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Rev. Febrero 2022

Autor: Natalia Encalada Castillo, MSc.

Tema 2. Perspectiva teórica de las relaciones


internacionales

Teorías positivistas

Introducción

La complejidad del sistema internacional hace necesario que su análisis se aborde


desde distintas perspectivas teóricas. Dentro del espectro metodológico, se
observan teorías positivistas e interpretativas que buscan explicar y entender las
dinámicas internacionales respectivamente. En este segundo tema, se abordan
los paradigmas clásicos de la disciplina de las relaciones internacionales: el
realismo y liberalismo; base de los debates académicos positivistas que dan lugar,
posteriormente, a la creación de otras teorías de corte interpretativo.

Palabras clave

Positivismo, racionalidad, realismo, liberalismo

Reto

¿Cómo entienden el mundo las teorías clásicas positivistas de las relaciones


internacionales?
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Desarrollo

Análisis teórico de las relaciones internacionales

La realidad internacional es compleja debido a la diversidad de temas,


acontecimientos inesperados, problemas globales crecientes, contexto cambiante,
velocidad de los avances tecnológicos, entre otros factores. Considerando esto, el
estudio de las dinámicas internacionales se ha ido conformando a lo largo del
tiempo a través de distintas perspectivas teóricas que parten de una diversidad
de elementos analíticos que permiten explicarlas y entenderlas.

Dentro del espectro metodológico, por un lado, se encuentran las teorías


positivistas, aquellas más tradicionales que buscan encontrar patrones y
generalizaciones que determinen relaciones de causalidad en los eventos
internacionales. Estas perspectivas sostienen sus argumentos por medio de
evidencias objetivas, como bases de datos y correlaciones estadísticas, tratando
así de observar el objeto de estudio como un científico lo estaría observando fuera
del mundo. Por otro lado, las teorías interpretativas o pospositivistas se centran
en entender elementos tan diversos como las ideas, la inequidad en las
estructuras, el lenguaje, la influencia histórica de la colonización, entre otras; esto
partiendo de la conciencia de que el internacionalista está dentro del mundo y,
por lo tanto, no puede separarse de él para analizarlo; en consecuencia, al ser
parte del mismo, su teorización está influida por el contexto, pero al mismo
tiempo el internacionalista también puede influir en el mundo con su teorización
(Lamont, 2015).

En este segundo tema, se abordarán las teorías positivistas, cuya influencia es la base
de la disciplina de las relaciones internacionales desde el período entreguerras. El
debate entre el realismo y el liberalismo continúa sin estar resuelto; sin embargo,
ambas visiones contrarias han aportado elementos importantes para el análisis
internacional. En ambas se argumenta que el Estado es un ente racional, es decir,
que evalúa entre costos y beneficios, eligiendo las políticas exteriores que maximicen
su interés nacional al menor costo. Dicho interés, desde la mirada realista, se centra
en el poder entendido sobre todo en términos militares y territoriales, mientras que
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para la mirada liberal se prioriza el progreso, el crecimiento económico y el bienestar


para el mayor número de ciudadanos.

Realismo clásico

Los antecedentes del realismo político se remontan a autores como Sun Tzu,
quien escribió “El arte de la guerra” 500 años a. C., cuyo principal argumento es la
estrategia de someter al enemigo sin darle batalla, es decir, por medio del miedo.
De igual forma, el militar e historiador Tucídides intentó relatar y analizar la
“Historia de la guerra del Peloponeso” en el año 431 a. C., llegando a la conclusión
de que la guerra fue causada por la amenaza que significaba el poder de Atenas
para Esparta y el sentimiento de temor que generó.

En 1513, Maquiavelo describía también la realidad política de su época en su


conocido escrito “El Príncipe”, donde la premisa de que el fin justifica los medios
explicaba de manera clara el principio de razón de Estado que primaba. Es decir,
cualquier medida excepcional, incluso sobre los derechos individuales y
colectivos, se justificaba con el objetivo de que el Estado sobreviviese. En efecto,
todos estos autores nos muestran un mundo violento que lleva por detrás una
naturaleza humana egoísta y desordenada. Frente a esto, Hobbes, en 1651,
plantea en su obra el “Leviatán” que el Estado es ese ente poderoso que debe
garantizar la seguridad individual y controlar los conflictos originados por los
intereses individuales de los seres humanos.

No obstante, cuando esto se lleva al análisis internacional, se evidencia que no se


cuenta con ese Gobierno que controle de manera similar a la que funciona dentro
de los Estados. Esto es lo que se conoce como la anarquía internacional. La
misma, desde la mirada realista, causa que, frente a la falta de control y sanciones,
los Estados puedan realizar todo tipo de acciones justificadas en su interés
nacional, que es acumular poder. En este caso, el argumento realista se centra en
el poder militar y territorial. En dicho escenario, entonces, el conflicto se vuelve
inevitable y el mundo se observa como una lucha eterna por el poder. Se busca
explicar el mundo “tal como es” y no cómo debería ser, pues se considera que no
existe posibilidad de cambiar este contexto peligroso e inseguro (Wolforth, 2014).
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Autores como Edward Carr o Hans Morgenthau realizaron aportes significativos


a la teorización del realismo clásico, basando sus argumentos, sobre todo, en
evidencias históricas. Para los realistas, en el contexto internacional anárquico
violento, los Estados son la principal unidad de análisis. Este Estado se lo asume
como un ente racional que busca maximizar su poder. Se plantea una perspectiva
de suma cero, entendiendo que, en las dinámicas de interacción, cuando un
Estado se beneficia, esto implica pérdida en las capacidades de los demás
Estados. En este escenario, se observa el principio de autoayuda; es decir, como
cada Estado busca sus intereses, no puede confiar en que los otros le ayudarán
de manera altruista, por lo que cada Estado tiene sobrevivir por su cuenta
(Morgenthau, 1948). Asimismo, se plantea el dilema de seguridad: por la
inseguridad del sistema, cada Estado busca sobrevivir por medios militares,
alianzas u otras estrategias; sin embargo, al generar estas acciones, si es percibido
como demasiado fuerte, los demás Estados también buscarán aumentar su
seguridad, planteando el dilema para cada uno de ellos, ya que por un lado
estarán más protegidos, pero por otro generarán mayores tensiones.

Neorrealismo

En el afán de que la perspectiva realista trascienda el análisis únicamente


filosófico e histórico, autores como Kenneth Waltz plantean la necesidad de
generar una teoría de política internacional con mayor rigurosidad científica y
con explicaciones parsimoniosas; es decir, que con pocos postulados se puedan
explicar varios fenómenos internacionales. En efecto, Waltz (1954) plantea tres
factores (imágenes) que causan los conflictos internacionales:

1. La naturaleza humana, sobre todo de los líderes, quienes, al ser egoístas y


priorizar el interés individual, pueden causar una guerra.
2. El Estado, cuando en sus objetivos nacionales plantea de manera
institucionalizada, por ejemplo, el nacionalismo o la expansión territorial.
3. La anarquía internacional, es decir, que la ausencia de una autoridad
mundial hace que los Estados busquen la supervivencia en un contexto
inseguro. Waltz enfatiza que, mientras las dos primeras explicaciones se
reducen a casos específicos, la tercera imagen es el principal factor general
del conflicto, así como de las dinámicas internacionales a un nivel sistémico.
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Waltz (1979) centra su teorización en la noción de sistema internacional,


clasificándolo en unipolar, bipolar y multipolar, de acuerdo a la concentración
del poder en un número específico de potencias hegemónicas. Se considera que,
desde la experiencia de la Guerra Fría, la bipolaridad es la configuración
estructural más beneficiosa, ya que habría menor incertidumbre y entre estas dos
potencias habría más posibilidades de gestión conjunta de las problemáticas
globales. Si bien al final de este conflicto ideológico Estados Unidos lideró un
mundo unipolar durante un corto tiempo, la globalización aceleró el crecimiento
económico y político de otros Estados emergentes, como China, Rusia, Brasil,
India y Sudáfrica, configurando actualmente un mundo multipolar.

En la visión realista, la estructura anárquica del sistema obliga a los Estados a


ejercer la autoayuda. En su criterio, los Estados son funcionalmente iguales, ya
que todos quieren sobrevivir; pero son distintos en cuanto a su capacidad
material. En este sentido, considera que es irrelevante lo que esté sucediendo a
nivel interno de los países, ya que lo que determina sus acciones exteriores es la
estructura del sistema. La principal diferencia con el realismo clásico es que, en
este, el poder es la prioridad en la agenda estatal, mientras que el neorrealismo
propone que el poder pasa a ser secundario, ya que es un medio para la
seguridad. Asimismo, se plantea que el equilibrio de poder se genera de forma
espontánea en el sistema: cuando se observa que un Estado está creciendo
demasiado en su poder, los demás Estados, al sentir esa amenaza, se aliarán para
balancear el poder. Para Waltz, esto se traduce en una carrera armamentística sin
fin que responde al dilema de seguridad.

Por su parte, Robert Gilpin analiza el rol de las potencias hegemónicas en el


sistema, planteando la teoría de la estabilidad hegemónica. Considera que los
Estados poderosos buscan la mayor influencia sobre todo el sistema
internacional, generando incluso cooperación entre estas grandes potencias, lo
cual a su vez sostiene el sistema. En efecto, se argumenta que la estabilidad del
sistema tiene como base la distribución del poder y el rol de los hegemones en
ella. Se sugiere que el orden internacional actual tiene como base el poder de los
Estados Unidos. Según Gilpin, el Estado hegemónico respeta la independencia
del resto de Estados para mantener su legitimidad y prestigio. Asimismo, este
autor desarrolló la teoría de la transición del poder, indicando que han existido
varios auges y caídas de los Estados hegemónicos históricamente. Cuando un
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hegemón se debilita, otro Estado que vaya creciendo en su poder lo cuestionará,


y así una guerra logra el cambio hacia la dominación de un nuevo hegemón
(Wolforth, 2014).

Liberalismo

Como perspectiva contrapuesta al realismo, los autores del liberalismo de las


relaciones internacionales plantean una mirada positiva de la humanidad
concordante con un sistema internacional basado en las instituciones y la
cooperación. Los antecedentes históricos de esta teorización se encuentran en los
postulados de autores como John Locke, sobre la libertad individual y el contrato
social, e Immanuel Kant, quien visualizó una paz perpetua entre las naciones
basada en una federación de Estados libres y en la hospitalidad universal. Más
aún, tres elementos conforman lo que se conoce como el trípode kantiano o los
pilares de la teorización liberal: democracia, instituciones e interdependencia.

La teoría liberal de las relaciones internacionales plantea el objetivo de progreso


como un ideal de los Estados y las sociedades, que se facilita a través de las
instituciones internacionales. Esto se complementa con el respeto a las normas de
derecho internacional y la democracia como ejes fundamentales del orden
internacional liberal. Se considera que la paz y la justicia se irán consolidando de
manera inevitable debido a que la racionalidad de los Estados les hace priorizar
como interés nacional el desarrollo económico y el bienestar de su población. En
este sentido, se ha nutrido de elementos de análisis del gran paraguas filosófico
del liberalismo en la ciencia política y la economía.

En este contexto, Michael Doyle (2014) establece la teoría de la paz democrática,


la cual argumenta que los Estados democráticos liberales tienden a ser pacíficos
entre ellos, pero son más proclives a la guerra con los Estados no liberales. Esto
responde a que los Gobiernos republicanos democráticos priorizan las soluciones
pacíficas gracias a que la ciudadanía ejerce control sobre ellos. Asimismo, los
intereses y valores comunes refuerzan los lazos de interdependencia, bajo los
cuales las ganancias recíprocas hacen que sea menos beneficioso el conflicto
armado. De esta forma, se habla de una zona de paz liberal que estaría creciendo,
ya que el objetivo de cada vez más Estados es ser liberales y alcanzar el nivel de
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vida de los Estados con altos niveles de progreso, en base a la economía


capitalista y al sistema político democrático.

De igual forma, Doyle profundiza el análisis de las debilidades del liberalismo,


considerado como teoría que no solo busca explicar el mundo, sino también
plantear cómo debería ser. De este modo, concluye que dos rasgos que deben
evitarse para lograr una política exterior liberal efectiva son la complacencia y la
agresividad imprudente. La primera se refiere a la tendencia a dar respuestas
demasiado blandas o nulas frente a potencias agresivas, con el fin de evitar
conflictos a toda costa (por ejemplo, la respuesta de la Sociedad de Naciones y
varios países europeos frente a las políticas expansionistas de Hitler). Por el
contrario, la agresividad imprudente, refleja la excesiva intención de difundir los
valores liberales al punto de querer imponerlos incluso por medio de la fuerza
(tal es el caso de las intervenciones “humanitarias” armadas de Estados Unidos
en varios países no liberales) (Doyle, 2014).

Neoliberalismo

Tal y como sucedió con el neorrealismo, varios autores de corte liberal buscaron
renovar dicha teorización y volverla más científica y aplicable al contexto de la
globalización. En efecto, posteriormente a la II Guerra Mundial, se evidenció el
creciente número e influencia de los organismos internacionales, iniciado con la
creación de múltiples fondos, programas y agencias especializadas en la
Organización de las Naciones Unidas. Como respuesta a estas dinámicas y
tomando también como base de discusión el concepto de sistema internacional,
nace el neoliberalismo. Robert Keohane y Joseph Nye desarrollaron los pilares de
esta perspectiva en su obra “Poder e interdependencia”, escrita en 1977.

Por su enfoque en las instituciones, autores como Keohane (1989) definen esta
perspectiva como institucionalismo neoliberal. Se considera que Estado
continúa siendo el actor más importante del ámbito internacional, pero no el
único, ya que los organismos internacionales, las empresas transnacionales y la
sociedad civil, entre otros, han ido incrementando su rol. En este contexto, las
instituciones ejercen una importante influencia en el actuar de los Estados y
demás actores, a través de normas formales e informales. Asimismo, los
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organismos internacionales son fundamentales para regular y promover la


cooperación, ya que facilitan las negociaciones y permiten consolidar
compromisos y su legitimidad.

La teoría de la interdependencia compleja, propuesta por Keohane y Nye,


afirma que la interdependencia, tras la Guerra Fría, se hizo más compleja, ya que
existe una mutua dependencia entre individuos, pueblos y Gobiernos. Se
observan relaciones múltiples y a múltiples niveles, incluyendo actores locales y
privados. Se considera también que los principales temas de la agenda de política
exterior de los Estados tienen relación con el ámbito económico y comercial, y ya
no tanto con la seguridad. Concluyen que todos estos vínculos en una diversidad
de temáticas hacen menos probable que se den conflictos armados.

Nye (2009), por su parte, profundizó la teorización de los tipos de poder,


planteando que el que se analiza desde la mirada realista es un tipo de “poder
duro”, definido como la capacidad de influir a través de la coerción. La
innovación que propone es que existe otro tipo de poder, el “blando”, definido
como la capacidad de persuadir o atraer para influir en las decisiones. En sus
últimos escritos va más allá y sostiene que la capacidad de combinar ambos tipos
de poder se define como “poder inteligente”.

Conclusiones

El realismo y el liberalismo constituyen las dos representaciones teóricas clásicas


de las relaciones internacionales. Se asemejan en su argumento sobre el carácter
racional del Estado y en que utilizan metodologías positivistas para sustentar sus
postulados, es decir, buscan analizar de forma objetiva la realidad internacional
y con evidencias basadas, sobre todo, en lo material. Mientras que el realismo
explica el mundo desde una perspectiva pesimista que ve al ser humano y, por
lo tanto, a los Estados como egoístas, conflictivos y actores de una lucha
interminable por el poder; el liberalismo plantea que la anarquía internacional se
puede ordenar a partir de las instituciones, las cuales son la base de un sistema
que promueve el progreso, la democracia y el desarrollo económico.
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Referencias

• Doyle, M. (2014). Liberalism and Foreign Policy. United Kingdom: Oxford


University Press.
• Keohane, R. (1989). Institucionalismo Neoliberal. Una perspectiva de la
política mundial. United States: Avalon Publishing.
• Lamont, C. (2015). Research Methods in International Relations. Los
Angeles: Sage.
• Morgenthau, H. (1948). Escritos sobre Política Internacional. Madrid: Tecnos.
• Nye, J. (2009). Soft Power. United Kingdom: Hachette.
• Waltz, K. (1954). Man, State and War. A theoretical analysis. New York:
Columbia University Press.
• Waltz, K. (1979). Theory of International Politics. Reading: Addison-
Wesley Publishing Company.
• Wolforth, W. (2014). Realism and Foreign Policy. En S. e. Smith, Foreign
Policy. Theories, actors and cases. (págs. 35-53). United Kingdom: Oxford
University Press.

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