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LIBRO II 46 1

mos, en efecto, bien al razonar, bien en la percepción deseo cuyo principio y causa es la deliberación, y uno
cuando estamos realizando la acción). en la medicina desea por haber deliberado. Por tanto, la elección no
1226b es posible equivocarse de las dos maneras, pero en la existe ni en los otros animales ni en el hombre en cual-
gramática sólo en la percepción y en la acción; y si uno quier edad ni en todas las condiciones, porque no se
investigara acerca de ello, iría hasta el infinito. Así pues, encuentran en ellos la deliberación ni el juicio ni el fun-
puesto que la elección no es ni una opinión ni una voli- damento de un acto, pero nada impide a muchos tener
ción, ni separadamente ni en conjunto (pues nadie elige una opinión sobre lo que se ha de hacer o no, pero te-
de repente, al mismo tiempo que piensa de repente que nerla por un razonamiento no les es posible a todos.
debe obrar y lo desea), procederá, por consiguiente, de En efecto, la parte deliberante del alma es la que consi- 25
ambas, pues ambas cosas se encuentran en aquel que dera una cierta causa, pues uesto en vista de lo cual.
5 elige. Pero debemos examinar cómo resulta de ellas. es una de las causas, porque si eel porqué» es causa,
De alguna manera, el mismo nombre lo manifiesta: la nosotros llamarnos generalmente causa a uesto en vista
elección no es simplemente tomar, sino tomar una cosa de lo cual* algo existe o llega a ser; por ejemplo, el trans-
con preferencia a otra, y esto no es posible sin examen porte de cosas es causa del andar, si es por causa de
ni deliberación; por eso, la elección procede de una opi- esto por lo que andamos. De ahí que los que no tienen 30
nión deliberada. un fin determinado, no tengan inclinación a' deliberar.
Ciertamente, nadie delibera sobre el fin (esto está Así, si lo que está en su poder el hacerlo o no, un hom-
establecido por todos), sino sobre los medios que tien- bre por sí mismo y no por ignorancia lo hace o no lo
io den hacia él: si es esto o aquello lo que tiende al fin, hace, lo hace o no lo hace voluntariamente, y si hace-
y una vez determinado el medio, cómo se llevará a ca- mos muchos de estos actos sin haber deliberado o pre-
bo. Todos deliberamos sobre ello hasta que hemos con- meditado, se deduce necesariamente que todo lo que ha
ducido hacia nosotros el principio del proceso Si, sido escogido deliberadamente es voluntario, pero no
1s pues, nadie elige sin estar preparado y sin haber de- todo lo voluntario es elección deliberada, y que todo 35
liberado si la cosa es mala o buena, y si, por otra parte, lo que está de acuerdo con una elección es voluntario,
uno delibera sobre las cosas que, dependiendo de noso- pero no todo lo voluntario está de acuerdo con una elec-
tros, pueden existir o no y que constituyen los medios ción. Al mismo tiempo, a partir de estas consideracio-
para alcanzar un fin, es evidente que la elección es un nes resulta evidente que los legisladores distinguen, con
deseo deliberado de cosas a nuestro alcance. En efecto, razón, entre las pasiones, las voluntarias, las involunta-
deseamos todo lo que elegimos, pero no elegimos todo rias y las premeditadas, pues aun cuando no consiguen
20 lo que deseamos. Llamo, sin embargo, deliberado al una perfecta exactitud, con todo alcanzan, en cierta ma-
nera, la verdad. Hablaremos de esto en nuestro estu- 1227a
53 Expresiones semejantes las encontramos en la Retórica
dio sobre la justicia; pero es evidente que la elección
(1359a38-bl): *Es evidente acerca de qué cosas hay deliberación. Tales
son las que pueden depender de nosotros y de las que el principio
no es, simplemente, ni una volición ni una opinión, sino
de que sucedan está en nosotros; se delibera, pues, hasta el punto en una opinión y un deseo juntos, cuando son conclusión
que averigüemos si son posibles o imposibles de hacer por nosotros,, de una deliberación. 5
(trad. A. TOVAR).

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