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TEMA 1: MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98

A finales del siglo XIX, se produce en toda Europa la desintegración del sistema de valores de la sociedad burguesa,
pragmática y utilitaria, unida a la pérdida de confianza en el Positivismo que conduce a una crisis universal de las letras y
el espíritu conocida como la “crisis de fin de siglo”. En España, de manera paralela, se produce una crisis económica,
política y cultural, favorecida por el “Desastre de 1898”, con la pérdida de las colonias españolas, que despierta un
movimiento reflexivo y regeneracionista entre los intelectuales, escritores y artistas de la época.
El Modernismo y la “Generación del 98” son dos movimientos estéticos y literarios que comparten el contexto cultural del
“Fin de siglo” y que se desarrollan en España en la transición del siglo XIX al siglo XX. Ambas tendencias, que no son en
absoluto contradictorias, transforman las formas expresivas o temáticas de la literatura y se alejan del estilo realista.
En esta época surgen movimientos que recuperan algunas de las formas propias del Romanticismo e introducen en el arte
elementos originales con fines estéticos. La literatura se ve influida por movimientos literarios y filosóficos de alcance
europeo que, opuestas a los movimientos anteriores y al materialismo burgués, defienden el valor autónomo del arte (“el
arte por el arte”). Entre esos movimientos se encuentran el Parnasianismo, que revaloriza la estética y la perfección formal;
el Simbolismo, ya extendido en España por Bécquer, que se centra en la creación de imágenes sensoriales que sugieren
estados de ánimo; y el Decadentismo, irracionalismo y subjetivismo derivados del idealismo.
La realidad de este periodo es rechazada a través del esteticismo por los escritores pertenecientes al Modernismo, un
movimiento artístico renovador, opuesto a la estética decimonónica anterior e inspirado en los movimientos simbolistas y
parnasianos franceses, que se caracteriza por la búsqueda de la belleza formal y la transformación de las formas
expresivas. El término Modernismo es asignado originariamente a esta nueva generación con un significado peyorativo
para criticar su gusto por lo exótico, la extravagancia o el culto exagerado a la forma, pero de manera paulatina se acepta
en la literatura y se entiende como culto a la Belleza y rechazo de la mediocridad. El florecimiento de la literatura
modernista vendrá de la mano de autores hispanoamericanos como Rubén Darío y José Martí. La evolución del
movimiento pasa por una primera fase más estricta, que se corresponde con la llegada de Rubén Darío a España, y
después, con una segunda fase en la que el movimiento es aceptado y se extiende a otras artes. A partir de la primera
década de siglo, algunos autores buscan otros caminos y se produce la distinción entre la “Generación del 98”,
denominación ideada por Azorín en una serie de artículos periodísticos para referirse a los autores que adoptan una
actitud crítica ante la realidad y defienden la necesidad de cambios, y el Modernismo, la denominación que se refiere a los
escritores que se refugian en el esteticismo como rechazo del mundo.
Algunos autores inician y finalizan su obra en el Modernismo, como es el caso de Manuel Machado, pero muchos
desarrollan parte de su producción en este movimiento y sus obras evolucionan hacia otros caminos estéticos e
ideológicos, como Juan Ramón Jiménez. Por esa razón, Valle-­‐Inclán y Antonio Machado, que se consideran
modernistas en su primera etapa, se unen al grupo de la “Generación del 98”, en el que encuadramos a Azorín, Baroja,
Unamuno y Maetzu.
La distinción entre modernistas y autores del 98 se basa en dos actitudes ante una situación social, política y cultural que
se ha denominado “crisis de fin de siglo”. Según Dámaso Alonso, distinguimos el Modernismo como una técnica y el 98
como una actitud de un grupo de escritores con especial inclinación por el problema de España y su regeneración.
Podríamos hablar por tanto, para englobar a los autores de este momento histórico de “Generación de fin de siglo”.
Distinguimos así la poesía modernista, cuyo rasgo fundamental es el esteticismo, caracterizado por el intento de reflejar
mediante la palabra valores sensoriales, los recursos fónicos, la introducción de cultismos y neologismos, la adjetivación
abundante, la utilización de sinestesias y metáforas e imágenes originales y deslumbrantes, así como las constantes
alusiones mitológicas. Los autores manifiestan también su preferencia por los versos largos, que alternan la rima libre con
las estrofas tradicionales. Los libros más característicos del Modernismo español son: Alma de Manuel Machado,
Soledades de Antonio Machado y Arias tristes de Juan Ramón Jiménez
En la primera década del siglo XX se introduce en la poesía modernista el espíritu del 98, se abandona el esteticismo
progresivamente y se utiliza un lenguaje claro para reflejar los problemas de España desde una perspectiva existencial por
medio de la descripción e idealización del paisaje castellano. Así, Antonio Machado se adhiere a la “Generación del 98” y
escribe obras dentro de esta estética como Campos de Castilla, mientras que Juan Ramón Jiménez, que había escrito bajo
la estética modernista Rimas, Jardines Lejanos o Elegías, se centra en conseguir una poesía pura, intelectual y desnuda,
muy lejos de la modernista y también de las ideas noventayochistas, como se refleja en Diario de un poeta recién casado
(1916) , que influirá en la Generación del 27.
En cuanto a la prosa modernista, coincide en temas y actitud con los de la poesía: la sensualidad, la idealización y
estilización de la realidad. Destacan entre sus obras más representativas las Sonatas de Valle Inclán y Platero y yo de Juan
Ramón Jiménez.
La prosa de la “Generación del 98” adopta la forma de ensayo o de novela. El ensayo es el medio a través del que los
noventayochistas exponen sus preocupaciones sobre el presente y el porvenir de España. Se configura, por tanto, como
principal género literario en el que caben el lirismo, la reflexión histórica, política y filosófica.
Los autores fundamentales del ensayo noventayochista son Ángel Ganivet con su obra Ideárium español y Ramiro de
Maeztu con Hacia otra España. Sobresale también Azorín, que reflexiona en sus artículos sobre temas políticos, literarios y
el paisaje español; de entre sus obras destacamos Castilla o La ruta de don Quijote. Por último, Miguel de Unamuno aborda
en sus escritos los temas que centran el resto de su producción literaria, tanto lírica, como novelística y teatral: el problema
de España y la angustia existencial; entre sus obras destacan En torno al casticismo o Del sentimiento trágico de la vida.
En cuanto a la novela del 98, se caracteriza por su rechazo de las formas realistas a través del subjetivismo y la aparición de
renovaciones técnicas. Estos cambios quedan representados por las conocidas como “novelas de 1902” que marcan una
ruptura con los planteamientos y técnicas de la novela realista: Amor y pedagogía de Miguel de Unamuno, Sonata de otoño
de Valle‐Inclán, Camino de perfección de Pío Baroja y La voluntad de Azorín.
Los novelistas más representativos son Unamuno, Azorín, Valle Inclán y Pío Baroja.

Unamuno, aunque cultiva todos los géneros, destaca también en su producción novelística, de corte existencial y filosófico,
y trata temas como el conflicto entre creador y personaje en Niebla (denominada como “nivola”), la envidia en Abel
Sánchez o la religión en San Manuel Bueno, mártir. Valle‐Inclán cultiva sobre todo el teatro, aunque en su producción
novelística destacan las Sonatas, en las que idealiza el paisaje gallego influido por el Modernismo, y Tirano Banderas, obra
representativa porque en ella utiliza la técnica del esperpento, que él mismo introduce y porque inicia un género que se
desarrollará abundantemente en Hispanoamérica en la segunda mitad de siglo: la novela de dictador. Pío Baroja incluye en
sus novelas temas variados, filosóficos, existenciales y de aventuras, entre otros, y en sus novelas, como La busca o El árbol
de la ciencia, se refleja su visión pesimista y determinista del mundo. Azorín, aunque se dedica fundamentalmente al
ensayo, escribe La voluntad y Las confesiones de un pequeño filósofo, novelas impresionistas centradas en la
contemplación y descripción del paisaje, como muchos de sus artículos ensayísticos.
Finalmente, destaca el género teatral, caracterizado por la permanencia de las formas teatrales del siglo anterior: dramas
de tema histórico neorrománticas en la línea de Echegaray, la alta comedia, dirigida al público burgués y el “género chico”
de carácter popular. Hasta la década de 1920 no se produce la renovación teatral de manos de Valle-­‐ Inclán.
Los autores principales del teatro comercial son Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, que realizan un teatro cómico
costumbrista. Entre los autores de éxito también destaca Jacinto Benavente, creador de la alta comedia burguesa, cuya obra
principal es Los intereses creados. Dentro de los intentos de renovación hay que señalar la producción de los autores del
98: Unamuno escribe obras como Fedra, mientras que Azorín destaca con su trilogía Lo invisible. Pero será Valle­‐Inclán el
principal renovador del género teatral de principios de siglo: introduce una renovación estética, que comienza
empleando la técnica modernista y que continúa después, en su fase mítica, con obras como Comedias Bárbaras. Cultiva
posteriormente la farsa en obras como La marquesa Rosalinda y culmina su trayectoria en el esperpento y el teatro
vanguardista reflejados en Luces de Bohemia.
El Modernismo y la “Generación del 98” sintetizan los movimientos estéticos y culturales europeos del “Fin de siglo”, que al
enfrentarse con la situación de España se convierten en un movimiento centrado en renovar formas expresivas y en la
reflexión sobre el problema de España. Se inicia así la llamada “Edad de Plata” de la literatura española, que alcanzará su
máximo esplendor en movimientos posteriores como la “Generación del 27.

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