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SENTIDOS QUÍMICOS
SENSIBILIDAD QUÍMICA GENERAL Y ESPECIAL
Sensibilidad química es la capacidad de detectar sustancias del medio interno y externo que entran en contacto con
situados en la piel, en los órganos internos y, sobre todo, en el tubo digestivo. Estos últimos informan al
sistema nervioso central de la riqueza calórica y otros componentes de los nutrientes ingeridos así como de su posible
toxicidad. La sensibilidad química de los órganos internos forma parte de la SENSIBILIDAD INTEROCEPTIVA o VISCEROCEPCIÓN.
La mayor concentración de quimiorreceptores se encuentra en la nariz y en la lengua y da origen a la sensibilidad química
especial formada por los sentidos del olfato y del gusto, implicados principalmente en la selección y rechazo del alimento.
Anticipan su potencial agrado, desagrado o nocividad y generan sensaciones subjetivas de difícil descripción. El olfato puede
influir en conductas sociales relacionadas con la reproducción y la agresión.
Entre olfato y gusto existe una importante de origen periférico y central. Así, el sabor de los alimentos parece
provenir de los receptores gustativos, cuando en realidad procede de la mezcla de impresiones somatosensoriales, gustativas y
olfatorias. Los quimiorreceptores de ambos sistemas se encuentran conectados por vía aérea, de forma que las moléculas que
alcanzan los receptores gustativos pueden incidir también durante la masticación y deglución sobre los receptores olfatorios, a
través de la RETRO-OLFACCIÓN u OLFACCIÓN RETRONASAL. A nivel cerebral la procesa conjuntamente
ambos tipos de estímulos.
Las sensaciones olfatorias y gustativas suelen provocar reacciones emocionales de atracción o rechazo. La sensibilidad química
suele generar de inmediato placer o rechazo.
SENSIBILIDAD OLFATORIA
En el ser humano el olfato se relaciona principalmente con la identificación y selección del alimento, la higiene personal y del
entorno y la conducta social. En otras especies interviene en la localización de la presa y del depredador, en el marcado y
reconocimiento del territorio, en la agresión y en la conducta reproductora, tanto en la selección del compañero sexual y
apareamiento, como en la conducta parental.
El olfato permite identificar olores y distinguirlos de otros basándose sobre todo en la comparación, pero no aporta cualidades
precisas más allá de la intensidad y el afecto. Tampoco identifica objetos. Evoca : frescor,
permanencia, fortaleza, dureza, suavidad. No proporciona una localización precisa de la fuente del estímulo: el olor está en un
sitio y hay “algo” que lo produce y se puede localizar la distancia por su mayor o menor intensidad.
Es un sentido más que analítico, de manera que la percepción consciente de un olor se entiende como una
configuración o un patrón, resultado de integrar elementos que al final son más que la suma de las partes. Así, el olor del humo
de un cigarrillo procede de la combustión de miles de sustancias que se perciben como un olor único. Podemos distinguir en
una persona varios olores a la vez (perfume, colonia, sudor, 3 café, tabaco, antipolilla), pero cuesta separar los componentes
más elementales de un olor complejo, salvo para los expertos.
Las sustancias químicas son muy variadas y, transportadas por vía aérea, alcanzan los receptores del situados
en el interior de las fosas nasales. Sólo un 10% del aire que respiramos alcanza la mucosa olfatoria y es el origen de la
OLFACCIÓN ORTONASAL. Por su parte, la OLFACCIÓN RETRONASAL procede de la parte posterior de la boca y faringe, cuyas
señales integra el cerebro en el sabor. Los odorantes o estímulos olfatorios son moléculas volátiles que pueden ser disueltas en
la secreción mucosa que recubre los receptores.
ÓRGANO RECEPTOR
Se denomina NEUROEPITELIO, EPITELIO OLFATORIO o MUCOSA OLFATORIA, y está situado en la parte superior y posterior de
las fosas nasales. Contiene tres tipos principales de células:
⎯ . Son células receptoras bipolares fusiformes. Cada neurona receptora posee en la porción
dendrítica unos engrosamientos de los que parten entre 6 y 20 cilios sensibles a sustancias químicas.
⎯ , que son células troncales, indiferenciadas. Dan origen a nuevas neuronas olfatorias que sustituyen a las
que van muriendo, tras un ciclo vital corto de varias semanas (20-60 días).
⎯ que contienen sustancias de protección y de eliminación del odorante.
Hay receptores somatosensoriales que recubren la cavidad nasal y pueden activarse por sustancias volátiles como el amoníaco
o las bebidas carbónicas. Algunos de ellos son sensibles a sustancias irritantes y transmiten sus impulsos a través
de los nervios trigémino (V par craneal) y glosofaríngeo (IX).
Además del neuroepitelio, hay que señalar la lámina propia o submucosa, que cumple funciones de soporte y nutrición. En ella
penetran las , de inervación parasimpática, que segregan la mucosa que recubre el epitelio olfatorio. La
mucosa, además de ser el vehículo del estímulo olfatorio contiene inmunoglobulinas que protegen de infecciones.
La actividad del está regulada desde otras estructuras cerebrales. Imágenes por resonancia magnética
funcional (RMf) muestran que esta estructura codifica la INTENSIDAD: a más intensidad mayor activación de sus células, la
VALENCIA AFECTIVA: cuanto más desagradable, mayor activación, y la FAMILIARIDAD DEL OLOR: cuanto más familiar es el olor,
más se activan las neuronas del bulbo olfatorio.
El se origina en la porción posterior del bulbo olfatorio. Es una banda de sustancia blanca constituida por los
axones de las células mitrales y en ovillo que recorre el surco olfatorio en la superficie basal del lóbulo frontal. Se divide en las
estrías olfatorias (llamadas también tractos): medial, lateral e intermedia. La estría olfatoria lateral se dirige hacia la
, que incluye las áreas periamigdalina y el uncus o gancho.
La información olfatoria se procesa en numerosas regiones cerebrales de la corteza límbica y paralímbica. La estructura de la
corteza olfatoria es predominantemente alocortical, con menos capas celulares que el isocórtex o neocorteza.
Las PRINCIPALES REGIONES CORTICALES OLFATORIAS son:
→ , o área olfatoria anterior, que recibe proyecciones directas del bulbo olfatorio que releva hacia
atrás y hacia otras estructuras olfatorias secundarias.
→ , de donde parten vías hacia el tálamo y de allí hacia la corteza órbitofrontal.
→ desde donde alcanza la región olfatoria del hipocampo.
→ , que se considera la PRINCIPAL CORTEZA OLFATORIA (CORTEZA OLFATORIA PRIMARIA). La mayoría de
sus aferencias proceden del bulbo olfatorio y de la corteza piriforme contralateral. Proyecta a numerosas regiones, entre
las que destaca una vía DIRECTA extratalámica a la corteza órbitofrontal posterior y otra INDIRECTA a través del núcleo
dorsomedial del tálamo hacia las corteza frontal y órbitofrontal. También salen vías hacia la amígdala, corteza entorrinal y
corteza insular.
En la corteza piriforme ANTERIOR se identifican olores simples, mientras que la corteza piriforme POSTERIOR parece estar
más relacionada con la categorización y percepción de olores y de estímulos complejos.
→ : Núcleos corticales anterior y posterior de la amígdala, que son sus zonas olfatorias superficiales. Desde
allí conecta con otros núcleos de la amígdala y con el hipotálamo.
→ (posterior) es considerada la CORTEZA OLFATORIA SECUNDARIA O DE ASOCIACIÓN, que posee
conexiones recíprocas con la amígdala y otras regiones neocorticales. En ella se transforma la información olfatoria en
conciencia y se produce la discriminación de olores, ya que su lesión la impide. Sus neuronas responden a olores concretos
pero no a la intensidad. Allí contacta con la información gustativa y se produce la sinestesia olfatorio-gustativa de origen
central. Los olores AGRADABLES activan las porciones mediales posteriores y los DESAGRADABLES sus porciones laterales,
además de la corteza cingulada anterior dorsal.
Al se dirigen vías olfatorias indirectas, desde la amígdala y otras regiones de la corteza olfatoria incluyendo la
corteza piriforme, que alcanzan el hipotálamo lateral, muy relacionado con el apetito, y otras zonas asociadas a la
reproducción. En estas regiones se procesan los aspectos motivacionales y emocionales del olfato y se desencadenan en
animales las respuestas conductuales y fisiológicas a los olores.
Los (colinérgicos, noradrenérgicos, dopaminérgicos y serotoninérgicos), relacionados con el
despertar, la atención y el refuerzo alcanzan distintas regiones de la corteza olfatoria.
El bulbo olfatorio recibe numerosos aferentes inhibitorios desde diferentes regiones de la corteza olfatoria, que provocan entre
otros efectos la adaptación rápida que hace posible la percepción de estímulos nuevos. Estas señales eferentes también
explican que se perciban los olores de forma unitaria, a pesar de que su composición sea muy diversa. A la percepción olfatoria
se incorporan también aspectos afectivos y de la experiencia previa.
Los estudios de RMf confirman que existen sistemas separados en la corteza olfatoria para la identificación de olores y para su
localización. La IDENTIFICACIÓN se produce principalmente en la corteza frontal y en la ínsula. La LOCALIZACIÓN se sitúa en el
surco frontal superior derecho, que se puede considerar equivalente a la corriente dorsal del procesamiento auditivo y visual.
PERCEPCIÓN DEL ESTÍMULO OLFATORIO
El olfato humano es un sentido muy sensible y muy desarrollado debido al intenso procesamiento cerebral de los estímulos.
Para muchos odorantes, los umbrales de detección son similares a los de otras especies e incluso inferiores. Las funciones
principales del sistema olfatorio son la identificación y distinción de olores y la puesta en marcha de reacciones apropiadas. El
conjunto de interacciones entre receptores y el intenso procesamiento cerebral hace posible la identificación de un olor.
El ser humano puede identificar y distinguir una cantidad enorme de olores, pero su descripción es muy pobre. Lo más
inmediato es si el olor es o no agradable. Dado que los olores no identifican en su mayoría a un objeto, para su descripción se
recurre a cualidades, y la afectiva es la principal y más inmediata.
En relación con la identificación de olores, la defendía que un olor era el resultado de la interacción
de una estructura molecular particular con un receptor específico, siguiendo el modelo llave-cerradura. Esto sólo es verdad en
parte, ya que sustancias con una estructura molecular similar huelen de diferente manera, mientras que sustancias con
diferente estructura pueden oler igual. Aunque no se puede reducir un olor a sus componentes, hay datos de que en algunos
casos sí se puede predecir el olor de una sustancia a partir de la estructura química de sus componentes.
Por su parte, la afirma que un receptor responde a moléculas muy variadas e interviene por tanto en
la percepción de olores diferentes que se percibe conscientemente como patrones o conjuntos. La percepción de un olor
específico se debe a la combinación de olores simples. Las sustancias odorantes provocan activación de patrones olfatorios
diferentes, por lo que puede hablarse de un “reconocimiento de patrones” en la percepción olfatoria. Los patrones o
combinaciones permiten la identificación del olor, su asociación con el “objeto” en su caso asociado a dicho olor o con la
“cualidad” que evoca y su diferenciación de otros olores.
La corteza olfatoria responde rápidamente a cambios en la estimulación y muestra una ADAPTACIÓN que se desarrolla de
forma relativamente rápida. Este proceso es esencial para percibir bien los olores en un contexto cotidiano de mezcla de
muchos odorantes, ya que se necesita una fuerte inhibición para detectar nuevos olores, sean o no relevantes. La olfacción
mejora con la práctica (SENSIBILIZACIÓN), con lo que desciende el umbral de detección. Puede darse cierta plasticidad en el
epitelio nasal y en la corteza olfatoria, ya que la diferenciación de olores mejora con la experiencia.
En las sustancias NO existe el olor: es una cualidad sensorial que construye y crea el cerebro en forma de patrones coherentes
y estables de estímulos que almacena y utiliza en la valoración de los odorantes. La corteza olfatoria otorga afecto y significado
conductual a los olores y aromas. Un olor es, por tanto, el resultado de la integración de aspectos sensoriales y contextuales
con otros aspectos: memoria, activación y atención, estado emocional y motivacional. Las estrechas relaciones entre la
corteza olfatoria y distintas estructuras del sistema límbico explican las potentes reacciones emocionales que desencadenan
los olores. Este sentido interviene sobre todo en la selección y rechazo de alimentos en combinación con el sentido del gusto.
Estados internos, como el hambre o la sed, influyen en la percepción olfatoria. En la ingesta, la olfacción directa del exterior, u
ortonasal, precede a menudo a la sensación gustativa. Se huelen los alimentos para ver si están en buenas condiciones y para
gozar de un buen aroma. Se relaciona también con la higiene personal y del entorno. Por último, el olfato protege de peligros
como los derivados de incendios o escapes de gas. Otras señales sensoriales modulan los olores: el color de un líquido influye,
por memoria y asociación con otros líquidos, en la intensidad del olor percibido.
Las relaciones de la corteza piriforme con la amígdala y con la corteza entorrinal, parahipocampal e hipocampo explican la
persistencia de los olores. Las tienden a ser más duraderas, emocionales y vívidas que las visuales o
verbales. Dada su gran permanencia en la memoria, el afecto negativo asociado a un alimento que provoque asco o náuseas
llega a ser muy duradero y prolongarse durante años. Los recuerdos asociados al olor suelen remontarse a edades muy
tempranas. Este fenómeno puede deberse al predominio del olor y el sabor en la infancia como sistemas para explorar el
medio.
Reaccionamos al olor de una persona, que depende de muchos factores: edad, sexo, dieta, actividad inmunológica y estado de
salud. Así, el olor de una persona enferma con una fuerte respuesta inflamatoria se vuelve más aversivo y vuelve desagradable
la percepción de su rostro. Este fenómeno podría revelar una predisposición genética a hacer más difícil la interacción con el
enfermo y a evitar la enfermedad al reducir la exposición a patógenos.