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n-Carles Melich

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Herder
A Lluís Duch,
amb admiració i amistat

DiJ,ño tk ponatÍd: C laudi o Bado

© 201 O, joan-Carks MHich


© 201 O, Herder Editorial, S.L., Barceúma

1." edición, 3." in,pruión, 2019

ISBN: 978-84-254-2659-9

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H erder
www. h erderedito rial .com
Ética de la compasión
La situación ética
tido de Schopenhauer) es el deseo, la fuerza, el impulso ciego, la e lenguaje, una manera de entrar en relació E l .
gía, la as piración ilimitada, sin final. La voluntad es ,el anhcl;cr. d~, simbólica hay algo que está separado n. n a expresión / rela-
, _c. . . ., , el c1on d ,l . . y aunque con . .
1mpetu y el swnm1ento. . . , . . , pre manten ra a cicatriz, la marca el d siga reunirse
Desde esta perspectiva no uene ningun senudo seguir habland s1e!11 ' reS t o e la sep · · ,
no puede preguntarse por el sentido de , b l arac1on.
«razón pura práctica», al modo de Kant, sencillamente porque es oalde
. d . . 42 L , . go
º «s1m Pero
'rnbolo es, por_ 1o que_ significa, por lo que dice. o o», por.lo que el
que no existe, que no pue e ex1snr. a razon, s1 es una r SI '.,.,bolo no dice, quiere decir, y lo que quiere d . , PL rop1amente,
., ºb ºlºd d . az6n
«h umana» (y ~or _~ nto tam b ien, co~ pos1 i i a ~s inhumanas) , es e1511..
ores O el símbolo evoca, convoca y provoca .
ec1r no opuede d eczr,•

impura. Esto s1gnihca que la razon siempre es corporea. No hay r P El símbolo hace su aparición porque toda vid h , .
práctica (o razón ética) libre del cuerpo y, por lo mismo, del tiemazón , d .
. ego de eqmvocos y e evocaciones de im l' • ª umana d abierta
esta
a un JU . . ' P icnos Y e sugeren-
del espacio, de la experiencia y de la finitud. La razón p ura prácti po Y , de presencias y de ausencias, de presencias que .
ajena a lo ~~nano. Frente a la metafísica_ moral de Kant; una éti:
la compas10n descansa sobre la corporeidad, sobre las situaciones
l: c1as,
de aus
h b .
encías que se acen o sesivamente presentes a
.
evocan ausencias,
, nuestro pesar, a
, sar Por eso, en cualquier caso, lo que resulta ·i ndud bl
rn1 pe · . , ., a e es que
las mediaciones, sobre la contingencia y los acontecimientos: sobre¡; el símbolo nos sima fren~e a la cuestzon del sentido, del sentido de la
adverbios y las conjunciones. Es, por lo tanto, una ética radicalm entes v1·¿ a, de mi vida, un sentido nunca del todo establecido , nu nea d e¡
ambigua que nada tiene que ver con grandes principios ni leyes n·1 codo conocido, ~unca ~e!_ todo d~svela~o, porque allí donde hay sím-
con la obediencia a imperativos categóricos. ' bolo hay cambien ambiguedad e mcemdumbre. De no ser así, si una
expresión/rela~ión simbólica pudiese expre~arlo todo sin ambigüedad
alguna, si el s1mbolo fuera una «presencia total», nos hallaríamos

,
4.3 . Ética y símbolo frente a un ídolo.
De ahí que si se tuviera que definir de algún modo «símbolo» se
«Símbolo», del griego symbofon, derivado de symballo (yo junto, hago podría utilizar la expresión «imagen de sentido»43 o, tal vez, la «presen-
coincidir), y éste de balto (yo lanzo) ... «Símbolo» significa reunión, cia de una ausencia». Lluís Duch lo ha escrito con claridad: «Aquí se
contraseña, pacto. El símbolo es una forma de expresión, un modo insinúa precisamente la paradoja que introduce el simbolismo en la
existencia humana: el símbolo es, al mismo tiempo, la señal inequí-
41 . «En particular, la fís ica del siglo XX ha proporcionado en el nivel cienúflco la voca de que la inmediatez con la realidad de nosotros mismos, del otro
confirmación más contundente que podría imaginarse de la visión de Schopen- Ydel mundo no es accesible al ser humano, pero, en el mismo movi-
hauer sobre el mundo material. En el más pleno sentido de la palabra, hoy en día miento, nos facilita un contacto mediato con ella. Por eso, desde hace
sabemos que materia y energía son equivalentes; que en el nivel subacómico d con-
~a muchos años he creído que una buena defin ición de símbolo era
cepto de materia se funde completamente con el concepto de energía; que codo
objeto material es, en su constitución interna, una concatenación d e fuerzas Y nada
esta: un artefacto que hace mediatamente p resente lo que es inmediata-
mente ausente>>. 44
más; Y que es teóricamente posible transformar todo objeto m aterial en la energía
que lo constituye, sin que quede ningún resto. [... ] No ha de extrañarnos que el
fund ad or de la mecan1ca
' · cuannca,
' · Erwm · Schrodinger, fuera un gran conoce dor de la
43. La palabra aleman S. b 'id ( , b 1 ) . .e, ¡· ral
sentid a tnn t
.
s1m o o s1gnmca 1te menee esto: imagen
de
obra de Schopenhauer,» (Magee, Schopenhauer, cit., p. 162.) º·
42 • ampoco tiene· · , senn'd o el «velo de ignorancia» de Raw1s, as ¡ como
nmgun 44
· LI. Duch A , · .
ninguna teoría concractualista, 2002, p. _ ' ntropolog,.a de la. vida cotidiarui_ Simbolismo y salud, Madnd, Trotta,
224

108
109
Ética de la compasión La situación ética

esta razón, precisamente da ,


Me interesa reflexionar aq~í sobre la relevancia ética del síniboJo ¡os lenguados. Por
. , b l 46 ' ca uno esta buscando
Para ello voy a referirme en pnmer lugar a uno de los relatos tn.ás h , . re su propio s1m o o». ·
mosos que podemos encontrar en los d1'álogos p latomcos:
, ' . el «rnito de. 51efllP relato
er e¡ d A . 'f
e nsto anes expresa una teoría d e la con d'1c10n . , hu-
P
47 Expone una naturaleza vulnerable y fractu d h .
andrógino» de El banquete: ~d~ierto q,ue no preten?º• en tnod; f11ªºª' , , . ra a que a perdido
alguno, realizar una lectura h1stonco-filosofica del mencionado re! a aurarquia y que. va l mcesante de lo otro . por eso, cad a
b ,a¡·la busqueda
. ., ato, 1er mano es s1m. o 1co, no so amente porque usamos s1m, bo1os o
sino sólo utilizarlo a mo do de 11ustrac10n para expresar la relación hu , . .
5
entre ética y símbolo. nos expresamos s1mbohcai:nente, sm? porque vivimos a través de
Aristófanes, uno de los invitados asistentes a la cena en casad rnediadones, de ayudas, de 1~terpret_ac1ones y de equívocos. Vivimos
Agatón, nos cuenca una historia extraña. Al parecer, al•-principio ¡: . bólicamente. El deseo, la msegundad, el azar, la vulnerabilidad la
. quietud, 1a frag1·1·d
sirn 1 a d , 1a pas1on
· ' ... son aspectos de esta existencia
'
naturaleza humana no era como ahora. Había tres sexos:: el mascu/in
o, inuebrada que d etermma · 1a v1'da.
el femenino y uno que participaba de ambos, el andrógfoo. Además, la q Pero hay una cuest1on ·' espec1'almente re levante que se puede inferir
forma de las personas era redonda en su totalidad: «Tenía cuatro
del relato de El banquete y que resulta decisiva para configurar una ética
manos, mismo número de pies que de manos y dos rostros perfecta-
de la compasión; a saber, que el símbolo remite a una ausencia. Allí
mente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situa-
donde hay vida humana (o inhumana) hay símbolo, y allí donde hay
dos en direcciones opuestas, una sola cabeza, y además:,<matro orejas,
símbolo hay ausencia, aparece la ausencia, la falta, porque donde
dos órganos sexuales, y todo lo demás como uno puede imaginarse a
hay símbolo algo o alguien se echa de menos. Es en este contexto en el
tenor de lo dicho. [... ] Eran también extraordinarios en fuerza y vigor
que surge claramente una ética de la compasión.
y tenían un inmenso orgullo, hasta el punto de que conspiraron con-
Como leemos en la narración de Ari~tófanes, somos simbólicos,
tra los dioses. [...] Tras pensarlo detenidamente dijo al fin Zeus: "Me
esto es, seres-en-falta, seres que necesitamos configurar relaciones de
parece que tengo el medio de cómo podrían seguir exfstie1;i.do los
alteridad para poder sobrevivir (tanto física como simbólicamente).
hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más breves.
Pero lo relevante aquí es que estas relaciones no son sólo con otros
Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades cada uno y de esta
que están presentes, mis contemporáneos, sino de forma todavía más
forma serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más
radical con los ausentes, con los definitivamente ausentes. Vivimos de
numerosos". [... ] Así, pues, una vez fue seccionada en dos la forma ori-
ausencias porque nadie está de totalmente de cuerpo presente. Dicho
ginal, añorando cada uno su propia mitad se juntaba con ella y ro-
de otro modo, en toda presenG:ia hay ausencia. Soy ausencia, soy en
deándose con las manos y entrelazándose unos con otros, deseosos de
unirse en una sola naturaleza, morían de hambre y de absoluta inani- un presente habitado por ausentes. Por eso, dada nuestra configura-
ción, por no querer hacer nada separados unos de otros ... ». 45 ción antropológica, nuestra ineludible vulnerabilidad y fragilidad,
Finalmente concluye Aristófanes: «Desde hace tanto tiempo, pues, nuestro ser simbólico, necesitamos configurar ámbitos de confianza
es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador -o, lo que es lo mismo, relaciones compasivas-, que nos permitan
de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la afrontar nuestra condición de seres-en-falta. Pecer Sloterdijk en su
naturaleza humana p0 t d d , b
d h · r anto, ca a uno e nosotros es un s1m o
e ombre, al haber quedado seccionado en dos de uno solo, co 46. !bid., 191 e-e.
4~~atrVéEasd~ ~l sugerente comentario de E. Lledó, Elogio de la infelicidad, Valladolid,
45. Platón, El banquete, Madrid, Gredas, 1997, 189e-19Ib. 0 1c10nes, 2005.
l 10
111
Ética de la compasión La situación ética

J, h profundizado de forma sugesti.v a,en ·e sta no1t.l.c._ ' 1o». Est a «part1c1on»
a de c1rcu
50
· ·' en dos m·t1 ªd es por obra d Ze
obra Es_¡eras a d , • , , . ~ . El (orfll
la ruptura e
d. lafivrma esférica, deJ· a a los h b e us,
. , f, 1 , ha configura o una autenuca p oettca•t. • .. seo es ' om res y ·
filoso o a eman d .1 ., ca e cado de extrema vulnerabilidad, una vulner b·l'dad
•a1 r en el primer volumen e su tn og1a. Deten ' , · ' un es d ª 11 «estructuralen
muJeres
espeo meo e . · . os , decir; el «corte» e Zeus nos deJ·a en aus . f »,
por un momento en ella. . or as1 . enc1a, en alta un fal
P rabi e salvo que se pudiera «suturar» ' ª ta
La resis de Slorerdijk es clara, los seres humanos necesitan tSpacios · repa ' ·
ir Es necesario que esta falta, esta ausencia estruct al
para poder existir «como quienes realmente so~». Sloterdijk llama a , ur ' sea compen-
de algún mo d o, y aqut aparece el símbolo. Éste
estos lugares esferas: «La esf~ra es la redondez con espesor interior, sada ., l d . ., se mueve en una
e dimens10n. Por un a o, la cond1c1on humana es . b, 1.
abierta y repartida, que habitan los seres humanos en la medida en d o bl , .d s1m o 1ca y,
por lo t anto, esta rota, parn a
, .en dos mitades·' por otro el
, s1m , bo1o, en
que consiguen convertirse en tales. Como habitar significa ya formar
o que artefacto antropolog1eo-cultural, ejerce unafunción _
esferas, canco en lo pequeño como en lo grande, los seres humanos son can ( , all ' d l d compen
satoria. De ahí que, mas a e a imensión epistemológica y antro-
los seres que eligen mundos redondos y cuya mirada se mueve dentro
ológica, el símbolo posea un alcance ético, sea una «expresión» pero
de horizontes. Vivir en esferas significa generar la dimensión que P l ., ., 1 ., al
rarnbién una «re ac10n», sea expres1on y re ac1on mismo tiempo.
pueda contener seres humanos. Esferas son creaciones espaciales sisté-
Ha sido el filósofo alemán Odo Marquard el que ha insistido en
mico-inmunológicamente efectivas, para seres extáticos en los que
sus libros sobre esta dimensión compensatoria del símbolo. Escribe
opera el exrerior». 48
Marquard: «Deberíamos tener en cuenta que la palabra griega de la
No hay posibilidad de supervivencia humana fuera de esta «protec-
que proviene compensatio es muy probablemente symbolon. El Horno
ción esférica», una protección -insisto- a la vez física y existencial. El
compensator es el Homo symbolicus: vive en la cultura, una realidad en
ser-en-esferas, sigue diciendo Sloterdijk, constituye la relación foprla-
vez de aquella primera realidad absoluta que no puede soportar». 51
mental para el ser humano, una relación, ciertamente, contra lá.que
Apoyándose en Arnold Gehlen, Helmuth Plessner y Niklas Luh-
atenta desde el principio la negación del mundo interior y que ha de
mann, Marquard sostiene que el ser humano tiene que compensar su
afirmarse, reconstituirse y crecerse continuamente frente a las provo-
caciones del afuera. En este sentido las esferas son también confor- falta de equilibrio, su desnudez, su carácter incompleto en la cultura,
maciones morfo-inmunológicas. Sólo desde estas estructuras (esféri- esto es, en lo artificial, en la expresividad, en la trascendencia. En una
cas) de inmunidad, generadoras de espacio interior, p ueden los seres palabra, el ser humano escapa de sus deficiencias gracias a las compen-
saciones.52
hum~os proseguir sus procesos generacionales e impulsar sus indivi-
~uaciones. Nunca han vivido, ni podrán vivir los seres humanos en Una ética de la compasión no coloca en el centro de su reflexión
· f,os alcanzados por los seres humanos sino 1as carencias
los tnun · Y
mmediatez con la naturaleza, y jamás han pisado el suelo de lo que se
llama los hechos mismos. 49
Es ·
Ar' , cunoso comprobar cómo Platón (por medio del personaf e
· d
1stofanes) ya se refería en el relato de El banquete a la redondez del 50 . PIaton , El b
5! . O M ' anquete, op. cit., 189e.
ser humano antes de ser «cortad os» por Zeus: «La forma de cad a Per- 52 · !bid,
. arquard
p ,/: de la compensación, Barcelona, Paidós, 200 1, pp. 49-50.
1 º5ºJ'ª
'. RI.
sona era redond ª en su totalidad, con la espalda y los costad os eJ1 17
ahora Marq · d. Si antes nos hemos referido al «mito del andrógino»de El banquete,
te YEpirn.euar nos P1'de que nos detengamos un momento en el mito · de Prome-
0

48. P. Sloterdijk, Esferas ¡ Burbu ·as . tes¡ 0 de los teo. narrad 0 por Protágoras en el diálogo que lleva su nombre. Frente al
49. /bid., pp. _ _ '-1 , op. cit., p. 37. tura!es. animales ' el ser h umano compensa sus carencias gracias . a los bienes
. cul-
51 52

112
113
Ética de la compasión La situación ética

· · ntos con los cuales debemos vivir esforzándo


padee1m1e fllentos de los que Messiaen disponía en el campo. El Cuarteto
pensarloS, Po rque no somos la especie del
. triunfo deflnitiv1
, . crt1 na de las piezas
. , desgarradoras de todo el siglo :xx. Su música
mas
una rolongada derrota. 53 Somos «ammales· tard1os>> q .

q··
es u sera el dramatismo de la vida en el Lager, el sufrimiento de los
apr.!:der a soportar una constitución física l~ena-d e ":""4"U:: fllue umanos que estan
seres h .
, all'.
i mternad os. Los cuatro instrumentos de
conciencia de mortalidad. No tenemos mas remedio tar la pieza parecen gr1tos de~espera~os de dolor. Sin embargo, como en
nuestra condició~ doliente, y d símbolo, como artefacto co · _ . da la obra del compositor, esta presente la religiosidad y la espe-
rio, es la expresion que hace posible sobrellevar el drama . ·· _ to za El Cuarteto termina con la «Alabanza a la inmortalidad de
6
tencia, esa ausencia constitutiva respecto a nosotros misni~ los ran ·
demás. Jesús».
Algo notablemente distinto lo encontramos en la obra de Arnold
De todos los artefactos simbólicos que los ,seres 'human~Jian Schonberg Un superviviente de Vtmovia. En este caso nos hallamos en
fabricado para hacer frente a la amenaza de la contingenc;.1 :.::
del tiempo, a la ausencia y a la muerte podrían destacarse do · .
América, en el exilio. Schonberg compuso una pieza magistral en la
que el texto es tan importante como la música. La obra está creada a
cial relevancia: la narración (oral y/ o escrita) y la.música. D e la · · partir de los testimonios de los supervivientes. La expresividad del
se ocupó Walter Benjamin en «El narrador». Afa segunda la '.f i~ Superviviente de Varsovia es suprema. La pieza tiene dos partes. En la
le ha prestado una atención menor (con notabilísimas excepciones, primera un narrador, que se expresa en inglés, cuenta la imposibilidad
claro está). 54 ,(r
de recordarlo todo. Sin embargo, pese a la dificultad del recuerdo, el
Quizá podríamos poner algunos ejemplos que tendrían que ver narrador relata cómo comenzó el día. Se escuchó la diana, todavía de
con lo que desarrollaremos en el apartado siguiente a propósito de la noche. Poco a poco salieron los viejos y los enfermos. Tenían miedo.
experiencia, y, en concreto, de la experiencia del sufrimiento. Narra- Mucho ruido. Miedo. Una voz, en alemán, da órdenes. El sargento y
ciones como las de Primo Levi, Jorge Semprún, Imre Kertész, o piezas sus SS golpean a todo el mundo. Gritos de dolor, de rabia, de impo-
musicales como el Cuarteto para elfin de los tiempos de Messiaen, o el tencia. El sargento les ordena numerarse. Quiere saber, en un minuto,
Superviviente de Vtirsovia de Schonberg, pueden servir de ilustracio- ª cuántos va a enviar a la cámara de gas. De repente, todos juntos can-
nes para lo que quiero decir.
tan el Shema Yisrael.
El caso de Oliver Messiaen es especialmente relevante. Fue hecho
prisionero en el verano de 1940. Internado en el campo de Gorlitz
(Silesia) compuso el Cuarteto para elfin de los tiempos/ que se estrenó
* * *
en el interior del campo en enero de 1941. La pieza es interpretadiw
por un piano, un violín , un clarinete y un violoncelo, los únicos ins-
Es i~portante señalar que desde la perspectiva de una ética de la com-
pas~on, el mito platónico narrado por Aristófanes se ajusta mucho
53. !bid., p. 29 .
lllh~Jor que el «estado de yecto» o «ser arrojado al mundo» (Geworfen-
54. A mi juicio han sido T W. Adorno y E. Bloch los dos filósofos que han d~ ett) heid eggenano
· ' · ) al
(tal vez como sugiere Hans Jonas, gnosuco
cado una especial atención a la música. Entre nosotros habría que destacar a E. 1H 55
lllodo de ser d e 1os seres humanos en sus mundos. Creo que pue d e
ELcanto de Las sirenas, Argumentos musicales, Barcelona,, ~ alaxia Gutenberg, 2007
a R. Andrés, El m undo en el oído. El nacimiento de la muSica en la cultura, Barcelo
Acantilado, 2008,
1-I. J Sobre las sunu
SS. , fl uencias gnósticas en el pensamiento d e H e1'd egger, vease
r e5tas m ,
114 onas, La relicrió , · · d l ·
,,- n gnostica. El mensaje del Dios E.xtraño y los comienzos e cristr.a- ·

115
7
Cl pL•- brillantez del relato de Arist , f ·--- ~'-1.\...t:ige r,
a . 0 anes radi
sa necesidad de compensación d ca en el hecho des b
r1r e ' e ayuda d u ra-
, '. o-ún ser humano puede renunciar. <<El , , e acogida, a la que
nl11t, h · E •¡· caracter mo+-c, .
' nico - a escrito mi 10 Lledó- ex . '-Ld.lOrtco del mito
ar . . presa a go . ,
Pl 'cica de la eX1stenc1a. La realidad huma 1
O
e m~s que una visión
poe . 1 . . . na es, erect1vam .
rae indigente. E pr1nc1p 10 de autarq , . _ente, 1ncom-
Ple . u1a es imposible d d
mornento en que existen los sentidos y la palabra [ ] ,es, bes e el
,, 1. .d
hornbre expresa, pues, a neces1 ad y la indigencia
· ··· 1m olo de
· 1 • que, como toda
Janarurale~, nene e ammal humano. Es.la sociedad en su variedad de
manifestaciones la que completa la insuficiencia de un ser "simbólico"
de un ser partido. La mitad perdida se encuentra, pues, en los otros~
Pero la vinculación con el entorno, sobre todo con el entorno hu-
mano, se hace presente por la mediación de éros.» 66
Desde un punto de vista ético, el símbolo o mejor, la «dimensión
simbólica de la existencia humana», nos coloca frente a una gramá-
tica de la amistad y de la compasión~Dicho clara y brevemente: una
ética del símbolo se concreta, pues, en amistad y, más concretamente,
enacompañamiento en .el dolor. ·.
No dej a de ser interesante comprobar cómo, mientras que e~ ~a
obra de los filósofos clásicos (Platón, Aristóteles, las escuelas helentStl-
cas, Cicerón, Agustín, hasta llegar a 1os inicios e ª
· · · d l modernidad
1 l t en su proyecto de
M
- ontaigne-) la amistad ocupa un ugar re evan e . d
'd l f1 . 'n sobre la amista se
vi a moral, en la filosofía móderna ª re exio . 1 por
halla prácticamente ausente.67 E n 1a etica ' · . de
·
Kant, por eJemp o, Y
.

66. E. Lledó, Elogio de /,a infelicidad, op. cit., P· 109. . d . Lledó, !bid., «Amistad y
67. S ., , l . resante comentario e
obre esta cuest1on vease e , inte
lllern .
ona», pp. 75-92.
121
La situación ética
Ética de la compasión
lo no sólo en una perspectiva epistemológica . ,.
. ética moderna más relevante, no desempefia ninP1',n íc1..1ar d . smo enea. Es nece-
e1tar 1a l .' l . d o-~ Papel 61 sart. dar ese paso, l puesto
, que emas1adas veces al.mtro duc1r . el s1m-
,
bio en una ética de a compasion a amista ejerce_,¡:,_ 14 . 0
s I en anrropo ogia parece que solamente se está. .d. d
n cam ' , C • , ._ JN11ci6
E ensatoría a la que antes se hacia rererencia. No solo n,-r-11 11 bo o l' • l .d mc1 1en o en la
comp nsar nuestras carencias ar1sicas,
. • b" , -- tunos . , n epistemo ogica, o vi ando la dimensión , • d l ,
smo tam ien,existencial c1..1esC1º ·d . . . enea e s1mbolo
comp e l c. • • • es o vita su senn o ongmano. '
y ahí es donde¡· 1..1e es . . d
es. Es imprescindible acompanar en. ,e surrmuento,
. q El símbolo es tesnmomo e amistad. Como escribe Emilio Lledó·
lamistad se activa. Esta es una relac10n de altendad básica sin l a
'rnbolo era un trozo de madera, o incluso de mee 1 "d ·
ningún ser humano podría humanamente sobrevivir. ª qu, «E1si db a pam o en
dos, cuY as partes . se a an a personas. diferentes , a algu' . .
n v1a¡ero que
De codos los filósofos clásicos Aristóteles
, . .es,, sin duda ' el que nos su desnno, entregaba esa mitad, que haría evocar al receptor
al 11egar a
ofrece en los libros VIII de la Et~ca a Ntcoma~o la filosofía dela el ocro tro zo en manos de una persona amiga · Era , pues test·
, unomo · de
amistad más relevante. Anstoteles escnbe que la amistad es lo mas' nece- hilía, de amistad, y aquel que lo entregaba era recibido con el mismo
sario para /,a vida, y es verdad: (fecto que el amigo qu~ guardaba la otr: ~itad del symbolon».11
El símbolo, pues, nene un alcance enco; manifiesta el reconoci-
Después de esto, podría seguir una discusión sobre la amistad, pues la miento de la alteridad y, al mismo tiempo, expresa esa necesidad de
amistad es una virtud o algo acompañado de virtud y, además, es lo amistad y de compasión de la que los seres finitos, los «hijos del
más necesario para la vida. En efecto, sin amigos nadie querría vivir tiempo», andamos necesitados. Sin esas relaciones de amistad, sin esas
aunque tuviera todos los otros bienes. [... ] En la pobreza y en las expresiones simbólicas, sin compasión, el dolor sería insoportable y la
69
demás desgracias, consideramos a los amigos como el único refugio. vida se convertiría en un infierno.
Para una ética de la compasión no se puede vivir humanamente sin
Siguiendo a Aristóteles, no deja de ser sugerente otro fragmento que «unirnos con alguien» (aunque, evidentemente, la unión no signifique
aparece en el Peri hermeneias (De la interpretación): nunca fusión o, al menos, no debería significarlo). Porque no pode-
mos eludir nuestra condición de indigencia, de horno patiens, es nece-
Hay en la voz símbolos de lo que siente el alma, y a lo que vemos sario relacionarnos con el otro, sentirnos acompañados por él. Por
7
escrito llega también lo que transmite la voz. º nuestra naturaleza fragmentaria y partida, el símbolo, entendido
como «gramática de la amistad», no puede suturar definitivamente ese
Aristóteles utiliza el término «símbolo» (symbolon) para expresar lo ser-en-falta, esta ruptura constitutiva del modo de ser de los seres
que le sucede al alma. Pero si, como se advertía al principio, el verbo humanos en sus mundos, pero nos ayuda a soportarla, la compensa.
symbállein significa «juntar», «reunir», incluso «interpretar», es posible De ah'1• entonces, que en el símbolo encontremos una ¿·imension ·'
· «Ser amigos» es justamente esto, encontrar a al guien
comp asiva. · que
. 'd d Acotaciones herrne· nos ofrezca re_¡ugio
,.¡;,, ·
en las desgracias. 72
68. Así lo señala H.-G. Gadamer, «Amistad y solidan a », en l é •cas neo· En el libro IX de la Ética a Nicómaco Aristóteles mostró eSra idea
néuticas, Madrid, Trotta, 2002, p. 77. Podría decirse algo parecido de as :io, no es
con suma lucidez. Allí se hace la siguiente pregunta: «¿Es en la prospe-
kantianas, como es el caso de la de Rawls o la de Habermas. Esto, e~ _carnde la amis·
así en obras como la de Derrida. Véase, por ejemplo, J. Derrida, Politteas
tad, Madrid, Trotta, 1998. 71.
69. Aristóteles, Ética a Nicómaco, Madrid, Gredos, 1985, 1155a.
72. E. Lledó, Elogio de La infelicidad, op. cit., P· 1Ol.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, op. cit.
70. Id., Peri herrneneias, 1, 16a.
123
122
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¡ll
Ética de la compasión La situación ética

'
ridad en la desdicha cuando los amigos son más:n~cC?~- .• f1 :xionar sobre el hecho de que en el universo que Heidegger
O Sanee re eno hay lugar para la amistad. ¿Por qué? Es probable que
celes admite que en ambas ocasiones son buscadqs(peto, ·be
73 descflun res to de «humanismo» y d de «vulnerabiüdad» que el pensador
amistad es más necesaria en el inforcunio». Y unas;Jfneas 79
f¡iera 'n no es tá dispuesto a canee er... ·
si cabe, más explícito: «Porque ver a los amigos es grato, es aJernª
para el desgraciado, y viene a ser una especie de. remedal
dolor (porque el amigo, si tiene caceo, puede consolarlo q>_~
Ética y experiencia
da y con sus palabras)». 74 , 1~1 .. , · .~ en. 4
4..
La tesis de Aristóteles está el~~ y resulta sumamente s,u ~
la ética: la amistad ofrece_ co-r:zpaston. Es verdad que·el;\verélaq~ ~ 51, algO queda. claro enl
una «ética metafísica» como la d Kan
' e t, es que
la exp e riencia no so, amente. no puede. desempeñar ni· ngun
, pape1en
no elimina n_uestro s~fnmienco, per? nos ~r11da,a ,~opo"~ --, : Je ella sino que, adema_s: es nociva. Especialmente en el segundo capítulo
ese: pe~specova, la eoca posee una dimension de cop_~~~o.;;., . .. __ .' lll-
1

d la Fundamentaczon para una metafísica de las costumbres titul d 0


panam1ento. 75 Los seres humanos somos seres ne<;esuad . · •· co _ , sito de la filosofía moral popular a una metafísica de 1ascos-
eran ª
«1i
suelo, 76 y la ética _es ~ca relación de acog~da y de hosBitali~ n rurnbres» Kant ~nsiste una y o~ra_vez en la misma idea: es imposible
Frente al sufrimiento del otro, el amigo nos ,con~uelaqi~ u pre- ue la experiencia pueda constttmrse en la base de la ética.
sencia, con sus palabras y con sus silencios, por eso.,podrí~,decir q Puesto que, según el filósofo de Konigsberg, sólo hay ética si exis-
con Aristóteles que la amistad es lo más 'necesario ,:R~f',lla 1yi,.;la~,por, cen imperativos categóricos, no es,posible que éstos puedan fundamen-
que para un homo patiens no hay posibilidad algun~::ae el•ar el . carse en la experiencia sin incurrir en la falacia naturalista. De la expe-
sufrimiento, pero tiene que sobrevivir en él, y el amig01es «ehJ.ue está riencia sería posible -a juicio de Kant- inferir un imperativo hipotético
al lado». , ,..,:.,; pero no un imperativo categórico. «Resulta obvio -escribe- que nin-
Especialmente en un mundo en el que los gran,p~s ,relatos han guna experiencia puede dar lugar a inferir tales leyes apodícticas o tan
quedado seriamente fuera de combate, 77 en .un mun'do desprote- siquiera su mera posibilidad. Pues con qué derecho pondríamos un res-
gido, en el que las «esferas» que tradicionalmente c:l;Jb~ruc~bijoia los peto sin límites, como precepto universal para toda naturaleza racional,
seres humanos se han roto, 78 en un mundo en el .que! eLsiscdlnatec- a lo que quizá sólo sea válido bajo eventuales condiciones de humani-
nológico es incapaz de acompañar la vida de hdmb.r~s•r mujeres, en dad; y ¿cómo unas leyes para determinar nuestra voluntad deben
un mundo así, la amistad se hace indispensable. Q~fzi ,sert,intere- hacerse pasar por leyes destinadas a determinar la voluntad de cual-
quier ser racional y ser tomadas en cuanto tales por leyes nuestras, si
' 1

73. !bid., 1171a.


74. !bid., 1171b. ,,; '
75 . Sobre este tema véase Ll. Ouch / J.-C. Melich, Escenarios,.tk la co1"jf<!Jljt/4f op. 79, dEste es
nos un lugar en eI que una re fl exion
. , a partir
. deI f:actor b'10gráfico podr'1a ser-
365ss.
cit., pp. f •.JI' tiernp e gran ayud s·
ª· iempre me ha llamado la atención el hecho de que en Ser y
76. H. Blumenberg, La inquietud que atraviesa el río, Barcelona, Pe de quo no encontremos una ética, y de que el propio Heidegger negara la posibilidad
p. 128. ' ' ' .
77 Ob · , 1 • ·)'NIIIJJ:. post- Aparrire otros
d pud"ieran mtentar. encontrar restos e intenciones éticas en su obra.
. viamente aqu1 el texto de referencia es el de J. F. Lyorard, La ;¡;,rjJJJ11J//~ pl la d He Iª lectura de obras que tratan el factor biográfico de Heidegger (por ejem-
mockma, Madrid, Cátedra, 2000. 0
78. Sobre esta cuemon
·, vease
, especialmente P. Sloterdijk,, Esferas .1~,r se podríe . ans-G eorg Gadamer, Los caminos de Heidegger, Barcelona, Herder, 2002)
op. cit. a llltentar exp1·icar este fenómeno.
. 'J

125
lii", 124

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