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1. ¿Qué significa que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios?
El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, lo que significa que el hombre tiene
una naturaleza divina, que es reflejo de la naturaleza divina de Dios. Esta imagen divina en el hombre
es una participación en la vida divina, que le permite al hombre conocer y amar a Dios, y cumplir su
destino divino. La semejanza con Dios, por su parte, es una realización común de Dios y del hombre,
que requiere la colaboración de la voluntad humana con la gracia de Dios.
La imagen de Dios en el hombre es una capacidad innata que tiene el ser humano para
reflejar la naturaleza divina de Dios, para participar en la vida divina y para cumplir su destino
divino. Esta imagen divina en el hombre es una realidad actual, que se manifiesta en la capacidad del
hombre para conocer y amar a Dios, y en su llamado a la santidad y a la perfección.
En resumen, el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, lo que significa que tiene
una naturaleza divina que le permite conocer y amar a Dios, y cumplir su destino divino, y que esta
semejanza con Dios requiere la colaboración de la voluntad humana con la gracia de Dios. En otras
palabras, el destino divino del ser humano es la unión con Dios, la participación en la vida divina
y la realización de la perfección, que se logra mediante la colaboración de la voluntad humana
con la gracia de Dios.
La salud primordial del hombre es equiparada por los Padres con el estado de perfección al que
está destinado por su naturaleza. Para el ser humano, la perfección es ser deificado, y pertenece a su
propia naturaleza el llegar a ser dios por gracia. En efecto, Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza, y le dio desde el origen, inscribiéndola en su ser mismo, la posibilidad de conformarse
enteramente a Él.
Ser "deificado" significa que el hombre tiene la posibilidad de llegar a ser dios por gracia, ya
que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. El hombre posee facultades espirituales y de
amor que le permiten acercarse a Dios y alcanzar el grado más alto de perfección al que está
llamado por naturaleza. En el conocimiento/contemplación de Dios mismo, que es un don de Dios y
se realiza por el Espíritu Santo, el hombre es plenamente deificado.
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Las facultades del ser humano son las capacidades o poderes que posee el ser humano para
conocer, actuar y relacionarse con el mundo que le rodea. En la teología cristiana, se distinguen
tres facultades principales del alma humana: la inteligencia, la voluntad y la sensibilidad.
La voluntad es la facultad que permite al ser humano elegir y decidir. Es decir, es la capacidad
de elegir libremente entre el bien y el mal, de decidir qué hacer y qué no hacer, y de orientar la vida
hacia Dios.
La sensibilidad es la facultad que permite al ser humano percibir y sentir el mundo que le rodea.
Es la capacidad de percibir los estímulos externos a través de los sentidos, de sentir emociones y de
experimentar placer y dolor.
La facultad del conocimiento se refiere a la capacidad del ser humano para conocer y
comprender la realidad objetiva de las cosas. Según el texto, en el estado primero del hombre, todas
sus facultades se hallaban ordenadas a Dios. Sin embargo, después de la caída, el hombre perdió el
conocimiento espiritual y directo de Dios que tenía antes, y se sumió en la ignorancia y el olvido de
Dios. Los conocimientos del hombre caído son proyecciones ilusorias de su conciencia caída, y se
constituyen no solo para colmar el vacío intelectual dejado por la pérdida del conocimiento espiritual,
sino también con el objetivo de satisfacer unas necesidades la mayoría de las veces materiales y que
en su mayor parte son definidas por las pasiones mismas . En resumen, la facultad del conocimiento
se refiere a la capacidad del ser humano para conocer y comprender la realidad objetiva de las cosas,
pero esta facultad se ha visto afectada por la caída del hombre y su pérdida del conocimiento espiritual
y directo de Dios.
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La agresividad tiene una función importante en el ser humano en su estado de salud, ya que se
opone a todo aquello que puede separarlo de Dios y del camino de la deificación al que Dios lo ha
destinado por naturaleza. La agresividad es como un arma que posee cada uno de los otros dos
componentes principales del alma humana, la inteligencia y el deseo, y que actúa solo contra la
Serpiente que les tienta y les propone deleitarse con los placeres de la carne y gozar de la gloria de los
hombres.
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hombre de Dios. En lugar de dirigirla contra aquello que lo aparta de Dios, lo dirige hacia los demás y
actúa como un arma agresiva.
En la teología cristiana, la facultad de la libertad es una de las facultades del alma humana. La
libertad es la capacidad de elegir libremente entre diferentes opciones, y es una característica esencial
del ser humano, que lo distingue de los animales y de las cosas inanimadas. La libertad es una
capacidad que se ejerce en el ámbito de la voluntad, y se manifiesta en la elección de los actos que se
realizan.
La libertad es una facultad que está en estrecha relación con la razón y la voluntad. Implica la
capacidad de elegir el bien y de rechazar el mal, y está orientada hacia la realización de la naturaleza
humana en Dios. Es una capacidad que se ejerce en el ámbito de la voluntad, y se manifiesta en la
elección de los actos que se realizan.
El hombre ha sido creado por Dios con la capacidad de ser libre, con una voluntad
independiente y el poder de determinarse a sí mismo. Es una de las propiedades de la naturaleza divina
y Dios la ha puesto en el hombre al crearlo a su imagen.
Esta desviación de la libertad también se relaciona con la división de las facultades del hombre.
La libertad original del hombre, orientada hacia Dios, le permitía llegar a ser como Dios por gracia.
Sin embargo, en la caída, la libertad se desvía y se somete a las necesidades y deseos sensibles, lo que
altera la imagen del hombre como imagen de la naturaleza soberana.
Cuando la memoria del hombre está ocupada por completo en el recuerdo de Dios, esta facultad
es, en el estado primero y normal de la naturaleza humana enteramente unificada, simple y homogénea.
En ella, todos los pensamientos del hombre se concentran hacia lo que constituye para su espíritu el
único objeto de atención. En el recuerdo de Dios, el hombre «fija su atención en un único objetivo
hacia el que hace converger activamente todos los pensamientos que surgen... en su espíritu». La
memoria se vuelve, por consiguiente, estable e inmóvil, y conoce la calma.
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La patología de la memoria puede afectar la relación del ser humano con Dios y con los demás,
ya que puede llevar a la obsesión por el pasado, el resentimiento, la envidia y la venganza. La curación
de la patología de la memoria implica la disciplina y la educación de la memoria para que esté en
armonía con la razón y la voluntad, y así contribuir al crecimiento espiritual del ser humano.
La facultad de los sentidos se refiere a la capacidad del ser humano para percibir y conocer el
mundo material a través de los sentidos . Según el texto, la percepción sensible es un proceso a la vez
somático y psíquico, en el que la sensación es la modificación física de un sentido al contacto con un
objeto, y mediante ella se comunica al alma una información objetiva sobre las apariencias del objeto
. Luego, el dato sensorial es interpretado por todas las facultades que contribuyen en el alma al
conocimiento, en un proceso complejo en el que intervienen la inteligencia, la memoria, la imaginación
y el deseo . Por otro lado, las funciones corporales se refieren a las actividades que realiza el cuerpo
humano para servir de instrumento al alma en su relación con la creación material . Según el texto, el
cuerpo adquiere conocimiento de los seres sensibles y mediante los órganos del cuerpo puede entrar
en relación con ellos y actuar sobre ellos . En resumen, la facultad de los sentidos se refiere a la
capacidad del ser humano para percibir y conocer el mundo material a través de los sentidos, mientras
que las funciones corporales se refieren a las actividades que realiza el cuerpo humano para servir de
instrumento al alma en su relación con la creación material.
3. ¿Qué ocurrió con las facultades del ser humano luego de la caída?
Según la teología cristiana, todas las facultades del ser humano se vieron afectadas por la caída
original y se corrompieron en mayor o menor medida. La caída original llevó a la pérdida de la gracia
original y a la entrada del pecado en el mundo, lo que afectó a todas las dimensiones del ser humano,
incluyendo su cuerpo, alma y espíritu.
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En la teología cristiana, el deseo y la pasión son dos términos que se utilizan para referirse a
las inclinaciones y movimientos del alma humana hacia los bienes sensibles. A continuación, se
define cada uno de estos términos:
1. Deseo: El deseo es una inclinación natural del alma humana hacia los bienes sensibles
que son necesarios para la vida y el bienestar del ser humano. El deseo es una facultad del alma
que permite al ser humano buscar y obtener los bienes necesarios para su subsistencia y desarrollo. En
su estado normal, el deseo se orienta hacia Dios, que es el objeto natural y normal del deseo humano.
2. Pasión: La pasión es una inclinación desordenada del alma humana hacia los bienes
sensibles que lleva al ser humano a buscarlos de manera desordenada y descontrolada. La pasión
es una inclinación que se desvía de su función normal y se orienta hacia la satisfacción de los deseos
sensibles de manera antinatural. Las pasiones son movimientos del alma que se desvían de la razón y
la voluntad, y que llevan al ser humano a actuar de manera desordenada y descontrolada.
En resumen, el deseo es una inclinación natural del alma humana hacia los bienes sensibles que
son necesarios para la vida y el bienestar del ser humano, mientras que la pasión es una inclinación
desordenada del alma humana hacia los bienes sensibles que lleva al ser humano a buscarlos de manera
desordenada y descontrolada. El deseo se orienta hacia Dios, que es el objeto natural y normal del
deseo humano, mientras que las pasiones se desvían de la razón y la voluntad y llevan al ser humano
a actuar de manera desordenada y descontrolada.
El deseo se convierte en pasión cuando se desvía de su función normal de buscar los bienes
necesarios para la vida y el bienestar del ser humano, y se orienta hacia la satisfacción de los deseos
sensibles de manera antinatural. Esto puede ocurrir por diversas razones, como la falta de control de
la razón y la voluntad, la influencia de los sentidos y las emociones, la falta de formación moral, entre
otras.
Cuando el deseo se convierte en pasión, pierde su capacidad de ser controlado por la razón y la
voluntad, y lleva al ser humano a actuar de manera desordenada y descontrolada. Las pasiones pueden
ser muy fuertes y difíciles de controlar, y pueden llevar al ser humano a cometer actos que van en
contra de su naturaleza y su propósito original.
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El pecado ancestral se refiere al pecado original cometido por Adán y Eva en el Jardín del
Edén. Este pecado consistió en desobedecer a Dios al comer del fruto del árbol del conocimiento del
bien y del mal. Como consecuencia de este pecado, el hombre se apartó de Dios y perdió la gracia
divina que lo había creado a su imagen y semejanza.
La perfección que poseía el ser humano antes de la caída consistía en que había sido creado a
imagen y semejanza de Dios, lo que le permitía acercarse a Él. El hombre tenía facultades
espirituales, como su inteligencia y su voluntad libre, que le permitían conocer y amar a Dios.
Después de la caída, la potencia de desear y amar del hombre se vio afectada. Al dejar de
tender hacia Dios con todo su ser y de abrir todas sus facultades a la gracia increada de Dios, el espejo
de su alma se oscureció y ya no reflejaba más a su Creador. Como Adán dejó de participar de la Fuente
de toda perfección, las virtudes que había en él se marchitaron, y perdió la semejanza con Dios que
había comenzado a realizar desde el momento de su creación.
El pecado ancestral produjo la pérdida del centro espiritual del ser humano, la dislocación
de su alma, la pérdida de sus fuerzas iniciales, el trastorno, la perversión y el deterioro de todas sus
facultades, y el estado de enfermedad y sufrimiento que esto instaura.
El castigo por el pecado ancestral no lo inflige Dios, sino que se deriva de forma natural y
necesaria de la caída. El pecado ancestral constituye una enfermedad muy grave que afecta a todo el
ser del hombre y priva de su salud original. El alma y el cuerpo del hombre sufren la misma suerte,
degenerando juntos.
El apartarse del Principio de su ser y de todos los seres lleva al hombre al no-ser. Atanasio
de Alejandría afirma que al perder el pensamiento de Dios y volverse hacia la nada, los hombres
quedan privados del ser.
Esta separación de Dios causa todos los males para el hombre, ya que pierde los bienes
divinos de los que ya participaba y que estaba destinado a poseer plenamente. Al apartarse de
Dios, el hombre se aleja de su verdadera naturaleza y de su verdadero propósito, que es asimilarse a
Él por el Espíritu.
Esto corrompe sus facultades, que por naturaleza están orientadas hacia Dios, y desvía las
tendencias impresas en su naturaleza. Como resultado, se producen graves desórdenes en su ser
completo, en su alma y en su cuerpo, que dejan de estar en unión con Dios. Esta caída del hombre
implica alejarse de su propio principio y ser arrastrado irracionalmente hacia el no-ser. Al alejarse
voluntariamente de lo mejor y del ser, el hombre se convierte en autor de su propia decadencia. Por
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lo tanto, se dice que cae desde arriba, ya que tenía el poder de dirigir su alma irresistiblemente hacia
Dios, pero eligió cambiarlo por lo peor y el no-ser.
El conocimiento que el hombre perdió, era diferente del conocimiento racional y empírico que
el hombre adquirió después de la caída, que se basa en la observación y la clasificación de las
apariencias de las cosas, pero que no puede alcanzar la verdad objetiva de las cosas sin la ayuda de la
gracia divina.
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