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figuración de la comunidad hereditaria con arreglo al tipo de la comu-
nidad romana o con sujeción al tipo germánico, no resuelve de un
modo acabado los problemas que presenta aquella comunidad en el
Derecho moderno. Veamos brevemente las posturas doctrinales más
interesantes en este punto.
B) COMUNIDAD GERMÁNICA
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na jurídica la universalidad hereditaria, unen estrechamente a los
coherederos en una comunidad patrimonial y les atribuyen una cuo-
ta ideal en la totalidad de la masa», añadiendo que «esta regulación,
que orienta la masa relicta en el sentido de una liquidación de patri-
monio e impide a los coherederos disponer de partes intelectuales
sobre fincas determinadas, no han recibido completa sanción hasta
que se promulgó el Reglamento Hipotecario de 1915». La Resolución
de 27 de enero de 1987 alude a esta postura obiter dictum.
Igualmente en esta postura nuestro Tribunal Supremo llegó a decir,
expresa y nominalmente, en la S.T.S. de 19 de junio de 1995, que la
comunidad hereditaria es una comunidad germánica.
Según esta opinión, en la doctrina actual, se mantiene que hay una
sola comunidad, no tantas como bienes existan en ella. Esta comuni-
dad es universal, es decir, recae sobre el conjunto, la universalidad, de
los bienes y derechos hereditarios. Los integrantes de ella son cotitu-
lares del todo considerado unitariamente, sin corresponderles una
participación concreta en cada uno de los bienes y derechos.
El Tribunal Supremo ha recogido esta tesis en numerosas Senten-
cias, así por ejemplo, entre otras, en las siguientes: S.T.S. de 25 de
marzo de 1992, cuando dice que «... en tanto no se practique la parti-
ción de la herencia no puede hablarse de que tal finca sea objeto de
una copropiedad por iguales partes entre los coherederos, sino que la
misma forma parte de la comunidad hereditaria. En el mismo senti-
do, la Sentencia de 6 de octubre de 1997, indica que “todos los here-
deros tienen una comunidad hereditaria con derechos indetermina-
dos mientras que no haya partición». Además, en idéntica línea, la
Sentencia de 28 de mayo de 2004, señala: «la comunidad hereditaria
está formada por el patrimonio hereditario cuya titularidad corres-
ponde a los coherederos conjuntamente; es decir, éstos tienen un dere-
cho hereditario que no está concretado sobre bienes determinados,
sino recae sobre el total que integra el contenido de la herencia; es una
sola comunidad sobre la universalidad de los bienes y derechos heredi-
tarios».
En relación a las dos posturas hasta ahora citadas (comunidad
romana y comunidad germánica) bajo las letras A) y B), dice con
razón FERRANDIS VILELLA que atribuir a la comunidad hereditaria
carácter romano o germánico, lleva consigo casi siempre una inter-
pretación forzada de determinados preceptos del Código Civil para
hacernos ver que reproducen uno u otro tipo de comunidad.
C) INSTITUCIÓN HIBRIDA
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cerlo, en ciertos aspectos se parece más al condominio romano. De
ello puede deducirse que la comunidad hereditaria es una institución
híbrida o intermedia que presenta puntos de coincidencia tanto con
la comunidad romana como con la germánica. En el régimen inter-
no, y en cuanto al goce de las cosas comunes, se rige por las reglas de
la proindivisión romana, de la que toma también el carácter transito-
rio y la existencia de cuota. En el régimen externo, a efectos de garan-
tía de los acreedores de la herencia y del ejercicio de los poderes dis-
positivos, actúan los principios rectores de la gesammte Hand, de la
que asimismo recibe la indeterminación e inconcreción de los dere-
chos eventuales de los coherederos.
E) UNIDAD PATRIMONIAL
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va, o sea, de su successio en unos bienes determinados. Participación
que está llamada a ser concretada en cosas determinadas del conjun-
to, en virtud de la partición de herencia. Lo que da lugar a que toda
disposición del derecho de un coheredero referido a una cosa con-
creta, quede a expensas del resultado de la partición. La efectiva posi-
bilidad de ejercitar la actio familiae erciscundae (acción de disolución
del consorcio) limita y condiciona la disponibilidad de cada cosa here-
ditaria si su realización no es respaldada por todos los herederos.
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De lo expuesto resulta que cada comunidad hereditaria se regirá,
en lo que no choque con normas imperativas, por lo que tenga dis-
puesto el causante o acuerden los comuneros.
OBJETO DE LA COMUNIDAD
Constituye el objeto de la comunidad hereditaria todos los bienes
y derechos relictos por el causante no legados especialmente, inclui-
dos por supuesto los créditos. Tales bienes se hallan destinados, en
principio, a la satisfacción de las deudas y cargas de la herencia.
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propio» (Sentencia 13 de noviembre de 1969), es decir, que el cohere-
dero «con actos claros y manifiestos evidencie la posesión de la cosa
común en concepto de dueño, y transcurra el tiempo legal ante la
pasividad y silencio» de los otros coherederos (Sentencia de 4 de
diciembre de 1969). En cuanto a la usucapión de la cosa poseída en
común, no aparecerá mientras no se produzca la inversión de la pose-
sión que de ser común pase a exclusiva de alguno o algunos de los par-
tícipes.
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La Sentencia de 11 de diciembre de 1914 confirmó, la aplicación a
la comunidad hereditaria de las normas del art. 398 C.C. y reafirmó que
«tratándose de una cosa común, los acuerdos adoptados por la mayo-
ría de los herederos respecto de la administración son obligatorios».
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b) La S.T.S. de 30 de diciembre de 1996, indica que la doctrina
del Tribunal Supremo mantenida desde antiguo, es que cualquiera de
los herederos puede enajenar su cuota hereditaria, pero no bienes con-
cretos ni cuotas recayentes sobre bienes concretos de la herencia, sin
el consentimiento de todos los demás (Ss. 4 de abril de 1905, 26 de ene-
ro de 1906, 30 de enero de 1909, 18 de noviembre de 1918, 11 de
febrero de 1952, 11 de abril de 1953, entre otras).
c) Según la Resolución D.G.R.N. de 10 de junio de 1975, «... no
hay que olvidar que es reiterada doctrina de este Centro Directivo,
desde las ya lejanas Resoluciones de 30 de abril de 1908 y 9 de enero
de 1915, afirmada igualmente por el T.S. en S. de 15 de marzo de
1945, la de que se puede disponer de bienes singulares y concretos
pertenecientes a una sociedad de gananciales en liquidación, siempre
que el acto dispositivo sea otorgado conjuntamente por todos los inte-
resados que agotan la plena titularidad del bien...».
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— En el art. 399 C.C. (que dentro de las normas que regulan la
comunidad en general, consagra la facultad de disposición que
tiene el comunero sobre su cuota).
3. Retracto de coherederos
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— Para VALLET, la cuestión es dudosa, aunque en principio, si el
legatario parciario es cotitular del activo hereditario líquido,
cotitular de los bienes del caudal relicto, la contestación ha de
ser afirmativa, aunque en todo caso quedará por determinar la
ratio del art. 1.067. Para PUIG BRUTAU, la solución dependerá de
la ratio legis del 1.067. Si dicho retracto se considera que se atri-
buye a los coherederos por su específica condición de tales, pre-
valecerá la solución negativa; pero si se considera que el retrac-
to del 1.067 no es más que un caso particular del retracto de
comuneros, la respuesta debe ser afirmativa, ya que el legata-
rio de parte alícuota durante la indivisión de la herencia es con-
siderado, por la doctrina mayoritaria, como un cotitular del
activo hereditario junto con los herederos. Sigue esta misma
doctrina la Resolución de la D.G.R.N. de 22 de marzo de 2007
(RJ 2007, 1963).
2.º ¿Pueden ejercitar el retracto los herederos de un heredero falle-
cido antes de la partición?
Creemos que sí, pues éstos ocupan el lugar del premuerto y le suce-
den en todos sus derechos.
3.º ¿Puede ejercitarlo el heredero instituido bajo condición suspen-
siva?
Creemos que la contestación ha de ser negativa, pues mientras la
condición no se cumpla, no habrá consolidado su derecho, como se
deduce de lo dispuesto en los arts. 759 y 1.054 C.C.
4.º ¿Puede ejercitarlo el heredero ex re certa?
La solución depende del alcance que se dé al art. 768 C.C. Así, si
se realiza una interpretación literalista del mismo, y teniendo en cuen-
ta que considera al heredero ex re certa como legatario, la contesta-
ción ha de ser negativa; pero si se realiza una interpretación espiri-
tualista del citado precepto y se acepta que la norma es meramente
interpretativa y que sienta una mera presunción iuris tantum de lo que
es la voluntad del testador, ésta puede exteriorizar claramente su
intención y resultar que no obstante lo declarado literalmente en
su testamento, el heredero ex re certa pueda ser, según las cláusulas
testamentarias, verdadero heredero y por lo tanto, puede ejercitar el
retracto.
5.º ¿Puede ejercitarlo el cesionario de una cuota de herencia?
El Tribunal Supremo parece entender que cuando se ejercita el
retracto por un cesionario, éste no intenta el retracto de coherederos,
sino de comuneros. El resultado es el mismo. Esta posición se expo-
ne en la Sentencia de 14 de noviembre de 1955. La legataria de un ter-
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cio de la herencia cedió todos los derechos que le correspondían en
ella, quedando la cesionaria en la misma situación de copropiedad de
la cedente en esa comunidad con sus mismos derechos (y entre ellos
el de retracto, que concede el art. 1.522 C.C. en atención exclusiva-
mente a la situación de condominio), y en el mismo plano jurídico en
que estaba el otro comunero (el heredero de dos tercios) aunque fue-
ran distintos los títulos origen de sus derechos. Y por ello, al enajenar
este último sus derechos, nació el retracto que ejercita la adquirente
de la legataria del tercio.
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datarios de bienes relictos, el marido de una coheredera aun-
que la adquisición sea en beneficio de la sociedad de ganan-
ciales.
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PARTICIÓN DE LA HERENCIA
CONCEPTO
Se denomina partición o división de la herencia, según LACRUZ, al
negocio jurídico que impide o pone fin a la comunidad hereditaria
mediante la distribución entre los coherederos de las titularidades
activas contenidas en la herencia.
Puede ser también considerada la partición como la distribución
que se hace de los bienes hereditarios entre los partícipes de la heren-
cia, dando a cada uno de ellos lo que les corresponde según el testa-
mento o la ley.
NATURALEZA JURÍDICA
Vamos a estudiar dos aspectos fundamentales de la partición,
como son: la naturaleza formal o estructural del acto y su esencia o
eficacia.
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propiedad exclusiva de los bienes que le hayan sido adjudicados». Este
artículo no tiene precedente en el Proyecto de 1851, sino en el ante-
proyecto de 1882-1888 que a su vez lo había tomado el Código Civil
mejicano (art. 1.411) con el solo cambio de la última palabra de éste,
«repartidos» por «adjudicados».
Ante esta norma se enfrentan en nuestra doctrina tesis contra-
puestas que según VALLET muestran el simplismo perturbador del
dilema, planteado por los primeros comentaristas del Código Civil,
acerca de la naturaleza de la partición como declarativa o traslativa.
1. Tesis tradicional
Los comentaristas del Código Civil en sus primeras ediciones, dedu-
jeron del art. 1.068, que la partición es título de propiedad distinto e
independiente de la herencia, constituyendo ésta y aquélla dos actos
traslativos diferentes; la partición constituye un título traslativo del
dominio de los bienes adjudicados a cada partícipe en pago de su haber.
MANRESA al comentar el art. 1.068 estima que la partición es de
efectos traslativos y no declarativos. Hasta puede afirmarse, dice, que
dicho artículo erige la partición en título de propiedad distinto e inde-
pendiente al de herencia, reconociendo, con ello, dos actos traslativos
diversos: uno, en que los partícipes tienen por transmitente inmedia-
to al testador o causante de la sucesión; y otro, en el que cada cohe-
redero tiene, como transmitente inmediato, a los demás.
El derecho de cada uno de los componentes de la comunidad here-
ditaria se convierte en propiedad exclusiva de bienes determinados,
mediante una especie de permuta (acto de enajenación) de su partici-
pación indivisa en los restantes bienes, por la que tenían los demás
comuneros en los que le han sido adjudicados en la partición. Sígue-
se de este sistema, al decir de MARTÍN LÓPEZ, que el heredero adjudi-
catario adquiere sus bienes por dos títulos, el de heredero, en cuanto
a la parte alícuota que desde el momento mismo de la apertura de la
sucesión ostentaba en ellos, como en todos los bienes hereditarios; y
el de causahabiente de los demás coherederos, en cuanto a las restan-
tes participaciones indivisas sobre los bienes a él adjudicados; y sígue-
se también que los actos dispositivos realizados por un coheredero
durante la indivisión, son válidos y ha de soportarlos, tras la división,
el heredero adjudicatario. Como se ve, la base dogmática de esta con-
cepción es la existencia de tantas comunidades por cuotas cuantas
sean las titularidades hereditarias.
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te de modo indeterminado. La partición nada transmite, sólo concre-
ta o materializa en bienes determinados el derecho sobre la parte alí-
cuota de la herencia. El heredero recibe los bienes directamente del
causante, sin que su condición de dueño pueda tener en todo o en par-
te origen en la voluntad de sus coherederos ni en supuestas operacio-
nes conmutativas con ellos. Y síguese también que los actos disposi-
tivos anteriores a la partición serán relativos e inciertos, al estar
pendiente su eficacia de la ulterior adjudicación efectiva.
Los arts. 440, 657, 661, 784, 881 y 989 todos del C.C., son todos
coincidentes en referir al momento de la muerte del causante, los efec-
tos de la adquisición hereditaria afirmando el criterio retroactivo en
materia particional. BELTRÁN DE HEREDIA ratifica el carácter pura-
mente declarativo de la partición, fundándose en que mediante ella
no se atribuye o traslada la propiedad de los bienes hereditarios, sino
que, simplemente, se declara la propiedad de lo que a cada heredero
le corresponde dentro de la masa hereditaria. La causa de la adquisi-
ción es la delación hereditaria; y la titularidad pasa directamente del
causante al heredero, retrotrayéndose los efectos de la partición a
aquel momento de la delación.
Parte esta tesis de entender que la palabra «confiere» del art. 1.068
no equivale a «transmite», pues, si así fuere, sería incompatible con
los arts. 440, 657, 661 y 867. Dicha palabra (confiere) debe interpre-
tarse como «reconoce», con lo cual el art. 1.068 diría que la partición
se limita a reconocer la propiedad exclusiva de los bienes que hayan
sido adjudicados a cada heredero.
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La partición disuelve el estado de comunidad reemplazándole por
otro de absoluta precisión en cuanto al objeto y de completa libertad
en cuanto al ejercicio del derecho que, siendo ya individual y privati-
vo de cada heredero, no ha de necesitar para su efectividad el con-
curso de las voluntades de todos.
4. Tesis moderna
De lo expuesto hasta aquí resulta que la naturaleza de la partición
no puede quedar simplificada en el dilema conceptual citado de la par-
tición como declarativa o traslativa.
Conviene, según LACRUZ, distinguir la función de la partición en el
total proceso sucesorio (relación herederos respecto del causante) y
en la comunidad hereditaria (relación de cada coheredero respecto a
los demás).
En el primer aspecto (relación herederos-causante), como acto com-
plementario de la delación, cumple, juntamente con ella (completán-
dola) función traslativa.
En el segundo aspecto (relación de cada coheredero respecto a los
demás) la partición, en sí misma considerada como negocio jurídico
que pone fin a la comunidad, tiene naturaleza determinativa.
VALLET siguiendo esta tesis de LACRUZ, indica que:
— En el proceso sucesorio, delación y partición se complementan,
y juntas, producen el efecto traslativo al heredero de la titulari-
dad exclusiva de bienes concretos y determinados.
— Respecto de la situación de comunidad hereditaria, la partición
pone fin a ésta, con naturaleza y eficacia determinativa, al
subrogar la cuota indivisa de cada comunero por bienes con-
cretos y determinados.
Las Partidas afirmaban que cada uno de los herederos que tienen
derecho a heredar los bienes del finado pueden demandar a los otros
que los partan entre sí.
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Como dice LACRUZ, bien sea por el peso de la tradición jurídica
romana y de Las Partidas, o bien sea por el influjo de las ideas de su
época, lo cierto es que el Código Civil mira con poca simpatía la
comunidad hereditaria; como las restantes comunidades, es conside-
rada como situación interina, de equilibrio inestable, cuya perdura-
ción no se impone sino en casos excepcionales y durante tiempo limi-
tado. Por ello, si el causante no ha proveído, directamente o a través
de comisario, a la división de la herencia, los mismos coherederos
pueden hacer cesar la comunidad. A ello responde la declaración del
artículo 1.051: «Ningún coheredero podrá ser obligado a permanecer
en la indivisión de la herencia, a menos que el testador prohíba expre-
samente la división. Pero, aun cuando lo prohíba, la división tendrá
siempre lugar mediante alguna de las causas por las cuales se extin-
gue la sociedad».
Viene, pues el art. 1.051 a decir lo mismo que las Partidas, pero
con la salvedad de que el testador puede prohibir expresamente la
división de la herencia. (Véase la S.T.S. de 21 de diciembre de 2000,
que indica que el testador puede imponer a los herederos la indivisión
de los bienes hereditarios durante un plazo determinado con la limi-
tación del art. 1.051 (1).
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Por lo tanto, el p.º 1 del art. 1.051 sienta un principio fundamen-
tal, como es el que todo miembro de la comunidad tiene derecho a la
división. La partición deberá realizarse por el solo hecho de instarla
cualquier heredero. Este p.º 1 del art. 1.051 sigue los mismos pasos
que el art. 400 C.C., que dispone, con referencia a la comunidad ordi-
naria de bienes, que «Ningún copropietario estará obligado a perma-
necer en la comunidad. Cada uno de ellos podrá pedir en cualquier
tiempo que se divida la cosa común».
B) EXCEPCIONES
Efectivamente ello es así aunque el art. 400 del C.C. determina la validez de
un pacto de indivisión limitado a los diez años, con una prórroga convencional
del referido plazo, y dentro de esta ampliación, como dentro de tal contraexcep-
ción, ha de permitirse el establecimiento de un plazo dependiente de un hecho
futuro y cierto (el óbito de una persona) como es el del presente caso, y sobre todo
cuando ello tiende a un fin igualitario para todos los herederos, y para un fin de
mejora económica de un rendimiento de una finca rústica, lo que haría entrar en
juego lo dispuesto en el art. 401 de dicho C.C.
Pero es más, dicha posición está colateralmente admitida y establecida en la
sentencias de esta Sala de 12 de diciembre de 1958, en la que se plasma la exis-
tencia de una comunidad de bienes relictos impuesta por el testador, sin otra limi-
tación que la establecida en el art. 1.051 C.C.»
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del testador de que no se divida la herencia y continúen los bienes en
comunidad mientras viva el cónyuge viudo, o no alcance determina-
da edad el menor de los hijos).
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Hay supuestos en los que la ley impone, no precisamente la indi-
visión, sino la suspensión de la partición, por imposibilidad material
de practicarla antes de que se resuelva la situación de incertidumbre
a que responde. Así el de los art. 966 y siguientes C.C., y análoga-
mente, cabe pensar, cuando se halle pendiente juicio sobre filiación
del que dependa la condición o no de heredero de uno de los posibles
partícipes, o si hay instituida una fundación en el testamento, antes
de que ésta se constituya; y en hipótesis semejantes.
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ves y urgentes sea posible a los herederos recurrir a la autoridad judi-
cial y con su permiso proceder a la división.
El art. 1.052-1, dice con toda claridad que: «Todo coheredero que
tenga la libre administración y disposición de sus bienes, podrá pedir
en cualquier tiempo la partición de la herencia».
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b) En relación a los fideicomisarios parece que si se trata de una
sustitución fideicomisaria pura y están determinados y viven al morir
el testador también están legitimados para pedir la partición, aunque
no lo haga el fiduciario, pues también tienen un derecho firme sobre
la herencia aunque no puedan gozar de él hasta que muera el fidu-
ciario. En cambio, si se trata de sustitución fideicomisaria condicio-
nal y en la medida que los fideicomisarios pueden equipararse a estos
efectos a los herederos cuyo derecho depende de una condición sus-
pensiva, no podrán pedir la partición de la herencia hasta que la con-
dición se cumpla (art. 1.055 C.C.).
Ahora bien, estas personas citadas no son las únicas que pueden
pedir la partición. Además de los indicados podrán solicitarla:
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Sentada esta idea, el problema que se nos plantea es el siguiente:
¿en la partición de la herencia debe concurrir el heredero cedente o el
cesionario de la cuota hereditaria?
a) ROCA SASTRE, COSSÍO, entre otros, sostuvieron que la facultad
exclusiva de pedir la partición y la de efectuarla correspondía al here-
dero cedente, puesto que conservaba su condición de heredero, en
base a lo previsto para los acreedores y cesionarios de cosa común
en el art. 403 C.C.
b) La doctrina mayoritaria española, razonando que no puede
decirse que sea personalísimo el derecho de los coherederos sobre el
caudal relicto y además con base en que el art. 403, aun siendo apli-
cable a la partición de la herencia, no podría tener significado más
que aplicado a cosas singulares, no a «universitas», llega a la conclu-
sión de que no puede pedir la partición el coheredero que ha enaje-
nado su cuota, pues se ha desprendido de su titularidad sobre el acti-
vo relicto, y no puede adoptar entonces una decisión, como la de
continuar o no en el consorcio, que aprovecha o daña fundamental-
mente a su adquirente y los restantes coherederos.
Por tanto, es parte en la división el cesionario de la cuota del cohe-
redero, quien será, en definitiva, el perjudicado o favorecido por las
adjudicaciones. Debe ser parte en la división el cesionario de la cuo-
ta del coheredero, pues será, en definitiva, el perjudicado o favoreci-
do por las adjudicaciones. El cesionario queda subrogado en la totali-
dad de los derechos y acciones patrimoniales del heredero, sin
excluirse el derecho de solicitar la partición, a pesar de que no se le
menciona expresamente en los arts. 1.052 del Código y 782 de la L.E.C
(Ley 1/2000).
Como dice VALLET, reafirmando esta postura, no cabe duda de que
todo coheredero puede designar apoderado para que le represente en
la partición de la herencia, lo que patentiza la evidencia de que no se
trata de una actuación de carácter personalísimo y, siendo así, es de
entender que la cesión de su cuota implica, salvo convención en con-
trario, que el cesionario queda facultado para pedirla y practicarla.
Nuestro Tribunal Supremo, ya en Sentencia de 24 de febrero de
1909, había manifestado que el cesionario representa los derechos del
heredero y puede, sin limitación alguna, solicitar la partición.
No obstante, en Sentencia de 1 de julio de 1915 sentó doctrina con-
traria al afirmar que «la ley al regular la partición, no admite esa sus-
titución de un coheredero por una persona ajena al causahabiente,
cuya primera consecuencia sería perturbar y perjudicar, entre otros
derechos que la ley les reserva, el de ejercitar el de subrogación que
establece el art. 1.067 C.C., por intervenir un tercero; aparte de que,
atendidos los términos del contrato en que descansa el derecho del
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recurrente, y especialmente su causa, la cesión en pago de deudas, no
cabe reconocerle otra personalidad y carácter que el de acreedor de
uno de los herederos cuyos derechos adquirió y que podrá reclamar
utilizando los recursos correspondientes, que fue con los que intervi-
no en la aprobación judicial de las particiones que prestó personal-
mente y que acertadamente le atribuye la sentencia recurrida».
Sin embargo, vuelve el Tribunal Supremo a la doctrina más acep-
table en Sentencia de 27 de noviembre de 1961, al declarar que el no
consignar el art. 1.052 C.C., ni el correlativo de la Ley de Enjuicia-
miento Civil, entre los que pueden pedir la partición a los cesionarios
del derecho hereditarios, lejos de implicar que les priva de este dere-
cho, es que la mención es innecesaria, pues están incluidos en la deno-
minación de herederos, en cuya totalidad de derechos y acciones, sin
exclusión del de solicitar la partición, se han subrogado, como así se
infiere tanto del art. 403 como del 1.067, que al establecer éste el
retracto de coherederos, ordena que el retrayente se subrogue en los
derechos del comprador, que no son otros que la totalidad que corres-
pondían al heredero que vendió.
4. El cónyuge supérstite
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yuge viudo, si se trata de la conmutación especial del art. 840 C.C., en
alguna de las formas concretas de conmutación que señalan los expre-
sados preceptos.
6. Los legitimarios
En el régimen del Código Civil el legitimario que recibe su legíti-
ma como heredero o como legatario de parte alícuota, tanto si es por
disposición de última voluntad como abintestato, sea «sine tabulas»
o «contra tabulas», no hay duda de que podrá pedir la partición de la
herencia, así como ejercitar el juicio de testamentaría, aunque el tes-
tador lo haya prohibido.
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lo alguno a la práctica de la partición por quien a ella se halle sujeto;
el supuesto es normal, sin perjuicio del aseguramiento de los derechos
que penden de la contingencia que supone el cumplimiento o no cum-
plimiento de la condición.
Esta afirmación tiene su fundamento en que el llamamiento del
heredero sujeto a condición resolutoria, mientras no se cumpla la
condición es un llamamiento puro. Si la condición se cumple, se pro-
duce la resolución del título de heredero y de los bienes y derechos
adquiridos por la partición efectuada válidamente, los cuales pasa-
rán a quienes corresponda, bien sean sus sustitutos vulgares, bien
sean los favorecidos por el derecho de acrecer, bien sean los here-
deros intestados que lo sean en el momento de la apertura de la
sucesión. Ahora bien, deficientem conditionem, el heredero consoli-
da definitivamente su titulo hereditario y la adquisición hereditaria
de los bienes adjudicados, por haber desaparecido la amenaza reso-
lutoria.
Según DE LA CÁMARA, si se trata de condición resolutoria el here-
dero o herederos a quienes afecte tienen, por de pronto, un derecho
sobre la herencia ejercitable desde luego y por consiguiente les asiste
el de pedir la partición. Acontece, sin embargo, que esta partición
debe quedar sujeta asimismo, a un régimen especial pues el derecho
de los herederos puede decaer si la condición resolutoria se cumple.
En este caso no debe procederse a una nueva partición (cabe invocar
el principio de conservación de la partición), sino que hay que ase-
gurar el paso de los bienes adjudicados a los herederos condicionales
a los que habrán de recibirlos en la hipótesis de cumplirse la condi-
ción. Tratándose de inmuebles inscritos en el Registro de la Propie-
dad parece suficiente que conste en la inscripción que la titularidad
del adjudicatario está sujeta a la condición resolutoria impuesta por
el testador.
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fallecimiento, por si se diera el caso de tener más descendencia con
posterioridad, estimó que, por cuanto hace a la cuota legada a los nie-
tos, los legatarios ya existentes, como los son sin condición y lo úni-
co que ocurre es que su derecho disminuirá de sobrevenir nuevos nie-
tos, pueden ya realizar la partición asegurando competentemente el
derecho de los posibles nietos futuros y hasta saberse que no habrá
más nietos se entenderá que las adjudicaciones entre estos nietos son
provisionales.
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9. Acreedores de la herencia
Para el caso de que falte esa capacidad plena, el heredero sólo está
impedido para pedir la partición por sí mismo, pero sigue siendo, por
supuesto, parte legítima en la partición de la herencia. Por tanto, el
legal representante que supla su defecto de capacidad ejercitará
el derecho en nombre e interés del heredero.
Por todo ello esta Dirección General ha acordado desestimar el recurso inter-
puesto y confirmar el auto apelado y la nota del Registrador.
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1. Menores no emancipados
2. Menores emancipados
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El tutor podrá pedir la partición sin necesidad de autorización
judicial, ya que no la necesita ni para practicar la partición heredita-
ria, aunque sí se necesitará aprobación judicial de la partición hecha,
lo que sensu contrario exime de la autorización para pedirla (art. 272
C.C. reformado por la Ley 1/1996, de 15 de enero). Si los incapacita-
dos (incluidos los declarados pródigos) estuvieren sometidos a cura-
tela, en principio, será precisa la asistencia del curador (arts. 289
y 290 C.C.).
4. Ausentes
5. Personas casadas
2553
A) ACREEDORES DE LA HERENCIA
2554
«...no podrán impugnar la división consumada, excepto en caso de
fraude, o en el de haberse verificado no obstante la oposición formal-
mente interpuesta para impedirla, y salvo siempre los derechos del
deudor o del cedente para sostener su validez.»
Tanto el art. 1.082 C.C. como el art. 782, p.º 4 L.E.C. no se refieren
a que las deudas sean exigibles, pero creemos que teniendo en cuen-
ta la finalidad de ambos preceptos, parece lógico incluir en ellos a
todos los acreedores reconocidos. Los herederos podrán optar entre
pagar o afianzar las deudas exigibles, y deberán meramente afianzar
las todavía no exigibles. No mediando acuerdo sobre el afianzamien-
to de los créditos, los tribunales fijarán la cuantía procedente.
Como dijo DE LA CÁMARA en este punto, con palabras escritas antes
de la vigencia de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 7 de enero de 2000,
pero perfectamente adaptables a ella: «Tienen derecho a oponerse a
la partición no sólo los acreedores del causante cuyos créditos hayan
vencido sino también los que aún estén pendientes de vencimiento.
No es sólo que la ley no establece semejante distinción sino que, a
mayor abundamiento, la distinción entre pago y afianzamiento se
entiende mejor si se piensa que el pago se refiere preferentemente a
los créditos vencidos y el afianzamiento a los que no lo están. Con esto
no se quiere decir que el recurso al afianzamiento no sea posible aun-
que se trate de un crédito vencido, si el acreedor es conforme, caso en
el cual la aceptación de la garantía vendrá generalmente acompaña-
da de la concesión de un plazo suplementario. Inversamente, es igual-
mente posible que el acreedor cuyo crédito no esté vencido acepte el
pago, algo a lo que no está en principio obligado conforme se des-
prende del art. 1127 CC. No creemos, en cambio, que los acreedores
condicionales (en particular aquellos cuyos créditos estén pendientes
de una condición suspensiva) estén incluidos en los arts. 1082 CC y
1038 (hoy 782 LEC). Es demasiado fuerte que unos acreedores que
todavía no lo son (si se trata de condición suspensiva) y por consi-
guiente aún no pueden, ni se sabe si podrán, reclamar el importe de
sus créditos puedan oponerse a la partición so pena de que se les
pague o afiance el importe de sus créditos».
En el concepto de acreedores del art. 1.082 no entran los legata-
rios, ni menos los acreedores particulares de cada heredero.
El p.º 4 del art. 782 L.E.C. está complementado por el p.º 3 del
art. 788 L.E.C., que al referirse a la entrega de los bienes a cada here-
dero por haberse aprobado judicialmente de forma definitiva la par-
tición, establece, como excepción a esa entrega, que «no obstante lo
dispuesto en los apartados anteriores, cuando se haya formulado por
algún acreedor de la herencia la petición a que se refiere el apartado
4 del art. 782 (oponerse a que se lleve a efecto la partición), no se hará
la entrega de los bienes a ninguno de los herederos ni legatarios sin
estar aquéllos completamente pagados o garantizados a su satisfac-
2555
ción. Este p.º 3 del art. 788 supone una reproducción de lo dispuesto
en el art. 782-4 que, a su vez, es la concreción procesal del art. 1.082
C.C., y, en cuanto tal, es una norma superflua. En efecto, si conforme
al art. 782-4 estos acreedores (reconocidos como tales) pueden opo-
nerse a que se lleve a efecto la partición «hasta que se les pague o
afiance sus créditos» y «esta petición podrá deducirse en cualquier
momento, antes de que se produzca la entrega de los bienes adjudi-
cados a cada heredero», resulta que este apartado 3 nada añade a esas
previsiones.
La oposición de los acreedores (CORDÓN MERINO y DE MIRANDA
VÁZQUEZ) puede formularse «en cualquier momento» del juicio antes
del momento preclusivo señalado y no produce el efecto de suspen-
sión, sino sólo del acto de entrega de los bienes adjudicados previstos
en el art. 788. Durante todo el procedimiento pueden satisfacerse (o
afianzarse) tales créditos, acudiendo para ello a diversas fórmulas, p.
ej.: el pago en metálico o los diferentes supuestos de adjudicación de
bienes admisibles, etc.
En cualquier caso la oposición es una facultad que se otorga a
estos acreedores reconocidos como tales, que pueden o no hacer uso
de ella. Si no lo hacen, los efectos de la partición se consumarán, pero
hecha la misma, según el art. 1.084 C.C., los acreedores podrán exigir
el pago de sus deudas por entero de cualquiera de los herederos que
no hubiesen aceptado la herencia a beneficio de inventario, o hasta
donde alcance su porción hereditaria, en el caso de haberla admitido
con dicho beneficio. En uno y otro caso, el demandado tendrá dere-
cho a citar y emplazar a los coherederos, a menos que por disposición
del testador, o a consecuencia de la partición, hubiere quedado él solo
obligado al pago de la deuda. Esta norma del art. 1.084 C.C., la vere-
mos en el Capítulo XXIX, al hablar del «Pago de las deudas heredita-
rias».
Según la S.T.S. de 22 de junio de 1931 (y en igual sentido la S.T.S.
de 9 de enero de 1901), los arts. 1.084 y 1.082, no restringen ni limi-
tan el derecho del acreedor para ejercitar las acciones derivadas de su
título, puesto que el último no hace más que establecer una facultad
a favor del acreedor, que puede o no utilizar a su arbitrio, y el prime-
ro le facultad para reclamar la deuda por entero de cualquiera de los
herederos.
En relación al supuesto de heredero único dice la S.T.S. de 29 de
diciembre de 1988, que al no ser, en este supuesto de heredero único,
necesaria partición alguna, como acertadamente también han enten-
dido las contestes sentencias de instancia carece de todo sentido jurí-
dico la invocación por algún acreedor de la herencia del art. 1.082
C.C. para oponerse a una partición que no ha de practicarse, como
tampoco pueden los acreedores, por el mero hecho de serlo, oponer-
se a que se inscriban en el Registro de la Propiedad los bienes here-
2556
ditarios a nombre de ese heredero único, utilizando como título para
tal inscripción el testamento de la causante (art. 14 L.H. y 79 de su
Reglamento), todo ello sin perjuicio de que los referidos acreedores
puedan hacer uso de las demás medidas cautelares que les ofrece el
ordenamiento jurídico para el aseguramiento y efectividad de sus cré-
ditos.
2557
Por ello, es evidente el interés de los acreedores particulares de los
herederos en intervenir en la partición para evitar que ésta se haga en
perjuicio o fraude de sus derechos, habida cuenta de que la ejecución
de sus créditos sobre bienes determinados de la herencia únicamen-
te será posible una vez otorgada la partición.
¿Tienen derecho a oponerse a la práctica de la partición? Parece
que la respuesta debe ser negativa, pues mientras el art. 1.082 C.C. tie-
ne por objeto precisamente otorgar a los acreedores hereditarios la
facultad de oposición, el art. 1.083 sólo confiere a los acreedores del
heredero la facultad de intervención para evitar que los herederos al
partir se propongan defraudarles o perjudicarles. La facultad de inter-
vención se les confiere en el sentido de controlar y fiscalizar la parti-
ción con el fin de evitar confabulaciones entre los interesados que
hagan imposible el pago de sus créditos y además persigue: 1.º Com-
probar que la partición no se ha otorgado de forma que implique frau-
de, o perjuicio al menos, para esos acreedores del heredero y 2.º Con-
ceder a éstos la facultad de impugnarla en otro caso.
Se trata de evitar el fraude, previniéndolo en la misma forma que
el art. 403 para la división de la cosa común. Pueden «intervenir» en
la partición cualesquiera acreedores de esta clase, aunque su crédito
no sea inmediatamente exigible, basta que lo notifiquen a quienes la
practican, y éstos habrán de tenerles al corriente de todas las opera-
ciones particionales. No es necesario que la intervención tenga lugar
en el momento de comenzar dichas operaciones, puede sobrevenir en
cualquiera, hasta la adjudicación.
2558
limita a que los acreedores particulares pueden intervenir en la parti-
ción judicial o extrajudicial para que, teniendo conocimiento perfec-
to de la forma en que se practica, eviten confabulaciones entre los
interesados que hagan imposible el pago de sus créditos; pero sin que
esta intervención pueda llevarse al extremo de que en el juicio se reco-
nozca como partes a otros acreedores que los que lo sean del propio
testador; ni tampoco los del heredero, puedan oponerse a que se lle-
ve a efecto la partición extrajudicial, aunque no se les pague o afian-
ce el crédito, si bien siempre les queda a salvo su derecho para pedir
la retención o embargo de los bienes que resulten a favor del deudor,
ejercitar a nombre del mismo la acción de rescisión, solicitar que se
adicione la partición con alguno de los bienes o valores omitidos e
impugnar los demás actos que se hayan ejercitado en fraude suyo.
EL CONCURSO Y LA HERENCIA
La Ley Concursal (Ley 22/2003, de 9 de julio) contempla dos hipó-
tesis de relación entre el concurso y la herencia: una, la del falleci-
miento de una persona natural ya declarada en estado de concurso; y
otra, la de la declaración de concurso de una herencia que no haya
sido aceptada pura y simplemente.
2559
De lo dicho se desprende que sucesión hereditaria es una sucesión
universal de una o varias personas como herederos de un conjunto de
derechos transmisibles por herencia y perteneciente a un difunto, ocu-
pando los herederos la misma situación jurídica del causante.
Nuestro Código Civil, fiel a la tradición romanista, consagra el
principio de sucesión en el crédito y en las deudas del causante. No
otra cosa significan los arts. 659 y 661 C.C.; art. 659: «La herencia
comprende todos los bienes, derechos y obligaciones de una persona
que no se extingan con su muerte»; art. 661: «Los herederos suceden
al difunto por el hecho sólo de su muerte en todos sus derechos y obli-
gaciones.»
Del tenor de estos preceptos y de la opinión generalizada, pode-
mos concluir que efectivamente en nuestro Derecho, el heredero suce-
de en las deudas del causante, de modo que deviene él mismo deudor
(no se trata de responsabilidad por débito ajeno) y responderá, por lo
tanto, como respondería en vida el causante, ilimitadamente, como
se desprende de lo dispuesto en los arts. 1.911, 1.003 y 1.023, todos
del Código Civil.
El art. 182 de la Ley Concursal (en adelante L.C.) regula las conse-
cuencias del fallecimiento de una persona que antes de su muerte había
sido ya declarada, por resolución judicial firme, en situación de con-
curso, o como lo denomina la ley: “fallecimiento del concursado”. La
defunción implica una transmutación del originario procedimiento
concursal que continuará (art. 182, p.º 1 L.C.) como concurso de la
herencia.
Dispone este precepto: «1. La muerte o declaración de falleci-
miento del concursado no será causa de conclusión del concurso, que
continuará su tramitación como concurso de la herencia, correspon-
diendo a la administración concursal el ejercicio de las facultades
patrimoniales de administración y disposición del caudal relicto.
2. La representación de la herencia en el procedimiento corres-
ponderá a quien la ostente conforme a Derecho y, en su caso, a quien
designen los herederos.
3. La herencia se mantendrá indivisa durante la tramitación del
concurso.»
De la letra de esta norma merecen destacarse las siguientes cues-
tiones: 1.ª) continuación del concurso; 2.ª) representación durante el
concurso; 3.ª) representación de la herencia y 4.ª) indivisión del patri-
monio relicto.
2560
tinuará su tramitación como concurso de herencia, aunque esta decla-
ración no significa que los llamados a ella no puedan aceptarla o repu-
diarla.
De estas palabras resulta, pues, que la apertura de la sucesión del
concurso (BLANQUER UBEROS, «Efectos del concurso sobre los derechos
de la persona del deudor, familia y sucesiones», Cuadernos de Derecho
y Comercio, n.º 43, Junio de 2005, Consejo General del Notariado,
páginas 155 y 156) no será causa de conclusión del concurso, el pro-
cedimiento concursal continuará su tramitación, pero ya, según indi-
ca el p.º 1 del art. 182, como concurso de la herencia y corresponderá
a la administración concursal el ejercicio de las facultades patrimo-
niales de administración y disposición sobre el caudal relicto (coinci-
dente con lo establecido en el art. 40.5 LC para el concurso de la
herencia), con la misma intensidad y extensión que en caso de sus-
pensión de las de un concursado vivo. Mientras dura esta situación
«la representación de la herencia en el procedimiento (de concurso)
le corresponderá a quien la ostente conforme a derecho y, en su caso,
a quien designen los herederos»; por lo que parece apropiado enten-
der que esta disposición trata de determinar a quién corresponde el
ejercicio o el uso de las facultades que tendría atribuidas, según la pre-
visión del artículo 40 L.C., el concursado al que se le hubiese suspen-
dido el ejercicio de las de administración y disposición de su patri-
monio.
Esta continuación hace necesaria la incorporación al concurso,
como nuevos acreedores de la masa activa en su condición de acree-
dores de la herencia: de los beneficiarios de llamamientos forzosos
(los legitimarios) y de los de llamamientos voluntarios (por última
voluntad) a título singular, como los legatarios, fiduciarios y fideico-
misarios (éstos a su vez destinatarios de la restitución impuesta a los
llamados a la herencia como fiduciarios) y los llamados a otras ven-
tajas determinadas o singulares dispuestas a cargo de la herencia.
Unos y otros participarán en el activo neto que, en su caso, resultase,
si resultase, después del pago de todos los acreedores concursales,
incluso de los subordinados y de los compromitentes que deban
pagarse conforme al convenio (véase art. 100-5 L.C.) y, en caso de
liquidación, también participarán del remanente que pudiera resul-
tar después del pago de los acreedores contra la masa y de los acree-
dores concursales, según su clasificación.
Las resoluciones judiciales ya habían sentado esta doctrina de la
continuación del concurso no obstante el fallecimiento del concursa-
do, en la S.A.P. de Baleares de 16-marzo-2001 y S.T.S. 23-11-1993.
Según la S.A.P. de Baleares de 16-marzo-2001: el fallecimiento del
deudor quebrado no determina el archivo del proceso de quiebra por
cuanto expresamente prevé el art. 1.053 L.E.C. de 1881 que las testa-
mentarías podrán ser declaradas en concurso de acreedores o en quie-
2561
bra, en los casos en que así proceda respecto a particulares; y si lo fue-
ren, se sujetarán a los procedimientos de estos juicios. De manera que
si ese fallecimiento, caso de que se hubiera producido con antelación,
no habría sido obstáculo para que se pudiera iniciar el expediente
declarando en estado de quiebra la testamentaría del comerciante
deudor, tampoco la muerte producida con posterioridad a la incoa-
ción debe determinar el archivo. Tal planteamiento no cambia porque
los herederos legítimos del comerciante fallecido hayan renunciado a
su herencia. La herencia yacente existe como patrimonio separado y
puede ser objeto de ejecución en el procedimiento universal de quie-
bra sin límite ni restricción ninguna al derecho de defensa.
2562
2. Administración durante el concurso
Del art. 40, p.º 5 L.C. (en conexión con el art. 182-1 L.C.) se sigue
que, a partir del momento en que se declare el concurso de la heren-
cia, y durante el resto de la tramitación del procedimiento, el ejerci-
cio de las facultades patrimoniales de administración y disposición
sobre los bienes que la integran corresponderá en exclusiva a la admi-
nistración concursal, con sujeción a los criterios legalmente estable-
cidos (véase especialmente los arts. 43, 44, 51-2 y 54 L.C.), y sin que,
en principio, pueda cambiarse esta situación.
3. Representación de la herencia
2563
En el supuesto de que el testador hubiere nombrado en su testa-
mento a un albacea, debe considerarse a éste legitimado para osten-
tar la representación de la herencia en el concurso, incluso si ha sido
designado con carácter de albacea particular (art. 902 C.C.) o si ha
sido nombrado como contador-partidor, es decir, como persona que
ha recibido el único encargo de erogar o partir la herencia, y ello es
lógico pues para poder cumplir su encargo de partir es indispensable
la fijación exacta del caudal neto o líquido de la herencia.
En el supuesto de que se hubiere aceptado la herencia a beneficio
de inventario se entiende (art. 1.026 C.C.) que la herencia se halla en
administración, hasta que resulten pagados todos los acreedores cono-
cidos y los legatarios. Es decir, la masa hereditaria viene adscrita a la
finalidad fundamental de asegurar el derecho de acreedores y legata-
rios. Esta finalidad (LÓPEZ JACOISTE) determina que los correspon-
dientes bienes se pongan bajo una administración específicamente
orientada a la consecución de ese designio. No es que por ese medio
la propiedad de los bienes hereditarios le resulte gravada al heredero;
su dominio subsiste invariado, pero se le imprime una función. En su
calidad de patrimonio separado la herencia beneficiaria queda ads-
crita al cometido de asegurar prioritariamente el cobro por parte de
los acreedores hereditarios y de los legatarios. Y como cautela para
que efectivamente sean satisfechos se establece la administración del
caudal relicto.
En esta hipótesis, como por ley la herencia así aceptada entra en
administración (a diferencia de la aceptada pura y simplemente que
no entra en administración especial alguna), parece que los concep-
tos de administración y representación cuando se está en situación de
concurso y aceptada la herencia a beneficio de inventario, confluyen
en un mismo órgano que no es otro que la administración concursal.
En el caso de que la herencia se encuentre en situación de yacen-
cia, parece que la representación corresponderá, por hipótesis, a los
administradores concursales conforme se deduce de lo dispuesto en
el art. 798 L.E.C.: «Mientras la herencia no haya sido aceptada por los
herederos, el administrador de los bienes representará a la herencia
en todos los pleitos que se promuevan o que estuvieren principiados
al fallecer el causante y ejercitará en dicha representación las accio-
nes que pudieran corresponder al difunto hasta que se haga la decla-
ración de herederos».
4. Indivisión de la herencia
Según el p.º 3 del art. 182 L.C.: «La herencia se mantendrá indivi-
sas durante la tramitación del concurso.»
Esta norma tiene un marcado carácter imperativo y ello es lógico
por cuanto es el caudal hereditario el que responde ante los acreedo-
2564
res. Esta afirmación implica, por un lado, que todos los coherederos
quedan obligados a permanecer en la proindivisión hasta la conclu-
sión del concurso; por otro, resalta la conveniencia de reforzar la pro-
tección de los acreedores hereditarios mediante la preservación de la
unidad del patrimonio hereditario; y por otro deja este párrafo 3 sin
efecto las facultades que, en orden a la partición de la herencia, se
conceden a los herederos en los arts. 1.051 y siguientes del Código
Civil.
El principio de indivisibilidad está basado esencialmente en dos
fundamentos diferentes (ORDUÑA MORENO):
1.º El del principio de responsabilidad patrimonial en la medida
en que el caudal hereditario sustenta la garantía patrimo-
nial para la satisfacción del cobro de las deudas del causante
(art. 1.091 C.C.). Dicho principio se sustenta en el carácter
universal con el que debe realizarse la composición de la masa
activa (art. 76-1 L.C.) y que para el concurso de la herencia
queda particularizado conforme a la transmisibilidad mortis
causa de las relaciones patrimoniales (art. 659 C.C.).
2.º El ser congruente con la misma idea conceptual de la heren-
cia como unidad patrimonial, es decir, al presupuesto de su
concursabilidad, en la medida en que nuestro Derecho, dadas
las notas de unidad y autonomía patrimonial que representa
el patrimonio hereditario, permite someter dicha masa de
bienes a un régimen específico afecto o destinado a una fina-
lidad concursal de cobro, con independencia de la posible
configuración de su titularidad. De esta forma, el patrimonio
hereditario indiviso constituye el objeto patrimonial sobre el
que se asientan los presupuestos y finalidades del concurso de
la herencia.
B) CONCURSO DE LA HERENCIA
2565
el concurso de esa herencia. Siendo consecuentes con esta conclusión
vamos a estudiar las posibilidades que nos deja la Ley Concursal (Ley
22/2003), como es la declaración de concurso de una herencia ya
aceptada a beneficio de inventario, el caso de la herencia que no estu-
viera aceptada de ninguna forma y herencia que se entiende acepta-
da a beneficio de inventario por disposición legal.
A esta situación se dirige el art. 3, p.º 4 L.C. que dispone: «Los acree-
dores del deudor fallecido, los herederos de éste y el administrador
de la herencia podrán solicitar la declaración de concurso de la heren-
cia no aceptada pura y simplemente. La solicitud formulada por un
heredero producirá los efectos de la aceptación de la herencia a bene-
2566
ficio de inventario». Esta norma debe ser puesta en relación con las
palabras transcritas al hablar del p.º 2 del art. 1 L.C. y de la interpre-
tación conjunta de ambas disposiciones aparece lo siguiente:
2567
c) Efectos de la declaración de concurso de la herencia
2568
del causante y los que fueran por causa de la sucesión), puede consi-
derarse consumado el fenómeno sucesorio con el resultado proceden-
te, en cuanto al remanente que hubiese resultado, a favor del herede-
ro aceptante. Si hubiese concluido al comprobarse «la inexistencia de
bienes y derechos del concursado ni de terceros responsables con los
que satisfacer a los acreedores» (art. 176-1, p.º 4 L.C.), es oportuno
advertir que la regla general en el orden concursal estricto establece
que «el deudor quedará responsable de los créditos restantes» (art. 178,
p.º 2 L.C.), pero esta norma no es aplicable, en ningún caso, al here-
dero, ni al heredero que hubiese solicitado la declaración de concurso
ni tampoco al que se hubiese considerado aceptante por haber solici-
tado su incorporación al procedimiento de concurso de la herencia de
su causante, pues permanecen los efectos de la aceptación a beneficio
de inventario y se conserva la insensibilidad de su patrimonio perso-
nal con respecto de las consecuencias dañosas de la sucesión.
2569