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ISBN: 978-958-611-375-5
1. Acuerdo de Paz - Colombia. 2. Posconflicto - Colombia. 3. Paz y literatura. I. Restrepo, Luis Fernando,
ed. II. Lorenzo Feliciano, Violeta, ed. III. Werder, Sophie von, ed. IV. Hoyer, Jennifer M. V. Karmy Bolton,
Rodrigo. VI. Avelar, Idelber. VII. Almenara, Érika. VIII. Nolasco-Schultheiss, Rosario. IX. Martínez, Judith. X.
Osorio Soto, María E. XI. Carvajal Córdoba, Edwin. XII. Caro Meléndez, Eduardo A. XIII. Villegas Restrepo,
Juan E. XIV. Contreras Suárez, Ricardo. XV. Villalobos Ruminott, Sergio.
isbn 978–958–611–375–5
Universidad de Antioquia
Calle 67 53-108
Ciudad universitaria
Medellín
Imprenta Patriótica
Sede Yerbabuena
Autopista Norte, km 9, 300 m
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PO ST SC RÍ PTUM
257 Referencias
273 Editores
274 Participantes
{8}
l o s p ro l o n ga d o s y t o rt u o s o s d i á l o g o s q u e l l e va ro n
al reciente acuerdo de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC ) y el Estado colombiano en el 2016, al igual que
los asuntos y las tensiones que quedan por resolver evidencian que los
conflictos armados, así como los regímenes represivos, abren brechas
que no se cierran con la firma de acuerdos o con los gestos públicos
de perdón y las campañas de reconciliación. Los informes de las comi-
siones de la verdad en Argentina (1986), Brasil (1985 y 2012), Chile
(1991 y 2005), El Salvador (1993), Perú (1993) y Guatemala (1998)
intentan dar cuenta de los daños en un proceso que no se puede reducir
a cifras. La búsqueda de la verdad, con la penosa cuenta de los muertos,
las víctimas, el paradero de los desaparecidos, se suma a las demandas
de justicia, en las que se sopesan la culpa y el castigo o la reparación
y la reconciliación. Entender qué ocurrió tomará décadas, pues el pa-
sado nunca queda atrás completamente. El hecho es que los aspectos
jurídicos, políticos y económicos de estos eventos traumáticos tienen
dimensiones humanas y culturales que no se alcanzan a discernir en
los estudios sociales y legales tradicionales, como lo planteó Elizabeth {11}
PERSPECTIVAS GLOBALES
Jennifer M. Hoyer
U N I V E R S I DAD D E AR K AN S AS
Marchando hacia el lenguaje con nuestro propio ser. Preservando la ruptura y la ruina en alemán
La retórica nazi apuntaba principalmente a remplazar la iden-
tidad individual –la subjetividad– con el Estado o una categoría de
«indeseable». Ellos hicieron esto primero y al crear un nuevo len-
guaje, hicieron una propaganda simplificada ahora denominada
«nazi-alemán» (nazi-germano) (Michael y Doerr). Tan pronto como
el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda tomó control de
la palabra impresa en 1933, como el sobreviviente Victor Klemperer
escribió en 1946, se dio «la uniformidad absoluta en el lenguaje es-
crito» traducido a «la homogeneidad del lenguaje hablado» (12). El
lenguaje repetitivo y ahuecado del régimen nazi «siempre dio expre-
sión solamente a un lado de la existencia humana» (Klemperer 22),
invocando solo la identidad impuesta por el Estado, en lugar de pro-
veer al individuo de herramientas expresivas. Klemperer lo explica:
«Una de sus banderas sostiene que ‘Usted no es nada, su pueblo lo es
todo’. Lo que significa que Usted no está solo consigo mismo, nunca
solo con su más cercano y más querido, Usted está siempre observado
por su propio pueblo» (23). La retórica nazi enterró la posición del su-
jeto en un paso colectivo encerrado, lo cual es precisamente el porqué
la poesía no solo tenía un lugar en el mundo de posguerra, sino que
además fue un género constituido únicamente para enfrentar la raíz
Marchando hacia el lenguaje con nuestro propio ser. Preservando la ruptura y la ruina en alemán
se sentarán en la sala, leerán el periódico de la tarde.
Marchando hacia el lenguaje con nuestro propio ser. Preservando la ruptura y la ruina en alemán
como en «Der Trostlose», de Tieck, o en «Der Gärtner», de Eichen-
dorff; aquí no hay individuo, ni celebración, ni causa noble. En su lugar,
las víctimas de los campos eran también los trabajadores forzados
que construyeron tales campos de concentración, una escalofríante
adaptación del romático cavador de tumbas. Finalmente, el pasaje de
Job 19:26 habla de ver a Dios en la muerte. Pero en este poema no hay
indicio de Dios, solo «Leib im Rauch durch die Luft» («El cuerpo en
humo a través del aire»). A través del resto del ciclo, el lector encontra-
rá que los muertos están en cada bocanada de aire que respiramos, bajo
cada pisada, en las piedras con las cuales reconstruimos y miramos el
pasar de la vida, a medida que ellos la viven, preguntando por qué no
hicieron nada.
El ciclo finaliza con un llamamiento a los «Nachtigallen in allen
Wäldern der Erde» («ruiseñores de todos los bosques de la Tierra; es
decir a los poetas») para «schluchzet es aus», («que lloren») «Der Kehle
schreckliches Schweigen vor dem Tod» («el terrible silencio de la garganta
antes de la muerte») (Sachs, Seeker 18-19). El trabajo del poeta, anta-
ño un poema convencional, tiene que ser remplazado por un ahogado
sollozo en silencio, por ejemplo mediante una evocativa «Oh» agotada
que da inicio a todo el ciclo.
Marchando hacia el lenguaje con nuestro propio ser. Preservando la ruptura y la ruina en alemán
geschrieben» («Inscripciones lapidiarias acuñadas en el aire»), en el
cual cada poema representa una persona solo conocida por iniciales y
una descripción. Nunca conocemos sus nombres. Y uno de los poemas,
«Die Malerin [M.Z.]» («La Pintora, [M.Z.]») (Werke I 30), enfrenta la
lucha del artista para capturar por completo la naturaleza de la persona
en una forma artística, en la que con cada toque del pincel, la persona
real desaparece. Con la escritura, como con la pintura, no se puede
restaurar lo que se ha perdido, y en realidad de cierta manera incluso
pueden contribuir a borrar un individuo. El arte solo puede preservar
el trauma de la pérdida. Las iniciales, los mismos fragmentos, son un
sorprendente recuerdo de lo poco que podemos saber algún día, de los
individuos que perecieron a manos del régimen nazi.
Uno de los pocos poemas de Sachs que abordan un tipo de espe-
ranza en el futuro se titula «Auf dass die Verfolgten nicht Verfolger
werden» («Que los perseguidos no se convieran en perseguidores»)
(Chimneys 54-55), del volumen de 1949 Sternverdunkelung (Eclipse de
las estrellas). Sachs estuvo preocupada por los crecientes conflictos en
Medio Oriente, alrededor de la fundación del Estado de Israel, y por
los reportes de violentos judíos extremistas. Por ejemplo, el asesinato
de Folke Bernadotte, un mediador de paz de la Organización de las
Marchando hacia el lenguaje con nuestro propio ser. Preservando la ruptura y la ruina en alemán
se convierten en una violenta estocada que puede dar significado o que
hace imposible la comprensión.
Las dos últimas líneas son de titubeante precisión: «buch-, buch-,
buch- / stabierte, stabierte». Estas dos líneas rompen en pedazos el
verbo buchstabieren («destructor de libros») para deletrear palabras en
sus raíces: buch («libro») y stabieren, que aislado no tiene significado,
pero proviene del nombre Stab («puñal»), un palo, bastón, vara o barra.
En la última línea del poema, Celan ha revelado un nuevo verbo que
en esencia representa, fijando o enterrando algo en su lugar, revelando
la fuerza inherente en la letra, el Buchstabe. Partiendo en pedazos esta
palabra (quizás un ejemplo del «dolor de la sílaba»), la convierte con-
vencionalmente en un sinsentido, pero en realidad también condensa
sus raíces. Esta preocupación acerca de la división y el significado es
perceptible a través de gran parte del trabajo de Celan, el cual si uno
retoma la cita anterior, es un ejercicio de búsqueda –sin mucha espe-
ranza– del diálogo.
Dos de los poemas mejor conocidos de Celan que exploran
esta frustración son «Salmo» (Felstiner 156-157), también de Die
Niemandsrose (La rosa de nadie), y «Sprachgitter» («La reja del lengua-
je») (Felstiner 106-107), de la colección de 1959 del mismo nombre.
Marchando hacia el lenguaje con nuestro propio ser. Preservando la ruptura y la ruina en alemán
Paz
1
«Proceso de paz» es el sintagma que vemos repetirse una y otra vez.
Los medios, los políticos, las grandes conferencias, discursos en la
Asamblea de las Naciones Unidas; todos parecen repetir «proceso de
paz» en relación con la situación de Palestina, sin detenerse en el modo
en que Palestina constituye un acontecimiento que parece llevar a los
términos políticos clásicos a su implosión. «Guerra» y «paz», térmi-
nos legados del otrora Ius Publicum Europeaum configurado con base
en un nomos estatal-nacional, encuentran su punto cero en la situación
de Palestina. Ante todo, porque: ¿de qué conflicto se trata?, ¿remite a
una «guerra» en el sentido estatal-nacional cuya legislación gozaría de
tal precisión que orientaría a las entidades estatales a la búsqueda de
la «paz»?
Palestina es un desgarro filosófico, el atávico nombre de un
presente, el trueno cuyo estruendo disloca a las categorías para en-
mudecernos. ¿Qué es Palestina y qué es lo que el término «paz» puede
ofrecerle? ¿No hay un equívoco abismal cuando ciertas categorías que {33}
2
El término «colonización» no indica cualquier cosa. Es un proceso por el
cual un Estado extranjero se apropia de un territorio sobre el cual habita
una población estableciendo una división territorial precisa y una for-
ma singular de acumulación de capital. Pero, sobre todo, «colonización»
designa el ejercicio de una tecnología política que el teórico Achille
Mbembe calificó en su momento de «necropolítica» y que remite, estric-
tamente, a los contornos del poder colonial. Subrayando la insuficiencia
de la noción de «biopolítica» acuñada por Michel Foucault para com-
prender las formas en que se desenvuelve el poder colonial, Mbembe
pone atención no en la lógica promotora, incitadora del «hacer vivir»
que definía el biopoder definido por Foucault, sino en su resto mortal
Rodrigo Karmy Bolton
3
Ahora bien, es clave situar las reflexiones de Mbembe en torno a la
tríada «estado de excepción-enemigo absoluto-necropoder» no solo en
relación con las investigaciones de Foucault en torno al biopoder, sino
también en vinculación a los trabajos que desarrolló el jurista Carl
Schmitt en Teoría del partisano al plantear el modo en que la figura
histórica y política del «partisano» ingresa al sistema internacional
desafiando, en parte, al clásico Ius Publicum Europeaum. Por cuanto el
partisano define una guerra propiamente «irregular» (la guerra de
guerrillas, la guerra civil, etc.), esta necesariamente ha de cambiar lo
que clásicamente se definía como «enemigo» pasando del «verdadero
enemigo» al «enemigo absoluto»: «Nadie sospechó lo que significa-
ba el desencadenamiento de la guerra irregular. Nadie se ha parado a
pensar qué consecuencias tendría la victoria del civil sobre el soldado,
si un día el ciudadano viste uniforme, mientras el partisano se lo quita
para seguir luchando sin uniforme» (Schmitt, Teoría del partisano 109).
La nostalgia de Schmitt por el nomos estatal-nacional estructura-
do a partir del Ius Publicum Europeaum, donde la «enemistad» estaba
supuestamente «humanizada» puesto que asumía el estatuto «público»
(jurídico y moral) del «enemigo», es más que evidente. Aquel que se
presentaba a sí mismo como el «último profesor» del Ius Pulicum Eu-
ropeaum ve cómo la figura del partisano y su guerra irregular signa
los tiempos con una mutación radical de las categorías políticas. Y no
obstante Schmitt acusa recibo del acontecimiento sobrevenido por el
partisanismo, limita su análisis exclusivamente a la experiencia de la La paz colonial. Palestina y el colonialismo sionista
construcción imperial del nomos estatal-nacional europeo. La cuestión
colonial redunda secundaria, apenas perceptible, referible en el contex-
to de la forma del nomos de la tierra y solo problemática desde los años
cincuenta, cuando surge la figura del partisano.
En los últimos años, ha sido muy contundente la búsqueda por
parte de las lecturas de la izquierda filosófica de un Schmitt que
permita sortear la expansión incondicionada del liberalismo y su
despolitización global. Sin embargo, al traer a la escena filosófica a
un Schmitt como antídoto contra el liberalismo global desencadena-
do después de la caída del muro de Berlín, obliteró indagar en torno
4
Una «guerra» en términos clásicos implica suponer la equivalencia de
fuerzas en conflicto, dado que ambas se anudan desde la instancia esta-
tal-nacional. Y frente a dicho conflicto, la «paz» solo puede concebirse La paz colonial. Palestina y el colonialismo sionista
como ausencia de guerra en la que dos o más instancias estatales nego-
cian puesto que se reconocen mutuamente como interlocutores válidos.
Pero ¿qué ocurre en la realidad colonial donde la indistinción entre la
guerra y la paz abre un campo necropolítico cuyo poder consiste, pre-
cisamente, en producir las condiciones para que no haya interlocutor
posible, para que no se dé jamás la situación de equivalencia que re-
quiere el sistema del Ius Publicum Europeaum? El colonialismo consiste
en la afirmación de una jerarquía que, como bien decía Mbembe con
referencia a la esclavitud, priva a los sujetos de ser sujetos. El colo-
nialismo es tal porque no existe interlocutor con el que sea posible
La reflexión fanoniana resulta clave aquí: solo con una «máscara blan-
ca» aquel de «piel negra» podrá ingresar a una cierta comunidad de
los hablantes en donde el lenguaje usado es siempre el de la hegemonía
colonial. Los términos «máscara blanca» y «piel negra» no son más
que posiciones sociales que aceitan y estructuran al dispositivo colo-
nial. Ello implica que la diferencia en el color de piel desde la que se
funda el racismo es una invención de dicho dispositivo antes que un
dato puramente biológico. Así, la lengua proferida desde un cuerpo
con «piel negra» queda obliterada a favor de la lengua blanca.1Y ello,
considerando los diversos eslabones intermedios que existen entre
el «piel negra» –que en este caso identifica al palestino– y el «blan-
co» –que en este caso identifica al israelí–. Eslabones intermedios que,
como veremos, establecerán una jerarquía propiamente racial entre el
judío europeo de corte askhenazi, el judío árabe (mizrahi),2 el palestino
desde Marruecos hasta Iraq. A esos judíos, el sionismo les dio el nombre de
mizrahi, lo que los situó en una relación colonial compleja en la que gozaban de
una ciudadanía de segunda clase. Judíos árabes y judíos árabes negros fueron los
mizrahi respecto a los cuales los sionistas, en la reivindicacion de su identidad
europea, siempre trataron como «nativos», hasta el punto de que en los años
sesenta, y en paralelo al movimiento de los Black Panthers surgido en Estados
Unidos, que impugnaba el apartheid de dicho país, también en Israel hubo un
5
Hemos visto que Palestina es el caso de una colonización poscolonial.
No hay guerra ni paz, no se trata de dos fuerzas estatal-nacionales que,
en algún momento, puedan alcanzar un estatuto jurídicamente equiva-
lente. Se trata de un proceso de colonización desplegado y profundizado
por años. Y, por tanto, hemos visto que la exigencia por la «paz» pue-
de pronunciarse solo desde una posición colonial: Israel quiere la paz,
¿quién lo dudaría? Pero «paz» significa en su discurso consumación de La paz colonial. Palestina y el colonialismo sionista
la colonización. Por eso siempre el discurso israelí puede decir que se
reanudan los «procesos de paz», sabiendo que estos parecen funcionar
siempre como una profundización más de la colonización.
En efecto, desde 1948 se viene hablando de un «proceso de
paz» y de que la colonización sionista no ha dejado de despojar a los
palestinos de su tierra. La aparente paradoja entre la obsesión histórica
por «alcanzar la paz» y la profundización de la apropiación, división
y explotación del territorio palestino por parte de la colonización
sionista se disuelve si entendemos que «paz» es precisamente el
término utilizado por el opresor; el concepto por el cual el colono
Historia de la «paz»
1
En 1917, Gran Bretaña emitió la Declaración Balfour, en la que respal-
dó la creación de un hogar nacional «judío» en Palestina. Esta fecha no
puede pasar desapercibida, pues en plena Primera Guerra Mundial los
tiempos anunciaban el desplome definitivo del Imperio turco-otomano
(que tuvo lugar en 1920 cuando Turquía pasó a convertirse en repú-
blica), mientras las dos grandes potencias occidentales del momento,
Gran Bretaña y Francia –en conjunto con Rusia–, habían acordado el
año anterior un pacto secreto firmado por los plenipotenciarios Mark
Sykes y François Picot en el que se repartían el mashreq a través del
dispositivo de «mandato». Fue a propósito de la división resultante de
dichos acuerdos que la demanda palestina por un Estado territorial
y soberano tuvo lugar y fue expresada por su movimiento nacional
(Hilal 33-64).
¿Cómo el movimiento sionista alcanza tanta influencia en la cú-
Rodrigo Karmy Bolton
pula británica? Ante todo, si bien este movimiento había surgido hacia
finales del siglo XIX bajo la pluma de Theodor Herzl, quien detalló
el proyecto sionista en El Estado judío, publicado en 1895, en 1897
la celebración del Congreso Sionista en Basilea apoyó resueltamente
la idea, ya anunciada por Herzl en su libro, de que los judíos debían
2
En su momento, la promulgación de los acuerdos de Sykes-Picot y la
de la Declaración Balfour fueron vistas desde los pueblos árabes como
una «traición», toda vez que atentaba contra las palabras promulgadas
por el propio comisionado británico en El Cairo, Henry McMahon, La paz colonial. Palestina y el colonialismo sionista
quien había prometido la independencia nacional para los árabes una
vez el Imperio turco-otomano fuera derrumbado: «Gran Bretaña hizo
la vaga promesa de una independencia política árabe en todas las re-
giones que lo poblaban […] Los británicos no solo no tuvieron ningún
problema en romper estas promesas, sino que también menospreciaron
por completo las señales del despertar de un nacionalismo árabe […]»
(Sand 172).
Desde este acontecimiento, la historia árabe moderna será vista
como una historia de la «traición» por parte de las potencias occiden-
tales en contra de la demanda árabe de independencia nacional. Pero,
3
A partir de los Acuerdos de Oslo, la colonización sionista se ha profun-
dizado. Pero tal profundización ha implicado un cambio sustantivo en
la razón colonial israelí que, como hemos visto, parece estar impulsa-
da cada vez más por un registro geoeconómico antes que geopolítico.
Para ver esta transformación, es preciso atender en qué medida el pro-
ceso de colonización sionista ha conjugado al menos tres estrategias
que remiten, cada una, a un acontecimiento específico en la historia
colonial: en mayo de 1948 se da la expulsión de 700 000 palestinos de
sus hogares (frente a lo cual los palestinos han exigido el «derecho al
Rodrigo Karmy Bolton
6. Eso fue lo que impulsó a los jóvenes palestinos durante las revueltas del 2011 a
protestar contra sus autoridades, tanto aquellas pertenecientes a Al Fatah como
a Hamas, para exigirles una sola respuesta frente a la colonización sionista. El
resultado de Oslo ha sido la fragmentación del movimiento político palestino y
los choques permanentes entre las dos grandes agrupaciones políticas.
Colonización
1
Mbembe da una pista fundamental para reflexionar en torno al modo
como funciona la colonización sionista en Palestina. Esta última, dirá
Mbembe, imbrica dispositivos disciplinarios, biopolíticos y necropolí-
ticos en un mismo espacio, articulando formas diferenciadas de gestión
del poder. Decisivo para nuestra indagación será insistir en el carácter
gestional de toda forma de colonización moderna, pero sobre todo de la
colonización sionista en particular. Colonizar implica administrar po-
blaciones nativas «amputándolas de mundo», es decir, destruyendo sus
modos de vida en función de la imposición de jerarquías raciales cuyas
formas de gradación se dispersan por la totalidad del campo social.
No solo los palestinos han sufrido los embates del sionismo, también
los judíos árabes que han vivido hace siglos en la región (mizrahi).7
En los años setenta, los mizrahi articularon un movimiento de Black
Panthers análogo al que tenía lugar en Estados Unidos para impugnar
el racismo sionista que asumía un tipo antropológico de «judío» ex-
clusivamente en la forma del judío europeo de ascendencia askenazhi
(Pappé). La paz colonial. Palestina y el colonialismo sionista
La fundación del Estado de Israel en 1948 implicó no solo el
despliegue colonial sobre territorio palestino, sino también una con-
moción radical en la propia identidad judía en la que, como plantea
Pappé, el judío presente en el proyecto sionista pasaba a definirse como
«no árabe» (188): «Hacia el final del siglo XX , el 90 % de los israelíes
askenazíes eran de clase alta, mientras que el 60 % de la proveniencia de
clase baja era mizrahi» (195). La observación de Pappé no es anodina:
como sucede en tantos países de Latinoamérica donde la población de
7. Véase nota 2.
2
Pero el proceso de colonización no ha sido jamás homogéneo. La trama
expulsión-ocupación-segregación configura la presencia de diversas racio-
nalidades que, tal como indicaba Mbembe, se imbrican en una misma
situación. Podríamos decir que la última de estas etapas, la de la «se-
gregación» que concierne al intento de «normalizar» las políticas del
apartheid, introduce a la expansión colonial en el interior de una razón
propiamente geoeconómica: «Si el muro es imagen de soberanía, es tam-
bién un monstruoso tributo a la viabilidad menguante de los estados
Rodrigo Karmy Bolton
3
Nada más que facticidad de una red de su poder que extiende la «colo-
Rodrigo Karmy Bolton
Común
Si la colonización sionista constituye la premisa para pensar la
cuestión del posconflicto, es porque en este caso estamos frente a una
situación que no es la de la guerra a secas y tampoco la de la colo-
nización en sus formas clásicas. Palestina interroga nuestro presente,
implosiona nuestras categorías y constituye el umbral filosófico que
abre un campo decisivo en la reflexión política contemporánea.
¿Cómo ir más allá de la colonización inversa promovida por Israel
durante toda su existencia? ¿Cómo ir más allá si, más allá de las inten-
ciones humanitarias de Europa, la supuesta solución de los dos estados
parece estar fácticamente terminada? Al respecto, ha sido la movilización
Rodrigo Karmy Bolton
EXPERIENCIAS LATINOAMERICANAS
Idelber Avelar
U N I V E R S I DAD D E T U L AN E
1 Desde entonces han sido llamadas «junio» en Brasil. Aunque tales eventos se
dieron a conocer por el nombre del mes en comenzaron, no debe olvidarse que se
desarrollaron hasta febrero del 2014, con la heroica huelga de los recolectores de
basura de Río de Janeiro. En este artículo, junio señala tanto los propios eventos
como el legado que dejan, algo que es hoy fuertemente disputado en Brasil, como
lo mostrarán las páginas siguientes. {67}
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
efímero éxito de Brasil continúan siendo completamente verdaderos.
Brasil es un país tan democrático ahora como lo era en el 2009, sigue
estando libre de insurgencias étnicas, vecinos hostiles y conflictos re-
ligiosos (al menos aquellos más típicos de la geopolítica internacional
de hoy), y sigue tratando a los inversionistas extranjeros «con respe-
to». Sin embargo, todo el edificio se ha desmoronado. El país está en
recesión desde hace tres años y ha perdido el 10 % del PIB . Ha caído en
un masivo endeudamiento público, ha generado más de doce millones
de ciudadanos desempleados (como se sabe, en este dato no se incluyen
aquellos que ya no están buscando empleo), y es testigo de un gigan-
tesco escándalo de corrupción que saqueó su compañía pública más
grande no de docenas sino de cientos de billones de dólares.
Tal evento fue seguido por un espiral de bancarrotas tanto en
los sectores públicos como privados. Ningún economista serio espera
que el país vuelva a crecer a ritmo estable o vuelva a mitigar la des-
igualdad a corto plazo. Luego de nuevas investigaciones, las docenas
de millones de ciudadanos salidos de la pobreza resultaron ser menos
de lo que se pensaba durante los últimos años de Rousseff o no estar
tan sólidamente protegidos al fin y al cabo, ya que muchos han vuelto a
vivir por debajo de la línea de pobreza internacional (Veras Mota 12).
En la arena política, un gran número de políticos han sido enviados a
la cárcel, mientras que otros continúan bajo investigación. Se coronó
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
rio y ha organizado el campo político a su alrededor desde comienzos
del siglo XX , con los radicales de la clase media, y luego en los años
cuarenta, con el peronismo. En Brasil, la norma ha sido la salvaje pro-
liferación de acrónimos de partidos que no son más que marcas de
intercambio de sobornos y maniobras del presupuesto, en coaliciones
partidarias con más de veinte agremiaciones. El pemedebismo sería en-
tonces, para Nobre, un acuerdo estructural, aunque informal, que hace
funcionar este colosal sistema político (14).
Según Nobre, el pemedebismo posee cinco características funda-
mentales: a) el oficialismo (la coalición de los jefes oligarcas siempre
es parte del Gobierno, no importa quién gane las elecciones); b) la
producción de supermayorías legislativas; c) un sistema jerárquico de
vetos; d) un bloqueo contra la entrada de nuevos miembros (de manera
que la coalición pueda preservar su poder de negociación), y c) el des-
plazamiento de todos los antagonismos a los cuartos de atrás, de modo
que los antagonismos nunca florecen en el escenario político. Los re-
sultados prácticos del reino del pemedebismo en la estructura partidista
han sido visibles en Brasil durante 23 años.
Desde la conformación del bloque de gobierno de Fernando Hen-
rique Cardoso en 1994, pasando por el recurso de Lula al PMDB para
solidificar su base de apoyo en el 2005, la coalición oligárquica ha esta-
do en el poder de manera ininterrumpida. Para Nobre, este ha sido el
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
real pueda identificarse como una «democracia brasileña» rota o in-
terrumpida por las maniobras de Cardoso y Sarney para permanecer
más años en el poder, o bien por los impeachments de Collor (1992) y
Rousseff (2016). En todas estas situaciones, el sistema político hizo
los ajustes necesarios para facilitar el despliegue del pacto oligárquico
que ha operado por décadas según su funcionamiento normal, permi-
tiendo borrones y reinterpretaciones de la ley, con el fin de producir
un efecto conveniente para las élites políticas. Desde el punto de vista
de su estructura más constitutiva, el sistema político brasileño no ha
sido retado ni quebrado por ninguna de las maniobras relacionadas
con las políticas electorales o parlamentarias recientes. Sin embargo,
ha sufrido fuertes sacudidas desde afuera por multitudinarias revueltas
e insurrecciones populares, conocidas en portugués simplemente como
Junho (Junio).
Por fuera de los juegos palacianos o parlamentarios, en Brasil la
estructura política pemedebista sin duda ha sido recientemente retada,
pero no por alguna fuerza en el interior del sistema partidario. Encen-
didas por una mera demanda que exigía detener un alza en las tarifas
de los autobuses, las protestas de junio del 2013 terminaron desnudan-
do los mecanismos mediante los cuales el sistema político se protege.
También descubrió todo el edificio de contradicciones del lulismo. Para
empezar, deben tenerse en cuenta dos características entre los muchos
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
de lucha de clases entre los pobres o los sindicalistas de la clase media
baja por la tarde. Pese a estar en permanente ofensiva contra la prensa,
Lula siempre fue amigo y generoso en sus relaciones con los oligopo-
lios de las comunicaciones en Brasil, en particular con el conglomerado
dominante, las organizaciones Globo.
Ya fuera a través de la distribución del dinero para la propagan-
da o a través de su presencia en el nombramiento de los ministros de
Comunicaciones, las organizaciones Globo y su imperio fueron par-
te integral del pacto lulista. La administración de Lula nunca intentó
implementar el artículo constitucional que exige la ruptura de los
monopolios en comunicaciones. En cualquier grado, la relación con
la prensa es una entre muchas otras instancias en las cuales el lulis-
mo hizo uso de la contradicción entre los diferentes momentos de su
discurso y de la práctica como instrumento que le permitió modular y
regular su sistema de antagonismos.
La defensa discursiva del lulismo cuando era atacado desde los
lados del espectro político fue singularmente contradictoria. Cuando
era criticado por la derecha algo paranoica del sureste del país, que
lo veía como un peligroso primo del chavismo socialista, el lulismo
reaccionaba en términos moderados, señalando correctamente que
el empresariado nunca había ganado tanto como en su gobierno, de
sólidos fundamentos macroeconómicos y políticas amigables con el
3 Digo esto conociendo bastante bien que la mayoría, si no todos quienes apoyan
al PT, no reconocerían a Buarque o a Gabeira como políticos de centro-izquierda,
pero sus posiciones así los califican en cualquier parlamento de Europa o
Latinoamérica (en Estados Unidos serían calificados de pura izquierda). La
Idelber Avelar
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
como tales fueron un acontecimiento en el sentido estricto del término.
Si uno regresa a las reflexiones más agudas sobre la naturaleza del
acontecimiento, en particular a La lógica del sentido, de Gilles Deleuze
(The logic of sense), uno ve un grupo de tesis relacionadas a la singu-
laridad, multiplicidad e impersonalidad del acontecimiento. Entre las
muchas cosas que no es un acontecimiento uno puede señalar: a) nunca
es conectable como «causa» o «consecuencia» de otro acontecimiento;
b) su significado nunca se da por adelantado, antes de la experiencia
misma, y c) no es atribuido o reducible a un sujeto, individual o colecti-
vo, que presumiblemente pueda contener su significado. Es curioso que
estas sean las tres claves con las cuales la mayor parte de los científicos
sociales han intentado explicar las revueltas de Junio: presentándolas
como anticipación del «golpe» contra Rousseff, como manifestaciones
de sentido unívoco y controladas por un sujeto que después se revelaría
fascista o reaccionario. En este sentido, hablan con la misma voz del
oficialismo lulista al proyectar una caricatura que solo importa mien-
tras explica como origen causal algún malfuncionamiento del sistema
político que estaría en la raíz del impeachment de Rousseff.
En esa narrativa, uno tiene que «retornar a Junio» solo para desatar
el hilo que liga las revueltas a la destitución de Rousseff, con base en la
naturaleza de las protestas («desorganizadas,» «primitivas,» «incapaces de
acceso a representación») y en su composición («lumpemproletariado»,
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
Paulo –los dos periódicos locales más grandes–, perpetró verdaderas
masacres en el centro de la ciudad, invadieron bares y restaurantes para
lanzar bombas de gas lacrimógeno, golpearon a los peatones, cazaron
a los indignados mucho después de la dispersión y establecieron una
verdadera táctica de combate en territorio enemigo. El autor de este
capítulo, quien había estado presente en una muestra representativa de
las mayores protestas urbanas de Brasil desde 1982, estuvo en las calles
centrales de São Paulo en la noche del 13 de junio, y ciertamente nunca
había visto una exhibición tan prolongada y cruel de brutalidad policial.
El papel de esos dos periódicos fue realmente irónico, ya que
ambos ayudaron a poner en marcha el infernal remolino y después cla-
ramente fueron sorprendidos por la extensión de la masacre. Una bala
de caucho dejó sin un ojo a una periodista de Folha de São Paulo, el mis-
mo periódico que había llamado a las fuerzas policíacas «a retomar» la
avenida Paulista. En todo caso, una vez que la multitud decidió reaccio-
nar a la sangrienta noche del 13 de junio, no había nada que pudieran
hacer los periódicos, la televisión o cualquier poder instituido, incluso
el Gobierno.
El 17 de junio, la multitud se levantaba ya no contra el alza de las
tarifas de los autobuses, sino para afirmar su derecho a insubordinarse.
Anestesiados por dos décadas de calles tranquilas, todos los poderes
instituidos se equivocaron al estimar el efecto de la masacre de la
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
palos y bombas caseras lanzadas desde afuera. Sin embargo, la totali-
dad de las protestas en Río y en el resto del país estaba compuesta por
múltiples facetas, incluyendo en la mayor parte del tiempo –antes de
la intervención policial– la concentración sorprendentemente pacífica
de las mayores multitudes urbanas registradas en la historia de Brasil.
El 21 de junio, el énfasis en todos los periódicos era la «violencia»
y el «caos». Privilegiando las fotografías de las hogueras encendidas
en los últimos momentos de las protestas o la acción de los activistas
black blocs rompiendo vidrios, en lugar de la masiva y pacífica reunión
que los precedió, los medios reportaron el «vandalismo» sin dedicar
mayor atención al indisputable hecho de que las fuerzas policiales fue-
ron el primer responsable de la violencia en todas las instancias. Los
black blocs, es decir, jóvenes enmascarados que asumen las primeras lí-
neas en defensa de la multitud, comenzaron a ser presentados como
los peligrosos y violentos vándalos responsables del «caos» que se
veía hacia el final de las protestas. De hecho, la táctica de los black
blocs se convirtió en un mecanismo clave en la autodefensa de los ma-
nifestantes, quienes podían dispersarse mientras los activistas black
blocs distraían a la Policía con hogueras y ataques a la propiedad, sobre
todo a los bancos. En la televisión, la radio y los periódicos, así como
en los comentarios de buena parte de la izquierda oficialista, los black
blocs eran descritos como peligrosos vándalos que «infiltraban» las
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
Ese enfoque persistió durante algún tiempo en flagrante con-
tradicción con la multiplicidad de las revueltas, las cuales si bien
incluyeron a los manifestantes verde-amarillos contra la corrupción
(la mayor parte apuntando a la corrupción de todos los partidos), también
puso en la escena varios temas relacionados con los derechos LGBT ,
el feminismo, la lucha indígena, la descriminalización de las drogas,
la desmilitarización de la Policía y la movilidad urbana, para mencio-
nar solo algunas de las consignas que coexistieron con el tema de la
anticorrupción. El enfoque parcial de los medios en un único tema
terminó exacerbando la incapacidad de la izquierda de responder ade-
cuadamente al problema de la corrupción. La izquierda y parte de las
ciencias políticas en Brasil han adoptado tradicionalmente el discurso
según el cual la crítica a la corrupción «despolitiza» las cosas. Cuando
más, la izquierda y las ciencias sociales han recurrido automáticamente
a la «reforma política» como solución para la corrupción: «De ahí el
hecho de que el reflejo pavloviano de la Reforma Política suena como
farsa grotesca cada vez que replica la campana de ‘usted no me repre-
senta, llame de nuevo’» (Arantes 424).
De esta manera, la izquierda lulista cayó fácilmente en el mol-
deo de los medios de comunicación y, para entonces, sobre todo en el
caso de Globo en la influencia de Junio como una jornada de las pro-
testas anticorrupción, en detrimento de todas las otras facetas de la
Sobre el antagonismo, la contradicción y el oxímoron: las revueltas de junio del 2013 y el ocaso del lulismo
sentación política, como han sugerido algunos politólogos.6 Entonces,
la verdadera oposición en el debate político brasileño toma lugar en
torno al legado de Junio, no alrededor del pacto oligárquico más cir-
cunstancial que llevó a la destitución de Rousseff y a la ruptura de la
coalición PT -PMBD . Al fin y al cabo, ambos lados de la coalición que
rompió en el 2016 estuvieron unidos en la represión de Junio y en el
estado de Río de Janeiro, y gobernaba junto con el PT , responsable por
el desalojo de las poblaciones relacionadas con la Copa Mundial de
Fútbol. Lo que realmente separa las lecturas políticas en las dos princi-
pales posiciones (que por supuesto pueden tomarse con varios matices
de distinción) no es la diferencia entre la izquierda y la derecha, sino
que quienes denunciaron a Junio como culpable por el impeachment (la
mayoría de la izquierda oficialista) y quienes apoyaron su represión
como si fuera un movimiento de vándalos (la derecha) ocupaban el mis-
mo lado de esta frontera.
Por último, hay varios de nosotros que reclamamos el legado de
Junio, que insistimos en su naturaleza de acontecimiento al mismo
tiempo singular y múltiple, inconfundible y polifónico, y que vemos
6 Esta afirmación fue hecha por Fabiano Santos y Fernando Guarnieri, quienes
hablaron de «pancartas que decían cosas como ‘Dictadura Ya’. ‘Ustedes No Me
Representan’ y similares» (487), como si hubiera alguna similitud entre las dos
pancartas y como si la anterior hubiera sido 1 % tan representativa como la
posterior en Junio.
minicana dado que Bosch tenía ideas socialistas. En 1966, se convocaron elecciones.
Balaguer y Bosch regresaron al país y se postularon a la Presidencia. Balaguer
«ganó» las contiendas electorales de 1966, 1970 y 1974 mediante campañas sucias.
Para más información sobre este contexto histórico, ver los capítulos 38-40 y 43
del Manual de historia dominicana, de Frank Moya Pons, y la introducción al segun-
do capítulo de Masculinity After Trujillo, de Maja Horn.
3 El grueso de la producción literaria que remite a la violencia del siglo XX en la
República Dominicana gira en torno al trujillato. Esto en parte se ha debido a
la necesidad de romper con treinta años de loas hacia el supuesto «benefactor
de la patria», con el fin de incorporar discursos críticos sobre ese periodo
(Horn 56). No obstante, entre los pocos textos literarios que aluden a Balaguer
se encuentran Los que falsificaron la firma de Dios (1992), de Viriato Sención, y La
fiesta del chivo (2000), de Mario Vargas Llosa (Rodríguez 121). Cabe mencionar
que de modo sutil y sarcástico las novelas La estrategia de Chochueca (2003) y Papi
(2005), de Rita Indiana Hernández, critican el legado de Balaguer aunque ese no
es el tema principal de dichos textos.
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
fallos del discurso de progreso, de desarrollo y del establecimiento de
un Estado nación moderno.5
Según Bakhtin, la novela de formación concibe el desarro-
llo humano «en una relación indisoluble con el devenir histórico. La
transformación […] se realiza dentro del tiempo histórico real, con su
carácter de necesidad. [El personaje] se transforma junto con el mun-
do [y] refleja en sí el desarrollo histórico del mundo» (214). Premisas
como la de Bakhtin apuntan a la función de una estructura teleológi-
ca en este tipo de narración que, vista de forma alegórica, representa
la formación y el desarrollo no solo del protagonista, sino también
de proyectos que están estrechamente vinculados a los de la nación.
Es decir, el Bildungsroman es un género novelístico vinculado en su
forma clásica a la modernidad y al desarrollo de proyectos nacionales
6 Esto que menciono ha sido expresado por Lorenzo en su artículo «Del campo a
la ciudad: migración, modernidad fallida y aprendizaje transgresor en Mudanza
de los sentidos, de Ángela Hernández».
7 El estudio de Slaughter contiene ejemplos de Bildungsromane de distintos
contextos nacionales, regionales y políticos. Aunque menciona algunas novelas
de formación latinoamericanas, el texto de esa región que Slaughter analiza
minuciosamente es En estado de memoria (1990), de Tununa Mercado, relacionado
con la dictadura militar en Argentina (1976-1983). Para más información, ver el
tercer capítulo de Human Rights, Inc., de Slaughter.
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
azar» (Hernández, Charamicos 141).
Trinidad, quien se caracteriza por ser tímida, aprende a manejar
su timidez. Al principio, le costaba hablar en público y a pesar de ser
un personaje con facilidad para las matemáticas, se ponía tan nerviosa
que apenas podía contar boletas en una asamblea. Constantemente, era
objeto de bromas y burlas de los estudiantes con más experiencia (Her-
nández, Charamicos 10).9 Sin embargo, ella logra superar ese obstáculo
y termina dirigiendo reuniones y dando discursos breves. Su formación
también implica cuidarse de los peligros de la ciudad, pero, más que
nada, saber cuidarse de los que delatan a los estudiantes que se oponen
al gobierno de Balaguer.
Recordemos que una vez que Balaguer se establece en la Presiden-
cia, se usan mecanismos para reprimir a la izquierda con el propósito
de afianzar el poder del mandatario y cumplir con las exigencias de la
cia, ya que dicha agencia estuvo involucrada en materias de «seguridad
pública» en la República Dominicana (Moya Pons 534-535, 543). Es de
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
no es fortuito, puesto que –como he explicado previamente– Balaguer
había expresado su sentir acerca de las actividades comunistas, toda
vez que desde 1961 había dado avisos de lo que les esperaba a los que
participaran en ellas: «En cumplimiento de la ley que prohíbe en el país
las actividades comunistas, se procederá en las próximas horas a la ex-
pulsión de varias células del comunismo internacional que han operado
en el país durante los últimos meses contra los supremos intereses de
la Nación» (Balaguer 25).
Las referencias legales tanto en Charamicos como en los ensayos
de Balaguer remiten a lo que ha comentado Slavoj Žižek sobre la re-
lación entre la ley, los regímenes totalitarios y cómo estos usan la ley.
Según la premisa de Žižek, un régimen totalitario solo puede llegar
al mando legalizando los crímenes y atropellos que usó para llegar
al poder: «Every positive law is in a way already its own mocking
imitation, a violent overthrow of a previous ‘unwritten’ law; a crime
turned into law […] In other words, there is no ‘original’ law not
based upon crime» (208-209). El gobierno de Balaguer se estableció
mediante fraudes, asesinatos, desapariciones y otras acciones terribles
(Moya Pons 536-539, 541). Como bien resume Silvio Torres-Saillant,
Balaguer «encubrió el crimen y se mofó de la ley en numerosas oca-
siones. Rompió promesas y traicionó aliados. Ese comportamiento, sin
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
word that is denied all privilege, backed up by no authority at all, and is
frequently not acknowledged in society (Bakhtin 342).
seguir o creer.
Ercira vendría siendo otro personaje que, hasta cierto punto, tam-
bién es mentora de Trinidad. No obstante, la relación entre ellas dos
es distinta a la existente entre Trinidad y Fernando, pues Trinidad
eventualmente considera a Ercira una amiga y hermana: «Rememoro el
abrazo que [Ercira] me dio en la ocasión de la derrota […] De haber-
me dejado, hubiera querido a Ercira como a una hermana» (Hernández,
Charamicos 205). Ahora bien, llega un momento en que Ercira se aleja de
Trinidad y esta se entristece al no saber los pormenores del distancia-
miento. Ercira se ha unido al grupo más reaccionario de estudiantes y
debe mantener sus acciones en secreto. Sin embargo, uno de los puntos
más impactantes de la novela tiene que ver con la captura y tortura de
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
nes no jerárquicas en el Bildungsroman (Gelpí 126), en Charamicos el caso
es más complejo debido a que Ercira reproduce «lo heroico revoluciona-
rio […] dentro de un marco verticalista y ascético […] que replicaría
de forma diferente, la represión del ‘cuerpo político’ de la modernidad
tecnocrática balaguerista que se pretendía combatir» (López 197). Por
lo tanto, su afán por reprimir sus sentimientos le impide comunicar –en-
tre otros asuntos– su agradecimiento.15
La habilidad de navegar críticamente por los distintos discursos
es lo que le permite a Trinidad un proceso de Bildung distinto a los
de la rigidez ideológica que, al menos inicialmente, tuvieron Ercira,
Fernando y otros líderes cuyas premisas ella llega a cuestionar. En uno
de los instantes en los que el «yo narrador» parece anteponerse al «yo
narrado» para reflexionar de modo irónico sobre la validez de algu-
nos planteamientos, vemos que Trinidad analiza con acuidad la falta
de comprensión entre la izquierda: «Si la izquierda hubiera tomado el
control, en lugar de Balaguer, estaríamos en un caos, porque encima de
su incapacidad para dirimir conflictos, ni siquiera los mismos izquier-
distas se entienden, carecían de experiencia en asuntos empresariales y
de Estado» (Hernández, Charamicos 293).
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
Otro ejemplo en Charamicos que apunta a este proyecto de moder-
nidad fallida vendría siendo el de la situación agrícola o campestre en el
país. En los discursos y ensayos de Balaguer, se pueden apreciar algunas
de sus creencias sobre los problemas que enfrentan las áreas rurales.
Para 1964 Balaguer entendía que era menester hacer algo con los cam-
pesinos, dado que los que son demasiado pobres terminan emigrando y
adoptando ideas que contaminan al país y atentan contra la «unidad del
pueblo cristiano» que «caracteriza» a la República Dominicana:
Todavía hay zonas del país en que un colector de café solo
percibe un salario de dos pesos […] esa es una de las causas de uno
de los fenómenos característicos del proceso económico nacional de los
últimos tiempos, el del éxodo campesino, con su secuela inevitable: la
concentración urbana. En el ánimo de las clases desposeídas del país
se está incubando un sentimiento de odio contra las clases adineradas
(Balaguer 243).18
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
largo del texto, vemos que Trinidad se ha formado intelectual, profe-
sional, personal y políticamente. En este aspecto, se podría decir que
este Bildungsroman tiene un final positivo. Cabe comentar que Trini-
dad también establece una relación amorosa de su agrado y por tanto
hay una similitud con el Bildungsroman clásico, puesto que las primeras
experiencias amorosas de ella fueron erradas.19 En otras palabras, en
textos como Wilhelm Meister, de Goethe, el Bildungsheld tiene una ex-
periencia amorosa que fracasa y que lo prepara para cuando llegue el
personaje con quien se casará y establecerá una familia. En Charamicos,
Andrickson, un chico militante por quien Trinidad se sentía atraída,
desapareció por un tiempo y eventualmente fue asesinado en una ma-
nifestación. Fernando, quien demostró cierto interés en Trinidad más
allá del que un mentor siente por su protégé, no era realmente del agra-
do de ella. Así mismo, Peñaló, con quien Trinidad sí tuvo una relación
más seria, pretendía que ella siguiera al pie de la letra sus creencias
políticas. Se puede decir que Trinidad tuvo experiencias amorosas fa-
llidas que la ayudaron a formarse en el plano sentimental, hasta que al
final logra salir con el hombre que quiere.
La tortuosa formación de Trinidad, que va desde lo académico
hasta lo amoroso, parecería apuntar al final feliz del Bildungsroman
Un entorno hecho charamicos: los doce años de Balaguer y la reescritura del «Bildungsroman» de Ángela Hernández
no es una dicha, tampoco una fatalidad. Todo el resto debo irlo sa-
biendo, mientras vivo […] en el ahora» (Hernández, Charamicos 350).21
Por ende, el texto permite cuestionar el discurso nacionalista domini-
cano de Balaguer y las propuestas excluyentes de algunos grupos de
izquierda. Este cuestionamiento, así como el aprendizaje que hace que
Trinidad problematice la izquierda sin apartarse de ella, lleva a una
crítica que permite pensar en nuevos modos de acercarse a lo político
en la historia del Santo Domingo moderno, como se espera que suce-
derá con Arelis, la niña campesina que Trinidad adopta y a quien le
enseñará a debatir el discurso celebratorio de proyectos desarrollistas
y nacionalistas de corte autoritario que socavan los derechos humanos
en aras de alcanzar progreso y seguridad en el país.
Érika Almenara
U N I V E R S I DAD D E AR K AN S AS
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
el carisma de Fujimori debido a la situación de inestabilidad que vivía
el Perú de entonces y que hacía que ante los peruanos Fujimori se per-
cibiera como un individuo altamente calificado al que debía seguírsele
con lealtad (Grompone 13).
Si bien el sistema de gobierno de Fujimori ha sido caracteriza-
do principalmente como neoliberal,3 Kurt Weyland y Kenneth Roberts
consideran que, al igual que el de los gobiernos de Carlos Menem en
Argentina y Fernando Collor de Melo en Brasil, el de Fujimori albergó
una política neopopulista y una economía neoliberal a la vez (Weyland,
«Unexpected Affinities» 375).4 El neoliberalismo es una corriente polí-
tica inspirada en el liberalismo, el cual insistía en la predominancia del
mercado como principal mecanismo para la distribución de recursos.
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
chó su carisma con los varones peruanos al acompañarse, siempre, de
bailarinas semidesnudas en sus mítines políticos y también durante
sus visitas a barrios marginales y poblados rurales, en las cuales esta-
ba acompañado de los medios de comunicación (Grompone 20). Este
mismo carisma, sin embargo, lo utilizó para informar a los peruanos
acerca de la «mano dura» con la cual su gobierno combatía a Sendero
Luminoso, y le permitía ejercer una de las máximas populistas al eri-
girse como líder prioritario para que el país sobreviviera a la amenaza
permanente de este «enemigo» que había que eliminar.6
Junto con otros autores (Dajes, Manrique, Méndez, Silva San-
tisteban), considero que el conflicto armado interno entre Sendero
Luminoso y el Estado peruano podría ser considerado como la ex-
plosión de aquello que estaba debajo de la superficie de un proyecto
nacional que fue fundado sobre la base de la exclusión, el rechazo y el
racismo contra los indios. La historiadora Cecilia Méndez argumenta
que el Estado que se impuso en el Perú se sustentó ideológicamente
en el proyecto de una «república sin indios». Si la independencia ha-
6 Así mismo, cuando Fujimori lanzó su campaña para la reelección del 2000, la
organizó alrededor de un núcleo claramente populista que buscaba apelar a los
gustos populares. Además de la creación de la canción que presentaba en sus
mitines, El ritmo del chino, producida por un conocido grupo de tecnocumbia,
Fujimori distribuía canastas de alimentos y útiles escolares y hacía campañas
de desprestigio a la oposición con la colaboración de los medios a través de
programas populares como el talk show de Laura Bozzo.
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
minoso, y en la participación en las acciones organizadas por el partido,
un espacio de visibilidad que les abría el acceso a lo político, a ellos
para quienes lo político les había sido negado por factores identitarios,
culturales y socioeconómicos.
Como ha sido ampliamente documentado, en los gobiernos de
Fujimori y su manejo del conflicto armado interno el Estado y sus
representantes perpetraron atrocidades en especial contra las pobla-
ciones indígenas quechuahablantes. En el Perú de estos años, comenzó
a ser común argumentar que la pendiente demográfica indígena y
de las familias de menos recursos obstaculizaba el progreso nacio-
nal (Ewig 54). Así, la población quechuahablante no solo fue tomada
como peligrosa, no asimilable, sino también como un obstáculo para
el desarrollo y la modernidad del país. Esta población que, cabe resal-
tar, constituye un porcentaje sustancial de la nación peruana, desde
épocas de la Conquista ha sido tomada por improductiva y barbárica.
Lo sucedido durante el conflicto armado interno constituye así una
reproducción de hábitos y actitudes de la Conquista en los que el in-
dígena quechuahablante no es considerado tan humano como otros
peruanos, sino más bien es catalogado como incivilizado, como aquel
que se oponía a la modernidad y al progreso.
Un ejemplo de esta concepción sobre las poblaciones indígenas
quechuahablantes lo encontramos en el reporte que Mario Vargas
Llosa redactara tras la investigación que hizo junto con otros intelec-
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
de las Fuerzas Armadas peruanas seleccionaban a los posibles sospe-
chosos según un «prototipo del senderista». En el testimonio de un
detenido por sospecha incluido en dicho informe se destaca este pro-
totipo: «los policías me dijeron que mis antecedentes eran ideales para
ser miembro de Sendero Luminoso: era hijo de padres ayacuchanos,
hablaba más o menos quechua, estudiaba en la UNMSM [Universi-
dad de San Marcos] y vivía en el Callao» (Comisión de la Verdad y
Reconciliación 57). Con esto, podemos señalar entonces que el indí-
gena quechuahablante, vinculado a las sierras alejadas, era/es el Otro
sospechoso, rechazado y perseguido. Aquel que había que vigilar por
su potencial adherencia al senderismo que amenazaba la supervivencia
de la nación peruana.
De igual manera, Fujimori empleó la heterogeneidad racial y lin-
güística para manipular y potenciar el miedo y la inseguridad que se
vivía en el Perú de los años noventa, con el propósito de respaldar y
9 Cabe mencionar que, en el caso peruano, esta creación de la cultura del miedo
fue difícil de desestabilizar, dado que solo cuando Fujimori iniciaba su tercer
mandato como presidente del Perú en el 2000 –mandato que fue posible
Érika Almenara
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
y crítica cultural, el uso de la violencia física y sexual por parte de los
miembros de las fuerzas de seguridad del Estado era una violencia ra-
cializada, por cuanto estos tratos no fueron contra mujeres «blancas»,
como es el caso de la bailarina Maritza Garrido Lecca quien fuera cap-
turada junto con Abimael Guzmán (Silva Santisteban, Factor asco 71).
Al respecto, Carlos Iván Degregori ha mencionado que las presun-
tas terroristas, cuando eran maltratadas, torturadas o violadas, «junto
con el maltrato o la violación, iba el insulto racista: chola asquerosa,
chola de mierda, india bruta» (Wiese, video); con esto nos muestra
que los representantes del Estado intensificaron su violencia cuando
se trataba de mujeres indígenas quechuahablantes, es decir, aquellas
que pertenecían a etnias, regiones, economías y culturas distintas a lo
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
(PNSRPF 1996-2000), que implicaron la alteración permanente del
cuerpo de 270 000 mujeres indígenas quechuahablantes una vez con-
cluido en conflicto armado interno (Theidon 16).12
Durante su primer mandato, el discurso de Fujimori se caracte-
quería tratarse. En su visita, Supa recibió anestesia y fue llevada a una sala de
operaciones en donde se le realizó la esterilización sin su consentimiento (citada
en Henríquez Ayin 28). Para mayor información sobre Supa, revisar el texto
Threads of my Life: The Story of Hilaria Supa Huamán, a Rural Quechua Woman
(2008).
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
resolver este problema el uso generalizado de la esterilización en los
grupos cultural y económicamente subdesarrollados y empobrecidos,
que en el Perú coinciden con el indígena quechuahablante (Burt, «Stere-
lization and its Discontents» 2). Observamos que ante un problema de
exceso de la población total del Perú, se sugiere disminuir la población
que se considera menos productiva, dado que es racial, lingüística y eco-
nómicamente inferior al resto; población a la que también se le asocia
con desorden social, criminalidad y, como hemos visto, terrorismo.
Así, las intervenciones forzadas de anticoncepción quirúrgica
y las violaciones sexuales a las mujeres indígenas quechuahablantes
durante el conflicto armado interno manifiestan una discriminación
por género, condición socioeconómica, origen y condición racial o étni-
co-lingüística. Si tomamos en cuenta que las poblaciones consideradas
deficientes e inferiores por el gobierno de Fujimori eran las que debían
pasar por estos procesos, vemos que estos funcionaban como medidas
para proteger y prolongar la vida de las poblaciones blancas, mestizas
y económicamente pudientes, con lo que se señala la lógica biopolíti-
ca del gobierno de Fujimori. Para Foucault, la biopolítica tiene como
rol principal garantizar, prolongar y multiplicar la vida; esta sería una
suerte de gobierno de la vida, un poder sobre la vida (338), que en
el caso de los procesos de anticoncepción quirúrgica y las violaciones
sexuales a las mujeres indígenas quechuahablantes se manifestaría en
la eliminación de las poblaciones subdesarrolladas y empobrecidas con
Neoliberalismo y biopolítica durante los gobiernos de Alberto Fujimori y el conflicto armado interno peruano
Rosario Nolasco-Schultheiss
U N I V E R S I DAD D E AR K AN S AS E N F O R T S M I T H
3 «The resilience of Menchú herself, her own political achievements after Stoll’s
book, and the overall emergence of the Maya community as a collective actor
in Mesoamerican politics suggest that the hierarchical tower constructed by
modern Western academics may indeed be built on the shifting sands of cultural
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
«en una carta abierta al presidente Obama que no aprobara su cons-
trucción» (Sparrow).
Antecedentes epistemológicos
La destrucción del medio ambiente encuentra en gran parte cau-
sa y origen epistemológico en la separación jerárquica sujeto-objeto,
humano-naturaleza, resultado de antropocéntricas, masculinas, inflexi-
bles y dominantes interpretaciones de textos hegemónicos religiosos
de Occidente (McFague 7). Se deriva también de conceptos occidenta-
les de dualismo hasta ahora prevalentes, la «construcción de una esfera
de otredad devaluada y patentemente demarcada» (Plumwood 41, tra-
ducción propia)4 que se extiende o tiene puntos de intersección con
asuntos de género y de etnia, ambos de gran relevancia e interés para
Rigoberta Menchú y su trabajo constante en pro de la comunidad
maya, de la mujer e inherentemente en pro del todo ecológico. Aun-
que la ganadora del Nobel de Paz no fue laureada en principio por su
trabajo en pro del medio ambiente, es su herencia, una cosmovisión
maya ecológica igualitaria, la que la ha hecho vocera de estas a escalas
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
genas –incluso aquellas mayormente invisibles hasta ahora, como es el
caso de la activista hondureña Ana Mirian Romero– han comenzado
un activismo y resistencia que es observado, notado y premiado a es-
cala internacional, con lo que han obtenido un foro de expresión y una
avenida política que cabe dentro de parámetros ecofeministas.
Además de las lecturas que insertan a Rigoberta Menchú y su
producción literaria dentro de su lucha por los derechos humanos,
como testigo del genocidio en contra de su gente, más lecturas e
interpretaciones son necesarias para incluir –como ya lo han hecho
los medios oficiales y sociales– su constante activismo en pro del
medio ambiente. Su posición y activismo ambiental necesariamente
son resultado de su contexto histórico, heredero de una cosmovisión
maya de respeto a la naturaleza. Es necesario también entender que
el trabajo de Menchú es un activismo que repercute más allá de los
reconocimientos o las participaciones internacionales que son opor-
tunidades para photo ops. Sin embargo, el trabajo pro medio ambiente
de Menchú encuentra varios puntos importantes que intersectan
con áreas políticas: su relación intercultural con las muchas y varia-
das etnias dentro de su mismo país, con muchos y variados grupos
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
ese principio de la Dualidad esté un poquito tambaleante» (Memoria 7).
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
reclamo de la tierra desde una posición política y económica, la resis-
tencia, el plan ambiental de protección puesto en acción por grupos
indígenas, añade un nuevo elemento a esta combinación: el del derecho
inherente a la tierra habitado por sus ancestros y el respeto inherente
en su cosmovisión, y en el entendimiento de que el uso de la tierra
está en clara oposición al concepto occidental racionalista de la teoría
política contemporánea (Plumwood 6), específicamente la justificación
colonial para asentar, popular y colonizar terra nullis:
La justificación de la conquista fue, y todavía es, justificada bajo
el principio de que el territorio se encontraba inhabitado, o, para ser más
precisos, no usado [énfasis añadido]. La apelación de grupos indígenas a
su estatus como pueblos originarios está diseñada a repudiar postulados
europeos que hacían presunción de que tierras pobladas por indígenas era
tierra vacante. El reclamo y la protesta indígena de ocupación previa de la
tierra por sus pueblos es una manera de contraponer o contradecir el pen-
samiento político Europeo (Kohn y McBride 103, traducción propia).11
10 «Claims to the land provide a way of combining economic and political claims.
Tis is particularly valuable since liberal, legalistic frameworks evaluate political
rights as separate from economic status, and Marxist critiques of economic
subordination place too little emphasis upon the importance of political
sovereignty. This model of grounding resistance synthesizes elements of both
traditions and offers a new model for evaluating self-determination in the
twenty-first century» (Kohn y McBride 118).
11 «The justification for conquest was, and still is, explained by the principle that
the territory was uninhabited, or, more accurately, unused. Claims of indigenous
groups to their status as first nations are designed to repudiate the assumptions
of vacancy. Asserting previous occupancy is a way of countering the justificatory
claims of European political thought» (Kohn y McBride 103).
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
espiritualidad, lo que no pudieron hacer nuestros antepasados porque lo
hicieron a escondidas […] Para nadie es oculto de la imposición de la
evangelización y que sobre la espiritualidad y centros ceremoniales se
fundaron las iglesias en nuestros pueblos.
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
expropiación petrolera en Sucumbíos (Ecuador), para dar solo un par
de ejemplos (Tekayak 8).
Las religiones mayoritarias, los movimientos seculares no ofi-
ciales en pro del medio ambiente, las leyes, el llamado activismo
ambiental global y en general la participación colectiva de sociedades
internacionales tienen la posibilidad de crear un frente que horizon-
tal y equitativamente unido confronte la actividad corporativa global
que, de acuerdo con muchos, es causante de la destrucción del medio
ambiente y del cambio climático. ¿Cómo pasar la ley ecocida que sea
ratificada por una mayoría de países? Es aquí donde la investigado-
ra sugiere que las figuras íconos de nuestro tiempo, como Rigoberta
Menchú, Vandana Shiva o Wangari Maathai, organicen grupos locales
y regionales que se conecten a escala internacional en términos de la
búsqueda y adquisición de las mismas metas, lo que a fin de cuentas
traerá la ratificación de los países involucrados. Esta enunciación mía,
elaborada a través de este ensayo, coincide con las conclusiones de la
investigadora Deniz Tekayak:
Las metas de los movimientos climáticos y ambientales indí-
genas coinciden con lo que la propuesta de ley internacional sobre el
ecocidio trata de obtener. Si el ecocidio se convierte en el quinto cri-
men en contra de la paz, los derechos de los pueblos indígenas a una
vida cultural de bienestar de los ecosistemas en los que viven estarían
protegidos por leyes jurídicamente vinculantes de legislación interna-
cional. Más aún, paralelo a las exigencias de los pueblos indígenas al
Conclusiones
El ímpetu urgente que guio esta investigación viene sin duda de
la preocupación global por la actual situación biosférica mundial, en
especial por el cambio climático y sus graves repercusiones. Se intro-
dujeron algunas razones epistemológicas que han sido parte y causa
del deterioro del medio ambiente y se incluyó también un repaso mí-
nimo de la necesidad, no solo de expandir en volumen y abarcamiento
el canon ecocrítico en la literatura y los estudios ecológicos teóricos
en Latinoamérica, sino también de insistir en la importancia clave de
la participación indígena cuya cosmovisión inherente es una de res-
peto igualitario a la tierra y todos sus constituyentes. Se señaló cómo
estos grupos a escala global ya han visto éxito, aun con grandes sacri-
ficios, y ya han tenido efectos políticos positivos, como el de detener la
construcción del oleoducto en Dakota del Norte. El objeto de análisis
principal, sin embargo, fue la importancia del legado posconflicto de
la figura ya icónica de Rigoberta Menchú en la literatura testimonial
por ella producida como declarante viviente del genocidio étnico de su
pueblo quiché durante la guerra civil de Guatemala y cómo este legado
testimonial después se bifurcó, orgánica e inherentemente, a la tierra
Rosario Nolasco-Schultheiss
Y así nos renace la conciencia y se extiende el ancestral centro: el legado ecológico posconflicto de Rigoberta Menchú
Judith Martínez
U N I V E R S I DAD D E M I S S O U R I
Introducción
La novela de Orfa Alarcón se desarrolla en Monterrey, ciudad
ubicada en el norte de México, a dos horas de la frontera con Estados
Unidos. La obra presenta las repentinas olas de violencia que comienzan
a sufrir la ciudad y sus habitantes en la última década, principalmente
desde el periodo gobernado por el presidente Felipe Calderón Hinojosa
(Partido Acción Nacional, PAN ).
Este ensayo se centra en el análisis de los tipos de metamorfo-
sis de la violencia que la autora nos dibuja mediante sus personajes,
quienes enfrentan la destrucción de su comunidad. Los personajes
de la obra habitan al margen de la ley, ya sea por la falta de protec-
ción de sus garantías individuales o debido al uso de su fuerza o poder
que ejercen fuera del margen legal. La novela nos sitúa en un México
que enfrenta la crisis del contrato social, un Estado adulterado con
su soberanía fracturada a causa de la corrupción del sistema que ha {139}
4 «As Karl Polanyi states, the word free degenerates also into the freedom for the
factories only and people who need no more power or security. This, according
to Polanyi, will then ‘[…] the fullness of freedom for those whose income,
leisure and security need no enhancing, and a mere pittance of liberty for the
people, who may in vain attempt to make use of their democratic rights to gain
shelter from the power of the owners of the property […]’» (257).
EL CASO COLOMBIANO
Introducción
Han sido muchas las iniciativas culturales que se han enfocado en
la comprensión y la denuncia del conflicto sociopolítico que se ha vi-
vido en las últimas décadas en Colombia, específicamente en la ciudad
de Medellín, donde dicha violencia ha incidido de forma más cruda en
1 En total son casi mil placas elaboradas por los participantes de los programas de
la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV ).
Fotografía 1
Fachada del Museo Casa
de la Memoria
Fotografías 2 y 3
Antejardín del Museo Casa de la Memoria
Así las cosas, en este capítulo nos interesa hacer un análisis desde
la geopoética, para lo cual tendremos en cuenta las ideas de Fernando
Aínsa pero utilizándolas para indagar sobre procesos que hemos opta-
do por llamar «reconstrucción geopoética de los espacios de horror en
la ciudad de Medellín». Se trata de pensar algunas de las manifestacio-
nes artísticas y testimoniales que surgen como respuestas/propuestas
en el interior de los grupos que más han sufrido el conflicto armado,
y a la luz de dos concepciones fundamentales en los estudios literarios
contemporáneos –la poética del espacio y el discurso testimonial–, es-
tudiarlas como concepciones que están presentes en la configuración
de estos espacios de la ciudad y en la memoria colectiva de quienes las
reconstruyen desde la evocación geopoética.
María E. Osorio Soto • Edwin Carvajal Córdoba
En esta cita, volvemos a encontrar la idea del lugar en los términos que
expusimos antes, pero también la noción de territorio; pese a que pue-
de aparecer como sinónimo de lugar, se suele señalar que el territorio,
María E. Osorio Soto • Edwin Carvajal Córdoba
como lo destaca Javier Álvarez (18), alude a una soberanía que se ejerce
sobre sus límites, de manera que compromete el ejercicio del poder
para restringir o permitir el acceso a determinados lugares o regiones.
En íntima correspondencia con el sentimiento del lugar o la alusión al
territorio, tenemos el antes idílico y el después marcado por la tragedia y
que se suele poetizar como nostalgia del paraíso perdido. En suma, en-
contramos en los textos de las canciones que a la vez que se denuncian
los efectos del desarraigo del lugar de origen, se denuncia el efecto de
las fuerzas políticas o militares que actúan sobre el territorio. Paralelo
a lo anterior, también se desvelan las penurias que implica el desplaza-
miento hacia los centros urbanos y el vivir como «desplazados». Estos
Aricapa quien guía la narración de las historias, también hay lugar para
la presentación de testimonios de viva voz de las víctimas de las con-
frontaciones. En este sentido, por ejemplo, hay relatos que cuentan el
surgimiento y los modus operandi de las milicias urbanas para controlar
los cordones periféricos de la ciudad, surgimiento que, según Aricapa,
se vio favorecido por «la topografía laberíntica y por la ausencia casi
total de la fuerza pública» (27). En uno de los testimonios, se cuenta la
experiencia traumática que tuvo una integrante del taller literario de la
Comuna 13, quien por accidente se vio en medio de un tiroteo:
Nos contó que había visto matar al señor de la tienda don-
de nosotros íbamos a mecatear cuando salíamos del colegio. Ella, como
Conclusiones
Como dijimos inicialmente, así como la Comuna 13 se mostró
como un laboratorio de guerra, también se ha ido convirtiendo en un
espacio de resistencia, donde las manifestaciones artísticas alternati-
vas son determinantes. En ese sentido, las pinturas murales o grafitis
conforman un laboratorio de geopoética en la medida en que presen-
tan la versión no oficial de los hechos, contribuyendo así a re-definir
la comuna. Se trata, en otras palabras, de propuestas que permiten
re-personalizar la ciudad a partir de experiencias creativas que, en
última instancia, propugnarían a una apropiación positiva de identi-
ficación con el barrio pues, como anotaba Aínsa, el espacio urbano no
es neutro, en él se configuran relaciones de poder y presiones sociales
de distinta naturaleza. Así las cosas, las pinturas insinúan una solida-
ridad con las comunidades afrodescendientes, pero incluso evocan al
María E. Osorio Soto • Edwin Carvajal Córdoba
Fotografía 4
Grafiti en la Comuna 13
de Medellín
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
2008) y Los viajes del viento (Ciro Guerra, 2009), está llena de acertados
efectos especiales –tanto sonoros como visuales– los cuales sin duda –al
igual que el uso espléndido del humor muy a pesar del serio compo-
nente social representado y la diégesis bien escrita y llevada– ayudan a
mantener a los cinevidentes bien enfocados, esperando y deseando ver
cada vez más; es decir, han sabido involucrar a la audiencia. Esta nove-
dad (meta)fílmica, proponemos, sería un signo del cine (pos)conflicto.
Un tercer aspecto que vale la pena resaltar tiene que ver con el
tema central y cómo este se desarrolla a través de toda la compleja
secuencia narrativa. Por un lado, usando como pretexto «inocentes»
situaciones cotidianas y llenas de humor entre los niños de una zona
rural, Arbeláez se las ingenia para mantenernos atentos a lo que está
ocurriendo; a medida que la historia se desarrolla y los eventos se van
destapando, queremos recibir más para juntar las piezas del turbulen-
to rompecabezas. En apariencia, al final, la historia parece ser simple:
Manuel (Hernán Mauricio Ocampo), un muchachito de nueve años,
sueña con llegar a ser un gran futbolista –un arquero para ser más
exactos– y parece estar contento con la pelota vieja que usa para jugar
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
consecuencia, otra prueba, de la dura violencia en la que viven estos
ciudadanos del campo. Es decir, aparte de los placeres visuales (visual
pleasures, término usado por Laura Mulvey en su icónica investigación
fílmica)2 y exquisitos intercambios lingüísticos, somos testigos visua-
les y auditivos de las noticias de radio que reportan que hay grupos de
personas «desaparecidas», es decir, grupos familiares que han desapa-
recido «misteriosamente» y parece que nadie en La Pradera ni en sus
alrededores sabe de su paradero.
A manera de lo que llamaríamos intertextualidad audiovisual,
como parte de su narración fílmica, Arbeláez comparte su poder de
difundir y compartir la información con otros medios masivos de co-
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
Además de lo anterior, otras dos escenas muy diferentes, pero
complementarias, que se añaden a todo el aspecto de la sutileza de la
violencia representada, ocurren en la yuxtaposición de imágenes cuan-
do un helicóptero sobrevuela la vereda –lo cual nos da otra pista del
poder y control que las fuerzas ilegales tienen sobre el pueblo– y la
bebé de Ernesto y Myriam está llorando. Parecería como si el llanto de
la niña y la poderosa presencia del helicóptero estuvieran anunciando,
actuando a modo de relación metonímica, lo que hacia el final del dis-
curso cinemático les ocurre a Ernesto y a su familia.
Ahora, reenfoquémonos en la presencia de los niños en el contex-
to de la escuela y Carmen (Natalia Cuéllar Giraldo), la tan abnegada
profesora, quien, a propósito, está recién llegada al pueblo. Desde su
llegada, la «profe» se da cuenta de las condiciones de pobreza de la
escuela, de sus estudiantes y de sus familias y, ya sea implícita o explíci-
tamente, adopta una postura crítica ante la situación. Es precisamente
a través de sus actos de habla y de su mirada, a veces en close-up, que
leemos el abandono y la gama de problemas de sus pupilos. En una
ocasión, por ejemplo, la escuchamos decir «Solo tenemos cuatro tici-
abrirnos los ojos ante semejante realidad, lo cual sin duda se añade a los
efectos del affect –al que alude Young anteriormente–, y que a su vez,
nuestra lectura propone, se añadiría a otro ejemplo de un guiño del cine
del (pos)conflicto. Es decir, nos hace pensar en cómo –en los nuevos
filmes del (pos)conflicto– las violencias se minimizan y se dejan de lado,
o se enfatizan y se reafirman a través de los (meta)lenguajes fílmicos.
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
ideología (class struggle and ideology) en los estudios fílmicos.3 En este
sentido, básicamente, Flisfeder nos propone:
[Žižek’s] work presents a wholly new mode of criticism of
class struggle in cinema. Class struggle, according to Žižek, represents
the social Real… [Therefore] when dealing with the critique of ideolo-
gy in film, we must be careful not to focus on simple representations (of
race, class, gender, sexuality, etc., as a chain of equivalence in identity
politics). Rather, we should be more thorough and investigate how these
representations condense and conceal, i.e., displace, the structuring ele-
ment of class struggle (299, 318).
3 Esta referencia alude al ensayo «Class Struggle and Displacement: Slavoj Žižek
and Film Theory», de Matthew Flisfeder, en el cual retoma propuestas de
teorías psicoanalíticas (Lacan, por ejemplo) y las revalúa y resemantiza en torno
a los postulados de lucha de clases e ideologías argüidos por el crítico Žižek.
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
parece ser un gran conocedor de balas; él instruye a sus amigos sobre
el uso y el tipo de armas que van con cada bala y demás. Con pronun-
ciados close-ups de las balas y las reacciones de los muy concentrados
aprendices, hábilmente la lente fílmica de Arbeláez pasa revista de ta-
les momentos de intriga y de «entretenimiento» juvenil.
Y estos sugerentes close-ups nos llevan a otro punto diegético de
singular interés: el final mismo. Hemos mencionado cómo, a través del
espacio y el tiempo fílmicos, muchas familias habían estado huyendo
de La Pradera (convirtiéndose en entes desterritorializados) y cómo
Ernesto había sido coaccionado por fuerzas ilegales. Igualmente, a
través de la mirada de la profesora y el uso de efectos especiales visuales
y sonoros, hemos sido testigos de cómo –solo por el noble deseo de
instruir a sus estudiantes, por su postura crítica y su deseo de facilitar
cierto cambio social– la profe fue acosada y amenazada y no le quedó de
otra que huir despavorida de la vereda. Algo similar le ocurrió al padre
de Julián: fue acusado de «sapo, hijueputa, guerrillero» por grupos
paramilitares y fue arrebatado del núcleo familiar. En cuanto a Ernesto,
hacia el final del tejido diegético, escuchamos disparos y después no
Desplazamiento y (pos)conflicto:
el caso de «Pequeñas voces»
Eduardo A. Caro Meléndez
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
Vega, 2012), Cidade de Deus (Fermando Meirelles, Katia Lund, 2002) y
El polaquito (Juan Carlos Desanzo, 2003).4 En este sentido, con un to-
que de continuidad y ruptura, Jairo Eduardo Carrillo y Óscar Andrade,
con propuesta nueva y técnicas innovadoras, se han unido a la causa
de develar estas voces silenciadas y nos traen Pequeñas voces (2010).
Lo novedoso de este proyecto radica en el hecho de que la diégesis del
forzoso y cruel desplazamiento está narrada a manera de documental
animado, a través de los dibujos hechos por los mismos niños protago-
nistas y de sus propias voces testimoniales; sin duda, algo novedoso en
el panorama fílmico colombiano. Mediante una aproximación interdis-
ciplinaria, exploramos aquí las implicaciones socioculturales de estas
«pequeñas» voces.
En efecto, Pequeñas voces es el primer filme colombiano del gé-
nero documental animado en 3D , con el cual Carrillo y Andrade
subvierten lo que llamaríamos «la gramática formal conservadora» del
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
y transformaciones, tal como lo es la historia extradiegética repre-
sentada; son historias que –aunque comparten ciertas similitudes– se
mueven en diferentes direcciones. De manera similar, aludiendo a Ho-
ness Roe y pensando tanto en los puntos de contacto como en los de
divergencia de las historias «infantiles» narradas, se hace imperativo
que aceptemos e interiorizaremos el hecho de que, en conjunto, ellas
(las historias) constituyen una red de hilos que son tanto indepen-
dientes como entretejidos; es decir, cada historia testimonial es única
y tiene sus propias características, orígenes y complejidades, pero a
su vez se entretejen, se complementan, son coherentes y cohesivas
entre sí.
A la vez, con un guiño extradiegético, a modo de preámbulo de
la narración testimonial audiovisual, se nos confirma que, según datos
de la Unicef, «en Colombia hay más de un millón de niños desplaza-
dos por la violencia», dato que hace resonancia con el reciente artículo
«Los desplazados en Colombia aumentan pese al proceso de paz con
las FARC », publicado en el periódico El Heraldo el 31 de mayo del 2013,
en el que se comenta que la:
dos que llegan a las ciudades, sean estas capitales o no, y que les toca
negociar y adaptarse a nuevas formas socioculturales, tal como nos lo
explica Juan Camilo Acevedo:
La imagen lacónica y nostálgica del pequeño grupo familiar
que huye con lo poco que puede no podrá reflejar jamás la inmensa carga
de dolor y rabia que también acompaña el diminuto apero del desplazado
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
de árboles, ríos, pájaros y sobre todo tranquilidad; a la vez que escu-
chamos la voz de una de las niñas narradoras quien dice que su papá
se levantaba a las 5:00 a.m. y ordeñaba las vacas y su mamá servía el
desayuno; con voz nostálgica, escuchamos a la niña decir que antes de
que llegaran los violentos invasores sí vivían felices. En otra secuencia
audiovisual, vemos el dibujo animado del padre conduciendo un ca-
rro en el que, con sus pequeñas hijas ayudándolo, transportaban café
para venderlo en el pueblo. En el camino, son detenidos y cuestiona-
dos por varios uniformados que se presume que pertenecen a grupos
guerrilleros; un detalle curioso es que la cámara, con su narración
visual y con efectos del lenguaje fílmico (por ejemplo, el toque de tam-
bores), capta el terror que sienten las niñas ante semejante situación;
los dibujos de las niñas tiemblan despavoridos. Una vez más, como en
Los colores de la montaña, el terror de la violencia en el cine del (pos)
conflicto continúa presente, pero no lo vemos; lo sentimos.
Otro testimonio tanto auditivo como visual es el de «la mona
linda», una niña llamada así por los guerrilleros. Ella comenta que
en su pueblo había juegos de billar donde mataban gente; además,
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
neralizado, sobre todo entre la población infantil: así nos lo describen
los niños con sus dibujos y voces: «es tremendo el terror; uno no halla
qué hacer», nos comenta el niño narrador y agrega: «terror por las
Fuerzas Armadas, guerrilla, FARC , autodefensas […] hasta el Ejér-
cito, paramilitares; todas las fuerzas que tengan un arma siembran
terror». Después de esto, damos paso a otro ciclo de dibujos y a otra
voz narrativa: la de un niño que comenta que una noche pasaron avio-
nes de Estados Unidos («de esos que mandan para Colombia», dice);
los dibujos animados, guiados por la voz del niño, muestran aviones
lanzando bombas; «se veían como chispitas», es el símil descrito por
la voz narradora.
Después del enfrentamiento y de la incursión de las «chispitas»,
a la mañana siguiente las tres niñas, su papá y su mamá se despiertan
solo para encontrar un paisaje desolador: todo en el pueblo ha sido des-
truido; todo está quebrado, desordenado y tirado alrededor del pueblo.
Esto se entrelaza con la voz de una niña, que explica que cierto día
estaba en su casa con su papá, su mamá y sus hermanitas, y llegaron
unos hombres con pistolas y la boca tapada, los intimidaron y se lle-
sucede en Los colores de la montaña– jugaba fútbol con sus amigos, nos
narra la vez en que el pueblo fue víctima de una explosión y le impac-
tó a él directamente. Ese día, su madre, con tres meses de embarazo,
salió corriendo a ver qué había pasado y se dio cuenta de que su hijo
había perdido la mano derecha. «Fue un totazo fuerte; sentía mi cuerpo
encalambrado […] un infierno; no puedo describir la agonía de ese
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
con voz y aliento optimistas, relata que sin saberlo fue llevado a «la
fundación» y su corazón parece desbordarse de alegría cuando se per-
cata de que es firme candidato para recibir mano y pierna ortopédicas.
De inmediato, Carrillo y Andrade nos regresan a la voz y a las ayudas
visuales del joven que recuenta sus traumáticas experiencias cuando
desertó de las filas guerrilleras; este comenta: «Si te escapas, lo buscan
a uno pa matarlo; mi primo me sacó; no alcancé a izar bandera». Con
dibujo y voz seguidos, vemos el momento en que regresa a casa y se
reencuentra con su mamá.
De aquí ya empezamos a vislumbrar el final: a las niñas, huérfa-
nas de padre, las vemos contentas reunidas con su madre; el chico con
mano y pie ortopédicos sigue jugando fútbol, una de sus pasiones. La
escena final es altamente significativa: vemos a este joven muy alegre,
jugando de arquero, y muy hábilmente termina evitando que le me-
tan un gol; la escena queda congelada, con el joven arquero en el aire
con una tremenda sonrisa y con los brazos hacia arriba diciendo «hay
que darle duro, mirar y seguir pa’lante», como queriéndonos decir que
en medio de tanta violencia, tanto caos y desmadre, hay que tener fe
Por otro lado, Carrillo y Andrade nos recuerdan que, en medio de tan
Eduardo A. Caro Meléndez
«Nuevas» voces e imágenes en el cine colombiano: ¿síntomas del cine del (pos)conflicto
Introducción
En julio del 2015, durante el lanzamiento de la Alianza Nacional
por la Educación Ambiental llevada a cabo en Bogotá, el ambientalista
colombiano Julio Carrizosa Umaña (1935-) dedicó gran parte de su po-
nencia a enfatizar cómo el conflicto armado nuestro, en sus casi sesenta
años de gradual recrudecimiento, había logrado trastocar negativamen-
te nuestra relación con la naturaleza y el medio ambiente. A ojos de este
miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Na-
turales, dicha dislocación se ha visto traducida en términos de un total
desconocimiento de los daños que dicho conflicto le ha causado a nues-
tras muchas y diversas ecologías nacionales, pero también de los daños
a las comunidades ancestrales, campesinas, negras, afrocolombianas y {203}
La ecocrítica en Colombia
En Colombia, sin embargo, el balance no es tan positivo. Sin contar
tres o cuatro artículos que se han limitado a ofrecer un somero recuento
de los preceptos básicos de la ecocrítica angloamericana y anglosajona,
poca ha sido la atención suscitada por esta disciplina en el país. En par-
te, esto de pronto se deba a la ausencia de traducciones al español de
sus textos fundacionales,2 pues de haber contado con ellos, nos hubie-
ran servido para advertir los alcances y las limitaciones de una visión
ecocrítica netamente angloamericana o anglosajona al momento en que
esta entrara en contacto con nuestra convulsa realidad sociopolítica y
Juan Esteban Villegas Restrepo
dedicadas al género lírico. Algunas de ellas son Fusiles y luceros (1946), Camino
de la patria (1951), Despierta joven América (1953), Escrito en el infierno (1953),
Canciones infantiles (1969) y Las jaulas abiertas (1982).
7 Según Galeano, esta violencia debe entenderse «en el sentido creador
nietzscheano, que se justifica dentro del cambio incesante de las fuerzas del
universo. Esta, al traer sufrimiento y tribulaciones, crea valores positivos. En
contraste, la Violencia colombiana se fundaba en mediocres reivindicaciones
partidistas. Muchas veces el resentimiento y las venganzas personales eran las
motivaciones y el fin de los crímenes violentos, y estos nada tenían que ver con
la violencia fundadora propuesta por el filósofo alemán» (40).
8 Críticos como Nicolás Suescún han atisbado, pero solo atisbado, esa lectura
socioecológica que aquí proponemos. Dice el crítico, poeta, artista plástico y
traductor colombiano: «Dos temas de su poesía, la condena de la injusticia
social y la naturaleza, a través de la cual expresa esa actitud crítica y rebelde,
la constituyen en un caso absolutamente único en la poesía femenina del siglo
XX en Colombia, y en la solitaria abanderada femenina de la vanguardia social
[…] Con frecuencia encontramos en su poesía un contraste terrible entre un
estado interior de limpia inocencia, y otro, el nuestro, asolado por la violencia
y degradado por la injusticia. La naturaleza será el vehículo para expresar su
solidaridad con los humillados y ofendidos de la tierra» (69, 70).
Matilde Espinosa
Consciente de los peligros que dicha bucolización radical de la
guerra puede significar para la guerra y para la naturaleza misma
10 Para Robert Pogue Harrison, dichas metáforas vitalistas, más allá de su origen
arquetípico, tienen asidero también en el mundo de lo orgánico, de lo biótico,
de lo natural. Bien lo dice: «Through the action of fire the corpse gives itself
Juan Esteban Villegas Restrepo
Nada más ingenuo que pensar que la función que cumplen los fenóme-
nos naturales en la poesía de Espinosa sea simplemente, como comenta
Nogueira Dobarro, dar cuenta de los estados anímicos de la autora (204).
O que, en sus versos, como se ha atrevido a señalar Betty Osorio, «la
violencia contra el ser humano despiert[e] las fuerzas naturales» (75).
Todo lo contrario. En su poema, la autora propone una lectura que se
aleja de la noción aquella de la naturaleza como simple tarima ideológica
o afectiva, y opta más bien por una lectura multidireccional, rizomática
si se quiere, de la violencia. Esto es, una lectura que parte de la premisa
de que «poetizar el crimen es una redundancia, si se tiene en cuenta que
el acto poético nace de una voluntad de cambio radical que implica la
muerte, la supresión de algo dado, para renacer en pájaro, en piedra, en
montaña, en río» (Espinosa 71). Parte, para decirlo más llanamente, del
convencimiento de que todo acto de barbarie cometido contra el hombre
termina por tener efectos devastadores en la naturaleza, y viceversa.
De ahí que en este poema un fenómeno natural como el desborde
de un río, lejos de fungir como simple proyección de la congoja y la
angustia de la autora, oficie más bien como punto de mutua convergen-
Conclusiones
Tal como se ha intentado mostrar, más que un reto intelectual,
la teorización de una ecocrítica colombiana constituye una obligación
ética que nosotros, como investigadores y docentes de literatura co-
lombiana, tenemos con nuestros estudiantes, con nuestras muchas
literaturas y, más importante aún, con nuestro propio devenir histórico
como nación. No hacerlo equivaldría a seguir alimentando una visión
de patria en la que la violencia, sea esta colonial, republicana, bipar-
tidista, paramilitar, guerrillera o estatal, ha sido nombrada siempre
desde y para el hombre, pero nunca desde y para la naturaleza.
Y digo esto porque nuestras tradiciones orales y literarias así lo
reclaman: bastaría con echarles un vistazo a cosmogonías indígenas y
afros del Pacífico, la Amazonia o la costa caribeña –hoy presentes, por
ejemplo, en la poesía de un Alfredo Vanín (1950-), un Fredy Chican-
gana (1964-) o un Vito Apüshana (1965-)– para evidenciar cómo estas
han pensado y cantado siempre sobre y para una naturaleza vulgar-
mente avasallada por el llamado progreso.
O la manera en que durante el Nuevo Reino de Granada la poesía
de un Juan de Castellanos (1522-1607) ofrece indicios de una tran-
sición identitaria que va de una conciencia americanista de clima
tropical a una de clima templado, resquebrajando así el carácter racial
y biológicamente totalizante, determinista y por ende homogéneo, tan
defendido por el criollismo novogranadino. O cómo durante el virreina-
to y los albores de las guerras independentistas los tratados botánicos
y diarios de viaje de Francisco José de Caldas (1768-1816) y Francisco
Antonio Zea (1766-1822), respectivamente, constatan la presencia de
una cierta postura sentipensante, reminiscente de un posible William
Juan Esteban Villegas Restrepo
Este texto forma parte del trabajo presentado como tesis de grado para optar al título
de magíster en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia, realizado
con apoyo del Centro de Investigaciones de la Facultad de Comunicaciones de la
Universidad de Antioquia y de la Estrategia de Sostenibilidad del Grupo de Estudios
(GEL 11-12) {225}
1 Estas tres características son expuestas con un carácter sistemático por Cardona
y Zahareas, quienes al respecto afirman que en primer lugar, el esperpento es
una estética que tiende a una visión grotesca y carnavalesca de la vida, es decir,
propende a un estilo que «deforma en caricatura grotesca lo humano y lo ibérico
[y que] surge de una circunstancia histórica» (33). En segundo lugar, si bien el
esperpento es un estilo que deforma en caricatura grotesca la realidad, «más que
una mera técnica […] [es también] una nueva forma grotesca de dar forma a la
realidad» (34). En otras palabras, hay una correspondencia entre lo grotesco de
la realidad histórica y lo grotesco literario. En tercer lugar, el esperpento como
elaboración estética plantea temas relacionados con la angustia del hombre por
su existencia. En este sentido, el esperpento valleinclaniano guarda relación con
Ricardo Contreras Suárez
fieles, que en la lucha secular con la barbarie, en las cruzadas contra la invasión
musulmana, en la evangelización de América, y hoy mismo en la redención de
los esclavos africanos, aparece siempre bendiciendo e impulsando las grandes
empresas que honran a la humanidad y determinan su progreso» (Caro 79).
7 Estas mismas razones han llevado a algunos estudiosos de la historia de
Latinoamérica a plantear nuevos conceptos para designar este evento histórico.
En tal sentido, la novela propone repensar, a través de la deformación
esperpéntica, el mal denominado «descubrimiento de América». En palabras del
historiador Leopoldo Zea, este debate es necesario para propiciar una «reflexión
creativa que nos permita planear un futuro común, el propio de pueblos
ineludiblemente ligados por una historia que, quiérase o no, es común» (131).
8 Los datos son tomados de un apartado de la revista Cuadernos Americanos Nueva
Época, digitalizado en la página web de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM).
9 Dice Pablo Neruda en Confieso que he vivido: […] Qué buen idioma el mío, qué
buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por
las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras,
frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca
más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus,
idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban
quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas,
de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí
Ricardo Contreras Suárez
«En las culturas indígenas andinas existieron varios términos para nombrar
las diferentes maneras de beber, los diversos grados de ebriedad y los distintos
tipos de bebida, según el grado de alcohol de cada una. Esta diversidad de
términos presente en el vocabulario quechua y aymará por ejemplo, desaparece
por completo en los textos y las crónicas de los funcionarios evangelizadores
españoles. En sus documentos, el termino castellano borrachera será empleado
para calificar todas las conductas autóctonas de embriaguez, bien fuesen rituales
o realizadas en ocasiones ceremoniales, con fines chamánicos, etc. Así, esa
pluralidad y riqueza semiológica se reduce a un solo término, lo que revela de
alguna manera una suerte de incomprensión y desprecio hacia ‘el Otro’. Así
mismo se nombraron con el término chicha todas las bebidas que los indígenas
del Nuevo Mundo consumían para embriagarse» (Alzate 163–164. Cursiva en el
texto).
(Perozzo 153)
Este cuadro que nos presenta la novela nos recuerda que al finali-
zar la Segunda Guerra Mundial, como resultado de la caída del fascismo,
Estados Unidos y la Unión Soviética definieron el nuevo reparto del
mundo, creando un enfrentamiento entre capitalismo y comunismo. En
pp. 11-73.
Degregori, Carlos Iván, Orin Starn y Robin Kirk. The Peruvian Reader:
History, Culture, Politics. Duke University Press, 1995.
para una lectura (eco)crítica del medio ambiente en América Latina. Beatriz
Viterbo Editores, 2013.
13-40.
Mbembe, Achille. Necropolítica. Melusina, 2011.