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CURSO ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO

Salud, Enfermedad, Signo, Síntoma, Síndrome, Trastorno

El concepto de salud – enfermedad fue tomando distintas concepciones, en los distintos


momentos históricos que fue atravesando la humanidad, como también determinados
hechos culturales y sociales.
Hoy, la OMS, define por salud a un completo estado de bienestar físico, mental y social y
no solamente la ausencia de afección o enfermedad.
Según Talcott Parsons, un sociólogo estadounidense de la corriente clásica de la
sociología, la salud es el estado en que un individuo posee la capacidad óptima de
rendimiento para el cumplimiento eficaz de los papeles y tareas para los que ha sido
socializado.
Freud habla de las series complementarias, cuando comenzamos a entender las
enfermedades desde la niñez, donde una enfermedad, trastorno o patología puede ser
innato, es decir antes de nacer.
Pudiendo ser genético por herencia de alguno de sus padres, o bien congénito, es decir
que se produce antes de nacer, en su proceso de gestación, pudiéndose conocer o no las
causas.
Freud, denomina, adquirido, cuando la enfermedad, trastorno, síndrome o patología se
ocasiona una vez nacido, en cualquier momento del ciclo vital.
Teniendo en cuenta lo anterior Freud postula, lo que soy, donde uno es la suma de lo
innato y lo adquirido, ya sea en enfermedad o salud, lo que traemos por herencia y a ello
le sumamos lo que se adquiere en el transcurso de la vida.
Por ello hablamos de relativamente saludable o relativamente enfermo, no existiendo los
absolutos.
Salud vs. enfermedad
Desde 1948 la OMS define la salud como “El estado de completo bienestar físico mental y
social, y no solamente la ausencia de enfermedad y dolencia”. La salud es algo que ya
tenemos y no hay que perder, es necesario, por tanto, garantizar las variables que la
cuidan y la protegen. En este sentido, la salud es una condición para la vida diaria, no el
objetivo de la vida. La Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud de la OMS
(Ginebra, 1986) destaca determinados prerrequisitos para la salud, entre los que se
incluyen la paz, el disponer de adecuados recursos económicos y alimenticios, la
vivienda, un ecosistema estable y un uso sostenible de los recursos. Vemos cómo se
hace patente la estrecha relación que existe entre la salud y las condiciones sociales y
económicas, el entorno físico y los diferentes estilos de vida.
El concepto de salud sale de la estrecha mirada de la ausencia de enfermedad y requiere
un enfoque amplio y holístico para ser entendido.
La salud, deja de ser una cuestión individual para convertirse en una cuestión política y
social que precisa ser garantizada, preservada y promovida por todos. La prevención de
la salud pasa a ser una relación entre sistemas. Podemos acabar moviéndonos entre
opuestos como normalidad y anormalidad, salud y enfermedad.
Entonces, frente a esta complejidad debemos definir de qué salud estamos hablando.
Sabemos que la normalidad como respuesta adaptativa eficaz no es necesariamente
sinónimo de saludable, sino que la “normopatía” como excesiva adaptación a lo normal
aparece como una enfermedad que incluye desde la pérdida de opinión y conciencia
crítica, hasta la falta de sentido y proyecto personal y comunitario.
Por su parte, el concepto de discapacidad como alteración de la capacidad o competencia
introduce sesgos en función del valor que otorga la sociedad a las habilidades
intelectuales, resolutivas, personales y relacionales. En relación con la educación de los
niños con discapacidad, es arriesgado primar la rehabilitación de la discapacidad como
objetivo primordial ya que tanto el cariño de la familia como la calidad de la relación
terapéutica son factores necesarios para hacer progresar al niño (Coll, 2003: 81).
Si acercamos la salud y la normalidad a criterios de eficacia para ser profesionales
eficaces intentaremos resolver problemas, encontrar soluciones visibles y útiles para
aquello que el otro no puede. Pero valorar excesivamente, o casi exclusivamente, la
respuesta desde la habilidad o la competencia puede llevarnos a un discurso ambiguo y
poco claro, en el que queda excluido aquello que no se puede. Es el riesgo de mirar a la
persona con dificultades centrándonos en el problema, lo que tiene o no tiene desde el
ángulo de su capacidad o discapacidad.
Este sesgo puede dejar fuera la amplitud de la persona en toda su complejidad. El término
discapacidad responde a la necesidad social de definir los distintos sectores de la
comunidad, nombrarlos y darles un lugar. Y explica que por una parte la sociedad tiene la
necesidad de borrar las diferencias, pero por otra tiende a hacer claras divisiones, esto es,
tiene la necesidad de unificar pero también la de diferenciar (Coll, 2009: 147).
Pensamos que establecer criterios de salud, normalidad o discapacidad desde la cultura
del resultado tiene el riesgo de poner el centro de atención en la dificultad, en lo que no se
puede, o no se es, dejando fuera del conjunto aquello de lo que la persona es capaz y
puede hacer. Pero el problema se agrava cuando la incapacidad sirve para definir al otro y
se transmuta en identidad, es decir, cuando la persona pasa a ser nombrada por la
dificultad, por el límite, por lo que no es, y se favorece una identidad sustitutiva vinculada
a los síntomas o discapacidades.
Cuántas veces hemos visto como la persona se define por su patología física, o mental, o
por sus circunstancias sociales y relacionales: “Yo soy un sordo, un bipolar”; “Yo soy
torpe, atrasado, inútil…”. “Yo soy” es una cuestión a la identidad y si esta queda adherida
a lo que en el fondo no soy, refuerza la impotencia y el resultado es que a través del
sentimiento de incapacidad muchas veces se vacía la propia competencia personal,
aquella que responde a lo que sí soy y sí puedo. Como profesionales de la salud, hemos
de ser capaces de trascender la parte donde no hay para llegar a aquella otra que recoge
la singularidad personal, con sus colores, historias y texturas. Aquella que guarda la
riqueza intransferible de lo peculiar de cada ser humano.
Coll (2009: 148) indica que la subjetividad se construye alrededor de dos pasiones
básicas, la de la semejanza y la de la diferencia, situándose en ese espacio que las une y
las separa. Y, el trabajo de “ordenarse” entre esas dos pasiones, conlleva el temor, el
pavor a lo que resulta de ese intento. La cultura de la eficacia por supuesto que tiene sus
valores y su sentido, pero también sus contrasentidos. El exceso de valor puesto en la
técnica, en el discurso de lo objetivo o lo productivo, tiende con frecuencia a devaluar lo
subjetivo, los significados internos o la creatividad como búsqueda y resolución de
conflictos. El lenguaje de lo objetivo intenta trasladar al mundo de fuera, que es más
cuantificable, fácil de comparar, unificar y compartir, la comprensión de lo que somos y
nos rodea.
Buscamos entendernos desde una forma concreta que me permita decir este soy yo, o
esto es la realidad, pero querer abarcar la realidad desde la comprensión exclusivamente
intelectual es un esfuerzo tan costoso como imposible. Aun siendo muchos los elementos
externos que lleguemos a tener en cuenta, pensamos que son insuficientes para alcanzar
la profundidad necesaria para comprender a una persona, lo que puede dejarnos
sentados en la superficie, con una mirada que puede resultar más bien superficial.
La complejidad de nuestras experiencias, emociones y sentimientos nos lleva a tener que
aceptar la existencia de una parte interna que se escapa al control, lo que supone que
tengamos que convivir con cierta inseguridad e inestabilidad. No obstante, pensamos que
la puerta a la interioridad se abre precisamente con las bisagras del no saber. El contacto
con nuestro mundo interno y la confianza en nuestra propia y subjetiva manera de ver es
personal y también una guía capaz de darnos claridad y seguridad para seguir
avanzando, confiando y sintiendo el enorme potencial de creación y autorregulación que
poseemos.
La Salud por tanto abarca aspectos subjetivos (bienestar físico, mental y social), objetivos
(capacidad de funcionamiento) y aspectos sociales (adaptación y trabajo socialmente
productivo). El concepto de salud ha ido evolucionando a los largo de la historia desde un
paradigma médico-biológico hasta un concepto más global, el paradigma socio-ecológico,
que engloba al anterior y lo supera. Esta nueva forma de concebir la salud reemplaza la
doctrina determinista de la causalidad simple en el binomio salud-enfermedad por la de un
marco de proceso multicausal, de acuerdo con el pensamiento científico actual.
El paradigma socio-ecológico, por tanto, plantea un escenario para entender las
condiciones y las causas de la salud y la enfermedad e incorpora las actividades
relacionadas con la salud como parte de las políticas sociales. Obviamente este
paradigma debe integrar las perspectivas biomédicas y psicosociales y ecológicas.
Por ello citamos aquí una definición de salud actual, pero obviamente no única ni
definitiva: “La salud es el logro del más alto nivel de bienestar físico, mental y social
y la capacidad de funcionamiento que permitan los factores sociales en los que
viven inmersos los individuos y la colectividad”.

Un signo es cuando una alteración puede ser percibida tanto por el enfermo como por un
observador externo, como puede ser la fiebre, pero la sensación subjetiva que la
acompaña, por ejemplo, la cefalea (dolor de cabeza), es un síntoma.
Un síntoma, es cuando alguien tiene un padecimiento y se refiere a un comportamiento
observable o a un estado que se puede comprobar, rápidamente. Es a través de los
síntomas observables por lo cual se llega a un diagnóstico, a través de esas
manifestaciones de comportamentamiento y de conducta o físicas que se manifiesten y
puedan ser observables por el profesional.
Un síndrome, es un conjunto de síntomas, que ocurren juntos o que pueden variar con el
tiempo. Un síndrome no necesariamente, está ligado a una patología.
En un síndrome se puede tener un conjunto de síntomas reconocibles y desconocer el
origen de los mismos.
En psiquiatría, el hablar de síndrome, significa una reacción psíquica, ante una situación.
Como ser el síndrome de Estocolmo, donde los rehenes tienen un enamoramiento con su
captor, siendo esta una respuesta psíquica producida por una situación.
Un trastorno es la descripción de síntomas, acciones o de comportamientos de una
persona y que suele estar asociado a una patología o a desórdenes de origen mentales,
alteraciones cognitivas (alteraciones para procesar y recordar la información, que incluyen
las áreas de la percepción, la atención, el lenguaje o la memoria) o del desarrollo.
Enfermedad, es un proceso de afección que se caracteriza por una alteración, en un
estado sano de salud. Para que se considere enfermedad deben de cumplirse al menos
dos de los siguientes factores
1. Que tenga signos y síntomas identificables.
2. Que presente alteraciones anatómicas fisiológicas.
3. Que tenga un agente etiológico (las causas, el origen), reconocible por el
especialista.

Salud y ocupación a través del arte


Tal vez las producciones y cualidades creativas no produzcan directamente beneficios
materiales, pero son muy fructíferas para sembrar la belleza, la armonía, la diversidad o el
desarrollo del sentimiento de pertenencia a una comunidad histórica y cultural.
Una sociedad en la que podemos soñar que acoja el cambio y la novedad, siendo
sensible al arte en sus expresiones, desde las tradicionales a las más sofisticadas.
La película italiana “Si può fare” (2008) https://www.youtube.com/watch?v=x7rV__SKuL0 ,
de Giulio Manfredonia, trata sobre la locura de un hombre que se dedicó a organizar una
empresa con personas que padecían una enfermedad mental. Pensó que cada uno podía
aportar algo importante, se embarcó en la tarea y navegó por aguas agitadas porque,
mientras lo hacía, sentía cómo iba descubriendo las capacidades en cada una de las
personas que antes estaban destinadas al anonimato dentro del manicomio y al
abandono, si él no hubiera creído en ellas.
En definitiva, creemos que nuestra tarea trata de esto, de la absoluta convicción de hacer
posible los espacios de vida y creación aún en las peores circunstancias. La
transformación de cada uno de los personajes en la película de Manfredonia da cuenta
del avance en salud, menos medicación, más comunicación, más autonomía, alegría en
las caras, productividad. La ocupación como forma de encontrar un lugar que nadie ve,
porque no se mira, como antídoto y crítica a los funcionamientos rutinarios que tratan a
las personas como objetos, como cosas sin vida. En este sentido señala Moruno (2003)
que la ocupación-actividad es una forma en la que la persona pasa a ser agente
protagonista en sus actos y en su hacer: La ocupación como una vía posible de relación
del ser humano con el orden simbólico, condición sine qua non del entramado
sociocultural que le precede y en el que se desarrolla, en la medida en que la acción
revela al agente del acto, y, a través de ella, el ser humano se distingue y expresa. Desde
este enfoque la ocupación puede constituir un vehículo o forma de dar sentido, significado
a la existencia, incidiendo, por tanto, en el bienestar psicológico y, quizá también,
espiritual del ser humano.

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