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Peste de Cipriano
La peste de ciprania o cipriano fue otra de las pandemias que azotó al Imperio Romano
entre los años 249 y 269, la cual tenía un índice de mortalidad diario de cinco mil
personas. Al igual que su antecedente se cree que se trató de un brote de viruela o
sarampión, el cual tuvo un gran impacto debido a que la población no poseía defensas
suficientes para hacerle frente, sumado a la escasez de alimentos y la falta de mano de
obra que empeoraron aún más la situación. Las continuas epidemias que acaecieron
durante todos esos años en Roma empeoraron la debilitación del ejército y las
fronteras, produciendo una fragmentación del imperio y una ruptura de las estructuras
dentro de este.
Peste de Justiniano
El Imperio Bizantino que se extiende desde el siglo IV hasta 1453 se encontraba en uno de
sus momentos de mayor esplendor cuando una epidemia de peste vino a oscurecer el mandato
del emperador Justiniano. El reino de Justiniano se hallaba en un momento de gran esplendor.
Hacía menos de diez años que el emperador había estado a punto de ser derrocado por una
rebelión popular, la revuelta de Niká, pero desde entonces había reconquistado las tierras de
Italia y del norte de África que en su día pertenecieron al Imperio romano y estaba en guerra
contra los persas por el dominio de Siria.
La peste llegó de Etiopía, pero sólo se tuvo conocimiento de ella cuando alcanzó la ciudad de
Pelusio, en Egipto, en 541. Desde allí remontó la costa de Levante: al año siguiente devastó
Gaza, y en 542 atacó Jerusalén, Antioquía y Constantinopla, la capital bizantina, una ciudad de
casi 800.000 habitantes, a una velocidad impetuosa. Y de allí a todo el Imperio. La capital
imperial había perdido casi el 40% de su población, y en todo el imperio se había cobrado la
vida de 4 millones de personas. Cuando la peste rebrotó y llegó a Roma en 590, el papa
Gregorio Magno organizó una procesión de miles de personas (que debió de favorecer el
contagio) para pedir ayuda a Dios. Según la leyenda, cuando el cortejo llegó ante el mausoleo
del emperador Adriano apareció el arcángel san Miguel, que enfundó su espada llameante y
detuvo la epidemia; de ahí que se conozca el mausoleo como castillo de Sant’Angelo.
El emperador promulgó una ley en la que estipulaba los derechos y deberes de los
herederos de quienes morían sin testamento, incluso en lo que respecta a la regulación
de las deudas contraídas. Los banqueros y prestamistas suspiraron aliviados.
Tras cuatro meses, la peste perdió vigor y en otoño de 542 abandonó Constantinopla. La ciudad
había perdido casi el cuarenta por ciento de su población. En los dos años siguientes, la
enfermedad acabó con la vida de cuatro millones de personas en todo el Imperio.