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Contenido

FUNDAMENTOS DE LA EJECUCIÓN DEL EL ARBITRAJE NACIONAL........2

INTRODUCCIÓN...........................................................................................................2

1. ANTECEDENTES LEGALES DEL ARBITRAJE EN EL PERÚ........................2

2. MARCO LEGAL DEL ARBITRAJE.......................................................................3

2.3 TRATADOS INTERNACIONALES.......................................................................6

3. EL ARBITRAJE EN LA PRÁCTICA......................................................................6

EL CONVENIO ARBITRAL.........................................................................................7

1. FORMA Y CONTENIDO DEL CONVENIO...................................................7

2. LAS PARTES EN EL CONVENIO.......................................................................9

3. MATERIAS ARBITRABLES..................................................................................11

4. SEPARABILIDAD DEL CONVENIO ARBITRAL..............................................11

5. EFECTOS DEL CONVENIO ARBITRAL............................................................12

LOS ÁRBITROS...........................................................................................................13

1. CALIFICACIÓN DE LOS ÁRBITROS.................................................................13

2. RENUNCIA DEL ÁRBITRO...................................................................................14

3. RECUSACIÓN DEL ÁRBITRO.............................................................................15

4. NOMBRAMIENTO DE LOS ÁRBITROS.............................................................16

5. RESPONSABILIDAD DE LOS ÁRBITROS.........................................................18

EL PROCEDIMIENTO ARBITRAL..........................................................................18

EL LAUDO....................................................................................................................21

EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBÍTRALES DICTADOS EN EL PERÚ...............24

EL DEBER DE CONFIDENCIALIDAD DE LAS ACTUACIONES


ARBITRALES...............................................................................................................30

¿RESULTA IDÓNEA LA FÓRMULA PLANTEADA POR EL ARTÍCULO ......34

CONCLUSIONES.........................................................................................................41

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FUNDAMENTOS DE LA EJECUCIÓN DEL EL ARBITRAJE NACIONAL

INTRODUCCIÓN

1. Antecedentes legales del Arbitraje en el Perú

El Código de Procedimientos Civiles peruano de 1912 equiparaba el arbitraje a


un juicio sujeto a revisión ante el Poder Judicial, lo cual restaba eficacia al
laudo arbitral. Luego el Código Civil de 1984 estableció una distinción
innecesaria entre la cláusula compromisoria y el compromiso arbitral; la
primera, configurada por un pacto entre las partes por el que decidían
someterse a arbitraje cuando aún no existía controversia; la segunda, reflejada
en el acuerdo al que las partes debían llegar obligatoriamente una vez surgida
la disputa.

La distinción entre ambos pactos y la obligación de celebrar el compromiso


arbitral luego del nacimiento de la controversia, determinaba que el arbitraje
resultara una institución poco práctica. Evidentemente, una vez generada la
disputa, la celebración del compromiso arbitral se veía retrasada por el
deterioro de las relaciones entre las partes, encontrándose éstas obligadas a
acudir al Poder Judicial, situación que ellas mismas habían pretendido evitar
con la celebración de la cláusula compromisoria.

Resulta necesario destacar que durante dicho período el Perú suscribió dos
convenios de particular relevancia en lo que se refiere al arbitraje internacional.
Estos son la Convención de las Naciones Unidas Sobre el Reconocimiento y
Ejecución de Sentencias Arbitrales Extranjeras de 1958 (Convención de Nueva
York), la misma que fue aprobada el mes de mayo de 1988 por Resolución
Legislativa N° 24810, y la Convención Interamericana de Arbitraje Comercial
Internacional del año 1975 (Convención de Panamá), aprobada el mes de
noviembre de 1988 por Resolución Legislativa N° 24924.

Es recién el 9 de diciembre de 1992 que se expide el Decreto Ley N° 25935,


antecedente de la actual Ley General de Arbitraje, norma que deroga el

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régimen arbitral anterior contenido en el Código de Procedimientos Civiles de
1912 y en el Código Civil de 1984. La principal innovación de dicho dispositivo
es la eliminación de la distinción entre la cláusula compromisoria y el
compromiso arbitral, facilitando con ello el acceso, celeridad y efectividad del
arbitraje. Sin embargo, aun existía la posibilidad de que el Poder Judicial
determinara de alguna manera el contenido del convenio arbitral (integración
del convenio), cuando su participación debía restringirse únicamente a la
designación de los árbitros en defecto de las partes o de la institución
organizadora.

Asimismo, tampoco se estableció un procedimiento claro para la admisibilidad


de los recursos de apelación y anulación contra laudos arbitrales ante el Poder
Judicial. Finalmente, el 20 de diciembre de 1995 se promulga la Ley General de
Arbitraje No. 26572 (en adelante la LGA), norma que deroga y sustituye al
Decreto Ley N° 25935 y cuyo análisis es objeto del presente trabajo.

Cabe advertir que la jurisdicción arbitral está reconocida expresamente por el


artículo 139, inciso 1, de la Constitución Política del Perú de 1993.

2. Marco Legal del Arbitraje.

2.1 La Ley General de Arbitraje (LGA) La LGA, promulgada el 20 de diciembre


de 1995, fue publicada el 5 de enero de 1996 en el diario oficial “El Peruano”,
entrando en vigencia al día siguiente de su publicación. El único supuesto
previsto en la LGA en el cual dicho cuerpo legal no resulta aplicable es
respecto de aquellos procedimientos arbitrales iniciados con anterioridad a la
vigencia de la norma, los mismos que continuaron sujetos a las disposiciones
contenidas en el Decreto Ley N° 25935, quedando la LGA como norma de
aplicación supletoria. (Quinta Disposición Complementaria y Transitoria).

La LGA se encuentra dividida en dos secciones. La Sección Primera se ocupa


del arbitraje nacional, mientras la Sección Segunda regula el arbitraje
internacional cuando éste se desarrolla en territorio peruano. Cabe agregar que
en lo que se refiere al arbitraje internacional, la LGA establece que serán de
aplicación supletoria al mismo determinadas disposiciones contenidas en la
Sección Primera, resultando las más relevantes aquéllas relativas al cómputo

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de plazos (artículo 7), al recurso de apelación ante una segunda instancia
arbitral (artículo 60), a la solicitud de medidas cautelares (artículos 80, 81 y 82)
y a la ejecución del laudo (artículo 83), entre otras. La Sección Segunda adopta
la estructura y disposiciones contenidas en la Ley Modelo de la CNUDMI
(UNCITRAL) sobre arbitraje internacional (en adelante, la Ley Modelo),
adaptando ciertos supuestos a las normas internas de la legislación peruana.
Las variaciones más importantes adoptadas por la LGA en relación a la Ley
Modelo son las siguientes:

a) Se ha omitido el término “comercial” contenido en el artículo 1, inciso 1, de la


Ley Modelo, refiriéndose únicamente al “Arbitraje Internacional”; ello a fin de
que las materias susceptibles de ser sometidas a un arbitraje de tal naturaleza
no se vean restringidas por la definición de “actividad comercial” contenida en
el Código de Comercio Peruano.

b) Se establecen las formalidades que debe cumplir todo escrito o petición que
se encuentre dirigido a una autoridad judicial (artículo 96 de la LGA).

c) El artículo 8 de la Ley Modelo se adecúa a la legislación interna en lo que se


refiere a controversias sometidas a tribunales peruanos, pese a la eventual
existencia de convenios arbitrales.

d) Las disposiciones sobre impugnación del laudo arbitral y su reconocimiento y


ejecución contenidos en los capítulos VII y VIII de la Ley Modelo han sido
adecuadas a la legislación interna peruana.

2.2 Otras Disposiciones Internas Relevantes Además de la LGA, existen


distintas disposiciones de derecho interno peruano que establecen aspectos
relevantes en materia arbitral. A continuación mencionamos aquéllas de mayor
importancia: a) Decreto Legislativo N° 662, norma por la cual se regula el
Régimen de Estabilidad Jurídica a las Inversiones Extranjeras (publicado el 2
de setiembre de 1991).

Luego de establecerse la posibilidad de que el Estado celebre con


inversionistas extranjeros convenios de estabilidad en el régimen tributario, la
libre disponibilidad de divisas y/o la no discriminación con relación a las
inversiones nacionales (artículo 10), se agrega que el Estado podrá someter las

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controversias derivadas de los convenios de estabilidad a tribunales arbitrales
constituidos en virtud de tratados internacionales de los cuales sea parte el
Perú (artículo 16).

b) Decreto Legislativo N° 702, Ley de Promoción a la Inversión Privada en


Telecomunicaciones (publicado el 7 de noviembre de 1991), que designa al
Organismo Supervisor de Inversión Privada en Telecomunicaciones
(OSIPTEL), organismo público estatal, como la entidad encargada de ejercer
funciones de arbitraje en los casos de controversias entre empresas
prestadoras de servicios de telecomunicaciones.

c) Decreto Legislativo N° 714, Ley sobre el Transporte Multimodal Internacional


(publicado el 8 de noviembre de 1991), que establece que las partes podrán
pactar por escrito que toda controversia relativa al contrato de transporte
multimodal internacional sea sometida a arbitraje (artículo 44). Asimismo, se
regulan determinados criterios para la determinación del lugar en que se
desarrollará el arbitraje (artículo 45).

d) Decreto Legislativo N° 716, Ley sobre Protección al Consumidor (publicado


el 9 de noviembre de 1991), que prevé la necesidad de que el Instituto Nacional
de Defensa al Consumidor y Propiedad Industrial (INDECOPI), organismo
público estatal, establezca directamente o por convenios con instituciones
públicas o privadas, mecanismos alternativos de resolución de disputas, como
es el caso del arbitraje, la mediación, conciliación o mecanismos mixtos, para
lograr, mediante procedimientos sencillos y rápidos, que se atiendan y
resuelvan con carácter vinculante y definitivo para ambas partes las quejas o
reclamaciones de los consumidores (artículo 38).

e) Decreto Legislativo N° 757, Ley Marco para el Crecimiento de la Inversión


Privada (publicado el 13 de noviembre de 1991), que prescribe que el Estado
en sus relaciones con particulares podrá someter a arbitraje nacional o
internacional, de acuerdo a la legislación nacional o a los tratados
internacionales de los cuales el Perú es parte, toda controversia referida a sus
bienes y obligaciones, siempre que se deriven de una relación jurídica
patrimonial de derecho privado o de naturaleza contractual.

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2.3 Tratados Internacionales

Los tratados internacionales multilaterales y bilaterales serán analizados en el


Capítulo VII.

3. El Arbitraje en la Práctica

No existen estadísticas oficiales que revelen el grado de utilización del


procedimiento arbitral en el Perú. Sin embargo, la modificación del régimen
legal anterior que ha culminado con la vigencia de la actual LGA ha permitido
promover la utilización de este mecanismo de solución de controversias, tanto
en el ámbito estrictamente privado como en los litigios que involucran a
organismos estatales, con un acelerado crecimiento.

Lo expresado en el párrafo anterior se encuentra reflejado en el uso extendido


del procedimiento arbitral en las relaciones comerciales que vinculan a
empresas peruanas con inversionistas extranjeros; ello, debido a la mayor
seguridad que dicho mecanismo de solución de disputas brinda al inversionista
extranjero, frente a un sistema judicial que desconoce.

Adicionalmente, y como consecuencia de la modernización del Estado


Peruano, reflejada, entre otras acciones, por el proceso de promoción a la
inversión privada en las empresas estatales y su infraestructura, se ha recogido
a la institución arbitral como un mecanismo idóneo de solución de controversias
entre el Estado y sus distintas dependencias y el inversionista nacional o
extranjero.

El motivo de ello lo encontramos en la necesidad del Estado de ofrecer ofertas


atractivas y seguras a los inversionistas, constituyendo un punto importante en
tales propuestas que ellas se encuentren protegidas por decisiones confiables
y certeras en la eventualidad de que surgiera una disputa.

Conforme lo indicamos al inicio del presente punto, al no existir estadísticas


que revelen el grado de utilización del arbitraje en el Perú, tampoco se cuenta
con información oficial que permita determinar las actividades económicas en
las que se emplea con mayor frecuencia, no obstante ser conocidas las

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instituciones arbitrales nacionales y extranjeras más representativas y a las que
las partes acuden usualmente.

Sin embargo, el desarrollo de la actividad empresarial en el Perú nos permite


afirmar que las actividades económicas en las cuales se verifica un uso
frecuente del arbitraje son la minera e hidrocarburos, así como la bancaria y de
seguros. En dichos sectores, la magnitud de las inversiones determina que
tanto los inversionistas nacionales y extranjeros, como el propio Estado -ya sea
dentro del proceso de promoción a la inversión privada o como consecuencia
de su participación como contratante- acudan al arbitraje en lugar de someter la
controversia al Sistema Judicial Nacional.

EL CONVENIO ARBITRAL

1. Forma y Contenido del Convenio

El artículo 9 de la LGA define al convenio arbitral como aquel acuerdo a través


del cual las partes deciden someter a arbitraje las controversias que hubieran
surgido entre ellas respecto de una determinada relación jurídica, contractual o
no, sea o no esta controversia materia de un proceso judicial.

Las obligaciones emanadas del convenio arbitral se extienden a cualquier acto


necesario para que el arbitraje se desarrolle, tenga plenos efectos y garantice
el cumplimiento del laudo arbitral. Dichas obligaciones se extenderán a los
sucesores de las partes, si fuera el caso. Teniendo en cuenta la importancia en
la realización de tales actos, la LGA prevé la posibilidad de que las partes
establezcan sanciones en caso de incumplimiento.

El convenio arbitral deberá celebrarse por escrito bajo sanción de nulidad


(artículo 10). Se entiende que dicho acuerdo se ha formalizado adecuadamente
en los siguientes casos:

a) Cuando conste en una cláusula incluida en un contrato o a través de un


acuerdo independiente.

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b) Cuando el convenio resulte del intercambio de cartas o de cualquier otro
medio de comunicación que inequívocamente deje constancia documental de
la voluntad de las partes de someterse a arbitraje.

c) Cuando pese a la no existencia de un acuerdo previo, una de las partes


involucradas someta la controversia a la decisión de uno o más árbitros que
acepten resolver el conflicto, mediante el asentimiento posterior de la otra parte

. El asentimiento tácito se verifica cuando se notifica a la parte contraria de la


iniciativa arbitral y ésta se apersona al procedimiento sin oposición alguna.

d) En el caso de convenios arbitrales referidos a relaciones jurídicas contenidas


en cláusulas generales de contratación o contratos por adhesión, los mismos
que serán exigibles entre las partes en la medida en que dichos convenios
hayan sido conocidos o conocibles por la contraparte usando la diligencia
ordinaria. En caso contrario, solo aquella parte que no redactó las cláusulas
generales de contratación o el contrato por adhesión podrá exigir la aplicación
del convenio arbitral (artículo 11).

e) Cuando las estipulaciones consignadas en los estatutos de las sociedades


mercantiles, asociaciones civiles y demás personas jurídicas, establezcan
arbitrajes obligatorios para las controversias que pudiera mantener la sociedad
con sus miembros, socios o asociados, las que surjan entre éstos respecto de
sus derechos, las referidas al cumplimiento de los estatutos o acuerdos
sociales, y para los demás que tengan relación con el objeto social de la
sociedad (artículo 12).

f) Será válida, además, la estipulación testamentaria que dispone arbitraje para


la solución de disputas que pudieran surgir entre herederos no forzosos o
legatarios o para la porción de la herencia no sujeta a herencia forzosa, o para
las controversias que surjan con relación a la valoración, administración o
partición de la herencia, o aquellas controversias relativas a dichos temas que
involucren a los albaceas (artículo 13).

g) En el convenio arbitral formalizado durante un proceso judicial sobre todas o


parte de las pretensiones controvertidas, el artículo 17 de la LGA dispone que
para su validez, las partes deberán presentar un escrito conjunto con firmas

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legalizadas por el auxiliar jurisdiccional, acompañando copia del convenio.
Luego de efectuar las revisiones del caso, el juez dispondrá el archivamiento
del proceso o su continuación respecto de las materias que las partes declaren
no haber sometido a arbitraje.

El juez no podrá objetar el convenio a menos que la materia sea


manifiestamente no arbitrable. En el arbitraje internacional, el artículo 99 de la
LGA agrega que el juez solo podrá objetar el convenio arbitral cuando la
materia sea de competencia exclusiva de los tribunales peruanos o viole el
orden público internacional.

En lo que se refiere al contenido del convenio arbitral, la LGA ha otorgado a


las partes la libertad de establecer el mismo. Sin embargo, la falta de pacto
sobre algún tema necesario para el desarrollo del arbitraje, determinará la
aplicación supletoria de la LGA.

Resulta particularmente relevante advertir que a diferencia de la legislación


anterior, la actual LGA establece que a menos que las partes hubieran pactado
expresamente que el arbitraje será de derecho, el arbitraje se entenderá de
conciencia (artículo 3). Teniendo en cuenta lo expresado, recomendamos como
Modelo de Convenio Arbitral a incluirse como cláusula de un contrato
determinado, el siguiente:

“Las partes acuerdan que cualquier desavenencia, controversia y/o divergencia


derivada de la ejecución, interpretación, validez o eficacia del presente contrato será
sometida a arbitraje (de derecho, si fuera el caso) conforme a la Ley N° 26572 (o
conforme al reglamento de alguna institución organizadora de arbitraje, si fuera el caso),
a cuyas normas las partes se someten en forma expresa e incondicional”.

2. Las Partes en el Convenio

a) Personas Naturales Puede ser parte de un convenio arbitral cualquier


persona natural que hubiera alcanzado la plena capacidad en el ejercicio de
sus derechos civiles. Los artículos 42 y 46 del Código Civil peruano establecen
que la plena capacidad civil se adquiere a los dieciocho años de edad y a los

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dieciséis años cuando el menor contrae matrimonio u obtiene un título oficial
que le permite ejercer una profesión u oficio.

Excepcionalmente, las mujeres mayores de catorce años adquirirán plena


capacidad civil si hubieran contraído matrimonio.

b) Personas Jurídicas No existen restricciones para que las personas jurídicas


puedan someterse válidamente a arbitraje. Sin embargo, resulta necesario
precisar que tanto para el caso de personas jurídicas como el de aquellas
personas naturales que actúan a través de apoderado, los representantes
requerirán de autorización expresa o poder especial para vincular a sus
representados en un convenio arbitral (artículo 167, inciso 3, del Código Civil y
artículo 75 del Código Procesal Civil).

c) El Estado

Los artículos 2 y 92 de la LGA regulan el sometimiento a arbitraje nacional e


internacional por el Estado, las personas jurídicas de derecho público y las
empresas estatales de derecho privado o de economía mixta. Para los efectos
de ambas disposiciones se entiende por Estado al Gobierno Central, los
Gobiernos Regionales y Locales y sus respectivas dependencias.

En el caso del arbitraje nacional, el artículo 2 permite la posibilidad de someter


a arbitraje, sin necesidad de autorización previa, las controversias derivadas de
los contratos que el Estado Peruano, las personas jurídicas de derecho público
y las empresas estatales de derecho privado o de economía mixta celebren con
nacionales o extranjeros domiciliados en el país, incluso cuando estas disputas
se refieran a sus bienes.

Regla similar rige para los casos de responsabilidad extracontractual.


Adicionalmente, también se permite el arbitraje nacional sobre controversias
derivadas de contratos celebrados entre personas jurídicas de derecho público,
entre sí. En lo que se refiere al arbitraje internacional, también existe la
posibilidad de que el Estado, las personas jurídicas de derecho público y las
empresas estatales de derecho privado o de economía mixta sometan a
arbitraje las controversias que surjan con nacionales y extranjeros, pero solo en
la medida que no se encuentren domiciliados en el país.

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Excepcionalmente, en las controversias que se deriven de actividades
financieras, se permitirá que el extranjero se encuentre domiciliado en el Perú.
En cualquier caso no se requiere de autorización previa, pero el arbitraje
deberá realizarse ante una institución arbitral de reconocido prestigio. El
sustento constitucional de estos principios está consignado en forma expresa
por el artículo 63 de la Constitución Política del Perú de 1993.

3. Materias Arbitrables

De acuerdo al artículo 1 de la LGA pueden someterse a arbitraje las


controversias sobre las cuales las partes tienen facultad de libre disposición,
así como aquéllas referidas a materia ambiental. Teniendo en cuenta ello, la
misma disposición exceptúa expresamente el arbitraje en controversias que
involucren los siguientes aspectos:

a) Las que versen sobre el estado civil o la capacidad civil de las personas.
Asimismo, las relativas a bienes o derechos de incapaces, salvo previa
autorización judicial.

b) Aquellas controversias sobre las que ha recaído resolución judicial firme, a


excepción de las consecuencias patrimoniales que se deriven de su ejecución,
en cuanto conciernan exclusivamente a las partes del proceso.

c) Las controversias que interesan al orden público o que versan sobre delitos y
faltas, excepto cuando el arbitraje se refiere a la cuantía de la responsabilidad
civil y en tanto no hubiera sido fijada por resolución judicial firme.

d) Las controversias que conciernen directamente a las atribuciones o


funciones de imperio del Estado –ius imperium-, o de las personas o entidades
de derecho público.

4. Separabilidad del Convenio Arbitral

Tal como ha sido reconocido por la doctrina y la legislación internacional, el


convenio arbitral contenido en un contrato u otro acto jurídico se considera
independiente de las demás estipulaciones consignadas en el instrumento
respectivo, de tal forma que la inexistencia, rescisión, nulidad o anulabilidad

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total o parcial de éste no implica necesariamente que el convenio arbitral corra
la misma suerte. Dicho principio es recogido por el artículo 14 de la LGA.

5. Efectos del Convenio Arbitral

El principal efecto que genera la suscripción de un convenio arbitral es la


imposibilidad de que alguna de las partes someta la controversia a la decisión
del Poder Judicial, independientemente del inicio o no del procedimiento
arbitral.

Evidentemente, si las partes se encuentran de acuerdo en sustraerse de los


efectos del convenio podrán renunciar al arbitraje mediante estipulación
expresa. Sin embargo, se entenderá que existe renuncia tácita al arbitraje
cuando alguna de las partes hubiera dado inicio a un procedimiento judicial
pese a la existencia de convenio y la otra parte no invoque la excepción de
convenio arbitral dentro de los plazos previstos para cada proceso judicial
(artículo 15). El artículo 16 de la LGA establece que la excepción de convenio
arbitral podrá invocarse cuando se interponga una acción judicial respecto de
una controversia cuya resolución haya sido reservada a decisión arbitral o cuyo
conocimiento ya estuviera sometido por las partes a la decisión de un tribunal
arbitral o árbitro único; en cualquier supuesto, el juez deberá amparar la
excepción, salvo que la controversia se encuentre pendiente de arbitraje y la
materia controvertida sea manifiestamente no arbitrable.

El trámite de la excepción no detendrá las actuaciones arbitrales. En cuanto al


arbitraje internacional se presenta una situación similar. El artículo 99 de la
LGA contempla también la posibilidad de formular la excepción de convenio
arbitral, encontrándose el juez obligado a ampararla y remitir a las partes a
arbitraje, a menos que el convenio arbitral fuese manifiestamente nulo de
acuerdo con la ley pactada entre las partes o con la ley del lugar de celebración
del convenio; o que la controversia fuese de competencia exclusiva de los
tribunales peruanos o viole el orden público internacional.

Si el proceso arbitral se hubiera iniciado, el juez solo podrá denegar la


excepción de convenio arbitral en los dos últimos casos mencionados.

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LOS ÁRBITROS

1. Calificación de los Árbitros

En principio, en el arbitraje nacional la LGA no ofrece mayores restricciones en


materia de calificación de los árbitros. En este sentido, podrán ser árbitros las
personas naturales mayores de edad (dieciocho años) que se encuentren en
pleno ejercicio de sus derechos civiles y que no tengan incompatibilidad para
actuar como árbitros. Los artículos 25 y 26 de la LGA establecen las siguientes
limitaciones e incompatibilidades para desempeñar el cargo de árbitro:

a) Si el arbitraje es de derecho, el nombramiento deberá recaer


necesariamente en abogados.

b) En caso se designe a una persona jurídica, se entiende que tal elección ha


sido efectuada con el objeto de que sea dicha entidad quien designe al árbitro.

c) Los Magistrados no podrán ser designados como árbitros. Tampoco los ex


Magistrados en las causas que han conocido.

d) Tampoco podrán ser árbitros el Presidente de la República y sus


Vicepresidentes; los Parlamentarios y los miembros del Tribunal Constitucional.

e) La misma imposibilidad es aplicable a los Oficiales Generales y Superiores


de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, salvo los profesionales asimilados.

f) Finalmente, se encuentra impedido para ser árbitro el Contralor General de


la República en los procesos arbitrales en los que participen las entidades que
se encuentren bajo el control de la Contraloría General de la República. Más
allá de estos impedimentos y limitaciones, solo las partes pueden determinar
libremente las condiciones y cualidades que deberán cumplir los árbitros para
conformar el tribunal que resolverá la disputa entre ellas.

Al igual que en el caso del arbitraje nacional, las normas de la LGA para el
arbitraje internacional, subordinan la calidad y calificación de los árbitros a lo

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convenido por las partes. En este extremo, precisa tenerse en cuenta las
siguientes disposiciones:

a) Salvo pacto en contrario, la nacionalidad de una persona no será obstáculo


para su designación como árbitro (art. 101° de la LGA). b) Cuando el árbitro
sea designado por el Poder Judicial, el Juez deberá tener en cuenta las
condiciones requeridas para el árbitro en el convenio arbitral, adoptándose las
medidas necesarias para garantizar el nombramiento de un árbitro imparcial e
independiente.

En caso corresponda al Poder Judicial el nombramiento de árbitro único o del


tercer árbitro (en el supuesto de que nos encontremos frente a un arbitraje
colegiado), el Juez procurará nombrar un árbitro de nacionalidad distinta al de
las partes (art. 103° de la LGA).

2. Renuncia del Árbitro

El artículo 27 de la LGA establece que una vez aceptado el cargo por el


árbitro, éste solo podrá renunciar al mismo en los siguientes casos:

a) Por sobrevenir alguno de los supuestos de incompatibilidad mencionados en


el punto anterior.

b) Por sobrevenir alguna causal pactada al aceptar el cargo.

c) Por enfermedad comprobada que impida desempeñar el cargo.

d) Debido a la existencia de alguna de las causales de recusación conocida


por las partes y no dispensada por ellas.

e) Cuando el árbitro tiene que ausentarse por tiempo indeterminado o por más
de treinta días.

Este supuesto podrá ser invocado por el árbitro solo si las partes no autorizan
la ausencia, pese a que la misma no afectará la expedición del laudo dentro del
plazo estipulado.

f) Cuando las partes hubieran suspendido el proceso arbitral por más de dos
meses. Las normas de la LGA referidas al arbitraje internacional han omitido
referirse al supuesto de la renuncia de un árbitro. Sin embargo, resulta evidente

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que de existir algún impedimento u obstáculo que determine la imposibilidad
del árbitro para ejercer adecuadamente sus funciones, éste se encontrará
legitimado para formular su renuncia.

3. Recusación del Árbitro

Como regla general, tanto para el arbitraje nacional como internacional, la LGA
impone a la persona que eventualmente pudiera desempeñar el cargo de
árbitro, la obligación de informar sobre todas las circunstancias que puedan dar
lugar a una eventual recusación, tan pronto como reciba la comunicación sobre
su posible nombramiento.

Dicha obligación se extiende a los árbitros, quienes deberán revelar a las


partes de cualquier circunstancia que determine su recusación durante el
proceso, a menos que conociendo las causas, las partes dispensen tal
situación. En dicho supuesto, no procederá la recusación ni la impugnación del
laudo sustentado en los motivos que fueron objeto de dispensa (artículos 29 y
104).

El artículo 28 de la LGA establece como causales de recusación, las


siguientes:

a) Cuando el árbitro no reúna las calificaciones mínimas para ser tal (mayoría
de edad y ejercicio pleno de sus derechos civiles) o se encuentre incurso en
algún supuesto de incompatibilidad.

b) Cuando se encuentre incurso en alguna causal de recusación prevista en el


reglamento arbitral al que las partes se hubieran sometido.

c) Cuando existan circunstancias que den lugar a dudas justificadas respecto


de su imparcialidad o independencia.

En el caso del arbitraje internacional, las causales de recusación se reducen a


la existencia de circunstancias que den lugar a dudas justificadas sobre la
imparcialidad e independencia del árbitro, así como no poseer las calificaciones
convenidas por las partes (artículo 104), reproduciéndose lo dispuesto en el
artículo 12 de la Ley Modelo.

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Tanto para el arbitraje nacional como internacional, el artículo 31 de la LGA
regula el procedimiento de recusación. Éste será formulado inmediatamente
después de conocida la causa que la motiva, y siempre que no hubiera vencido
el término probatorio. Posteriormente, el trámite del proceso dependerá de la
composición del tribunal arbitral, esto es, si nos encontramos ante un arbitraje
unipersonal o, en su defecto, ante un arbitraje colegiado.

En el arbitraje unipersonal, si el árbitro recusado niega la existencia de la


causal será el juez o la institución organizadora del arbitraje la que resuelva
sobre la procedencia o no de la recusación. Si el arbitraje fuera colegiado será
la institución organizadora del arbitraje la que resuelva o el propio tribunal
arbitral por mayoría absoluta sin el voto del recusado, dependiendo de lo
establecido en el reglamento de la institución organizadora.

En caso de empate resolverá el Presidente, y si éste hubiera sido recusado,


resolverá el árbitro de mayor edad. La resolución que resuelva la recusación es
inimpugnable y su trámite no interrumpirá el procedimiento arbitral.

4. Nombramiento de los Árbitros

La LGA otorga a las partes plena libertad para elegir el procedimiento de


nombramiento de árbitros, ya sea que la designación la realicen ellas mismas
o, en su defecto, encomienden tal designación a un tercero, quien podrá ser a
su vez una institución arbitral (artículo 20). Los árbitros deberán ser designados
en número impar. A falta de pacto o en caso de duda, se entiende que los
árbitros serán tres (artículo 24).

a) Nombramiento de los Árbitros por las Partes Conforme lo indicamos


anteriormente, existe plena libertad para la designación de los árbitros.

Las partes pueden efectuar el nombramiento directamente, respetando


únicamente los requisitos mínimos a los que antes nos hemos referido. El
procedimiento para el nombramiento es también potestad de las partes. En el
arbitraje con tres árbitros, de no existir acuerdo sobre el procedimiento de
nombramiento, cada una de las partes elegirá un árbitro y los dos árbitros
designados elegirán al Presidente del Tribunal.

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En el arbitraje nacional, si alguna de las partes no cumple con nombrar al
árbitro que le corresponde; cuando los dos árbitros nombrados no consiguen
ponerse de acuerdo respecto del árbitro que presidirá el tribunal; o, en el caso
de árbitro único, cuando las partes no adoptan un acuerdo de designación; el
nombramiento se efectuará judicialmente.

En el arbitraje internacional, el artículo 102 de la LGA prevé que cuando


ocurran las mismas circunstancias indicadas en el párrafo anterior, la
designación será hecha por la institución arbitral que la parte interesada señale,
pudiendo ser cualquiera de las ubicadas en el lugar donde debe realizarse el
arbitraje, si se hubiere previsto, o cualquiera de las instituciones arbitrales
ubicadas en la ciudad de Lima, a elección del interesado.

b) Nombramiento de los Árbitros por un Tercero Las partes pueden delegar en


un tercero la designación de los árbitros.

En el caso de instituciones arbitrales, el nombramiento de los árbitros se


sujetará a lo dispuesto en su reglamento de arbitraje. El artículo 22 de la LGA
establece que si el tercero encargado de la designación no cumple con el
encargo dentro del plazo determinado por las partes o del establecido en el
Reglamento de la institución arbitral o, a falta de ellos, dentro del plazo de diez
días de solicitada la intervención, se entenderá que el tercero ha rechazado el
encargo, pudiendo las partes designar un nuevo tercero. A falta de acuerdo
sobre el tercero sustituto, el juez procederá a la designación de los árbitros. En
lo que se refiere al arbitraje internacional, la LGA también prevé la posibilidad
de que la designación de árbitros recaiga en un tercero. En este caso, si el
tercero incumple el encargo resultará aplicable el artículo 102° de la LGA, cuyo
contenido ha sido desarrollado en el último párrafo del literal (a) que antecede.

c) Nombramiento por el Poder Judicial Como hemos indicado, la designación


de los árbitros recae normalmente en las partes o en un tercero elegido por
éstas.

Sin embargo, hemos visto supuestos en los cuales tal designación no resulta
posible. En dichos casos, el Poder Judicial designará los árbitros en ejercicio
de sus facultades y como consecuencia de la solicitud que formule cualquiera

17
de los interesados. El procedimiento judicial para el nombramiento es un
trámite que se desarrolla normalmente en instancia única.

Por excepción y solo cuando el juez desestime la solicitud de nombramiento,


cabe interponer recurso de apelación, el cual será resuelto por la Sala Civil de
la Corte Superior de Justicia correspondiente, en decisión inapelable. La
solicitud de designación de árbitros solo podrá ser rechazada cuando se
considere que no se desprende de los documentos presentados en el proceso
la voluntad inequívoca de las partes de someter sus controversias a arbitraje.

5. Responsabilidad de los Árbitros

Al asumir y aceptar la designación, los árbitros o, en su caso, las entidades


arbitrales, se encuentran obligados a cumplir el encargo siguiendo las pautas
establecidas por las partes; por las normas del reglamento arbitral de la entidad
organizadora; o por la LGA, según fuera el caso.

Una vez aceptado el cargo o designación, las partes están facultadas para
exigir de los árbitros y/o de las instituciones arbitrales el fiel cumplimiento del
encargo que les ha sido conferido, quedando los árbitros e instituciones sujetas
a la responsabilidad por los daños y perjuicios que por dolo o culpa pudieran
ocasionar.

En el caso de los árbitros designados por una entidad o institución arbitral, la


parte afectada no solo se verá en la posibilidad de interponer las acciones
contra el propio árbitro que ha originado el daño, sino incluso contra la
institución que lo nombró (artículo 18 de la LGA).

EL PROCEDIMIENTO ARBITRAL

1. Lugar del Arbitraje

Existe plena libertad de las partes para pactar el lugar del arbitraje. A falta de
acuerdo, el tribunal arbitral decidirá sobre el lugar que resulte más apropiado a
los intereses de las partes (artículo 33).

18
En el caso del arbitraje internacional, el artículo 109 de la LGA agrega,
conforme lo indica la Ley Modelo, que el tribunal arbitral podrá reunirse en
cualquier lugar que estime apropiado para celebrar sus deliberaciones y actuar
pruebas. Pese a que dicha disposición no ha sido recogida expresamente para
el caso del arbitraje nacional, no existe inconveniente alguno para su práctica
en tanto no limite el derecho de defensa de las partes.

2. El Procedimiento Arbitral en General

Las partes gozan de amplia autonomía para determinar el procedimiento que


regirá el arbitraje al cual se someterán, pudiendo además disponer la aplicación
del reglamento establecido por la institución arbitral a la que eventualmente
encomienden su organización.

A falta de pacto en relación al procedimiento, serán aplicables supletoriamente


las normas contenidas en la LGA. En el arbitraje nacional, el artículo 34 de la
LGA establece las reglas a las cuales se someterá el procedimiento arbitral en
caso no exista acuerdo, distinguiéndose lo siguiente:

a) Formulación de las Pretensiones Luego de la instalación del tribunal las


partes formularán sus pretensiones y reconvención de ser el caso, además de
ofrecer los medios probatorios correspondientes. También durante dicha etapa,
cualquiera de las partes podrá oponerse al arbitraje, sustentando su pedido en
la inexistencia, ineficacia o invalidez del convenio arbitral o por no estar
pactado el arbitraje para resolver la materia controvertida. Estos temas deberán
ser resueltos por el tribunal arbitral como cuestión previa o en el propio laudo,
resultando su decisión inimpugnable (artículo 39).

b) Audiencia de Conciliación Una vez vencidos los plazos para formular las
pretensiones, el tribunal arbitral convocará a audiencia de conciliación cuya
finalidad será propiciar un arreglo entre las partes, la determinación de los
puntos controvertidos y cualquier otro tema necesario para el desarrollo del
arbitraje. Además, se resolverá la oposición al arbitraje si ésta hubiera sido
formulada y se actuarán los medios probatorios ofrecidos.

19
c) Actuación de Pruebas La actuación de las pruebas podrá efectuarse en la
audiencia de conciliación o en audiencias posteriores, a condición de que dicha
etapa no exceda de quince días.

d) Laudo Una vez actuadas las pruebas, el tribunal arbitral podrá solicitar a las
partes un resumen escrito de sus alegaciones, para luego pronunciar el laudo,
el mismo que no podrá exceder de veinte días de vencida la etapa probatoria.

Excepcionalmente, el tribunal arbitral podrá disponer de un plazo adicional de


quince días. En el arbitraje internacional, la LGA reproduce lo indicado por la
Ley Modelo. Las partes tienen plena libertad para fijar el procedimiento arbitral.
De no ser así, el tribunal arbitral podrá dirigir el arbitraje del modo que
considere más apropiado, tratando siempre a las partes con igualdad y
brindándoles la oportunidad para hacer valer sus derechos (artículos 107 y
108).

3. Medios Probatorios

El tribunal arbitral tiene la facultad para determinar la admisibilidad, pertinencia


y valor de las pruebas ofrecidas por las partes, pudiendo solicitar en cualquier
etapa del proceso aclaraciones o informaciones a las partes y eventualmente a
los peritos y ordenar de oficio la actuación de los medios probatorios que
estimen necesarios.

Además, podrán prescindir motivadamente de pruebas no actuadas, si se


consideran suficientemente informados de los hechos relevantes para la
solución de la disputa (artículo 37). Siempre existe la posibilidad de solicitar
auxilio judicial para la actuación de pruebas, resultando competente el Juez
Civil del lugar del arbitraje. Tanto el tribunal arbitral como cualquiera de las
partes, con la previa aprobación del tribunal, se encuentran legitimados para
solicitar dicho auxilio judicial.

4. Medidas Cautelares

La LGA prevé tres supuestos distintos en relación a la solicitud de medidas


cautelares cuando la controversia ha sido sometida a la decisión de un tribunal
arbitral. Estas son: a) Medida Cautelar solicitada en Sede Judicial De acuerdo
al artículo 79 de la LGA no existe incompatibilidad entre el arbitraje y la solicitud

20
de medidas cautelares efectuada ante una autoridad judicial previamente a la
iniciación del arbitraje. No obstante, existe la obligación del beneficiado con la
medida de requerir a la otra parte el nombramiento de los árbitros o gestionar la
iniciación del arbitraje; el incumplimiento de dicha obligación o la falta de inicio
del proceso arbitral dentro de los cuatro meses de ejecutada la medida
cautelar, generará la caducidad de dicha medida.

b) Medida Cautelar solicitada ante el Tribunal Arbitral También podrá solicitarse


el establecimiento de medidas cautelares ante el propio tribunal arbitral. En
dicho supuesto, el tribunal podrá exigir contra cautelas con el objeto de cubrir el
costo de la medida y la eventual indemnización por daños y perjuicios si la
pretensión fuera declarada infundada en el laudo (artículo 81).

El tribunal arbitral podrá solicitar el auxilio del Juez Civil del lugar del arbitraje
para la ejecución de la medida.

c) Medida Cautelar solicitada estando pendiente el Recurso de Anulación o de


Apelación ante la Autoridad Judicial Podrá solicitarse ante el Juez Civil a fin de
asegurar la plena efectividad del laudo (artículo 82). 5. Representación y
Asistencia Legal Las partes en un arbitraje pueden actuar a nombre propio o a
través de sus representantes.

La participación de abogados es facultativa. 6. Rebeldía Si alguna de las partes


no cumpliera con formular sus pretensiones, el tribunal arbitral continuará con
sus actuaciones sin que dicha omisión se considere como una aceptación a las
afirmaciones de la otra parte (artículo 34, inciso 3, de la LGA).

Ahora bien, en caso que ninguna de las partes formule sus pretensiones en los
plazos convenidos o en aquél establecido en la LGA, los árbitros darán por
terminadas sus actuaciones arbitrales (artículo 34, inciso 2, de la LGA). En
cuanto al arbitraje internacional, el artículo 114 de la LGA agrega a los
supuestos indicados, el hecho de que el demandante no presente su demanda
en el plazo convenido, en cuyo caso el tribunal arbitral dará por terminadas sus
actuaciones.

21
Además, si alguna de las partes no comparece a una audiencia o no presenta
pruebas documentales, el tribunal arbitral podrá continuar con el procedimiento
y dictar el laudo basándose en las pruebas de que disponga.

EL LAUDO

1. Clases de Laudo

La LGA no regula expresamente los laudos provisionales, parciales o


interlocutorios. Sin embargo, se han previsto determinadas circunstancias en
las que el tribunal arbitral deberá emitir resoluciones previas a la expedición del
laudo, como es el caso de la decisión relativa a la oposición al arbitraje (artículo
39) o el establecimiento de medidas cautelares (artículos 79 y siguientes).

2. Expedición del Laudo

De acuerdo con el artículo 48 de la LGA, el laudo arbitral debe expedirse dentro


de los veinte días útiles de vencida la etapa probatoria o de cumplida la
formulación de las pretensiones por las partes, cuando no existan hechos que
probar. Excepcionalmente, si las circunstancias así lo justifican, el tribunal
arbitral podrá contar con un plazo adicional de quince días.

Resulta necesario advertir que el cumplimiento de los plazos mencionados en


el párrafo anterior resulta de particular importancia, toda vez que su falta de
observancia constituye causal suficiente para la interposición del recurso de
anulación ante el Poder Judicial, siempre y cuando la parte que lo invoque
hubiera manifestado por escrito a los árbitros tal irregularidad antes de ser
notificada con el laudo (artículo 73, inciso 5).

3. Forma y Contenido del

Laudo Conforme al artículo 49 de la LGA, el laudo debe constar por escrito,


bastando la firma de la mayoría de los árbitros para formar decisión. En caso
de que alguno de los árbitros no firme ni emita voto particular, se entiende que
se ha adherido a la mayoría. Para el caso del arbitraje internacional, la norma
ha sido reproducida en el artículo 120 de la LGA. El artículo 50 de la LGA
establece los requisitos mínimos que debe cumplir el laudo de derecho para su
validez.

22
Estos son:

a) Lugar y fecha de expedición del laudo.

b) Nombre de las partes y de los árbitros.

c) La cuestión sometida a arbitraje y una referencia a la alegación y conclusión


de cada una de las partes.

d) La valoración de las pruebas en que se sustenta la decisión.

e) Los fundamentos de hecho y de derecho para admitir o rechazar las


respectivas pretensiones y defensas.

f) La decisión.

g) Adicionalmente, los árbitros se pronunciarán sobre los gastos del arbitraje,


teniendo presente lo pactado en el convenio arbitral al respecto (artículo 52).

El laudo de conciencia no requiere cumplir con la inclusión de la valoración de


los medios probatorios, así como tampoco exponer los fundamentos de hecho
y de derecho que eventualmente justifiquen su decisión.

Empero, se requerirá de una motivación razonada que justifique el fallo


(artículo 51). En el arbitraje internacional el artículo 120 de la LGA establece
que además de la fecha y lugar del arbitraje, basta con que el laudo se
encuentre debidamente motivado, a menos que las partes hubieran establecido
algo distinto en el convenio.

4. Ley Aplicable a) Arbitraje nacional

Conforme lo hemos indicado en puntos anteriores, el arbitraje puede ser de


derecho o de conciencia, requiriéndose de acuerdo expreso para el caso del
arbitraje de derecho, pues de lo contrario se entenderá que el arbitraje es de
conciencia (artículo 3 de la LGA). En el caso del arbitraje de conciencia, los
árbitros no se encuentran obligados a sustentar su fallo en la ley sustantiva
aplicable al caso.

En lo que se refiere a la ley que rige el fondo de la controversia, se aplicarán


las normas de conflicto de leyes contenidas en el Código Civil, cuyo artículo
2095 establece que para el caso de obligaciones de carácter contractual la ley

23
aplicable será aquélla elegida por las partes y, en su defecto, la ley del lugar de
cumplimiento de la prestación. Cuando existan prestaciones que deban
cumplirse en lugares distintos, la controversia se regirá por la ley del lugar de
ejecución de la prestación principal, y en caso de que ésta no pudiera ser
determinada, por la ley del lugar de celebración del contrato.

b) Arbitraje internacional El artículo 117 de la LGA prescribe que el tribunal


arbitral deberá decidir el fondo de la controversia de conformidad con las
normas de derecho elegidas por las partes, entendiéndose que toda indicación
a un ordenamiento jurídico de un Estado determinado se refiere al derecho
sustantivo de ese Estado y no a sus normas de conflicto de leyes. En caso de
que no exista indicación sobre la ley aplicable, el tribunal aplicará la ley que
estime conveniente. Resulta necesario advertir que a diferencia del arbitraje
nacional, en el arbitraje internacional se requerirá de acuerdo expreso para
someter la controversia a un arbitraje de conciencia.

EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBÍTRALES DICTADOS EN EL PERÚ

De conformidad con lo dispuesto en el artículo 59° de la Ley General de


Arbitraje (en adelante LGA), los · laudos arbitrales son definitivos e
irrecurribles, salvo que se haya pactado el recurso de apelación ante el Poder
Judicial (artículos 63 o al69°, aplicable únicamente a los arbitrajes nacionales)
o ante una segunda instancia arbitral (artículo 62°, aplicable al arbitraje
nacional y también al internacional, conforme al artículo 89° de la LGA), o que
se interponga recurso de anulación (artículos 71 o al 78°, tratándose de
arbitrajes nacionales, y 123° al126o para los arbitrajes internacionales) 1 .

Firme que sea el laudo, de conformidad con el artículo 83° de la LGA 2


«( ... )tiene valor equivalente al de una sentencia y es eficaz y de obligatorio
cumplimiento ... ».3 Sobre este particular, conviene citar in extenso, a Álvarez
Rodríguez: 4 « ... la eficacia del laudo está subordinada a que éste pueda
considerarse como firme. La firmeza del mismo se produce bien porque contra
el mismo no se haya interpuesto el recurso de anulación, o bien porque
interpuesto el mencionado recurso éste haya sido desestimado.

24
El efecto que produce, como Fernando Cantuarias Salaverry* Decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas hemos
apuntado, es de cosa juzgada, la cual deberá ser contemplada en su doble
vertiente: como cosa juzgada formal, suponiendo que no es susceptible de ser
atacada; y como cosa juzgada material, que impide que se abra un nuevo
proceso sobre lo que ya ha sido juzgado por el/los árbitro/s con tal de que
exista una identidad de sujetos, objeto y actividad arbitral .concluida.

Es decir, con este efecto se consagra la irrevocabilidad e inmutabilidad del


laudo arbitral. Concretamente el efecto de cosa juzgada material del laudo
puede operar de dos formas: de forma negativa, impidiendo que se replantee
un ulterior juicio sobre la controversia sometida a arbitraje; y, de forma positiva,
imposibilitando que se juzgue de forma contraria a lo fallado. Todos los autores
sea cual sea su concepción sobre la naturaleza del arbitraje ( contractualitas o
jurisdiccionalitas) consideran que el laudo producirá efectos de eficacia
similares a los de la sentencia, y que el efecto de 'cosa juzgada' podrá ser
opuesto por vía de excepción>.

También debemos hacer referencia a un estracto de una sentencia del


Tribunal Constitucional español, dictada el4 de octubre de 1993, que se
pronunció en el

sentido que «( ... ) la inalterabilidad de las decisiones judiciales firmes es


también predicable, en virtud de su configuración legal de los laudos
arbitrales( ... )». 6 Ahora bien, ¿qué sucede si no se cumple con lo ordenado en
el laudo arbitral? ¿A quién corresponde su ejecución'/ Estas preguntas nos
ingresan a otro tema espinoso en el arbitraje, cual es el referido a si debe
siempre acudirse al Poder Judicial o si es posible que los árbitros ejecuten
directamente sus fallos. Cremadas' considera que la ejecución de un laudo
arbitral, ante el incumplimiento de una de las partes, es «( ... ) una actividad
expropiable de la autoridad judicial, precisamente porque los árbitros llegan
hasta donde alcanza la voluntad de las partes; más allá afirma que, escapa a
su competencia y sólo el juez puede forzar a alguien, si fuera necesario en
forma coactiva, a cumplir lo establecido en la sentencia».

25
El punto de vista de Cremadas, que es el compartido por la generalidad de la
doctrina 9 y legislación comparada, 10 parecería no ser el que sigue nuestra
LGA. En efecto, el segundo párrafo del artículo 83° de la LGA, dispone que: «Si
lo ordenado en el laudo no se cumple ( ... ) el interesado podrá solicitar su
ejecución forzosa ante el Fernando Cantuarias Salaverry juez Especializado en
lo Civil del lugar de la sede del arbitraje que corresponda en la fecha de la
solicitud, cuando no hubiera podido ser ejecutado por los propios árbitros o por
la institución organizadora en rebeldía del obligado, con las facultades que
aquéllos o a ésta se les hubiesen otorgado en el convenio».

¿Es conveniente que los árbitros ejecuten sus fallos o, lo que es lo mismo, que
ejerciten la facultad de executivo tradicionalmente asignada a los jueces?
Algunas personas afirman que los árbitros deberían gozar de las más amplias
facultades para ejecutar sus fallos, recurriendo, inclusive, al apoyo de la fuerza
pública. Este punto de vista, que parecería a primera vista razonable, en el
fondo creemos que es inviable y hasta peligroso.

Solo imaginemos la posibilidad de que cualquier persona, premunida de un


simple documento en el que supuestamente se le nombra como árbitro,
proceda a solicitar el apoyo de la fuerza pública para realizar un embargo en
forma de extracción, para rematar un bien, o para inscribir algún título en los
registros públicos. En cambio, otros, como por ejemplo Lohmann, 11 son de la
opinión (la cual compartimos), que es posible que en algunos casos las partes
puedan otorgar a los árbitros ciertas facultades para ejecutar un laudo arbitral.

Nos atrevemos a mencionar, como ejemplo, aquéllos casos en los que en el


convenio arbitral o por acuerdo posterior, se prevea la entrega de cartas
fianzas para que, en caso de incumplimiento, los árbitros o la institución arbitral
las ejecuten en favor de la parte vencedora, o cuando las partes, de
conformidad con el artículo 1069° del Código Civil, autoricen a los árbitros la
venta extrajudicial de los bienes prendados, otorgándoles para estos efectos
suficientes poderes.

Obviamente podrán existir supuestos análogos, 12 pero lo cierto es que no


puede desprenderse de las normas de la LGA, autorización alguna para que

26
mediante pactos privados como son la suscripción de convenios arbitrales, se
pueda otorgar a los árbitros facultades de imperio, como, por ejemplo, solicitar

el apoyo de la fuerza pública.


En consecuencia, en todos los casos en que el convenio arbitral o el
reglamento del Centro de Arbitraje al que se hayan sometido las partes no
prevea algún mecanismo privado de ejecución del laudo, o éste no puede
ejecutarse sin el ejercicio del ius imperium, habrá que acudir al Poder Judicial
para que aplique su monopolio coercitivo.

En caso sea necesario recurrir al apoyo del Poder Judicial, serán puede
ejecutarse sin el ejercicio del ius imperium, habrá que acudir al Poder Judicial"
de aplicación los artículos 83° al86° de la LGA y 713° al 718° del Código
Procesal Civil, 14 estos últimos en todo lo que no contravengan a la LGA.

De conformidad con el artículo 83° de la LGA, será competente para conocer


de la ejecución forzosa, el juez especializado en lo civil del lugar de la sede del
arbitraje, que corresponda en la fecha de la solicitud. 15 Por su parte, el
artículo 85" de la LGA hace muy bien al determinar de manera precisa cuáles
son los anexos que la parte interesada deberá adjuntar al momento de solicitar
la ejecución de un laudo arbitral, evitando de esa manera posibles intentos por
obstruir la ejecución. Para estos efectos, habrá que presentar copia del
convenio y del laudo arbitral. Además, si ha existido segunda instancia arbitral,
habrá que adjuntar copia del laudo respectivo.

En caso se hubiere interpuesto recurso de apelación o de anulación ante el


Poder Judicial, corresponderá acompañar a la solicitud una copia del fallo
judicial correspondiente.

Presentada la demanda de ejecución, 16 el juez de conformidad con el artículo


715° del Código Procesal Civil, 17 procederá a exigir al deudor el cumplimiento
de su obligación dentro de un plazo de tres días, bajo apercibimiento de
iniciarse la ejecución forzosa.

El artículo 84 o de la LGA expresamente establece que en ejecución de un


laudo arbitral, no será admitida otra oposición «( ... )que la que se fundamenta
acreditando documentalmente la interposición y pendencia de la apelación ante

27
una segunda instancia arbitral o de la apelación o anulación ante el Poder
Judicial, en cuyo caso el Juez suspenderá la ejecución», 19 aunque, a renglón
seguido dispone que el «( ... )Juez, bajo responsabilidad, sin trámite alguno,
declarará improcedente de plano cualquier otra oposición basada en razones
distintas al cumplimiento», permitiendo de esa manera que la oposición no sólo
pueda basarse en la pendencia de la apelación o anulación del laudo arbitral,
sino, además, en el cumplimiento o la extinción de la obligación.

Esto obliga a aplicar, además, el artículo 718° del Código Procesal Civil, que
permite contradecir el mandato de ejecución por estos motivos, dentro de tres
días de notificado. 20 Fuera de estos supuestos taxativos, el artículo 86° de la
LGA establece que los «( ... )autos en la etapa de ejecución no son
susceptibles de medio impugnatorio alguno.

Está prohibido al Juez ejecutor, bajo responsabilidad, admitir apelaciones o


articulaciones que entorpezcan la ejecución del laudo, siendo nula la resolución
respectiva».

En caso que el deudor no cumpla con el requerimiento del juez, de conformidad


con el artículo 716° del Código Procesal Civil se procederá, de ser necesario, a
la ejecución judicial de los bienes del deudor.

Ahora bien, cuando el laudo a ser ejecutado sea uno dictado en el Perú de
conformidad con la Sección Segunda de la LGA (Arbitraje Intencional),2 ' se
seguirá el mismo procedimiento, pero con las siguientes particularidades:

l. De conformidad con lo establecido en el artículo 125° de la LGA, el juez


competente para conocer de la ejecución será el que determina el artículo 131
o de la propia ley arbitral; es decir, «( ... )el Juez Especializado en lo Civil del
domicilio del demandado competente en la fecha de presentación de la
solicitud o, si el demandado no domicilia dentro del territorio de la República, el
competente del lugar donde éste tenga sus bienes( ... )».

2. También en base al artículo 125°, el interesado deberá anexar a su solicitud


de ejecución los documentos a que se refiere el artículo 127° de la LGA; es
decir, «(...) el original del laudo o copia del mismo, y el original del convenio
arbitral o copia del mismo. Sí el laudo o el convenio arbitral no estuvieran

28
redactados en castellano, la parte deberá presentar una traducción a ese
idioma de dichos documentos (...)». ¡Además deberá adjuntar copia de la
resolución del Poder Judicial que haya resuelto el recurso de anulación, de
existir!

3.Por último, cabe recordar que si las partes ejercitaron el derecho contenido
en el artículo 126° de la LGA (renuncia total o parcial al recurso de
anulación),25 en caso se pretenda la ejecución del fallo arbitral en el Perú, el
trámite a seguir será el de reconocimiento y ejecución de laudos arbitrales
extranjeros.

Necesidad de Modificar las Disposiciones sobre Ejecución de Laudos


Arbítrales Emitidos en el País.

Como hemos verificado a lo largo del presente artículo, la interposición y


pendencia del recurso de anulación suspende la ejecución del laudo arbitral en
el Perú Y Conforme a la LGA, el vencedor en un arbitraje solo tiene dos vías
para tratar de asegurar la eficacia de la futura ejecución del laudo arbitral,
mientras se lleva adelante ante el Poder Judicial la anulación del laudo arbitral:

En primer lugar, acceder al depósito bancario o a la fianza solidaria, en caso se


haya pactado o se encuentre dispuesto en el reglamento de arbitraje
aplicable28 la obligación de proceder de esa manera como requisito de
admisibilidad del recurso de anulación.

Desgraciadamente este mecanismo de protección contra recursos de anulación


poco serios o que simplemente pretenden impedir la ejecución del laudo arbitral
difícilmente se pacta en un convenio arbitral adhoc y, aunque parezca increíble,
son pocas las instituciones arbitrales que lo regulan.30 Su impacto es pues,
aunque importante, bastante limitado.

En segundo lugar, cabe solicitar al Poder Judicial la adopción de medidas


cautelares, 31 pedido que al estar desvinculado del recurso de anulación, no
siempre resulta efectivo.

Nos enfrentamos pues a una situación en la que el vencedor en un arbitraje


tiene que esperar la mayoría de las veces más de un año, para recién después
de que el Poder Judicial haya confirmado la validez del laudo arbitral, pueda

29
proceder a su ejecución. Sin embargo, todos sabemos que la gran mayoría de
las veces los recursos de anulación son planteados sin que exista una causal
de anulación válida y con el único objetivo de demorar, indebidamente, la
ejecución de los laudos arbitrales.

Es más, si bien no existen estadísticas oficiales, se sabe que nuestro Poder


Judicial solo en contados casos anula un laudo arbitraJ.3' Esto se debe, entre
otros, a la correcta actitud que vienen mostrando la gran mayoría de
magistrados frente al arbitraje y, además, al limitado número de las causales de
anulación. ~ Fernando Can tu arias Salaverry Ante esta situación,
consideramos que de manera urgente debe reformarse la LGA, con la finalidad
de que la interposición y pendencia del recurso de anulación no suspenda la
ejecución de un laudo arbitral, 35 salvo que el juez que conoce de esa causa
dicte medida cautelar de suspensión de la ejecución, en cuyo caso deberá
ordenar el otorgamiento de las garantías respectivas.

Para estos efectos, consideramos que debe seguirse de cerca lo dispuesto en


el artículo 45( 1) y (2) de la nueva Ley de Arbitraje de España (2003 ), 36
aunque debiera permitirse que las partes, sea en su convenio o en el
reglamento de arbitraje aplicable, pudieran establecer el tipo exacto de
garantía, como sus condiciones .

EL DEBER DE CONFIDENCIALIDAD DE LAS ACTUACIONES


ARBITRALES

El artículo 51 de la Ley de Arbitraje, establece lo siguiente:

Artículo 51.- Confidencialidad

1. Salvo pacto en contrario, el tribunal arbitral, el secretario, la institución


arbitral y, en su caso, los testigos, peritos y cualquier otro que intervenga en las
actuaciones arbitrales, están obligados a guardar confidencialidad sobre el
curso de las mismas, incluido el laudo, así como sobre cualquier información
que conozcan a través de dichas actuaciones, bajo responsabilidad.

2. Este deber de confidencialidad también alcanza a las partes, sus


representantes y asesores legales, salvo cuando por exigencia legal sea
necesario hacer público las actuaciones o, en su caso, el laudo para proteger o

30
hacer cumplir un derecho o para interponer el recurso de anulación o ejecutar
el laudo en sede judicial.

3. En todos los arbitrajes regidos por este Decreto Legislativo en los que
interviene el Estado peruano como parte, las actuaciones arbitrales estarán
sujetas a confidencialidad y el laudo será público, una vez terminadas las
actuaciones.

Antes de analizar el contenido del citado precepto, debemos mencionar como


referencia que dicho artículo encuentra concordancia con el numeral 24 de la
Ley de Arbitraje, que estipula lo siguiente:

Artículo 24.- Principios de igualdad, audiencia y contradicción

1. Deberá tratarse a las partes con igualdad y darse a cada una de ellas
suficiente oportunidad de hacer valer sus derechos.

2. Los árbitros, las partes y las instituciones arbitrales, en su caso, están


obligadas a guardar la confidencialidad de las informaciones que conozcan a
través de las actuaciones arbitrales.

Asimismo, debemos anotar que dentro de la normativa nacional, el artículo 51


del Decreto Legislativo nº 1071, bajo estudio, tiene como antecedente
inmediato el artículo 18 de la derogada Ley General de Arbitraje del año 1996,
Ley n.° 26572. Así, dicho precepto señalaba:

Artículo 18.- Disposición general Los árbitros no representan los intereses de ninguna
de las partes y ejercen el cargo con estricta imparcialidad y absoluta discreción. […].

El artículo que vamos a analizar también posee antecedente en la Ley General


de Arbitraje peruana del año 1992, Decreto Ley n.° 25935, cuyo artículo 16
establece que:

Artículo 16.- Los árbitros no representan los intereses de ninguna de las partes y ejercen
el cargo con estricta imparcialidad y absoluta discreción. […]

Ahora bien, uno de los temas más importantes que trae el Decreto Legislativo
n.° 1071 (en adelante, la Ley de Arbitraje) es el desarrollo del deber de
confidencialidad, materia tratada de manera muy escueta por la derogada Ley
n.° 26572, Ley General de Arbitraje, la misma que se limitaba a señalar dentro

31
de una disposición general referida a los árbitros —el artículo 18— que éstos
deben ejercer su cargo con estricta discreción. Guillermo Lohmann,5
refiriéndose al término utilizado por la ley vigente y comparándolo con el de sus
antecesores, señala que «discreción es palabra que a mi parecer es, para esos
fines, más exacta y apropiada que la de confidencialidad (cualidad de
confidencial) que establece la novísima legislación.

Prefiero discreción porque denota tanto lo positivo como lo negativo y es


concepto más amplio, ya que en lo positivo significa prudencia y sensatez para
formar juicio y tacto para hablar o decir; y en lo negativo porque describe
reserva, secreto y circunspección, o sea, recato, acierto y cuidado para no
hablar o no decir —ni siquiera insinuar o dar a entender— lo que no se debe.

Hasta cierto punto, la discreción está estrechamente vinculada con la


probidad. No es que me disguste la palabra confidencial, pero deriva de
confidencia y de confianza y, por tanto, siempre está en relación con personas
determinadas hacia las cuales existe espontáneamente ese sentimiento,
mientras que la discreción es deber ante una generalidad de sujetos y
situaciones y que puede ser exigido».

Ahora bien, el inciso 1 del artículo 51 de la Ley de Arbitraje establece que,


salvo pacto en contrario, el tribunal arbitral, el secretario, la institución arbitral y,
en su caso, los testigos, peritos y cualquier otro que intervenga en las
actuaciones arbitrales, están obligados a guardar confidencialidad sobre el
curso de las mismas, incluido el laudo, así como cualquier información que
conozcan a través de dichas actuaciones, bajo responsabilidad.

El tema de la confidencialidad es parte del convenio o del contrato que


celebran las partes y los árbitros. Ahora bien, cabría preguntarse, ¿en qué
medida este contrato puede obligar a terceros? Creemos que éstos no estarán
obligados por el contrato mismo, sino más bien en virtud de lo establecido por
la propia Ley. Es decir, quienes no celebran este contrato, que son el secretario
(en la medida de que no sea dependiente de una institución arbitral), los
testigos, peritos y cualquier otra persona que intervenga, deben guardar esa
confidencialidad, según lo dispuesto por el primer párrafo del artículo 51 de la
Ley de Arbitraje.

32
En verdad, si no fuera por lo establecido en la Ley, tales personas no tendrían
que guardar confidencialidad alguna, dado que los contratos son res intervalos
acta. La citada norma agrega en su inciso 2 que este deber de confidencialidad
también alcanza a las partes, sus representantes y asesores legales, salvo
cuando por exigencia legal sea necesario hacer públicas las actuaciones o, en
su caso, el laudo, para proteger o hacer cumplir un derecho o para interponer el
recurso de anulación o ejecutar el laudo en sede judicial.

En realidad, se trata de la extensión del deber de confidencialidad del inciso 1,


ya que las partes, evidentemente, están obligadas a la confidencialidad, en
virtud de lo acordado en el acta de instalación. La excepción se encuentra
dada, como se sabe, por el pacto en contrario.

El pacto en contrario siempre podrá hacer que las partes no guarden


confidencialidad alguna sobre el contenido del proceso. Naturalmente, siempre
que hubiere la exigencia legal a que alude el inciso 2 del artículo 51, es decir
una exigencia judicial, por ejemplo, se podrá (deberá) revelar el contenido de
las actuaciones arbitrales.

Asimismo, ese deber de confidencialidad cesa cuando el laudo va en


anulación al Poder Judicial, ya que aquí la jurisdicción arbitral no se encontrará
presente. Hay una pregunta que resulta importante formular, en el sentido de si
el deber de confidencialidad se extiende a otras personas que vienen tomando
conocimiento del contenido de las actuaciones arbitrales. Por ejemplo, ¿este
deber se extiende a todos los miembros de un Estudio de Abogados que
defiende a una parte en un proceso arbitral? ¿A un practicante, por ejemplo?
Creemos que sí. Lo contrario implicaría relativizar peligrosamente sus
alcances.

Además, otra pregunta que es importante formular está referida a ¿hasta


cuándo se extiende ese deber de confidencialidad? ¿Es hasta la muerte? ¿Se
extiende más allá de ella, es decir, ad infinitum, en la medida en que no se
podría ni siquiera vía testamentaria revelar lo que uno conoció en un proceso
arbitral?; ¿o, en realidad, debería entenderse como que el deber de
confidencialidad solamente se ciñe al tiempo en que resultaba relevante

33
establecer o mantener esa confidencialidad en torno a la materia controvertida?
.

Pensamos que, al no hacer la Ley una distinción al respecto, no cabe distinguir


y, en ese sentido, el deber de confidencialidad se extiende no sólo hasta la
terminación del proceso, sino a perpetuidad. El citado precepto concluye
señalando en su inciso 3, que en todos los arbitrajes regidos por el Decreto
Legislativo n.° 1071 en los que interviene el Estado peruano como parte, las
actuaciones arbitrales estarán sujetas a confidencialidad y el laudo será
público, una vez terminadas las actuaciones.

Lo señalado en este extremo de la norma resulta adecuado, en razón de que


en los arbitrajes en donde una de las partes o ambas son entidades estatales,
se está discutiendo el manejo de fondos públicos, razón por la cual no debería
regir la confidencialidad una vez expedido el laudo, para que éste pueda ser de
conocimiento público y, además, se pueda juzgar de esta manera el
comportamiento del o de los árbitros y de las partes en el proceso. De otro
lado, en caso no cumplir con lo establecido por las partes o, en su defecto, por
el numeral bajo estudio, Guillermo Lohmann,6 señala tres categorías de
responsabilidad:

 La primera es la responsabilidad civil. Por tanto, la responsabilidad


puede ser contractual, como es el caso entre las partes y los árbitros o
entre las partes y la institución administradora, que sin duda hay una
relación contractual de servicios. O puede ser extracontractual, si, por
ejemplo, quien comete la infracción es un perito.
 La segunda es la responsabilidad penal. Los artículos 156 y 165 del
Código Penal establecen los tipos de las infracciones a los derechos de
intimidad y la obligación de secreto, respectivamente.

 La tercera es, si podría llamarse así, de carácter administrativo e incluso


laboral, cuya aplicación concierne a las instituciones arbitrales,
imponiendo sanciones a las partes, a los árbitros y al personal vinculado
al arbitraje.

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Ahora bien, este desarrollo pormenorizado del deber de confidencialidad hace
necesaria una reflexión, que es la relativa a cuáles son los fundamentos y
cuáles deberían ser los alcances de esa confidencialidad.

¿RESULTA IDÓNEA LA FÓRMULA PLANTEADA POR EL ARTÍCULO 51


DE LA LEY DE ARBITRAJE?

No cabe duda de que al tratarse de una justicia privada, la confidencialidad del


arbitraje podría constituir una característica distintiva de esta institución, con
respecto a la justicia pública u ordinaria; y esto ha venido siendo así de manera
rigurosa y con raras excepciones. Sin embargo, corresponde preguntarnos si
por naturaleza, la justicia arbitral debe ser privada.

Pensamos que ello no necesariamente tiene que ser así, habida cuenta de que
— al fin y al cabo— estamos hablando de administración de justicia, la cual es
una facultad concedida a los árbitros por mandato constitucional y que, por
último, implica una cesión a los particulares para que se administre esta justicia
fuera de los tribunales ordinarios. Esta cesión, pues, no tiene por qué implicar
clandestinidad.

Decimos esto, en razón a que suele tomarse como una verdad absoluta el que
el desarrollo de los procesos arbitrales se mantenga dentro de esta
confidencialidad, materia que ha sido consagrada en el inciso 1 del artículo 51
de la Ley de Arbitraje.

Para explicar de mejor manera lo señalado, recordamos un caso en el que por


un tema profesional nuestro Estudio de Abogados tuvo la oportunidad de
conocer acerca de un proceso arbitral en el cual el cliente debió ser citado
como tercero coadyuvante, en la medida de que tenía interés patrimonial
directo en el resultado de un proceso arbitral que se iniciaba.

Se trataba de un proceso ad-hoc, de modo tal que, con mayor razón, esta
empresa no tuvo la menor posibilidad de conocer la existencia de este arbitraje,
así como de intentar hacer valer sus derechos incorporándose a dicho proceso
y ejercer su derecho de defensa en esta sede. Una situación como ésta se
hubiese podido solucionar en tanto y en cuanto existiera en el país un registro
oficial obligatorio en materia de los arbitrajes que se inician, en donde sólo se

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tuviera que inscribir la identidad de las partes, los nombres de los miembros del
tribunal arbitral del secretario y la sede donde se desarrolla el proceso.

Convenimos, sin embargo, en que el desarrollo del proceso arbitral sí debería


seguir siendo totalmente confidencial, en la medida de que las intervenciones
de terceros ajenos al proceso (como podría ser el caso de un tema en el que se
interese la prensa), podrían alterar el adecuado curso de los procedimientos y,
de una manera u otra, terminar influyendo en el tribunal que emitirá el laudo.
Creemos, en este sentido, que las bondades de la confidencialidad en el
desarrollo del proceso son mucho mayores que las de su publicidad y que esta
regla debería mantenerse invariable en el futuro. Sin embargo, no opinamos lo
mismo con respecto a la confidencialidad del laudo arbitral. Como hemos
señalado al principio, la Ley establece muy pocas excepciones a la
confidencialidad del arbitraje.

La primera excepción se presenta cuando las partes acuerdan que no exista


confidencialidad alguna en el proceso, caso en el cual todas las actuaciones
del mismo podrán ser públicas. Naturalmente que las partes podrían pactar
sólo de modo parcial contra la confidencialidad, como ocurriría, por ejemplo, si
es que acordaran que el desarrollo del proceso fuese confidencial, mas no así
el laudo que ponga fin al mismo, o viceversa.

La segunda excepción contemplada por el artículo 51 de la Ley se presenta


cuando, una vez finalizado el proceso, se judicializa la revisión del laudo, vía un
proceso de anulación. Como es obvio, en este caso la confidencialidad del
arbitraje se levanta no sólo con respecto al laudo, habida cuenta de que la
integridad del expediente arbitral pasará a formar parte del expediente judicial
del proceso en donde se conozca la pretensión de anulación del laudo. Y,
finalmente, el tercer supuesto en que no estará presente la confidencialidad es
el referido a los laudos que pongan fin a aquellos procesos en que el Estado
haya sido parte.

Como se puede apreciar, este relevo de la confidencialidad se restringe al


laudo y no a las demás actuaciones arbitrales, conforme a lo dispuesto por el
inciso 3 del artículo 51 de la Ley en actual vigencia. Nosotros creemos, más
bien, que todo laudo debería ser publicado una vez concluido el proceso

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arbitral, a menos que las partes hubiesen pactado lo contrario, ya sea en su
convenio arbitral o en momento posterior. Los argumentos que nos llevan a
proponer tal consideración, son de diversa índole.

En primer lugar, la razón que se esgrime para publicar los laudos que ponen fin
a los procesos en que ha sido parte el Estado, es que en tales procesos se
discuten temas relativos a fondos públicos. Nos parece muy bien que esto sea
así; pero el argumento resulta incompleto, pues no es sólo un tema relativo a
fondos públicos o privados, sino fundamentalmente uno referido a la facultad
de administrar justicia, facultad que por naturaleza corresponde al Estado y, por
excepción, a los particulares.

Esa desmembración de la facultad de administrar justicia no debe implicar que


la justicia privada sea anónima o clandestina, ya que la justicia no sólo interesa
a las partes del proceso arbitral, sino que, por definición, interesa al Estado que
le abre las puertas, y por tanto, interesa a todos. Por lo demás, no vemos
inconveniente alguno, ya sea teórico, conceptual o práctico, en que todos los
laudos arbitrales sean publicados.

En ese sentido, lo ideal en esta materia hubiese sido invertir la regla, es decir
establecer que todo laudo arbitral debiera publicarse en una determinada
página web (que bien podría ser de la del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, si se tratara de 82 arbitrajes ad-hoc, o la del respectivo Centro de
Arbitraje, si estuviésemos frente a un arbitraje administrado), a menos —lo
repetimos— que ambas partes hubiesen pactado lo contrario en el convenio
arbitral o en otro momento posterior y no se tratare, naturalmente, de un
arbitraje derivado de la contratación estatal, caso en el cual el pacto en
contrario resultaría imposible. Eso significa que la confidencialidad del laudo
pasaría, de ser regla, a convertirse en excepción.

En segundo lugar, creemos que los laudos deberían ser públicos por una
cuestión de transparencia de los propios tribunales arbitrales y de quienes los
integran. Es verdad que en las ocasiones en que un proceso arbitral pasa a ser
de conocimiento de los tribunales ordinarios, vía anulación, las actuaciones de
los árbitros pasarán a tener una relativa fiscalización en lo que respecta al
contenido de las pretensiones anulatorias. Pero, tal «publicidad» es relativa, en

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la medida de que la inmensa mayoría de personas no tiene acceso al laudo. En
todo caso, podrá tenerlo con respecto a la resolución anulatoria, pero no con
relación al laudo mismo.

Lo expresado, entonces, no soluciona la necesaria fiscalización de las


resoluciones arbitrales, habida cuenta de que podríamos encontrarnos frente a
un laudo formalmente impecable, pero que sea abiertamente injusto o que
distorsione seriamente la aplicación de normas de Derecho sustantivo, pero
que ninguna de dichas infracciones constituya causal de anulación del mismo.
En un caso como éste, el laudo quedará firme al no prosperar la anulación,
pero la abierta injusticia quedará —también— en el más absoluto anonimato.

En cambio, si el referido laudo tuviera que ser hecho público, toda la sociedad
podría estar alerta con respecto al irregular comportamiento jurídico de esos
árbitros, quienes —ya sea por ignorancia del Derecho o por dolosa
deformación del mismo— han actuado de esa manera. La publicación de todos
los laudos arbitrales constituiría una importante «vitrina», en donde se exhibiría
lo bueno, lo malo y lo feo del proceder jurídico de cada árbitro.

Tal situación conduciría, además, a que la propia sociedad vaya discriminando


entre quienes actúan conforme a Derecho y quienes atentan contra él. Por lo
demás, si sumáramos a la publicación de todos los laudos, el deber de registrar
el inicio de los procesos arbitrales, podría apreciarse claramente cuál es la
conducta de los árbitros de parte en aquellos procesos para cuyo conocimiento
han sido designados. Todo árbitro sabría que su laudo será objeto de escrutinio
público y no nos cabe duda de que ello constituiría un filtro para que dejen de
ejercer función arbitral todos aquellos que en lugar de servir a la justicia se
sirven de ella, o, dicho de otro modo, están al servicio de quien los nombró.
Íntimamente vinculado al tema anterior está aquél de la predictibilidad de las
resoluciones.

No cabe duda de que uno de los aspectos que más se cuestiona en la


jurisdicción ordinaria, es el relativo a la predictibilidad de las resoluciones. Se
critica, con mucha razón, el que —por ejemplo— una misma Sala de una Corte
adopte fallos absolutamente contradictorios en casos similares y en lapsos muy
cercanos. Esta situación resta predictibilidad a las resoluciones de los

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tribunales, tornando muchas veces a la justicia en una especie de juego de
azar.

No en pocas ocasiones son asimilables estos conceptos a los laudos


arbitrales, ya que se conoce —en privado— que en diversas ocasiones un
mismo árbitro ha laudado en sentidos absolutamente contradictorios en casos
muy similares y en lapsos muy cortos. Esta situación —que, de por sí nada
tiene de ilegal ni de ilícita— es mejor que sea de conocimiento público, a
efectos de que el medio jurídico en su conjunto juzgue si el cambio de opinión
fue serio y motivado en Derecho o si, por el contrario, estuvo signado por la
arbitrariedad. En adición a lo expuesto, debemos recordar que una de las
mayores y más frecuentes críticas a las sentencias expedidas por la
administración de justicia ordinaria, se basa en la pobreza de sus fundamentos.

Es una lástima que un gran número de sentencias en los procesos judiciales no


tengan nada que enseñar al medio jurídico, es decir que ellas no representen
aporte alguno al Derecho.

La mayoría de los tribunales ordinarios han renunciado, en los hechos, a


considerar que la jurisprudencia es una fuente del Derecho y la han reducido a
su mínima expresión. Las sentencias de los tribunales no sólo deben cumplir
con su función natural, que es la de resolver el caso concreto, sino también
deben educar y contribuir al desarrollo del Derecho en el país.

Es probable que el emblema de correcto proceder sobre este particular lo


constituya el Tribunal Constitucional, órgano que se ha preocupado desde su
creación por dotar a sus sentencias (equivocadas o no) de un rico contenido
teórico, lo que le ha permitido no sólo gozar del respeto ciudadano, sino
también de convertirse en vigoroso impulsor de la doctrina constitucional, la
misma que ha ido penetrando todas las áreas del Derecho. No nos cabe duda
de que existe un gran número de laudos arbitrales que se caracterizan por la
altísima calidad de su manufactura, y que representan, en muchos casos,
piezas jurídicas notables, tanto en materia de Derecho procesal como en
diversos aspectos de Derecho sustantivo.

Es una lástima que salvo aquellos laudos que versan sobre contratos con el
Estado o aquéllos en donde las partes hubiesen dispensado su publicidad, o

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los que ulteriormente se judicializaron vía recurso de anulación, el resto de
laudos arbitrales permanezcan en el más absoluto secreto. Creemos que el
Derecho nacional se está perdiendo de mucho al no nutrirse con estos
contenidos, los cuales —si fuesen de conocimiento público— harían que el
concepto que se tiene de la jurisprudencia en el Perú, varíe radicalmente.

Fernando de Trazegnies8 se pronuncia en este sentido al señalar que «el


arbitraje tiene una función privada, pero también comparte, de cierta manera, la
función pública de juzgar y, en esta forma, asume también obligaciones frente a
la sociedad. Dentro de esa línea, se piensa que hay que darle al arbitraje los
medios para que los laudos de los árbitros tengan una consistencia entre ellos,
proporcionando a los árbitros los laudos anteriores como una rica materia de
reflexión que permitirá sentar jurisprudencia… arbitral, pero jurisprudencia de
todas maneras.

El enorme esfuerzo intelectual de los árbitros para solucionar un caso merece


tener una repercusión teórica adecuada en beneficio de la sociedad toda. Esto
no significa en manera alguna que se establezca que la jurisprudencia de los
tribunales arbitrales es obligatoria. No es en ese sentido autoritario que se
ejerce su influencia sobre los laudos futuros. La jurisprudencia — tanto la
arbitral como la judicial— debe ser tomada como doctrina viva, como doctrina
que ha sido puesta a prueba en el caso concreto.

Y es así, en tanto que doctrina, en tanto que reflexión jurídica, que puede servir
sea de guía, sea de estímulo para desarrollar razonamientos discrepantes, al
momento de resolver un caso posterior».

Por lo demás, su publicidad constituiría todo un reto para el Poder Judicial, el


mismo que se vería obligado a elevar los estándares de calidad de sus
resoluciones, no sólo por amor propio, sino por el hecho de que cada día hay
más campos en donde el Derecho permite que el arbitraje compita en la
sociedad con la administración de justicia ordinaria, por obtener la preferencia
de quienes buscan se les haga justicia.

Por lo demás, es evidente también que la publicidad de todos los laudos


arbitrales haría que los árbitros se esmeren en la calidad de su manufactura,
sabiendo que los mismos serán de conocimiento público. Para concluir este

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análisis, quisiéramos referirnos a la generalizada creencia de que las partes no
necesariamente compartirían la voluntad de que se publiquen los laudos
arbitrales.

Creemos que esto no sería así, ya que la experiencia enseña que, por lo
general, por lo menos una de las partes está convencida de las bondades de
sus argumentos; y, generalmente, es una de las partes (no necesariamente la
que está convencida de su verdad) la que termina venciendo en la mayoría de
puntos controvertidos. En ese sentido, resulta raro creer que sea voluntad de
ambas partes en un proceso el que los laudos se mantengan en reserva, pues
por lo menos una de ellas sentiría una gran satisfacción en el hecho de que
toda la sociedad conozca que se le ha dado la razón.

Creemos que nuestra sociedad necesita conocer el comportamiento de quienes


piden justicia ante los tribunales arbitrales, tanto de aquéllos que ganan, como
de aquéllos que pierden. La publicidad de los laudos arbitrales representaría
una especie de nueva «central de riesgos», pues los diversos agentes del
mercado conocerían cuál es el comportamiento comercial y profesional de las
partes que han litigado en ese arbitraje, pudiendo llegar a confirmar si el
comportamiento de dichas partes es leal, serio y honesto o si, por el contrario,
constituyen agentes que faltan a la palabra empeñada, que atentan contra la
verdad y que entorpecen el camino de la justicia.

Por último, la justicia arbitral en el Perú, dada su importancia cualitativa y


cuantitativa, así como todas las áreas en las que está avanzando de manera
asombrosa, hacen que tal justicia haya dejado de ser un pequeño feudo en
donde deba primar el secreto; y en donde tal secreto no importa, dada la
escasa magnitud de su ámbito de competencia.

CONCLUSIONES

Hoy en día la justicia arbitral avanza a pasos agigantados y ya ha desplazado a


la justicia ordinaria en lo que respecta a aquellos procesos de mayor
importancia patrimonial.

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En ese sentido, a diferencia de hace unos años, muchos titulares de periódicos
no se refieren al desarrollo de procesos judiciales, sino al de procesos
arbitrales; y estamos seguros de que en cuanto la Ley lo permita y la
naturaleza de las materias así lo determine, el arbitraje está destinado a
convertirse en el más importante mecanismo de administración de justicia en el
Perú. No condenemos a que esta justicia, que por las razones expuestas va a
convertirse en la más importante del país, permanezca en el anonimato.

EXAMEN DEL MÓDULO:


NOMBRE Y APELLIDOS:

CÓDIGO:

FECHA:

1.HABLA SOBRE LOS FUNDAMENTOS DE LA EJECUCIÓN DEL EL


ARBITRAJE NACIONAL

2¿CUÁLES SON LOS ANTECEDENTES LEGALES DEL ARBITRAJE EN EL


PERÚ?

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3. ¿QUÉ ES UN MARCO LEGAL DEL ARBITRAJE?

4.HABLA SOBRE EL ARBITRAJE EN LA PRÁCTICA

3. ¿CUÁLES SON LOS MATERIAS ARBITRABLES ?

5.HABLASOBRE LA EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBÍTRALES DICTADOS


EN EL PERÚ

6.ELABORA UN MAPA MENTAL DEL TEMA

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