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EvAUde14
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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Novecentismo y vanguardias
A principios del siglo XX, España se encuentra en un periodo marcado por la decadencia monárquica que
culmina con el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923 y la influencia de la Primera Guerra Mundial.
Aunque el gobierno se convierte pronto en una dictadura, se trata de una etapa bastante tranquila y en
general aceptada por los intelectuales. Con la evolución de los autores más jóvenes del momento y la
llegada de los ismos internacionales a España, se desarrolla en literatura el novecentismo y las
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vanguardias.
El novecentismo surge en torno al año 1910, coincidiendo con la fundación del Centro de Estudios
Históricos y la Residencia de Estudiantes. La estética novecentista presenta una gran variedad de rasgos
estéticos y estilísticos innovadores. Destaca la observación serena y distanciadora de la realidad, además
del rechazo y superación de los presupuestos del 98. El arte se concibe como un valor en sí mismo, por lo
que debe ser puro y deshumanizado, de modo que fue representado por los autores desde una postura
antirrealista y antirromántica. Este cambio estético radical, se dirige a una minoría selecta por su estilo
cuidado y pulcro como una fuente de goce intelectual. Aunque se incline hacia una minoría, su intención
final es educar a una mayoría. El autor más importante de la generación del 14 o novecentismo, Ortega y
Gasset, postulaba que para llegar a la mayoría se debía descender a la prensa. Escribió obras como
Meditaciones del Quijote o Ideas sobre la novela en las que anima a experimentar nuevas formas de
novelar, y el conocido ensayo La deshumanización del arte en el que expone el nuevo concepto de arte.
Ramón Pérez de Ayala se identifica mucho con el novecentismo y usa variedad de géneros (A.M.D.G o La
paz del sendero). Ramón Gómez de la Serna no se encasilla tanto, pero todas sus obras presentan un rasgo
común, el humorismo que en ocasiones combina con metáforas (greguerismo). Destacan sus obras:
Azorín y El doctor inverosímil. Por último, Juan Ramón Jiménez, de enigmática personalidad, también
forma parte de este movimiento. Aunque comienza su larga etapa literaria en el modernismo con su
época sensitiva (Ninfeas o Almas de Violeta) y la finaliza en una época verdadera cercana a la generación
del 27 (Dios deseado y deseante o Animal de fondo), también escribe obras novecentistas durante una
periodo intermedio, la época intelectual, como: Estío, El Diario de un poeta recién casado o Eternidades.
La producción de las vanguardias se desarrolla durante los años 20, al final de los cuales la literatura se
comienza a humanizar de nuevo. Se rechazan las normas y el arte se vuelve autónoma, además, de forma
radical la poesía se convierte en el género literario principal. Los autores buscan la impopularidad,
evitando los temas eternos (amor, vida, muerte) y centrándose en lo inexplorado que se divulga mediante
diversos ismos. El futurismo reivindica las realidades modernas y es impulsado por Filipo de T. Marinetti,
el cubismo descompone la realidad para luego recomponerla (G. Apollinaire), el dadaísmo regresa a lo
ilógico de la infancia (Tristan Tzara) y el surrealismo supera la realidad mediante el sueño y el
subconsciente con su mayor teórico, A. Breton. También se desarrollaron en menor medida el
expresionismo y existencialismo. Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset
participan en la consolidación de estos ismos y las vanguardias españolas. La vanguardia española
evoluciona hacia una subjetividad grotesca y absurda, renunciando a la depuración y deshumanización.
Sin embargo, la vanguardia hispana combina varios ismos con una tendencia clasicista, predominando los
elementos futuristas, cubistas y dadaístas. Destacaron las obras con enfoque ultraísta como Imagen de
Gerardo Diego. En general, el género vanguardista más predominante es la poesía (Poeta en Nueva York,
Lorca o Sobre los ángeles, Alberti), aunque también aparecen más tarde novelas importantes y obras
teatrales como El público y Así que pasen cinco años de Federico García Lorca las cuales no tuvieron
demasiado éxito en España.
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El grupo literario de autores de esa época se denominó Generación del 27, haciendo referencia al
homenaje en el que participaron por el tercer centenario de la muerte de Góngora, poeta andaluz al que
tenían gran admiración entre otros autores clásicos como Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset o Ramón
Gómez de la Serna. Estas influencias cercanas ayudaron a reunir varias características comunes entre los
literatos, las características principales son: la vuelta a la estrofa como signo de modernidad, la pureza en
la poesía, el rechazo teórico al sentimentalismo o la distinción entre la realidad poética y objetiva. Las
corrientes más significativas de este periodo fueron: el neopopularismo, la poesía pura y el surrealismo.
Los autores neopopularistas elaboraron una poesía popular actualizada siendo los más destacados: Lorca,
el cual se centró en lo grave y hondo del alma andaluza con obras como Poema del centro jondo o
Romancero Gitano, y Alberti, que con cierta nostalgia compone obras como Marinero en tierra. La línea
de poesía pura, inaugurada por Juan Ramón Jiménez, fue continuada por algunos autores con un
trasfondo sentimental idealizado como Jorge Guillén (Cántico) o Pedro Salinas (La voz a ti debida y Razón
de amor). Por último, la tendencia surrealista reúne autores de tendencias previas y emergentes figuras.
Lorca, cansado del neopopularismo, escribe el poema elegíaco Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y Poeta
en Nueva York; Alberti escribe Sobre los ángeles durante una profunda crisis personal; Vicente Aleixandre
desarrolla su vertiente surrealista en Sombra del paraíso y Luis Cernuda, durante su etapa surrealista,
escribe Los placeres prohibidos y Un río.
Asimismo, otros autores fueron partícipes de la generación del 27 como: Gerardo Diego (Manual de
espumas), Emilio Prados (Tiempo), Manuel Altolaguirre (Ejemplo) o Miguel Hernández, que trató también
diversos temas y vertientes en obras como El hombre acecha. La llegada de la guerra civil y Segunda
Guerra Mundial, provocaron una indignación y dolor generalizados que se reflejan en Clamor de J. Guillén
y en Hijos de la ira de Dámaso Alonso.
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Novela española de 1939 hasta 1974
La novela española a partir de los años 40 se vio directamente influida por las consecuencias de la guerra
civil. El país quedó dividido en dos: los vencedores y los vencidos, teniendo la mayoría de los segundos
que exiliarse, incluyendo conocidos intelectuales. La nueva España fue un país de aislamiento
internacional hasta los años 50, y la cultura literaria durante el régimen estuvo marcada por una estricta
censura que solo comenzó a suavizarse en torno a la década de los sesenta.
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En la década de los cuarenta, el novelista parte de cero al ignorar a la mayoría de precedentes excepto
Baroja, el cual permite que un grupo de escritores conecten con el Realismo del siglo XIX. El testimonio
se enfoca desde la esfera personal, que se traspone a lo social debido a la censura. Entre los restauradores
destacan la obra de Ignacio Agustí (La ceniza fue árbol), la de J. A. Zunzunegui (La vida como es) y la trilogía
sobre la guerra y postguerra de J. Ma Gironella. De forma paralela, da comienzo una nueva tendencia
renovadora, que se caracteriza por obras que tratan de hombres en situaciones extremas. La familia de
Pascual Duarte de C. José Cela es considerada la novela más importante de este periodo al iniciar una
corriente tremendista que incluía los aspectos más sórdidos de la vida. Carmen Laforet escribe su obra
Nada y Miguel Delibes publica La sombra del ciprés es alargada. A comienzos de los años 50, la temática
se centra en el conflicto de la colectividad y evoluciona de lo personal a lo social. Conviven la Generación
del 36 con figuras emergentes, apodados como la generación de medio siglo, liderada por R. Sánchez
Ferlosio, Ana Ma Matute y Carmen Martín Gaite con su exitosa obra Entre visillos. Durante esta década,
predomina el Realismo o novela social, que se caracteriza por su brevedad y sencillez. C. José Cela
consiguió plasmarlo en la obra La colmena, aunque los autores posteriores se orientaron hacia dos
vertientes distintas. El objetivismo optó por evitar la intervención del autor mediante una manifestación
externa sin valoración , como reflejó R. Sánchez Ferlosio en El Jarama. Por otra parte, se publicaron
novelas con mayor intervencionismo de los autores que utilizaron sus obras como vehículo de denuncia
social, destacando la novela de Juan Goytisolo (Duelo en el paraíso) y El camino de Delibes. En la década
de los sesenta, la obra Tiempo de silencio de Luis Martín Santos supuso un punto de inflexión, ya que el
autor no abandona el compromiso, pero realiza un enfoque psicológico lleno de novedades técnicas. Tras
esta obra, termina la tendencia realista y una mayor permisividad en la censura permitió las influencias
extranjeras. Destacan en esta década: Cinco horas con Mario de Delibes, Señas de identidad de Goytisolo
y Volverás a Región de J. Benet.
A partir de 1975 domina la pluralidad de tendencias, condicionadas por un periodo de transición en el
que surgen novelas realistas, y se mantienen las recientes obras experimentales. En los setenta destaca
La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza.
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El teatro fue el género más vigilado por la censura al ser el más condicionado por el contexto de la época.
Durante este periodo de guerra se desarrolló el teatro de urgencia revolucionario, comprometido con el
bando republicano. Por otro lado, el teatro burgués sustentaba las ideologías nacionalistas. Ambas
vertientes teatrales prosperaron tanto fuera del país, con autores exiliados como Max Aub (Cara y Cruz)
o Rafael Alberti (Noche de Guerra en el Museo del Prado), como en España, restringidos por la Ley de
Unidad Sindical. Los autores españoles comenzaron a camuflar la crítica mediante la comedia.
Consecuencia de estos cambios y del intento de entretener sin preocupar, fue la creación del Teatro
convencional. En esta corriente evoluciona la comedia burguesa que incrementa sutilmente la crítica
social, en la que J. M.ª Pemán escribe una gran variedad de obras evasivas como Los tres etcéteras de Don
Simón. De forma paralela surge el teatro de humor en el que destacan E. Jardiel Poncela con obras con
elementos inverosímiles como Eloísa está debajo de un almendro o Agua, aceite y gasolina, y Miguel
Mihura con obras con poco éxito como Ninette o Tres sombreros de copa. El teatro español vira
drásticamente con la publicación de Historia de una escalera de Buero Vallejo, en la que mediante un
posibilismo social retrata problemas de la sociedad evitando la censura. De igual manera, A. Sastre utiliza
sus obras como vehículo de transformación social (Escuadra hacia la muerte). En los años 60 el éxito de
la comedia burguesa y de evasión es continuado por Alfonso Paso con obras poético-humorísticas como
Vamos a contar mentiras y el realismo social derivó en distintas tendencias con denuncias inconformistas
como La Fundación de Buero Vallejo o La sangre y la ceniza de A. Sastre. Durante los años 70, surge un
grupo de autores con los mismos objetivos que los realistas, y que plasman su disconformidad con el
sistema político de forma indirecta. Desde la transición, se abandona el realismo y predomina la pluralidad
de tendencias. El teatro de vanguardia con F. Nieve, las muy distas producciones de Fernando Arrabal
(Pic-nic, Oye Patria mi aflicción) y el teatro independiente con grupos teatrales como Els Comediants
fueron los más representativos. A finales del siglo XX y comienzos del XXI destacan autores como:
Sinisterra (¡Ay, Carmela!), Alonso de Santos (Bajarse al moro), Fermín Cabal (¡Vade, retro!) o Fernando
Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano). Asimismo, autores como Bezerra o Juan Mayorga han
intentado conectar con el público joven estas últimas décadas con estilos más conversacionales en obras
como El chico de la última fila del primero y Alberto Conejero del segundo.
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Novela española del 75 hasta la actualidad
La novela española a partir del año 1975 cambio de forma drástica can la caída del régimen franquista, ya
que el fin de este periodo supuso la desaparición de la censura, la recuperación de obras expurgadas o
inéditas y un mayor conocimiento de la narrativa extranjera. Desde este momento, el género novelístico
se convirtió en un producto privilegiado de consumo literario rodeado por un amplio mercado y conocidos
galardones o ferias.
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La novela posmoderna, en la que domina un cierto existencialismo, reúne muchos de los recursos
novelísticos del siglo XX. En general, ha tendido a alejarse de lo experimental y el compromiso político, y
mediante la primera o tercera persona los autores han expresado cada uno su visión de la realidad desde
un tono individualista. Asimismo, ha prevalecido el orden lineal y la abundancia de personajes solitarios y
desolados, las cuales tratan una gran variedad de temas como: la guerra civil, la tecnología o el mundo
rural. Respecto a les autores, confluyen cuatro generaciones en este periodo: la Generación del 36, la de
los 50, lo del 68 y la del 75, aunque también surgen nuevas voces. Pertenecientes a estas generaciones
destacan figuras: destacan figuras como: E. Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta, Miguel Espinosa
con la crítica social Escuela de mandarines, Manuel Rivas que escribe obras ambientadas en la guerra civil
como La lengua de las mariposas, Javier Marías que presenta personajes complejos en Todas las almas o
A. M. Molina con sus obras como Beatus ille. Aparecen nuevos autores también como J. Llamazares (La
lluvia amarilla) o Luis Landero (Una historia ridícula). En el nuevo siglo se practica la novela conceptual (A.
F. Mallo), destacan novelas neorruralistas como Intemperie de Jesús Carrasco y Lorenzo Silva desarrolla
las novelas negras y policiacas (El alquimista impaciente). En la última década ha tenido bastante éxito la
novela intimista con algunas obras de Sara Mesa (Un amor) y el relato breve que han impulsado algunos
autores como J. Cercas (Soldados de Salamina) con influencia de autores hispanoamericanos. Finalmente,
han continuado publicando figuras como Almudena Grandes (La madre de Frankenstein) o J. J. Millás (Que
nadie duerma).
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