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Guerra, distribución de la renta

y actividad comercial en la Edad Media


Emiliano Fernández de Pinedo
Universidad del País Vasco

La falta de fuentes hace de los orígenes de la actividad comercial, de sus relaciones con la
agricultura y de éstas con la demografía en la alta Edad media uno de los temas más resbaladizos y en
el que la interpretación de los escasos documentos no deja de apoyarse en abundantes hipótesis y
suposiciones. Abandonada la vieja idea de una economía natural, autosuficiente y cerrada,
construcción lógica, pero sin contraste empírico, no resulta fácil exponer una «teoría», un esquema
alternativo. Lo que debe de quedar fuera de duda es que la actividad comercial en la alta Edad Media
pudo ser reducida, pero en ningún caso inexistente. Mi exposición se va a centrar en el desarrollo de
tres aspectos que creo que a lo largo de la Edad Media contribuyeron a fomentar la actividad
comercial, sin que ello implique la exclusión de otros factores: la guerra, el cambio en la modalidad de
exacciones y la redistribución de la renta.

LA GUERRA

Si analizamos las figuras impositivas, surgen indicios de que a partir de principios del siglo X la
actividad comercial empezó a resultar lo suficientemente intensa como para que la exención del pago
de portazgos localmente a lo ancho del reino astur-leonés fuese un privilegio apetecible. Don Claudio
Sánchez-Albornoz recogió una serie de documentos para el estudio de la hacienda en el reino astur-
1
leonés . El primero que alude a un impuesto sobre la circulación de mercancías data de 905; se trata
de una exención de portático por todo el reino, lo que indica que algunos individuos o las mercancías
de ciertos núcleos circulaban ampliamente. Los ingresos procedentes de ciertos portáticos sirvieron a
Ordoño II para dotar a la iglesia de León en 916. En los citados documentos del siglo X, sólo el censum
y el montaticum aparecen tan mencionados como el portático lo que indica la importancia de dicha
2
figura y por ende de la actividad que gravaba . Hay por tanto indicios de que el tráfico comercial en la
Hispania cristiana fue bastante activo y relativamente temprano. El citado D. Claudio ya había
esbozado una explicación del precoz desarrollo comercial en los reinos cristianos: «En León y Castilla,
donde en el siglo X había una masa numerosa de pequeños y medianos propietarios, y las grandes
propiedades estaban más dispersas que en ningún otro país allende el Pirineo, era aún más imposible
que en Europa la autarquía económica de los señoríos y el régimen de economía doméstica cerrada.
Dentro del reino astur-leonés era León y su alfoz, de los centros geográficos donde más dividida se
hallaba la tierra, y era, por tanto, en ella más indispensable aún que en las demás regiones el
3
intercambio y el comercio» . Esa estructura socio-económica que estimulaba los intercambios se

El Fuero de Santander y su época. Actas del congreso conmemorativo de su VIII centenario, (Santander, Diputación
Regional de Cantabria/Ayuntamiento de Santander/Universidad de Cantabria/ Ediciones Librería Estudio, 1989), pp. 246-
249.
1
«Documentos para el estudio de la hacienda en el reino asturleonés», Cuadernos de Historia de España, t. LXVII-LXVIII
(1982), pp. 410-425.
2
«... tenemos ya noticias documentadas de la reunión de mercados de León y Castilla durante el siglo X, si bien esas
noticias son escasas y poco explícitas». GARCÍA DE VALDEAVELLANO, L., El mercado en León y Castilla durante la Edad Media,
(Sevilla, Universidad de Sevilla, 19732), p. 40. En Inglaterra el desarrollo de los impuestos sobre la circulación de
mercancías, vía peajes, fue algo más precoz, tuvo lugar a partir del siglo IX y a lo largo del X. SAWYER, P., «Early Fairs and
Markets in England and Scandinavia», en B. L. Anderson and A. J. H. Latham (eds.), The Market in History, (Londres, 1986),
pp. 62, 63 y 67.
3
SÁNCHEZ-ALBORNOZ, C., Una ciudad de la España cristiana hace mil años, (Madrid, 19665), p. 40, n. 44. También GARCÍA DE
VALDEAVELLANO, L., El mercado, op. cit., p. 48.
Historia Económica de España. Lecturas, 1. 2

basaba en un determinado tipo de repoblación, vinculado a la conquista de territorios al sur de la


Cordillera cantábrica.

Sin excedentes a duras penas puede haber actividad comercial. Pero la captación del excedente no
siempre tiene que realizarse primordialmente a costa de la parte de la sociedad sobre la que se
asienta el grupo dominante. Los reinos cristianos de la Edad media hispana son un buen ejemplo de
sociedades estructuradas para captar el excedente de sus vecinos a través de la guerra. La captación
del excedente merced a ese tipo de violencia revestía dos modalidades: el saqueo o una forma más
institucionalizada, las parias. Tanto en un caso como en otro, una sociedad volcada hacía la guerra
implicaba un alto grado de actividad comercial, tanto antes como después del conflicto. La
organización de una aceifa era una operación laboriosa y cara que tenía que movilizar a la economía
de los pequeños reinos cristianos. Piénsese nada más en la intendencia (alimentos, tiendas, carros,
acémilas...) que en caso de derrota constituía una parte sustancial del botín de los vencedores. Si la
guerra se saldaba con éxito, el reparto de las presas generaba un doble mercado. Primero transformar
el botín en bienes de fácil transporte, y luego, el gasto o la inversión de estos bienes, verosímilmente
ya en la retaguardia. No estamos bien informados de cómo se organizaba una expedición militar.
Parece claro que la obligación de servir al rey en la guerra a cambio del prestimonio o de la soldada no
resultaba suficiente para montar una ofensiva de cierta entidad. Pero además hay datos e indicios de
que las grandes expediciones exigían sumas considerables. Los condes catalanes tenían que recurrir en
la segunda mitad del siglo XII a préstamos efectuados por alguno de sus barones, por los judíos y
4
sobre todo por los templarios de la frontera . No debió de resultar distinto en Castilla; un precioso
texto literario –el Poema del mío Cid– ofrece un buen testimonio. Compuesto en la frontera de
Castilla, relata con gran realismo la vida de un señor guerrero castellano. Rodrígo Díaz de Vivar era un
noble de cierta relevancia en Castilla y, sin embargo, una vez desterrado, para montar su guerra
privada, tuvo que recurrir al crédito conseguido de tres judíos burgaleses, según el poema, merced a
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una astucia. La razón aducida por el juglar fue que «Acogensele ommes de todas partes menguados» ,
es decir sin recursos suficientes para guerrear. De la cantidad obtenida de los judíos –seiscientos
marcos– (v. 135), cincuenta los donó al convento de Cardeña, amén de doscientos para el
mantenimiento de su familia. Provisto del resto dio «pregones [de] como se va de la tierra» y se le
juntaron ciento quince caballeros más (v. 285 y ss.) que se añaden a los sesenta pendones, vasallos y
familiares suyos, que llevaba cuando entró en Burgos, es decir, antes de conseguir el préstamo. Se
evidencia que la relación vasallística sólo suplía una parte de la hueste y que el resto, la mayoría, se
embarcaba cuando la expedición estaba financieramente asentada. Acabará saliendo de Castilla con
trescientas lanzas (v. 419), amén de la infantería, un pequeño ejército con una intendencia
probablemente ligera, pero indispensable (alimentos para los hombres, cebada para los caballos) (v.
420 y 428). El pago de las tropas parece forzoso incluso cuando la fortuna ha sonreído al héroe y el
botín parece seguro:
«Por Aragón e por Navarra pregón mandó echar, a tierras de Castiella embió sus menssajes.
Andidieron los pregones, sabet, a todas partes al sabor de la ganancia, non lo quieren de tardar, grandes yentes
se le acojen de la buena cristiandad

quando vido las gentes juntadas, compencós de pagar»
(v. 1187 y ss.)

Tanto en el caso catalán, en el que rey organiza la expedición, como en el caso del Cid, el
financiamiento aparece imprescindible. Pero sin duda no sólo los jefes militares tenían que recurrir a

4
BISSON, T., Fiscal Accounts of Catalonia under the Early Count-kings (1151-1213), (University of California Press, 1984),
vol. I, pp. 82 y 183.
5
Citamos por la edición de Clásicos Castellanos, edición y notas de MENÉNDEZ PIDAL, R., 10.ª ed., Madrid 1963, verso 134.
Historia Económica de España. Lecturas, 1. 3

6
sus propios fondos o al imperfecto mercado de capitales de la época . Los caballeros y peones que se
apuntaban a las expediciones militares debían de costearse el armamento y en el caso de los primeros
las costosísimas monturas. Armas y caballos tenían que adquirirse, ya que el organizador de la aceifa
sólo debía de correr con los costes de la alimentación y/o de la soldada. La mayoría de esos bienes
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tuvieron que comprarse en el mercado . Y para ello era necesario disponer de dinero. Incluso después
de las expediciones.

Tras las batallas victoriosas y conquistas se tomaban abundantes presas. Estas solían consistir en
oro, plata, armas, ganados, ropa y obviamente prisioneros, que se repartían de acuerdo con ciertas
normas: el quinto para el jefe militar y a los caballeros el doble que a los peones. Como una parte
considerable de] botín estaba formada por bienes muebles de difícil transporte, cuando no por
8
inmuebles, tras las batallas se formaba un mercado . El Poema del mío Cid también recoge
indirectamente esta práctica. Cuando Rodrigo toma Castejón su quinto lo vende a los moros por «tres
mil marcos de plata» y por semejante cantidad el castillo de Alcocer (v. 521 y 845). Pero en muchas
ocasiones para evitar el saqueo y el botín consiguiente el enemigo «en paria va entrando» (v. 569) y el
dinero afluye directamente a las bolsas de los guerreros.

Vía parias y saqueos una parte del excedente de Al Andalus, se transfería a los cristianos del norte.
El desarrollo del Camino de Santiago, eje fundamental del comercio hispano cristiano ya a lo largo del
siglo XI, estuvo vinculado precisamente al enriquecimiento de los guerreros norteños. Y también sin
duda al interés de los comerciantes europeos de la época por captar la corriente de metales preciosos
que afluía desde el sur de la Península Ibérica. No fue una casualidad que en la periférica Hispania
surgiera un eje comercial E-O que la unía al resto de Europa cuando precisamente se organizaba y
consolidaba el principal circuito mercantil de la Edad Media, las ferias de Champaña y el comercio con
oriente. Un testimonio más a favor de la idea de un desarrollo hispano no dispar al de otros reinos
europeos. Una gran parte de esos ingresos extraordinarios pasaron al circuito comercial y reactivaron
los intercambios. Las primeras acuñaciones de plata de Alfonso VI están unidas a la explotación
tributaria de los reinos de taifas. Pero no sólo el rey dispuso de crecientes cantidades de metales
preciosos que monetizó. También a las parias se vincula el desarrollo del pago de soldadas a
infanzones y a caballeros, tesis de Claudio Sánchez-Albornoz que su discípula Hilda Grassotti cree
exacta y a la que añade «que entonces cambiará quizá el viejo equilibrio entre préstamos y soldadas
9
antes favorable proporcionalmente a los primeros, ahora favorable tal vez a los segundos» . Por este
camino es probable que los señores de la guerra se habituarían a disponer de liquidez y que pudieran
incrementar su capacidad de compra de bienes semi-perecederos, como tejidos, servidos por
comerciantes itinerantes.

NUEVAS MODALIDADES DE CAPTAR EL EXCEDENTE

El desarrollo de unos circuitos comerciales de bienes de semilujo unido a la afluencia de metales


preciosos de Al Andalus y al creciente hábito de pagar a los guerreros con soldadas debió de actuar
sobre el sistema fiscal y arrendaticio. Cuando las parias dejaron de afluir con regularidad, las arcas
reales tuvieron que llenarse con tributos extraídos a sus propios súbditos. La hacienda del rey empezó
a adoptar figuras impositivas de carácter general, pagadas en dinero, como la moneda forera y el
pedido o servicio que surgen como impuestos ocasionales en el siglo XII y que se acabarán

6
Lo mismo sucede con los cambios o con las donaciones. GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A., El Monasterio de San Millán de la
Cogolla (siglos IX a XIII), (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1969), pp. 68, 74 y 92.
7
Ibídem, p. 191.
8
CHALMETA, P., El señor del zoco. GAUTIER DALCHÉ, J., Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media..., (Madrid, 19), p.
389, para las vinculaciones de las ciudades con la guerra
9
GRASSOTTI, H. «Para la historia del botín y de las parias en León y Castilla», Cuadernos de Historia de España, t. XXXIX-XL
(1964), p. 52.
Historia Económica de España. Lecturas, 1. 4

convirtiendo en regulares a fines de dicha centuria. Es un síntoma de que circulaban más mercancías y
de que los pecheros, sobre los que recaían servicios y monedas, tenían que vender una parte de su
excedente para obtener dinero con el que pagarlos.

El avance en el proceso de comercialización y percepción de soldadas tuvo también sus efectos


sobre la modalidad en que los labriegos pagaban sus rentas a los señores. Parece razonable pensar
que si los pecheros satisfacían los impuestos reales en dinero, una parte de los cuales el rey
redistribuía a ciertos guerreros en forma de tierras, las prestaciones personales y en especie debidas a
los señores tendieran a ser devengadas en moneda parcial o totalmente. En Castilla y León desde fines
del siglo XII y a lo largo del XIII se tendió a disminuir las sernas, a suprimirlas y sobre todo a
10
conmutarlas por pagos en dinero . Un fenómeno parecido entre finales del siglo XII y primera mitad
del XIII aconteció en Navarra, en donde ciertas labores fueron sustituidas por cantidades en especie o
11
en dinero . A este proceso siguio la creación de nuevas ferias. En Castilla y León, la segunda mitad del
siglo XIII fue la época en la que los reyes concedieron abundantes permisos para celebrar ferias, según
12
los datos recogidos por M. A. Ladero , algunas en la cornisa cantábrica: Vivero (1285), Orduña (1288)
y Oviedo (1302) pero sobre todo a muchas villas y ciudades por las que pasaban las cañadas. También
por esa época en Navarra varias localidades recibieron privilegios de fundar ferias: Estella y Tudela en
1251, Olite en 1266.

Aunque a lo largo del siglo XII aún el Camino de Santiago siguió siendo la arteria comercial básica
ya surgían síntomas del nacimiento de lo que en la centuria siguiente acabará convirtiéndose en el
principal eje, a través del que se comunicará la submeseta norte con el exterior: los caminos que
unirán a Burgos con los puertos de la costa cantábrica. Sin duda el crecimiento demográfico estuvo en
la base de la población de la costa y en el desarrollo de actividades pesqueras. En la donación de la
iglesia de Santa María de Pobeña a San Millán (1102) se menciona explícitamente bienes en tierras y
pomaradas, pastos y montes, lo que indica una vocación esencialmente agropecuaria, pero, y esto es
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una novedad, también se señala que se dona el mar con su puerto . Cabe pensar, y es lo razonable,
que se trata de un puerto pesquero. Sin embargo, años después, cuando Castro recibe su fuero (1163)
se eximirá a sus vecinos del portazgo en Medina de Pomar, lo que indica ya la existencia de un cierto
tráfico comercial dirigido hacia el interior. El fuero de Santander (1187) menciona a los paños como
una de sus mercancías y se ampara a la navegación, otro síntoma del desarrollo de actividades
comerciales. Es probable que el temprano aforamiento de parte de la costa cántabra esté vinculado a
la creación de la pueblas de Medina de Pomar, Frías, Mijangos, Criales y quizá Villasana de Mena en
14
época de Alfonso VII (1126/57) y Alfonso VIII (1158/1214) . Había sido un temprano intento de abrir
ruta, con dirección N.-S., que partiendo de Castro alcanzase el alto valle del Ebro y el Norte de Burgos,
con vistas a captar para los puertos cántabros las exportaciones y la demanda de paños de una
amplia, rica, y densamente poblada zona en la época y que hasta entonces se surtía por el Camino de
Santiago. Además conviene recordar que Enrique II de Inglaterra intentó prohibir la importación de
15
lana castellana a Inglaterra en una fecha tan temprana como 1172 . Un caso parecido, pero
culminado parcialmente con éxito, habría sido San Sebastián, el puerto del Norte de Navarra, con el
que se habría buscado prescindir de la ruta jacobea en favor de la menos costosa marítima.

Fueron las primeras manifestaciones de la futura unión de la Península Ibérica con el resto de
Europa a través del mar, fenómeno que se consolidará en el siglo XIII y que está vinculado a la

10
ALFONSO DE SALDAÑA, M.ª I., «Las sernas en Castilla y León ... », Moneda y Crédito, n.° 129 (1974), p. 199.
11
Diccionario R.A.H. y MORET.
12
LADERO QUESADA, M.A., «Las ferias de Castilla. Siglos XII al XV», Cuadernos de Historia de España, t. LXVII-LXVIII (1982), pp.
330-335.
13
DE BALPARDA, G., Historia crítica de Vizcaya y sus fueros, t. II, p. 130, n. 220, reedit. Bilbao 1974.
14
ORTEGA VALCÁRCEL, J., La transformación de un espacio rural. Las montañas de Burgos, Valladolid 1974, p. 310.
15
KLEIN, J., La Mesta, Madrid 1981, p. 50.
Historia Económica de España. Lecturas, 1. 5

producción y exportación de lana. No es casual que la Mesta recibiese sus privilegios precisamente a
mediados del siglo XIII. Tras las Navas (1212) los valles del Tajo y del Guadiana quedaron ya
definitivamente en una segunda retaguardia y la trashumancia pudo ampliar su radio de acción y con
ello el número de sus ganados. Dado que la lana era un producto relativamente barato respecto a su
peso, exigía unos costes de transporte reducidos. El Camino de Santiago, hasta entonces la principal
ruta de comercio, se adaptaba bien a un tráfico terrestre, de bienes caros y poco pesados: tejidos,
especias, armas... y metales preciosos en contrapartida, pero resultaba inadecuado para exportar
lana. El eje comercial fue cambiando de dirección y siguió las rutas de la trashumancia, a lo largo de
los meridianos. Las viejas ciudades del camino jacobeo no perdieron el control de estos nuevos flujos,
pero no pudieron evitar que los puertos empezasen a tomar una importancia creciente. Los mismos
reyes tomaron conciencia de este nuevo fenómeno, aforando a muchos núcleos costeros e
imponiendo los diezmos de la mar, para, de alguna manera, beneficiarse de esa nueva riqueza.

La caída de Andalucía occidental en manos cristianas no sólo fue importante para el desarrollo en
gran escala de la ganadería trashumante. Navegantes de la costa cantábrica participaron en la
conquista de Sevilla, en donde entraron en contacto con mercaderes italianos y a cuyo servicio
acabaron por ponerse. Se fusionaban así los intereses del gran comercio internacional, que primaba la
ruta marítima, con los de los mareantes vasco-cántabros y los mercaderes castellanos que ya
pululaban por Flandes desde el comienzo del siglo XIII, fructífera unión que durará hasta la primera
mitad del siglo XVI.

16
«… MANY THINGS CAN CHANGE WITHOUT ANYTHING DEVELOPPING»

El siglo XV y muy en especial los años cincuenta y sesenta fueron una época de proliferación de
17
ferias y de mercados . Sin embargo, hay abundantes indicios de que buena parte de dicha centuria
estuvo afectada por las dificultades bajomedievales y que sólo la etapa final del siglo puede
considerarse de recuperación. Por añadidura los datos disponibles de los ingresos proporcionados por
las alcabalas, impuesto indirecto que gravaba los intercambios, no indican precisamente que el siglo
18
XV fuese de crecimiento comercial . Esta paradoja no afectó sólo a la corona de Castilla, ya que
dificultades económicas y crecimiento de ferias, sobre todo rurales, fue también un fenómeno que se
dio en otras zonas de Europa.

A lo largo de la depresión bajomedieval, fruto del declive demográfico y de las luchas sociales, la
renta que pagaban los campesinos a sus señores tendió a disminuir, mientras que los salarios
subieron. Los precios de los productos experimentaron los efectos del declive de la demanda y del
verosímil incremento de la productividad y bajaron. Estos mecanismos económicos contribuyeron a
redistribuir el ingreso global en contra de los intereses de los señores, que por su parte utilizaron la
fuerza para obtener mayores entradas a costa de los campesinos, de la iglesia o del fisco y del
patrimonio real. El descenso de la renta y la subida de los salarios benefició a una buena parte del
campesinado, arrendatarios y jornaleros, y a sectores urbanos. Estos, en su mayoría, gracias al
descenso del precio de los granos comieron más barato y pudieron dedicar una parte mayor de sus
ingresos a adquirir bienes no agrícolas. La caída de los precios agrarios perjudicó a todos los
vendedores de granos y por tanto a señores y a labriegos, pero con notables matices. Aquéllos, los
señores, se vieron afectados negativamente de doble manera. No sólo percibían menos renta en
especie sino que les pagaban menos por esos granos vendidos en el mercado. Por contra los
arrendatarios aunque obtenían en el mercado un precio más bajo por sus cereales lo compensaban

16
BRIDBURY, A.R.. «Market and Freedom on the Middle Ages», en The Market in History, op. cit., p. 95.
17
Feria de Santillana del Mar en época de Juan II, mercado a Vitoria en 1466 y a San Vicente de la Barquera en 1469 por
mencionar sólo los fundados en la cornisa cantábrica.
18
LADERO QUESADA, M.A., La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV, La Laguna 1973, p. 86.
Historia Económica de España. Lecturas, 1. 6

con un volumen mayor de ventas; dado que la renta estaba bajando disponían de mayores
excedentes. Globalmente a lo largo del siglo XV se vendió menos que por ejemplo en el siglo XIII,
puesto que la población se había reducido, pero ello no significó un descenso en las ventas per capita
y sobre todo los campesinos que habían sobrevivido a las epidemias y guerras civiles vendieron y
compraron más en el mercado. Un sencillo cuadro teórico puede aclarar mejor el fenómeno que
explica cómo en una época sin crecimiento económico pudo aumentar el número de ferias, síntoma
del descenso de ciertos intercambios.

Ventas

Población Cosecha Diezmo Simiente Renta Excedente Autocon- labriegos señores

sumo

Siglo 100 labriegos 10.000 1.000 2.800 3.100 3.100 2.800 300

XIII 10 señores 1.000 3.100 280 3.820

4.120

Siglo 70 labriegos 7.000 700 1.750 1.666 2.884 1.960 924

XV 7 señores 700 1.666 196 2.170

3.094

s. XIII: labriegos: 300 x 100 = 30.000 u.m./100 = 300 per cápita

señores: 3.820 x 100 = 382.000 u.m./10 = 38.200 per cápita

s. XV: labriegos: 924 x 60 = 55.440 u.m./70 = 792 per cápita

señores: 2.170 x 60 = 130.200 u.m./7 = 18.600 per cápita

Simiente: 1/3,5 en s. XIII y 1/4 en s. XV.

Renta: 1/3 en s. XIII y 1/6 en s. XV.

Precios: 100 en s. XIII y 60 en s. XV.

De este cuadro se deduce:

l.º Que pasaban globalmente menos granos por el mercado (4.120 → 3.094).

2.º Pero que per capita la comercialización de granos no descendió. Más bien sucedió lo
contrario: 37 unidades de grano por cabeza en el s. XIII frente a 40 en el siglo XV.
3.º Si hacemos jugar los precios, los ingresos per capita de los labriegos habían crecido: de
300 unidades monetarias a 792. Por contra, los ingresos globales y per capita de los señores
habían menguado (38.200 → 18.600).

Estos someros cálculos nos sugieren que la capacidad de consumo de bienes no agrícolas por
parte de los campesinos tuvo que crecer, a pesar de la caída de los precios agrícolas. Así se
explicaría la proliferación de ferias y mercados muchas veces rurales. Obviamente en esos
mercados y ferias lo que se intercambiaba eran bienes vendidos y demandados por los labriegos,
productos baratos, que devengaban bajos derechos de alcabalas. De ahí el éxito de pañería de
mediana calidad y con ella de la lana castellana cuya creciente comercialización subyace en el
desarrollo de ciertas ferias castellanas: de 1421 serían las primeras ordenanzas de las ferias de
Medina del Campo, en 1423 se concede a Medina de Rioseco una feria de veinte días y en 1427
se traslada a dicha localidad la feria de Aguilar de Campos, con una duración de otros veinte días.
Hacia 1434 se crea la feria de cuaresma de Villalón; en 1465 Medina de Rioseco amplía a treinta
días de duración cada una de sus dos ferias y en 1491 una carta real protege a la feria de Medina
del Campo en su litigio con Valladolid. La redistribución de la renta a nivel europeo favoreció la
Historia Económica de España. Lecturas, 1. 7

demanda de paños de mediana calidad. Precisamente la lana castellana del siglo XV resultaba la
más adecuada para ese tipo de tejidos. Los tejedores flamencos dirigieron sus pedidos a Castilla,
en donde además, el descenso demográfico permitía aumentar el número de ovejas sin
problemas. Semejante factor incrementó la capacidad de consumo de una parte importante de
los labriegos, que generó unos flujos comerciales que sustentarán el nacimiento de nuevas ferias
y mercados vinculados a la demanda interior y beneficiará a ciertos puertos cantábricos
dedicados al transporte.

………………………………………………………………………………………………………...

El crecimiento de los intercambios no puede mecánicamente vincularse al crecimiento


demográfico y al de la producción. Los mecanismos fueron y son más complejos. Unas
determinadas distribuciones de la propiedad y de la renta favorecen las compraventas y sobre
todo el tipo de bienes mercados, otras las dificultan. Cuando un pequeño grupo logra captar la
mayor parte del excedente se estimula el desarrollo de un comercio de bienes de lujo y fuerza al
resto de los habitantes a vivir alejados de los circuitos comerciales, a no ser que las exacciones
sean tan fuertes que les empujen a completar sus ingresos vendiendo su fuerza de trabajo, lo que
daría lugar a otro circuito, vinculado a una demanda de productos muy baratos. La conquista
iniciada por los reinos cristianos distribuyó a su favor una parte de los ingresos de sus vecinos de
Al Andalus, incrementando la riqueza y la capacidad de consumo de caballeros y peones y
probablemente también de los pobladores de la retaguardia, al hacer menos gravosas las
exigencias de los señores y del fisco real. En el nacimiento de la ruta jacobea confluyeron no sólo
las parias de Al Andalus, sino también la relativamente importante masa de pequeños
propietarios generada por las modalidades de la repoblación, en suma de una determinada
distribución de la renta. En el siglo XIII el saqueo de Andalucía occidental, la conmutación de las
prestaciones personales en especie o en dinero y el desarrollo de una economía ganadera
vinculada al comercio exterior aceleré la apertura de la economía rural a los intercambios. Entre
los grandes beneficiarios de esos cambios se hallaron los puertos y villas de la cornisa cantábrica,
de Fuenterrabía a San Vicente de la Barquera. El tercer gran tirón en el proceso de
monetarización de la economía se dio en el siglo xv, en una época de dificultades, a través de una
redistribución de la renta y de la creciente inserción de la economía castellana y cantábrica en los
flujos internacionales. Aquella vendiendo sus lanas, ésta actuando de transportista de castellanos
e italianos, uniendo Flandes-Inglaterra con la costa cantábrica y con Andalucía e Italia, en suma
potenciando el sector terciario, vendiendo servicios.

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