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Ramon Minguez-Vallejos

2023-2024

TEMA 1

Delimitación conceptual de la educación

Contenido

Entrada...................................................................................................................................2
1. La educación como fenómeno..........................................................................................3
1.1. Esbozo conceptual.......................................................................................................3
1.2. Retos actuales que se le plantean a la educación....................................................6
2. Concepto de educación...................................................................................................10
3. Características de la educación......................................................................................14
4. Elementos del proceso educativo..................................................................................17

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Entrada

Durante años, cuando regresaba de la escuela a casa, mi madre me


preguntaba al final del día: ¿qué has aprendido hoy? Esta pregunta no se
parecía a tener que repetir todo lo que había leído o escuchado del maestro,
menos aún acerca de lo que había aprendido a través de las actividades de las
distintas materias. Más bien se refería a algo que, de pequeño, no llegué a
entender bien y, sin embargo, ahora pienso que refleja uno de los cometidos
básicos de la educación. Esperaba que mi respuesta le mostrase qué cosas
interesantes había visto o descubierto, qué preguntas abrieron mis ojos y mi
curiosidad, a fin de cuentas, qué saberes fueron importantes para mí y qué
ocurrió: ¿me hizo pensar? ¿aprendí algo valioso?

A pesar de que fuera algo pequeño, marginal o anecdótico, se me pedía


algo mío, o sea, decir algo propio, que expresase una reflexión relevante para mí
tras haber navegado por lecturas, ideas, historias, o un sinfín de tareas.

Quizá educar se parezca a la aventura de descubrir algo nuevo, por lo que,


de entrada, no puede reducirse a una actividad rutinaria o petrificada. Qué duda
cabe que el cansancio ronda en la cabeza de muchos alumnos por el cúmulo de
aprendizajes a adquirir cada día, por recitar de memoria lo que dice el maestro o
maestra y repetirlo sucesivamente. Por ello no puede resultar extraño que, de
seguir siendo así, la tarea educativa sea vista a ojos de muchos adultos y jóvenes
como una actividad sin valor, algo que tiene escaso sentido y significado en la
vida de los alumnos.

A grandes rasgos, educar es exigencia y pasión por dar sentido a la vida


de uno mismo, la de los demás y comprender la naturaleza y el mundo como un
bien, aunque ello traiga consigo la necesidad de repetir lo ya descubierto o
sabido. Se educa, a diferencia de otras actividades, cuando el proceso educativo
contribuye a descubrir brújulas que orienten a niños y adolescentes, rutas que
les sirvan para encaminarse en este mundo hacia un universo de sentido.

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Y para ello, también es necesario renovar el significado de lo que significa


educar. Posiblemente, sea pertinente una “mirada nueva” sobre la educación,
porque nuestra experiencia pasada, y la de nuestros mayores, no es del todo
suficiente para alumbrar nuevos rumbos para educar, sino que necesitamos
renovar nuestro modo de pensar y actuar ante el fenómeno de la educación.

1. La educación como fenómeno

1.1. Esbozo conceptual

Educar es una acción humana que se encuentra inserta en la relación de


unos y otros. No se entiende esta actividad exclusivamente en el hombre
solitario, sino que emerge de la relación de, al menos, dos personas. Requiere de
la acogida del otro como condición previa para dar comienzo a la tarea de
educar. Es introducir al arte de vivir, facilitar aquellos contenidos que suscitan
aspirar a una vida con sentido. En pocas palabras, educar es algo parecido a dar
vida. No me refiero a la acción de engendrar un nuevo ser humano, sino que va
más allá de la simple función de procurar salud y hogar para dar continuidad a
la vida de seres humanos. Siendo esto un asunto necesario, no es lo
determinante para comprender el trasfondo de la educación, porque nadie nace
instruido.

Desde el comienzo de nuestra vida, ha habido otros que nos han


enseñado cosas tan elementales como caminar o hablar, entre otras. Lo
interesante de educar no termina en lo biológico. Más allá de lo puramente
material o natural, lo educativo pertenece a lo se podría denominar como asunto
humano. En ningún caso, cuando educamos no nos estamos refiriendo a
acciones que se refieren a algo meramente mecánico o que respondan a leyes
inmutables y generales. Por encima de la visión rutinaria, en buena parte
nuestra vida hemos tenido la experiencia de que algunas personas nos han
aportado una riqueza o saber para encauzar de modo interesante nuestra vida.
Son especialmente aquellos que nos han enseñado algo valioso, bueno o justo
para vivir en condiciones dignas.

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Cuando nace un ser humano, viene a este mundo completamente


desorientado, sin puntos de referencia fiables. Es evidente que se encuentra
lanzado a un mundo que no ha escogido ni previsto, en el cual tendrá que
emprender la arriesgada tarea de construir un universo de significados, un
conjunto de ideas, creencias, valores, saberes, actitudes, estilos de
comportamiento, etc., a partir del cual le sirva para situarse de modo ordenado
en un espacio y tiempo concreto.

Habitualmente, cuando hablamos de enseñar o de educar, enseguida nos


viene a la memoria libros, clase, exámenes, etc. La buena educación no está
limitada a lo que ocurre en el interior de los centros escolares, sino que va más
allá de sus muros. En la escuela obtenemos conocimientos útiles, competencias,
habilidades, etc., que contribuyen a mejorar determinadas condiciones de
nuestra vida. Así, aprender conocimientos científicos nos ayudan a comprender
el funcionamiento de la naturaleza, de los objetos, de seres vivos y a resolver
multitud de problemas. Pero ese conocimiento no lo es todo en la formación de
la persona.

Ayudar a un niño a realizar su tarea, a la joven que tiene dudas en su


relación sentimental o al compañero de trabajo que no sabe cómo realizar un
informe, estamos ante acciones educativas. Quien enseña o educa es quien
muestra algo valioso al otro, es testimonio o ejemplo para alguien. No debería
olvidarse que necesitamos unos de otros. Unos que enseñan con autoridad,
otros que aprenden imitando y recreando lo enseñado.

¿De dónde surge la acción de educar? ¿Por qué educar? ¿Para qué?
Educar nace del sentimiento de una persona que se deja conmover por aquella
otra que pasa necesidad, ignorancia o vive por debajo de su condición como
persona.

Existe el adagio popular de que una de las acciones más nobles del ser
humano es la de enseñar al que no sabe. Con frecuencia escuchamos que alguien
actúa como maestro cuando lo sabe mejor que otro o cuando transmite algo de
lo que no se sabe. Se dice que alguien no sabe porque no ha visto (todavía) algo,
porque no tiene conocimiento de algo o porque no está instruido. Para enseñar
se supone que, quien enseña, sabe o ha indagado.
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Enseñar al que no sabe fundamentalmente es como abrir los ojos a aquel


que no ha visto algo o, en cierto modo, para señalarle que se fije, mire, algo que
es interesante o importante para él mismo (Enseñar a ver, a pensar, a razonar,
etc.). No se enseña cuando uno se pone por encima del otro, sino para que “mire
con sus propios ojos”. Enseñar es como una escuela para los ojos, pero tiene
lugar principalmente por la palabra. Las palabras verbalizadas, también
mostradas a través de comportamientos, sirven para transmitir no solo
conocimientos, sino también afectan a los sentimientos, a los afectos y abren la
puerta a nuevas formas de ser y comportarse para quien aprende.

Desde este modo de entender, enseñar es el arte de dar luz, aprender a


vivir. Se trata de aportar palabras (pensamientos, ideas, razones, etc.) que le
susciten vida como ser humano. Se trata de un asunto que de ello depende en
buena medida nuestro presente y futuro, nuestra supervivencia como especie.
De ahí que educar sea uno de los asuntos más importantes en la vida de las
personas. Queramos o no, educar afecta al conjunto de la población porque son:

a) Asuntos relacionados con el soporte básico de los seres humanos. Son


los aprendizajes imprescindibles para garantizar el mínimo vital: es
necesario cuidar del cuerpo y de su estado de salud como soporte en el
que se desarrolla la vida (no sirve alimentarse de cualquier manera,
por ejemplo, sino del modo adecuado que permita mantener en
condiciones un estado de salud digno).

b) Asuntos relacionados con aquello que convierte específicamente a cada


individuo en ser humano como tal. Si como indica el dicho popular de
que “no solo de pan vive el hombre”, entonces necesitamos de otros
alimentos que nutran adecuadamente nuestra personalidad: saberes,
conocimientos, actitudes, valores, etc. Es decir, es necesario adquirir
herramientas, como la lectura, la escritura o el cálculo, que permitan el
acceso y configuración de las cualidades específicamente humanas
para ejercer del mejor modo posible el oficio de ser hombre o mujer a
lo largo de nuestra vida.

A fin de cuentas, de lo que se trata al hablar de educación es de aquello


sobre lo que humaniza al ser humano, lo que le convierte en persona. Y no
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siempre se es consciente de que lo definitivo o central de la tarea educativa es


determinar qué hombre o ser humano se pretende formar. Existen muchos
modelos antropológicos que están impregnados de una tradición cultural o
religiosa.

Inevitablemente, se necesita de una imagen del mundo (cosmovisión,


ideología o cultura) y un programa de vida para educar. El problema radica en
qué imagen del mundo y en qué programa de vida hay que educar en esta época
en la que se vive un tiempo incierto.

1.2. Retos actuales que se le plantean a la educación

No cabe duda de que vivimos una época de cambios y que estos cambios
son radicalmente profundos hasta el punto de que producen un malestar
general. Se habla de crisis global, no sólo económica o política. Algunos
intelectuales afirman que “el problema de todo es la educación”, que si cambiase
cómo se educan a las personas se terminaría la corrupción, el delito, el fraude, la
violencia y tantos otros problemas que actualmente están presentes en la
sociedad. Sin embargo, la educación no lo es todo, porque no estamos hablando
de asuntos que competen única y exclusivamente al ámbito educativo, sino que
afecta al conjunto de la sociedad. La educación y, con ella la escuela, es parte de
un todo mucho más mayor, y la mayoría de los problemas que se califican de
“educativos” tienen que ver con complicados procesos de distinta naturaleza
(económicos, políticos, culturales, etc.). Es claro, pues, que los distintos
aspectos que conforman nuestra realidad social no dependen solo de la
educación, sino además de la relación de múltiples factores que intervienen en
el conjunto de la vida de las personas y del funcionamiento de la sociedad.

Pero decir que la crisis tiene un alcance global, es lo mismo que señalar
que lo que está en crisis son los actuales pilares sobre los cuales conforman
nuestra vida personal y en común. Son las creencias más básicas, los criterios a
partir de los cuales decimos lo que está bien de lo que está mal, lo que es
deseable o descartable, lo que juzgamos como justo o injusto, cierto o falso, etc.

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Lo que está en crisis es el modo de entender la realidad y de entendernos a


nosotros mismos.

En la actualidad se da por supuesto de que nos hallamos en un mundo


incierto, o también, en un mundo líquido (Bauman, 2003). Ello pone
claramente de manifiesto que los principios sobre los que antes se asentaba
nuestra vida o sociedad eran admitidos como fijos e inmutables, ahora parecen
frágiles, quebradizos o provisionales. Sea como fuere, lo cierto es que nunca
como ahora, en la época que nos ha tocado vivir, se han visto tan radicalmente
sacudidas las certezas que han dado fundamento a la vida de las personas.

Por ello, no resulta extraño afirmar que, en la actualidad, educar no deja


de ser un gran desafío que entraña exigencia y pasión por esta labor. Así pues, la
educación se presenta como una realidad muy delicada porque tiene como tarea
fundamental la de contribuir a edificar sujetos libres y responsables. Promover
personas que opten en esta época de fuertes contrastes por vivir con libertad
responsable, con sentido humano y humanizador no sólo a sí mismos, sino
también a la comunidad en la que viven. Por lo tanto, educar es exigencia y
pasión por la promoción del ser humano y su dignidad.

Sin embargo, la realidad social actual lanza algunos retos que afectan
inevitablemente al significado de educación, como a la misma tarea de educar:

1. El progreso científico y tecnológico está transformando las formas de


trabajo. Aunque educar no consiste solo en formar para una profesión,
el sistema educativo debe estar atento a las demandas que emergen del
mundo laboral y preparar a las nuevas generaciones en competencias
que sean propicias al mercado laboral.

2. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación están


propiciando no solo un cambio profundo en amplios sectores de la
sociedad (economía, negocios, etc.), sino también en la vida cotidiana
de las personas. Ya no es necesario desplazarse del hogar para estar en
contacto con el mundo, o para realizar bastantes tareas profesionales.
La realidad virtual hoy es tan real como la vida misma y abre las
puertas a nuevas formas de creatividad y de comunicación. Mientras

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que unos podrán aprovechar las ventajas de Internet para aprender,


otros seguirán sin tener acceso al mundo de la información y de la
comunicación.

3. Se continúa el proceso de transformación del papel de la familia y de


la mujer. La incorporación de la mujer al mundo laboral,
afortunadamente, está trayendo consigo importantes cambios en la
estructura de la sociedad, de la vida familiar y de las relaciones
sociales. Ello repercute en el papel educativo de la familia y de la
convivencia a nivel social.

4. El problema medioambiental aumenta de modo alarmante. El actual


sistema de vida, basado en la creencia de que los recursos naturales
son inagotables y de un consumismo sin límites, se muestra
incompatible con la preservación del planeta Tierra. Ello implica un
importante desafío en cómo educar para que sea posible la vida para
todos, presente y futura.

5. Se percibe una fuerte desafección por la vida política. Los partidos


políticos pierden vigencia y representatividad. También se percibe un
alejamiento de los representantes políticos y de la ciudadanía en
general. Algunos lo califican como la existencia de una fuerte crisis de
participación política, otros que la democracia actual está en riesgo de
ser sustituida por otras formas menos participativas y más radicales,
caracterizadas por los populismos o totalitarismos. Esta situación
lanza a la educación la necesidad de preguntarse por el tipo de
ciudadano que debe formar para que el sistema democrático siga
vigente y con renovadas energías para lograr que la convivencia
garantice la pluralidad de formas de vida.

Estos son tan solo algunos de los desafíos que la sociedad actual plantea
al fenómeno educativo. No es necesario insistir en las imprevisibles
consecuencias que estos desafíos pueden provocar de no adoptar itinerarios
formativos que contribuyan a lograr una solución satisfactoria.

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Pero, la tarea de educar no puede nadar en la indecisión. Al menos, es necesario


plantear algún criterio básico. Para nosotros educar es como iluminar al otro,
mostrarle lo valioso: La palabra luz nos aporta la posibilidad de desentrañar
otra acción de la educación como tarea humanizadora.

- Luz es sinónimo de fuerza y, aplicado a las personas, lo que impulsa la


vida. Lo contrario sería oscuridad o, por extensión, muerte. Así pues,
la palabra luz encierra un símbolo muy enriquecedor y esclarecedor de
la acción de educar: ver la luz equivale a vivir y es impulso de
prosperidad; es fuente de energía, de vida.

- Aplicado esta simbología al ámbito educativo, cabe decir que educar es


como abrir los ojos a la luz. Lo luminoso en educación sería el saber y
lo contrario la ignorancia (la oscuridad). Por eso se dice que el que no
sabe es como el que no ve. Para educar se requiere previamente haber
visto, haber indagado. Uno se convierte en educador, enseñante,
cuando ha visto, ha indagado. Entonces, educar es enseñar (mostrar)
al que no sabe. Pero se puede caer en el error de enseñar porque
alguien (maestro, padre/madre, …) todo lo sabe mejor, cuando
transmite a otros algo que nosotros no sabemos nada en absoluto y él
lo sabe todo.

- Cuando se dice “enseñar al que no sabe” no significa que yo


(sabelotodo) me pongo por encima del otro (ignorante). Más bien
consiste en decir: “Mira, hay algo interesante. Hay algo que te
concierne, que es importante para ti”. La tarea de educar no sería la
transmisión de saberes para acumular más saber, sino para ver más y
mejor.

- Educar en el sentido de mostrar (enseñar) tiene lugar principalmente


por medio de la palabra. Las palabras son como llaves que abren los
ojos; no transmiten solo conocimientos, sino que afectan al ser
humano, a sus sentimientos, a su afecto (corazón). Abren una puerta
por la que el alumno puede entrar a contemplar con asombro un
mundo nuevo. También se enseña con su conducta, con su ejemplo.
Palabra y persona concuerdan. Con su persona pone de manifiesto de
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qué responde y qué hace humano al ser humano. Sócrates entendió la


condición de maestro como el arte de parir. Con sus preguntas, el
maestro apoya el nacimiento de un nuevo ser y ayuda a que vea el
mundo con ojos nuevos.

- Por lo tanto, educar tomado como enseñar es un arte de parir. Ayuda a


aprender el arte de vivir. Enseñar al que no sabe significa darle
palabras que le introducen al arte de vivir, decir palabras que suscitan
vida en el otro.

2. Concepto de educación

Se puede definir el concepto de educación de muchas formas


dependiendo de la perspectiva que se tome. El término educación comienza a
usarse en el siglo XVIII con la formación de los sistemas escolares nacionales; la
ambigüedad de contenidos deducible de los distintos ambientes socioculturales
la encontramos en su misma etimología latina, ya que educere significa sacar,
llevar, conducir desde dentro hacia fuera, que hace referencia al crecimiento,
enderezamiento o construcción. Por su parte, educare hace referencia a “criar,
nutrir, alimentar, que hace referencia a la acción de acrecentamiento desde
fuera” (Touriñán, 2016, 25). La palabra educación integra los dos vocablos
etimológicos, siendo ambos complementarios en las acciones de la enseñanza y
el aprendizaje en que se resuelve la educación. Cuando se endereza a alguien, se
le conduce a otro nivel, o se transforma algo suyo en mejor, hablamos de
educación.

La ambivalencia etimológica se extiende al campo de actuación, pues


junto a la promoción del individuo está su dotación socializadora para que actúe
como los demás. Desde la exterioridad en que madura el niño, la educación
pretende alcanzar su conciencia interior, mientras que su práctica viene de una
tradición, y debe abrir la posibilidad de un futuro diferente.

La explicación interaccionista propicia una versión más real y ajustada.


El hombre en interacción con el ambiente (percibiéndolo, ajustándose a él y

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transformándolo) se desarrolla tanto biológica como psíquicamente. Lo que


realiza la educación es una acción de “filtrado” del ambiente, por una parte,
seleccionando para obtener los efectos deseados e inhibiendo lo no deseable
para su promoción humana; y, por otra parte, la educación dota al hombre de
repertorios de respuestas para ajustarse o adaptarse mejor a las situaciones que
se le presentan.

A pesar de las diferentes maneras de concebir la educación, son varios los


autores que destacan las coincidencias en torno a la idea de perfeccionamiento,
vinculada a los ideales del hombre (García Carrasco y García del Dujo, 1996;
Núñez Cubero y Romero Pérez, 2003; Touriñán, 2016). La educación aparece
como una acción organizada hacia unos fines en la que se ejerce una influencia
intencional sobre los humanos que pretende ayudarles a realizar unas metas
individuales y sociales. Esta actividad intencional, sistemática, que se acerca a
un modelo, plantea la perspectiva filosófica de los fines que orientan la
educación.

Si, en la actualidad, educar es visto como el medio eficaz de obtener un


beneficio económico, porque a mayor nivel educativo más posibilidades de
acceder a profesiones educativas más cualificadas y más rentables, entonces es
necesario disminuir esta visión exclusivamente mercantilista e impulsar otra
que vaya mucho más allá de la sola adquisición de conocimientos y
competencias para la obtención de una profesión o el éxito laboral.

Siendo esto necesario, no lo es todo. Educar va más allá de la visión


mercantilista, actualmente en vigor en nuestra sociedad. Educar es contribuir a
la configuración de un modo de pensar (mentalidad o cosmovisión de la persona
y del mundo), de sentir y de actuar. Somos mente, corazón y manos-pies.
Nuestra corporalidad denota nuestra personalidad.

Nuestra mente no solo es un cerebro que procesa información (Gabriel,


2016), como si fuera el disco duro de un ordenador; en cambio, es un órgano
vital que sirve para pensar y meditar. Le sirve al sujeto humano para darse
cuenta de lo que hay a su alrededor y de mirarse a sí mismo. Gracias al
pensamiento, cada uno es capaz de conocer lo que hay a su alrededor, lo que
está fuera de sí y de utilizarlo para vivir; pero también es capaz de conocerse a sí
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mismo. El ser humano es capaz de ensimismarse porque puede “entrar dentro


de sí” y descubrir sus cualidades específicas, como también profundizar en ellas
hasta traspasar su propio yo, sus límites espacio-temporales, y buscar más allá
de sí aquello que necesita para lograr una identidad plena. En otros términos, el
ser humano es un ser espiritual, que supera la sola visión biologicista o
materialista de sí mismo. No en vano, la sentencia socrática de “conócete a ti
mismo” sintetiza una de las características fundamentales del ser humano: su
interior.

Además de mente que le capacita para descubrir nuestro exterior y


nuestro interior, el ser humano es corazón, es decir, emociones, sentimientos,
afectos, deseos y pasiones. Somos seres que sufrimos, sensibles al dolor propio y
ajeno, a situaciones injustas que producen insatisfacciones, a sensaciones
agradables y desagradables. Dicho de modo metafórico, si en la mente habita el
saber, en el corazón está lo que da “sabor” a nuestro vivir, es el ámbito más
subjetivo del sujeto humano. Estamos, por tanto, en la parte más personal del
individuo, porque en ella anidan las impresiones o experiencias personales. El
sentimiento de tristeza, por ejemplo, provocado por el conocimiento de una
enfermedad grave no tiene la misma valoración cuando es noticia de alguien a
cuando uno mismo está sufriendo dicha enfermedad. El dolor ajeno solo se
conoce por analogía, el dolor propio, en cambio, será siempre “mío”.

Somos manos y pies, en el sentido metafórico de que hacemos y dirigimos


nuestros comportamientos en una u otra dirección, hacia aquello que nos
resulta valioso o importante. Nuestra vida no es un simple caminar por distintos
derroteros, sino que transitamos por caminos en busca de aquello que nos haga
felices o nos proporcione un bien. Siempre nos movilizamos para la consecución
de metas valiosas, de objetivos y aspiraciones vitales queridas y deseadas.

Pero, en este transitar por la vida para configurarse en una persona


valiosa que piensa, siente y actúa con un sentido humano, necesita de espacios
educativos que le permitan desarrollar dichas cualidades. Por decir algo
novedoso de lo que es educar, hay algunos aspectos básicos que son inevitables
para que se produzca la educación:

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- Para educar se necesita desarrollar vínculos humanos de acogida,


vínculos de afecto. No es posible comenzar la tarea de educar si la
persona, con independencia de su condición, no es acogida. Acoger
significa aceptarla tal y como es. Pero no basta la simple aceptación,
implica que sea un “lugar” en el que se echen raíces. Sin un hogar
(familiar, escolar, social, etc.), un suelo firme, no es posible construir a
la persona. La casa familiar o el aula no son solo y exclusivamente
habitaciones, paredes, objetos, etc., son también espacios para el
encuentro interpersonal, espacio humano en el que padres, madres,
maestros, muestran un modo de ser humano. Por ello, educar exige
fortalecer relaciones humanas, en donde aparezcan gestos, actitudes,
comportamientos, testimonios, etc., que permitan ayudar, en un
ambiente de diálogo y respeto, al que viene a este mundo para hacerse
humano.

- Para educar es imprescindible mostrar coherencia entre lo que se dice


y se hace. Los aprendices a ser humanos están necesitados de modelos
coherentes de comportamiento que sean estables a lo largo del tiempo.
La discontinuidad es uno de los factores más perturbadores de la tarea
educativa. Si educar es comunicar, hay un aspecto no verbal que tiene
que ver con los gestos, con el tono y el saber estar que facilita o
perturba la formación de los educandos. Todo lo que hace un adulto-
educador comunica y es percibido por el pequeño educando. En la
medida que se evite la separación entre lo que se dice y se hace, entre
el ser y el transmitir, se estará contribuyendo a dar credibilidad a lo
que proponemos como educación.

- No resulta fácil educar hoy cuando estamos inmersos en un mar de


relativismos y de vidas fragmentarias. Quizá sea esto muy difícil de
alcanzar, pero nuestros alumnos no están tan necesitados de que se les
diga lo que tienen que aprender, como si fueran píldoras o antídotos
contra la ignorancia. Mejor, nuestros educandos están necesitados de
que caminen por la senda estrecha de buscar el saber, de sentirse
conmovidos y enamorados por descubrir la verdad y el bien. Educar
consiste, por parte del educador, en descubrir las preguntas del otro, a

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intuirlas y ayudarles a encontrar las respuestas. A fin de cuentas, se


trata de una tarea “cordial” (sentirse interpelado por la aventura de
aprender) y una tarea “intelectual” (poner en juego nuestras
capacidades para encontrar el mejor conocimiento posible).

3. Características de la educación

Ampliando las notas que caracterizan la acción educativa, los profesores Colom
y Núñez (2001) nos hablan de las siguientes:

1. La educación es una acción, un hacer; no es pensar. Esto no quiere


decir que para educar no tengamos que pensar o tengamos que ir
reflexionando mientras estamos educando. Sin embargo, a pesar de
que también puede entenderse la educación como un hecho acabado o
concluido –este hombre está educado– no hay duda de que el hombre
siempre está abierto y receptivo al mundo exterior y a su propia
reflexión, por lo que no podemos ponerle límites.

2. Cabe decir que el proceso educativo es siempre un fenómeno


comunicativo que se establece entre el educador y el educando; es, en
definitiva, la comunicación, el mecanismo educativo por excelencia. Lo
que supone trasvase de información, ya que la comunicación es
siempre comunicación de información. La educación, pues, requiere
de información para la formación.

3. Este proceso educativo es, por lo general y en la mayoría de los casos,


intencional. Por tanto, para educar se debe tener en mente un
proyecto, un plan intencionado, de lo que deberá ser este proceso al
que denominamos plan o proyecto educativo. Normalmente, hay
educación cuando alguien tiene la intención de educar o educarse; de
todas formas, no se puede ser radical en esta cuestión pues hoy
sabemos que hay la posibilidad de recibir influjos no pensados, no
intencionales, y que sin embargo poseen efectos educativos sobre los
sujetos.

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4. Es necesaria la inteligencia para que se dé educación. Por parte del


educador, porque debe tener capacidad de elegir el camino a seguir
entre todos los posibles, es decir, debe poseer capacidad de
discriminación; por parte del educando, porque ha de recibir y
comprender los procesos comunicativos-informativos que le lleguen
desde el educador. Es decir, requiere también de inteligencia para
entender, captar, aceptar y seguir las intenciones que lo van
orientando en su proceso educativo.

5. Relacionado con la condición «inteligente» de la educación, nos


encontramos con otro aspecto determinante y necesario para que
podamos hablar de educación; nos referimos al aprendizaje. Educarse
significa aprender y educar implica en consecuencia obligar a
aprender. No se da la educación si no hay aprendizaje, por lo que una
vez más evidenciamos la necesidad «inteligente». Para educarse, un
sujeto indudablemente tendrá que aprender tanto en el plano de la
cultura, como en el de la moralidad, afectividad, capacidad física,
estética o de cualquier otra índole.

6. Este aprendizaje debe estar orientado, o debe servir para que el sujeto
se oriente en el mundo de los valores, de las creencias o de las
ideologías. Educar pues es hacer aprender, pero con intención,
significando los aprendizajes que se efectúen.

7. Cabe afirmar que este logro axiológico de la educación se convierte en


la esencia del acto de educar, de tal manera que educar será
exactamente lograr esto: moralizar al hombre en virtud de un
planteamiento axiológico o ideológico determinado.

8. La educación debe ser crítica o, mejor dicho, debe conseguir el


conocimiento y uso de criterios objetivos para comprender el mundo,
analizar los acontecimientos sociales y adoptar un estilo de
comportamiento libre y responsable en los educandos; con ello
diferenciamos la educación de la inculcación o del adiestramiento
ideológico. En educación no es lícito formar al niño, al hombre, bajo
unas coordenadas ideológicas determinadas, sino en todo caso
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desarrollar en él la capacidad de opción, de elección libre, de las


diversas configuraciones que se le presenten. La educación siempre
debe reconvertirse en capacidad de decisión por parte del educando, lo
que implica necesariamente que el educador sea, en todo caso, un
aportador de opciones, de pluralismo, sin coacción de tipo alguno; es
decir, si no hay libertad, si no hay confianza, si no hay posibilidad de
aprehensión y de personalización del mundo, de la realidad, de las
personas y de las cosas, difícilmente podremos hablar de educación.

9. Los efectos de todo el proceso educativo deben incidir en la


fenomenología global del hombre, en todas sus esferas; es decir, la
educación debe ser integral. De ahí que hablemos de los efectos
educativos sobre el yo personal, en tanto que sujeto individual, único e
intransferible, lo que debe incidir en sus capacidades intelectuales,
afectivas, morales y físicas; sobre el yo social, como persona que vive y
convive en sociedad junto con otros seres con los cuales se
corresponsabiliza de la vida comunitaria a través de comportamientos
adecuados, y por último, sobre el yo cultural, es decir, sobre la persona
que proviene de una cultura y que se proyecta desde ella hacia el
mundo y hacia el futuro y que requiere así mismo de lo cultural para
propiciar su propia vida.

10. Educar debe suponer innovar. No debe educarse para adaptar al


hombre a su ambiente, a su cultura y a su sociedad, o al menos no debe
ser ésta la última pretensión de la educación. Esta concepción
adaptativa es en todo caso un paso intermedio, acaso necesario, pero
nunca suficiente. Educar debe ser siempre innovar, cambiar,
transformar, y ello en dos sentidos: a nivel personal, ya que la
educación supone exponer al hombre a reestructuraciones constantes,
a transformaciones, lo que se relaciona perfectamente con la necesidad
del aprendizaje en la educación, ya que la consecuencia del aprender es
el cambiar; de ahí que la persona, a medida que se introduce en la
edad adulta es más reacia al cambio, a la transformación de sus
creencias, simplemente porque le cuesta más aprender, ya que lo
novedoso puede ir en contra de su hasta ahora concepción, más o

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menos sedimentada, de la realidad. En otro orden de cosas, también se


demuestra la necesidad de entender la educación como innovación;
nos referimos al hecho social o comunitario de la transformación. En
efecto, si educar, fuese simplemente adaptar, el mundo, la sociedad, no
progresaría, estaría anclada en los albores de los tiempos; así pues,
educar es, debe ser siempre, adaptar, pero adaptar para el cambio,
para la innovación, lo que supone valorar fundamentalmente las
capacidades creativas de las personas.

11.Por último, el educar debe tener una vertiente fundamentalmente


pragmática, ya que debe ayudar al educando a vivir. Una persona
educada es pues una persona madura, en el sentido que posee
capacidad para hacer frente a las contradicciones de la vida e ir
superando las dificultades que el oficio de vivir a buen seguro le va
reparando cotidianamente. Cabe decir aquí, que un sujeto educado es
un sujeto capaz de haber internalizado e integrado en una
personalidad coherente todos los aspectos que la vida y el ambiente le
oferta en relación a sus posibilidades y formación.

Creemos que estas once características o condiciones hasta aquí


reseñadas nos permiten, por una parte, contextualizar la educación, o si se
quiere, qué debe entenderse por educación e incluso por educar. Pues bien, bajo
estas características o condicionamientos mencionados, y seleccionando de
estos once aspectos los que nos parecen más determinantes afirmaríamos que
educar es desarrollar un proceso permanente –mediante aprendizaje- de
formación personal, social y cultural orientado por un sistema axiológico y
moral que propicie la capacidad crítica y de adaptación innovadora en el
hombre.

4. Elementos del proceso educativo

La educación hay que entenderla como un proceso que posibilita al hombre


«construirse» (hacerse) de acuerdo con un modelo humano tenido en cada
tiempo y lugar como óptimo. En este proceso educativo hay que distinguir:

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• Finalidad: el tipo de hombre que se desea lograr y que en el sistema


formal se traduce en objetivos educativos. Se refiere tanto al
“conjunto” humano en su totalidad como a cada una de las
dimensiones o ámbitos del hombre (social, intelectual, físico, afectivo,
moral, estético, religioso, ...) tomados como modelos o patrones. Por
ejemplo, en cuanto a la finalidad de integrar, lograr un hombre
democrático, capaz de tomar decisiones, crítico con la realidad,
cooperador, innovador, etc.; o referido a un ámbito o dimensión
humana específica, por ejemplo, cognitivo: ser capaz de razonar con
precisión, teniendo en cuenta todos los elementos y su interrelación.
La presencia de la finalidad u objetivo es indispensable para hablar de
proceso educativo, ya que la educación reclama un patrón u objetivo
al que dirigirse.

• Contenido: lo que hay que enseñar y aprender. Compuesto por una


selección cultural tenida como relevante y básica en cada etapa y
congruente con el objetivo o finalidad. Los contenidos son tanto
conceptuales como procedimentales y valorativos. Precisamente, el
Informe dirigido por Jacques Delors (1996), patrocinado por la
UNESCO, sugiere los contenidos de la educación en el siglo XXI
deberían giran a estos cuatro pilares:

a) Aprender a conocer, combinando una cultura general


suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los
conocimientos en un pequeño número de materias. En una sociedad
tan cambiante es más precisa que nunca la flexibilidad, no sólo para
adaptarse al cambio, sino sobre todo para poder orientarlo.
Aprender a aprender es, por otra parte, la mejor vía para aprovechar
las oportunidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.

b) Aprender a hacer, para lo que no basta con adquirir una


determinada cualificación profesional; se requiere también una
capacitación para hacer frente a gran número de situaciones en las
que uno se encuentra, bien sea individualmente, bien desde un
trabajo en equipo.

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c) Aprender a vivir juntos, desarrollando la comprensión del otro y la


percepción de las formas de interdependencia, realizando proyectos
comunes y preparándose para tratar conflictos, respetando los
valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.

d) Aprender a ser, para que florezca mejor la propia personalidad y se


esté en condiciones de obrar con suficiente capacidad de autonomía
y de juicio.

Ricardo Díez Hochleitner (1996, 25 de octubre) resume lo que será


fundamental en cualquier sistema educativo a la altura de los tiempos:
“la tarea que debe acometerse es, por tanto, ingente a la vez que
ilusionante. Tenemos que contribuir al nacimiento de un mundo
nuevo ante la civilización global que está emergiendo. La oportunidad
está ahí, al alcance de la mano. Ahora se trata de salvar y restaurar
nuestro maltrecho hábitat, y de regenerar intelectual y moralmente
nuestras respectivas sociedades para devolver a todos la esperanza y el
sentido de la vida”.

• Acción o intervención educativa: promovida por algún agente


educativo sobre un sujeto que estimula, orienta y posibilita y facilita el
aprendizaje del contenido propuesto. Esta acción educativa es
intencional, va referida a la consecución de su objetivo. Así, la acción
del profesor está precedida por la reflexión de cómo lograr la
consecución del objetivo por el sujeto. En los casos de educación
formal se habla de efecto educativo porque el estímulo y el efecto que
genera coinciden con un objetivo educativo, aunque, obviamente, el
ambiente no pueda pretender conseguirlo. La acción educativa, por ser
«propositiva», es decir, dirigida a una finalidad, es una acción
racional, es decir, significativa, dirigida e intencional, cuya función
básica es generar o promover aprendizaje en el sujeto que se educa.

• Aprendizaje: En sentido coloquial, aprender significa la adquisición


del conocimiento mediante el estudio, el ejercicio o la experiencia, de
especial atención a aquellos conocimientos que son necesarios para el
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desempeño de un oficio, una profesión o cualidades comunes de las


personas (como p. e. aprender a hablar en un idioma, a leer, a escribir
o calcular, a respetar las normas de convivencia, etc.); también, se
aplica el vocablo aprendizaje el tiempo que se necesita para aprender
algo. En la actualidad, existen diversas teorías sobre el aprendizaje
(significativo, constructivista, cooperativo, colaborativo, por
problemas, etc.). Ante el hecho básico de adquirir un conocimiento,
una habilidad, una actitud o un valor, se asocia el término aprendizaje
con los procesos cognitivos, emocionales, motivacionales y los modos
de aprender. En las últimas décadas ha aparecido como novedad el
aprendizaje visible (Hattie, 2011), según el cual aprender no solo
consiste en mejorar el rendimiento de la persona por la adquisición de
algo que previamente desconocía o no lo poseía, sino también el
aprendizaje visible se muestra cuando va asociado a la enseñanza que
impulsa el aprendizaje del estudiante. No hay un aprendizaje
adecuado sin que sea impulsado o, mejor dicho, fruto de una
enseñanza que apasione al estudiante en su aventura de aprender.

Referencias

Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. F.C.E.

Colom, A. J. y Núñez, L. (2001). Teoría de la educación. Síntesis.

Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Santillana.


http://innovacioneducativa.uaem.mx:8080/innovacioneducativa/web/Docume
ntos/educacion_tesoro.pdf

Díaz Hochleitner, R. (1996, 25 de octubre). Aprender ante el siglo XXI. desafíos


y esperanzas. Diario El País.
https://elpais.com/diario/1996/10/25/opinion/846194410_850215.html

Gabriel, M. (2016). Yo no soy mi cerebro. Pasado & Presente.

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García Carrasco, J. y García del Dujo, A. (1996). Teoría de la Educación.


Educación y acción pedagógica. Salamanca: Eds. Universidad de Salamanca.

Hattie, J. (2011). Visible learning for teachers. Maximizing impact on learning.


Routledge. https://hozir.org/pars_docs/refs/26/25322/25322.pdf

Núñez Cubero, L. y Romero Pérez, C. (2003). Pensar la educación. Conceptos y


opciones fundamentales. Pirámide.

Touriñán, J. M. (2016). Pedagogía general. Principios de educación y


principios de intervención pedagógica. BelloyMartínez.

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