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Poder Judicial de la Nación

CAMARA CIVIL - SALA I

ACUERDO: En la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República


Argentina, a los veintisiete días del mes de abril de dos mil veintidós,
reunidos de manera virtual los señores jueces de la Sala I de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de conformidad con lo
dispuesto por los puntos 2, 4 y 5 de la acordada 12/2020 de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación y para conocer en los recursos de
apelación interpuestos contra la sentencia dictada en los autos
“TABORDA, JOSÉ ALBERTO EMANUEL C/ SANDOVAL,
DANIEL GERMÁN Y OTROS S/DAÑOS Y PERJUICIOS”
(EXP. Nº 18.605/2016), el tribunal estableció la siguiente cuestión a
resolver: ¿Se ajusta a derecho la sentencia apelada?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía hacerse
en el orden siguiente: Dr. Juan Pablo Rodríguez y Dra. Paola
Mariana Guisado.
Sobre la cuestión propuesta el Dr. Rodríguez dijo:
I. La sentencia de grado hizo lugar a la demanda
entablada por José Alberto Emanuel Taborda contra Marcelo Daniel
Germán Sandoval y 17 de agosto S.A. y condenó a pagar a los
accionantes la suma de $275.000, con más los intereses y costas.
Asimismo hizo extensiva la condena a “Protección Mutual de Seguros
del Transporte Público de Pasajeros”, (a cuyo respecto declaro la
inconstitucionalidad de la Resolución 25.429/1997 de la
Superintendencia de Seguros de la Nación y nula la franquicia
pactada).
Contra la sentencia de grado, apelan el actor, la
demandada y su aseguradora, quienes, expresaron sus agravios de
forma virtual. Medió contestación de ambas partes por la misma vía.
II. Esta fuera de discusión que el día 6 de junio de 2015
el alrededor de las 9:15 horas aproximadamente, circulaba el
accionante a bordo de la motocicleta marca Zanella ZR 150, dominio
426-KRV, de su propiedad, por la avenida Leandro N. Alem, de esta

Fecha de firma: 27/04/2022


Firmado por: PAOLA MARIANA GUISADO, JUEZA DE CÁMARA
Firmado por: JUAN PABLO RODRIGUEZ, JUEZ DE CÁMARA
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Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Al llegar a la intersección con la
calle Ingeniero Enrique Butty, frena para esperar que se habilite el
semáforo y en dichas circunstancias, resulto violentamente embestido
en su parte trasera, por la parte delantera de un colectivo de la Línea
26, interno 238, dominio OPB-448, conducido por el señor Daniel
Germán Sandoval, lo que le provoco las lesiones que a continuación
se analizan.
Ante todo, cabe señalar que teniendo en cuenta la fecha
en la que se produjo el siniestro de autos, de conformidad con lo
dispuesto por el art. 7 del nuevo Código, la normativa aplicable es
aquella vigente al tiempo de la ocurrencia del hecho. Ello es así
porque es en esa ocasión en la que se reúnen los presupuestos de la
responsabilidad civil, razón por la cual el caso será juzgado en base al
Código de Vélez Sarsfield, (conf. Aída Kemelmajer de Carlucci, “La
Aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y
situaciones jurídicas existentes”, ed. Rubinzal Culzoni, doctrina y
jurisprudencia allí citada).
El juez de grado consideró acreditada la versión brindada
por el accionante, y juzgó que los emplazados no lograron desvirtuar
la presunción de adecuación causal dispuesta por el art. 1113, segundo
párrafo, segunda parte, del Código Civil. Por consiguiente –como ya
lo adelanté-, hizo lugar a la demanda.
III. Por no encontrarse discutida la responsabilidad
atribuida en autos, me concentraré en el recurso esgrimido por el actor
respecto a los rubros indemnizatorios.
a) incapacidad sobreviniente:
El magistrado de grado fijo la cantidad de $150.000 por
daño físico, rechazando el tratamiento kinésico. Asimismo, fijó la
suma $68.000 para responder al daño psíquico, el que incluye el costo
del tratamiento respectivo (a la fecha del hecho dañoso).

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El accionante pretende el incremento de este ítem por las


consideraciones que nutren sus quejas.
En la sentencia apelada, fueron tratados en forma
conjunta los reclamos efectuados en concepto de incapacidad
sobreviniente (daño físico) y tratamiento kinésico, y por otro lado
daño psicológico y su respectivo tratamiento. No comparto este
temperamento, porque los ítems en cierran conceptos diferentes que
responden a distintos patrones. Por tanto, dado que median agravios
que involucran el tema de la reparación integral y en la medid que
resulta dificultoso comprender cual es el monto otorgado por
tratamiento psíquico, integrare en el presente ítem los daños referidos
y los tratamientos en forma singular, pues, me parece atinado por
razones metodológicas encararlo en ese orden.
Ante todo, es preciso recordar que el daño, en sentido
jurídico, no se identifica con la lesión a un bien (las cosas, el cuerpo,
la salud, etc.), sino, en todo caso, con la lesión a un interés lícito,
patrimonial o extrapatrimonial, que produce consecuencias
patrimoniales o extrapatrimoniales (Calvo Costa, Carlos A., Daño
resarcible, Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p. 97). En puridad, son
estas consecuencias las que deben ser objeto de reparación (Pizarro,
Ramón D. – Vallespinos, Carlos G., Obligaciones, Hammurabi,
Buenos Aires, 1999, t. 2, p. 640), lo que lleva a concluir en la falta de
autonomía de todo supuesto perjuicio que pretenda identificarse en
función del bien sobre el que recae la lesión (la psiquis, la estética, la
vida de relación, el cuerpo, la salud, etc.). En todos estos casos, habrá
que atender a las consecuencias que esas lesiones provocan en la
esfera patrimonial o extrapatrimonial de la víctima, que serán, por lo
tanto, subsumibles dentro de alguna de las dos amplias categorías de
perjuicios previstas en nuestro derecho: el daño patrimonial y el
moral. (Conf. CNCiv, Sala A, Voto del Dr. Picasso, en autos:

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“Guerrero Maldonado, Víctor Alejandro C/ Grupo Concesionario del
Oeste S.A. y otro s/ ds. y ps.”, de agosto de 2016).
La lesión de la psiquis y en el cuerpo de los actores,
entonces, no constituye un perjuicio autónomo y distinto de la
incapacidad sobreviniente. Se trata, en ambos casos, de lesiones
-causadas en la estructura psíquica o el cuerpo de la víctima- que
producen una merma en la capacidad del sujeto para realizar
actividades patrimonialmente mensurables. Es esta merma, que resulta
en una disminución patrimonial (un lucro cesante), lo que en
definitiva constituye el daño resarcible. En sentido concorde, se ha
dicho que las consecuencias de la incapacidad física y las de la lesión
psíquica deben ser valorados en forma conjunta, porque los
porcentajes de incapacidad padecidos por el damnificado repercuten
unitariamente, lo cual aconseja que se fije una partida indemnizatoria
que abarque ambos aspectos ya que, en rigor, si bien conformarían
dos índoles diversas de lesiones, se traducen en el mismo daño, que
consiste, en definitiva, en la merma patrimonial que sufre la víctima
por la disminución de sus aptitudes y para el desempeño de cualquier
trabajo o actividad productora de beneficios materiales (conf. CNCiv,
Sala A, autos “G., J. M. c/ L. P., N. y otros s/ Daños y per-juicios”,
Expte. n° 37.586/2008; ídem, 22/10/2013, “C., C. M. c/ Sanatorio del
Valle y otros s/ Daños y perjuicios”, L. n° 589.623; ídem, 12/3/2013,
“H., Ricardo Alejandro c/ Empresa Ciudad de San Fernando y otros s/
Daños y Perjuicios”, L. n° 610.399; ídem, 19/6/2012, “G., Josefina c/
Transporte Escalada S.A.T. y otro s/ daños y perjuicios”, L. n°
598.408; ídem, 23/02/2012, “G., Victoria Yasmin c/ M., Pablo y otros
s/daños y perjuicios”, LL 18/06/2012, 9).
En otros términos, aunque conceptualmente autónomo, el
daño psíquico no constituye un tercer género de daños a los fines de
su indemnización, ya que en forma indistinta o simultánea, puede
constituir un daño patrimonial, emergente o lucro cesante, por las

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erogaciones de asistencia psicológica y psiquiátrica y farmacológica,


y por la incapacidad transitoria o permanente que pueda producir, y a
la vez un daño moral por los dolores, molestias y padecimientos
extrapatrimoniales (conf. Zabala de González Matilde: “ob. Cit.”, con
cita de Galdos “Acerca del daño psicológico”, JA, 2005-I-1197).
Explicado esto, en la medida que en la especie repercute
en ambos ámbitos, deviene correcto tratarlo a título de incapacidad
sobreviniente y dentro del daño moral.
Sentado ello, la incapacidad sobreviniente puede ser
aprehendida en un doble aspecto, en tanto lesión a la persona, la
incapacidad se percibe ante todo desde una perspectiva intrínseca:
como menoscabo a la integridad psicofísica del sujeto, que con mayor
o menor alcance lo invalida en realizaciones existenciales o
productivas. En este último sentido desde un punto de vista genérico,
puede ser definida como inhabilidad o impedimento, o bien dificultad
apreciable en algún grado para el ejercicio de funciones vitales.
(Zabala de González Matilde: “Tratado de Daños a las Personas –
Disminuciones Psicofísicas”, Tomo II, Pag. 1). Se toman en cuenta de
modo predominante las condiciones personales de la víctima y para
que exista es necesario que se verifique luego de concluida la etapa
inmediata de curación y convalecencias, y cuando no se ha logrado su
total restablecimiento.
Más específicamente, se entiende por lesión toda
alteración de la contextura física o corporal, como una contusión,
escoriación, herida, mutilación, fractura, entre otros ejemplos, y todo
detrimento del organismo, sea por un empeoramiento del desempeño
de la función o un desempeño más gravoso, y cualquier perjuicio en el
aspecto físico de la salud, aunque no medien alteraciones corporales,
en suma, cuando se habla de daño físico, se alude a la pérdida
anatómica y a la afectación funcional, extremos que pueden darse de
manera conjunta o independiente.

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En tanto que por daño psicológico se alude a los
disturbios que afectan el comportamiento general del individuo, con
connotaciones de índole patológica que disminuyen sus aptitudes para
el trabajo o inciden en la vida de relación. Importa una merma o
disminución en el rendimiento o capacidad psíquica, por alteración
profunda de la estructura vital de la personalidad de la víctima.
Supone una perturbación patológica de la personalidad de
la víctima que altera su equilibrio básico o agrava un desequilibrio
precedente (Zabala de González M.: “Daños a la Persona”, p.193,
Hammurabi SRL, 1990).
Ahora bien, es evidente que esa disminución puede,
como todo el resto de los daños considerados desde el punto de vista
“naturalístico” (esto es, desde el punto de vista del bien sobre el que
recae la lesión; Bueres, Alberto J., "El daño moral y su conexión con
las lesiones a la estética, a la psíquica, a la vida de relación y a la
persona en general", Revista de Derecho Privado y Comunitario,
Daños a la persona, n° 1, Santa Fe, 1992, p. 237 y ss.), tener
repercusiones tanto en la esfera patrimonial como en la
extrapatrimonial de la víctima. Este último aspecto no puede
subsumirse en la incapacidad sobreviniente, sino que se identifica, en
todo caso, con el daño moral, al que hoy el código menciona como
consecuencias no patrimoniales (artículo 1741).
En consecuencia, el análisis a efectuar en el presente
acápite debe circunscribirse a las consecuencias patrimoniales de la
incapacidad sobreviniente, partiendo de la premisa, de que la
integridad psicofísica no tiene valor económico en sí misma, sino en
función de lo que la persona produce o puede producir. Se trata, en
última instancia, de un lucro cesante actual o futuro, derivado de las
lesiones sufridas por la víctima (Pizarro-Vallespinos, “Obligaciones”,
cit., t. 4, p. 305).

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Lo expuesto exige además precisar que, aunque


importante, el aspecto laboral es solo una parcela de la indemnización
de la incapacidad sobreviniente. El menú está integrado por otros
ingredientes que pueden incidir en el caso en concreto, lo que nos
conduce a la figura de la “incapacidad vital”, que exige analizar la
proyección que la mengua tiene en la personalidad integral de la
víctima. Esto, porque las secuelas que deja un accidente suelen
repercutir en la vida de relación del damnificado y gravitar
negativamente más allá de la esfera individual, hasta alcanzar los más
variados aspectos, como el social, doméstico, deportivo y cultural, que
si bien no se traducen en la generación de recursos económicos, o de
ganancias directas o inmediatas, al margen de la trascendencia que su
afectación pueda acarrear en el área extrapatrimonial, son
patrimonialmente mensurables, porque pueden de rebote aparejar
consecuencias de esa índole, costado que de estar presente, de acuerdo
a lo que sea dable inferir de las pruebas colectadas en la causa, no
puede ser ignorado a la hora de fijar la cifra del resarcimiento por el
concepto en análisis.
Para decidir en la forma en que lo hizo, el “A quo”,
sostuvo que: a fs. 309/319 el perito médico Luis M. Gonzálezinformó
que, “…Se presenta a la consulta el Sr Taborda José de 31 años,
D.N.I. 33017894 Refiere que realiza tareas de limpieza en un hotel y
que estando parado en un semáforo con su moto fue chocado por un
auto presentando traumatismo craneoencefalico y cervical. Fue
asistido por su A.R.T. donde le realizaron radiografías y le indicaron
el uso de un cuello ortopédico luego le realizaron además una
radiografía magnética. Le indicaron sesiones de fisioterápia estando
1 mes sin poder trabajar. Consulto nuevamente por cervicalgia en su
obra social donde le indicaron más sesiones de fisioterápia. Refiere
padecer en la actualidad de cérvicobraquialgia izquierda. Examen
semiológico Al momento de la entrevista las funciones psíquicas se

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presentan sin particularidades (pensamiento de curso y contenido
normal, atención, memoria y senso percepción sin alteraciones) está
bien orientado y con juicio de realidad conservado. La semiología de
la columna cervical muestra una movilidad dentro del siguiente
rango Flexión 20 grados Extensión 20 grados Rotación 30 grados
Inclinación 20 grados. Hipertonía de músculos paravertebrales. La
sensibilidad y los reflejos osteotendinosos de miembros superiores
están conservados. El actor refiere que estando parado en una
esquina con su moto fue chocado por un auto presentando
traumatismo encéfalo craneano y traumatismo cervical. Por tratarse
de un accidente in itinere fue asistido por su A.R.T. en el Hospital
Británico, se le realizó una radiografía que no mostro lesiones óseas
agudas y se le indico el uso de un cuello ortopédico y AINES.
Continuó en control en el Hospital Británico donde luego de unos
días se le retiro el cuello ortopédico y se le indico sesiones de
fisioterápia. En la actualidad el actor refiere padecer de cérvico
braquialgias, en el examen semiológico se observa una limitación
funcional y la radiografía muestra una rectificación de la lordosis
fisiológica con pinzamiento del espacio C2-C3 y C3-C4. El
electromiograma de miembros superiores muestra compresiones
radiculares de la raíz C4-C5-C6 bilateral. Esto le genera al actor una
incapacidad del 10 % de la total vida. En la actualidad el actor no
requiere ser sometido a ningún tratamiento de rehabilitación
física…”.
En el aspecto psíquico, el perito médico legista contó con
el apoyo de un psicodiagnóstico llevado a cabo por la licenciada en
psicología Viviana G. Espínola.
Al respecto surge que “…Concluirnos entonces que se
detectan según el Baremo del doctor Castex y Silva, un desarrollo
reactivo leve a moderado. Ocasionándole al examinado un daño
psíquico equivalente al 10%, de la total vida, según el baremo antes

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mencionado. El inicio del mismo guarda relación con el accidente


sufrido ya que de las entrevistas, resultado de las técnicas
administradas y estudios practicados no surgen elementos que hagan
inferir la existencia de alguna alteración previa, capaz de generar
incapacidad. Por lo antes dicho se sugiere que el señor Taborda José
Alberto Emanuel, inicie tratamiento psicoterapéutico individual, con
el objeto de que su estado no empeore. Se recomienda que el
tratamiento tenga una Frecuencia de una sesión por semana (costo
promedio con un profesional de acreditada experiencia es de por
sesión) y que su duración no sea menor de 8 meses…”.
A fs. 326/328 la parte demandada y su citada en garantía
impugnaron la pericia, cuyos argumentos fueron rebatidos con solidez
por el perito a fs. 330, ratificando su dictamen. En cuanto al
tratamiento psíquico, el perito respondió a tales planteos,
argumentando que “…No existen constancias de que el actor haya
realizado tratamiento psicoterapéutico. El diagnóstico alcanzado
surge del análisis del psicodiagnóstico agregado a las presentes
actuaciones. …”.
En este caso, la peritación en cuestión, analizada con
sujeción a lo que dispone el art. 477 del Código Procesal, es clara en
su contenido, da respuestas concretas a los puntos periciales
formulados. Por tanto, coincido con el resultado de la valoración de
esta probanza que se realiza en el decisorio sujeto a examen, porque
además de hallarse adecuadamente fundada y respaldada por estudios
complementarios, en la impugnación referida, no se demostró el yerro
en el que se incurriera a nivel pericial, ni tampoco se lo hizo ahora en
la queja.
Dicho lo cual, en lo que hace a la cuantía, hace ya largo
tiempo, y con su anterior composición, esta Sala acude como pauta
orientativa a criterios matemáticos para su determinación, si bien
tomando los valores que arrojan esos cálculos finales como

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indicativos, sin resignar las facultades que asisten al órgano judicial
para adecuarlos a las circunstancias y condiciones personales del
damnificado, de modo de arribar a una solución que concilie lo mejor
posible los intereses en juego. Criterios semejantes, aunque resistidos
por muchos, distan de ser novedosos (cfr. Iribarne, Héctor en
“Derecho de Daños”, primera parte, Directores Trigo Represas,
Stiglitz, Ed. La Roca, Bs. As, 1996, pág. 191 y sgtes.).
En muchos precedentes que se reiteran se han descartado
diversos mecanismos y en esa línea se ha precisado que “…la
determinación del daño impone evaluar las circunstancias personales
de la víctima, cuáles eran sus concretas condiciones precedentes al
hecho dañoso, el grado de desarrollo de sus dones o habilidades, sus
efectivas actividades, los requerimientos familiares, etc. De lo
contrario sólo podrá tenerse por probado una suerte de incapacidad
existencial genérica que por lógica prescindirá de esas condiciones
personales de la víctima. También que debían ponderarse los ingresos
que la víctima obtenía y que frente a la ausencia de una prueba
concreta acerca de su monto, se considera útil tomar como pauta de
referencia los valores que compone el salario mínimo vital y móvil
(expte. 55.244/2011 del 2 de julio de 2015, 101.411/2010 del 2 de
junio del 2015, entre otros).”.
Este temperamento resulta compatible con las directrices
sobre las que se asienta la nueva normativa en la materia (arts. 1745,
1746), que a partir de la entrada en vigencia del nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación se orientan en tal sentido, ya que introducen
en realidad una fórmula de matemática financiera (Alterini, Jorge
Horacio, “Código Civil y Comercial…, t. VIII, pág. 278 y sgtes., Ed.
La Ley). En razón de ello, esta Sala viene considerando desde hace ya
tiempo que parece útil –en sintonía con esos nuevos postulados-
explicitar las bases objetivas y variables en juego que se toman en
cuenta para arribar a los montos indemnizatorios. Ello aún, cuando

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esa nueva normativa no sea –reitero- aplicable en virtud de lo


dispuesto por el art. 7 del mencionado código; es que explicitar el
temperamento para su determinación sin duda contribuye a la
transparencia en la medida en que obliga al magistrado a exponer y
permite a las partes controlar el desarrollo que precede a la
determinación en concreto de la indemnización, ya que al expresar
cada una de las variables a tener en cuenta- ingresos, tasa de
descuento, período de la vida a computar- “obliga a expresar de un
modo transparente (y por exigencias generales de fundamentación,
justificado) qué valor se entiende acreditado o aplicable al caso
(Garrido Cordobea, Borda, Alferillo, en “Código Civil y
Comercial…”, t. 2, pág. 1072 y sgtes.; Ed. Astrea, Buenos Aires,
2015” y entre otros CNCiv. esta Sala, “Peloche Velazco, Miguel
Hugo c/ Hidalgo, Claudio Alejandro y otros s/ daños y perjuicios”
voto del a Dra. Guisado del 28/3/2018)”.
En lo personal, aunque acepto la destacada utilidad que el
empleo de fórmulas matemáticas ofrece como pauta comparativa u
orientativa a los fines de la cuantificación del daño, considero que una
aplicación obligatoria y en términos absolutos de esos esquemas
matemáticos, se manifiestan insuficientes para dar respuestas
razonables y justas en todos los supuestos, y ello de rondón lleva
ínsito el riesgo de desoír el mandato que impone el art. 2 del Título
Preliminar, del Código Civil y Comercial de la Nación –utilizable
como pauta interpretativa-, cuando exige interpretar la ley teniendo en
cuenta los principios y valores jurídicos y de modo coherente con todo
el ordenamiento jurídico. También, por defecto o por exceso, de
afectar el principio de la reparación plena que impacta a nivel
constitucional y se enmarca en el proceso de constitucionalización del
derecho civil patrimonial y de los derechos humanos fundamentales
(arts. 1740 del Código Civil y Comercial de la Nación, arts. 16, 17, 19
y 33 de la Constitución Nacional; mis votos en las causas:

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“BENGOCHEA LUISA SANDRA c/ GONZÁLEZ PABLO Y
OTROS s/ DAÑOS Y PERJUICIOS” N° 91613/2009 y “MISIAK
HORACIO ROBERTO c/ GONZÁLEZ PABLO Y OTROS s/
DAÑOS Y PERJUICIOS” N° 68239/2010), del 24 de julio de dos
mil veinte, “DIAZ CABRERA, CARMEN c/ UNION
TRANSPORTISTAS DE EMPRESAS S.A. LINEA 46 Y OTROS
s/DAÑOS Y PERJUICIOS - EXPTE. N° 58058/2015”, de junio de
dos mil veintiuno entre muchas otras).
La realidad vital asume en diversos supuestos
características y peculiaridades, difíciles de subsumir en un cálculo o
fórmula matemática, en los términos absolutos con que lo propone
algún sector de la doctrina -al menos con las variables y constantes
con que han sido alimentadas hasta ahora las más difundidas-, y que
por ello muchas veces demanda de una suerte de análisis artesanal del
caso, con sujeción al material probatorio reunido en el expediente. En
tales supuestos, el apartamiento de la fórmula o la corrección del
resultado que ella arroje, resulta plenamente justificado, para dotar a
la indemnización de una más justa y realista definición en el caso
sometido a revisión o juzgamiento (ver mis votos en EXPTE. n°
71.097/2010, caratulado “SAN MILLAN, JONATHAN NICOLÁS
Y OTRO C/ PANDOLFI, JORGE ABRAHAM Y OTROS S/
DAÑOS Y PERJUICIOS”, del 20 de diciembre de dos mil
dieciocho; EXPTE. Nº 72.118/2013, caratulado “ARNIJAS,
CLAUDIO NICOLAS C/ ALVARADO OTEGUI FERNANDO Y
OTRO S/ DAÑOS Y PERJUICIOS”, de septiembre de dos mil
diecinueve; EXPTE. Nº 62139/2016, caratulado “BALDO,
CRISTINA DE LOS ANGELES c/ BINAGHI, MARIANO
s/DAÑOS Y PERJUICIOS”, del 22 del mes de mayo de dos mil
veinte y EXPTE Nº 34088/2015, caratulado “VIVANCO HUGO
JULIO C/ RIVERO CESAR AGUSTIN Y OTROS S/ DAÑOS Y

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PERJUICIOS”, de octubre de dos mil veintiuno, entre muchos


otros).
En lo que hace a este tema de la cuantificación, analizada
a la luz de los lineamientos que bajan de la Máxima Instancia del país,
que se reiteran a través de múltiples precedentes, puede decirse que,
sin perjuicio de otras pautas más específicas, existe un verdadero
marco general dentro del cual deben desplegarse los criterios o
mecanismos que se puedan emplear para la concreción de esa delicada
tarea, que exige consideración y respeto al derecho que tiene toda
persona a una reparación integral de los daños sufridos, que es el que
da base, forma y contenido a ese ámbito, que como regla general,
traza la separación que permite distinguir lo justo y respetuoso del
derecho de propiedad (art. 17 de la Constitución Nacional), de lo
arbitrario.
A dicho el Sumo Tribunal, que este principio basal del
sistema de reparación civil encuentra su fundamento en la
Constitución Nacional y está expresamente reconocido por el plexo
convencional incorporado al artículo 75, inciso 22, de la Ley
Fundamental (conf. artículos I de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre; 3° de la Declaración Universal de
Derechos Humanos; 4°, 5° y 21 del Pacto de San José de Costa Rica y
6° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; CSJN in re
“ Grippo, Guillermo Oscar; Claudia P. Acuña y otros c. Campos,
Enrique Oscar y otros s/daños y perjuicios (acc. trán. c. les. o muerte)
• 02/09/2021, TR LA LEY AR/JUR/134520/2021, Considerando 3,
entre muchos otros; CSJN: precedentes “Pérez Fredy”, del 24/08/95
Fallos: 318:1598; “Peón”, del 17/03/1998 Fallos 321:387; “Aquino”,
del 11/09/2004 Fallos 327:3753; “Rodríguez Pereyra”, del 27/11/2012
Fallos 325:2333 y “Ontiveros”, del 10/08/2017 Fallos 340/1038, entre
otros).

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Es la violación del deber de no dañar a otro lo que genera
la obligación de reparar el menoscabo causado, noción que
comprende todo perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria que
afecte en forma cierta a otro en su persona, en su patrimonio y/o en
sus derechos o facultades (conf. Fallos: 340:1038 “Ontiveros” y sus
citas).
La “…comprensión, amplia y funcional del alcance de la
reparación plena, que no hace más que reflejar el permanente esfuerzo
del derecho por procurar restituirle a la víctima del daño injustamente
sufrido el estado anterior al evento lesivo, ha sido ampliamente
receptada en los artículos 1710, 1711, 1726, 1737 y 1740 del Código
Civil y Comercial de la Nación, aunque tenía también suficiente y
consolidado reconocimiento al amparo del Código Civil derogado,
aplicable a la especie por razones de derecho transitorio, por haber
ocurrido el infortunio con anterioridad a la vigencia de aquel cuerpo
normativo (Fallos: 340:1038, voto del juez Lorenzetti, considerando
6°).
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, a mi modo de
ver, en el citado precedente “Grippo”, fija pautas concretas al libre
juego de las indemnizaciones que por incapacidad sobreviniente y
valor vida se pueden conceder en el ámbito civil, en particular, y en
los distintos fueros en general. En tal escenario, asigna a las fórmulas
matemáticas, con particular referencia al régimen especial de
reparación de daños derivados de accidentes de trabajo y
enfermedades profesionales previsto en las leyes 24.557 y 26.773 y
sus disposiciones modificatorias, complementarias y reglamentarias
(conf. artículos 11, inc. 4°, ap. b y 15, inc. 2, de la ley 24.557 y
artículo 2 de la resolución de la Secretaría de Seguridad Social
22/2014), un triple rol o función.
En primer lugar, una que opera como barrera o piso
mínimo. A ella se refiere cuando en el Considerando 1° indica que

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“resulta inconcebible que una indemnización civil que debe ser


integral, ni siquiera alcance a las prestaciones mínimas que el sistema
especial de reparación de los accidentes laborales asegura a todo
trabajador con independencia de su nivel de ingreso salarial” (conf.
Fallos: 340:1038 “Ontiveros”).
En segundo lugar, atribuye a los cálculos matemáticos
mencionados una finalidad orientativa, o como pauta genérica de
referencia que no debe ser desatendida por quienes tienen a su cargo
la tarea de cuantificar los daños (conf. arg. Fallos: 327:2722 y
331:570). Implica ratificar el rol que tradicionalmente la
jurisprudencia civilista asignara a los cálculos matemáticos en la
elaboración de los montos indemnizatorios de los mencionados
rubros. Esa función está enderezada a conciliar de la mejor manera
posible los intereses en juego, de la que se deduce también, una
tercera finalidad, con una franca dirección; evitar disimilitudes
notorias entre las indemnizaciones que se acuerdan en el ámbito civil
y en el laboral por los mismos perjuicios, sin razones que justifiquen
esa manifiesta diferencia. Todo ello en pos de la necesaria armonía
que debe primar en el ordenamiento jurídico en situaciones similares,
lo que desde luego contribuye al respeto del derecho a la igualdad que
consagra el art. 16 del Constitución Nacional y a la seguridad jurídica,
que como lo destaca el Cimero Tribunal, también cuenta con jerarquía
constitucional (conf. Fallos: 220:5; 243:465; 251:78; 253:47; 254:62;
316:3231; 317:218; 331:2672 y 332:1531).
A estos últimos aspectos hace mención La Corte
Suprema, cuando en el Considerando 4°, señala en alusión a
anteriores precedentes “…más allá de que -como norma- no quepa en
supuestos como los examinados recurrir a criterios matemáticos ni
aplicar las fórmulas utilizadas por la ley de accidentes de trabajo,
estos últimos pueden constituir una pauta genérica de referencia que
no debe ser desatendida por quienes tienen a su cargo la tarea de

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cuantificar los daños (conf. arg. Fallos: 327:2722 y 331:570)”. Dejó
bien en claro en este sentido que: “La consideración de criterios
objetivos para determinar la suma indemnizatoria en cada caso no
importa desconocer la facultad propia de los magistrados de adecuar
el monto de la reparación a las circunstancias y condiciones
personales del damnificado habida cuenta el margen de valoración de
que aquellos gozan en la materia (artículo 165 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación), sino recurrir a pautas meramente
orientadoras que permitan arribar a una solución que concilie de la
mejor manera posible los intereses en juego y evite –o cuando menos
minimice- valoraciones sumamente dispares respecto de un mismo
daño sin motivos razonables y/o de entidad que lo justifiquen. Ello
máxime cuando, como en el caso, la ponderación cuestionada por
insuficiente atañe al daño material” (Considerando 4°, párrafo 3°).
Agregó en el sentido expuesto: “No cabe duda de que las
normas que forman parte de dicho sistema resarcitorio fueron
pensadas y están destinadas a los trabajadores en relación de
dependencia. No obstante ello, no puede desconocerse que el fin
perseguido por aquellas es, en definitiva, la reparación de los mismos
perjuicios cuyas indemnizaciones pretende quien sufre una minusvalía
derivada de un accidente de tránsito, sin que pueda razonablemente
admitirse que el distinto ámbito en el que se produjeron los daños
pueda constituir un elemento que autorice una cuantificación
notoriamente disímil respecto de la misma lesión” (Considerando 5,
párrafo 3°). Y, “Que en función de las consideraciones señaladas,
ponderadas a la luz del prisma del derecho a una reparación integral,
este Tribunal entiende que resulta ineludible que, al tiempo de
determinar el monto indemnizatorio por incapacidad sobreviniente y
valor vida, los magistrados intervinientes tengan en cuenta como
pauta orientadora las sumas indemnizatorias que establece el régimen
de reparación de riesgos del trabajo para esos mismos rubros, lo que

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coadyuvará a arribar a una decisión que -más allá de las


particularidades propias de cada régimen indemnizatorio- no
desatienda la necesaria armonía que debe regir en el ordenamiento
jurídico cuando no se evidencian razones de entidad para un proceder
diferente” (Considerando 6).
“Ello, pues no resulta razonable que…a un trabajador en
relación de dependencia se le otorgue protección mayor que a
cualquier otro habitante cuando lo que se intenta resarcir de manera
integral es el mismo concepto. Esta diferenciación, sin otro
fundamento más que la condición señalada, conduce a vulnerar el
derecho de igualdad ante la ley previsto por el artículo 16 de la
Constitución Nacional” (Considerando 6°, ante último párrafo)”.
Por su parte, el Dr. Rosenkrantz, en su voto, precisa
(Considerando 9º, último párrafo): “El porcentaje de incapacidad
laboral no es una pauta determinante que el juzgador deba
inevitablemente seguir para mensurar y resarcir el daño a la integridad
psicofísica, cuando se demanda de acuerdo con el derecho civil.
Como lo destaca el juez Lorenzetti en su voto (considerando catorce),
si bien el porcentaje de incapacidad laboral es una pauta genérica de
referencia, el juzgador debe también valorar las consecuencias que
afecten a la víctima, tanto desde el punto de vista individual como
desde el social, lo que le confiere a dicha tarea un marco de
valoración más amplio (Fallos: 308:1109; 312:2412; 322:2658;
326:847; 327:2722 y 329:4944). Ello es consecuencia, asimismo, de
las diferencias que existen entre el régimen indemnizatorio civil y el
sistema especial de reparación de los accidentes laborales (doctrina de
Fallos: 305:2244 y 330:1751, disidencia del juez Lorenzetti,
considerando octavo).
En el voto del Ministro Lorenzetti, se expresa, de modo
concordante (Considerando 14, último párrafo): “En este aspecto,
cabe recordar, que para evaluar el resarcimiento en casos en los cuales

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la víctima ha sufrido daños irreversibles en su integridad psicofísica,
el porcentaje pericial de incapacidad laboral, aunque pueda ser útil
como una pauta genérica de referencia, no constituye un patrón que el
juzgador deba seguir inevitablemente (Fallos: 308:1109; 312:2412,
entre otros); entre otras razones, porque no solo corresponde
justipreciar el aspecto laboral sino también las consecuencias que
afecten a la víctima, tanto desde el punto de vista individual como
desde el social, lo que le confiere a dicha tarea un marco de
valoración más amplio (Fallos: 318:1715; 322:2658; 326:847;
327:2722; 329:4944)”. Y más adelante se añade: “Que vale la pena
señalar que en este ámbito de la responsabilidad civil, la
cuantificación del daño a la persona ceñida a una aplicación
matemática y estricta del porcentual de incapacidad laboral que
estiman los médicos en el pleito, convertiría a la delicada tarea del
juez en una actividad mecánica, meramente algebraica, incompatible
con la imprescindible dimensión valorativa que toda sentencia debe
realizar a la hora de ponderar adecuadamente el alcance y la entidad
de los intereses lesionados de la víctima (Considerando 16, primer
párrafo).
Como claramente lo deja entrever el Máximo Tribunal,
los cálculos matemáticos en cuestión son de obligada consulta,
aunque limitada a objetivos bien precisos, una función meramente
orientadora, y para evitar valoraciones sumamente dispares respecto
de un mismo daño sin motivos razonables y/o de entidad que lo
justifiquen, pero no en términos absolutos, para la estricta definición
de la cuantía. En rigor, de acuerdo a la inteligencia que corresponde
dar al citado pronunciamiento, el aludido carácter orientador es nítido
cuando, superado el nivel de las prestaciones mínimas que el sistema
especial de reparación de los accidentes laborales asegura a todo
trabajador con independencia de su nivel de ingreso salarial, el
análisis se mueve en los márgenes superiores, para la definitiva

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cuantificación del resarcimiento. Aspecto este último, en el que queda


evidenciada la facultad de los jueces para apartarse o corregir el
resultado que arrojen dichos cómputos, cuando las circunstancias y
condiciones personales del damnificado lo habiliten. Pero ese alcance
de la cifra que arroja el cómputo muta a una exigencia ineludible,
cuando se trata del nivel inferior de la indemnización, que constituye
un piso que no puede ser perforado, so pena de caer en arbitrariedad,
en especial cuando concurren grandes desigualdades, salvo que
excepcionalmente medien razones muy fundadas, elementos o
motivos razonables o de entidad que lo autoricen.
En lo que se pone especial énfasis, en suma, es en evitar
la notoria disparidad de indemnizaciones respecto de una misma
lesión, solo fundada en el distinto ámbito en el que ella es juzgada,
circunstancia despojada de toda idoneidad para justificar esa tamaña
diferencia, y como contrapartida, destacado vehículo para embestir
contra el derecho a la igualdad que proclama el ciado art. 16 de la
Constitución Nacional y para resquebrajar la seguridad jurídica. Se
trata, en rigor, aún a riesgo de ser reiterativo, de una función que
claramente se orienta a garantizar un piso mínimo de derechos a nivel
cuantitativo y a la vez armonizadora del ordenamiento jurídico, que
no tolera soluciones tan dispares solo basadas en el distinto fuero en el
que fueron concebidas, pero que de ningún modo tiene la intención de
cercenar la libertad que ostentan los magistrados de adecuar el monto
de la reparación a las circunstancias y condiciones personales del
damnificado habida cuenta el margen de valoración de que aquellos
gozan en la materia, de acuerdo a la terminología que el mismo Sumo
Tribunal emplea, con base en lo que dispone el art. 165 del Código
Procesal.
Con estas precisiones, que no resultan incompatibles con
la solución que viene aplicando este Tribunal en el tema, entiendo que
en el caso en concreto, la aplicación de la fórmula a ciegas combinada

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con lo que a continuación se resuelve en materia de intereses,
conduciría a un resultado desproporcionado, por una serie de
circunstancias que justifican intervenir para adecuar el resultado a
bases más realistas.
En ese orden de ideas, estimo adecuado valorar la edad al
momento del accidente -28 años-, respecto a sus ingresos conforme el
recibo obrante en el BLSG, surge que se desempeñaba como
empleado en el sector de hotelería, por lo que dicho recibo, será
acompañado en su evolución conforme el salario mínimo vital y
móvil vigente a la fecha de la sentencia de grado
En base a lo expresado, y por considerar reducido el
monto otorgado en la instancia de grado en concepto de daño físico
($150.000) y daño psíquico –el que es comprensivo del tratamiento
psíquico- ($68.000) y conjugado con lo que se resuelve en materia de
intereses a continuación, propongo al Acuerdo, hacer lugar a los
agravios del demandante y en consecuencia elevar la suma por este
ítem incapacidad sobreviniente (daño físico y psíquico) a $1.200.000,
dado que la cantidad solicitada en la demanda fue supeditado a la
fórmula “o lo que en más o en menos resulte de las probanzas”, lo
cual elimina eventuales violaciones al principio de congruencia que
los jueces estamos obligados a respetar (art 34, inc. 4 y 163, inc. 6º del
Código Procesal). (art. 165 parte final del Código Procesal).
b) Daño moral
El magistrado de grado, otorgó el monto solicitado en la
demanda, $50.000 por este concepto.
El demandante pretende su incremento.
El daño moral se halla configurado por la lesión en los
sentimientos que determina dolor o sufrimiento, inquietud espiritual o
agravio a las afecciones legítimas y, en general, toda clase de
padecimientos comprendiendo también las molestias en la seguridad
personal de la víctima o en el goce de sus bienes.

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Mediante la indemnización peticionada se procura


reparar la lesión ocasionada a la persona en alguno de aquellos bienes
que tienen un valor principal en su vida, y que son la paz, la
integridad física, la tranquilidad de espíritu, el honor, y los demás
sagrados afectos que se resumen en los conceptos de seguridad
personal y afección legítima; y cuya violación determina la
modificación disvaliosa del espíritu en su capacidad de entender,
querer o sentir, que resulta anímicamente perjudicial.
Es claro que lo no patrimonial no tiene traducción
dineraria. Y que toda fijación de un monto resarcitorio por daño moral
tiene algo de caprichoso o arbitrario. Aún admitiendo que el derecho
es una ciencia blanda. En este derrotero, Lafaille, predicaba, como
criterio a la hora de cuantificar el daño moral, atender al costo de las
necesidades a satisfacer con ese dinero, a los “placeres
complementarios” (ver Rubinzal- Culzoni Editores: “Código Civil de
la república Argentina, Explicado”, t. III, ps. 625/6).
Esta opinión, se encuentra en línea con lo que al respecto
ahora propone el art. 1741, última parte, del Código Civil y Comercial
de la Nación, utilizable como pauta interpretativa. Se ha dicho así, que
queda superado en la actualidad el criterio que sostenía que en el daño
moral se indemnizaba el “precio al dolor” para aceptarse que lo
resarcible es el “precio del consuelo”, que procura “la mitigación del
dolor de la víctima a través de bienes deleitables que conjugan la
tristeza, la desazón o las penurias. Se trata de proporcionarle a la
víctima recursos aptos para menguar el detrimento causado y por esa
vía facilitar el acceso a gratificaciones viables, confrontando el
padecimiento con bienes idóneos para consolarlo, o sea,
proporcionarle alegría, gozo, alivio, descanso de la pena (ver
Lorenzetti, Ricardo Luis: “Código Civil y Comercial de la Nación,
Comentado”, t. VIII, p. 1741).

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Si bien el cálculo del dolor se presenta como una tarea de
dificultosa realización, nada impide apreciarlo, con criterios de
razonabilidad y justicia, en su intensidad y grado, para de esa manera
estar en condiciones de definir una cuantía que resulte idónea o
suficiente para compensar las angustias, tristezas y toda clase de
padecimientos derivados del evento dañoso, con la adquisición de
bienes y contratación de actividades sociales, culturales y de
esparcimiento o recreación en general, aptos para posibilitarle al
damnificado situaciones de disfrute, distracción y deleites suficientes
para alcanzar los objetivos que expresa el dispositivo.
A tal fin, valoro, las características del hecho, la edad que
tenía al momento del accidente (28 años), y todo lo descripto al tratar
la incapacidad sobreviniente en cuanto a la atención medica recibida
en el Hospital Británico, la utilización de cuello ortopédico y AINES,
las sesiones de fisioterápia, el tratamiento psicológico que deberá
encarar, y las secuelas con las que deberá convivir, sumado a las
características del hecho y las consecuentes molestias debieron
generar las situaciones derivadas del accidente de autos.
En función de lo expuesto precedentemente y lo dicho al
tratar el ítem incapacidad sobreviniente, entiendo que en este caso, la
suma establecida resulta algo reducida por lo que propongo al
Acuerdo admitir los agravios del actor, y elevar el resarcimiento a la
cantidad de $ 200.000, monto que entiendo mayormente ajustado a los
padecimientos susceptibles de ser generados por la situación
descrita.
Ello, porque aunque como regla considero que en materia
de daño moral, por respeto al principio de congruencia, la cifra
estimada por el damnificado no puede ser excedida, se dan a mi modo
de ver las condiciones para hacer una excepción a ese criterio. Por
tanto, propicio elevar la cuantía a la mencionada cifra, aunque supere
la de $50.000 reclamada en la demanda por este concepto, dada la

Fecha de firma: 27/04/2022


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feroz pérdida del poder adquisitivo del dinero experimentada, lo que


en un supuesto con las peculiaridades del presente, lejos de evidenciar
desproporción, resulta una manera razonable de expurgar la
desvalorización desde el momento en que la cifra fue estimada, al
interponerse la demanda. En una hipótesis como la de autos, en aras
de un formal y poco realista respecto del principio de congruencia,
conceder la cifra a valores nominales conjugada con la tasa activa, se
manifiesta como insuficiente para resguardar la real significación o el
verdadero valor que el monto pedido tenía o representaba, cuando la
demanda fue deducida. Por ello, reitero, propongo hacer lugar a los
agravios del accionante y modificar la sentencia apelada en el sentido
expuesto.
c) Gastos de atención médica y farmacia
El juez de grado cuantificó esta partida en la suma de
$3.000.
El demandante pretende su incremento.
El resarcimiento de los gastos médicos, de medicamentos
y traslado debe ser admitido aún cuando no se encuentren
documentalmente acreditadas las sumas irrogadas, cuando -como en
el caso-, por la naturaleza de las lesiones padecidas, es presumible que
tales desembolsos se hubieran producido. En efecto, no es necesaria la
prueba acabada de su existencia mediante la presentación de recibos o
facturas, en atención a su razonabilidad. Basta la acreditación de la
adecuada relación con la patología sufrida para su reembolso, el que
quedará librado al prudente arbitrio judicial.
En tal sentido, conforme a un reiterado criterio es sabido
que el hecho de que el actor sea afiliado a una obra social no es razón
para rechazar o limitar la reparación por gastos farmacéuticos puesto
que es de público conocimiento que ellas no cubren la totalidad de los
servicios y que a lo sumo se logra un descuento, pero no la gratuidad
en las compra de remedios.

Fecha de firma: 27/04/2022


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En autos se encuentra probado que la actora debió ser
asistida en el Hospital Británico, que debió realizar distintos
tratamientos, como fue expuesto al tratar la incapacidad sobreviniente,
por lo que es razonable entender que debió tener diversos gastos sin
perjuicio de que no pueda acreditarlos. En consecuencia, de acuerdo a
los datos de la experiencia, considero que el monto otorgado por este
ítem resulta adecuado, más aun si se lo conjuga con lo que luego se
resuelve en materia de intereses, por lo cual propongo al Acuerdo
rechazar los agravios en estudio y confirmar este aspecto del
pronunciamiento apelado.
d) tratamiento psicológico
El magistrado de grado incluyó el costo de este ítem
dentro del daño psíquico, de lo que se agravia el apelante.
Los gastos terapéuticos futuros son resarcibles siempre
que de acuerdo con la índole de la lesión padecida, resulta previsible
la necesidad o conveniencia de realizar o proseguir algún tratamiento
para subsanar o aliviar aminoraciones o debilidades psicofísicas
derivadas del suceso. Tratándose de un daño futuro, no se precisa
seguridad de que sobrevendrá, sino un suficiente grado de
probabilidad. Para la procedencia de la indemnización debe bastar que
la asistencia o intervenciones terapéuticas aconsejadas, aunque no
indispensables, resulten razonablemente idóneas para revertir o
reducir las secuelas desfavorables del hecho (Zavala de González,
Matilde. “Tratado de daños a la persona”, Disminuciones psicofísicas,
t.1 p. 348/349).
El experto recomendó “…que el tratamiento tenga una
Frecuencia de una sesión por semana (costo promedio con un
profesional de acreditada experiencia es de $800 por sesión) y que su
duración no sea menor de 8 meses… El objetivo de un tratamiento
psicoterapéutico es tratar de mejorar la sintomatología del actor”.

Fecha de firma: 27/04/2022


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Pues bien, aceptado lo concluido en los informes


periciales, conforme fue analizado precedentemente en el ítem
incapacidad sobreviniente, entiendo que corresponde hacer lugar al
agravio del accionante y otorgar por este ítem la suma de $25.600, lo
que conjugado con la tasa de interés fijada para este rubro arroja un
monto adecuado (art. 165 parte final del Código Procesal).
e) Rechazo de tratamiento kinésico
El magistrado de grado este rubro.
Como bien dijo el “A quo”, respecto al tratamiento
kinésico, “…no existen en autos constancias que le permitan tener
por acreditada su necesidad…”.
Así las cosas, cabe remitirse al dictamen pericial, más
precisamente a punto de pericia de la actora número “…8) Si el
accionante puede ser sometido a algún tratamiento de rehabilitación
física; caso positivo; indique que tratamiento, su costo y el tiempo de
duración del mismo; RESPUESTA: No lo requiere en la actualidad.”.
Como puede observarse el experto fue contundente en su
respuesta, a lo que se suma que la parte actora no impugnó ese
informe, pues solo fue cuestionado por la parte condenada.
Concuerdo entonces con lo dicho por el magistrado de
grado, por lo que propongo al Acuerdo, rechazar los agravios sobre el
punto, y en consecuencia confirmar lo decidido sobre el punto.
f) Reparación del rodado
El “a quo” fijó por este rubro la suma de $4.000
El actor cuestiona esta partida.
La interpretación de los arts. 1068 y 1109 del Código
Civil permite concluir que es la violación del deber de no dañar a otro
lo que genera la obligación de reparar el daño causado y que tal
noción comprende todo perjuicio susceptible de apreciación
pecuniaria que afecte en forma cierta a otro, a su patrimonio, a su
persona, a sus derechos o facultades (ver Cifuentes-Sagarna: “Código

Fecha de firma: 27/04/2022


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Civil Comentado y Anotado”, t. II, p. 293 y jurisprudencia allí
citada). 
Al respecto, vale destacar que este derecho de la víctima
de acceder a la justicia para obtener compulsivamente de su deudor
las indemnizaciones correspondientes (art. 730, inc, c), y que estas
sean completas, proviene de la Constitución Nacional, del principio
general de no dañar (art. 19 de la Constitución nacional), e incluso se
afirma que se trata de un derecho inferido de la garantía de la
propiedad (art. 17) y de la igualdad ante la ley (art. 16 de CN), o un
derecho constitucional autónomo emergente de los derecho implícitos
(art. 33). La misma Corte Suprema de Justicia de la Nación ha puesto
de relieve la jerarquía constitucional de este principio en varios
precedentes (Ver Lorenzetti, Ricardo Luis: “ob. cit.”, ps. 492 y 494, y
fallos allí citados). 
Dicho lo cual, sobre la temática, el juez de grado dijo “…
El interesado sufrió daños en su vehículo, suficientemente acreditados
a lo largo del proceso”.
A fs. 264/268 luce la contestación de oficio del taller
mecánico Todo Motos, en donde se informa que el presupuesto
acompañado por el actor a fs. 7, que da cuenta de un costo de
reparación de cuatro mil pesos ($4.000).
Del dictamen de fs. 270/275 surge cuando el ingeniero
Molina refiere a los daños producidos en el automotor, describiendo
acabadamente los repuestos objetos de reemplazo, como así también
los trabajos de chapa, pintura, mecánica y electricidad adecuados para
su reparación. Este importe no fue cuestionado por las partes, el cual
se encuentra abonado lógicamente, reitero, con lo informado por el
taller referido en cuanto al valor de reparación del rodado, es decir el
monto que surge del presupuesto auténtico que corresponde a la suma
reclamada e indicada en la presentación liminar.

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No obstante, como bien lo señala la parte actora, cabe


resaltar que el mismo perito ha detallado los montos de los repuestos
y mano de obra actualizados con los valores a la fecha de la
experticia, es decir, 19/6/19, para lo cual ha utilizado el IPC
informado por el Ministerio de la Economía de la Nación, siendo el
monto de repuestos la suma de $20.790 y por mano de obra la suma
de $3.000, siendo un total de $23.790 (pesos veintitrés mil setecientos
noventa). Por tanto, por tratarse de un monto que goza de mayor
certeza, por acercarse más a la fecha actual, considero que en este
aspecto al sentencia debe ser modificada, y que corresponde receptar
el agravio del actor, concediendo la cifra estimado por el perito a los
valores reinantes al momento de emitir el dictamen, lo que así
propongo al Acuerdo.
IV. Intereses.
Esta Sala comparte el criterio de fijar la tasa activa
cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del
Banco de la Nación Argentina – o una similar- solo a partir del
pronunciamiento de primera instancia cuando los valores son
establecidos a esa fecha y se encuentran libres hasta entonces de todo
deterioro a causa de la desvalorización monetaria. En esos casos,
aplicar la tasa activa desde el hecho importaría, -dada su composición-
compensar un deterioro, inexistente, incrementando en forma indebida
el significado económico de la condena. Así lo ha resuelto esta Sala
en numerosos casos análogos (conf. exptes. n°59.408/03 el 5 de
noviembre de 2009; 19.835/06 del 15 de octubre de 2009, 99575/06
del 26 de marzo de 2010 entre otros). Mas, como en el caso el colega
de grado fijó la indemnización a valores reinante al momento del
hecho, considero que debe confirmarse el temperamento de aplicar la
mencionada tasa, que tiene un componente inflacionario, a fin de
morigerar la pérdida experimentada por el poder adquisitivo del
dinero. Esto, excepción hecha de las cifras destinadas a resarcir el

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tratamiento psicológico y los gastos de reparación del rodado, en que
deberá correr la tasa del 8 % anual desde el hecho y hasta las
respectivas pericias, y desde esa oportunidad a la tasa activa, puesto
que los valores fueron fijados para esas fechas.
V. Franquicia
En juez de primera instancia hizo extensiva la sentencia a
la citada a la garantía, declarando inoponible al damnificado la
franquicia pactada lo que está de acuerdo con la doctrina plenaria
sustentada en autos “Obarrio” y “Gauna”.
La aseguradora se queja de lo decidido argumentando
que el criterio del plenario es contrapuesto a la postura esbozada por
la Corte Suprema en autos “Villarreal”. Funda su crítica en que el
criterio del plenario debe ceder ante la doctrina establecida por el
máximo tribunal y desarrolla una profunda argumentación en derredor
de su postura.
La Cámara en pleno, estableció por mayoría de votos,
como doctrina legal obligatoria (art.303 CPCC) en los autos “Obarrio,
María Pía c/ Microomnibus Norte S.A.s/ Daños y Perjuicios
(accidente de tránsito c/ lesiones o muerte-sumario)” y “Gauna
Agustín c/ La Economía Comercial S.A. de Seguros Generales y otro
s/ daños y perjuicios (accidente de tránsito y lesiones o muerte-
sumario)” del 24 de octubre de 2006, que en los contratos de seguro
de responsabilidad civil de vehículos automotores destinados al
transporte público de pasajeros, la franquicia como límite de cobertura
fijada en forma obligatoria por la autoridad de control de la actividad
aseguradora conforme la resolución n° 25429/97 es inoponible al
damnificado (sea transportadora o no). En virtud de ello, la
aseguradora citada en garantía deberá responder frente a la víctima
por la totalidad de la condena, sin perjuicio de las acciones de regreso
que le correspondieren respecto de su asegurado.

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La aplicación de la doctrina plenaria mencionada resulta


obligatoria en función del citado dispositivo ritual (ver además art. 3°
de la ley 27.500, publicada en el Boletín Oficial con fecha 10 de enero
de 2019, derogatoria la ley 26.853).
La Dra. Castro, ha sostenido en la causa “Manzi, Héctor
O. c/ Transportes San Cayetano S.A.C.”, sentencia del 1º de
diciembre del 2009 que participa del criterio que informan los
precedentes de nuestra Corte Suprema sobre el punto (ver entre
muchísimos otros causas N.312.XXXIX “Nieto, Nicolaza del Valle c/
La Cabaña S.A. y otros” y V.482.XL “Villarreal, Daniel Alberto c/
Fernández, Andrés Alejandro y otros,” publicadas en Fallos 331:379
y 334: 988), lo cual es compartido por el suscripto.
Así, su doctrina relativa a los alcances de las obligaciones
asumidas por el asegurador en el caso de seguros de responsabilidad
de la que hace aplicación en esta materia es coherente con una postura
general del Tribunal que, a la hora de juzgar las responsabilidades del
asegurador frente a cualquier tercero beneficiario entiende que el
respeto a la ley de seguros exige atenerse a los términos del contrato.
Los precedentes de nuestra Corte en la materia relevan que en las más
diversas situaciones ha seguido una línea que hace prevalecer frente al
tercero damnificado las limitaciones pactadas contractualmente entre
el tomador del seguro y su asegurador. En esta línea se inscriben los
pronunciamientos anteriores al fallo plenario “Obarrio” y también los
posteriores, en los que la Corte siempre descalificó decisiones que
entendió que se apartaban de la solución legal prevista para el caso,
esto es, la norma del art. 118 de la ley de la materia.
Por lo expuesto, aunque por estos argumentos, en función
de la obligatoriedad del citado plenario que declaró la inoponibilidad
de la franquicia, y no obstante que comparto muchas de las razones
que aduce la compañía, considero que las sentencia debe ser
confirmada en este aspecto.

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VI. Por todo lo expresado, si mi voto fuese compartido,
propongo modificar el pronunciamiento apelado y hacer lugar a los
agravios del actor en lo que respecta a los montos de los ítems
“incapacidad sobreviniente”, “tratamiento psíquico”, “gastos de
reparación del rodado” y “daño moral”, que se elevan respectivamente
a la cantidad de $1.200.000, $25.600, $ 23.790 y $ 200.000. Se
aceptan parcialmente los agravios de la parte accionada respecto a los
intereses, los que deberán calcularse de conformidad con lo
establecido en el considerando IV. Asimismo, se rechazan las
restantes quejas en estudio de ambas partes y se confirma todo lo
demás que ha sido materia de agravios. Atento a las características de
los agravios, su incidencia económica, los distintos criterios que
existen en materia de accesorios, y la forma como se resuelve, las
costas de Alzada deben imponerse a la demandada y a la citada en
garantía, que en el análisis global resultaron vencidas (art. 68 del
Código Procesal).
La Dra. Guisado dijo:
Es sabido que, a partir de los precedentes “Santa
Coloma”, “Gunther” y “Luján” —dictados todos el mismo día, el
5 de agosto de 1986—, la Corte Suprema de Justicia de la Nación
estableció que el principio alterum non laedere tiene raíz
constitucional.
Como consecuencia de ello quedó establecido a partir de
la doctrina del Máximo Tribunal que la reparación integral no se logra
si el resarcimiento que se admite como modo de reparar los daños
ocasionados se concreta en valores económicos insignificantes en
relación con la entidad del daño que pretende resarcirse (conf. Fallos:
314:729, considerando 4°; 316:1949, considerando 4°, y 340:1038;
entre otros).

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En esa línea de razonamiento, la Corte Suprema en el


marco de una demanda laboral por daños deducida con sustento en las
normas del Código Civil ha enfatizado que resulta inconcebible que
una indemnización civil que debe ser integral, ni siquiera alcance a las
prestaciones mínimas que el sistema especial de reparación de los
accidentes laborales asegura a todo trabajador con independencia de
su nivel de ingreso salarial (conf. Fallos: 340:1038 ―Ontiveros-), así
como también ha admitido que, más allá de que -como norma- no
quepa en supuestos como los examinados recurrir a criterios
matemáticos, ni aplicar las fórmulas utilizadas por la ley de accidentes
de trabajo, estos últimos pueden constituir una pauta genérica de
referencia que no debe ser desatendida por quienes tienen a su cargo
la tarea de cuantificar los daños (conf. arg. Fallos: 327:2722 y
331:570).
La consideración de criterios objetivos para determinar la
suma indemnizatoria en cada caso no importa desconocer la facultad
propia de los magistrados de adecuar el monto de la reparación a las
circunstancias y condiciones personales del damnificado habida
cuenta el margen de valoración de que aquellos gozan en la materia
(artículo 165 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación),
sino recurrir a pautas meramente orientadoras que permitan arribar a
una solución que concilie de la mejor manera posible los intereses en
juego y evite –o cuando menos minimice- valoraciones sumamente
dispares respecto de un mismo daño sin motivos razonables y/o de
entidad que lo justifiquen. Ello máxime cuando, como en el caso, la
ponderación cuestionada por insuficiente atañe al daño material.
Como colorario de ello la Corte recientemente en el caso
“Grippo” vino a reforzar esa idea, dejando expresamente dicho que
resulta ineludible que, al tiempo de determinar el monto
indemnizatorio por incapacidad sobreviniente y valor vida, los
magistrados intervinientes tengan en cuenta como pauta orientadora

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las sumas indemnizatorias que establece el régimen de reparación de
riesgos del trabajo para esos mismos rubros, lo que coadyuvará a
arribar a una decisión que -más allá de las particularidades propias de
cada régimen indemnizatorio- no desatienda la necesaria armonía que
debe regir en el ordenamiento jurídico cuando no se evidencian
razones de entidad para un proceder diferente.
En el marco descripto y desde que integro este Tribunal,
a partir de la sanción del nuevo Código Civil y Comercial de la
Nación, entiendo que he dado acabado cumplimiento con dichas
pautas orientadoras a las que el Tribunal hace referencia, pues he dado
a conocer incluso en los casos en los que resulta de aplicación las
normas emergentes del código velezano, cuáles son los valores
objetivos que tengo en cuenta a los fines de establecer el quantum
indemnizatorio adecuado al caso.
Y refuerza tal proceder, en concordancia con lo
expresado en el último fallo –que sin duda está orientado a los casos
en que ninguna pauta se brinda al justiciable que permita conocer qué
se tuvo en cuenta a la hora de fallar- , que no parece adecuado
diferenciar de manera profunda a quienes se encuentran en relación de
dependencia de los que no, Por ello desde siempre he tenido en cuenta
el valor del SMVM –cuando no se hubiere acreditado efectivamente
otro ingreso- vigente al momento en que se establecen las partidas
indemnizatorias, pudiendo incluso en los casos en que se encontraba
acreditada una relación laboral pero no su ingreso en la oportunidad
necesaria, tener en cuenta la variación del mismo para ser trasladado
al ingreso denunciado. O es más, he duplicado o triplicado en su caso
aquel salario según las particularidades del caso que se presenta a
resolver.
En razón de ello entiendo que desde hace tiempo vengo
dando cumplimiento con dicha manda orientativa, que he podido
utilizar con la libertad y con la independencia que como jueza ejerzo

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a la hora de fallar, otorgando fundadamente el monto resarcitorio


particular en cada caso. De allí que sin ataduras a mínimos
indispensables, que según el caso nada aportarían, pues en principio
los cálculos que habitualmente efectuó a dichos fines, su resultado
arroja sumas sustancialmente mayores, en este caso particular
teniendo en cuenta las variables de cuantificación en sí que se
mencionan en el voto que antecede -que son las que usa este tribunal
desde hace tiempo-, ello me permite compartir al monto propuesto en
el voto que antecede para el rubro incapacidad sobreviniente, como
así también al mismo en su totalidad.
Asimismo con relación a la oponibilidad de la franquicia
dejo aclarado que sin desconocer la doctrina que emana de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación sobre la cuestión, lo cierto es que
comparto los fundamentos expuestos en los fallos plenarios “Obarrio”
y “Gauna”, al margen de la actual vigencia de los mismos, que declara
inoponibles al damnificado, las franquicias patadas entre el
responsable y su aseguradora.
Ello por cuanto considero que los fundamentos que se
esbozaron en dicha oportunidad, deben en la actualidad ser
interpretados armónicamente con todo el ordenamiento legal, dándole
preeminencia a la Constitución Nacional, a los pactos internacionales
incorporados como legislación aplicable a través de su art. 75inc. 22,
las leyes de tránsito, el régimen de seguros, la ley de defensa del
consumidor 24.240 (dado que los servicios deben ser prestados de
forma que no presenten peligro para la salud o integridad de los
consumidores o usuarios, art. 5; sistema que, por otra parte, establece
una responsabilidad plural de toda la cadena de comercialización de
cosas y servicios, art. 40). Una interpretación entonces amplia me
lleva a consolidar mi opinión en el sentido de que la víctima no puede
ser alcanzada por una cláusula de la que no fue parte y que pone en
riesgo la posibilidad de ser legítimamente resarcida por los daños

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sufridos con motivo de un accidente de tránsito en donde el obligado
al pago es una empresa dedicada al transporte público de pasajeros.
Por ello, propongo al Acuerdo también confirmar el
decisorio en crisis en cuanto a esta materia se refiere.
Con lo que terminó el acto.

EZEQUIEL J. SOBRINO REIG
SECRETARIO

Buenos Aires, 27 de abril de 2022.-


Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo
que antecede, el tribunal RESUELVE: Modificar el pronunciamiento
apelado y hacer lugar a los agravios del actor en lo que respecta a los
montos de los ítems “incapacidad sobreviniente”, “tratamiento
psíquico”, “gastos de reparación del rodado” y “daño moral”, que se
elevan respectivamente a la cantidad de $1.200.000, $25.600, $23.790
y $200.000. Aceptar parcialmente los agravios de la parte accionada
respecto a los intereses, los que deberán calcularse de conformidad
con lo establecido en el considerando IV. Rechazar las restantes
quejas en estudio de ambas partes y confirmar el fallo en todo lo
demás que ha sido materia de agravios. Imponer las costas de Alzada
a la demandada y a la citada en garantía
El presente acuerdo fue celebrado por medios virtuales y
la sentencia se suscribe electrónicamente de conformidad con lo
dispuesto por los puntos 2, 4 y 5 de la acordada 12/2020 de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
La vocalía número 27 no interviene por encontrarse
vacante.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.
Se hace constar que la publicación de la presente
sentencia se encuentra sometida a lo dispuesto por el artículo 164, 2°

Fecha de firma: 27/04/2022


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párrafo del Código Procesal y artículo 64 del Reglamento para la


Justicia Nacional, sin perjuicio de lo cual será remitida al Centro de
Información Judicial a los fines previstos por las acordadas 15/13 y
24/13 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

PAOLA MARIANA GUISADO – JUAN PABLO RODRÍGUEZ 
JUECES DE CÁMARA

Fecha de firma: 27/04/2022


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