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A N D E R S O N P E R RY
EL ESTÁNDAR DE LA
CIVILIZACIÓN
Cimientos
Por último, en la segunda década del siglo XIX, cuando Vattel ha-
bía asumido, de acuerdo con las convenciones diplomáticas de la
época, la igualdad nominal de los estados soberanos, el Congreso
de Viena introdujo por primera vez una jerarquía formal de esta-
dos dentro de Europa, una distinción de rango entre cinco "gran-
des potencias" -la llamada Pentarquía de Inglaterra, Rusia, Aus-
tria, Prusia y Francia- a las que se concedieron privilegios especia-
les y colonizaron el mapa del continente y de todos los demás esta-
dos. Se trataba de una innovación diseñada para sellar la unidad
de la coalición contrarrevolucionaria que había derrotado a Napo-
león y restaurado las monarquías en toda Europa. Pero fue uno
que sobrevivió al propio período de Restauración. En la década de
1880, el destacado jurista escocés James Lorimer pudo observar
que la igualdad de los Estados "ahora creo que puede decirse con
seguridad que ha sido repudiada por la historia", por no hablar de
la razón, como una "ficción más transparente que la igualdad". de
todos los individuos".8
Junto con estos cambios vino el surgimiento, junto con la diplo-
macia clásica, del derecho internacional como profesión. Su pri-
mera declaración importante provino de un ex embajador estadou-
nidense en Prusia, Henry Wheaton, cuyos Elementos de derecho in-
ternacional , publicado en 1836, fue ampliamente traducido al ex-
tranjero (al francés, alemán, italiano, español y al chino de la dé-
cada de 1860) y estableció el punto de referencia para definición
de la disciplina. Citando a Grocio, Leibniz, Montesquieu y otros,
Wheaton explicó que, con pocas excepciones, "el derecho público
de las naciones siempre ha estado, y todavía está, limitado a los
pueblos civilizados y cristianos de Europa o a aquellos de origen
europeo", porque era " el progreso de la civilización, fundada en el
cristianismo que la había generado.9 Cuando nació el primer Insti-
tut de Droit International, en Bruselas en 1873, ya no era necesaria
una asociación con la religión: bastaba con la civilización.
Clasificaciones
El principio de jerarquía
Palabras y espadas
Doblemente indeterminado
Práctica
Discriminaciones
La fuerza de la opinión
1
Lucien Febvre, «Une Histoire de la civilisation», Annales , octubre-di-
ciembre de 1950, p. 492, reseña de la Histoire générale de la civilisation
d'Occident de 1870 à 1950 de Joseph Chappey .
2
Fernand Braudel, Grammaire des civilizaciones , París 1963.
3
Francisco de Vitoria, Relecciones sobre los Indios [1538/9], Madrid 1946,
i , 3: 1, 2, 6, 7, 8.
4
Hugo Grocio, De Jure Belli ac Pacis , ii , xl .
5
Thomas Hobbes, Leviatán , Oxford 2012, p. 540.
6
John Locke, Dos tratados de gobierno ii , § 32–46.
7
En cuanto a los nómadas: "Aquellos pueblos (como los antiguos ale-
manes y algunos tártaros modernos), que habitan en países fértiles, pero
desdeñan cultivar sus tierras y prefieren vivir del saqueo, se quieren a sí
mismos, son perjudiciales para todos". sus vecinos, y merecen ser extir-
pados como bestias salvajes y perniciosas': vii , § 81. Emer de Vattel, Le
Droit des gens, ou Principes de la loi naturallle , xviii , § 209.
8
James Lorimer, Los institutos del derecho de las naciones: tratado sobre las
relaciones jurídicas de comunidades políticas separadas , Edimburgo y Lon-
dres 1883, vol. yo , págs.44, 170.
9
Henry Wheaton, Elementos de derecho internacional , Londres 1836,
págs. 16-17, 21.
10
Lorimer, Institutos , págs. 123–33, 155–61.
11
Martti Koskenniemi, El gentil civilizador de las naciones: el ascenso y la
caída del derecho internacional 1870–1960 , Cambridge 2001, pág. 160.
12
“Hasta ahora, los Estados, por diversos que sean debido a su exten-
sión territorial, su riqueza y su poder, tenían sin embargo entre sí un
punto de conmensuración moral. Ésta era su soberanía nacional. En este
punto su igualdad jurídica podría establecerse de manera inquebranta-
ble. En esta fortaleza de un derecho igual para todos, e igualmente invio-
lable, inalienable, incontrovertible, cada Estado, grande o pequeño, se
sentía tan verdaderamente dueño de sí mismo e incluso tan seguro con
respecto a los demás, como se siente el ciudadano libre en su interior.
las paredes de su propia casa': Actas de las Conferencias de La Haya , vol.
ii , Nueva York 1921, págs.645, 647.
13
Lassa Oppenheim, International Law (quinta edición) , Londres 1937,
págs. 224-25. Oppenheim, un inmigrante rico de Hesse con una cátedra
en Cambridge, publicó las dos primeras ediciones del libro (1909 y
1912) antes de la Primera Guerra Mundial y murió en 1919, habiendo
completado en gran parte la tercera (1920). Cuando apareció la quinta
edición en 1937, el libro ya no era suyo. Lauterpacht, su editor, explicó en
su prefacio que había "considerado apropiado, en muchas ocasiones,
presentar puntos de vista que difieren de los propuestos en las ediciones
anteriores de este tratado". Especialmente al eliminar la declaración
inequívoca de Oppenheim, siguiendo ahora su descripción original de
las grandes potencias, de que la Liga de las Naciones no había "conver-
tido su hegemonía política en una hegemonía legal, porque esta prepon-
derancia es sólo el fruto de su influencia política" ( tercera edición, p.
200), e insertando lo opuesto: que la Liga, por el contrario, había dado a
su hegemonía una "base y expresión jurídica" (quinta edición, p. 225).
Hasta aquí el escrúpulo filológico, y mucho menos probatorio, en la ex-
posición del derecho internacional. En todas las ediciones posteriores
del tratado, Lauterpacht se convirtió en su coautor.
14
Hersch Lauterpacht, Derecho Internacional. Artículos recopilados. Vol ii
, La ley de la paz , Cambridge 1975, págs. 72–73, 83.
15
Lauterpacht, Derecho Internacional. Artículos recopilados. Vol. II , págs.
28, 73, 75, 19. Un sionista ardiente en su juventud, sin abandonar en
modo alguno la causa de Israel (para la que finalmente redactó una De-
claración de Independencia), Lauterpacht evitó la participación directa
en actividades políticas de cualquier tipo. después de llegar a Inglaterra
en 1923. Pero intelectualmente sus preocupaciones originales persistie-
ron. Hacia 1927 compuso un conjunto de reflexiones sobre 'Algunos
problemas bíblicos del derecho de la guerra', en las que distinguía entre
aquellas campañas de los Hijos de Israel que estaban comandadas por
Dios y aquellas campañas que estaban permitidas por Dios. El primero
ordenaba el exterminio de todos aquellos contra quienes se libraban gue-
rras santas: hombres, mujeres y niños: "no dejarás nada que respire".
Este último permitía, sin necesariamente estipular, un trato más suave.
Cualesquiera que sean las atrocidades de la primera, observó Lauter-
pacht, fueron "guerras religiosas de una pureza sin igual en la
antigüedad". Porque al conquistar Canaán, "los israelitas salieron a so-
meter y exterminar a esos pueblos en cumplimiento, creían, del juicio
de Dios, no por razones egoístas". El carácter más indulgente, aunque
menos codificado, de las guerras con permiso ofrecía un contraste cuya
influencia, reflexionó Lauterpacht, podría rastrearse en la influencia ra-
bínica sobre las doctrinas cristianas medievales sobre la guerra justa e
injusta. Con la llegada de la Sociedad de Naciones, estos habían encon-
trado ahora su hábitat adecuado en el derecho internacional moderno:
véase Hersch Lauterpacht, International Law. Artículos recopilados. Vol v ,
Disputas, guerra y neutralidad , Cambridge 2004, págs.
16
Alfred Zimmern, La Liga de las Naciones y el Estado de Derecho (1918-
1935), Londres 1977, págs. 94, 95.
17
Carl Schmitt, Der Nomos der Erde im Völkerrecht des Jus Publicum Euro-
paeum , Berlín 1950, págs. 199-201, 4.
18
Thomas Hobbes, Leviatán (texto en latín), xxvi , Oxford 2012, p. 431;
(texto en inglés), xvii , p. 254.
19
John Austin, The Province of Jurisprudence Determined , Londres 1832,
p. 148.
20
Determinación de la provincia de jurisprudencia , págs. 208, 148-149.
21
JS Mill, Obras completas, vol. xx , págs. 345–46.
22
Lord Salisbury, Discurso en la Cámara de los Lores, 25 de julio de
1887.
23
Véase Hans Kelsen, General Theory of Law and State , Cambridge ma
1945, págs. 30–37, también 62–64, 71–74, 77–83; HLA Hart, The Concept
of Law , Oxford 1961, págs. 18 a 79, y sobre derecho internacional, págs.
208 a 31; (Del mismo modo, Terry Nardin, Law, Morality and the Rela-
tions of State s, Princeton 1983, págs. 116-86). Kelsen, como era de espe-
rar, fue un erudito textual más cuidadoso que Hart y se relacionó con
Austin de una manera menos casual; pero el despido de Austin por
parte de Hart iba a ser más influyente,
24
Carl Schmitt, Positionen und Begriffe im Kampf mit Weimar–Genf–Ver-
sailles. 1923-1939 , Berlín 1988, pág. 3.
25
Carl Schmitt, Die Wendung zum diskriminierenden Kriegsbegriff, Berlín
1988, p. 41 y siguientes . Para Schmitt, Wilson había sido pionero en esta
innovación en la Primera Guerra Mundial. Entre los principales juristas
que consideró que lo desarrollaron en el período de entreguerras se en-
contraban Georges Scelle de Francia y Lauterpacht en Gran Bretaña.
26
Stephen Schlesinger, Acto de Creación: La Fundación de las Naciones
Unidas , Boulder 2003, p. 331.
27
Schlesinger, Acta de creación , págs. 174, xiii.
28
La instrucción fue cablegrafiada en julio de 2009.
29
Radhabinod Pal, Juicio disidente , Tokio 1999.
30
BVA Röling, El juicio de Tokio y más allá , Cambridge 1993, p. 87.
31
James Shea, 17 de mayo de 1999.
32
Para conocer la historia y actualidad contemporánea de estas nocio-
nes, véase el destacado estudio de Gerry Simpson, Great Powers and
Outlaw States: Unequal Sovereigns in the International Legal Order , Cam-
bridge 2004, passim.
33
Gerrit Gong, El estándar de la 'civilización' en la sociedad internacional ,
Oxford 1984, págs. 91–93.
34
Jack Donnelly, 'Derechos humanos: ¿un nuevo estándar de civiliza-
ción?', Asuntos Internacionales , vol. 74, núm. 1, 1998, págs. 1–23.
35
David Fidler, '¿Un sistema más amable y gentil o capitulaciones? De-
recho internacional, políticas de ajuste estructural y el estándar de la ci-
vilización liberal y globalizada, Texas International Law Journal , vol. 35,
enero de 2000, págs. 387–414.
36
Mehdi Mozaffari, 'La perspectiva transformacionalista y el surgi-
miento de un estándar global de civilización', Relaciones internacionales
de Asia y el Pacífico , vol. 1, núm. 2, 2001, págs.259, 262.
37
Fernand Braudel, 'L'Apport de l'histoire des civilisations', en Gaston
Berger, ed., Encyclopédie française, vol. xx , Le Monde en devenir , París
1959, 12:10.
38
Braudel, 'L'Apport de l'histoire des civilisations', 12: 12-13.
39
Hobbes, Leviatán (texto en inglés), xviii , p. 272; Gigante , pág. dieci-
séis.
40
Hobbes, Leviatán , 'Una revisión y conclusión', p. 1140.
41
Martti Koskenniemi, 'International Law and Hegemony: a Reconfigu-
ration', en The Politics of International Law , Oxford 2011, págs. 221–22 y
siguientes .
42
Charles Salomon, L'Occupation des territoires sans maître: Étude de droit
international , París 1889, págs. 193, 195.
43
Hart consideraba que el adjetivo, y lo que designa, era el más feliz de
todos los trouvailles de JL Austin, el filósofo analítico del que era adepto
en Oxford.