Está en la página 1de 7

DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO.

ESCUELA
ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI.
1. La escuela en la doctrina. Durante el s. xvI, como afirma el prof. L.
García Arias, el pensamiento hispánico ofrece un conjunto de autores
que se ocupan, con más o menos intensidad, de las materias
iusinternacionales, en virtud del descubrimiento del Nuevo Mundo,
que repercute directa o indirectamente en las obras de todos; -son
los teólogos y juristas que forman la e. clásica española de Derecho
internacional, en el s. xvi y gran parte del XVII. Internacionalistas
españoles y extranjeros efectuaron una serie de estudios
monográficos sobre cada uno de los autores de esa época. Tras esta
fase analítica, se imponía la síntesis, la fijación de las líneas
comunes fundamentales de sus doctrinas, los rasgos diferenciadores
de la escolástica anterior y de las construcciones posteriores. El prof.
A. Miaja de la Muela señaló las notas distintivas e hizo la primera
afirmación expresa de la existencia de una e. jurídica española, con
Francisco de Vitoria (v.) como maestro. (Para los aspectos filosóficos
y teológicos, v. SALAMANCA, ESCUELA DE; aquí se estudiarán sólo
los aspectos jurídicos.)

Esta e. había permanecido olvidada fundamentalmente debido a


la decadencia general de España a partir de la segunda mitad del s.
xvii. Al tratar de revalorizar la obra del holandés Grocio (v.), sobre y
contra la de E. de Battel, se reencontró a F. de Vitoria y, con él, a sus
discípulos, denominados todos tradicional y simplemente «los
precursores de Grocio». E. Nys desbrozó el camino, estimulado por
1. Lorimer, y varios destacados internacionalistas lo completaron: A.
Vanderpol, 1. Brown Scott, C. Barcia Trelles, quien daría a F. de
Vitoria el calificativo de «fundador del Derecho internacional
moderno», A. Miaja de la Muela, L. García Arias, L. Pereña Vicente,
etc. Hoy, la principal doctrina, extranjera y española, reconoce a los
integrantes de la e. el lugar que en justicia les corresponde. Por su
parte, Grocio, que en su gran De iure belli ac pacis cita a F. de Vitoria
49 veces, conserva y aun acrecienta su categoría de honrado
sistematizador; sistematizó y desarrolló la doctrina
jurídicointernacional de la e. española, ofreciendo propiamente el
primer sistema de Derecho internacional. Otra razón importante para
la revalorización de la e. española ha sido el auge tomado por los
estudios de Derecho internacional.

2. Las características de la escuela española. Como integrantes


de una e., F. de Vitoria y sus discípulos estaban animados por un
mismo espíritu -eran hombres del Renacimiento español y de la
Contrarreforma-, poseían una unidad interna (que no excluía
evidentes diferencias en algunas cuestiones particulares), basada en
una unidad de principios filosóficos y de concepción del hombre y del
mundo. Se ha dicho que ni Suárez prescindió de la razón ni F. de
Vitoria de la voluntad al fundamentar el Derecho de gentes. Además,
su aportación supuso una mutación sustancial frente al
escolasticismo medieval y un gran cambio en el método. Tuvieron la
personalidad necesaria para crear.

Son notas distintivas de la e.: a) universalidad del Derecho de


gentes, que no es sólo aplicable a los Estados cristianos sino a todas
las comunidades políticas del mundo, lo que supone un gran avance;
b) igualdad entre todas las comunidades políticas, no derivada de
consideraciones de soberanía absoluta (aunque tenían presente la
idea de unas comunidades perfectas que no reconocen superior en la
esfera temporal, pero que integran una verdadera comunidad más
amplia, que comprende todo el género humano); c) primacía de la
idea de solidaridad internacional, y d) fundamento iusnaturalista del
Derecho de gentes, que no impide admitir la existencia y trazar los
contornos de un Derecho de gentes positivo, fundamentado en el
natural y ordenado a la consecución de fines comunitarios, que tiene
su último fundamento en la Ley eterna.

Destaca además la característica casi absoluta de colocar la


justicia y la verdad por encima de las conveniencias patrióticas.
Niegan rotundamente el Estado universal, bajo soberanía del
Emperador o del Romano Pontífice; «amplían» la comunidad
internacional, producto natural y orgánico, al orbe entero, y
consideran las relaciones entre los Estados como materia regulable
por normas jurídicas. F. de Vitoria y sus discípulos y seguidores
tuvieron una visión del mundo distinta de la de sus antecesores,
incapaces de concebir un auténtico Derecho internacional, al estar
obsesionados en la creencia del poder universal del Emperador o del
Papa. Los teólogos moralistas españoles del Siglo de Oro, con su
hábil y pormenorizado estudio de los problemas derivados de la
colonización ultramarina, realizaron una decisiva contribución a la
cimentación del Derecho internacional moderno. En la institución de
la guerra descubrieron la función histórica del Derecho de gentes.
Estudiaron la tragedia humana de la lucha en la Historia, y la
necesidad de superar en ocasiones la injusticia mediante la «guerra
justa», medio in extremis para recobrar la verdadera paz, una paz
dinámica, basada en la justicia para todas las comunidades políticas.
La valentía con que abordaron las más delicadas cuestiones no tiene
fácil parangón. Por otra parte, aunque comúnmente denominada e.
española del Derecho de gentes, varios de sus miembros trataron
también algunos puntos de Derecho internacional.

3. Líneas principales de su doctrina. El fondo común de la e.


española del s. xvi se centra en las doctrinas de F. de Vitoria,
llamado el Sócrates español, fundador del Derecho internacional
moderno y de la e. clásica española. Catedrático de la Univ. de
Salamanca, tras ser rescatado de la de París, vivió su profesorado
como un sacerdocio y fue muy querido por sus muchos discípulos. Al
no haber publicado él personalmente, lo único que nos ha llegado
han sido los apuntes de 13 de sus 15 Relecciones. Tres de estas
Relectiones Theologicae son fundamentales, como expresión de la
línea central de la e.

En Relectio de potestate civil¡, pronunciada en 1528, conecta el


concepto del lus gentium con el de comunidad internacional. Fiel a la
concepción agustiniana y tomista de las tres leyes, eterna, natural y
positiva, deriva de la ley eterna, que gobierna al mundo y a los seres
que en él existen, la ley natural, participación en aquélla del hombre,
y muestra cómo la ley positiva debe acomodarse a la natural (v. LEY
III). El Derecho de gentes nace en virtud de un consenso general,
pero, como ley humana, no basta una voluntad positivadora de las
normas sin un elemento de razón. Para Vitoria, «el Derecho de
gentes, no sólo tiene fuerza por el pacto y convenio de los hombres,
sino que tiene verdadera fuerza de ley. El Orbe todo... tiene poder de
dar leyes justas y a todos convenientes, como son las del Derecho de
gentes... Y ninguna nación puede creerse menos obligada al Derecho
de gentes, porque está dado con la autoridad de todo el Orbe».

La Relectio prior de indis recenter inventis, pronunciada en 1539,


es la principal y la más creativa. Se plantea el problema de la
ocupación española de América, y sus consecuencias. Con espíritu
avanzado, examina los títulos que pueden ser alegados (legítimos) y
los que no (ilegítimos). Son títulos ilegítimos: la autoridad universal
del Emperador, la autoridad temporal del Papa, el derecho del
descubrimiento, el no querer los indios recibir la fe cristiana, los
pecados de los indios, su elección «voluntaria» (viciada) y la
donación especial de Dios a los españoles. Contrapone a éstos los
títulos legítimos por los cuales pudieran pasar los bárbaros a poder
de los españoles, citándolos con cautela, admitiendo que «puede»
ser legítimo cada uno de ellos: l° la sociedad y comunicación natural,
básica en el Derecho internacional al que caracteriza ya, mucho
antes que R. Zouch, como Ius ínter gentes, entre naciones. De ello
derivan importantes consecuencias, y sobre todo el Ius
communicationis, englobando la libertad de peregrinaje y la de
comercio. Vitoria defiende universalmente la libertad de los océanos,
para todos los Estados que cumplieran el Derecho internacional; 2° la
propagación de la religión cristiana; 3° si algunos bárbaros se
convierten al cristianismo, y sus príncipes quieren, por la fuerza y el
miedo, volverlos a la idolatría; 4° si una buena parte de los indios son
cristianos de hecho, el Papa puede, a su petición o sin ella, habiendo
causa razonable, darles un príncipe cristiano; 5° la tiranía de los
señores de los bárbaros, o de las leyes inhumanas que perjudican a
los inocentes (claro precedente de la actualmente llamada
«intervención de humanidad»); 6° la verdadera y voluntaria elección;
7° por razón de amistad y alianza con la parte de los bárbaros que
padeció iniuria, y contra los bárbaros responsables. Hay un octavo
título, dudoso, del que dice no atreverse a darlo por bueno ni a
condenarlo absolutamente: los bárbaros, distando poco de los
amentes, no serían aptos para formar y administrar una república
legítima.

La Relectio posterior de indis o De iure belli hispanorum in


barbaros, pronunciada en 1539, completa la anterior sobre la guerra.
Examina especialmente si es lícito a los cristianos hacer la guerra; en
quién reside la autoridad para declararla; cuáles deben y pueden ser
las causas de una «guerra justa» (la más grave y trascendental
cuestión), y qué puede hacerse contra los enemigos en tal guerra. F.
de Vitoria afirma que, aun haciéndose la guerra por justas causas, el
príncipe no debe buscar ocasión y pretextos para ella: sería
inhumano, puesto que nuestra preocupación debe ser vivir en paz
con todos en la medida de lo posible. Una vez estallada la inevitable
guerra, por justa causa, se debe hacer no para ruina y perdición del
enemigo, sino en defensa de la patria, de la propia comunidad; no se
combate para aniquilar a la nación rival, sino para obtener la paz y la
seguridad, para bien de todo el orbe, restaurando la ley objetiva
internacional conculcada. Obtenida la victoria, conviene usar del
triunfo con moderación cristiana; el vencedor debe considerarse juez
entre dos comunidades, la ofendida y la que cometió la injuria, para
que de esta manera profiera su sentencia no como acusador, sino
como juez, con lo cual pueda satisfacer a la nación ofendida con el
menor daño de la nación ofensora, en cuanto sea posible, y siempre
sin causarle perjuicios inútiles. Vitoria se plantea también otras
muchas cuestiones, con gran agudeza; p. ej., recomienda distinguir
las multitudes inocentes de los príncipes culpables; marca una clara
separación entre guerras ofensivas y defensivas, etc. La «guerra
justa» aparece en F. de Vitoria, en acertado resumen del prof. V.
Barcia Trelles, como aprisionada entre «necesidad» y «humanidad».

Estas doctrinas vitorianas, cuyo mérito se agiganta al considerar


la época en que fueron dictadas, las difundieron con notable fidelidad
una larga cadena de discípulos directos e indirectos. Todo en F. de
Vitoria es universal; A. Vanderpol dijo ya a comienzos de este siglo
que era prácticamente imposible hacerle un elogio que no le hubiera
sido hecho antes. Sus textos, como los de F. Suárez, son de una
riqueza excepcional. Ellos son respectivamente el fundador y la
última gran figura de la e.

4. Otros miembros de la escuela. Entre uno y otro, hubo un buen


número de miembros de la e. Los principales son: el dominico
Domingo de Soto (v.), discípulo y más tarde compañero de F. de
Vitoria; realizó una gran labor de depuración conceptual; buen
sistematizador, incorporó a una obra de conjunto cuanto su maestro
trató monográficamente; escribió De iustitia et iure. Libri decem
(1553). Fernando Vázquez de Menchaca (1512-69), afortunado
purificador y buen constructor, dotado de un gran genio dialéctico;
aunque incidentalmente, defendió con fuerza el principio de la
libertad de los mares e influyó en Grocio; subrayó la incompatibilidad
del Imperio con la solidaridad internacional; escribió Controversiarum
illustrium aliarumque usu f requentium. Libri tres (1563). Baltasar de
Ayala (1548-84) trató ampliamente del Derecho de la guerra y de .los
tratados internacionales; aunque no radicalmente, está algo más
separado, siendo consecuente con su cargo de auditor general del
ejército de A. Farnesio; así, negó el derecho de rebelión; escribió De
iure et officiis bellicis et disciplina militari. Libri tres (1582); es digna
de resaltar la muy considerable cantidad de referencias a otros
autores. El jesuita Luis de Molina (v.) afirmó sobre todo la soberanía
de los Estados, con una clara visión del Estado moderno; expuso con
amplitud el Derecho de la guerra y matizó la terminología vitoriana de
guerras ofensivas y defensivas; escribió De iustitia et iure, tomi sex
(1593-1600).

Deben consignarse también: Martín de Azpilcueta (v.; 1492-


1586), llamado el Doctor Navarro, compañero muy respetuoso de F.
de Vitoria; estudió problemas determinados, p. ej., el contrabando de
guerra; escribió Enchiridion (1550). El franciscano Alfonso de Castro
(v.; 14951558) trató sobre la guerra y tuvo un punto de vista
voluntarista; escribió De iusta haereticorum punitione, Libri tres.
Gregorio López (v.), glosador de las Siete Partidas (1555), se separó
en algunos puntos. El dominico Diego de Chaves (1507-92). El
dominico Melchor Cano (v.), discípulo predilecto de Vitoria, concebía
al Derecho de gentes esencialmente positivo, como voluntad de los
pueblos al servicio de la paz y de la civilización; publicó unas
Relectiones. Juan de la Peña (1512-65), también dominico, expuso
su construcción con gran claridad; por primera vez, dio relieve
inusitado al arbitraje internacional.

Diego de Covarrubias y Leyva (v.) dio forma al Renacimiento


jurídico español, siendo el primer teorizante de la política imperial de
España; fue una relevante figura en la cultura europea, en múltiples
ramas del saber; definió el Derecho de gentes como el «conjunto de
principios que el hombre conoce por luz natural, común a todas las
gentes y que ha sido establecido por el consentimiento unánime de
los hombres»; escribió Variarum resolutionum (1552). El dominico
Bartolomé de Medina (v.; 1527-80) estudió sobre todo el concepto del
Derecho de gentes. El fiel discípulo de Vitoria, Martín de Ledesma,
dominico (m. 1584). El también dominico Domingo Báñez (v.), que
trató ampliamente del Derecho de la guerra y del arbitraje
internacional; escribió De iure et iustitia decisiones (1594). El jesuita
Franciscn de Toledo (1532-96) se ocupa de varios temas del
Derecho de la guerra en su Enarratio in Summam Theologiae... El
jesuita José de Acosta (v.) publicó muchas obras, De procuranda
salute indorum, Libri sex (1588), Historia natural y moral de las Indias
(1590), etc. El agustino Miguel Bartolomé Salón (15391621) publicó
una interesante obra, Commentaria in disputationem de iustitia (1591-
98). El jesuita Gregorio de Valencia (v.; 1551-1603) se ocupó
especialmente de la guerra y publicó múltiples obras, entre ellas
Commentaria theologica (1595); el jesuita Gabriel Vázquez (v.; 1551-
1604), escribió Commentaria ac disputationes in Summam S.
Thomae (1598). El también jesuita Juan de Salas (1553-1612)
publicó un interesante Tractatus de legibus... (1611). El dominico
Pedro de Ledesma (m. 1616) desarrolló puntos determinados. El
jesuita Luis del Alcázar (1554-1613), cuyos escritos utilizó Grocio con
cierta asiduidad. Pueden citarse también: el franciscano Antonio de
Córdoba, muy fiel a F. de Vitoria, que publicó en 1553 una
Annotationes in Dominicum Sotum... Rodrigo Suárez, quien
desarrolló magistralmente la tesis de la libertad de los mares y la
noción del mar territorial, que es de dominio exclusivo de la nación
por su necesidad de expansión y el condicionamiento de la propia
defensa; escribió Del uso del mar y mercaderías que se llevan por él,
Allegationes et consilia (1555), etc. El agustino Pedro de Aragón
publicó un interesante De Fide, Spe et Charitate en 1584.

5. La última gran figura de la escuela. El jesuita Francisco Suárez


de Toledo (v.), llamado el Doctor Eximio, cierra propiamente la e.
clásica española del Derecho de gentes. Suárez ya no es tan fiel al
intelectualismo tomista, y es un gran filósofo del Derecho. Su obra
principal, Tractatus de legibus ac Deo legislatore in decem libros...
(1612) se completa sobre todo con Def ensio f idei catholicae et
apostolicae adversus anglicanae sectae errores (1613) y Opus de
triplici virtute theologica, Fide, Spe et Charitate, publicado en 1621.
Para él, el Derecho de gentes se diferencia sustancialmente del
natural, y es simplemente humano y positivo, teniendo como notas su
contingencia y extensión casi universal; avanzando en su
construcción, lo distingue claramente del civil. Estudiando la
naturaleza y el contenido del Derecho de gentes, distingue
magistralmente el Ius ínter gentes, que considera fundamental,
afirmando que es el Derecho que todas las naciones deben guardar
en sus relaciones mutuas, con base en la existencia de una
comunidad jurídico-internacional; y el Ius intra gentes, Derecho que
todas las ciudades y reinos observan dentro de sí mismos. Dio la
más perfecta formulación de la comunidad internacional de Estados
soberanos; si la comunidad universal quedó dividida en comunidades
políticas históricas, no se rompía por eso la sustancial «unidad, no
sólo específica, sino también cuasipolítica y moral». Ningún pueblo
puede eludir el hecho ontológico de su. pertenencia a una comunidad
superior, y todos precisan de un Derecho por el cual sean rectamente
dirigidos, ya que esos pueblos nunca son aisladamente de tal modo
suficientes para sí que no necesiten de alguna ayuda, sociedad y
comunicación. En 1584 explicó su De bello, publicado después en De
Charitate. Estudia en él ampliamente el Derecho de la guerra;
advierte que una guerra no injusta puede ser opuesta a la caridad.
Como supuestos de guerra justa exige una injuria del enemigo, que
debe ser castigada, o de la ley que haya de defenderse; que la
utilización de la fuerza militar sea ineludible; que exista adecuada
proporción entre la causa de la guerra y los daños que
inevitablemente acarrea ésta. La tesis del Derecho internacional en
F. Suárez es producto de una lenta génesis de ideas, y representa la
última cumbre en la evolución unitaria, cuyo punto de arranque fuera
F. de Vitoria. Supone alguna desviación menos afortunada en otros.
La ruptura con la e. clásica española del Derecho de gentes se
producirá de manera palmaria con el jesuita Rodrigo de Arriaga
(1592-1657).

También podría gustarte