Antecedentes Históricos de la Vida política de Guatemala
Durante años estuvo el enfrentamiento interno que duro 36 años que
conoció Guatemala se caracterizó por su extrema crueldad y la masiva violación de derechos humanos, insertándose en la historia de un país en el cual se han sucedido con pocas excepciones, conflictos armados internos, gobiernos autoritarios, así como de irrespeto a los derechos fundamentales de la persona. Pero el nivel más profundo de la exclusión se constituyó en el campo de las relaciones Interétnicas. Guatemala es uno de los pocos países latinoamericanos cuya población indígena originaria, mantuvo y reprodujo su cultura y su importancia numérica a través de las diversas etapas históricas. El racismo y la discriminación han formado parte del pensamiento colectivo de la nación. Es probable que el proceso político que tuvo lugar en el periodo entre 1944 y 1954 del siglo pasado, “la revolución de octubre” haya sido el más elaborado de esos intentos, ya que durante el mismo se procuró, simultáneamente, la democratización política y la reforma social. Desde el punto de vista militar esa contienda no alcanzó niveles comparables a los que se dieron en El Salvador y Nicaragua. Se manifestó principalmente como guerra de guerrillas. El conflicto se inició y se reprodujo esencialmente por razones internas, el ámbito internacional de la guerra fría hizo que se vinculara a la lucha entre superpotencias. Los cambios internacionales hicieron posible las negociaciones de paz. Pese a que la guerra duraba ya décadas, no se había planteado estratégicamente una negociación. El último gobernante del periodo autoritario, el general Romeo Lucas García fue derrocado por un golpe militar en marzo de 1982.
Le sucedieron dos gobiernos militares más y en 1984 tuvieron lugar
elecciones para Asamblea Constituyente, la cual elaboró una ley fundamental que entró en vigor en 1985. Ese mismo año se realizaron elecciones libres y competitivas y el primer presidente de la transición a la democracia, Vinicio Cerezo, asumió el poder en enero de 1986. Ese gobernante, quien fue uno de los impulsores del proceso de Esquipulas, propició el primer encuentro oficial con la URNG, llevado a cabo en Madrid en 1987. La posibilidad de paz se mantuvo vigente, empero, debido a que la Comisión Nacional de Reconciliación (CNR) creada a partir de las recomendaciones de Esquipulas y presidida por el entonces obispo Monseñor Rodolfo Quezada Toruño, organizó encuentros de la URNG con representaciones de la sociedad civil. Este ciclo, conocido como el “ciclo de Oslo”, involucró a la misma CNR, los partidos políticos, las Iglesias, los empresarios, académicos y grupos populares.
Su principal resultado fue obtener respaldo de la mayoría de entidades
participantes (con excepción de los empresarios) a la posición de que la negociación debería incluir a la agenda larga.
En 1990 asumió el poder el segundo presidente de la transición, Jorge
Serrano, el cual había participado en el proceso de Oslo. Serrano buscaba impulsar la negociación y para ello inició su gestión con cambios en los mandos militares, con lo que estableció su autoridad, y aceptando la agenda larga para negociar. En abril de 1991 se reunieron las representaciones de las partes, en la ciudad de México. Por el gobierno asistió la Comisión Nacional de Paz (COPAZ) ente creado para esa finalidad, dirigida por funcionarios civiles con participación de militares, y por parte de la URNG sus principales comandantes y asesores. Bajo ese nuevo esquema, el 29 de marzo siguiente se firmó el Acuerdo Global sobre Derechos Humanos en México, siendo especial en el mismo el que se estableció un mecanismo inmediato de verificación por parte de Naciones Unidas, la MINUGUA. En Oslo, Noruega, el siguiente junio, se convinieron los Acuerdos para el reasentamiento de las poblaciones desarraigadas, temática que ya había sido parcialmente resuelta mediante los entendidos de 1992, así como el Acuerdo que creó a la Comisión de Esclarecimiento Histórico. Este segundo entendido originó problemas internos a la URNG, ya que se levantó oposición a lo que se interpretaba como una posición de concesiones excesivas al Gobierno en materia del mandato de la comisión de la verdad. En enero de 1996 asumió el poder el cuarto presidente del periodo democrático, Alvaro Arzú.
Y finalmente el 29 de diciembre de 1996 en horas de la tarde, el
documento final “Acuerdo para la Paz Firme y Duradera”, en el marco de una solemne ceremonia con asistencia de numerosas delegaciones internacionales.