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Universidad Católica Santa Rosa de Lima

Cátedra: Derecho Contencioso Administrativo I


Sección N11A
Turno: Nocturno

DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO Y SU


EVOLUCIÓN EN LA HISTORIA

Estudiante:
Esloranleys E. Pirrone López
V-28.338.049
Profesor:
Jhony Caldeira

Caracas, 9 de octubre de 2023.

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Si queremos tratar el origen y la evolución del derecho administrativo debemos
empezar diciendo que la Administración Pública existe prácticamente desde que existe el
Estado y este último existe desde que se generaron los elementos que lo constituyen,
definimos Estado como la entidad jurídica ubicada en un ámbito físico determinado y que
ejerce poder respecto de un conjunto de personas, que a su vez es producto del acuerdo
entre ellas, a lo cual se ha llamado pacto o contrato social, al espacio físico en mención se
denomina territorio, al conjunto de personas se le denomina pueblo o población y al poder
que el Estado ejerce respecto de dichas personas se le conoce como poder político. Es
evidente que la ausencia de cualquiera de dichos elementos determina que la entidad
ante la cual nos encontramos no es un Estado. Ahora bien, se define en general como
poder a la capacidad que tiene una entidad o persona de influir en las conductas de las
demás personas, estando el poder político caracterizado por la coerción que se puede
ejercer sobre la población a través del uso de la fuerza, legitimada por el Derecho.

En ese sentido, el poder político existe entonces desde la antigüedad, que es el


que le da legitimidad al poder de la Administración Pública, que se ejerce respecto de los
administrados, sí, tal como existe Estado desde la antigüedad, existe Administración
Pública. Sin embargo, aún no existe propiamente derecho administrativo, puesto que no
había una regulación de la relación que existe entre aquella y el administrado, es por lo
que los conceptos propios del derecho administrativo clásico, o no existían, o eran muy
incipientes, menos aún los conceptos más avanzados que conocemos hoy en día.

La función administrativa, propia de la Administración Pública, tiene entonces su


origen en la separación de poderes. A su vez, los orígenes más remotos de dicho
principio, podemos encontrarlos en Aristóteles, quien en la Ética nicomáquea, distinguió
tres direcciones del poder del Estado: la que legisla, la del soberano y la del juez; a las
cuales correspondía la deliberación, el mando y la justicia, respectivamente, y a las que
correspondía la organización política del momento, sin embargo, Aristóteles no definía
una adecuada distribución de facultades ni le daba a la división de funciones una
importancia fundamental en la conservación de la libertad de los pueblos. Como
resultado, en su pensamiento tampoco existía una definición de la función administrativa,
ni menos del derecho administrativo, lo cual se evidenciaba a su vez en el funcionamiento
de las ciudades estado griegas.

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Ahora bien, en Roma observamos una importante evolución de las instituciones
políticas, que a su vez implicaron instituciones administrativas. Esto dio inicio de manera
incipiente en la Monarquía Romana, para luego desarrollarse de manera importante en la
República, a través de las diversas magistraturas que existían en dicho régimen de
gobierno, para luego manifestarse de manera distinta una vez instaurado el Imperio;
Durante la edad media el Estado sufrió serias transformaciones, la desaparición del
Imperio Romano y las invasiones bárbaras implicaron la transformación de las
instituciones jurídicas y políticas existentes, modificando la naturaleza del Estado que
existía en dicho momento. Así, dichas instituciones fueron reemplazadas por un régimen
social y político denominado feudalismo, el cual dominó buena parte de los países
europeos.
Así las cosas, la evolución de la economía y la sociedad medieval fue llevando a
un desarrollo importante de un conjunto de instituciones jurídicas y políticas, así que los
estados fueron obteniendo cada vez mayor poder respecto de los señores feudales
gracias al crecimiento de la burguesía y a la necesidad de un mayor control de la
seguridad nacional y del orden público. Ello, evidentemente, generó un mayor crecimiento
y complejidad de la administración pública en dichos países.

Dicho incremento de Poder Político una vez entrada la edad moderna, implicó una
importante transformación de las estructuras estatales, generando el paso de los estados
feudales a los estados nación europeos, y de ahí a los estados absolutos. De hecho, la
monarquía absoluta implicaba no solo el aumento sustancial del poder del monarca, sino
un mayor poder del aparato administrativo, el cual carecía de control efectivo interno o
externo, siendo común la afectación a los derechos de los administrados. Al sometimiento
del Estado en general y de la Administración pública en particular a la ley tiene su origen
en la doctrina de John Locke; expresa este autor a quien se le reconoce casi
unánimemente como padre del liberalismo político que si el Estado ha nacido para
proteger los derechos naturales, que no desaparecen con el contrato social establecido
por Hobbes, carece de sentido racional que desaparezcan por la instauración de un
Estado absolutista, cuando el contrato social persigue el fin de proteger, amparar y
hacerlos sobrevivir. Como resultado, la monarquía absoluta es incompatible con la
sociedad civil, Lo que hay que hacer es limitar el poder absoluto y ello se logra
distribuyendo las funciones estatales.

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En contraposición con Hobbes, Locke considera al soberano como parte
integrante del pacto social, por lo cual dicho soberano se encuentra también sometido a la
norma legal. Hobbes emplea el contrato social más bien para justificar la obediencia al
soberano y la asunción de este del poder absoluto sobre sus súbditos. Y es que, para
Hobbes, la libertad del soberano está sobre los individuos y por sobre las mismas leyes
que rigen a los individuos. Cada individuo renuncia a su libertad buscando la seguridad
que le otorga el Estado soberano.

Entonces, el sometimiento del monarca a la ley generaría entonces que él


pretenda elaborar también la misma, lo que implicaría una grave incongruencia, pues
estaría sometido a sus propios designios, sin que exista control aparente alguno. Si el
príncipe absoluto reúne en sí mismo el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, señala
Locke, no existiría juez ni manera de apelar a nadie para decidir en forma justa una
reparación o compensación si es que el príncipe generase un daño o atropello.

De este modo, Locke se convierte no solo en el generador del principio de


legalidad sino además en el inmediato precursor de la separación de poderes, a la cual
nos vamos a referir con detalle más adelante. Por ello, consideramos que el hito más
importante en el constitucionalismo moderno no es la Revolución Francesa, como
comúnmente se cree, sino más bien la Revolución Gloriosa, que ocurrió en Inglaterra un
año antes que se editara el texto de John Locke.

Es evidente, a partir de este razonamiento, que el principio de legalidad es uno de


los elementos que conforman el Estado de derecho, pues sirve de efectiva limitación al
poder estatal en beneficio de los derechos de los individuos. A su vez, constituye el
principio más importante del derecho y uno de los tantos puntos de contactos que existen
entre el derecho constitucional y el derecho administrativo.

En este mismo orden de ideas, en la actualidad el Derecho Procesal Administrativo


se reconoce por ser la rama del Derecho Público que regula los procedimientos en
la Administración Pública a los efectos de que la misma logre sus fines dentro de un
marco de respeto a los derechos de los ciudadanos, así como mantener la eficacia del
Derecho Administrativo a través de la función jurisdiccional, es decir, el Derecho Procesal
Administrativo como disciplina jurídica es un conjunto de normas, debidamente
ordenadas, sistematizadas, y jerarquizadas cuyo objeto específico es el ejercicio de la

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función jurisdiccional administrativa. La emisión de un acto o una resolución administrativa
que se considera contraria a derecho, en primera instancia faculta a los afectados a
utilizar como medios de impugnación los denominados recursos administrativos de
carácter no jurisdiccional. Sin embargo, estos recursos administrativos son del
conocimiento de la propia autoridad que emitió el acto o la resolución administrativa. La
emisión de un acto o una resolución administrativa que considere contraria a derecho, en
primera instancia faculta a los afectados a utilizar como medios de impugnación los
denominados recursos administrativos de carácter no jurisdiccional, sin embargo, estos
recursos administrativos son del conocimiento de la propia autoridad que emitió el acto o
la resolución en cuestión, o en su caso de su superior jerárquico, quienes en la mayor
parte de los casos no actúan con la imparcialidad y justicia debida. Por lo tanto, el juicio
contencioso administrativo o, también llamado juicio de nulidad se convierte en el medio
de control jurisdiccional por excelencia, sobre los actos y resoluciones ilegales de la
Administración Pública, de modo que, salta a la vista la importancia jurídica, política, y
social de la función jurisdiccional administrativa, porque mediante ella, el Estado cumple
en última instancia, con la obligación de administrar justicia, sin la cual la sociedad no
puede subsistir, ni mucho menos desarrollarse. Dicha importancia queda de manifiesto en
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos (LOPA) las cuáles definen y delimitan perfectamente el
Proceso Administrativo, establece los órganos correspondientes para su ejercicio, y
señala los recursos en contra de sus resoluciones, incluyendo al juicio de amparo que es
el medio de control constitucional por excelencia.

El Derecho Procesal Administrativo tiene por objeto y fin la protección de los


administrados frente a la Administración Pública, así como mantener la eficacia del
Derecho Administrativo a través de la función jurisdiccional. De modo que, salta a la vista
la importancia jurídica, política y social de la función jurisdiccional administrativa, porque
mediante ella, el Estado cumple en última instancia, con la obligación de administrar
justicia, sin la cual la sociedad no puede subsistir, ni mucho menos desarrollarse. Por lo
tanto, el juicio contencioso administrativo o, también llamado juicio de nulidad se convierte
en el medio de control jurisdiccional por excelencia, sobre actos y resoluciones ilegales de
la Administración Pública.

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