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Expte. N° 51.411/17
Juzgado Civil nº 6
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demandante a raíz del accidente ocurrido el 22 de agosto de 2015,
a las 15:00 hs., aproximadamente. Señaló el actor que en esa
oportunidad, circulaba al mando de su motocicleta marca Honda,
dominio 910-IYJ, con el casco reglamentario debidamente
colocado, por la calle Antofagasta, de la localidad de Ituzaingó,
provincia de Buenos Aires, en su intersección con la calle Las
Mayas. Refirió que se encontraba con paso habilitante y habiendo
traspuesto la mitad de la intersección, contando con la prioridad de
paso, fue bruscamente embestido por un automóvil, marca Peugeot
306, dominio DDB-906, conducido por el demandado Santiago
Ezequiel Ortellado, de propiedad de Leandro Nicolás Ortellado, y
que producto del impacto sufrió lesiones por las que aquí reclama
ser resarcido.
La condena se hizo extensiva a Escudo
Seguros S.A., en los términos del art. 118 de la Ley 17.418.
El Sr. Juez de primera instancia, atento a
las pruebas producidas, tuvo por acreditado el hecho debatido en
estas actuaciones, así como también por probada la relación de
causalidad entre los daños reclamados por el actor y la embestida
por parte del rodado Peugeot 306 del codemandado Leandro
Nicolás Ortellado. En virtud de ello determinó la responsabilidad
de los demandados en el accidente y así lo dispuso en su sentencia,
haciendo extensiva la condena –como ya se indicó- a su compañía
aseguradora en los términos y con los alcances precedentemente
mencionados.
Contra dicho decisorio se observan las
críticas del actor, que conciernen a los montos reconocidos en
concepto de “incapacidad sobreviniente” y “daño moral”, por
considerarlos reducidos, y a la omisión del tratamiento de manera
autónoma de la partida requerida en concepto de “daño estético”.
Además, cuestiona la tasa de interés establecida para aplicar al
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Argentina de Seguros Grales. S.A. c/ Capitán y/o Propietario y/o
Armador del Buque Rhone. Giralt, Agustín y otros”, Fallos
272:225). Asimismo, tampoco están obligados los magistrados a
brindar tratamiento a todas las cuestiones expuestas que no resulten
ser decisivas para la resolución de la causa.
Asimismo destaco que, al cumplir –en
líneas generales- tanto la expresión de agravios de la actora como
la de la citada en garantía con la crítica concreta y razonada que
prescribe el art. 265 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación, en aras de la amplitud de la garantía de defensa en juicio, y
conforme al criterio restrictivo que rige en esta materia (Gozaíni,
Osvaldo A., Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Comentado y Anotado, La Ley, Buenos Aires, 2006, t. II, p.
101/102; Kielmanovich, Jorge L., Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, LexisNexis,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2003, t. I, p. 426), no propiciaré la
sanción de deserción que postulan ambos recurrentes respecto de
los memoriales de sus contrarias (vid. las presentaciones delos
días9 y 24 de noviembre del corriente año).
III.- Me referiré y pasaré a dar respuesta,
en consecuencia, a las quejas expresadas por el actor y por la citada
en garantía.
a) Incapacidad sobreviniente
El Sr. juez de grado otorgó, en concepto
de incapacidad sobreviniente, la suma de $ 500.000. El actor
solicita la elevación del monto reconocido, mientras que la
aseguradora requiere que esa suma sea reducida por considerarla
excesiva.
Previamente a analizar el rubro en
estudio, destaco que el Código Civil y Comercial vigente desde el
1 de agosto de 2015, legisló expresamente en el art. 1746 sobre la
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tanto, la indemnización es una consecuencia de la lesión”
(Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la
Nación, en “Código Civil y Comercial de la Nación. Proyecto del
Poder Ejecutivo Nacional redactado por la Comisión de Reformas
designada por Decreto Presidencial 191/2011”, Ed. La Ley, Buenos
Aires, 2012, p. 572).
La simple lesión a un bien no es daño en
sentido jurídico sino un menoscabo naturalístico; si el bien sobre el
cual recae la lesión física no satisface un interés humano, no existe
daño jurídico; ello así, toda vez que el Derecho no tutela los bienes
en sí mismos considerados, abstractamente, sino en la medida que
ellos satisfagan un interés humano (Calvo Costa, Carlos A.,
Derecho de las obligaciones, Ed. Thomson Reuters-La Ley,
Buenos Aires, 2021, p. 543; en el mismo sentido, véase: Picasso,
Sebastián – Sáenz, Luis R., Tratado de Derecho de daños, Ed.
Thomson Reuters-La Ley, Buenos Aires, 2019, T. I, p. 410). En
este sentido, pues, la integridad física no tiene valor económico en
sí misma, sino en función de lo que la persona produce o puede
producir. Como lo afirma una calificada doctrina, se trata, en
última instancia, de un lucro cesante actual o futuro, derivado de
las lesiones sufridas por la víctima (Pizarro, Ramón D. –
Vallespinos, Carlos G.,Instituciones de Derecho privado.
Obligaciones, Hammurabi, Buenos Aires, 2008, t. 4, p. 305).
A tal fin, el art. 1746 del Código Civil y
Comercial dispone que para cuantificar la indemnización por
lesiones o incapacidad física o psíquica -que pueden traducirse en
lucros cesantes o inclusive, en pérdidas de chances- se requiere la
realización de tres tipos de cálculos: a) traducir en dinero los
beneficios económicos -mensuales o anuales- frustrados por la
incapacidad; b) calcular un capital que, colocado a un interés puro,
produzca una renta anual equivalente a esa pérdida; y, c) aplicar un
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2/9/2021, voto del Dr. Lorenzetti, considerando 21).
Como lo sostiene una calificada doctrina,
el fundamento del deber legal de su utilización radica en la carga
de motivar y fundar razonablemente las sentencias judiciales; se
trata, en definitiva, de individualizar y explicar las bases objetivas
tenidas en cuenta para arribar al resultado final, indicando los datos
particulares del supuesto de hecho juzgado, respetando y
atendiendo a sus singularidades (Galdós, Jorge M., Cuatro reglas
sobre la cuantificación del daño patrimonial por incapacidad (el
art. 1746 CCCN), RCyS 2016-XII, tapa, cita online:TR LALEY
AR/DOC/3677/2016).
Por otra parte, el criterio que se propone
en este voto respeta el principio de reparación plena de todas las
consecuencias de la incapacidad sobreviniente (cfr. art. 1740
Código Civil y Comercial), aunque distingue adecuadamente según
que ellas se proyecten en la esfera patrimonial o en la
espiritualidad de la víctima. Respecto del primer punto, y como se
verá enseguida, no consideraré exclusivamente el monto de los
salarios que el damnificado eventualmente hubiese percibido, sino
que evaluaré también la incidencia de la incapacidad en la
realización de otras actividades no remuneradas, pero
patrimonialmente mensurables (la denominada “incapacidad
vital”), así como sus eventuales posibilidades de mejorar su
situación laboral o patrimonial por medio de su trabajo.
Sin perjuicio de lo hasta aquí expuesto, y
en forma previa a referirme a la determinación del quantum
indemnizatorio por esta partida en el caso de autos, quiero expresar
mi opinión en el sentido de que la determinación del monto a
través de la aplicación de un cálculo matemático como lo dispone
el ordenamiento jurídico, no impide que los magistrados puedan
ponderar además otras circunstancias y condiciones personales del
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online: TR LALEY AR/JUR/134520/2021). Es decir, entiendo y
sostengo que la omisión del empleo del cálculo matemático y el
apartamiento de su resultado reviste carácter excepcional y deben
ser explicitados por el sentenciante los motivos fundados por los
que se reduce o incrementa aquél monto que arrojó la fórmula.
Dicho esto, insisto en lo que he expresado
anteriormente, en cuanto a que también deben ser ponderadas en el
cálculo de la indemnización las repercusiones que la incapacidad
sobreviniente le provocan al damnificado respecto de todas
aquellas actividades no remuneradas pero económicamente
valorables que la víctima realizaba con anterioridad a sufrir el
daño, y que son consecuencias susceptibles de apreciación
pecuniaria aun cuando excedan lo meramente laboral (Carestia,
Federico, en Bueres, Alberto (dir.), Gebhardt, Marcelo – Picasso,
Sebastián (coords.), Código Civil y Comercial de la Nación y
normas complementarias, Hammurabi, Buenos Aires, 2018, T. 3F,
p. 513; véase en este mismo sentido: Cám. de Apelación en lo Civil
y Comercial, Mar del Plata, Sala Segunda, 18/08/2016, “Ruiz Díaz,
José Aurelio c. Kreymeyer, Iván y otra s/ Daños y perjuicios”,
JUBA, www.scba.gov.ar).
Insisto sobre esa última idea: el citado art.
1746 prevé la reparación de dos clases diversas de incapacidad: la
resultante de disminución de la aptitud del damnificado para
realizar actividades productivas (incapacidad laboral), y la que
resulta de la repercusión de esa disminución en las “actividades
económicamente valorables” (incapacidad vital). Esta última no se
refiere a la producción de rentas, sino a “las actividades de la vida
social que son económicamente mensurables, tales como las tareas
domésticas” (Pizarro – Vallespinos, Obligaciones, cit., t. 4, p. 328).
Como ejemplo de este tipo de tareas, se han enumerado las
siguientes: limpiar, cocinar, lavar la ropa, arreglar los desperfectos
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en distintos precedentes de esta sala por mi distinguido colega Dr.
Sebastián Picasso:
C = A . (1 + i)ª - 1
i . (1 + i)ª
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No pierdo de vista que el informe pericial
fue objeto de pedido de explicaciones por parte de la citada en
garantía (fs. 253/257). Sin embargo, tales observaciones se
dedujeron sin el respaldo de consultores técnicos y derivan, por lo
tanto, de meras apreciaciones subjetivas que carecen de análoga
relevancia técnica, insuficientes para conmover las conclusiones
que contiene el informe pericial.
Por lo tanto, otorgo pleno valor
probatorio al dictamen pericial presentado en autos (art. 477,
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
He de señalar -a pesar de que más
adelante me referiré en forma particular al daño estético-, que el
porcentaje de incapacidad asignado al actor por la cicatriz en su
miembro inferior (3,65%) no será tenido en cuenta para la
cuantificación de la presente partida.
Ello así, toda vez que es opinión de esta
Sala que el daño estético consiste en toda desfiguración física
producida por las lesiones, sean o no subsanables quirúrgicamente,
que pueden traducirse en un daño cuando inciden directamente en
las posibilidades económicas del lesionado, es decir que sólo
configura un daño patrimonial cuando por sí misma provoca un
especial desmedro en las chances laborales conforme a la profesión
de la víctima.
En consecuencia, considero que en el
presente caso el padecimiento estético que presenta el Sr. Marcelli
no incide directamente en sus posibilidades económicas, por lo que
debe ser merituado en el marco del daño moral.
Así pues el porcentaje de incapacidad
para el cálculo de la indemnización a otorgarse por la presente
partida quedará establecido en un 26,82%.
Surge del incidente de beneficio de litigar
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establecidos del siguiente modo:
C = 111.571,2 . (1 + 0,06)48 - 1
0,06. (1 + 0,06)48
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anímicamente perjudicial” (Bueres, Alberto J., Derecho de Daños,
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2001, p. 306). La calificación de
dicho interés como extrapatrimonial tiene el sentido de referirse al
daño moral en un sentido más amplio que el que lo reduce
únicamente al "pretium doloris"como se lo concebía la doctrina de
fines la década de los 70 y de los 80 del siglo pasado (Calvo Costa,
Carlos A.,Daño resarcible. Su concepción a la luz del Código Civil
y Comercial, RCyS 2015-IV , 81, cita online: AR/DOC/555/2015).
Ya no es motivo de discusión doctrinaria
que la indemnización del daño moral posee un carácter
eminentemente resarcitorio. Se trata de un criterio que se condice
con la finalidad y fundamento del actual Derecho de daños, dado
que centra su óptica en la víctima que padece injustamente el
perjuicio espiritual y determina que éste sea reparado ya que el
damnificado no debe soportarlo como si fuera un designio divino.
De tal modo, la reparación del daño moral es procedente con
independencia de si el perjuicio fue ocasionado con culpa o con
dolo por parte del dañador, en tanto el reclamante posea
legitimación para ello y pueda acreditarse la existencia del daño.
No soslayo que si bien el daño
extrapatrimonial se traduce en un perjuicio espiritual para la
víctima, la única respuesta que desde el derecho puede dársele es a
través de una reparación dineraria. Y respecto de ella, los
cuestionamientos que se han producido en nuestra doctrina han
girado en torno a intentar saber cómo se debería cuantificar este
daño, generándose al respecto varias posturas. El perjuicio que
deriva de este daño se traduce en vivencias personales de los
afectados y en factores subjetivos que tornan dificultosa la
ponderación judicial del sufrimiento padecido. No se trata de
cuantificar el dolor humano en base a tales subjetividades, ni
tampoco atendiendo a la situación económica de la víctima o a la
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fijación de su cuantía atendiendo a las particularidades del caso en
concreto: por ejemplo, cuando el daño moral es consecuencia de
una situación irreversible para el damnificado, tal como ocurre en
aquellos supuestos en los cuales la víctima queda imposibilitada de
procurarse placeres compensatorios o sustitutivos, como el caso de
quien queda en estado vegetativo sin posibilidad de poder
experimentar satisfacción o placer alguno (Barrientos Zamorano,
Marcelo, El resarcimiento por daño moral en España y Europa, en
“El resarcimiento del daño moral en España y Europa”, Ed. Ratio
Legis, Salamanca, 2007,ps. 59 a 61).
En lo concerniente a la fijación del daño
moral, al igual que lo ha sostenido la Corte Suprema de Justicia de
la Nación en numerosos precedentes, estimo debe tenerse en cuenta
el carácter resarcitorio de este rubro, la índole del hecho generador
de la responsabilidad y la entidad del sufrimiento causado que no
tiene necesariamente que guardar relación con el daño material,
pues no se trata de un daño accesorio a este (fallos: 321:1117;
323:3614; 325:1156 y 334:376, entre otros).
En razón de ello, ponderaré para la
fijación de esta partida en el presente caso, las circunstancias del
accidente, las distintas secuelas físicas y psíquicas descriptas en el
dictamen obrante a fs. 216/239, las cicatrices que presenta en su
pierna izquierda el actor, las condiciones personales del
damnificado (17 años de edad al momento del accidente), así como
también los sufrimientos que debió padecer como consecuencia de
un hecho como el debatido en autos, en que tuvo que ser
intervenido quirúrgicamente, permanecer internado durante 22 días
y utilizar silla de ruedas por un período aproximado de 3 meses.
Así las cosas, por aplicación del criterio
legal, considero que la suma de $ 300.000 concedida en la
sentencia recurrida es insuficiente. Por consiguiente, propongo que
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su faz extrapatrimonial (Chiarloni, Sergio, Daño existencial y
actividad jurisdiccional, en "Revista de Responsabilidad Civil y
Seguros", Año IV, Nro. 4, julio-agosto 2002, Ed. La Ley, Buenos
Aires, 2002, ps. 1 y ss).
Debemos destacar que nuestro derecho ya
no acepta un concepto de daño que consista en la lesión a bienes
jurídicos, cuestión que se encuentra hoy reflejada en el concepto de
daño resarcible que brinda el art. 1737 Cód. Civil y Comercial. Y
la estética, al igual que el proyecto de vida, la vida de relación, la
psique, etc., representan bienes de carácter personalísimo que
resultan ser asientos de derechos subjetivos, pero que no pueden ni
deben ser resarcidos autónomamente y "per se". Como lo he
expresado oportunamente en una obra sobre la materia, un daño
será tal en sentido jurídico, en la medida que, sin estar justificado,
afecte algún interés y que, además, provoque consecuencias; caso
contrario, nos encontraremos ante menoscabos naturalísticos pero
no frente a un verdadero daño en sentido jurídico (Calvo Costa,
Carlos A., Daño resarcible, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005,
p. 349).
En tal sentido un daño será patrimonial o
extrapatrimonial (moral) según sea la índole del interés lesionado.
Por ello, cuando nos referimos al daño a la salud, debemos
determinar si el mismo sólo afecta un interés extrapatrimonial de
quien lo padece o, si por el contrario, también afecta un interés de
carácter patrimonial de éste (vgr. lucro cesante, pérdida de chance,
etcétera).
Por ende, el reclamo de la parte actora
sobre la partida “daño estético” ha de quedar entonces
comprendido -tal como ya lo indiqué y como lo determinó el
anterior sentenciante- dentro de la cuantía acordada al actor en
concepto de “daño moral”, en la medida que no se alcanzó a
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presumen los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que
resultan razonables en función de la índole de las lesiones o la
incapacidad. En el supuesto de incapacidad permanente se debe
indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo
una tarea remunerada. Esta indemnización procede aun cuando
otra persona deba prestar alimentos al damnificado.”
Así, conforme los antecedentes ya
relatados, opino que debe confirmarse la procedencia de la partida
reconocida en la anterior instancia por el presente ítem, a fin de
reintegrar los “gastos médicos, farmacéuticos y de traslados” en
que incurriera el demandante con motivo del suceso dañoso.
f) Tasa de interés
El anterior sentenciante estableció para
aplicar al monto de la condena la tasa activa cartera general
(préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina, a computarse desde la fecha del hecho y hasta el
efectivo pago de la reparación, con excepción de los gastos por
tratamiento kinésico y psicológico, respecto de los cuales dispuso
que los réditos se computarán a partir de la fecha de la pericia en
que se sugirió su realización, y hasta su efectivo pago.
En primer lugar cabe aclarar que es
errónea la referencia a intereses en la sentencia respecto del
tratamiento kinésico. Toda vez que el Sr. Juez a quo rechazó el
reconocimiento de una partida por ese concepto.
Se queja el demandante de la tasa de
interés fijada en el pronunciamiento de grado, por lo que solicita
que se aplique para todos los rubros indemnizatorios la doble tasa
activa desde el hecho y hasta el efectivo pago.
Por su parte, la aseguradora pretende que
se dispongan réditos a una tasa pura del 6 % anual desde el dictado
de la sentencia. Fundamenta su pedido en que los montos se han
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que reproduzco a continuación por compartirlas en su totalidad.
Ante todo, el propio plenario menciona
que lo que está fijando es “la tasa de interés moratorio”, con lo cual
resulta claro que –como por otra parte también lo dice el plenario–
el punto de partida para su aplicación debe ser el momento de la
mora. Ahora bien, es moneda corriente la afirmación según la cual
la mora (en la obligación de pagar la indemnización, se entiende)
se produce desde el momento en que se sufre cada perjuicio objeto
de reparación. Por lo demás, así lo estableció esta cámara –aunque
en materia de responsabilidad extracontractual– en otro fallo
plenario, “Gómez, Esteban c/ Empresa Nacional de Transportes”,
del 6/12/1958, y así también lo dispone el art. 1748 Código Civil y
Comercial en cuanto establece “Curso de los intereses. El curso de
los intereses comienza desde que se produce cada perjuicio”.
Así sentado el principio general, estimo
que no hay motivo para no establecer el dies a quo de los intereses
por tratamiento psicológico desde el momento del accidente, ya
que la letra del citado art. 1748 Código Civil y Comercial no deja
lugar a duda al respecto, resultando superflua a mi entender la
fecha en que se realice efectivamente la erogación para costearlo.
En esto coincido con la calificada doctrina que estima que en casos
como el aquí tratado, la necesidad de la víctima de afrontar el
tratamiento psicológico se plasma en el mismo momento en que
sufre el daño psíquico, ya que a partir de ese instante es cuando se
configura el daño emergente consistente en el costo del tratamiento
futuro y el momento desde el cual deben computarse los intereses
(Márquez, José F. – Viramonte, Carlos I., El inicio del cómputo de
los intereses en la responsabilidad contractual, RCyS 2014-X, 71).
En virtud de ello, si mi voto es
compartido, estimo que debe confirmarse la sentencia de la
instancia anterior en cuanto a la tasa de interés aplicable y
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redacción del art. 1746 del Código Civil y Comercial conduce
necesariamente al empleo de fórmulas matemáticas para evaluar la
cuantía del resarcimiento por incapacidad (y, por analogía, también
por muerte), pues únicamente por medio de ese instrumento puede
mensurarse el capital al que alude la norma. Por lo demás, el empleo
de fórmulas matemáticas viene ahora impuesto también por la
interpretación constitucional efectuada por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el caso “Grippo”, del 2/9/2021.
Sin embargo, a diferencia de lo postulado en
el primer voto, juzgo que ese criterio legal es imperativo, razón por la
cual los jueces no pueden apartarse de él, ni siquiera de modo
excepcional. El razonamiento contrario desvirtúa –a mi entender- la
finalidad de la norma, que es brindar un parámetro objetivo que
permita otorgar previsibilidad al cálculo del resarcimiento y
contribuya a la seguridad jurídica, en todos los casos. Por lo demás,
no queda claro cuáles serían las circunstancias excepcionales en las
que los magistrados podrían soslayar el sistema de cálculo impuesto
por la ley, ni cuál sería –en esos casos- el método alternativo a
adoptar.
Sobre el punto, se ha sostenido
recientemente que el juez no puede escapar al método de cálculo que
dispone el art. 1746, ya que “la norma no deja lugar a interpretación
contraria, pues de su texto se desprende que la indemnización ‘debe
ser’ evaluada. (…) El juzgador no podrá apartarse de la realización
de un cálculo para determinar la indemnización. Su decisión debe ser
razonablemente fundada (conf. art. 3), pero con asiento en esa
evaluación” (Sagarna, Fernando A. – González Zavala, Rodolfo M.,
comentario al art. 1746 en Lorenzetti, Ricardo L. (dir.), Código Civil y
Comercial explicado. Responsabilidad civil, Rubinzal-Culzoni, Santa
Fe, 2020, p. 150/151).
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estos casos debe ponerse al parámetro abstracto (la persona media) en
la situación en que se encuentra la víctima; pero precisamente, la
ventaja de emplear un estándar objetivo pasa por permitir indagar qué
satisfacciones puede considerar una persona media (y no la víctima en
el caso concreto) suficientes para compensar situaciones tan graves de
desmedro existencial. Por otra parte, aquí también cabe la pregunta
acerca de cuál sería el sistema pretendidamente mejor que el de las
compensaciones sustitutivas, aplicados en abstracto, para evaluar el
daño en esta clase de casos.
IV. Con estas aclaraciones, adhiero al primer
voto.
A LA MISMA CUESTION, EL DR.
RICARDO LI ROSI DIJO:
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En este orden de ideas, la capacidad material
de la víctima, medida en términos monetarios, no agota la
significación de su vida, pues las manifestaciones del espíritu
insusceptibles de medida económica integran también el valor vital
(Fallos 292:428, considerando 16; Fallos: 303:820, considerando 2°;
310:2103, considerando 10; Fallos: 340:1038, voto del Dr. Lorenzetti,
considerando 8°).-
En cuanto al alcance interpretativo del art.
1746 del Código Civil y Comercial de la Nación, ya tuvo oportunidad
de pronunciarse el doctor Zannoni en su voto de autos: “Galván,
Walter Isidro c/ Fernández, Laura Fátima y otro s/ daños y perjuicios”
del 08/09/2016 (Sala F, Expte. nº 13.793/2012), posición que fuera
reiterada por el Dr. Galmarini en los autos “Juárez, Carlina Rosa c/
Transportes Santa Fe S.A.C.I y otros s/ daños y perjuicios” del
23/09/2016 (Expte. nº 1667/2013) y también por el Dr. Posse Saguier
en los autos “Montecinos, Ana Laura c/ Azul S.A.T.A. Línea 203 y
otro s/ daños y perjuicios del 04/08/2020, (expte. Nº 68.447/2017),
entre otros. Allí se dejó sentado, con relación a los parámetros que
sienta el aludido precepto, que éste “tiene una clara estirpe
materialista porque contempla exclusivamente la dimensión
económica de la persona: lo que puede producir y generar rentas. Lo
que el juez debería evaluar es el ingreso por sus labores y fijar una
suma dineraria que representará, en la fórmula, el ingreso mensual o
anual que se utilizará para el cálculo (conf.: Alferillo, Pascual E., en
Alterini, Jorge H. “Código Civil y Comercial comentado”, Bs. As. La
Ley, 2015, t. VIII, comentario al art. 1476, pág. 281, nº2, b).”
“Pero conviene señalar que, desde este
punto de vista, la estimación del daño mediante un capital cuyas
rentas permitan atender o satisfacer la disminución de la aptitud del
damnificado para realizar actividades productivas o económicamente
valorables requeriría, en primer lugar, que la incapacidad fuese
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ejercicio de su prudencia en orden al logro de una solución justa y
proporcionada (Corte Suprema de Justicia de Santa Fé, 30/07/2019 en
autos “Lonero, Gustavo c/ Peimu S.A. s/ Daños y perjuicios”, cita
426/19, Saij 19090219).-
Sin perjuicio de todo lo hasta aquí expuesto,
en el especial caso de autos, conforme las secuelas acreditadas, el
porcentaje de incapacidad al que se ha referido en su muy fundado
voto mi colega preopinante, y las condiciones personales de la
víctima, entiendo que la suma propuesta es adecuada y razonable,
razón por la cual adhiero a la misma.-
III.- La evaluación del perjuicio moral
constituye una tarea delicada, ya que no se puede pretender dar un
equivalente y reponer las cosas a su estado anterior como en principio
debe hacerse de acuerdo con el art. 1083 del derogado Código Civil –
noción que actualmente se encuentra receptada en el art. 1740 del
Código Civil y Comercial–. El dinero no cumple una función
valorativa exacta, el dolor no puede medirse o tasarse, sino que se
trata sólo de dar algunos medios de satisfacción, lo que no es igual a
la equivalencia. Sin embargo, la dificultad en calcular los dolores no
impide apreciarlos en su intensidad y grado, por lo que cabe sostener
que es posible justipreciar la satisfacción que procede para resarcir,
dentro de lo humanamente posible, las angustias, inquietudes, miedos,
dolor físico (conf. CNCiv., Sala F, en autos “Ferraiolo, Enrique
Alberto c/ Edenor S.A. y otro s/ daños y perjuicios”, voto de la Dra.
Elena Highton de Nolasco, del 6/9/2000; CSJN, en autos “Baeza,
Silvia Ofelia c/ Provincia de Buenos Aires y otros” del 12/04/2011,
Fallos: 334:376, mi voto en Libre 16.716/2013 del 17-08-2021, entre
muchos otros).-
Es que, cuantificar este daño es tarea ardua y
responde a una valuación necesariamente subjetiva por tratarse de
daños insusceptibles de ser apreciados cabalmente en forma
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perjuicio de ese orden.-
Los indicios o presunciones hominis surgen
a partir de la acreditación por vía directa de un hecho del cual se
induce indirectamente otro desconocido, como consecuencia de una
valoración hecha por el juzgador basada en la sana crítica (art. 163 del
ritual).-
Por lo tanto, es necesario probar
indefectiblemente la existencia del evento que origina el daño,
debiendo darse entre aquél y este último una relación de causalidad
que conforme el curso normal y ordinario permita, en virtud de
presunciones hominis, evidenciarlo (CNCiv., Sala K, Libres nro.
10656/2013 del 1/04/2019, nro. 079107/2017/CA001 del 18/10/2021,
entre otros).-
En el especial caso de autos, teniendo
presente la verdadera entidad del accidente padecido, la importancia
de las secuelas que se manifiestan como consecuencia del mismo -ya
descriptas en detalle por el voto que me antecede- y los demás
incordios y molestias que un hecho como el de autos pudo ocasionar
en una persona de las condiciones personales del actor, considero que
el monto propuesto por el Dr. Calvo Costa es adecuado, motivo por el
cual adhiero al mismo.-
IV.- Respecto a los agravios referidos a la
tasa de interés a aplicar, de acuerdo a lo establecido por la doctrina
plenaria sentada por esta Cámara Civil en los autos "Samudio de
Martínez, Ladislaa c/ Transportes Doscientos Setenta S.A. s/ daños y
perjuicios" del 20/04/09 y lo dispuesto por el art. 303 del Código
Procesal (según ley 27.500), sobre el capital reconocido corresponde
aplicar la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual
vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina.-
En este sentido, el art. 768 del Código
Civil y Comercial obliga en los supuestos como el de autos -en los
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RICARDO LI ROSI
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(EN DISIDENCIA PARCIAL)
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montos reconocidos en concepto de “incapacidad sobreviniente” y
“daño moral” a las sumas de $ 1.750.000 y $ 1.200.000
respectivamente, y establecer los intereses conforme a lo dispuesto
en el punto f) del considerando III del voto del Dr. Carlos A. Calvo
Costa, 2) confirmar el pronunciamiento apelado en todo lo demás
que decide y fue objeto de apelación y agravios, y 3) imponer las
costas de alzada a los emplazados.
Difiérase la regulación de honorarios
profesionales, hasta tanto se haga lo propio en primera instancia.
Notifíquese, en los términos de las
Acordadas 31/11, 38/13 y concordantes de la C.S.J.N,
comuníquese a la Dirección de Comunicación Pública de la
C.S.J.N. en la forma de práctica y devuélvase. CARLOS A. CALVO
COSTA - SEBASTIÁN PICASSO- RICARDO LI ROSI
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