El término trastorno en el ámbito médico se utiliza para
describir una alteración o anomalía de la función física o mental. En
psicología, los trastornos de personalidad son aquellas afecciones mentales, comportamentales, emocionales y de pensamiento que afectan la forma en que pensamos, sentimos, actuamos, tomamos decisiones y nos relacionamos con las demás personas. Sin lugar a duda, uno de los grandes retos de la sociedad es la salud mental; y es que, la adolescencia es una etapa única y formativa, pero los cambios físicos, emocionales y sociales que se producen en este periodo, incluida la exposición a la pobreza, los malos tratos, la desigualdad, la inseguridad o la violencia, pueden hacer que los adolescentes sean vulnerables a problemas de salud mental. Los adolescentes son el sector de la población más vulnerable a estos trastornos. En el mundo, uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años enfrenta un padecimiento mental sin embargo, la mayoría de ellos no son diagnosticados ni tratados adecuadamente.
1. Trastornos emocionales: La ansiedad y la depresión son dos de
los trastornos emocionales más comunes y tiene características similares. La ansiedad se caracteriza por presentarse en ataques de pánico, preocupaciones excesivas, tensión y debilidad. La depresión se caracteriza por los cambios inesperados del estado de ánimo, tristeza, desesperanza, culpabilidad, etc. 2. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH): Es caracterizado por la dificultad para prestar atención, un exceso de actividad, fantasear mucho, comportamientos en los que no se tienen en cuenta las consecuencias. 3. Trastornos alimenticios: Suele presentarse en la preocupación extrema sobre el peso, episodios de bulimia, dismorfia corporal, dietas excesivas y el uso de laxantes u otros métodos para vomitar la comida. 4. Trastorno de estrés postraumático: Falta de emociones positivas, sentir miedo o tristeza en forma continua y de manera intensa, irritabilidad, ataques de rabia, asustarse fácilmente y alucinaciones. 5. Psicosis: Se caracteriza por las alucinaciones, delirios, alteración de pensamientos y comportamiento, repetición incoherente de palabras, dificultad para reconocer lo que es real y lo que no, etc.
1. Trastornos Emocionales: Factores genéticos, desequilibrio de
ciertas sustancias químicas en el cerebro, como la serotonina. Experiencias traumáticas, como la pérdida de un ser querido, el abuso físico o emocional, enfermedades físicas, la falta de apoyo social, el abuso de sustancias y una mala alimentación. 2. Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH): Aún no se conoce con certeza aunque estos pueden ser sus causantes: Genética. Neurotransmisores, como la dopamina y la noradrenalina. Falta de atención y apoyo durante la niñez, especialmente de los padres. 3. Trastornos Alimenticios: Genética, la baja autoestima, la insatisfacción corporal, la depresión, la ansiedad, la presión de la sociedad y los medios de comunicación para mantener un cierto estándar de belleza, experiencias traumáticas. 4. Trastorno de Estrés Postraumático: La exposición a un evento traumático, como una violencia sexual, accidente grave o desastre natural, los desequilibrios en los neurotransmisores y la respuesta del sistema nervioso. 5. Psicosis: No hay una causa específica para la psicosis. Este trastorno parece ser el resultado de una combinación compleja de riesgos genéticos, diferencias en el desarrollo del cerebro, medicamentos, vejez y exposición a factores estresantes o traumáticos. 1. Trastornos emocionales: Se suelen manifestar en preocupaciones, miedos intensos, excesivos y persistentes sobre situaciones diarias, mayor sensibilidad a la crítica, dolores corporales, no disfrutar actividades que por lo general gustaban y más. 2. TDAH: Los síntomas más comunes son impulsividad, inquietud, dificultades académicas, sociales y profesionales, problemas para seguir instrucciones y siempre estar aburrido. 3. Trastornos alimenticios: Anorexia, Bulimia, comer de forma limitada o excesiva, poner excusas para no comer, quejarse continuamente del cuerpo, esconderse para comer, etc. 4. Trastorno de estrés postraumático: Algunos de los síntomas son tener pesadillas, flashbacks, evitación de recordatorios del trauma, y más. 5. Psicosis: Desconfianza, ideas paranoicas, incomodidad, aislamiento social, sentimientos excesivos o falta de sentimientos, menos atención al cuidado e higiene personal, interrupción del sueño.
Las consecuencias de todos estos trastornos son
algo similares, incluye dificultades académicas, problemas en relaciones interpersonales, abuso de sustancias, comportamientos de riesgo, deterioro de la calidad de vida, pensamientos o intentos de suicidio y autolesión, resentimiento, violación de leyes y derechos humanos.
En el mundo, uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años
padece algún trastorno mental, un tipo de trastorno que supone el 13% de la carga mundial de morbilidad en ese grupo etario. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. El hecho de no ocuparse de los trastornos de salud mental de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden a la edad adulta, perjudican la salud física y mental de la persona y restringen sus posibilidades de llevar una vida plena en el futuro.
El control del pronóstico del trastorno en
adolescentes es un aspecto importante para su manejo y tratamiento adecuado. Cuando se trata de trastornos en adolescentes, cada uno es único por lo que el control del pronóstico puede variar, sin embargo, es importante tener en cuenta varios factores como: 1. Diagnóstico preciso: Esto implica evaluar los síntomas, su duración, la gravedad y los factores contribuyentes. 2. Intervención temprana: Cuanto antes se identifique y trate el trastorno, mayores serán las posibilidades de un resultado favorable. 3. Apoyo familiar: Un entorno familiar saludable y de apoyo, junto con una comunicación abierta, puede facilitar el tratamiento y la recuperación. 4. Tratamiento adecuado: Esto puede incluir terapia individual, terapia familiar, medicación, cambios en el estilo de vida y otras intervenciones específicas según el trastorno en cuestión. 5. Seguimiento regular: El monitoreo constante puede ayudar a identificar cualquier cambio en el pronóstico y realizar intervenciones adicionales según sea necesario.