dentro de este gran paraguas, encontramos los niños lobos legendarios de
Hesse que son descritos posteriormente por Camerarius en el año 1602, los niños osos de
Lituania o el niño irlandés de las ovejas documentado por Tulp el año 1672. No obstante,
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los casos más estudiados son los del niño salvaje de Aveyron y el caso de Kaspar Hauser,
ambos descritos en el siglo XX. (Cuxart & Jané, 1998)
Etimológicamente, proviene del griego autos que significa uno mismo, aludiendo a la
vivencia del ser humano en función de sí mismo. (Tustin, 1977)
Esto último es significativo en términos médicos, puesto que sirvió como sustento
conceptual para asociar dicha aseveración son las observaciones de los primeros síntomas
clínicos en pacientes psiquiátricos.
El primer acercamiento a la categorización actual que se hace del TEA llegó de la mano
de la tercera edición del DSM (DSM-III), la que incorporó el término “trastorno
generalizado del desarrollo” (TGD) para explicar diferentes trastornos que compartían
alteraciones en el desarrollo de diversas funciones que resultan básicas para las habilidades
sociales y de lenguaje.
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comprensión y el uso de gestos, hasta una falta total de expresión facial y de comunicación
no verbal.
3. Intereses muy restringidos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad o foco de
interés (p. ej., fuerte apego o preocupación por objetos inusuales, intereses excesivamente
circunscritos o perseverantes).
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La gravedad se basa en deterioros de la comunicación social y en patrones de
comportamiento restringidos y repetitivos (véase la Tabla 2).
C. Los síntomas han de estar presentes en las primeras fases del período de desarrollo (pero
pueden no manifestarse totalmente hasta que la demanda social supera las capacidades
limitadas, o pueden estar enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la
vida).
Nota: A los pacientes con un diagnóstico bien establecido según el DSM-IV de trastorno
autista, enfermedad de Asperger o trastorno generalizado del desarrollo no especificado de
otro modo, se les aplicará el diagnóstico de trastorno del espectro del autismo. Los
pacientes con deficiencias notables de la comunicación social, pero cuyos síntomas no
cumplen los criterios de trastorno del espectro del autismo, deben ser evaluados para
diagnosticar el trastorno de la comunicación social (pragmática).
Especificar si:
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Asociado a otro trastorno del desarrollo neurológico, mental o del comportamiento (Nota
de codificación: Utilizar un código(s) adicional(es) para identificar el trastorno(s) del
desarrollo neurológico, mental o del comportamiento asociado[s].)
Con catatonía (véanse los criterios de catatonía asociados a otro trastorno mental; para la
definición, véanse las págs. 65–66). (Nota de codificación: Utilizar el código adicional
293.89 [F06.1] catatonía asociada a trastorno del espectro del autismo para indicar la
presencia de la catatonía concurrente).”
Sin embargo, para que el infante llegue a este nivel de desarrollo, se requiere una
evolución que a menudo se simplifica en su complejidad. En ese sentido, es imperante
recordar el carácter bipolar de la lengua, que es “a la vez, mecanismo de representación y
de comunicación, a la vez estructura formal y sistema de expresión, que remite al contenido
propiamente dicho y al contexto”. (Bronckart, 1981, p. 92)
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Esto último no es menor, ya que nos obliga a comprender que el desarrollo del lenguaje
no es sólo una herramienta comunicativa, sino que además implica el dominio progresivo
de un entramado complejo de reglas y consensos socioculturales que deben ser
formalmente adquiridos y puestos en práctica para alcanzar el éxito relacional.
En términos simples, se podría decir que en este rango etario actúan dos mecanismos
para el desarrollo del lenguaje: La imitación y la creatividad. (Cervera, 2003)
Del primero, se puede decir que permite un acercamiento real a los actos de habla que
circundan al niño o niña, acercándolo(a) a los diferentes estilos que su ambiente pone en
práctica al momento de emplear comunicación verbal. Del segundo, se extrae su
importancia al reconocer que le permite descubrir puntos en común entre todos esos actos,
y son esas semejanzas las que se internalizan para vislumbrar la lengua.
Desde aquí, es posible situar la etapa del desarrollo entre los 5 y 6 años en lo que se
denomina capacidad pasiva, una de las dos fases del conocimiento lingüístico que ya debe
estar presente para ese entonces. Esta última, a diferencia de la capacidad activa, implica
que el infante ya comprende el código que utiliza, por lo que se aleja de los actos de habla
imitados inicialmente y termina pudiendo hablar acerca de las palabras y de los juegos que
se pueden jugar con ellas. (Villiers, 1980)
Tal como señala Peraita (1988, p. 14), dichos enfoques diferirán de otros en cuatro
aspectos esenciales, como lo son “el tema del origen del lenguaje, la autonomía del
lenguaje, la especificidad del lenguaje y la toma de posición sobre si el desarrollo es un
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proceso gradual y acumulativo o más bien discontinuo.” Probablemente, y como será
posible observar, la primera interrogante conducirá a todas las posteriores.
Por otra parte, el condicionamiento operante lidera su teoría lingüística con la publicación
de Skinner en el año 1957. Es aquí donde el autor pretende determinar cómo se instaura, se
mantiene, se modifica y se manifiesta un determinado repertorio verbal de carácter
individual. Como señala Lozano, “reduce el comportamiento verbal a un comportamiento
como cualquier otro y se propone analizarlo en base a lo que él mismo denomina
contingencias del refuerzo, en las que entran en juego los siguientes elementos: la respuesta
del sujeto, el estímulo y el refuerzo. (1996, p. 108)
Tal es el caso de Bandura (1987), quien construye su Teoría del aprendizaje social en
términos de modelos sociales, pero desmarcándose de la imitación en su pura expresión. A
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su vez, prefiere utilizar el concepto de aprendizaje por observación, que se diferencia del
primero en los siguientes aspectos:
II. Modelos innatistas: Se erige en la década del ´50 como crítica al predominio
conductista y al paradigma empirista que dominaba el desarrollo de la ciencia
tradicional por entonces. Hace reflotar perspectivas racionalistas que apuntan a
la especifidad del lenguaje, lideradas en gran medida por Noam Chomsky.
(Lozano, 1996)
Es este último autor quien asegura que la creatividad, entendida como la capacidad de
comprender y producir un número infinito de enunciados a partir del conocimiento de un
número finito de reglas, presupone que detrás de la adquisición del código lingüístico hay
una especifidad que determina el uso exclusivo y exigido por parte de la especie humana.
Enfatizó en argumentar este último punto con el supuesto de que la rapidez con que el
niño adquiere esa capacidad compleja que es el lenguaje, permite concluir que el
mecanismo en juego de dicha adquisición no puede ser el aprendizaje (tal como lo
describen los psicólogos), sino que se activa por una verdadera emergencia de estructuras
preprogramadas que se encuentran inscritas en el potencial genético de la especie humana.
(Chomsky, 1957, citado en Lozano, 1996)
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largo de todos los sistemas lingüísticos del mundo. Así, se puede afirmar con mayor solidez
que al existir en todas las culturas limitaciones o determinantes que hagan que el niño
conozca las categorías gramaticales básicas, éste puede organizar y sistematizar las
estructuras sin inferir reglas algunas, pese a lo confuso y heterogéneo de los inputs
lingüísticos que recibe.
Posteriormente, autores como Erreich, Vallian & Winzemer (1980) presentaron una
teoría sobre la adquisición del lenguaje basada en “un dispositivo de prueba de hipótesis de
carácter innato, que actuaría junto con las evidencias que suministra la experiencia y
permitiría al sujeto ir formulando hipótesis sobre la formación de las reglas sintácticas.”
(p. )
Lozano (1996, p. 112) señala que “se argumenta que el niño no puede descubrir las
estructuras sintácticas sin la ayuda del significado, siendo muy abundantes los estudios
dedicados a explorar el desarrollo del componente semántico, tanto a nivel estructural como
en términos de adquisición de palabras aisladas.”
IV. Modelos interaccionistas: Enfoque teórico que posiciona como interés central
los elementos funcionales, pragmáticos, comunicativos y de uso en contextos
determinados que posee el lenguaje. (Lozano, 1996)
Para entender su origen, resulta pertinente citar a Mayor (1983, p.268), quien señala:
3. METODOLOGÍA DE TRABAJO
3.1 Tipo de investigación
Con base en las diferentes tipologías propuestas por Hernández, Fernández & Baptista
(2010), se puede definir el diseño del proyecto de investigación desde cuatro perspectivas
no excluyentes:
Además, es de tipo descriptiva, puesto que busca determinar las correlaciones existentes
entre las variables Trastorno de Espectro Autista y desarrollo del lenguaje en una población
específica y previamente determinada. En ese sentido, y siguiendo el fin explicativo, la
presente investigación es de tipo no experimental en cuanto presenta los datos recogidos de
la forma en que se presentan, sin controlarlos ni modificarlos a propósito de determinados
fines, es decir, en su ambiente natural.
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En base a lo anterior, se puede afirmar que el presente proyecto de investigación tiene
un alcance descriptivo y correlacional, el cual irá progresando precisamente en dos grandes
momentos: Uno inicial, donde se evidencian y analizan las variables propuestas desde la
recolección de información sin explicarlas conjuntamente, y uno posterior donde se
establecen relaciones entre ambas que permitirán a futuro predecir o relacionar ambos
fenómenos. Así, se logrará establecer interacciones e incidencias entre uno y otro.
Respecto al muestreo, este es de tipo aleatorio y de carácter estratificado, para así tener
datos posibles de ser contrastados en dos grandes grupos; Niños y niñas que a la fecha estén
diagnosticados con TEA por el personal competente perteneciente a la escuela, y niños y
niñas que a la fecha no presenten diagnóstico alguno alusivo al trastorno ya mencionado,
llegando a un total de 20 estudiantes que constituyen el 50% del universo total.
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“La evaluación tiene lugar en una sala con diferentes juguetes, con un
facilitador de juego que interactúa con el niño estimulando a que
muestre el nivel más alto de habilidades. Incluye el establecimiento
de las fases a seguir en el proceso de evaluación, con la participación
de un equipo de profesionales y de la propia familia. Además, se
establece una continuidad con la intervención a través del TPBI-2
(Intervención Basada en el Juego-2)”.
Esto permite establecer observaciones diferenciales en las cuatro áreas mencionadas, sin
perjuicio de las evaluaciones ya determinadas por profesionales competentes del área de la
salud mental (en este caso, psicólogo(a) a cargo de PIE) que ofrecen conclusiones robustas
en escolares que presentan diagnóstico TEA. En ese sentido, resulta particularmente útil en
el grupo muestral que contempla niños y niñas con niveles de lenguaje normativos
esperables a sus edades.
Finalmente, una vez establecidos los sujetos que poseen desfases en los niveles de
adquisición y desarrollo del lenguaje, se aplica en ellos el Cuestionario de Análisis de
Retraso del Lenguaje (AREL), que permite elaborar un perfil de lenguaje individual a
niveles morfológicos, sintácticos, léxicos, fonéticos y fonológicos (Universidad de Murcia,
s.f). Esta información permitirá observar con mejores datos las diferencias entre niños y
niñas que poseen diagnóstico TEA en contraste a quiénes no, y si estas últimas resultan
relevantes para determinar incidencia entre ambas variables.
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Tomando como variables Trastorno de Espectro Autista y desarrollo del lenguaje en el
rango etario de 5 a 6 años, las definiciones operacionales y conceptuales respectivas son:
a) TEA
- Nivel conceptual: “Proceso conductual del ser humano que posibilita la comunicación,
entendida como una secuencia de interacción o entendimiento personal donde las relaciones
establecidas definen un cierto nivel de entendimiento, a partir del cual llegan a obtener su
sentido de interacción y contenidos.” (Montecinos, 2000)
Instrumento que es aplicable desde el nacimiento hasta los 6 años y el único que
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“realiza una evaluación global del desarrollo a través de la
observación del juego, incluyendo cuatro dominios:
Sensoriomotor, Emocional-Social, Comunicación-Lenguaje y
Cognitivo, contemplando una gran variedad de aspectos en
cada uno de ellos.
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puntuaciones transformadas en típicas normalizadas de media 36 y desviación típica 6 y en
típicas S de media 50 y desviación típica 20.
3.4.3 Cuestionario de Análisis del Retraso del Lenguaje (A-REL) de Pérez & Serra
(1998):
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los niños y niñas a los que se les ha diagnosticado un retraso
de lenguaje. Este perfil se realiza a partir de una muestra de
lenguaje obtenida en situaciones de conversación y de
narración, y mediante la realización de tareas de
denominación, comprensión y producción de órdenes,
imitación de frases y descripción de imágenes.” (Martínez,
s.f, p. 83)
4. ANEXOS
5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Crespo, N., & Narbona, J. (2006). Subtipos de trastorno específico del desarrollo del
lenguaje: perfiles clínicos en una muestra hispanohablante.
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Crosland, K., Clarke, S. & Dunlap, G. (2012). Trend analysis of participant and setting
characteristics in autism intervention research. Focus Autism Other Dev Disabil; 28: 159-
65.
Fortea, S., Escandell, O., Castro, J., & Martos, J. (2015). Desarrollo temprano del
lenguaje en niños pequeños con trastorno del espectro autista mediante el uso de sistemas
alternativos. Revista de neurología, 60(1), 31-35.
Málaga, I., Blanco, R., Hedrera, A., Álvarez, N., Oreña, V. A., & Baeza, M. (2019).
Prevalencia de los Trastornos del Espectro Autista en niños en Estados Unidos, Europa y
España: coincidencias y discrepancias. Oviedo: Hospital Universitario Central de Asturias.
Quentel, C. (1978). La acción del entorno sobre el desarrollo del lenguaje infantil.
Infancia y Aprendizaje, n 3, 55-65.
23
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Wing L. (1997) The autistic spectrum. Lancet, 00995355, Vol. 350, Fascículo 9093.
Recuperado de: http://web.ebscohost.com/ehost/detail?vid=2&hid=111&sid=def1a630-
37c2-492a-b5bc-
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