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Carlos Quiroga
INTRODUCCIÓN
Si bien los nombres de Sigmund Freud y Jacques Lacan son conocidos en el ámbito
académico de las distintas carreras, la introducción a sus conceptos principales
suele ser objeto de temor por parte de los lectores no avezados en su lectura.
Es por eso que Carlos Quiroga intenta en este texto, con su estilo ágil y claro,
introducir algunos elementos fundamentales que funcionen como operadores de
lectura a la hora de abordar los escritos de los autores mencionados, así como el
material de cátedra.
MMCH
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UNO
DOS
1
Agradecemos a Marité Colovini la referencia a esta cita.
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TRES
CUATRO
La imagen (yo ideal) conjuga una síntesis de aquello que se puede transmitir por los
significantes, de aquello con lo que puede amar la madre. La mirada de ésta (ideal
del yo) sanciona ese posible parentesco en un registro de uno y de otro. El yo ideal
(la imagen) pertenece al imaginario, registro en el que se desarrolla la proyección.
El ideal del yo (la mirada como seña significante) pertenece al simbólico, registro en
el que se desarrolla la introyección. Siendo de distintos registros, no parece que
funcione como aseguran algunos analistas una maquinaria aceitada de
proyecciones e introyecciones.
CINCO
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Los otros niños entran en esta lógica. Los agrede o los imita. Juega a las más
sofisticadas torturas contra ellos, decapitaciones, descuartizamientos. Pega y dice
que le han pegado, o un niño se cae y llora como si él/ella se hubiesen caído. En
este punto se abre la pregunta acerca de cómo se ubicará el autista respecto de
este transitivismo infantil.
SEIS
En esta nueva etapa, las cosas están un poco complicadas: lo imaginario sigue
perteneciendo al espejo, con su unidad, pero lo real ahora está duplicado. Tenemos
al sujeto, que propioceptivamente sigue sintiéndose atomizado, pero identificándose
con otro que está unificado. Hay un real uno y un real dos. Y de este desdoblamiento
del campo de lo real por la aparición del semejante lo que tendrá que surgir es el
tercer campo, sin el cual no hay reflexión en cualquier nivel teórico: el campo de lo
simbólico.
SIETE
OCHO
Cualquier situación en la cual alguien dice “¿Qué estoy haciendo aquí?”, está bajo
los efectos de dos unos en el espacio real. Cuando esa pregunta sucede en la
dialéctica que se organiza durante el coito, el sujeto está del lado de la
masturbación, del goce fálico del idiota. Es sabido que “el orgasmo” supone un
perderse en otro, que no se corresponde al semejante de esta fase del estadio del
espejo. Otro que muestre su cara de semejante, a la vez que una cara extraña. Si
sólo queda presentada la cara semejante, la relación sucumbe a la tensión agresiva
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En este sentido, la cuestión de los celos en la mujer, merece una reflexión especial,
ya que en ella se trata de un problema del espejo, tal como lo demuestra Lacan en
el Seminario 4 al tratar el Caso Dora. Allí, la histérica es ubicada en el eje imaginario
del esquema Lambda. No solamente en las mujeres observamos estos fenómenos
de espejo, de hecho Freud estableció la histeria también para el hombre. Por
ejemplo: un hombre advertía que había eyaculado una vez que se producía la
detumescencia de su pene. Es decir, que tenía eyaculación sin orgasmo. Existe
una zona alucinatoria, propia de lo que se observa en la masturbación. Una zona
en la que prevalece el goce fálico, al que Lacan en su Seminario 20 denominó “goce
del idiota”.
NUEVE
que él por amor estaría dispuesto a colmar, a completar. Todo su cuerpo queda
afectado en ser lo que complemente el deseo de su madre. Esa alienación, no
obstante, resulta un fracaso, ya que ese vacío es de un significante que no existe.
No existe, porque no existe ningún significante que se signifique a sí mismo. La
dialéctica está marcada en este ritmo: se es el falo o se es un resto inmundo e
inservible. El falo o el resto. La gloria o la humillación. Una dialéctica que demuestra
que la estructura misma es “bipolar” o “maníaco-depresiva”.
DIEZ
ONCE
Del cuerpo del niño a la imagen y de la imagen al cuerpo propio que otorga la imagen
englobante que constituye el uno del narcisismo, se dan los hitos de las tres fases
del estadio del espejo. Transitar hasta el final la tercera etapa, que permite integrar
al niño su imagen al cuerpo propio, es el broche, la articulación principal en la
constitución del sujeto.
Primero, lo imaginario, segundo el orden simbólico que establece el lazo con otros,
fundamentalmente la lógica, el complejo de Edipo. De las pulsiones, al enganche
imaginario y de allí al orden simbólico.
DOCE
emparenta con el símbolo. El gift (regalo donado) que la madre le cede al niño, es
un objeto que no sólo sustituye a la madre, sino que le permite al niño salir de la
“tiranía” que le impone las “perfecciones y virtudes” de la imagen. Es así que lo
crucial para el niño no se trata de la construcción del símbolo, sino que lo crucial es
que la “falta” operando en el deseo de la madre haga lugar a que el símbolo
construya al niño como sujeto.
Un niño hace desaparecer un objeto atado a un hilo (tipo “yo-yo”) y produce un fuerte
sonido, algo así como “ooooohhhhhh”. Luego recibe con gran algarabía al objeto
que vuelve, con otro sonido, tal como “aaaaahhhh”. Ese niño es el nieto de Freud,
y consta como ejemplo de una paradoja del placer, en su escrito “Más allá del
principio del placer” publicado en 1920. Es Freud quien traduce esos sonidos
propios del balbuceo infantil, a la lengua materna de la que el abuelo era usuario y
a la que el niño está por entrar, al costo de la pérdida de cierta cantidad de sonidos
que la lengua materna no contiene y rechaza. El abuelo Freud, como si se tratara
de una creación poética pero a la inversa, traduce “ooooohhhhh” por la palabra
alemana “fort” que quiere decir “lejos”. Y “aaaaahhhhh” por “Da” que quiere decir
“aquí está”.
Este juega ilustra una repetición, un acto compulsivo hecho más allá del deseo y de
la conciencia del sujeto. Si la partida escenifica la “partida de la madre”, siendo que
el punto máximo del placer para el niño es el apego a la madre, el juego no está
conducido por el principio de placer. Este juego da cuenta de la construcción del
niño por el símbolo, es decir, lo que le pasa al animal humano por ingresar al orden
simbólico. Fort-Da, una alternancia estructural, una oposición binaria del tipo
presencia-ausencia. El orden simbólico, al que el niño nace más allá de su
nacimiento biológico, introduce una falta en lo real. Ilustrémoslo con un ejemplo de
Oscar Masotta: si nosotros caminamos por la superficie lunar, al entrar en un pozo,
no transmitiríamos a la Tierra “aquí falta una montaña”. Ya que para ello, debería
haber una ley que diga que en ese lugar debería haber una montaña. Es decir, que
es por el significante que existe la falta. El lenguaje animal construido con signos no
sabe de la falta sino de la necesidad. El animal es hiperconciente, hay una soldadura
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TRECE
funcionando en forma negativa, permite el punto de detención del habla. Ante esa
detención, la significación se produce retroactivamente. Por ejemplo: si decimos “las
masas”, ese corte indica algunas significaciones posibles. Si en cambio el corte es
posterior: “las masas del 17 de octubre de 1945” produce una nueva significación y
con ella una nueva foto o película (imaginario) diferentes.
CATORCE
Primera escena: la reina recibe una carta, pero al instante debe disimularla entre
otros papeles porque entra el rey. Podría tratarse de un documento que
comprometiera el honor y la seguridad de la reina. El ministro, que ha entrado a la
zaga del rey, advierte la turbación de la reina y adivina la causa. Saca de su bolsillo
una carta de aspecto idéntico, finge leerla y luego la sustituye por la primera. La
reina se ha percatado de la maniobra, pero disimula su confusión para no despertar
las sospechas del rey. La reina sabe que el ministro tiene el documento en su poder
y el ministro sabe que la reina ha visto su gesto.
Así ilustra Lacan los poderes y la supremacía del significante. Este significante
único-primero y último- circula al amparo de la ceguera de unos y del mutismo de
otros: el rey no ve, la reina no puede hablar, el ministro no sabe qué debe hacer, la
policía no ve al principio, etc. Eso ilustra el lugar del inconsciente, a la vez muy
cercano y escamoteado. Este significante único circula, efectúa un trayecto y es
revelado en su recorrido por sustitutos. Muestra la cadena del lenguaje hasta en
sus aspectos (sus sustitutos) retóricos e ideológicos. Y cada uno de los personajes,
sobre todo, se determina con relación a la carta. El significante predomina. Nadie
puede escapar a esa ley. Si algunas veces se olvida, la ley del significante no lo
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olvida jamás. Tal es la respuesta del significante más allá de todas las
significaciones: “Tú crees actuar cuando soy yo quien agita merced a los lazos con
que anudo tus deseos. Así estos crecen en fuerzas y se multiplican en objetos que
te conducen a la fragmentación de tu infancia desgarrada”. Existe una “identidad de
percepción” que produce la ceguera. Pensemos en los frecuentes olvidos de
nombres propios. Por lo general, este olvido, se produce porque en el nombre
olvidado hay ciertos significantes que remiten al nombre del sujeto que sufre el
olvido. Tan idéntico, que enceguece y ensordece. Se puede recordar aquí el olvido
del nombre Signorelli por parte de Freud, como ejemplo.
En francés, “lettre” sirve para nombrar “la letra” tanto como “la carta”. Para Lacan,
la lettre (letra) es “la base material que el discurso concreto toma del lenguaje. Esto
quiere decir en principio que el lenguaje pre-existe al nacimiento del humano. Es
decir, que tenemos una existencia en el lenguaje previa a nuestra existencia física.
El discurso entonces toma de esa estructura lenguajera previa la lettre que le otorga
su base material”.
QUINCE
Hace tiempo ya, luego de una conferencia de Gerard Pommier, fuimos a cenar.
Había Gerard hablado largamente sobre lo femenino. Es así que los significantes
femenino y masculino estuvieron girando en la alocución con gran preeminencia.
Tomamos una mesa y yo me dirigí al baño. Al llegar a la zona, entro decididamente
por la puerta que decía M. Al entrar, para mi sorpresa, veo unas mujeres más
sorprendidas que yo. Claro! Yo había considerado la M como señal de Masculino y
resultaba una señal de Mujeres. Este es un buen ejemplo de la ley de preminencia
del significante y de como la “lettre” es “la base material que el discurso concreto
toma del lenguaje”
Este ejemplo, refleja que, como lo ha dicho Lévi-Strauss y lo continuó Lacan: “los
múltiples alcances de la partitura polifonía. La capacidad de la creación poética
depende de las redes significantes que se ordenan en dos ejes, La metáfora y La
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metonimia. Que emulan las leyes que Freud otorgó al proceso primario. El
inconsciente” tal como señala Jean-Baptiste Fages en su libro “Para comprender a
Lacan”.
DIECISEIS
Volviendo al estadio del espejo: es común ver por esos tiempos del espejo a la niña
señalando sus genitales. Sabemos que lo que señala es la falta del falo. Si la niña
se considera, aunque sea por un tiempo como castrada, es decir privada de falo,
primero por su madre, luego por su padre; es porque primordialmente, para los dos
sexos, la madre esta munida de falo. La estructura ordena la existencia de “la madre
fálica”. Está construcción, absolutamente constatable en la clínica, invierte el
sentido común acerca de la castración, ya que la castración no tiene eficacia alguna
sin que se dé por constatada lo que llamamos la castración en la madre.
DIECISIETE
Desde aquel baño, el niño no es sustentable. Una falta radical lo estraga luego de
salir del seno materno. Esa falta es una abertura que suscita la necesidad orgánica,
más acá de la pulsión.
Lacan, no sin humor, compara al niño con un huevo cascado que se derrama en
forma de hommelette (juego de palabra en francés entre hombrecillo y tortilla). La
pulsión sería la presión (uno de los términos que utiliza Freud para la pulsión, junto
a fuente, fin y objeto). Esa “presión” que evidencia la falta del complemento materno.
Este elemento, más el carácter parcial de toda pulsión, da cuenta del terror que le
podemos tener a nuestras propias pulsiones en tanto son el testimonio de la
extinción de ese complemento. Los humanos nos tenemos miedo porque le
tememos a nuestras pulsiones. Esta presión, también es el fundamento de las
compulsiones (o con-pulsiones).
DIECIOCHO
Existe entonces una cualidad erótica de las pulsiones, en tanto ellas se canalizan
en espacios del cuerpo que se denominaron “zonas erógenas”. Este cuerpo libidinal
no coincide con el cuerpo de la necesidad biológica, aunque no se construye sin
ella. Es otro estatuto que gana la necesidad biológica, es decir, esta cualidad
erógena.
Lacan afirma que la pulsión se localiza en el organismo mucho antes que cualquier
representación en el psiquismo. Para Lacan entonces, el deseo aparece por la
vivencia de esa falta para el niño, del cuerpo de la madre. Esta separación, al poner
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DIECINUEVE
La demanda materna es la acción de ese primer otro sobre la cría humana. Uno le
supone una subjetividad al niño que llora, pero no la hay aún. Ese grito es mecánico,
no demanda nada, es la madre la que significa a ese grito por ejemplo como hambre.
Pero como ella misma vive en ese baño significante del que hablamos, sus
significantes serán insuficientes para esa significación. A esa porción irreductible a
la significación, localizada más allá de la significación del falo, Freud la llamo La
Cosa (en alemán Das Ding). Es este Das Ding el que utiliza Lacan para dar cuenta
de un objeto que no se reduzca al imaginario-simbólico.
se rigen por un tipo de fantasma en particular. Se dice con frecuencia “la histérica”
y “el obsesivo”. Más allá de cualquier consideración de género que se exponga, el
punto es que hay un fantasma: “El fantasma de seducción o violación” que se da
con mucha mayor frecuencia en las mujeres. Un fantasma (o Fantasía para no ser
muy estrictos) que se construye, aunque no hayan existido episodios de seducción
por el padre o sustitutos. Esto no quiere decir que no existan, desgraciadamente,
tales hechos. Lo que impresiona es cuando se construyen esos recuerdos de
violación que se dejan cuando la persona en cuestión advierte su no veracidad.
Existen síntomas ligados a este fantasma, todos reductibles de un modo u otro a la
conversión histérica, muy bien ejemplificada en las parálisis motoras sin etiología
orgánica. “El fantasma de la escena primaria” mucho más frecuente en el hombre
se ejemplifica en el abuso de la masturbación, las compulsiones, los síntomas
severos de avaricia, constipaciones, equizia afectiva, rituales ceremoniales, etc.
La histérica está en relación a una experiencia vivida con extremo displacer, tal
como puede ser una escena de abuso, por eso suele huir cuando despierta al hecho
que su ingenua situación con el otro se ha puesto al rojo vivo. El deseo de un deseo
insatisfecho es lo particular de este cuadro. Ella enseña la hipótesis hegeliana de
que el deseo es el deseo del hombre. Ella suele hacer mercado con alguna moda
ya que se dirige a lo que le falta al otro. Su trabajo es hacer desear, en todos los
sentidos que se le pueda dar a esa frase
El obsesivo se relaciona con una experiencia vivida con un placer en exceso. Una
experiencia sádica, etc. La concebida retención y avaricia del obsesivo da cuenta
de ese sadismo de origen. Su posición sacrificial de redentor y salvador conlleva en
tanta bondad un odio potencial irrefrenable. De allí sus ritos y ceremoniales que
conjuren esos deseos criminales. Su deseo es un deseo de un deseo imposible
Pese a todas estas delicias descriptas, la histérica y el obsesivo suelen hacer pareja.
La histérica por su lado quiere estar con alguien que le garantice su “insatisfacción”.
Así es afecta a estar con quien la rechaza o maltrata. Con aquel que la llena de
regalos de mierda para no darle su falta. Con aquel que quiere su inexistencia e
intenta aplastarle el deseo. El obsesivo si tiene un deseo de un deseo imposible,
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Bibliografía consultada