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Poder Judicial de la Nación

CAMARA CIVIL - SALA E


“FASANO, JONATAN GUSTAVO Y OTRO C/ CARCASONA, CRISTIAN
ALBERTO Y OTROS S/ DAÑOS Y PERJUICIOS (ACC. TRÁN. C/ LES.
O MUERTE)”

LIBRE N° 95.557/2016

En la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, a los


días del mes de octubre del año dos mil veintidós, reunidos en acuerdo la Sra.
Juez y los Sres. Jueces de la Sala “E” de la Excma. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, para conocer en los recursos de apelación interpuestos
en los autos caratulados “FASANO, JONATAN GUSTAVO Y OTRO C/
CARCASONA, CRISTIAN ALBERTO Y OTROS S/ DAÑOS Y
PERJUICIOS (ACC. TRÁN. C/ LES. O MUERTE)”, respecto de la
sentencia dictada el 20 de abril de 2022, establecieron la siguiente cuestión a
resolver:
¿ES AJUSTADA A DERECHO LA SENTENCIA APELADA?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía realizarse en el siguiente
orden: Señores Jueces y Señora Juez de cámara doctores: RICARDO LI ROSI -
MARISA SANDRA SORINI - JOSÉ BENITO FAJRE.-
A LA CUESTIÓN PROPUESTA, EL DR. RICARDO LI ROSI DIJO:
I.- La sentencia definitiva de primera instancia pronunciada el 20 de abril
de 2022 hizo lugar a la demanda entablada por los señores Jonatan Gustavo
Fasano y Sebastián Dylan Daniel Fasano y, en consecuencia, condenó a los
señores Cristian Alberto Carcasona y Juan José Basualdo a abonar la suma total
de Pesos Quince Millones Cuatrocientos Noventa y Ocho Mil Cuatrocientos
Treinta y Ocho ($ 15.498.438), de la que corresponde la cuantía de Pesos Un
Millón Novecientos Dieciocho Mil Cuatrocientos Treinta y Ocho ($ 1.918.438)
a favor del señor Jonatan Gustavo Fasano y la cantidad de Pesos Trece Millones
Quinientos Ochenta Mil ($ 13.580.000) para el señor Sebastián Dylan Daniel
Fasano, con más los intereses y las costas del proceso. Asimismo, hizo extensiva
la condena a la citada en garantía “Compañía de Seguros La Mercantil Andina
S.A.”, en los términos del artículo 118 de la ley 17.418.-

Fecha de firma: 31/10/2022


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A su vez, rechazó la acción impetrada contra la señora Claudia Graciela
Portillo e impuso las costas a cargo de la parte actora (art. 68, CPCCN).-
Finalmente, reguló los honorarios de los profesionales intervinientes.-
Contra el mentado pronunciamiento se alzaron las quejas de la parte
demandada y de la citada en garantía (21 de abril de 2022), como así también,
de los accionantes (25 de abril de 2022). Colocados los autos en la Secretaría de
esta Sala en los términos del artículo 259 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación – ver proveído de fecha 28 de junio de 2022 -, los emplazados y su
aseguradora fundaron el recurso el 30 de junio de 2022, quejas que, corrido el
pertinente traslado (art. 265, CPCCN), fueron replicadas por los demandantes el
9 de agosto de 2022.-
Por su parte, los legitimados activos expresaron agravios el 1 de agosto de
2022, los que, corrido el traslado, merecieron réplica de los accionados y la
firma de seguros el 3 de agosto de 2022. Luego, se llamó autos para sentencia
(30 de septiembre de 2022).-
II.- Antes de iniciar el examen del caso, considero oportuno realizar una
breve reseña de los hechos que motivaron este proceso.-
La presente demanda tuvo su génesis en el accidente de tránsito sucedido
el 15 de septiembre de 2016, a la 1:35 hs., aproximadamente. En su escrito
inaugural los reclamantes relataron que en el día y hora señalado
precedentemente, se desplazaban a bordo de la motocicleta marca Honda,
modelo CG150, dominio 561KBY, por la calle Buenos Aires, de la localidad de
San Vicente, provincia de Buenos Aires. Precisaron que el señor Jonatan
Gustavo Fasano era el conductor del ciclomotor, en tanto el señor Sebastián
Dylan Daniel Fasano viajaba en calidad de acompañante. Narraron que, en tales
circunstancias, al llegar a la intersección con la Avenida Sarmiento, observaron
que se aproximaba un automóvil transitando en una de sus manos y detuvieron
su marcha sobre la mitad del boulevard a fin de cederle el paso, cuando,
resultaron violentamente embestidos en la sección posterior del motociclo por la
parte frontal del rodado marca Fiat, modelo Uno, patente CJE243, conducido
por el señor Cristian Alberto Carcasona. Destacaron la excesiva velocidad e
imprudencia del conductor del rodado y le imputaron la responsabilidad por la

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causación del siniestro. Afirmaron que, como consecuencia del impacto, fueron
trasladados en ambulancia al Hospital de San Vicente, donde recibieron las
primeras curaciones. Señalaron que en dicho nosocomio, el señor Jonatan
Gustavo Fasano fue intervenido quirúrgicamente debido a la fractura de costilla
y traumatismo de tórax, mientras que el señor Sebastián Dylan Daniel Fasano
sufrió una fractura expuesta de tibia en su pierna izquierda. Añadieron, respecto
de este último, que el músculo de su extremidad permanecía en estado necrótico
a raíz de una infección. Describieron las partidas indemnizatorias que
componían su reclamo, fundaron en derecho, ofrecieron prueba y peticionaron
se haga lugar a la demanda, con costas (fs. 93/105 vta.).-
Corrido el traslado, se presentó, por apoderado, “Compañía de Seguros La
Mercantil Andina S.A.” y contestó la citación en garantía. Reconoció la vigencia
de la póliza n° 009814864 contratada con la señora Claudia Graciela Portillo.
Negó, por imperativo procesal, la totalidad de los hechos relatados en el escrito
de inicio y desconoció la documental adunada por los accionantes. Expuso su
versión del siniestro e invocó la culpa de los reclamantes. Impugnó la
procedencia de los rubros reclamados, fundó en derecho, ofreció prueba y
requirió se rechace la demanda, con costas (fs. 126/139).-
Seguidamente, se declaró la rebeldía del señor Cristian Alberto Carcasona
(fs. 174, art. 59, CPCCN).-
A su turno, se presentaron los codemandados Juan José Basualdo y
Claudia Graciela Portillo. Contestaron la demanda y adhirieron en su totalidad al
responde formulado por la citada en garantía. En adición, ampliaron prueba,
fundaron en derecho y solicitaron se rechace la acción incoada, con costas (fs.
202 y vta.).-
Posteriormente, compareció al proceso el señor Carcasona y cesó su
condición de rebelde. En ese acto, planteó la nulidad de la notificación del
traslado de la demanda, la que se proveyó favorablemente por el señor Juez de
primera instancia, con costas en el orden causado (fs. 213, 220/221 y 223).-
Producida la totalidad de la prueba ofrecida por las partes y agregados los
correspondientes alegatos, el Señor Magistrado de la anterior instancia
consideró que ninguna prueba se produjo para sustentar la versión expuesta por

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los emplazados y concluyó que el hecho se produjo por la exclusiva
responsabilidad del señor Carcasona –conductor del vehículo embistente - y del
señor Juan José Basualdo –titular dominial del vehículo Fiat Uno dominio
CJE243-, en virtud de la violación del artículo 51 inciso “a” de la ley 24.449.-
III.- En el primero de sus agravios la parte demandada y la citada en
garantía cuestionaron la atribución de responsabilidad endilgada en la instancia
de grado. Reprocharon la valoración de las constancias probatorias de la causa,
tanto en sede penal como en este expediente. Argumentaron que la motocicleta –
al mando de los actores- se interpuso en el trayecto de circulación del rodado.
Sostuvieron que el señor Carcasona transitaba por una Avenida o vía de mayor
jerarquía y por la derecha, de modo que le asistía la prioridad de paso
consagrada en la normativa de tránsito. Alegaron que en el lugar del hecho había
escasa visibilidad porque no funcionaba adecuadamente el alumbrado público. A
su vez, se remitieron a la declaración formulada por el señor Jonatan Gustavo
Fasano, la pericia accidentológica y el dictamen pericial mecánico. Concluyeron
que “estas circunstancias, que se exponen de manera conteste en la causa
penal, son indicativas de la culpabilidad que le cupo al Sr. Jonatan Fasano en
el evento, lo cual amerita en justicia, que comparta la responsabilidad en el
hecho. De modo que, de una u otra forma, detenida o avanzando despacio, la
moto se encontraba en el medio de una avenida de grandes dimensiones, a la
madrugada y en el lugar en el que la iluminación pública no funcionaba”. Por
todo lo expuesto, peticionaron se revoque la sentencia recurrida y se atribuya la
responsabilidad en forma concurrente a los legitimados activos, con costas.-
Seguidamente, atacaron la procedencia y los montos reconocidos a los
demandantes por incapacidad sobreviniente. Asimismo, alzaron sus quejas
contras las cuantías concedidas al señor Jonatan Gustavo Fasano por daño moral
y al señor Sebastián Dylan Daniel Fasano en concepto de daño emergente. Se
remitieron a las impugnaciones que oportunamente formularon a los peritajes
médico y psicológico. En consecuencia, solicitaron el rechazo de aquellos ítems
o, en subsidio, su reducción.-

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Por último, objetaron la tasa de interés determinada para liquidar los
réditos. Sobre el particular, requirieron se aplique la tasa pura del 6% u 8%
anual.-
Por su parte, los reclamantes criticaron que el primer sentenciante rechazó
la demanda entablada contra la señora Claudia Portillo e impuso las costas a su
cargo. Justificaron que la coaccionada no opuso la excepción de falta de
legitimación pasiva al momento de contestar la demanda. Postularon que el
anterior sentenciante –al decidir del modo en que lo hizo- incurrió en extra
petita. Entendieron que el aseguramiento del rodado demuestra su condición de
dueña o guardián, lo que se aprecia acreditado a partir de la denuncia de
siniestro que formuló. Por ello, solicitaron se revoque la decisión recurrida en
este punto y se admita la demanda incoada contra la señora Portillo, con costas
o, en su defecto, se distribuyan los gastos causídicos en el orden causado (art.
68, segundo párrafo, CPCCN).-
A su vez, refutaron la extensión de la condena a la citada en garantía en la
medida del seguro. Peticionaron se actualice el límite de cobertura a la fecha del
efectivo pago. En adición, reclamaron se declare su inoponibilidad, en virtud de
su condición de damnificados por el acontecimiento.-
Finalmente, atacaron las cantidades fijadas en concepto de “incapacidad
sobreviniente y tratamientos” y “daño moral” a favor del señor Sebastián Dylan
Daniel Fasano, y reclamaron su incremento.-
IV.- Previo a tratar las quejas vertidas por los apelantes, resulta necesario
destacar que los jueces no están obligados a hacerse cargo de todos y cada uno
de los argumentos expuestos por las partes ni a analizar las pruebas producidas
en su totalidad, sino tan solo aquéllos que sean conducentes para la correcta
decisión de la cuestión planteada (conf. arg. art. 386, Cód. Procesal y véase Sala
“F” en causa libre Nº 172.752 del 25/4/96; CS, en RED 18-780, sum. 29;
CNCiv., sala “D” en RED, 20-B-1040, sum. 74; CNFed. Civil y Com., sala “I”,
ED, 115-677 -LA LEY, 1985-B, 263-; CNCom., sala “C” en RED, 20-B-1040,
sum. 73; SC Buenos Aires en ED, 105-173, entre otras).-
Asimismo, cabe señalar que los hechos de esta causa han de ser
subsumidos de conformidad con la normativa del Código Civil y Comercial de

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la Nación (ley 26.994), por ser la ley aplicable al momento de suceder el evento
-15 de septiembre de 2016- por el cual se reclama (art. 7, CCCN).-
Es en este marco en el cual ahondaré en la cuestión de fondo del caso sub
examine.-
V.- El thema decidendum de esta Alzada quedó, entonces, circunscripto a
determinar la atribución de responsabilidad por el hecho de marras acaecido y, si
correspondiere, la cuantía de las distintas partidas que integran la cuenta
indemnizatoria, la tasa de interés determinada para calcular los réditos y la
cuestión atinente a la inoponibilidad del límite de cobertura respecto de los
actores en su condición de víctimas del accidente.-
En orden a motivos de índole metodológica, creo prudente analizar en
primer lugar los agravios relacionados con la responsabilidad endilgada en la
sentencia de grado.-
A modo de inicio, y en lo referente al encuadre jurídico que corresponde a
la presente acción, precisaré que el artículo 1757 del Código Civil y Comercial
prevé que toda persona responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las
cosas, o de las actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por
los medios empleados o por las circunstancias de su realización. Además,
dispone que esa responsabilidad es de carácter objetiva. A su vez, el artículo
1758 consagra como responsables al dueño y al guardián de la cosa riesgosa, de
manera concurrente.-
Por otra parte, el artículo 1769 del ordenamiento de fondo establece que
los artículos referidos a la responsabilidad derivada de la intervención de cosas
se aplican a los daños causados por la circulación de vehículos.-
En líneas generales, el artículo 1757, al igual que el anterior artículo 1113,
consagra la responsabilidad por el “riesgo y vicio de las cosas”. De manera que,
en este aspecto, no hay diferencias importantes con relación al sistema anterior.
En definitiva, el actor debe probar la legitimación activa y pasiva, la existencia
del daño (que comprende la prueba del hecho) y la relación causal entre el hecho
y el daño (conf. Galdós, Jorge Mario, comentario al artículo 1757 en “Código
Civil y Comercial de la Nación Comentado”, dirigido por Lorenzetti, Ricardo
Luis, T° VIII, pág. 576 y ss.; CNCiv., Sala “A”, libre en expte. n° 1.854/16 del

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17/4/18 voto del Dr. Hugo Molteni, mi voto en Sala “A”, libre n° 26.592/2016
del 19/6/19).-
En síntesis, el análisis que permite establecer los presupuestos de la
responsabilidad civil no puede desentenderse de la necesidad de verificar con
precisión la autoría, la causalidad y el daño experimentado. Es indispensable, en
este sentido, determinar si las consecuencias imputadas fueron producidas por la
acción del demandado; es decir, la existencia misma del hecho y la relación
causal cuya demostración incumbe a la parte actora en todos los casos no como
un vínculo solamente posible, sino como la efectiva comprobación de la
atribución del daño al hecho (conf. Goldemberg, “La relación de causalidad en
la responsabilidad civil” págs. 45 y sgtes.), inclusive en aquellos supuestos en
que se consagran presunciones objetivas de responsabilidad (cfr. mis votos en
Sala “A”, libres n° 88.932/2013/CA002 del 13/11/17, nº 71.020 del 28/12/2017,
nº 84.832 del 27/05/2020, nº 8.718/2017 del 22/02/2021, nº 76.230/2016 del
02/06/2021, n° 21.810/2017 del 19/11/2021, n° 23.222/2017 del 12/07/2022;
entre muchos otros).-
Por tal razón, resultan aplicables las mismas presunciones legales,
jurisprudenciales y eximentes que en los supuestos previstos por el artículo
1113, segundo párrafo, 2ª parte, del Código Civil anterior. Es decir, se produce
así la correlativa inversión de la carga de la prueba en razón de la presunción
legal adversa que compromete la responsabilidad del propietario y/o o guardián
del automotor, quien para eximirse de tal atribución debe demostrar que el
evento acaeció por culpa de la propia víctima, la de un tercero por quien no ha
responder, o el caso fortuito que fracture el nexo de causalidad, mediante la
demostración cabal de los hechos que alegue con tal finalidad (conf. Trigo
Represas, “La Responsabilidad por los daños causados por automotores”, ed.
1997, pág. 6, “Código Civil Anotado” T° I, pág. 611, comentario al artículo
1113; Llambías, “Tratado de Derecho Civil- Obligaciones”, T° IV-A, pág. 598,
nº 2626).-
VI.- Sobre la base de estos lineamientos, y aclarado el marco jurídico
sobre el cual centraré la cuestión traída a estudio, apuntaré que en el sub-lite no

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es materia de controversia la ocurrencia del accidente, como tampoco lo son sus
circunstancias de tiempo y lugar.-
En efecto, no se discute que el 15 de septiembre de 2016, a la 1:35 hs.
aproximadamente, sobre la intersección de la Avenida Sarmiento y la arteria
Buenos Aires, de la localidad de San Vicente, provincia de Buenos Aires, se
produjo la colisión entre la motocicleta de los accionantes, marca Honda,
modelo CG150, dominio 561KBY y el vehículo de los legitimados pasivos,
marca Fiat, modelo Uno, patente CJE243, sin embargo, sí se discute la mecánica
del siniestro.-
En la especie, mientras que los primeros le endilgaron la responsabilidad a
los accionados, atribuyéndoles la calidad de embistente y el incumplimiento de
las normativas de tránsito; los emplazados, hicieron lo propio, invocando la
culpa de la víctima y aseverando que los actores emprendieron el cruce de la
encrucijada en violación a la prioridad de paso que les asistía por circular por
una avenida y desde la derecha.-
Sentados estos principios, teniendo en cuenta que las partes se atribuyen
recíprocamente la responsabilidad del acontecimiento y brindan relatos disímiles
respecto de la mecánica del mismo, corresponde analizar las constancias
arrimadas a la causa, las que serán evaluadas en su conjunto a la luz de la sana
crítica (art. 386, CPCCN).-
Del análisis de la prueba producida emerge que, con motivo del
acontecimiento de marras, se labró, ante la Unidad Fiscal de Instrucción N° 12 y
el Juzgado Correccional N° 2 del Departamento Judicial de La Plata, las
actuaciones penales caratuladas “Carcasona, Cristian Alberto s/ lesiones
culposas”, causa n° 3321/17, cuyas copias certificadas se adunaron a estas
actuaciones, en virtud del ofrecimiento de prueba informativa por la parte actora
y que en este acto tengo a la vista (fs. 93/105 vta., esp. fs. 103 vta.).-
No puede perderse de vista que en aquellos obrados se condenó al señor
Cristian Alberto Carcasona por resultar penalmente responsable del delito de
lesiones culposas graves a la pena de Pesos Cuatro Mil ($4.000) de multa y de
inhabilitación especial para conducir vehículos automotores por Un Año y Ocho
Meses. Se precisa que la sentencia se dictó el 12 de marzo de 2019 y quedó

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firme el 10 de abril de ese año (arts. 94, CP, 210; 373, 375 inc. 1, 376, 399 y ccs.
del CPP de la provincia de Buenos Aires; cfr. fs. 169/172 vta. y 175, de las
copias certificadas de las citadas actuaciones).-
En tal sentido, resulta aplicable el artículo 1776 del Código Civil y
Comercial que dispone que la sentencia penal condenatoria produce efectos de
cosa juzgada en el proceso civil respecto de la existencia del hecho principal que
constituye el delito y de la culpa del condenado.-
De acuerdo a la normativa precitada, la decisión penal no podrá ser
revisada en sede civil respecto de la denominada imputación objetiva, es decir,
sobre la materialidad del hecho, su autoría, tipicidad y antijuridicidad. Tampoco
en lo atinente a la culpa del condenado, de forma tal que el sentenciante en el
fuero civil no puede prescindir de este elemento subjetivo a fin de determinar el
factor de atribución, lo que no incluye -aclaro- una valoración del accionar del
damnificado.-
Así, es oportuno recordar, como ha clarificado la Corte Suprema de
Justicia de la Nación -si bien en vigencia del Código Civil anterior pero
aplicable al actual- que “La jurisdicción civil se halla subordinada a la penal en
todo lo concerniente al `hecho principal que constituye delito´” (CSJN, “Ruiz
Kaiser, Débora Cristina c/ Chaco, Provincia del s/ daños y perjuicios.”, R. 359.
XXI, sent. del 19/12/1991, Fallos: 314:1855).-
Asimismo, el Máximo Tribunal resolvió que no podría la sentencia del
juez civil dar por ciertos hechos sustancialmente distintos a los aseverados por
su par criminal, pues incurriría en un apartamiento inequívoco de lo dispuesto en
dicha norma, ya que la prohibición allí contenida alcanza a las circunstancias
fácticas atinentes a la materialidad del hecho que fueron estimadas esenciales
para dirimir su existencia o autoría (CSJN, “Ledesma viuda de Hoyos, Analía c/
Giménez, Francisco Rosario y otros.”, L. 48. XXXV, 16/10/2001, Fallos:
324:3537).-
Por otro lado, los efectos de la sentencia pronunciada en sede penal no se
restringen únicamente al condenado en dicha jurisdicción, sino que aquélla tiene
incidencia también respecto del tercero civilmente responsable, quien no podrá
discutir ni la existencia del hecho principal ni la culpa del autor (Kemelmajer de

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Carlucci, en Belluscio (dir.) y Zannoni (coord..). Código Civil y Leyes
Complementarias. Comentado, anotado y concordado, 1994, T° 5, pág. 284 y
ss.). Las defensas con que contará el tercero, en consecuencia, serán solamente
aquellas que se vinculen con su responsabilidad indirecta con relación al autor
material del hecho, de conformidad con el artículo 1753 y siguientes del Código
Civil y Comercial.-
Ahora bien, la condena penal no impide tratar una eventual concurrencia
de responsabilidades, en cuanto el demandado puede alegar y acreditar en el
marco de un proceso civil de daños -como el presente- la responsabilidad
concurrente de la víctima o de un tercero, a fin de mitigar el reclamo
indemnizatorio impetrado en su contra, extremo que para aquella parte opera
como una carga probatoria (Alterini, Atilio A. – Ameal, Oscar. J. – López
Cabana, Roberto M., “Derecho de obligaciones civiles y comerciales”, Abeledo-
Perrot, 2da. ed. Actualizada, 1998, pág. 257). Es éste, señalo, uno de los
agravios de la parte demandada y la citada en garantía, quienes procuran reabrir
el debate sobre esta cuestión en sede civil.-
Anticipo que la queja de los apelantes no prosperará.-
Me explico.-
Cuando se vuelve a disgregar sobre cada uno de los hechos que motivaron
la sentencia penal, no puede soslayarse la existencia de los que se tuvieron por
ciertos para sostener la condena. En este sentido -y para responder los
argumentos de los accionados y su aseguradora sobre la conducta de los
damnificados- , el fallo penal resolvió que: “el hecho de referencia constituye el
delito de lesiones culposas agravadas por la conducción de un vehículo
automotor de conformidad con lo normado por el artículo 94 del Código Penal
(arts. 210, 373, 375 inc. 1, 276, 399 y concs. del Código Procesal Penal. Ha
consistido la imprudencia de Carcasona en haber conducido a una velocidad
excesiva, lo que le impidió el pleno dominio del vehículo, en violación a lo
normado por los artículos 36, 39 b, 41, 48 j, 51 y 64 de la ley 13.927),
aumentando, de esta manera, el conductor del rodado mayor el riesgo
permitido, lo que determinó la colisión con el ciclomotor ocupado por las

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víctimas” (cfr. fs. 170/172 vta., esp. fs. 172, de las copias autenticadas de las
actuaciones penales cit.).-
De los hechos transcriptos, surge con claridad que ha existido un obrar
reprochable del señor Carcasona, quien avanzó sobre la encrucijada entre la
Avenida Sarmiento y la arteria Buenos Aires a elevada velocidad e impactó al
ciclomotor produciendo lesiones de gravedad a sus ocupantes.-
Así, en el marco de las actuaciones penales cuento con tres declaraciones
testimoniales presenciales del hecho de marras. En primer lugar, tengo a la vista
el testimonio del señor Sergio Raúl Cardozo, quien expuso que “en
circunstancias que caminaba por la vereda de la Avenida Sarmiento en sentido
ascendente, a metros de llegar a la intersección de la mencionada arteria con la
calle Buenos Aires, observa que una moto (…) con dos sujetos de sexo
masculino cruzan carril ascendente de la Avenida Sarmiento, y como en el
carril contrario circulaba un automotor de color gris oscuro, detienen la
marcha entre los bulevares, y es allí que son chocados en la parte trasera de la
moto por un automotor”. Precisó que “le llamó la atención el ruido de la
frenada del automotor previo al choque. Que el automotor Fiat chocó con la
óptica izquierda delantera contra el lateral trasero izquierdo de la moto y la
pierna izquierda del acompañante. Ambos sujetos salieron despedidos hacia el
carril contrario de la Avenida Sarmiento, y la moto hasta el cordón del carril
contrario”. Añadió que “rápidamente se acercó a los motociclistas observando
que ambos se hallaban inconscientes, por lo que comenzó a pedir ayuda” (cfr.
fs. 30 y vta., copias certificadas de la causa penal cit.).-
Posteriormente, se presentó la señora Azucena Blanca Moschini, quien
dijo que “en circunstancias que caminaba junto a su hijo LEDESMA RICARDO
SEBASTIAN (…) por la vereda de la Avenida Sarmiento en sentido ascendente,
a metros de llegar a la intersección de la mencionada arteria con la calle
Buenos Aires, observa que una moto tipo 150, de color negra, con dos sujetos
de sexo masculino cruzan carril ascendente de la Avenida Sarmiento, y como en
el carril contrario circulaba un automotor de color gris, detienen la marcha
entre los bulevares a la espera de que pase el auto gris, y es allí que son
chocados en la parte trasera de la moto y pierna izquierda del motociclista

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acompañante, por un automotor”. Destacó, de modo coincidente al señor
Cardozo, que “le llamó la atención el ruido de la frenada del automotor previo
al choque” (fs. 31 y vta., copias certificadas de la causa penal cit.).-
A su vez, nótese que también concurrió a prestar su testimonio la señora
María José Rodríguez. La deponente narró una versión disímil a los testigos
aludidos respecto a la mecánica del siniestro. Reconoció que, al tiempo de su
ocurrencia, viajaba como acompañante del imputado y refirió que “en
circunstancias en que circulaba a bordo del automotor (…) por la Avenida
Sarmiento en sentido ascendente, a metros de llegar a la intersección de dicha
arteria con la calle Buenos Aires, visualiza que por esta última arteria
mencionada circulaban dos masculinos en una moto de color negra, cuales al
llegar a la Avenida Sarmiento sin frenar y/o disminuir la velocidad se cruzaron,
sin dar tiempo y espacio al ciudadano CRISTIAN CARCASONA, conductor del
auto, a que pueda hacer una maniobra de frenado y/o esquive”. Puntualizó que
“se asustó y cerró los ojos, y escuchó y sintió que chocaron con la moto, por lo
que Cristian frena el auto y se dirigen hacia los sujetos que quedaron sobre el
carril contrario, uno de ellos, el conductor que circulaba con el casco, que
manifestando no poseer dificultades para respirar, y el otro sujeto, que
circulaba en la parte trasera de la moto sin casco, poseía lesiones en sus
piernas”. Enfatizó que “la maniobra fue muy rápida y para el conductor del
auto fue inevitable evitar el accidente, ya que no pudo frenar y/o esquivar la
moto a pesar que circulaba a baja velocidad” (cfr. fs. 32 y vta., copias
certificadas de la causa penal cit.).-
Creo oportuno recordar que el artículo 456 del Código Procesal subordina
la apreciación de la prueba testimonial a las reglas de la sana crítica,
particularizando, al respecto, el principio general que sienta el artículo 386 del
Código de rito.-
La doctrina y la jurisprudencia, por su parte, han enunciado diversas
directivas cuya observancia facilita una adecuada crítica de las declaraciones y
permite, por ende, el enjuiciamiento más exacto posible acerca de su
credibilidad y eficacia. Por ello, supuesta la validez de la prueba, la pertinencia
de los hechos sobre que los que versa y la aptitud genérica del testigo para

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asumir tal calidad procesal, las mencionadas directivas se relacionan,
fundamentalmente, con las circunstancias personales de aquél, la naturaleza de
los hechos sobre los cuales declara, la razón de ciencia enunciada como
fundamento de su declaración y la concordancia de sus respuestas (conf.
Palacio, Lino E., "Derecho Procesal Civil", t. IV, pág. 650/651 nº 486; CNCiv.,
Sala “A”, libre N˚ 361.186 del 16/4/03, voto del Dr. Hugo Molteni, mi voto en
Sala “K”, Libre n° 83.749 del 21/09/2021).-
La valoración de la prueba testimonial constituye una facultad propia de
los magistrados, quienes pueden inclinarse hacia aquellas declaraciones que les
merecen mayor fe para iluminar los hechos de que se trate. La concordancia que
puede descubrirse entre el mayor número y en definitiva, las reglas de la sana
crítica, han de señalar caminos de interpretación del juzgador (conf. Falcón,
Enrique "Código Procesal Civil y Comercial...", T. III, pág. 365 y sus citas).-
A su vez, es insoslayable considerar a la psicología del testimonio, por
cuanto aquella instruye acerca de las fallas de la memoria en las que puede
incurrir el declarante. Además, enseña que para valorar la credibilidad del
aporte, es útil acudir a cuatro puntos: a la coherencia del relato, la
contextualización de la declaración, la existencia de corroboraciones periféricas
y la aparición de detalles oportunistas en los dichos. En definitiva, se analizan
esos cuatro ítems a cada declarante, a cada caso concreto, con la asistencia de
esas herramientas que van a poder ayudar al juez a convencerse de lo sucedido
y, posteriormente, a motivar las razones que conducen –por imperio de la sana
crítica racional- a sostener que el hecho de autos aconteció, siguiendo los
criterios propuestos y excluyendo por completo la intuición (Nieva Fenoll, Jordi,
Inmediación y valoración de la prueba, Civil Procedure Review, v. 3, N° 1,
2012, p. 13; del mismo autor en La valoración de la prueba, Marcial Pons, p.
236).
A la luz de los criterios expuestos, no paso por alto que los dos primeros
testigos –señores Cardozo y Moschini- depusieron en sentido coincidente acerca
de la mecánica del accidente que presenciaron, incluso aquellos señalaron que
les llamó la atención el ruido provocado por la frenada del vehículo instantes
previos al choque con la motocicleta. Por su parte, si bien la señora Rodríguez

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disintió en su relato respecto a este punto, por cuanto manifestó que el señor
Carcasona se vio impedido de emprender una maniobra de esquive o frenado a
fin de evitar el siniestro ya que los reclamantes –según sus dichos- cruzaron la
avenida “sin frenar y/o disminuir la velocidad”, lo cierto es que, en puridad,
luego aclaró que en aquella oportunidad “se asustó y cerró los ojos, y escuchó y
sintió que chocaron con la moto”. En efecto, nótese que reconoció que, por
efecto del temor que le suscitó la escena del hecho, no vio el impacto y,
consecuentemente, eso explica la razón por la cual no advirtió la eventual
maniobra de frenado que habría adoptado el conductor del automóvil, la que
-reitero- señalaron los testigos aludidos.-
En definitiva, más allá de aquella aclaración, no encuentro signos de
mendacidad, contradicciones o falta de congruencia en los dos primeros
testimonios examinados con el resto del material probatorio que consta en los
obrados penales y en este expediente. En consecuencia, se advierte la idoneidad
de los testigos por cuanto sus manifestaciones -evaluadas en el caso concreto
según las reglas referidas- resultan coincidentes con la restante prueba producida
y, por ende, carentes de inconsistencias o contradicciones.-
Afirmo lo anterior porque a la convicción de las declaraciones reseñadas,
debe sumarse la pericia accidentológica –cuyas copias autenticadas del dictamen
tengo a la vista- efectuada por el ingeniero Gustavo Alberto Vallefín, perito de la
Asesoría Pericial del Ministerio Público Fiscal, de la provincia de Buenos Aires.
Allí, el profesional ilustró que “la ubicación de los daños, rastros sobre la
calzada y posiciones finales de los vehículos permiten reconstruir una mecánica
durante la cual el automóvil transitando por Avenida Sarmiento en dirección a
calle Buenos Aires –sentido NO/SE- impacta con su vértice delantero izquierdo
la parte trasera de la motocicleta Honda, la cual circulaba por la calle Buenos
Aires en dirección a calle Maipú –sentido SO/NE-“. Explicó que “el conductor
del automóvil percibe el avance de la motocicleta sobre la avenida y realiza una
maniobra de frenado abrupto con el fin de evitar o minimizar las consecuencias
de una colisión inminente”. Precisó que “las marcas de frenado relevadas en la
planimetría y documentadas en las fotografías no solo determinan la velocidad
del automóvil al inicio del rastro neumático -97 km/h-, sino además, definen la

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velocidad del rodado al momento de colisionar a la motocicleta -74 km/h- y
principalmente la trayectoria recorrida por el vehículo”. A su vez, respecto al
motociclo, señaló que “al momento del contacto, la cual se encontraba detenida
o circulando a escasa velocidad sobre el carril de circulación izquierdo (…) la
posición presenta mayor compatibilidad con la asumida durante la maniobra de
cruce –rodado en movimiento-“ (fs. 56/58, esp. fs. 58, de las copias certificadas
de las citadas actuaciones).-
El experto pormenorizó que “el impacto provoca la proyección y volteo
de la motocicleta hacia la mano contraria a la del sentido de la marcha del
automóvil”. Puntualizó que “la ubicación de las deformaciones y trayectorias
de los móviles define el rol de embestidor físico mecánico que el automóvil
cumple en la colisión. Sobre la motocicleta pesa el papel de embestido”. Agregó
que “al momento de la colisión la motocicleta circulaba de derecha a izquierda
respecto del sentido de marcha del automóvil” (fs. 56/58, esp. fs. 58, de las
copias certificadas de las citadas actuaciones).-
A modo de conclusión, el idóneo acompañó un esquema ilustrativo acerca
de las posiciones relativas de contacto entre el ciclomotor y el rodado, situadas
entre el vértice izquierdo del automóvil y el sector posterior izquierdo de la
motocicleta, seguida de otros deterioros provocados por el sucesivo volteo y
deslizamiento sobre la calzada (fs. 56/58, esp. fs. 57/58, de las copias
certificadas de las citadas actuaciones).-
Desde otro ángulo, ingresando en el estudio de este expediente, precisaré
que el 8 de marzo de 2021, el perito ingeniero designado de oficio, Orlando
Rubén Gil, presentó su informe pericial (fs. digitales 610/613).-
En la especie, el experto examinó las constancias probatorias obrantes en
la causa penal e informó que “la motocicleta marca Honda CG 150 dominio
561-KBY de la parte actora, se desplaza por la calle Buenos Aires en sentido
Este hasta iniciar el cruce de la primera mano que se le presenta de la Avenida
Sarmiento y en momentos en que se encuentra atravesando esa primera mano
de la avenida (antes de alcanzar el bulevar) es impactada por el automóvil Fiat
Uno dominio CJG-243 de la demandada, de resultas de lo cual, atraviesa el
bulevar para quedar finalmente detenida sobre uno de sus laterales, de la mano

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contraria de la Av. Sarmiento y sobre el cruce peatonal”. Expuso que “el
automóvil Fiat Uno de la demandada, viene circulando por la Av. Sarmiento
con dirección Sur (de calle Buenos Aires a calle Sáenz Peña) e impacta a la
motocicleta de la parte actora con su frente en el lateral trasero de esta última,
para continuar su marcha hasta su detención total a unos 20 metros del cruce
de la bocacalle”. Concluyó que “le corresponde a la motocicleta Honda CG
150 dominio 561-KBY de la actora la condición de embestida y al automóvil
Fiat uno dominio CGE-243 de la parte demandada la de embistente” (fs.
digitales 610/613).-
El facultativo también se expidió acerca de las velocidades desarrolladas
por los rodados con anterioridad al impacto. En ese sentido, afirmó que en
cuanto a la motocicleta “no es posible arriesgar un número al respecto ya que
no existen elementos que la permitan sostener técnicamente con una
aproximación razonable”, mientras que respecto al automotor “atento a las
evidencias recogidas por Policía Científica, donde ha podido determinar la
existencia de huellas de frenado, por una longitud de 49.40 metros (…)
despreciando aun la pérdida de energía al impactar a la motocicleta, tenemos
que el automóvil de la parte demandada circulaba en momentos que comienza
la frenada a una velocidad de 100,26 Km/h, mayor que la máxima permitida
para una avenida”. Adunó un esquema gráfico a fin de ilustrar la representación
del momento previo a la colisión (fs. digitales 610/613, esp. fs. digital 613).-
No pierdo de vista que, corrido el pertinente traslado – ver proveído de fs.
digital 614-, el informe pericial no mereció impugnaciones ni pedidos de
explicaciones adicionales por las partes, quienes, en consecuencia, lo
consintieron.-
Así las cosas, dado que –como se anticipó- la sentencia penal
condenatoria produce efectos de cosa juzgada en estas actuaciones respecto de la
existencia del siniestro y la culpabilidad del condenado, incumbía a este último
la carga de aportar elementos de juicio a fin de acreditar que en la ocurrencia del
hecho de marras también intervino una conducta negligente del damnificado, de
entidad suficiente para servir de concausa a la ocurrencia del accidente y
fracturar el nexo de causalidad, extremo que no verificó en autos.-

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En síntesis, las constancias probatorias arrimadas a la causa, evaluadas en
su conjunto a la luz de la sana crítica (art. 386 del CPCCN), ilustran que la
conducta desplegada por el señor Carcasona, conductor del vehículo marca Fiat,
modelo Palio, entró en franca contradicción con el artículo 51, inc. “a”, apartado
2 de la ley 24.449, –aplicable en la especie en virtud de la adhesión formulada
por la Provincia de Buenos Aires mediante la ley provincial 13.927–, por cuanto
transitaba por la Avenida Sarmiento a una velocidad sumamente superior a la
permitida, circunstancia que le impidió evitar colisionar a la motocicleta.-
Al respecto, huelga recordar que la normativa precitada dispone que el
límite máximo de velocidad en avenidas es de 60 km/h (art. cit., ley cit.).
Empero, la velocidad debe reducirse en el supuesto de encrucijada urbana –
como el presente caso- en cuanto no debe ser nunca superior a 30 km/h (art. 51
inc. “e” ap. 1, ley cit.). En adición, se destaca que aquella conducta es
sancionada por la normativa de tránsito como una falta grave (cfr. arts. 77, inc.
“n”, incorporado por el art. 33 de la ley 26.363; 80 inc. “a”, ley cit.).-
A mayor abundamiento, el artículo 39 de la ley de tránsito establece que
los conductores deben, en la vía pública, circular con cuidado y prevención,
conservando en todo momento el dominio efectivo del vehículo, teniendo en
cuenta los riesgos propios de la circulación y demás circunstancias del tránsito
(inc. “b”, art. cit.). En el caso, se advierte que, por la forma en la que aconteció
el hecho, el conductor accionado no cumplió con ello.
En efecto, nótese que de acuerdo a lo dictaminado en la pericia
accidentológica realizada en sede penal y el dictamen pericial mecánico que luce
en estas actuaciones, el señor Carcasona circulaba a una velocidad aproximada
entre 97 y 100 km/h. Ello le impidió detenerse a tiempo para evitar el impacto,
ya que pese a que intentó emprender una maniobra de frenado, de todos modos,
impactó a los accionantes a una velocidad de 74 km/h, lo que evidencia su
actitud desaprensiva, máxime si como sostuvieron los recurrentes en sus quejas,
las condiciones de visibilidad en la encrucijada eran deficientes debido a que no
funcionaba correctamente el alumbrado público (fs. 56/58, de las copias
certificadas de las citadas actuaciones y fs. digitales 610/613.-

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Por otro lado, respecto a los agravios formulados por los apelantes en lo
atinente a la prioridad de paso que les asistía por circular desde la derecha, cabe
señalar que no es así, por cuanto –si aún como hipótesis se aceptara -, sí
gozarían de una preferencia legal de circulación por encontrarse transitando por
una Avenida o vía jerárquicamente superior, lo que tampoco los habilitaría para
hacerlo del modo en que lo hicieron, máxime, considerando la elevada velocidad
en la que se desplazaban. En definitiva, la maniobra de los emplazados fue
imprudente y sin respetar las normativas de tránsito.-
No se le puede exigir al conductor del motociclo que prevea la
circunstancia de que un vehículo circule a una desmedida velocidad sobre una
avenida urbana, menos aún sobre la encrucijada, debido a que en ese caso la
velocidad de marcha debe ser incluso más reducida.-
Esta circunstancia, destruye – también- el argumento de los legitimados
pasivos y la citada en garantía en lo atinente a que el ciclomotor se interpuso en
su trayecto de desplazamiento, extremo que –insisto- no verificó en autos.-
En suma, aquellos no probaron en autos la fractura del nexo causal a raíz
del hecho de los damnificados, según los términos del artículo 1729 del CCCN.-
De este modo, entiendo probado que la conducta del señor Carcasona, al
no respetar las reglamentaciones de tránsito fue la causa adecuada del daño
sufrido por los actores.-
En función de lo expuesto, teniendo en cuenta las constancias arrimadas a
la causa, evaluados en su conjunto a la luz del artículo 386 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación, propicio al Acuerdo desestimar los agravios de
la parte demandada y la citada en garantía. En consecuencia, postulo se confirme
este aspecto de la sentencia de grado. Así lo voto.-
VII.- Resuelta la cuestión relativa a la atribución de responsabilidad, me
avocaré a estudiar las quejas que se alzan por la parte actora respecto del
rechazo de la demanda impetrada contra la señora Claudia Graciela Portillo, así
como también, por la imposición de las costas a su cargo.-
En primer orden, en lo que hace al reclamo acerca del tratamiento de la
legitimación, sin que haya sido opuesto como excepción de falta de legitimación
pasiva por la coaccionada en la instancia de grado, es preciso poner de resalto

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que la falta de legitimación sustancial puede ser declarada de oficio por el
tribunal, sin que se viole el principio de congruencia, y aun cuando las partes no
hayan opuesto la defensa del caso. En efecto, la legitimación para obrar es una
de las condiciones de admisibilidad de la acción, y es también presupuesto de
una sentencia útil, por lo que ni siquiera la conformidad de las partes borra el
defecto sustancial de la pretensión (CNCiv, Sala “E”, "Cons. Prop. Virrey
Liniers 51 c/ Cons. Prop. Virrey Liniers 59/61", 4/5/06, ED 221, 432; ídem, Sala
“J”, 22/11/05, "Villalobos, Horacio Pedro c/ Arte Gráfico Editorial Argentino
S.A. y otro", L.L. Online AR/JUR/6245/2005, Sala “A” en 034690/2015/CA001
“Bertolini, Jeanette c/ Colegio Santo Tomás de Aquino y otro s/ Daños y
perjuicios” expte n° 34.690/2015 del 24/11/2016).-
Como es sabido, la legitimación para obrar en la causa (legitimatio ad
causam) denota la condición jurídica en que se hallan una o varias personas en
relación con el derecho que invocare en el proceso, ya sea en razón de la
titularidad del mismo o de otras circunstancias idóneas para justificar su
pretensión, configurando ello, en todos los casos, un elemento sustancial de la
litis, cuya ausencia impide que la sentencia resuelva la debida relación sustancial
del debate (conf. Fenochietto, Carlos E., “Código Procesal”, comentario al
art.347, ps. 354/355, Ed. Astrea). De modo que, al decir de Palacio, la falta de
legitimación para obrar existe cuando no media coincidencia entre las personas
que efectivamente actúan en el proceso y aquellas a las cuales la ley habilita a
para pretender o contradecir respecto de la materia sobre la cual versa el proceso
(conf. autor cit., “La excepción de falta de legitimación manifiesta”, Rev. de
Derecho Procesal, 1968, t° I, pág. 78) y precisamente la falta de legitimación
pasiva se configura cuando el sujeto demandado no es la persona habilitada por
la ley para asumir tal calidad con referencia a la concreta materia que se ventila
en el proceso. En otros términos, no existe coincidencia entre la persona
emplazada y el sujeto pasivo de la relación sustancial controvertida (conf.
Fenochietto-Arazi, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
Comentado y Concordado”, art. 347, págs. 228/229).-
De la compulsa de las presentes actuaciones, se advierte -tal como lo
sostuvo el sentenciante de grado- que los accionantes entablaron la acción de

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daños y perjuicios contra el conductor del rodado (señor Cristian Alberto
Carcasona), su titular dominial (señor Juan José Basualdo), la tomadora del
seguro (señora Claudia Graciela Portillo) y la aseguradora “Compañía de
Seguros La Mercantil Andina S.A.” (cfr. 93/105 vta., esp. fs. 93 vta.). Asimismo,
se precisa que, posteriormente, los demandantes, por apoderado, desistieron de
accionar contra toda otra persona que pudiere resultar civilmente responsable
del accidente de autos (ver. fs. 226). El señor Juez de primera instancia resolvió
rechazar la demanda entablada contra la señora Portillo, en cuanto consideró que
el hecho de que haya contratado la póliza de seguro del automóvil (cfr. fs 12 de
las copias certificadas de la causa penal, fs. 122/123 y 237/249 de este
expediente), no implica que revistiese el carácter de dueña o guardián del
rodado, razón por la cual no correspondía hacerle extensiva la responsabilidad
que regula el artículo 1758 del CCCN.-
Al respecto, se ha señalado que no es indispensable que el seguro de
responsabilidad civil que cubre el riesgo de daños a producirse con el empleo de
un automotor, deba ser contratado por su dueño o guardián, sino que también
puede serlo por un tercero, es decir quien no ostenta ninguna de esas calidades y
que, como tomador, se obliga contractualmente frente a la aseguradora, por
ejemplo, al pago de las primas. Y ello no significa que por el solo hecho de ser
parte con el alcance indicado en el contrato de seguro, se convierta en
responsable frente a quien resulte damnificado por un hecho acaecido durante la
vigencia del seguro en el que tenga intervención el automotor, sea de la cosa o
con la cosa, por el que quedan extracontractualmente obligados su dueño o
guardián (conf. CN.Civ. Sala "G" c. 130.565 del 10-08-93, Sala “A”, en la causa
“M., M. A. y otro c/ R., D. R. y otros s/ daños y perjuicios”, sent. del
30/05/2012).-
Cabe destacar que al entablar la demanda, los legitimados activos
solicitaron se libre oficio al Registro Automotor a fin de conocer la titularidad
del rodado al momento del siniestro (ver. fs. 93/105 vta., esp. fs. 103 vta.), lo
que fue proveído por el sentenciante de grado en la oportunidad de celebrarse la
audiencia del artículo 360 del Código Procesal (ver. fs. 254 y vta.). De la
contestación, se desprende que el titular del automóvil dominio CJE243 a la

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fecha del siniestro -15 de septiembre de 2016- era el señor Juan José Basualdo,
quien además, resultó condenado por el anterior sentenciante (ver fs. 258).-
En virtud de lo expuesto, nada autoriza a hacer extensiva la
responsabilidad respecto de la señora Portillo, quien sólo reviste el carácter de
tercera tomadora del seguro. Por ende, su responsabilidad no puede fundarse en
el artículo 1758 del CCCN.-
En definitiva, al no ser quien conducía el automotor al momento del
accidente, ni su propietaria, la sola calidad de tomadora del seguro que cubría el
vehículo, no la transforma en responsable de los daños. La contratación de un
seguro de responsabilidad civil sobre dicho automóvil, traduce un interés
asegurable, pero no implica de por sí que asumiera esa responsabilidad; ni
tampoco que ejerciera un poder efectivo sobre esa vigilancia, gobierno y
contralor sobre el rodado, al menos en forma permanente. No hay en autos otros
elementos que indiquen esa circunstancia al tiempo del accidente (conf. CNCiv
Sala “I”, en voto de la Dra. Borda “M. J. A c/ A. J. O s/daños y perjuicios del
09/12/2004). Lo dicho no obsta a que, como argumentaron los recurrentes, haya
formulado la denuncia de siniestro o, bien, haya retirado el vehículo asegurado
el 20 de septiembre de 2016 de la dependencia policial en la que se encontraba
secuestrado. Empero, no consta ninguna otra prueba que autorice al suscripto a
inferir que se aprecia acreditada su condición de dueña o guardián del rodado,
extremo que –insisto- no acreditó. Por ende, se precisa que a la fecha de
ocurrencia del hecho de marras revestía la condición de tomadora de la póliza
del seguro (cfr. fs. 23, 27/28, de las copias autenticadas de la causa penal n°
3321/17).-
Cabe tener en cuenta que, en virtud de lo dispuesto por la Excma. Cámara
Nacional Especial en lo Civil y Comercial en pleno con fecha 14 de diciembre
de 1984 en autos: "Irago Armando R. c Cabrera, Antonio" -que resulta de
aplicación obligatoria para este Tribunal por imperio de lo establecido por el
artículo 303 del Cód. Procesal- "para condenar a la aseguradora en los términos
del art. 118 del decreto ley 17.418, no es menester integrar la litis con quien ha
contratado el seguro, pues basta haberlo hecho con quien conducía el rodado con

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su autorización" (ver también Sala “A”, voto del Dr. Escuti Pizarro en libre n°
443.706 del 30/05/2006).-
En conclusión, comparto el temperamento adoptado por el señor
Magistrado de la anterior instancia respecto al rechazo de la demanda
promovida contra la señora Claudia Graciela Portillo, por lo que propondré al
acuerdo la confirmación de la sentencia apelada en lo que a este punto respecta.-
Finalmente, en cuanto a los reclamos formulados por la parte actora en
relación con la imposición de las costas a su cargo, debo señalar que, como regla
general, el ordenamiento procesal vigente adhiere al principio generalmente
aceptado en la legislación nacional y extranjera cuyo fundamento reside
básicamente en el hecho objetivo de la derrota, como base de la imposición de la
condena. Si bien este principio no es absoluto, ya que el propio Código Procesal
contempla distintas excepciones, ello importa una sensible atenuación al
principio general al acordar a los jueces un adecuado marco de arbitrio que
deberá ser ponderado en cada caso en particular siempre que resulte justificada
una eximición (conf. CNCiv. Sala “A”, R. 44.344 del 17/4/89 y sus citas; id. R.
72.781 del 14/8/90; id. R. 136.124 del 16/11/93; R. 150.684 del 4/7/94, en mi
voto en Sala A, Libre n° 58.216 del 13/10/2015, entre otros).-
En ese sentido, la sola creencia subjetiva de la razón probable para litigar,
no es por sí suficiente para eximir del pago de las costas al perdidoso, pues es
indudable que -salvo hipótesis de actitudes maliciosas- todo aquél que somete
una cuestión a los tribunales de justicia es porque cree tener razón de su parte,
más ello no le exime del pago de los gastos del contrario si el resultado no le es
favorable. Sólo es admisible esta causal de eximición frente a las características
peculiares y dificultades del asunto, pero en tales supuestos, la razón probable
para litigar debe encontrarse avalada por elementos objetivos de apreciación, de
los que se la infiera sin lugar a dudas (conf. CNCiv., Sala “A”, L. 112.907 del
11/8/92 y sus citas, R. 44.344 del 17/4/89 y sus citas, id. R. 72.781 del 14/8/90,
id. R. 136.124 del 16/11/93).-
En el particular caso de autos, con respecto a las costas devengadas por la
acción desestimada contra la señora Claudia Graciela Portillo, los demandantes
conocían su condición de tomadora del seguro (ver fs. 93/105 vta., esp. 93 vta.)

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y, aun así, entablaron la demanda contra aquella, al igual que al conductor (señor
Carcasona) y su propietario (señor Basualdo). De esta manera, considero que no
es dable extraer, en función de los elementos probatorios de la causa, una razón
justa y probable para litigar contra la titular de la póliza, en tanto no revestía la
condición de dueña o guardián del rodado asegurado. Por esta razón, coincido
con la decisión adoptada por el primer sentenciante en cuanto es razonable
imponer las costas a cargo de la parte actora vencida, en cuanto no existen
supuestos que me conduzcan a excepcionar la regla general consagrada en el
principio objetivo de la derrota en materias de costas.-
En virtud de todo lo hasta aquí manifestado, propondré al Acuerdo se
confirmen las costas de primera instancia a cargo de los accionantes. Idéntico
criterio he de proponer respecto a las costas de Alzada (conf. art. 68, CPCCN).-
VIII.- Corresponde avocarme a estudiar las quejas que se alzan respecto
de la cuantía de las distintas partidas que integran la cuenta indemnizatoria. Así,
razones de orden metódico imponen agrupar los distintos rubros en este punto.-
a) Incapacidad sobreviniente y tratamientos:
En primer término, analizaré los agravios vinculados a la incapacidad
sobreviniente -comprensiva del daño físico, psíquico y del tratamiento
psicológico-, que fuera cuantificada por el señor Magistrado de la anterior
instancia en la suma de Pesos Trescientos Cincuenta Mil ($350.000) a favor del
señor Jonatan Gustavo Fasano y en la cantidad de Pesos Cuatro Millones
Seiscientos Mil ($4.600.000) para el señor Sebastián Dylan Daniel Fasano.-
Dicha decisión suscitó las quejas de la parte actora, quien calificó la
cuantía fijada al señor Sebastián Dylan Daniel Fasano como insuficiente y
peticionó su elevación. Por su parte, los demandados y la citada en garantía
cuestionaron la procedencia y los montos reconocidos a ambos reclamantes, por
lo que solicitaron su rechazo o, en subsidio, su reducción.-
Corresponde destacar que, tal como lo he venido sosteniendo, primero
como Juez de primera instancia por más de tres lustros, y luego como vocal
titular de la Sala “A” en los últimos quince años, este rubro está dirigido a
establecer la pérdida de potencialidades futuras, causadas por las secuelas
permanentes y el resarcimiento necesario para la debida recuperación, teniendo

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fundamentalmente en cuenta las condiciones personales del damnificado, sin
que resulte decisivo a ese fin el porcentaje que se atribuye a la incapacidad, sino
que también debe evaluarse la disminución de beneficios, a través de la
comparación de las posibilidades anteriores y ulteriores. A tal efecto, no pueden
computarse las meras molestias, estorbos, temores, recelos, fobias, que casi
siempre son secuelas propias de este tipo de accidentes (conf. CNCiv., mis votos
en la Sala “A”, Libres n° 465.124, n° 465.126 del 12/3/07, n° 527.936 del
24/06/09, n° 583.165 del 12/04/12, n° 110.146/2009/CA001 del 1/8/17, n°
46.922 del 29/09/2021, nº 11.166 del 22/02/2022, nº 90.440 del 07/03/2022, nº
19.793 del 8/03/2022, nº 85.300 del 18/03/2022, nº 19.145 del 11/04/2022, nº
82.347 del 13/04/2022 entre muchos otros).-
En cambio, debe repararse en el aspecto laboral, la edad, su rol familiar y
social; es decir, la totalidad de los aspectos que afectan la personalidad (conf.
Llambías, Jorge Joaquín, "Tratado de Derecho Civil", Obligaciones, Tº IV-A,
pág. 129, núm. 2373; Trigo Represas en Cazeaux-Trigo Represas "Derecho de
las Obligaciones", Tº III, pág. 122; Borda, Guillermo A. "Tratado de Derecho
Civil-Obligaciones", Tº I, pág. 150, núm. 149; Mosset Iturraspe, Jorge
"Responsabilidad por daños", Tº II-B, pág. 191, núm. 232; Kemelmajer de
Carlucci, Aída en Belluscio-Zannoni "Código Civil Comentado, Anotado y
Concordado", Tº V, pág. 219, núm. 13; Alterini-Ameal-López Cabana "Curso de
Obligaciones", Tº I, pág. 292, núm. 652).-
Es cierto que la edad del damnificado y sus expectativas de vida, así como
los porcentajes de incapacidad, constituyen valiosos elementos referenciales,
pero no es menos cierto sostener que el resarcimiento que pudiera establecerse,
cualquiera sea su naturaleza y entidad, debe seguir un criterio flexible,
apropiado a las circunstancias singulares de cada caso, y no ceñirse a cálculos
basados en relaciones actuariales, fórmulas matemáticas o porcentajes rígidos,
desde que el juzgador goza en esta materia de un margen de valoración amplio
(conf. CN Civ. Sala "F", L-208.659, del 4/3/97, voto del Dr. Posse Saguier; ver
mis votos en Sala “A”, en libres nº39.104 del 26/09/16, nº 28.737 del 7/08/17, nº
69.877 del 11/09/17, nº 39.104 del 13/10/17, nº 66.195 del 14/07/21, nº 11.166
del 22/02/2022, nº 90.440 del 07/03/2022, nº 19.793 del 8/03/2022, nº 85.300

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del 18/03/2022, nº19.145 del 11/04/2022, nº 82.347 del 13/04/2022, entre
muchos otros).-
Lo expresado anteriormente concuerda, en verdad, con las pautas de
valoración establecidas en el artículo 1746 del Código Civil y Comercial de la
Nación, sancionado por la ley 26.994, que comenzó a regir el 1 de agosto de
2015 (según la ley 27.077), en tanto que “para evaluar el resarcimiento no es
necesario recurrir a criterios matemáticos ni tampoco son aplicables los
porcentajes fijados por la Ley de Accidentes de Trabajo, aunque puedan
resultar útiles para pautas de referencia, sino que deben tenerse en cuentas las
circunstancias personales del damnificado, la gravedad de las secuelas, los
efectos que éstas puedan tener en su vida laboral y de relación” (conf.
Lorenzetti, Ricardo Luis “Código Civil y Comercial de la Nación, Anotado,
Concordado y Comentado”, T° VIII, pág. 528, comentario del Dr. Jorge Mario
Galdós al artículo 1746 CCCN).-
Es que, para la determinación de la indemnización, es útil recurrir a
fórmulas de matemática financiera o actuarial como son aquellas contenidas en
las tablas de amortizaciones vencidas a interés compuesto y de uso habitual en
los Tribunales de Trabajo. Ello ofrece, como ventajas, algún criterio rector más o
menos confiable, cierto piso de marcha al formular o contestar reclamos, o el
aventamiento de la inequidad, la inseguridad o la incerteza. Pero esas ventajas
no deben llevarnos a olvidar que tales fórmulas juegan, por un lado, como un
elemento más a considerar -cuando de mensurar un daño y su reparación se
trata- junto a un haz de pautas fundamentales ajenas al mundo de las
matemáticas y con todas las cuales el juzgador ha de trabajar para aquella
determinación. Y por otro lado, que su aplicación desprovista de prudencia
puede llevar a verdaderos despropósitos (conf. Voto del Dr. Eduardo De Lázzari
en “Castelli, María Cecilia contra Banco de Galicia y Buenos Aires S.A.”,
SCBA LP, causas n°119562, sent. del 17/X/2018, n°117.926, "P., M. G.", sent.
del 11/II/2015; n°118.085, "Faúndez", sent. del 8/IV/2015).-
Ello, por cuanto en el universo de perjuicios que integran la incapacidad
sobreviniente, la faz laboral es una de las parcelas a indemnizar, la que no

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conforma del todo, ni la única a resarcir, sino que constituye un componente más
de aquella (C.S.J.N., Fallos 320:451).-
En este orden de ideas, la capacidad material de la víctima, medida en
términos monetarios, no agota la significación de su vida, pues las
manifestaciones del espíritu insusceptibles de medida económica integran
también el valor vital (Fallos 292:428, considerando 16; Fallos: 303:820,
considerando 2°; 310:2103, considerando 10; Fallos: 340:1038, voto del Dr.
Lorenzetti, considerando 8°).-
En cuanto al alcance interpretativo del artículo 1746 del Código Civil y
Comercial de la Nación, ya tuvo oportunidad de pronunciarse el doctor Zannoni
en su voto de autos: “Galván, Walter Isidro c/ Fernández, Laura Fátima y otro s/
daños y perjuicios” del 08/09/2016 (Sala “F”, Expte. nº 13.793/2012), posición
que fuera reiterada por el Dr. Galmarini en los autos “Juárez, Carlina Rosa c/
Transportes Santa Fe S.A.C.I y otros s/ daños y perjuicios” del 23/09/2016
(Expte. nº 1667/2013) y también por el Dr. Posse Saguier en los autos
“Montecinos, Ana Laura c/ Azul S.A.T.A. Línea 203 y otro s/ daños y perjuicios
del 04/08/2020, (expte. Nº 68.447/2017), entre otros.-
Allí se dejó sentado, con relación a los parámetros que sienta el aludido
precepto, que éste “tiene una clara estirpe materialista porque contempla
exclusivamente la dimensión económica de la persona: lo que puede producir y
generar rentas. Lo que el juez debería evaluar es el ingreso por sus labores y
fijar una suma dineraria que representará, en la fórmula, el ingreso mensual o
anual que se utilizará para el cálculo” (conf.: Alferillo, Pascual E., en Alterini,
Jorge H. “Código Civil y Comercial comentado”, Bs. As. La Ley, 2015, t. VIII,
comentario al art. 1476, pág. 281, nº2, b).”; “Pero conviene señalar que, desde
este punto de vista, la estimación del daño mediante un capital cuyas rentas
permitan atender o satisfacer la disminución de la aptitud del damnificado para
realizar actividades productivas o económicamente valorables requeriría, en
primer lugar, que la incapacidad fuese atinente a la actividad habitual del
damnificado. Bien podría ocurrir -lo que es frecuente que la incapacidad no se
vincule con la disminución o merma en la producción de ingresos del
damnificado”; “Por otra parte la estimación de un capital amortizable

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requeriría que el sujeto se viese impedido absolutamente de realizar la
actividad que le generara ingresos porque si así no fuera, lo que corresponde
sería indemnizarlo por el menor ingreso que percibe o los eventuales límites
que sufre su actividad productiva”; “Por tanto, es claro que la incapacidad
como tal, no cabe en una fórmula economicista, y tampoco puede ser resarcida
mediante la aplicación de ninguna fórmula matemática ni se medirá a través de
la amortización de un capital”. Acá -tal como lo destaca el doctor Zannoni- es
donde entran a jugar los criterios judiciales que conjugan la incapacidad
sobreviniente que involucran al conjunto de actos que exceden la mera
consideración del desenvolvimiento productivo del sujeto, porque incluyen los
actos cotidianos que generan bienestar o proporcionan servicios a sí mismos y a
la familia, o sea “la denominada vida de relación” (CNCiv. Sala “F”, sent. del
4/5/ 2021, “Blanco Ignacia Ramona y otro c/ Méndez Hugo Fabián y otros s/
daños y perjuicios” Expte. N° 18500/2017, voto del Dr. Posse Saguier).-
La Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires se ha expedido
recientemente sobre el tópico en estudio (ver in re “Vilar, Jonathan Marcelo
Miguel contra Sesa Internacional S.A. y otros. Accidente de trabajo-acción
especial” del 9/VIII/2022, Registro número RS-39-2022), señalando que aun
cuando la utilización de fórmulas matemáticas no resulta de suyo indispensable
a los fines de determinar la reparación integral en el marco del derecho común,
desde que los jueces no están constreñidos a recurrir a ellas (arg. art. 1.083, Cód.
Civ. -ley 340-; causas L. 60.153, "Consigli", sent. de 15- IV-1997; L. 76.494,
"Viera", sent. de 18-VI-2003 y L. 92.217, "Melender", sent. de 27-II-2008), ello
no implica vedar su empleo ni desconocer su eventual utilidad para facilitar y
objetivar la compleja labor jurisdiccional de cuantificar los resarcimientos por
daños y perjuicios (causa L. 119.963, "Lugones", sent. de 6-II-2019). Sin
embargo, la adopción de esas fórmulas no debe llevar a los magistrados a
desentenderse de la exhaustiva ponderación de las especiales circunstancias
verificadas en cada pleito particular -lo dicho, para poder de ese modo arribar a
un importe que, a tenor de la situación en concreto de la víctima, se estime más
justo a los fines de reparar integralmente el daño injustamente sufrido-,

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recomponiendo su situación en la mayor medida de lo posible al estado anterior
a la comisión del acto ilícito.-
En este marco, La Corte Suprema de Justicia de la Nación agregó que, en
la labor de cuantificar la indemnización por daños y perjuicios no debe aplicarse
en todos los casos de modo invariable e indiscriminado un mecanismo u
operación aritmética, sino que es menester confrontar, además, las
circunstancias particulares de la víctima (causa C. 108.764, "De Michelli de
Caporicci", sent. de 12-IX2012). Así, en la determinación del monto
indemnizatorio, el tribunal de la causa no se encuentra compelido, ni obligado, a
adoptar procedimiento ni fórmula matemática alguna, si bien es claro que ello
no exime al sentenciante de brindar las fundamentaciones y explicaciones que
den razón a sus conclusiones ya que, de lo contrario, el único sostén de su
decisión sería un aserto dogmático que traduciría su mero arbitrio.-
En consonancia con lo expuesto, el Máximo Tribunal también sostuvo que
aunque los porcentajes de incapacidad estimados por los peritos constituyen un
elemento importante a considerar, no conforman una pauta estricta que el
juzgador deba seguir inevitablemente, ya que no sólo cabe justipreciar el aspecto
laboral, sino también las demás consecuencias que afectan a la víctima
(C.S.J.N., Fallo: 310:1826).-
Es que la naturaleza propia de la materia impone conferir a los jueces un
margen más o menos amplio para el ejercicio de su prudencia en orden al logro
de una solución justa y proporcionada (Corte Suprema de Justicia de Santa Fe,
30/07/2019 en autos “Lonero, Gustavo c/ Peimu S.A. s/ Daños y perjuicios”,
cita 426/19, SAIJ 19090219).-
Por otro lado, cabe señalar que la terapia psicológica que se recomienda
no se erige como una valla infranqueable para reconocer una indemnización por
daño psíquico. La función que cumplirá aquella será evitar el agravamiento de
las secuelas detectadas, en tanto nunca se asevera en los informes que la misma
garantice la remisión absoluta o reversión de las mismas.-
Entonces, comprobada la responsabilidad como se encuentra en autos,
forzoso es concluir en el deber de la accionada de cargar con las erogaciones de
una terapia psicológica que contribuya a sobrellevar las secuelas conflictivas

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sobrevinientes (conf. CNCiv. Sala “A”, “Leiva, Natividad c/ Petroa, Raúl R s/
daños y perjuicios”, 19/06/97; mi voto en Sala “A”, libres n° 509.931 del
07/10/08, n° 589.456 del 9/3/12, n° 604.748 del 05/02/13, n° 626.635 del
09/05/14, n° 61.008/2011 del 05/08/15, n° 13368/2009 del 05/07/2018, nº
27752/2015 del 10/12/2020, nº 19036 del 27/10/2021, entre muchos otros).-
A su vez, corresponde señalar que los gastos por gastos futuros, por su
propia naturaleza, deben ser especialmente resarcidos, más allá de que exista
cobertura por una obra social, ya que es menester una afinidad entre el paciente
y el profesional interviniente, que hace al propio éxito del tratamiento, motivo
por el cual es necesario garantizar la libre elección del facultativo que los realice
(conf. CNCiv. Sala “F”, en causa libre n˚ 437.990 del 17/04/2006, mis votos en
Sala “A”, libres nº 27752/2015 del 10/12/2020; nº 89751 del 12/04/22; nº 82347
del 14/04/2022; 46931 del 23/05/2022; 34201 del 23/05/2022; 11562 del
30/06/2022; 23222 del 12/07/2022, entre muchos otros).-
Sobre la base de estos principios, y a fin de justipreciar la presente partida
indemnizatoria, en función de las quejas expuestas por los apelantes, analizaré la
situación de cada reclamante.-
i.- Jonatan Gustavo Fasano
A efectos de dar respuesta a los agravios formulados, considero necesario
realizar una breve reseña de las constancias probatorias obrantes en autos, en
especial aquellas de índole pericial.-
Comenzaré por reseñar que, con motivo del accidente, el coaccionante fue
trasladado en ambulancia al Hospital Ramón Carrillo, de la ciudad de San
Vicente, donde recibió las primeras curaciones. Si bien no cuento con la historia
clínica, pues los demandantes desistieron de producir la prueba informativa al
nosocomio aludido, lo cierto es que se advierte –de la compulsa a los obrados
penales- que el doctor Pablo Miceli, médico de la policía de la provincia de
Buenos Aires, informó que “dando vista a historia clínica (…) consta que fue
internado por politraumatismos, traumatismo abdominal, en ecografía
abdominal realizada durante la internación se constató imagen de 41
milímetros con bordes irregulares compatibles con contusión hepática, líquido
libre en morrison y fosa iliaca derecha (hemoperitoneo), requirió solución

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quirúrgica (laparotomía exploradora), no obra protocolo quirúrgico, las
lesiones descriptas la inhabilitaron para la realización de sus tareas laborales
por un lapso mayor a un mes” (cfr. fs. 77, causa penal cit.). A su vez, los actores
acompañaron copias de la documental médica, de la que surge que el 15 de
septiembre de 2016 –fecha del hecho- el señor Fasano recibió atención médica
en ese centro de salud con el diagnóstico de “politraumatismo moto/auto” (cfr.
fs. 18).-
Por otro lado, el 15 de julio de 2020, el perito médico designado de oficio,
doctor Julio Moreno -Especialista en Medicina Legal -, presentó su dictamen
pericial. El experto examinó al legitimado activo y cotejó los estudios médicos
complementarios que lucen agregados a estas actuaciones. Reseñó los
antecedentes de interés médico legal y afirmó que el reclamante sufrió, como
consecuencia del accidente, un traumatismo costal que le ocasionó un hematoma
hepático. Explicó que aquella sintomatología “provocó un severo sangrado
intraabdominal que para solucionarlo debieron explorar quirúrgicamente el
abdomen, el hígado y dejar tubos de drenaje para su pronta evacuación”.
Agregó que el peritado padece, a raíz de esa intervención quirúrgica, una
“cicatriz anfractuosa en la línea media xifo umbilical de 12 cm. de longitud por
1 cm. de ancho, hipercrómica, adherida por sectores a planos profundos y con
marcas de puntos de sutura” (cfr. fs. digitales 273/286).-
El galeno concluyó que dicha cicatriz diagnosticada genera en el paciente
una incapacidad física del 7% (cfr. fs. digitales 273/286).-
Corresponde señalar que respecto al perjuicio derivado del daño estético,
como la cicatriz relevada por el perito médico en el especial caso de autos, aquel
detrimento se traduce en toda desfiguración física causada por las lesiones y en
la producción por parte de las mismas de un afeamiento en la imagen corporal.
En definitiva, puede repercutir patrimonialmente cuando incida en las
posibilidades económicas del lesionado, o bien conformar sólo una afección
moral, por los sufrimientos y mortificaciones que la propia fealdad incorporada
provoca en la víctima (conf. Llambías, J. J. “Tratado de Derecho Civil-
Obligaciones”, t. II-B, p. 364, nº 5; Zannoni, E. “El daño en la Responsabilidad
Civil”, p. 160, nº 45).-

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Para que este tipo de lesión sea valorada en forma autónoma, debe tratarse
de una desfiguración física que tenga la cierta posibilidad de repercutir
patrimonialmente, porque claramente incida en las posibilidades económicas del
lesionado, en función de la importancia de la afección y de la naturaleza de la
actividad desarrollada por dicho damnificado. Si no se brindan tales extremos,
dicha lesión podrá a lo sumo conformar un agravio moral, por los sufrimientos y
mortificaciones que la fealdad incorporada pueda provocar en la víctima, pero
no un renglón donde se procure enjugar un inexistente daño material, referido a
las chances perdidas por ese irrelevante menoscabo (conf. Zannoni, E. “El daño
en la responsabilidad civil”, p. 160, nº 45; Llambías, J. J. op. cit., t. II-B, p. 364,
n° 5; Kemelmajer de Carlucci A., en Belluscio-Zannoni “Código Civil
comentado, anotado y concordado”, t. 5, p. 221; CN.Civ. Sala “A”, libres n°
227.862 del 30/3/98 y n° 264.982 del 15/9/99).-
Siguiendo estos parámetros, y teniendo en consideración las
características personales y profesionales del coactor, las secuelas de índole
física comprobadas por el galeno interviniente en estos obrados no pueden
conformar un menoscabo material, susceptible de ser indemnizado como
concepto patrimonial. En todo caso, el condicionamiento que deberá soportar
aquel podrá afectar su vida social y de relación, por lo que debe considerarse
contemplada dentro del rubro “daño moral”.-
Desde otro ángulo, en lo que hace a la faz psíquica del señor Fasano, el
profesional, luego de entrevistarlo, analizar la metodología empleada en cada
uno de los tests realizados en el psicodiagnóstico y valorar sus antecedentes
familiares, ilustró que el demandante padece un cuadro clínico correspondiente a
un “desarrollo reactivo no psicótico leve” y dictaminó una incapacidad por daño
psíquico del 10%. Aclaró que la patología “guarda una relación de adecuada
causalidad con el accidente automovilístico relatado, descartándose causas
ajenas a esta etiología, como predisponentes, familiares” (cfr. fs. digitales
273/286).-
A su vez, recomendó la realización de un tratamiento psicoterapéutico de
tipo ambulatorio por un término no inferior a doce meses y con una frecuencia

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semanal. Estimó el costo aproximado de cada sesión en la suma de Pesos Mil
Quinientos ($1500, cfr. fs. digitales 273/286).-
No paso por alto que, corrido el pertinente traslado -cfr. fs. digital 287-,
las conclusiones del profesional fueron impugnadas por la parte demandada y la
citada en garantía con el sustento de su consultor técnico. En efecto, nótese que
en su pieza impugnativa – agregada al expediente a fs. digitales 288-, aquellos
objetaron la relación causal de las lesiones psicofísicas informadas en el peritaje
y el porcentaje de merma diagnosticado, así como también, alegaron que los
detrimentos psicológicos son transitorios y susceptibles de reversión mediante
tratamiento.-
Sin embargo, lo cierto es que, en la debida oportunidad procesal, el perito
brindó las aclaraciones que le fueron solicitadas y ratificó su informe pericial
(fs. digitales 289/292).-
En este contexto, vale precisar que un caso como el de autos, la calidad de
los peritajes médico-legales es de suma importancia, ya que en el informe que
brindan los expertos, sea oral o escrito, el inicial o el definitivo, se basará la
autoridad judicial como eventual elemento de prueba para considerar y dictar
sentencia. Este estriba en una presunción concreta de que el perito es sincero,
veraz y su dictamen con toda probabilidad acertado. Se lo presume honesto,
capaz y experto en la materia a la que pertenece el hecho sobre el cual
dictamina. Existen dos motivos para la admisión de la fuerza probatoria:
presupuesto de que el perito no cae en el error y, por otro lado, el presupuesto de
que no tiene intención de engañar. El dictamen sirve entonces para brindar
mayor o menor fe sobre la existencia de las cosas objeto del mismo (conf.
Virginia Berlinerblau - Claudia Moscato, “Calidad del Dictamen Médico Legal:
Herramientas para su Valoración” en “La Prueba Científica y Los Procesos
Judiciales”, págs. 44/45; Academia Judicial Internacional; La Ley; 2006).-
En esta clase de pleitos, en que se debaten cuestiones ajenas al ordinario
conocimiento de los jueces, la pericia médica y psicológica adquieren singular
trascendencia, de modo que tanto los hechos comprobados por el experto, como
sus conclusiones, deben ser aceptados por el sentenciante, salvo que se
demuestre la falta de opinión fundante o de objetividad, para lo cual quien

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impugna debe acompañar la prueba del caso, pues al respecto ni el puro disenso,
ni la opinión meramente subjetiva del impugnante, podrían ser razonablemente
atendibles para poner en tela de juicio la eficacia de los dictámenes. Por el
contrario, se requiere para ello demostrar fehacientemente que el criterio pericial
se halla reñido con principios lógicos o máximas de experiencia o que existen en
el proceso elementos probatorios de mayor eficacia para provocar la convicción
acerca de la verdad de los hechos controvertidos (conf. CnCiv. Sala “A”, voto
del Dr. Jorge Escuti Pizarro publicado en L.L. 1991-A-358; Palacio-Alvarado
Velloso, “Código Procesal...” tomo 8, 538/9 y sus citas; Morello-Sosa-
Berizonce, Códigos Procesales...” T. V-B, pág. 455 y sus citas; Falcón, “Código
Procesal...”, pág. 416 y sus citas, entre otros).-
Por ello, para desvirtuar las conclusiones periciales, es imprescindible
contar con elementos de juicio que permitan concluir fehacientemente en el
error o el inadecuado uso que el perito hubiese hecho de sus conocimientos
técnicos o científicos, por lo que, para que las observaciones que formulen las
partes puedan tener favorable acogida, es necesario que aporten probanzas de
similar o mayor rigor técnico (CNCiv. Sala “A”, 10/11/2011, “Piñeiro, Gabriel
Alberto c/ Ausilli, José Luis y otros s/ daños y Perjuicios”, LL 2011-F,
568; ídem, 30/11/2012, “Granatti, Aldo Rene y otro c/ Microómnibus General
Pacheco S. A. y otros s/ daños y Perjuicios”, L. n.° 562.884; ídem, 18/2/2013,
“Sacchi, Sebastián Nicolás c/ Transportes Metropolitanos General Roca S. A. y
otros s/ daños y Perjuicios”, L. n.° 534.862; ídem, 18/6/2013, “Bejarano
Condori, Martina y otros c/ Martínez, Gustavo y otros s/ daños y perjuicios”,
L. n.° 606.722, “R. L. M. C. c/ Consultores Asociados Ecotrans SA s/ Daños y
perjuicios”, L. 6057/2008 del 17/02/2016, entre otros). Y, en estas actuaciones,
no existen elementos de juicio que permitan apartarme de las conclusiones
vertidas por el experto.-
Los agravios que introducen los emplazados y su aseguradora en esta
Alzada se dirigen a objetar cómo el sentenciante valoró las circunstancias
personales y las conclusiones del idóneo; quejas que se asemejan más a una
mera disconformidad con el importe concedido para resarcir esta partida, que a
una crítica concreta y razonada del decisorio de grado.-

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En conclusión, la mera remisión a los pasajes de su pieza impugnativa no
resulta suficiente para apartarme de las conclusiones vertidas por el profesional;
más aún, cuando estas resultaron fundadas y aclaradas en su debida oportunidad
procesal. En síntesis, en esta instancia, con insistir, no alcanza (Conf. CNCiv.
esta Sala, mi voto en libre n° 55770/2019 “Llampayas Gerardo Enrique c/ Cajal
José Federico y Otro s/ daños y perjuicios” del 31/05/2022).-
Por los fundamentos expuestos, considero que corresponde otorgar al
dictamen pericial la fuerza probatoria del artículo 477 del Código Procesal.-
Sentados estos principios, y a fin de lograr una cabal justipreciación del
rubro en análisis, debo ponderar las condiciones personales del damnificado. En
este sentido, tengo presente que el señor Jonatan Gustavo Fasano contaba con 19
años de edad al momento del hecho, de estado civil soltero, sin hijos, estudios
secundarios completos y se encontraba desempleado (cfr. constancias del
expediente nro. 95.557/2016/1 sobre Beneficio de Litigar sin Gastos, esp. fs. 2 y
3, fs. 73, copias autenticadas de la causa penal).-
En virtud de todo lo hasta aquí expuesto, las facultades que me otorga el
artículo 165 del Código Procesal y recurriendo a precedentes análogos en los
cuales he tenido que intervenir anteriormente en la Sala en la que me desempeño
como vocal titular, y, teniendo en cuenta que el reclamante no apeló esta
cuestión y de conformidad con la prohibición emergente del principio de la
reformatio in peius, propongo al Acuerdo la confirmación de los montos
reconocidos en la instancia de grado para enjugar la presente partida
(comprensiva de los detrimentos físicos y psíquicos, así como también del
tratamiento psicológico). Así lo voto.-
II.- Sebastián Dylan Daniel Fasano:
Respecto al señor Sebastián Fasano apuntaré que, a causa del siniestro, se
lo trasladó en ambulancia al Hospital Ramón Carrillo, de la ciudad de San
Vicente, donde recibió las primeras curaciones. Si bien no cuento con la historia
clínica, pues la parte actora desistió de la prueba informativa a ese nosocomio,
lo cierto es que se aprecia en la causa penal que el doctor Pablo Miceli, médico
de la policía de la provincia de Buenos Aires, informó que el damnificado “fue
internado por politraumatismos con fractura expuesta de pierna izquierda, con

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lesión isquémica de partes blandas que requirió solución quirúrgica (protocolos
quirúrgicos fojas 12, 13, 14, 15, 16 y 24 de la historia clínica, las lesiones
descriptas la inhabilitaron para la realización de sus tareas laborales por un
lapso mayor a un mes” (cfr. fs. 77, causa penal cit.). A su vez, en el libelo de
inicio constan las copias de la documental médica, de las que surge que el 15 de
septiembre de 2016 –fecha del hecho- el señor Fasano recibió atención médica
con el diagnóstico de “politraumatismos y fractura expuesta de tibia y peroné
pierna izquierda” (cfr. fs. 37, 42/87, esp. fs. 42).-
En cuanto a la pericia médica, el experto desinsaculado de oficio, luego de
examinar al demandante, analizar las constancias de autos y cotejar los estudios
complementarios, refirió que, a raíz del impacto, el peritado sufrió la fractura
expuesta de la tibia y peroné de su pierna izquierda. Indicó que “es intervenido
quirúrgicamente en varias oportunidades colocándole tractores externos y
material de osteosíntesis endo medular”. Pormenorizó que evolucionó con
infección ósea u osteomielitis y se le extrajeron varias partes musculares de la
pierna en condición necrosecada. Señaló que “todo este proceso demandó de un
proceso de reposo y posterior rehabilitación con las consiguientes internaciones
sanatoriales”. Destacó que “la consolidación de la fractura fue tórpida
generándose por colapso y resorción ósea en la zona de fractura una rotación
antero posterior y un acortamiento óseo en el orden de los 2 cm. de longitud, lo
que dificulta aún más la biomecánica de la marcha”. Añadió que “su pie
izquierdo presenta una artrodesis tarso metacarpiana con fijación de la
articulación e inmovilización” (fs. digitales 273/286).-
Por todo lo expuesto, el galeno diagnosticó que el accionante padece una
artrodesis tarso metatarsiana y la fractura de la diáfisis de tibia y peroné,
lesiones que generan una merma física del orden del 10% y 38%,
respectivamente. Explicó que, según el método de la capacidad restante, las
dolencias generan un detrimento total, parcial y permanente del 44,20% (fs.
digitales 273/286).-
Por otro lado, en cuanto a la faz psíquica, el experto reseñó que de la
entrevista realizada y las técnicas psicodiagnósticas implementadas, el señor
Fasano “presenta un cuadro clínico correspondiente a un DESARROLLO

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REACTIVO PSICÓTICO MODERADO (…) con una incapacidad del 15%”.
Seguidamente, desarrolló que la patología “guarda una relación de adecuada
causalidad con el accidente automovilístico relatado, descartándose causas
ajenas a esta etiología” (el resaltado corresponde al original, fs. digitales
273/286).-
Asimismo, el facultativo sugirió la realización de un tratamiento
psicológico, de dos año de duración y con una frecuencia de dos sesiones
semanales. Estimó el costo de cada sesión en la suma de Pesos Mil Quinientos
($1.500, fs. digitales 273/286).-
No pierdo de vista que, una vez corrido el pertinente traslado –ver
proveído de fs. digital 287-, las conclusiones del perito fueron objeto de
impugnación por los demandados y la citada en garantía, con el sustento de su
consultor técnico (fs. digital 288). Allí, en su pieza impugnativa refutaron el
nexo de causalidad de las lesiones psicofísicas informadas en el peritaje y el
porcentaje de merma diagnosticado, así como también, alegaron que la
incapacidad psíquica es transitoria y pasible de reversión mediante la realización
de terapia.-
No obstante, lo cierto es que el profesional ratificó su dictamen pericial
(fs. digitales 289/292).-
Ahora bien, he de señalar que con fecha 17 de mayo de 2021 los
legitimados activos denunciaron como hecho nuevo -según los alcances del
artículo 365 del CPCCN- la intervención quirúrgica a la que tuvo que someterse
el coaccionante el día 5 de ese mes y año, a fin de proceder a la amputación
infrapatelar de su pierna izquierda, como consecuencia de un cuadro de
“pseudoartrosis séptica” provocada por la fractura expuesta que sufrió a raíz del
hecho de marras (cfr. fs. digitales 620/623 y 624). En efecto, el primer
sentenciante lo admitió el 15 de junio de 2021 -según proveído obrante a fs.
digital 625-, pieza que corrido el traslado, fue consentida por la parte
demandada y su aseguradora.-
De ese modo, el 13 de julio de 2021, el perito médico designado de oficio
presentó un nuevo informe médico. En la especie, el galeno examinó
nuevamente al paciente y reseñó que “luego de varias cirugías (…) sin poder

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solucionar las múltiples infecciones y en salvaguarda de la vida del actor, se
decide la AMPUTACIÓN DE LA PIERNA IZQUIERDA por debajo de la
rodilla”. Por ende, dictaminó que por el detrimento enunciado le corresponde al
peritado un 50% de incapacidad física (cfr. fs. digitales 633/635).-
El profesional remarcó que el señor Fasano deberá utilizar una prótesis en
su pierna izquierda. Estimó que cada suplemento tendría una duración
aproximada de entre cinco a ocho años e insumiría un costo aproximado de
Pesos Setecientos Cincuenta Mil ($750.000) (cfr. fs. digitales 633/635).-
Desde otro ángulo, ingresando a la faz psíquica, el experto expuso que “el
señor Fasano Sebastián Dylan presenta un cuadro compatible con pérdida de
goce en las áreas de su salud física, anímica, laboral y recreativa”. Diagnosticó
que padece un trastorno por estrés postraumático y de curso crónico, la que
genera un 35% de merma psíquica. En adición, aclaró que la patología
enunciada guarda relación de causalidad con el siniestro (cfr. fs. digitales
633/635).-
A su vez, sugirió la realización de una terapia psicológica de tipo
ambulatorio, con una duración mínima de 24 meses y una frecuencia semanal.
Estimó el valor de cada sesión en la suma de Pesos Dos Mil ($2.000, cfr. fs.
digitales 633/635).-
No paso por alto que el valor informado por el facultativo surge de una
estimación personal realizada a la fecha de emisión del dictamen (13 de julio de
2021). A su vez, la decisión recurrida tiene en cuenta este importe, como criterio
base, para determinar el rubro indemnizatorio.-
Por todo lo expuesto, el idóneo concluyó que, según el método de la
capacidad restante, el paciente padece una incapacidad psicofísica, parcial y
permanente, del 67,50% (cfr. fs. digitales 633/635).-
El informe mereció las críticas de los accionados y la firma de seguros,
como así también, el pedido de explicaciones por la parte actora (fs. digitales
652/655 y 656. En la especie, el galeno ratificó el peritaje y aclaró que “todo
este perjuicio en la esfera psicofísica se traduce en una perturbación del
equilibrio emocional y guarda un nexo de causalidad y concausalidad con los
sucesos expuestos” (fs. digitales 661/662 y 663).-

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Como es conocido, los dictámenes de igual especialidad, como las
respuestas a los pedidos a sus explicaciones o a sus impugnaciones, integran una
sola pieza. Por ello es que, en este caso, el dictamen final se constituye por el
aporte del mismo profesional, quien precisó en su último informe su valoración
acerca de las dolencias padecidas por el damnificado desde el horizonte de su
ciencia. De tal manera, en vista a que la primer pericia no contempló la
amputación de la pierna izquierda e informó una incapacidad física del 44.20%
(fs. digitales 273/286) y que la última experticia concluyó en puntualizar que por
la pérdida de su extremidad se admitió una minusvalía del 50%, que sumada a la
merma psíquica, arrojaba una incapacidad total, parcial y permanente, del
67,50% (cfr. fs. digitales 633/635), son todos elementos para ponderar el grado
de incapacidad resultante.-
En razón de la especificación de las lesiones efectuada en el último
dictamen adjunto de fecha 13 de julio del 2021, lo estimo como el más preciso y
completo a los fines de llegar a la decisión más justa en lo atinente a la
justipreciación de los detrimentos psicofísicos sufridos por la víctima.-
Así las cosas, señalaré que en lo atinente a la valoración del dictamen
pericial me remito -en mérito a la brevedad- a lo señalado con anterioridad.-
Ahora bien, a fin de ponderar la presente partida, tengo en cuenta la
situación personal del damnificado, quien al momento del acontecimiento,
contaba con 18 años de edad, de estado civil soltero, sin hijos, había culminado
sus estudios secundarios y se encontraba desempleado (conf. fs. 1 y 4, del
expediente sobre beneficio de litigar sin gastos n° 95.557/2016/1 e informe de
psicodiagnóstico de fecha 8 de julio de 2021, cfr. fs. digitales 637/647).-
En consecuencia, teniendo en cuenta la gravedad de las lesiones
psicofísicas padecidas por el reclamante a raíz del trágico hecho de marras y la
necesidad de realizar un tratamiento psicológico conforme lo dictaminado en el
peritaje examinado, recurriendo a las facultades que me otorga el artículo 165
del Código Procesal y a la luz de otros precedentes análogos en los que he
intervenido como vocal titular en la Sala donde me desempeño hace más de
quince años, entiendo que la cuantía reconocida en la sentencia apelada resulta
reducida, motivo por el cual propicio al Acuerdo acoger las quejas del

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coaccionante e incrementar la indemnización en concepto de incapacidad
sobreviniente y tratamientos a la suma de Pesos Siete Millones ($7.000.000),
comprensiva de las cantidades de Pesos Seis Millones Setecientos Noventa y
Dos Mil ($6.792.000) en concepto de daño físico y psíquico, y de Pesos
Doscientos Ocho Mil ($208.000) por tratamiento psicológico. Así lo voto.-
b) Daño Moral:
El señor Juez de primera instancia fijó las cuantías de Pesos Un Millón
Quinientos Mil ($1.500.000) a favor del señor Jonatan Gustavo Fasano y Pesos
Tres Millones Seiscientos Ochenta Mil ($3.680.000) para el señor Sebastián
Dylan Daniel Fasano.-
La parte actora criticó la cuantía concedida al señor Sebastián Fasano por
reducida, mientras que la parte demandada y la compañía aseguradora
reprocharon la procedencia de este ítem reconocido al señor Jonatan Fasano y
solicitaron su rechazo.-
Este rubro puede ser definido como la privación y disminución de los
bienes que tienen un valor precipuo en la vida del hombre, que son la paz, la
tranquilidad de espíritu, la libertad individual, la integridad física, el honor y los
más grandes afectos, a lo que se puede agregar que, ya sea que se caracterice
como la lesión sufrida en los derechos extrapatrimoniales o como el que no
menoscaba al patrimonio, pero hace sufrir a la persona en sus intereses morales
tutelados por la ley o el que se infiere a los sentimientos, a la integridad física o
intelectual, o a las afecciones legítimas, es decir que se causa a los bienes
ideales de las personas, es condición esencial para esa indemnización que él
exista o se haya producido (conf. Llambías, Jorge Joaquín ob. cit. t º I, pág. 271,
núm. 243; Cazeaux en Cazeaux-Trigo Represas, ob. cit. tº I, pág. 215; Mayo en
Belluscio-Zannoni ob. cit. Tº II, pág. 230; Zannoni, Eduardo "El daño en la
responsabilidad civil", pág. 287, núm. 85; Bustamante Alsina, "Teoría General
de la Responsabilidad Civil", pág. 179, núm. 556/7; Orgaz, Alfredo "El daño
resarcible", pág. 223, núm. 55).-
Si bien pertenece al sagrado mundo subjetivo de los damnificados, para su
reparación económica debe traducirse en una suma dineraria y no resulta
sencillo determinar su quantum; para ello debe tenerse en consideración las

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circunstancias del hecho, la persona de la víctima y el daño sufrido en los
valores mencionados. Corresponde, pues, concluir que el daño no puede medirse
en razón de las secuelas que denuncia el damnificado, pues debe tenerse en
cuenta en qué medida los padecimientos ocasionados pudieron haber significado
un grado de afectación y quebrantamiento espiritual (conf. CNCiv., mis votos en
la Sala “A”, Libres n° 466.988 del 19/3/07, n° 464.517 del 03/11/08, n° 586.773
del 02/12/11, n° 618.012 del 03/09/13, n° 93.513 del 30/9/2021, entre otros).-
Pueden destacarse dos cualidades en el daño moral: primera, que él
supone, no sólo el dolor de afección, sino también el que resulta de cualquier
atentado a la integridad de la persona humana: dolor físico, perjuicio estético.
Segunda, que el daño moral debe ser el resultado de un ataque a los derechos de
la personalidad, a su patrimonio moral, sea directa o indirectamente, sin que
obste a ello la circunstancia de que a la par de él se produzca un perjuicio
material para la víctima (conf. Acuña Anzorena, Arturo, "La reparación del
agravio moral en el Código civil", La Ley, t. 16, n° 532).-
En el especial caso de autos, se advierte que los accionantes fueron
damnificados de un accidente de tránsito y que padecen cada uno de ellos una
incapacidad sobreviniente, con secuelas psicofísicas en el caso del señor
Sebastián Fasano y solo psicológicas en el supuesto del señor Jonatan Fasano,
como consecuencia del mismo.-
A partir de las circunstancias señaladas, tengo en cuenta los demás
incordios y molestias que un hecho como el de autos pudo haber ocasionado en
una persona de las características de los legitimados activos, estimo adecuado
incrementar la partida establecida en el pronunciamiento apelado respecto del
coaccionante Sebastián Fasano (arts. 1738 in fine y 1741 del Código Civil y
Comercial). Ello, por cuanto no medió agravio de la parte actora respecto al
señor Jonatan Fasano.-
No paso por alto que, la evaluación del perjuicio moral constituye una
tarea delicada, ya que no se puede pretender dar un equivalente y reponer las
cosas a su estado anterior. Sin embargo, la dificultad en calcular los dolores no
impide apreciarlos en su intensidad y grado, por lo que cabe sostener que es
posible justipreciar la satisfacción que procede para resarcir, dentro de lo

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humanamente posible, las angustias, inquietudes, miedos, dolor físico, los
padecimientos propios de las curaciones y actuales malestares subsistentes. Si
bien cuantificar este daño es tarea ardua, la valoración de los sentimientos
presuntamente afectados debe ser hecha por el Juez en abstracto y considerando
objetivamente cuál pudo ser el estado de ánimo de una persona común colocada
en las mismas condiciones concretas en la que se halló la víctima del acto lesivo
(conf. CNCiv., mis votos en Sala “A”, libres n° 093182/2004/CA002 del
29/8/17, n° 021686/2014/CA001 del 28/12/17, n° 050629/2015/CA001 del
13/3/18, nº 01903/ 2017/CA001 del 27/10/2021, nº 014088 del 29/10/21, nº
006072 del 08/11/2021, nº 70892 del 11/11/21,entre muchos otros).-
Si bien he sostenido reiteradamente que la suma reclamada en la demanda
constituye un tope que debe ser respetado, so pena de violar el principio de
congruencia, tal rigorismo formal debe ceder si, como sucede en la especie, la
estimación del daño se efectuó bajo otras circunstancias económicas y se
supeditó el reclamo a “lo que en más o en menos resulte de la prueba a
producirse” (fs. 93/105 vta., esp. fs. 93 vta.100, 101 vta.), de modo que, al
acreditarse con las probanzas rendidas un perjuicio mayor al estimado en un
principio, corresponde adecuar el monto indemnizatorio a su justa medida para
arribar así a una decisión equitativa.-
En función de todo lo hasta aquí expuesto, corresponde justipreciar la
situación particular de cada uno de los accionantes.-
i.- Jonatan Gustavo Fasano
En relación con el coactor, no pierdo de vista que –de acuerdo a lo
informado en el peritaje- padece actualmente una “cicatriz anfractuosa en la
línea media xifo umbilical de 12 cm. de longitud por 1 cm. de ancho,
hipercrómica, adherida por sectores a planos profundos y con marcas de puntos
de sutura”, secuela que, a juicio del perito médico, le ocasiona daño estético
(cfr. fs. digitales 273/286). Por ende, he de meritar la cicatriz como perjuicio
integrante del presente rubro.-
En virtud de lo expuesto, teniendo en cuenta las condiciones personales
del legitimado activo a las que ya he hecho referencia en el acápite precedente,
sumado a las lesiones psíquicas sufridas y las secuelas cicatrizales informadas

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por el experto desinsaculado de oficio, así como también, meritando las
afecciones espirituales provocadas por la ocurrencia del siniestro, especialmente
los incordios y las molestias padecidos por el acontecimiento, y en ausencia de
recurso por parte del reclamante, propondré al Acuerdo rechazar las quejas
vertidas por los accionados y la citada en garantía y, en consecuencia, confirmar
la suma determinada en la instancia de grado.-
ii.- Sebastián Dylan Daniel Fasano
Por su parte, respecto al señor Sebastián Fasano, habré de ponderar las
especiales constancias de autos, las dolencias psicofísicas y los temores
espirituales verosímilmente sufridos, tanto por las lesiones de gravedad
padecidas -nótese que padeció la lamentable amputación de su pierna izquierda-,
las afecciones sentimentales durante el extenso período de convalecencia que
demandó su recuperación, a la luz de antecedentes análogos en los cuales he
decidido en la sala en la que me desempeño como vocal titular desde hace más
de tres lustros y, de conformidad con las facultades conferidas por el artículo
165 del Código Procesal, propicio al Acuerdo acoger los agravios de la parte
actora en el sentido de incrementar el monto reconocido para enjugar esta
partida a la suma de Pesos Cinco Millones ($5.000.000) a favor del
demandante.-
c) Daño emergente (gastos de farmacia, asistencia médica, traslados y
prótesis):
Por esta partida, el primer sentenciante concedió la cantidad de Pesos
Cinco Millones Trescientos Mil ($5.300.000) a favor del señor Sebastián Dylan
Daniel Fasano.-
Contra esta decisión se alzaron los demandados y la empresa de seguros,
quienes objetaron la procedencia del rubro y peticionaron su rechazo. Razonaron
que el señor Magistrado de la anterior instancia justipreció el valor de cada
prótesis, de acuerdo a lo informado por el perito médico en su dictamen.
Argumentaron que, en puridad, no se aprecia acreditado en estas actuaciones
que la misma se adquiriera y se colocara. En adición, sostuvieron que cada uno
de esos suplementos puede ser provista de forma gratuita por la obra social, o
bien, mediante la asistencia médica estatal.-

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Anticipo que la queja de los recurrentes no prosperará.-
En lo que a este rubro respecta, apuntaré que no resulta necesaria su
acreditación concreta y específica cuando su erogación se infiere en orden a las
características del caso. Así lo establece el segundo párrafo del artículo 1746 del
Código Civil y Comercial, en cuanto dispone que esta clase de gastos se
presume, en la medida que resultan razonables en función de la índole de las
lesiones o la incapacidad.-
Asimismo, es sabido que este tipo de desembolsos son admisibles aun
cuando la atención haya sido prestada en hospitales públicos o por una obra
social, toda vez que de ordinario, ni uno ni otra cubren la totalidad de los gastos
en que incurren los pacientes (conf. CNCiv. Sala “A”, Libres nº 110.732 del
26/11/92, nº 142.552 del 18/5/94, n° 594.393 del 18/06/12, n°
003013/2012/CA001 del 19/9/17, ver mis votos en la sala “A”, en Libres nº
34562 del 07/09/2018, nº 103935 del 15/11/2018, nº 11275 del 22/02/2019, nº
111671 del 11/10/2019, 18/589 del 30/04/20, entre muchos otros).-
En la pericia médica -que en este acto tengo a la vista- se precisa que el
damnificado sufrió la amputación infrapatelar de la pierna izquierda. El experto
reseñó que la lesión le genera al paciente las siguientes secuelas incapacitantes
“limitación de la funcionalidad (…) imposibilidad de desplazarse sin el auxilio
de muleta, dolor en la zona afectada, timia displacentera debido al dolor físico
que experimenta, importante limitación de la actividad laboral, importante
limitación de su actividad física, importante limitación de su vida cotidiana”.
Por ello, recomendó la utilización de una prótesis en esa zona. Explicó que la
duración aproximada de uso de aquel suplemento es de cinco a ocho años y
estimó que su valor asciende a la cantidad de Pesos Setecientos Cincuenta Mil
($750.000). Además, aclaró que “debido a la devaluación del peso y que esas
prótesis son importadas se debe estimar el costo en u$s 10.000 cada una” (cfr.
fs. digitales 633/635, respuesta a los puntos 3 y 4 de la parte actora).-
El peritaje mereció, en lo que a este punto respecta, aclaraciones
adicionales formuladas por la parte actora, quien solicitó al profesional que
pormenorice acerca del uso de tales prótesis, las cantidades y sus costos (cfr. fs.
digitales 656 y 673). En la especie, nótese que en su respuesta de fecha 17 de

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septiembre de 2021, el experto refirió que “el Sr. Fasano tiene una expectativa
de vida de 70 años, acorde índices publicados por el INDEC (…) por tal
motivo, teniendo en cuenta que Sebastián Fasano tiene 23 años de edad, su
expectativa de vida es de 47 años más. En razón de ello, Fasano va a tener que
utilizar, aproximadamente, 7 prótesis, ya que se cuentan las necesarias a partir
de sus 23 años (edad actual) hasta sus 70 años”. Aclaró que “a los fines de este
cálculo se toma el plazo de 8 años como vida útil de cada una de ellas” (cfr. fs.
digital 675).-
A su vez, corrido el pertinente traslado (cfr. fs. digital 676), los
emplazados y la citada en garantía impugnaron lo dictaminado por el idóneo en
este aspecto con sustento en que “de acuerdo a la literatura médica las prótesis,
con el mantenimiento adecuado, tienen una vida útil de 10 años, haciendo en
forma periódica el mantenimiento de la misma. De modo que los recambios
probables serían 5” (fs. digital 677).-
Al emitir su respuesta, el galeno ratificó sus conclusiones respecto a la
cantidad de prótesis recomendadas para el accionante según su expectativa de
vida y la duración de aquellas. Asimismo, destacó que “con las más modernas
prótesis nunca se ha llegado a ese término, salvo que se quiera incurrir en una
mala praxis manifiesta” (fs digital 682).-
En lo atinente a la valoración que merece el dictamen pericial médico, me
remito a lo indicado anteriormente.-
En consecuencia, a la luz de las dolencias psicofísicas padecidas por el
demandante, que fueran puestas de manifiesto en los peritajes examinados en
estas actuaciones, de acuerdo a las consultas médicas que tuvo que realizarse a
raíz del siniestro y, teniendo en cuenta las siete prótesis indicadas por el perito
médico que deberá adquirir con motivo de la gravedad de las lesiones padecidas
en su pierna izquierda que causaron su amputación, considero que la suma
reconocida en la instancia de grado a favor del legitimado activo resulta
suficiente y adecuada para indemnizar esta partida; motivo por el cual,
propondré al Acuerdo su confirmación (art. 165 CPCCN). Así lo voto.-
IX.- Resuelto el tratamiento de las partidas indemnizatorias, avanzaré a
dar respuesta al planteo de la parte actora que se encuentra vinculado con la

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extensión de la condena impuesta a cargo de la empresa citada en garantía en la
medida del seguro (art. 118 de la ley 17.418).-
Al respecto, en lo que hace al límite de cobertura que la citada en garantía
pretender hacer valer en autos -en la suma de Pesos Cuatro Millones
($4.000.000) cfr. a fs. 126-, aclaro que, de acuerdo a los montos que se discuten
en el presente proceso, aquél no resulta lógico ni razonable. Prácticamente, sería
un supuesto de “no seguro”, por insuficiencia de la suma asegurada (Waldo
Sobrino, “Consumidores de Seguros”, Ed. La Ley, 2009, pág. 278), pues elimina
uno de los propósitos dominantes o principales de la cobertura, que no es tan
solo garantizar indemnidad al asegurado, sino, en especial, resarcir el daño
provocado al damnificado. Ello produce un quiebre al principio de confianza y
buena fe, basamento de una sociedad civilizada, dañando el marco de
credibilidad de la sociedad, en especial, justamente de los consumidores de
seguros (mis votos en Sala “A”, libres 70.765/2016 del 22/09/2016 y n°
11.221/2014 del 11/07/2022, entre otros).-
La finalidad tenida en cuenta por el artículo 68 de la ley 24.449, que
establece el seguro automotor obligatorio -que no es otra que la de proteger a las
víctimas de accidentes de tránsito y asegurar su reparación- se vería claramente
desvirtuada por la aplicación de una resolución administrativa que prevé la
posibilidad de limitar la cobertura a un monto hoy en día irrisorio. No cabe duda
de que, en esos términos, la mencionada resolución -y la cláusula contractual en
la que se funda- colisiona con la citada disposición legal -de jerarquía netamente
superior en la estructura del ordenamiento jurídico argentino-, por lo que debe
ser dejada de lado en los términos de los artículos 28, 31 y concordantes de la
Constitución Nacional.-
En el especial caso de autos, la cuestión bajo estudio -suma establecida
como límite de cobertura- resulta tan reducida que afecta el principio de buena
fe negocial que debe primar en la celebración, interpretación y ejecución de los
contratos y vulnera el principio de moralidad del objeto de los actos jurídicos
(arts. 953, 1167 y 1198, CC; arts. 279, 958, 961,1004 y 1061 del CCCN).-
En lo referente al objeto de los actos jurídicos, los artículos 279, 958 y
1004 disponen que aquél no puede ser contrario a las buenas costumbres. Se ha

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sostenido que estas reglas dirigidas a los jueces son normas no subordinadas
sino subordinantes, pues cubren todas las instituciones y actos jurídicos que
pueden celebrarse, y que no las pueden violar ni en sus cláusulas ni en su
ejecución. También que son base del ordenamiento legal que impone a todo acto
jurídico satisfacer un objeto-fin social. Estas normas han puesto el acento en los
principios de moral y equidad, proporcionando a los jueces medios adecuados
para evitar que por excesivo apego a fórmulas legales o judiciales se consoliden
situaciones de irritante injusticia. Por demás, este es el criterio que recogía con
idéntico tenor el artículo 953 del Código Civil (conf. Cifuentes, Santos en
“Código Civil y leyes complementarias Comentado, Anotado y Concordado”,
dirigido por Augusto C. Belluscio y coordinado por Eduardo A. Zannoni, Tº 4,
pág. 346, núm. 9).-
El contrato de seguro, como contrato de adhesión, es de contenido
predispuesto. De ahí que se debe restar valor a aquellas cláusulas, cuando por su
contenido y por el ejercicio que se ha hecho de ellas, se presentan circunstancias
violatorias de principios rectores tales como el orden público, la moral y las
buenas costumbres, debiendo el Juez resolver la cuestión de acuerdo con los
principios generales en materia de consentimiento en los contratos y por las
disposiciones de los artículos aludidos respecto del abuso de derecho (arts. 21,
953, 1071 y 1198, CC; 279, 958, 961, 968, 1004, 1061 y 1063, CCN; CNCiv.,
Sala “H”, en autos “Gómez, Ángel Ermindo c/ Transporte Metropolitano Gral.
San Martín S.A. s/ daños y perjuicios” del 29/08/14).-
Tanto la doctrina como la jurisprudencia han coincidido en que la
enumeración de los riesgos abarcados por el contrato de seguro y la extensión de
la cobertura deben apreciarse literal, restrictiva o limitativamente, y es
inadmisible la interpretación analógica o extensiva de la póliza para determinar
el riesgo asegurado (conf. Sala “A”, voto del Dr. Molteni en libre n° 608.324,
“El Comercio Compañía de Seguros a Prima Fija S. A. c/ C., Félix Rafael y
otros s/ Cobro de sumas de dinero” del 19/3/2013; íd. mi voto en Sala “A”, libre
en n° 106.450/09 del 21/5/15).-
Esta pauta esencial de interpretación debe ser complementada con los
principios de buena fe, finalidad y economía del contrato, el principio in dubio

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contra estipulatorem y el predominio de las condiciones particulares por sobre
las generales (conf. Campo, Francisco, “El riesgo. Delimitaciones y exclusiones
a la cobertura”, en Ciencia, Técnica y Poder Judicial, Academia Judicial
Internacional - La Ley, Buenos Aires, 2010, pág. 26).-
Para considerar que el monto asegurado previsto en la póliza en estudio
resulta irrazonable para afrontar un eventual reclamo por daños y perjuicios, se
tienen en cuenta los acontecimientos dañosos más asiduamente producidos y
traídos a la órbita de la justicia que superan holgadamente ese límite ínfimo.-
Aceptar la cláusula limitativa de responsabilidad irrazonable implicaría
desnaturalizar las obligaciones que se encuentran a cargo de la aseguradora en
un contrato de seguro "normal", al violentar los deberes esenciales o naturales
del contrato, o sea, su fin (conf. Sala “A”, en voto del Dr. Molteni libre n°
624.674 en “Randazzo, Ángel José c/ Habib, Jonathan Daniel y otros s/ Daños y
perjuicios” del 06/03/2014; CNCiv, Sala “H” en “Bustamante, Omar Rubén y
otro c. Ortega, Santiago Nicolás y otros s/ daños y perjuicios acc. trán. c/ les. o
muerte del 12/08/2011; íd., íd., “R., A. B. y otro c. C., V. A. s/ daños y
perjuicios” del 27/10/2017).-
En ese sentido, se ha decidido que límites de cobertura tan reducidos
como el establecido en la póliza bajo consideración resultan inoponibles a la
víctima. Ello así, toda vez que, ante un supuesto de seguro obligatorio, dicho
límite resulta irrazonable y desnaturaliza la finalidad del contrato, provocando
un caso de "no seguro", contrario al principio de buena fe que debe guiar la
celebración, ejecución e interpretación de los contratos (conf. CNCiv., Sala “L”,
en autos “Guimares, Ricardo Abel y otros c/ Aravena, Raúl Ernesto y otros s/
daños y perjuicios (acc. tran. c/ les. o muerte)” del 16/7/2015).-
En consecuencia, por los fundamentos expuestos, postulo al Acuerdo
modificar el pronunciamiento aquí apelado, en lo que a este punto respecta, y
declarar la inoponibilidad del límite de cobertura deducido por la compañía
aseguradora en calidad de citada en garantía frente a los accionantes en su
condición de terceros damnificados por el hecho de marras.-
Por ende, resuelta la primera cuestión, en cuanto las cláusulas que limitan
la cobertura a los montos pactados en la póliza resultan inoponibles a la parte

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actora, entonces, deviene abstracto pronunciarse sobre el planteo formulado por
la apelante para que se actualicen los montos de cobertura a valores vigentes al
momento del efectivo pago. Así lo voto.-
X.- Respecto a los agravios referidos a la tasa de interés a aplicar,
corresponde recordar que el señor Juez de la anterior instancia decidió que debía
aplicarse desde el inicio de la mora -fecha del hecho- y hasta el efectivo pago, a
la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días
del Banco de la Nación Argentina.-
Dicha decisión suscitó las quejas de los legitimados pasivos y su
aseguradora, quienes solicitaron se ordene la aplicación de la tasa pura del 8% o
6%.-
La queja no prosperará.-
De acuerdo a lo establecido por la doctrina plenaria sentada por esta
Cámara Civil en los autos "Samudio de Martínez, Ladislaa c/ Transportes
Doscientos Setenta S.A. s/ daños y perjuicios", sentencia dictada el 20/04/09, y
lo dispuesto por el artículo 303 del Código Procesal (según ley 27.500), sobre el
capital reconocido corresponde aplicar la tasa activa cartera general (préstamos)
nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina.-
En este sentido, el artículo 768 del Código Civil y Comercial obliga en los
supuestos como el de autos -en los que no existe convención ni leyes especiales
(incs. “a” y “b”)- a liquidar intereses moratorios de acuerdo a las “tasas que se
fijen según la reglamentación del Banco Central”. Entonces, respecto de los
intereses que fluyan con posterioridad al 1 de agosto de 2015 –entrada en
vigencia del nuevo ordenamiento- debe regir una tasa de interés que haya sido
aceptada por el Banco Central, cumpliendo tal requisito la tasa activa prevista en
la citada doctrina plenaria. Y si bien lo resuelto por las Salas de esta Cámara en
pleno perdió obligatoriedad ante la derogación del artículo 622 del Código Civil,
los motivos que derivaron en la implementación de dicha tasa bancaria se
mantienen aún vigentes e, inclusive, reafirmados por la sanción de la Ley
26.994.-
En función de lo expuesto, entiendo que desde la fecha del hecho
(15/09/2016) y hasta el efectivo pago, deben calcularse los intereses a la tasa

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activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del
Banco de la Nación Argentina.-
En consecuencia, si mi voto fuera compartido, propongo al Acuerdo
confirmar lo decidido en la instancia de grado en cuanto a que los intereses
deben calcularse desde la fecha del hecho (15/09/2016) y hasta el efectivo pago,
a la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días
del Banco de la Nación Argentina. Así lo voto.-
XI.- Por los fundamentos expuestos a lo largo de este decisorio, propongo
al Acuerdo: 1) Modificar la sentencia apelada en cuanto: a) Incrementar las
cuantías reconocidas en concepto de incapacidad sobreviniente y tratamientos y
daño moral a favor del señor Sebastián Dylan Daniel Fasano a las sumas de
Pesos Siete Millones ($7.000.000), comprensiva de las cantidades de Pesos Seis
Millones Setecientos Noventa y Dos Mil ($6.792.000) en concepto de daño
físico y psíquico y de Pesos Doscientos Ocho Mil ($208.000) por tratamiento
psicológico, y Pesos Cinco Millones ($5.000.000), respectivamente, b) Imponer
las costas de Alzada a cargo de la parte actora por el rechazo de la demanda
contra la señora Claudia Graciela Portillo (art. 68, CPCCN) y c) Declarar la
inoponibilidad del límite de cobertura deducido por la compañía aseguradora
“Compañía de Seguros La Mercantil Andina S.A.” respecto de los actores, en
virtud de su condición de damnificados; 2) Confirmar la sentencia de grado en
todo lo demás que se decide y fue objeto de agravios; 3) Imponer las costas de
Alzada a la parte demandada y a la citada en garantía, en razón del principio
objetivo de la derrota (art. 68, CPCCN) y 4) Diferir la adecuación de los
honorarios de los profesionales intervinientes y la fijación de los
correspondientes a esta instancia, hasta tanto obre liquidación definitiva
aprobada (art. 279, CPCCN).-
A LA CUESTIÓN PLANTEADA LA DRA. MARISA SANDRA
SORINI DIJO:
Adhiero por análogas consideraciones al voto del Dr. Li Rosi.-
A LA CUESTIÓN PROPUESTA EL DR. JOSÉ BENITO FAJRE
DIJO:

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Por razones análogas a las expresadas por el Dr. Li Rosi, voto en el mismo
sentido. Sin perjuicio de ello, haré la siguiente aclaración respecto al límite de
cobertura.
Sobre el particular, la Sala “H” que integro como vocal titular, en distintos
pronunciamientos decidió declarar la nulidad de las cláusulas que limitan el
derecho de las víctimas a recibir una indemnización por parte de las
aseguradoras en los casos de seguros obligatorios (con voto del Dr. Mayo en
“Gauna, Valentín c/ Estado Nacional s/ daños y perjuicios”, R. 527.582,
sentencia del 28/12/2009, en un supuesto de accidentes ferroviarios y con voto
del Dr. Kiper, en autos “Urey, Domitila c/Sánchez, Ceferino y otros s/daños y
perjuicios, R. 566.025, sentencia del 03/05/2011, para caso de accidentes en el
transporte público de pasajeros).
Si bien me he pronunciado en reiteradas oportunidades compartiendo este
criterio que propicia declarar la nulidad de este tipo de cláusulas (v. Sala H
González, Ulises Ricardo c. Castillo, Raúl Manuel y otros s/ daños y perjuicios,
del 26/10/2015; “Domínguez Ramón Martires c/ Gatti de Ezcurra Laura Leonor
y otros s/ Daños y Perjuicios” (Expte. No. 28370/09) y “Gatti Vda. De Escurra
Laura Leonor c/ Jara Ramón Alejandro y otros s/ Daños y Perjuicios” (Expte.
No. 45267/10) del 22/10/21 y “Di Lorenzo, Walter Gabriel c/ Lagos, Lucio
Andrés y otros s/ daños y perjuicios” expediente 74.553/2018 del 6/9/22, entre
muchos otros), lo cierto es que, en casos como el presente, en el que comparto el
resultado propuesto por mi colega, a los fines de evitar un dispendio
jurisdiccional y por razones de economía procesal, adhiero a la solución final
propuesta en el voto del Dr. Li Rosi.-
Con lo que terminó el acto. RICARDO LI ROSI. MARISA SANDRA
SORINI. JOSÉ BENITO FAJRE.-
Es fiel del Acuerdo.-

Buenos Aires, de octubre de 2022.-


En virtud a lo que resulta de la votación que da cuenta el Acuerdo que
antecede, se resuelve: 1) Modificar la sentencia apelada en cuanto: a)

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Incrementar las cuantías reconocidas en concepto de incapacidad sobreviniente
y tratamientos y daño moral a favor del señor Sebastián Dylan Daniel Fasano a
las sumas de Pesos Siete Millones ($7.000.000), comprensiva de las cantidades
de Pesos Seis Millones Setecientos Noventa y Dos Mil ($6.792.000) en
concepto de daño físico y psíquico y de Pesos Doscientos Ocho Mil ($208.000)
por tratamiento psicológico, y Pesos Cinco Millones ($5.000.000),
respectivamente, b) Imponer las costas de Alzada a cargo de la parte actora por
el rechazo de la demanda contra la señora Claudia Graciela Portillo (art. 68,
CPCCN) y c) Declarar la inoponibilidad del límite de cobertura deducido por la
compañía aseguradora “Compañía de Seguros La Mercantil Andina S.A.”
respecto de los actores, en virtud de su condición de damnificados; 2) Confirmar
la sentencia de grado en todo lo demás que se decide y fue objeto de agravios; 3)
Imponer las costas de Alzada a la parte demandada y a la citada en garantía, en
razón del principio objetivo de la derrota (art. 68, CPCCN) y 4) Diferir la
adecuación de los honorarios de los profesionales intervinientes y la fijación de
los correspondientes a esta instancia, hasta tanto obre liquidación definitiva
aprobada (art. 279, CPCCN).-
Regístrese, protocolícese y notifíquese. Oportunamente publíquese (conf.
C.S.J.N. Acordada 24/2013). Fecho, devuélvase.-

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