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Antes de responder la consigna es necesario aclarar que las enfermedades tienen sus

propios ritmos que se van modificando a lo largo de los siglos; cada sociedad
construye su forma de pensar y sentir las enfermedades. La interdependencia entre
las condiciones biológicas y sociales de la vida civilizada, ha ocasionado que cada
momento histórico viva de forma distinta la enfermedad.

Roma, el gran imperio, tuvo sus conquistas, su expansión, sus majestuosas


construcciones y sus emperadores y tuvo, además, su medicina. Una medicina que
propuso las bases de lo que conocemos hoy, donde se dejó en segundo plano lo
mágico-religioso y se empezó a comprender y racionalizar un poco más todo.

La historia de Roma es una historia de guerras y expansión territorial. La salud era


concebida solo para que el soldado pudiera ejercer su fuerza en la batalla, prueba de
ello es que, a pesar del gran número de sus expediciones guerreras, de la extensión
enorme de sus conquistas, del paso de sus guerreros a través de las más diversas
regiones y variados climas, no pagaron un excesivo tributo a las enfermedades
infecciosas que solían diezmar a las grandes colectividades de aquella época.
Cuando terminaron las guerras, los Romanos habían conquistado parte de España y
Galia, Italia, Macedonia, Grecia y parte del Cercano Oriente. La necesidad de
disponer de cirujanos militares llevó a los Romanos a incorporar médicos griegos
para que "hicieran escuela" en Roma. Ante tal expansión era muy común que
comiencen a enfrentarse a epidemias debido a al ingreso de nuevos agentes
(población, tierras nuevas) al imperio ya conquistado, lo que provocaba una
variedad de contagios.

El concepto que se tenía en esa época de epidemia no era el mismo al que tenemos
hoy. La palabra epidemia es “visita”, “llegada a un lugar”. En este sentido Platón lo
usa en varios pasajes como el siguiente: “ni bien acabó con él, sus hermanos le
contaron cuál era el motivo de nuestra presencia; él me reconoció, pues me
recordaba de mi anterior visita”, también el orador Demóstenes lo usaba como
sinónimo de “migración”. Entre los médicos “epidemia” se relaciona con
enfermedad.
Veamos algunos de los múltiples sentidos del término. El de visita tiene por sí solo
una doble aplicación técnica:
 “visita de un médico a una ciudad”, ya sea para buscar trabajo, ya sea para
ampliar su experiencia;
 “estar de paso”, “ser cogido por sorpresa y repentinamente”
Este doble significado podría aplicarse a aquellas enfermedades pasajeras, que
pasan o que son transitorias, que afectan durante un tiempo o que son
inesperadas. Las enfermedades “naturales” eran consideradas “individuales” por
afectar de forma específica a cada paciente y se originaban a causa de su dieta o
régimen de vida. Las enfermedades “epidémicas” afectaban a eran un contagio a
pacientes por igual y al mismo tiempo, y se originaban por algo nocivo que
llegaba en el aire que todos irremediablemente tenían que respirar.
Un ejemplo de epidemia fue la de Miasma en Tebas. Miasma era un sustantivo
griego cuyo significado era “teñir” o “manchar”. En sus inicios fue utilizado en
varias tragedias griegas clásicas en un contexto religioso o legal. La idea
original era que una persona que cometía un asesinato o tenía una conducta
sacrílega quedaba manchada o teñida por la sangre derramada. Pero esta idea
cambia su sentido en el contexto médico, transformando su significado al de una
persona enferma o “infectada”. La relación establecida entre miasma y
enfermedad llevó finalmente a que el razonamiento patológico avanzara más
allá y planteara que las personas que adquirían la enfermedad lo hacían
inhalando los miasmas contenidos en el aire. Esta nueva transformación se hace
evidente en la obra hipocrática titulada “Sobre los Vientos”, en que el autor
expresa lo siguiente:
“Así, cuando el aire está lleno de miasmas, cuyas propiedades son hostiles a la
naturaleza humana, así es cuando el hombre enferma”
Por otra parte, en la lengua latina existió el verbo inficio cuyo significado era
teñir o manchar. De este verbo derivó el participio “infectus” y el sustantivo
“infectio”. En la literatura latina clásica estos términos fueron lentamente
alterando su significado, por ejemplo, con la idea de emponzoñar o
posteriormente, a fines del siglo IV d. C., se constata la clara asociación de
infectio con enfermedad. Ocurre en “La Vulgata” donde se puede leer lo
siguiente.
“…si hubiese una mancha blanca o rojiza en la piel se considerará infección por
lepra y se mostrará al sacerdote…”
Infectus e infectio dieron origen a los términos “infectado” e “infección”;
respectivamente.
Otro concepto importante a tener en cuenta relacionado con la salud y las
epidemias es el de “pestes”. Un concepto que a simple vista parece básico, pero
que por esas épocas era uno de los causantes de la caída de los grandes imperios.
Más allá de las grandes construcciones y sus avances en el ámbito de la
medicina, las ciudades estaban infestadas de ratas y moscas. No existía una
teoría sobre los gérmenes, la gente casi nunca se lavaba las manos y no podía
impedirse la contaminación de los alimentos. La ciudad antigua era un hogar
insalubre. Las pequeñas enfermedades provocadas por la ruta fecal-oral,
probablemente fueron la principal causa de muerte en el Imperio Romano, los
virus y las variaciones climáticas desencadenaron una serie de episodios que
mermaron la vitalidad y capacidades de Roma.
Hubo varios factores que contribuyeron a la aparición y difusión de
enfermedades a través de los territorios, como la tala de bosques, el drenaje de
las cuencas fluviales y la construcción de una red de calzadas que facilitaba la
propagación de virus.
El principal agente fue la malaria. Propagada por las picaduras de mosquito, la
malaria fue un golpe bajo para la civilización romana. La enfermedad era una
asesina despiadada tanto en las ciudades como en el campo, cada cinco u ocho
años, degeneraba en epidemia y que, junto a la tuberculosis y la lepra se
convirtió en un agente letal.
La llamada peste Antonina fue una de las más célebres. Se extendió con rapidez
y sus síntomas eran: erupciones maculares por todo el cuerpo y la cara, y
dolorosas lesiones en la garganta y la boca. Los historiadores han situado la
mortalidad entre el 2 por ciento y más de un tercio de la población imperial, un
total que va de 1,5 a veinticinco millones de muertos.
La peste de Atenas fue un ejemplo de una peste mortal:
La guerra del Peloponeso comenzó en el año 431 a.C. y enfrentó a las dos
grandes potencias griegas del momento, Atenas y Esparta. En el verano del
segundo año los peloponesios invadieron el Ática, sus habitantes buscaron
refugio dentro de las murallas de la ciudad y días después se desató una plaga en
Atenas de mortalidad sin precedentes, que siguió activa ese año y el siguiente y
volvió a irrumpir en 427 y 426 a.C. aniquilando aproximadamente a un tercio de
la población ateniense. Tucídides describe al mismo tiempo la enfermedad física
y la enfermedad moral de la ciudad, pues enfatiza el impacto de la guerra y el
colapso moral que ésta ocasionó en la población de Atenas.
Debido al contagio, la peste fue asunto de toda la población, y no sólo de unos
pocos, por lo que la destrucción del orden abarcó todas las facetas de la vida en
la polis, de tal forma que podría hablarse del colapso de una sociedad como
consecuencia del proceso de infección.
Como en cada capítulo de su gran historia, Roma tuvo varios inventos e
innovaciones que revolucionaron la tecnología y la forma de vivir de la época ya
que con cada avance se beneficiaba la sociedad y podía vivir con una mejor
calidad de vida, cómo lo son estos acueductos ya que acercaban el agua a las
ciudades y tenían la capacidad de llegar a las viviendas. Así mismo el desarrollo
que se generó en la excavación y en el cálculo para desarrollar los niveles e
inclinaciones, fue un avance sorprendente para a época.
Los acueductos romanos fueron de gran importancia ya que en la antigüedad los
pueblos y las ciudades eran construidos cerca de asentamientos de agua, al
generar estos acueductos para desplazar el agua permitió que en la ciudad se
generara una demanda por la misma, como lo son los termales y baños públicos,
esta demanda genero una necesidad cada vez mucho mayor por el agua y por
estas áreas públicas destinadas para un fin, esta nueva necesidad que se generó a
causa del agua, dio inicio a tres tipos de lugares las zonas de hidratación como
fuentes, los baños públicos y privados, y un estaque privado para el emperador o
personas que pagaban por su uso.
Los acueductos en su mayoría eran subterráneos ya que se protegían de la
erosión y del medio ambiente, los arquitectos e ingenieros de la época hicieron
este diseño, debido a que una gran parte del agua era destinada para el consumo
de los habitantes, y del emperador, esto llevo a que el agua llegara al palacio, las
termas, los baños y fuentes. Su construcción se tenía que tener datos específicos
y conocimientos muy detallados de reservas hídricas en la zona y la topografía
del lugar, para que los ingenieros de la época realizaran cálculos exactos de la
inclinación que necesitaba para poder generar una pendiente optima y así
transportar el agua hasta la ciudad
Los acueductos se caracterizan por estar hechos con arcos, armados con
columnas estructurales, estas columnas son más anchas en su base desde los
cimientos, están hechas con piedra y cemento, las piezas con las que eran
construidos los acueductos usaban la misma tipología durante su construcción,
ya que usaban las mismas piezas para que quedaran exactamente igual y así los
acueductos tuvieran el mismo peso en toda su estructura.
Las termas romanas eran los baños públicos típicos de la civilización romana,
eran utilizados en su mayoría por esclavos y plebeyos que no tenían baño en su
casa, sin embargo, también eran usados para otros fines, contaban con grandes
espacios para realizar actividades lúdicas y reuniones; estos lugares eran
propiedad del estado, el cual se encargaba de la construcción y mantenimiento.
Durante el Imperio Romano, Alejandro Magno convirtió las termas en
establecimientos sociales, la entrada a estas era muy económica, convirtiéndose
en un lugar que ayudaba al progreso en el ámbito social, salud, educación y
recreo de la población. El interior de las piscinas de agua caliente se realizaba
mediante el sistema de hypocaustum, basado en la distribución por medio de
túneles y tubos de agua caliente y vapor, los cuales se encontraban por debajo de
suelo y era alimentado por una serie de hornos que se hallaban en los sótanos.
Los detalles de la arquitectura de las termales de Roma eran ricos y elaborados,
impresionaron fuertemente a los arquitectos de la época.

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