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Introducción

La Reconquista es el proceso que reforzó los lazos grupales, los valores de la valentía
guerrera, de allí que con ella surge el ideal caballeresco, ese “hombre virtuoso” que
alcanzó el honor y la riqueza por medio de las armas, es decir, luchando para servir a
Dios y a su señor y rechazando totalmente el trabajo manual. Luego de que España
haya finalizado este periodo, comenzó el Renacimiento, una época de exaltación de la
individualidad del hombre.
Eliott comenta que los ideales renacentistas se introdujeron en toda la sociedad
castellana y unieron los estratos populares con la aristocracia, teniendo como común
denominador el desprecio por el trabajo manual y la vida sedentaria. (Extraído de la
p.64).
Cuando se da la conquista de América, todas esas características del periodo de la
Reconquista española vuelven a los españoles porque nuevamente atraviesan un
periodo de lucha, en el que deben ganarse a un continente con su habilidad virtuosa
para poder hacerse de las riquezas del medio para su beneficio.
El honor cuenta con diversas acepciones:
I. La consideración exterior del honor: Viene a significar el honor como una
acepción externa y no reside en el interior de la persona, sino en el exterior que
será juzgado con base a las acciones que ese hombre realice, en ese sentido,
es preferible perder la honra en secreto y conservar la apariencia de tenerla
ante los demás.
a) Causas de las crónicas: Fueron escritas para que no cayera en el olvido las
hazañas de los conquistadores que vinieron a América a fin de que se
perpetúe su fama. La fama a obtener no solo será en la tercera vida, sino
también ofrecía la posibilidad de ganar títulos y obtener un renombre.
Ejemplo de ello es la crónica de Bernal Díaz del Castillo. Bernal, al leer
Conquista de Méjico de López de Gómara tiene la impresión de que solo se
loaban las hazañas de Cortés en el libro y se minusvaloraban las de
compañeros de armas, por esa razón él decide escribir Historia verdadera
de la conquista de la Nueva España “porque cosas tan heroicas como
adelante diré no se olvides, ni más las aniquiles y claramente se conozcan
ser verdaderas (…) y porque haya fama memorable de nuestras
conquistas” (p. 72)
Otra forma de ganar fama consiste en ser autor de propias crónicas, como
el caso del soldado bávaro Ulrico Schmidel que dice: “(…) En ese tiempo
en el que anduve entre las naciones de indios, sufrí y padecí no pocos
peligros para el cuerpo y la vida, grandes hambres, miserias, aflicciones y
angustias, como se contiene en esta relación histórica” (p. 73).
Si bien poco oro se llevó este soldado alemán a Baviera, por lo menos dejó
constancia del sufrimiento que vivió en las Indias, logrando con ello
singularizarse y eso es lo realmente importante. Dicho sufrimiento fue un
atajo para alcanzar la honra que la tierra por él recorrida le negó.
Queda constancia de que la escritura de crónicas y el sentimiento de honor
no solo se le atribuye a los castellanos, sino también a alemanes, como
Ulrico, portugueses, como De Soto e incluso a peruanos, como el Inca
Garcilaso De La Vega.
b) Autoalabanzas y preocupación por la propia reputación: En este apartado
se habla del reconocimiento propio de la honra y del honor, pues si bien, si
la sociedad no la reconoce, el propio interesado hará que se reconozca.
El caso más extremo es el de Bernal Díaz, él es un conquistador anónimo
de México que no duda en reconocer sus propios méritos y pide que se le
recuerde en la tercera vida. En su crónica dice: “He traído esto aquí a la
memoria para que se vean nuestros muchos y buenos y notables servicios
que hicimos al rey, nuestro señor y a toda la cristiandad, y se pongan en
una balanza y medida cada cosa en su cantidad, y hallaran que somos
dignos y merecedores de ser puestos y remunerados como los caballeros
por mí atrás dichos, Y aunque entre los valerosos soldados que en estas
hojas pasadas he puesto por memoria hubo otros muchos esforzados y
valerosos compañeros, y todos me tenían a mí en reputación de buen
soldado” (Sacado de la p.77).
En la cita mencionada queda en evidencia que se justifica y exige
remuneración por los valores que él desempeñó y que la honra es algo
propio que le deben. Bernal no duda en reconocer a algunos otros
soldados, pero de entre todos ellos hace una exaltación a sí mismo. Es
evidente que en todo momento busca exaltar sus propias virtudes, incluso
en los capítulos finales de su libro tiene un diálogo con la fama, en el que le
pide a ella que se recuerden heroicamente las hazañas que realizó.
La fama no solo es una preocupación para la tercera vida, sino también
para la actualidad. Cuenta el cronista Pigafetta que “la mayor parte de la
tripulación, esclava más que del honor que de la propia vida, decidimos
esforzarnos en regresar a España cuales quiera fuesen los peligros que
tuviéramos que recorrer”. (Extraído de la p. 77). Él nos cuenta que se da en
la expedición de Megallanes, sucede que luego de la muerte del capitán
Elcano surgen dificultades por regresar y algunos deciden quedarse en
Mozambique, la ciudad donde se encontraban, pero otros emprendieron el
viaje de vuelta a España por su honra.
c) Dejar fama tras de sí: Implica dejar un digno recuerdo de las acciones que
la persona ejecutó para las generaciones futuras, es decir, sobrevivir a la
tercera vida de la que habla Jorge Manrique.
Aquí se encuentra el relato de López de Gómara acerca del ideal de fama
compartido por Balboa, que entre los motivos de inmensa alegría tras
descubrir el océano Pacífico, el que más resalta es el de “cobrar un gran
nombre”.
Pedro De Valdivia también desea dejar una obra duradera en la vida
terrenal para que se recuerde en la tercera vida y ser recordado relatando
lo que él hizo, sus trabajos y lo que fue. Sin embargo, aunque en muchas
partes relata todas sus hazañas, no se olvida de sus soldados y se
enorgullece de ellos como su capitán guiándolos como Dios y su rey lo
guían a él. Afirma De Valdivia: “Su intento principal era hacer obras
famosas y servicios hazañosos y dignos de perpetua memoria la Corona
Real de España”. (Extraído de la p.86).
d) Títulos: Se lograban mediante la búsqueda del reconocimiento ajeno, ya
sea de los contemporáneos o de las generaciones futuras, incluso los
monarcas fueron generosos con algunos conquistadores con este tipo de
reconocimientos, sin embargo, hubo casos en los que no se les dio los
títulos correspondientes a los conquistadores generando un gran
resentimiento.
Un caso peculiar es el de Don Diego de Almagro. Relata López de Gómara
que a Don Diego no se le ofrecieron títulos, puesto que Pizarro reconoció
todas las hazañas para sí mismo. Dice: “Muy corrido y quejoso estaba de
Francisco Pizarro; porque siendo tan amigos, lo había excluido de los
honores y títulos que para sí traía; y porque siendo compañeros en los
gastos, quería echarlo de la ganancia como de la honra, pues no le dejaba
parte en el mando ni gobierno; y lo que mucho sentía era, que habiendo él
puesto más hacienda y perdido un ojo en el descubrimiento, no lo había
dicho el Emperador. Decía, en fin, que quería más honra que hacienda.”
(p.89).
Es interesante mencionar que los hechos hazañosos no solo son propios
de los hombres, sino también de mujeres como María de Estrada,
“peleando valerosamente con furia y ánimo, excedía al esfuerzo de
cualquier varón, por esforzado y animoso que fuere (…)”(Extraído de la
p.90)
e) Lealtad a la corona y rectitud moral: No solo los hechos hazañosos
producen honra, sino también las actitudes morales. Esta fama refiere a la
de vasallo leal. Tanto es así que, según el Pacificador, “a su cargo estaba la
honra de su Majestad”.
Según transmite Agustín de Zárate, la Gasca escribe a Gonzalo Pizarro
que: “después del alma, ninguna cosa es entre los hombres más preciosos
que la honra (…) no haciendo él lo que con su rey debe, porque el que a
Dios en la fe o al rey en la fidelidad no corresponde como justo, no solo
pierde su fama, sino que se deshace de su linaje y deudos”. (p.102)
La honra proviene de la vida moralmente recta donde las virtudes militares
ocuparon un lugar importante. En las crónicas los conquistadores tienen la
necesidad de tener fama de virtuosos, a diferencia de algunos soldados
poco convencidos de emprender una nueva batalla.
II. Honor como fama: La búsqueda de la fama es un sentimiento muy
renacentista, este queda expuesto en las Coplas de Jorge Manrique, es ese
reconocimiento que se espera seguir teniendo en la tercera vida, la vida propia
de la fama. La fama no es necesariamente algo exterior, en esta acepción, el
honor está intrínsecamente unido a la virtud, no es el valor que posee la
persona ante la opinión ajena, más bien es el valor que posee la persona ante
sí misma y sus propias virtudes.
III. Honor por título: En los siglos XVI y XVII persiste la mentalidad aristocrática en
la que se enlaza el honor con el nacimiento: “noblesse oblige”, en otras
palabras, la nobleza de sangre implica obligaciones de la conducta honrada.
Por esta razón se crea un conflicto entre los hombres honrados que no son de
alta cuna y los que sí lo son. No es necesariamente la riqueza económica la
que hace honrado a un hombre, sino el tener el título de honor, empero cuando
el honor se hace una virtud ya no es necesario tener el título para poder ser
honrado. Otra forma de obtener los títulos se da escribiendo gestas guerreras,
relatar sobre sí mismo o sobre otros, abre un ascenso a la escala social.
Trabajos deshonrosos
Coherentemente con la ética caballeresca heredada de la Reconquista, las actividades
manuales y la vida sedentaria se consideraban deshonrosas. Jerónimo de Vivar lo
expresa: “A los conquistadores se les hace grave sembrar y cultivar la tierra”.
Hernando Colón sostiene que Colón sostiene que los padres del Almirante eran
pobres, pero que Cristóbal era digno de toda honra por las obras que realizó y enfatiza
que no era artesano, sino letrado.
De las Casas menciona en la página 105 que “era necesario que también ayudasen
los Hidalgos y gentes del palacio o de capa prieta, que también hambre y miseria
padecían, y a los unos y a los otros se les hacía a par de muerte ir a trabajar con sus
manos, en especial no comiendo; fuele necesario al Almirante añadir al mando
violencia, y a poder de graves penas, constreñir a los unos y a los otros para que las
semejantes obras públicas se hiciesen”. (Extraído de la p.105).

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