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7.- ¿Hay manifestaciones del hombre como ser para la fe?

Dios ha querido introducir al hombre en su intimidad, de manera que podemos describirle como
un ser para la fe, como destinatario de ese don gratuito de Dios. Esta afirmación dogmática sobre
el hombre como ser para la fe no es algo en sí mismo experimentable, puesto que stricte sensu no
puede tenerse una experiencia de Dios ni de la gracia de Dios. Sin embargo, encontramos algunas
manifestaciones de esta llamada de Dios al hombre en la misma estructura psicológica del único
ser que es capaz de Dios.

Las principales manifestaciones de la llamada a la comunión con Dios en la vida del hombre son las
siguientes: la apertura del hombre a lo divino; la condición religiosa del hombre; el deseo de
felicidad, y la pregunta por el sentido.

8.- ¿Qué significa que el hombre es capaz de Dios?

Significa que existe una relación profunda entre la naturaleza humana y su destino a la fe, son
como las raíces de la fe: no justifican, exigen o demuestran la fe, pero señalan aquello que hace
posible la fe en el sujeto.

Al tiempo que expresan la realidad del hombre como capaz de Dios, constituyen aspectos de la
existencia que sirven de preparación para la fe, porque a través de ellos el hombre capta la
profunda coherencia que existe entre su ser y la fe cristiana. Aunque estos aspectos no justifican
racionalmente la fe –que no es nunca la conclusión necesaria de un proceso racional–, sí apuntan
a aquellos elementos que la hacen posible en el sujeto.

9.- Explique la apertura a lo divino en el hombre.

En el hombre se da una apertura constitutiva, ontológica, a Dios, que pertenece a la estructura


fundamental de su ser. Solamente si el hombre pone en acto esa apertura, se realiza plenamente
como hombre. El planteamiento de la increencia que rechaza toda relación con un Ser
trascendente no hace justicia al hombre, sino que, al contrario, lo reduce a uno u otro de los
planos de su humanidad, y lo hace abocar al sin sentido. Esa apertura fundamental a Dios se
alcanza no solamente por reflexión, sino que se manifiesta claramente y de una forma inmediata
en la experiencia de la afirmación y de la limitación de la existencia. Sobre la base de esa apertura
se establece la relación originaria de continuidad-discontinuidad entre el hombre y la revelación
de Dios, de manera que se supera el extrinsecismo. Dejando a un lado otras posibles explicaciones,
nos detenemos en aquellas experiencias de afirmación y de negación que manifiestan la apertura
del espíritu del hombre a Dios.
La apertura constitutiva del hombre a Dios se manifiesta existencialmente en una experiencia que
reviste una doble forma: 1) experiencia de afirmación que apunta a una plenitud. La afirmación del
bien, de la belleza, de la paz, del amor, etc., que el hombre experimenta siempre de forma parcial
y limitada, va siempre acompañada en él de la aspiración a un bien, a una belleza, a una paz, y a un
amor plenos y duraderos. 2) La otra cara de esta experiencia de afirmación es la experiencia de la
limitación, es decir, de la finitud y de la debilidad que abren a la pregunta por la explicación de las
cosas, por una realidad última que sirva como trasfondo, como horizonte de comprensión.

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