Está en la página 1de 5

Jesús, el Gran Yo Soy.

Juan 14:4-6.
Introducción:
Vemos al mundo siguiendo un camino equivocado, pensando que va por el camino
correcto. Los vemos caer y yendo directamente al infierno, a la condenación eterna.
Vemos al mundo en guerra, a las naciones desviándose tras la mentira y buscando falsos Mesías
que satisfagan sus propios deseos. Y rechazando al verdadero Mesías.
Incluso podemos ver el estado de los cristianos, al ver el camino que siguen. La apostasía, la
desviación de la iglesia tras otros dioses, y menospreciando al Verdadero Dios.
Cristo se presenta como el único camino para llegar al Padre, y esto porque es la verdad y la vida,
no hay otra forma de llegar al Padre ni de entrar a las moradas celestiales, que no sea a través de Él.
Cristo comienza con una afirmación. En el contexto de lo que acaba de enseñar acerca de que en
la Casa de su Padre hay muchas moradas, aclarando que Él se irá a preparar lugar para sus
discípulos y que volverá por ellos, Él les dice: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino” (v. 4).
Esto lo afirma como diciendo “no pueden menos que saber”, ya que se trata de una enseñanza que
Él les compartió muchas veces, y con bastante claridad. Desde muy temprano en su ministerio, Él
aclaró a sus discípulos que sufriría en las manos de los líderes religiosos, que entregaría su vida por
las ovejas, que debía pasar de este mundo al Padre y otras palabras como estas.
Veremos en dos puntos principales lo que nosotros evidenciamos en la vida como creyentes
cuando vivimos confiando en nuestros propias fuerzas o poniendo nuestra mirada en el mundo.
También se evidencian los que no son creyentes. Y segundo, veremos quién es Cristo.
Primero veremos:
I.- Lo que se evidencia en nosotros.
A.- Judas, Pedro y Tomás.
V. 5.
Esta conversación es la continuación de la conversación anterior, donde se evidencia el pecado de
los discípulos del Señor
Una vez más, los discípulos demuestran que eran tardos para oír y entender. Vez tras vez dejaban
clara su torpeza a la hora de entender las enseñanzas de Cristo sobre los misterios del reino de
Dios. Y justamente, un discípulo que encarna especialmente esta deficiencia es Tomás. En el
Evangelio de Juan se le retrata como un discípulo fiel y frecuentemente bien intencionado, pero que
muestra particular dificultad para entender, es como si entendiera las palabras en un sentido
totalmente alejado de lo que realmente quieren decir.
Sin embargo, en su pregunta parece representar a todos los demás discípulos. Él dijo lo que nadie
más se atrevió a decir. Pedro, que es el que siempre hablaba primero, ahora se quedó en silencio,
quizá impactado por el anuncio que había hecho Cristo sobre el momento en que Él negaría a su
Maestro.
¿Qué camino? ¿El camino a dónde? ¿De qué está hablando Jesús? Los discípulos naufragaban en
un mar de preguntas, sin poder entender la profunda realidad espiritual de la que Cristo hablaba.
Con una paciencia digna del Príncipe de los Pastores, el Señor les explica, y junto con eso realiza
una de las declaraciones más solemnes, sublimes y maravillosas de la Escritura: “Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (v. 6).
¿No se parecen a nosotros los discípulos? Que evidenciamos un corazón cobarde, ansioso, lleno
de orgullo como Pedro en diferentes ocasiones cuando somos puestos a prueba. Orgullo creyendo
que somos los mejores cristianos, que hacemos de mejor manera las cosas, pero la realidad no es
así.
Somos incrédulos como Tomás, que dudamos constantemente del Señor. No creemos a sus
promesas, dudamos en la prueba, cuando Él nos ha dado mucha evidencia de su fidelidad.
Aunque torpes para entender, Tomás y Pedro eran creyentes. En cambio Judas, que también
evidenció su maldad no era un creyente. Era del maligno. Este tipo de personas también se
evidencia muchas veces dentro de las mismas iglesias.
Segundo:
II.- Lo que Cristo es.
Cristo se presenta a sus discípulos como quien verdaderamente es.
En todo esto debemos tener en cuenta que Jesús se atribuye una de las expresiones más sagradas
con que Dios se presenta en la Biblia, un título que está reservado sólo para el Señor de todo: “ Yo
soy”.
“Entonces dijo Moisés a Dios: He aquí, si voy a los hijos de Israel, y les digo: “El Dios de vuestros
padres me ha enviado a vosotros,” tal vez me digan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les
responderé? 14 Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel:
“YO SOY me ha enviado a vosotros” Éx. 3:13-14.
“Aun desde la eternidad, yo soy, y no hay quien libre de mi mano; yo actúo, ¿y quién lo revocará?”
(Is. 43:13).
Este corresponde al sexto de los 7 “Yo soy” de Cristo en el Evangelio de Juan: 1) Yo soy el Pan
de Vida, 2) Yo soy la Luz del mundo, 3) Yo soy la Puerta de las ovejas, 4) Yo soy el Buen
Pastor, 5) Yo soy la resurrección y la vida, 6) Yo soy el camino, la verdad y la vida y 7) Yo soy
la vid verdadera. El mismo título “Yo soy” es divino, pero además en cada uno de estos 7 “Yo soy”,
Cristo dice ser algo que sólo Dios mismo puede ser.
Él se presenta como:
I.- El Camino.
Pero ¿Por qué es el camino? ¿El camino a dónde? ¿Por qué siquiera necesitamos un camino?
Aquí ciertamente Jesús está hablando del camino al Padre, que permite la comunión con Él, estar
ante su presencia y poder disfrutar de sus bondades, sus misericordias, sus favores y en último
término, de la gloria eterna junto con Él en sus moradas celestiales.
Hubo un tiempo en que como humanidad no necesitamos ese camino, pues teníamos comunión
directa e inmediata con el Señor. No había separación entre el Cielo, como el lugar donde se
manifiesta la gloria plena de Dios, y la tierra, como el lugar donde el hombre vive.
¿Qué fue, entonces, lo que generó la separación con Dios? Fue la entrada del pecado al mundo lo
que desató el desastre, y produjo nuestra separación con Dios. El hombre por su pecado necesita
ser guiado, necesita volver al verdadero y único camino.
La única forma de que pudiéramos volver a Dios, es que Él trazara el camino hacia nosotros. Todo
camino a Dios que surja desde los hombres corruptos y que intente llegar al Cielo, será una senda
torcida y truncada, que nunca llegará a destino. Será una torre de Babel, que pretende alzarse desde
lo terrenal hacia el cielo, pero que al igual que esa historia bíblica, terminará en destrucción y
confusión. Pero si el camino se revela desde el mismo Dios hacia los hombres, si surge desde la
perfección del Señor y se da a conocer a la humanidad, ese camino es el verdadero, el que es apto
para volver a Dios.
Y es necesario saber todo lo dicho hasta aquí para entender su afirmación. Él dijo: “Yo
soy el camino”. No es ‘un’ camino, ni es simplemente alguien que ‘sabe dónde está’ el camino, ni
tampoco es que tan solo venga a ‘mostrarnos’ el camino. Jesús es ‘el’ camino. No hay otro, no hay
vías alternativas, ni atajos, ni bypasses, ni sendas clandestinas, ya que Él lo ha dicho claramente:
“… nadie viene al Padre, sino por mí” (v. 6).
¿Qué diría Ud. si alguien le cuenta que viajó de la tierra a la luna simplemente caminando? Bueno,
aún eso es más posible que llegar al Padre por otro camino que no sea Jesucristo.
Por eso dice la Escritura:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos” Hch. 4:12.
No olvidemos, entonces, que fue Jesucristo quien nos abrió el camino al Padre, y esto lo hizo
entregando su propia vida para pagar el precio de nuestra rebelión. Cristo es el camino porque
cumplió la condena que justamente merecíamos nosotros, y esa condena era recibir la justa ira de su
Padre por nuestra maldad
¿Conoces este camino? Veo que en muchas oportunidades incluso creyentes o personas que
dicen ser creyentes no conocen el camino. O es más, siguen caminos muy distintos. Y eso se ve por
sus intereses. Les interesa más la entretención que escuchar la Palabra de Dios; les interesa más
las cosas del mundo que las cosas espirituales que pueden nutrir su alma. Si tú intereses está más
afuera que adentro, entonces tú camino te está destruyendo.
¿Qué camino estás siguiendo?
II.- La Verdad.
Lo que hizo la serpiente en el huerto fue negar la verdad, mentir al hombre. Y como humanidad por
el pecado, no sólo perdimos el acceso a la verdad, sino la capacidad de comprenderla
espiritualmente, y de obedecerla de corazón.
La única forma de que pudiéramos conocer la verdad, entonces, es que Dios mismo la manifestara
a nosotros. Tanto como un ciego de nacimiento no puede describir la belleza de una puesta de sol, la
humanidad sin Cristo no podrá dar con la verdad que nos hace libres, pudiendo únicamente distinguir
algunos destellos de luz o algunas sombras, pero no la realidad claramente manifestada.
Necesitábamos, entonces, que Dios se apiadara de nuestra miserable condición, y nos iluminara
con la verdad, y eso fue lo que hizo. No sólo envió a un profeta que nos dijera la verdad o que nos
mostrara lo verdadero, sino que envió a su Hijo, quien es su propia Palabra hecha hombre, es la
Palabra pura y perfecta de Dios que vino a habitar entre nosotros
¿Crees que Cristo es la verdad? ¿Qué refleja tu vida?
Este punto fundamental del cristianismo también es especialmente atacado hoy, donde es
frecuente escuchar que “cada uno tiene ‘su’ verdad”, lo que equivale a negar la existencia de ‘la’
verdad. Esto es un ataque personal a Cristo, ya que Él ha declarado personalmente ser la verdad.
Por tanto, debemos rechazar con todo nuestro ser toda muestra de relativismo, ya que es un ataque
personal a Cristo.
Pero nosotros también podemos caer en esto, cuando redefinimos la Palabra de Dios a nuestra
conveniencia, cuando obedecemos sólo lo que nos gusta o lo que nos conviene, o simplemente lo
que nos da la gana; cuando rechazamos el consejo sabio que se ha hecho basado en la Palabra de
Dios, cuando endurecemos nuestros corazones ante la Escritura, estamos rechazando la verdad,
oponiéndonos a Cristo personalmente.
Si tú sinceramente estás buscando la verdad, debes acudir a Cristo, correr a Él. No creo que
quieras vivir una vida llena de mentiras, debes acudir a quien es la única verdad.
III.- La Vida.
Todos nosotros podemos decir “yo estoy vivo”, pero ninguno puede afirmar “yo soy la vida”. Sólo de
Dios puede decirse que tiene vida en sí mismo. Todo ser creado toma su vida del Creador, pero el
Creador tiene vida en Él mismo. Y eso es lo que se dice también de Cristo: “En él estaba la vida” (Jn.
1:4). Antes que todas las cosas existieran, la “vida completa y bendita de Dios ha estado presente en
el Verbo desde la eternidad…” (Hendriksen).
Cristo es la causa, la fuente, el principio de toda vida. Todo el universo le debe su existencia. Tú y
yo existimos porque Él nos dio vida, Él nos dio existencia y Él sostiene la vida en nosotros. Si hay
aliento de vida en ti, si en este momento estás respirando y tu corazón está latiendo, es porque el
Señor la sostiene. Por lo mismo, nuestras vidas deben honrarlo y glorificarlo a Él como nuestro
Creador y el Dador de la vida. Cada vez que nos demos cuenta que estamos respirando, cada vez
que pongamos una mano en nuestro pecho y sintamos latir nuestro corazón, recordemos que es el
Señor quien nos dio la vida y la sostiene en nosotros.
Esta verdad también ha sido constantemente resistida a lo largo de la historia, y sigue siéndolo hoy.
Se nos dice que la vida está en las cosas que compramos y poseemos, en los placeres que
disfrutamos, en los sueños y metas que cumplimos, en tener una casa, un auto y una linda familia,
en el sueño americano, en tener éxito profesional y una buena reputación, en disfrutar sin parar de
los bienes de este mundo en fiestas y viajes, en fin, se nos dice que la vida está en un sinnúmero de
cosas, que pueden no ser malas en sí mismas, pero si se buscan en primer lugar, son una trampa
mortal, un foso profundo de destrucción y ruina.
Lo más triste es que muchos que se llaman cristianos se entregan a perseguir estas mismas cosas
como si en eso consistiera realmente la vida, demostrando así que, aunque profesen tener fe, sus
corazones en realidad están muertos y en tinieblas. Busca la vida en todas estas cosas, y no
encontrarás más que humo y espejismos, no encontrarás la vida allí, porque la vida únicamente está
en Cristo, quien es personalmente la vida, y sólo Él puede darla.
Jesús es el camino, y la verdad, y la vida. Nadie puede venir al Padre si no es por Él.
(Is. 55:1-3, 6-7).

También podría gustarte