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La imputabilidad es una característica de los actos que realizan las personas, es la posibilidad
de referir un acto cualquiera a la actividad de una persona. Para que propiamente se pueda
hablar de responsabilidad se requiere, además de los sujetos de la imputabilidad, que ocurra la
violación de algún deber con respecto a otro sujeto.
Por otro lado, corresponde señalar la diferencia entre responsabilidad moral y jurídica. La
diferencia radica, especialmente, en que la responsabilidad moral radica en la creencia divina o
la conciencia del ser, no somos responsables ante otros sujetos sino ante uno mismo o aquello
en lo que se cree. La responsabilidad jurídica se configura cuando un sujeto de derecho se
encuentra en la situación de responder por su conducta ante otro sujeto en razón de que esa
conducta causa perjuicios violando normas que debía observar. Es una situación que se tipifica
principalmente pos sus efectos, que pueden ser de carácter propiamente reparador o de
carácter específicamente penal. La reparación civil tiene por objeto remover el daño causado
con el hecho que creó la responsabilidad, en tanto que la pena tiene por objeto someter al
autor del hecho que engendró la responsabilidad a un castigo afectivo.
En este punto corresponde señalar que son varios los elementos que diferencian la
responsabilidad civil de la penal, estos son: las personas que son sujetos pasivos de la
responsabilidad, a la naturaleza y extensión de las sanciones que de la responsabilidad derivan,
al tribunal competente para entender en los procesos que pueden surgir, al régimen de
apreciación de la culpa, etc.
Debemos, entonces, considerar que un hecho ilícito puede, o bien ser un delito o cuasidelito
civil (esto es, obligar a la reparacion), o bien ser un delito o una falta penal (esto es, obliar a su
agente a sufrir las consecuencias de la pena expresamente previstas por la ley penal), o bien,
obligar – acumulativamente – a la reparación y a la pena. La responsabilidad civil de reparación
siempre va a surgir si se enmarca dentro de las circunstancias previstas en el art. 1319 CC, el
que tiene, como único fin, la restitución del equilibrio patrimonial desvirtuado por la
producción de un daño injusto.
La diferencia esecial entre yno y otro concepto radica en que la reparación supone el
restablecimiento de la situación existente con anterioridad a la inobservancia del precepto. La
pena se impone para reparar la culpa del delincuente; la indemizacion para reparar el daño del
perjudicado. La restitución es una sanción de eficacia mas bien satisfaciente y mira antes
quenada por el bien del titular del interés protegido cuyo bien trata de restablecer. En tanto
que la pena e de eficacia mas bien aflictiva y mira sobre todo al titular de la infraccion, esto es,
al titular del interés que la misma pena sacrifica. La restitución se realiza para que se remueva
la violación, en tanto que la pena se infringe porque la violación se ha producido.
Respecto a la distinción entre responsabilidad civil y garantía, menciona Peirano Facio que, en
virtud de la actual corriente que sigue a Starck, se consideran sinónimos, ya que la
responsabilidad civil se ha reestructurado a fin de perseguir la reparación de la totalidad de
daños a través de la garantía.
Por ultimo cabe señalar la distinción entre responsabilidad civil y orden publico, ya que si
integran la esfera del último, la responsabilidad civil no sería pasible de modificarse por
acuerdo de las partes. No es el caso de lo dispuesto en los arts. 1319 y ss. Del CC, ya que no
son de orden público, siendo pasibles de modificarse y realizar acuerdos tendientes a
satisfacer la restitución patrimonial del ofendido.
Toda la materia de la responsabilidad esta regulada por principios generalísimos que dominan
por entero todo el campo del derecho, y que hacen surgir – al producirse la incidencia de lo
ilícito en sus diversas ramas – situaciones concretas de responsabilidad (responsabilidad civil,
penal, comercial, procesal, financiera, etc.).
b) la tendencia dominante en la doctrina sostiene que en los casos de violación de una norma
de origen cuasicontractual o legal deben aplicarse las disposiciones previstas por el CC para los
casos de comisión de delitos y cuasidelitos, normas que vendrían así a constituirse en el
derecho común en la materia. Nuestro código, según lo estipulado en los arts. 1319 y ss, por su
propia generalidad, parecen estar destinadas a constituir el régimen común de
responsabilidad.
FUNDAMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL: esto es, indagar la razón o motivo por el que
se está obligado a repara el daño.
Esta teoría, si bien aún conserva su aplicación practiva, se ha visto menoscaba y ha dejado de
ser el principio rector de la responsabilidad extracontractual en virtud de las nuevas
necesidades jurídicas que conlleva la evolución social. Su aplicación practica ha presentado
inconvenientes como son la prueba (que siempre queda a carga de la victima, de acuerdo al
principio general de que quien alega un hecho debe probarlo). A fin de agiornar los conceptos
se han estructurados teorías como la de la responsabilidad objetiva y la de garantía.
Cabe mencionar que la responsabilidad emergente de los hechos ilícitos se trata en nuestro
código civil a propósito de las fuentes de la obligación, en el titulo I, del libro IV. Conforme con
las directivas de la escuela del derecho natural, Narvaja estima que existe un paralelismo entre
las diversas fuentes de la obligación, y estudia primero, en general, los contratos, y luego los
hechos no contractuales que pueden dar irgen a obligaciones, y que son hechos licitos
(cuasicontratos) o hechos ilícitos (delitos y cuasidelitos).
Por un lado, Amenzaga establece que los elementos de la responsabilidad civil son cuatro: la
violación al derecho ajeno, el daño o perjuicio causado, la imputabilidad (que es el elemento
subjetivo de la culpa) y el nexo causal. Por otro lado, Delle Piane lo reduce a tres elementos: el
hecho ilícito, el daño y el dolo o la culpa. Por ultimo, Peirano Facio, al analizar el art. 1319,
establece cuatro elementos: el hecho ilícito, el perjuicio (daño a otro), el dolo, culpa o
negligencia y el nexo causal.
EL HECHO ILICITO: Peirano no ofrece una definición de lo que la norma considera el hecho
ilícito, no l limita a tal o cual cosa, simplemente realiza el análisis de la norma en virtud de
cualquier hecho ilícito. El hecho ilícito es un supuesto básico para que surja la obligación de
reparar. No obstante, explica que la doctrina uruguaya expone dos conceptos distintos sobre
este elemento. El primero, y dominante, asimila los términos licito y legal y afirma que es licito
todo lo que no esta prohibido expresamente por la ley, e ilicto, todo aquello que ella prohíbe.
La segunda concepción entiende la palabra ilicto en un sentido mucho mas amplio. Dice que si
bien la ley puede prever todos los ataques al orden social que por su gravedad merecen
represión (penal), ella, por el contrario, se encuentra en la imposibilidad de prever todos los
actos dañosos o perjudiciales respecto de los particulares, y de determinar por adelantado, a
los efectos de adecuar a ellos la reparación consiguiente, el daño que de ello eventualmente
emergerá. De acá se deduce que en viertas oportunidades pueden existir acciones que no
siendo ilícitas en sí mismas den, sin embargo, origen a daños qe constituyan cuasidelitos que
engendran responsabilidad, esto es, hay hechos que la ley no prohíbe y, que sin embargo, son
ilícitos.
En nuestra doctrina, dice Peirano Facio, Amenzaga expresa que no basta que un acto no esté
prohibido expresamente por la ley para afirmar su carácter ilícito, considera que si bien la ley
establece que es esencial que exista un acto ilicto para que surja la responsabilidad, no es
menos cierto que la ley no proporciona un criterio exacto de ilicitud. Por otro lado, Delle Piane
se inclina por el criterio dominante afirmando que la ilicitud en el sentido que debe otorgarse
al art. 1319 CC, se configura cuando se viola un precepto legal.
En cuanto al concepto de hecho ilícito según el CC, dice Delle Piane que ni el sentido actual de
la palabra ilicitud ni el contexto del CC, ni sus antecedentes, permiten afirmar que a los efectos
del art. 1319, el único criterio de ilicitud es el de la ilegalidad del acto, y, como lo ha
interpretado la jurisprudencia nacional, se refiere no solo a lo que no es legal, sino también a
lo que es contrario al orden público, a las buenas costumbres o a la moral.
Ahora cabe analizar la exigencia de capacidad que dispone el CC en el art. 1320 a fin de poder
considerar que un sujeto es capaz de actuar con culpa y ser pasible de responsabilidad civil, si
no reúne dichos requisitos, la persona será jurídicamente incapaz de responder por
responsabilidad extracontractual. A dichos efectos lo que establece el mencionado art. Es que
no son capaces de delito o cuasidelito los menores de 10 años ni los dementes.
En este punto es necesario ahora analizar los conceptos englobados dentro del vocablo culpa
generica), esto es: dolo, culpa (estricto) y negligencia. En cuanto al dolo es la misma norma que
lo define diciendo que existe siempre que el hecho ilícito se ha cumplido con intención de
dañar, para que exista dolo debe reunirse dos elementos: la conciencia del acto que se esta
ejecutando y de sus resultados, y la voluntad, no solo encaminada a cumplir dicho acto, sino a
perseguir con el mismo las consecuencias dañosas que caracterizan el delito civil. Por lo que
se refiere a delitos civiles el dolo debe ser apreciado in concreto, esto es, debese analizar el
acto ilícito en cuestión y aclarar si en ese determinado acto la conducta especiica fue
impulsada por la voluntad deliberada de dañar, el juez debe examinar la conciencia del autor
del hecho ilícito, ya que la intención a la que hace mención la norma solo puede conocerse
analizando los móviles que guiaron la conducta del ofensor.
Se debe destinguir el elemento dolo en el delit y en el cuasidelito. Será delito si el agente actuo
con dolo, esto es, si deseo el daño ajeno, si tuvo intención de perjudicar; será cuasidelito si el
agente actuo solo con culpa o negligencia, esto es, si el daño no fue querido en si mismo
aunque haya sido deseado el hecho que lo produjo.
Respecto a la culpa (en sentido estricto) expresa Peirano Facio que el art. 1319 se refiere a la
culpa como causación moral de un hecho, esto es, cuando el hecho es imputable (moralmente)
a la persona que lo ha cometido con intención de dañar estamos frente al dolo; cuando el
hecho es imputable (moralmente) a una persona que lo ha cometido sin intención de dañar,
estamos frente a una hipótesis de culpa o de negligencia. Entonces, hay culpa cuando una
persona, además de ser autora material de un hecho, es, a los ojos del derecho, autora moral
del mismo, o sea, es autora psicológica de dicho hecho, por haber actuado respecto de él con
conciencia y voluntad, pero siempre que no se haya perseguido la finalidad de dañar a otro
sujeto, es una imputación psicológica de determinada acción a determinado individuo.
De acuerdo a lo antes dicho respecto a que la culpa es un acontecimiento evitable, debe ser
acreditada para que se configure la responsabilidad extracontractual, correspondiendo la
carga de la misma al damnificado que invoca en su favor el surgimiento de la obligación de
reparar.
Por ultimo, la negligencia, según Delle Piane, alude a que los hechos ilícitos pueden ser
cometidos por omisión. El CC al emplear la palabra negligencia estaría haciendo referencia a
aquelos hechos culpables que se realizan con la omisión de actitudes impuestas por un deber.
El estudio del daño en orden a la responsabilidad extracontractual puede ser encarado desde
dos puntos de vista principales; según el primero se enfoca el daño como un elemento
constitutivo de la responsabilidad civil, apreciando su concepto, naturaleza formas y
caracteres; según el segundo punto de vista, no se estudia el daño en s{i mismo considerado,
sino en cuanto a las cuestiones que suscita su reparación, analizando tanto la extensi{on de
ésta (daños directos e indirectos, previsibles e imprevisibles, etc.) cuanto las modalidades de la
misma (reparación en natura, por equivalencia, etc.).
Nuestro código no posee una definición expresa de daño. El art. 1319 exige para la
configuración de la responsabilidad extracontractual que exista un daño pero no dice en que
debe él consistir, y el art. 1323 da idea de la extensión del mismo pero tampoco ilustra acerca
de su propia naturaleza. De acuerdo a la tenencia dominante se incluye en la idea de daño el
concepto de antijuridicidad. El daño es la disminución o sustracción de un bien jurídico o la
lesión de un interés legalmente tutelado, son los perjuicios que in individuo sufre en su
persona y en sus bienes jurídicos, con excepcon de los que se irrogue a si mismo el
perjudicado.
Por lo tanto, el concepto de daño se integra de dos elementos: con un elemento de hecho, el
perjuicio, y con un elemento de carácter jurídico, el atentado o la lesión de un derecho.
Dice Peirano Facio que en nuestro derecho debe aceptarse la idea del daño como simple
perjuicio de hecho en virtud de tres argumentos principales: el primero deriva del texto de la
norma cuya letra exige simplemente la existencia de un daño, sin requerir que se trate de un
daño antijurídico. El segundo argumento expresa que no es necesario que el daño afecte un
derecho de la víctima sino meramente que produzca a ésta un perjuicio de carácter factico o
material. El último argumento refiere al proyecto de CC de Acevedo el cual posiciona al daño
configurado por el solo perjuicio material, sin que sea exigida la lesión de un derecho.
Entonces, se puede afirmar que daño es la diferencia, perjudicial para la víctima, entre su
situación antes de sufrir el hecho ilícito y después del mismo.
Para que el daño de lugar al surgimiento de la obligación indemnizatoria debe reunir ciertas
características, aunque no están precisadas por la ley. Estos son: que el daño sea cierto,
personal a la víctima, el monto de lo reclamado, los daños futuros si los hay, que no haya sido
reparado y que sea antijurídico y directo, etc.
Que sea un daño cierto significa que el perjuicio sea real y efectivo, no meramente hipotético y
eventual. A de tenerse en cuenta que un daño no deja de ser cierto por el hecho de que su
cuantía sea incierta, indeterminada o de difícil apreciación, o porque resulte más o menos
dificultoso acreditarlo. Esto es lo que suele pasar cuando el perjuicio que sufre la victima
consiste en la pérdida de una oportunidad (chance) más o menos probable de realizar una
ganancia o de evitar una perdida. La certeza del perjuicio se configura con absoluta
independencia del monto del mismo.
Respecto al daño futuro, por el contrario del lucro cesante (es una privación de la ganancia que
se refiere al daño que se realiza con posterioridad al hecho ilícito), refiere a un daño cuyas
consecuencias perjudiciales todavía no se han realizado al tiempo de entablarse la demanda de
responsabilidad, aún cuando su existencia sea desde ya cierta. El problema más importante
que plantean los daños futuros es el de su valoración.
El daño eventual equivale al daño que no es cierto, o sea, el daño meramente fundado en
suposiciones o conjeturas. Este tipo de daño no se admite en nuestra jurisprudencia.
A los ya mencionados caracteres del daño la doctrina suele agregar el que se expresa diciendo
que él debe ser personal a quien demanda la reparación y apoya este requisito en el
tradicional aforismo “donde no hay interés no hay acción”.
En cuanto al daño antijurídico y daño directo expresa Peirano Facio que la mayoría de la
doctrina suele exigir que el daño lesione no simplemente un interés material del ofendido sino
que además lesione un derecho del ofendido. En cuanto al daño directo esto se relaciona con
que el daño este en estricta vinculación con el hecho ilicito, lo que se vincula con el nexo
causal, otro elemento de la responsabilidad extracontractual.
NEXO CAUSAL: es la necesaria relación entre la existencia del daño y la conducta del ofensor
responsable, señala la necesidad de un ligamen de causa a efecto entre la acción humana y el
daño producido. Lo mas importante a este respecto es la caucion del daño, esto es, que se
haya causado efectivamente el daño, sin importar si éste es mediato o inmediato. Hay causa
cuando una cosa ocurre después de la otra, pero de modo tal que sin la primera no hubiera
sucedido la segunda.
La correcta expresión del principio de causalidad es “todo lo que llega a ser tiene su causa”, y
la causa es el influjo proveniente de otro ser que hace que una cosa sea lo que es. De este
modo la relación de causalidad puede ser definida como el lazo que se establece entre dos
fenómenos cuando uno de ellos debe sy existencia al otro.
Aplicada esta nocion al mundo jurídico podemos afirmar que entre dos fenómenos existe
relación de causalidad cuadno uno de ellos existe o subsite en razón de la existencia del otro.
En cuanto a la pluralidad de causas, todas las causas que acompañan un hecho e inciden en su
producción se denominan concausas y lo que hay que averiguar es cual de las concausas es la
verdadera productora del daño o si el daño resulta de la conjunción de todas ellas.
A fin del planteo que se viene de hacer, surgen 2 grandes posiciones para determinar el
problema de las concausas: a) equivalencia de las condiciones o condictio sine qua non,
sostiene que todas las concausas, puesto que concurren para la producción del daño, deben
ser consideradas causas del mismo sin que haya lugar a distinguir entre ellas en razón de su
importancia; b) constituido por doctrinas que parten de la base de que es preciso, y aun
necesario, proceder a dicha distinción.
La teoría de la equivalencia de condiciones fue formulada inicialmente por Von Buri, autor
alemán, cuya idea central es que todas las fuerzas de que se compone una consecuencia
jurídica reprimida son igualmente esenciales para ésta, de un evento dado todas las concausas
o condiciones peerxistentes tienen el mismo valor. Nuestra norma, en atención a lo dispuesto
en el art. 1323 en concordancia con el art. 1331 del CC, rechaza la tesis de la equivalencia de
condiciones en cuanto dispone la responsabilidad proporcional de todas las personas que
intervengan en la causa de un cuasidelito. El CC, por el contrario, ha seguido el criterio opuesto
ordenando una jerarquización entre las conductas de los diversos autores del hecho ilícito, a
cuya jerarquización, precisamente, manda adecuar la responsabilidad en razón del hecho
ilícito cometido.
Con respecto a la teoría de la causa adecuada la misma expone que es preciso llegar a deducir
de ese conjunto de condiciones una que posea la calidad de causa y a la cual podamos
atribuirle la producción del evento. Para ello se deberá analizar el hecho de forma abstracta y
determinar cuál de las condiciones produce igualmente el resultado obtenido.
La teoría de la causa eficiente que tiene como máxime expositor a Stuart Mill, el cual dice que
deben considerarse causas todos los antecedentes que concurren a la producción de un
evento; en cambio, según el concepto tradicional, solo debe considerarse causa, en el sentido
que aca nos interesa, la que propiamente denomina la filosofía como causa eficiente, esto es,
aquella que por su propia acción es productora de un efecto dado. Se trata de averiguar cual
de las causas ha contribuido más poderosamente a que el efecto del daño sea logrado.
Nuestro CC recoge este principio de la causalidad eficiente ya que sostener que el daño debe
ser reparado por varias partes coautoras del mismo en la proporción en que cada una ha
contribuido a la producción del daño, importa aplicar el criterio de las condiciones mas o
menos eficientes, y por ende, de la causa eficiente.
Corresponde ahora analizar la situación que se plantea cuando incide sobre el nexo causal
alguna de las situaciones que se denominan caso fortuito o fuerza mayor. En tales
circunstancias, puesto que el perjuicio no proviene de la acción de persona alguna, no se
podría plantear un problema de responsabilidad. Respecto al caso fortuito, para que el mismo
concurra, debe reunir tres características esenciales: la irresistibilidad, el no haber sido
causado por el presunto ofensor, y la imprevisibilidad, si no concurren estos tres requisitos,
aun cuando la causa del accidente sea desconocida, no estaremos ante caso fortuito.
El hecho propio: Tradicionalmente suele decirse que la responsabilidad por hecho propio
edictada por el art. 1319 CC constituye el régimen común y básico de la responsabilidad, por lo
que se le suele llamar “responsabilidad simple”. De acuerdo a tal concepción el principio
matriz del cual derivan todas las otras responsabilidades específicas que se encuentran en la
ley (incluso las del art. 1324 CC) está dado por el art. 1319 CC. Y el intérprete, siempre que se
encuentre frente a casos de los cuales no existe norma legal expresa, debe acudir a él a fin de
solucionar la situación jurídica planteada. La principal consecuencia práctica de este criterio
radica en considerar que salvo la disposición del art. 1319, todos los textos de responsabilidad
son de carácter puramente excepcional, por ende, de interpretación estricta, correspondiendo
que en caso de duda sobre la norma que debe aplicarse, se haga regir el texto del art. 1319,
con todas las considerables consecuencias prácticas respecto de la carga de la prueba, de la no
existencia de presunciones de culpa, etc.
Suele destacarse por los autores que el art. 1319 debe ser aplicado en los casos en que el daño
ha sido causado por un hecho propio del hombre, destacando asi la necesidad de que el hecho
ilícito de que se trata sea consecuencia directa de la actividad psico física del sujeto de
derecho.
La jurisprudencia ha decidido que para que se aplique el 1319 es menester que el hecho
doloso culpable o negrligente que ha causado el daño sea propio a la persona del ofensor, esto
es, que le pueda ser referido directamente.
La responsabilidad simple o por hecho propio es aquella que exige la producción directa o
personal del daño, sin intermediarios, ya sean éstos personales o reales. Corresponde anotar
que dicho artículo rige aun cuando la persona causante del daño no es el ofensor principal y
haya actuado solo a título de coautor o cómplice.
En esta situación de responsabilidad deben concurrir aquellos cuatro elementos (hecho ilícito;
dolo, culpa o negligencia; daño ; nexo causal), y la existencia de todos ellos debe ser acreditada
por el que invoca en su favor el surgimiento de la responsabilidad.
Hecho ajeno: es una de las “responsabilidades complejas”. En principio debe entenderse que
el hombre solo responde por los daños que causa directamente con su hecho persona, y que
para que responda de otro modo es preciso una razón jurídica especifica. Esta razón puede
hallar su origen en la voluntad particular (garante), pero también peude tener su origen con
independencia de toda convención, en un mandato expreso de la ley, lo que ocurre
justamente con la responsabilidad por hecho ajeno.
Los arts. 1324 y 1325 son el foco de la responsabilidad por hecho ajeno, aunque en específico
se aplica el art. 1324.
La jurisprudencia uruguaya ha interpretado que el art. 1324 señala una solución de carácter
excepcional y que por ello sus disposiciones son de interpretación estricta, no pudiendo
extenderse a otros casos que no sean los expresamente mencionados por la ley. La misma
solución corresponde aceptar si se tiene en cuenta que el mencionado artículo establece una
presunción, y que éstas deben ser interpretadas con criterio restrictivo; que las normas legales
relativas a la responsabilidad indirecta derogan el derecho común y deben, por tanto, limitarse
a los casos expresamente establecidos por ley; que la responsabilidad por hecho ajeno es
excepcional, puesto que el principio general establece que la culpa no debe perjudicar sino a
su autor.
Por el contrario, parte de la jurisprudencia y doctrina, y posición que toma Peirano Facio,
manifiesta que el art. 1324 contiene una norma de carácter general, no debiendo interpretarse
dicho artículo de manera restrictiva ya que el inc. 1° tiene una acepción muy extensa al
mencionar “todas las personas que tienen a otra bajo su dependencia” estableciendo que en
estos casos hay también una presunción de culpa y no limitándose, así, a las situaciones que el
mismo artículo menciona posteriormente.
La idea básica que preside la regulación que formula la ley acerca de la responsabilidad por el
hecho de otro en el art. 1324, radica en que el orden jurídico impone a ciertas personas que
disponen de autoridad de derecho o de hecho sobre otras, el deber de emplear esa autoridad
para impedir que estas personas provoquen un daño, y en caso de que así no lo hiciera, las
sanciones por el daño que puedan cometer dichas personas que de las primeras depende. No
obstante, el art. 1326 establece expresamente que las personas responsables de acuerdo art.
1324 pueden repetir lo que han debido pagar a terceros por concepto de indemnización
(acción de reversión), sobre los bienes del autor del hecho ilícito, salvo que éste último no
fuera capaz de delito o cuasidelito, o que hubiera actuado por orden, o cuando menos con
conocimiento del civilmente responsable.
A este respecto conviene señalar que los casos que el art. 1326 indica como excluyentes de la
acción de reversión no pueden considerarse verdaderas excepciones a lo que se acaba de
decir. N efecto, en estos casos se excluye la posibilidad de la reversión porque en los mismos,
propiamente hablando, no se responde del hecho ajeno, sino del hecho propio. Si la persona
que comete el hecho ilícito actua con conocimietno, o mejor aun, por mandato del vivilmente
responsable, debe entenderse que en realidad el hecho ilícito no es un hecho ajeno, sino que
es un hecho del propio responsable, puesto que deben excluirse de las hipótesis de daños
causados por hecho ajeno, los daños que, aunque materialmente realizados por una tercera
persona, deben jurídica y moralmente ser imputados a la propia persona que se tiene por
responsable. Lo mismo puede decirse del daño causado por la persona que es incapaz a los
efectos de la responsabilidad delictual o cuasidelictual, puesto que desde el punto de vista de
este mecanismo de la responsabilidad, su acción debe ser asimilada al caso de los seres
irracionales o de las cosas. Siendo asi, es claro que estas dos situaciones que pueden aparecer
como excepciones al funaciomiento de la acción de reversión, no están constituidas por
hipótesis de hechos ajenos, sino por casos de hechos propios.
Por otra parte, el fundamento del art. 1324 no se encuentra en la culpa en la elección o la
cupla en la vigilancia, sino en un mero deber de garantía, afin, pero no idéntico a la idea de
responsabilidad, y cuyo deber ha sido impuesto por la ley al guardian de la persona que ha
cometido el acto ilícito.
Para que surja esta responsabilidad deben configurarse los siguientes elementos: el primero es
la existencia de un hecho ilícito (delito o cuasidelito) en la persona por la cual se debe
responder; el segundo es la necesidad de un lazo de dependencia entre esa persona y el
presunto responsable.
Corresponde señalar que el hecho ilícito de la persona por la cual se responde debe ser
cometido, como es obvio, frente a un tercero, es decir, frente a una persona diversa del patrón
o de aquel por el que se responde.
En cuanto al lazo de dependencia, cabe aclarar que, según nuestra ley, existe obligación de
reparar el daño causado por los demás siempre que exista una relación de dependencia entre
el causante material del daño y el presunto responsable. La dependencia es un concepto que
se ofrece con dos caras: por un lado implica en una persona (la del presunto responsable)
cierta nocion de autoridad, y por el otro supone (en el eventual causante del daño) un deber
de obediencia respecto de aquella persona.
La norma dice que para que no se impute el pago del daño a la persona responsable de su
dependiente, éste debe probar que ha actuado con las debidas diligencias tendientes a evitar
la ocurrencia del hecho ilícito. Hay una inversión de la carga probatoria. La culpa del hecho
ilícito se presume, no se debe probar. Es el civilmente responsable quien debe probar que no
existio culpa de su parte.
Por ultimo, es importante señalar que la responsabilidad por hecho ajeno es exclusivamente
civil en exclusión del derecho penal, la persona es civilmente responsable por lo que no debe
soportar mas que condenaciones de carácter civil. Además, ella no impide la subsistencia de
las restantes responsabilidades basadas en el art. 1319 CC, sino que se superpone a él. La
victima puede, si lo desea, actuar o bien contra el civilmente responsable, o bien contra la
persona que en forma directa causo el daño. Frente a la victima existen dos personas
responsables y ella puede elegir entre actuar contra una o contra otra, pero no puede hacerse
indemnizar sucesivamente.