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Universidad

Rafael Landívar
Licenciatura en
ciencias jurídicas y
sociales.
CUARTO SEMESTRE.
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CÓDIGO CIVIL. .
DERECHO CIVIL 03 OBLIGACIONES.

YOHAN OSCIEL SÁNCHEZ escalante 1610321


INTRODUCCIÓN.
En este presente trabajo, trataremos de abordar el motivo por el cual se creo esta sección en el
derecho civil, la causa de decretar y hacer leyes, en materia civil en cuanto a las obligaciones,
recordemos que el derecho civil es el derecho más antiguo, pues al ser un derecho de tipo
privado, existe mucho conflicto entre particulares, siempre existen derechos, que garantizan las
libertades individuales que debe tener el ser humano, pero también existe obligaciones, aseguran
dichas leyes, como derechos, el motivo de esta investigación es conocer a profundidad, por la
cual los legisladores reformaron dichos artículos en el código civil Guatemalteco.
Ver el proceso histórico del derecho que ha estado en Guatemala, de cómo países como Francia
han influenciado, y en código napoleónico, en ello se basaron muchos legisladores en su época,
y más aún hablar de los derechos de obligaciones, fueron muy importante en el derecho romano.
Motivos generales.
ExpOsICIÓN DE MOTIvOs DEl CÓDIgO CIvIl.
Este Código substituye al Código Civil emitido en 1933 por el Decreto Legislativo 1932, el que a
su vez derogó en parte el Código Civil de 1877- El Código del 77 estaba dividido en tres libros
titulados así: Libro 1º. De las personas; Libro 2º. De las cosas, del modo de adquirirlas y de los
derechos que las personas tienen sobre ellas; y Libro 3º. De las obligaciones y contratos. Por
decreto número 921, de 30 de junio de 1926, el Ejecutivo promulgó el nuevo Libro 1º relativo a
las personas, con el que dio cuenta la Comisión de legislación y dispuso que conforme se fueran
entregando los subsiguientes libros entraran en vigor después de su publicación en el Diario
Oficial; pero el año de 1933, la Asamblea Legislativa emitió el nuevo Código Civil por medio del
Decreto No. 1932 que comprendió el tratado de las personas, ya aprobado por el decreto 921, y
la reforma del Libro 2º del Código de 1877; el que dividió en dos partes: la primera, referente a
bienes" propiedad Y demás derechos reales, que formó el libro 2º, y la segunda parte, que
comprendió la invención, ocupación, sucesión y prescripción que formó el Libro 3º, al que se
agregó además el registro de la propiedad inmueble. El libro de obligaciones y contratos se
agregó como Libro 4º, sin ninguna modificación, debido al criterio que privó en la Asamblea de
que debía unificarse con el Código de Comercio para formar un Código único de obligaciones
civiles y mercantiles.
El encargo de la Asamblea Legislativa fue cumplido. La Comisión de Legislación, adscrita a la
Secretaría de Gobernación y Justicia, de la que tuvimos el honor de formar parte, trabajó ad
honorem durante varios anos y entregó el proyecto de código de obligaciones y contratos, pero
variadas completamente las circunstancias de aquel entonces, al decidir el Gobierno la+
separación de las legislaciones civil y mercantil, fuimos encargados para elaborar el Código Civil,
al mismo tiempo que se designaban comisiones para redactar el Código de Comercio Y el de
enjuiciamiento civil y mercantil.
El primer problema en nuestro trabajo fue el relativo a la estructura del nuevo código. El Código
del 77 se ciño al plan romano-francés, el mismo que, con excepción del Brasil, adoptan todos los
códigos de América, en cuenta los de México de 1928, del Perú de 1936, de Venezuela de 1942
y también el italiano de 1942. El sistema germánico, Justamente elogiado por la construcción
técnica y sistemática de las instituciones, innovaría nuestro plan tradicional, sin razones
suficientes de orden practico para cambiarlo estando el nuestro más conforme con el nivel
cultural del pueblo, pues como expresa un connotado civilista español, refiriéndose al tono muy
elevado del Código Alemán, los destinatarios de las normas deben ser siempre los ciudadanos
en general, no los profesionales en particular.
El Código de 1933 prescindió del título preliminar que tenia el Código del 77, cuyas disposiciones
pasaron a formar el capitulo de preceptos fundamentales de la ley constitutiva de
Organismo Judicial. Tomando en cuenta esa supresión distribuimos las materias en cinco libros,
con los siguientes acápites: Libro 1º, De las personas y de la familia; Libro 2º De los Bienes y de
la propiedad y demás derechos reales; Libro 3º, De la sucesión hereditaria: Libro 4º. Del Registro
de la Propiedad; y Libro 5º. Del Derecho de obligaciones. Este último dividido en dos partes: la
primera, de obligaciones en general, y la segunda, de contratos en particular. Los códigos Que
hemos citado y los restantes de América tienen más o menos la misma distribución. Aún el propio
Código alemán y el del Brasil, fuera de la parte general, que ocupa el primer libro, desarrollan las
materias en idéntica forma, refiriéndose todos a personas, bienes y obligaciones. Al disponerse
la revisión del Código Civil, se tuvo el propósito de incluir varias leyes emitidas por decretos del
Congreso sobre instituciones que deben quedar comprendidas en dicho cuerpo legal. Aparecen
por consiguiente las leyes que regulan la celebración del matrimonio, contenidas en los decretos
1145 y 1289; la unión de hecho, ajustada a las prescripciones del decreto numero 444; la
adopción, restablecida por el decreto número 375; y la propiedad horizontal, legislada en el
Decreto 1318. Además de abundantes modificaciones en instituciones conocidas, se establecen
nuevas figuras en nuestro ordenamiento jurídico, como la propiedad fiduciaria, y los contratos
que adelante se mencionan. El Libro Primero es el Código de Familia en donde debe estar
comprendido todo cuanto a ella se refiere. Principia el Titule. I con la persona y continúa el Titulo
II con el matrimonio, el divorcio, unión de hecho, filiación, patria potestad, tutela, adopción,
patrimonio familiar y registro civil. La unión de hecho y la adopción se incorporan al Código, con
las modificaciones que en su lugar se detallan. El patrimonio familiar, no obstante su naturaleza
de derecho real, se agrega al Libro Primero, en el lugar en Que se establecen las relaciones de
la familia, para cuyo beneficio se instituye. Lo mismo puede decirse de la celebración del
matrimonio, que estuvo regulado en el capítulo VIII, Título IV del Código de Enjuiciamiento Civil
y Mercantil, Decreto Legislativo 2009, reformado por los decretos números 1145 y 1289 del
Congreso y que ahora se agrega al libro de la familia, pues la forma solemne de la ceremonia,
es requisito esencial para que el matrimonio se constituya y sea declarado, sin que los jueces
tengan intervención en dicho acto extrajudicial. La protección de la mujer casada, organizar la
familia sobre la base jurídica de la igualdad de derechos y obligaciones de ambos cónyuges la
protección, asimismo, de los hijos menores, en las diferentes situaciones en que puedan
encontrarse ante los actos de sus padres que les sean perjudiciales, tales como la separación y
el divorcio, motivan una serie de disposiciones legales en el capítulo de la paternidad y filiación
y patria potestad, cuya falta se hacia sentir en la legislación. El registro civil debe modernizarse
y hacerse más eficiente, rápido y seguro en sus operaciones. Sería ideal adoptar el sistema
Kardex u otro similar, en vez de llevar libros impresos o manuscritos, pero esta reforma exige un
gasto extraordinario, que la situación económica del país no permite su actual realización.
Cuando esto pueda llevarse a cabo, será el Ejecutivo el que disponga la modernización del
sistema, pues el cambio será motivo de una disposición reglamentaria. El Libro Segundo contiene
la clasificación de los Bienes, la propiedad y modos de adquirirla, la posesión y titulación
supletoria, el usufructo, uso y habitación y los derechos reales de garantía: prenda e hipoteca,
Fuera del Código Civil se ha dejado todo cuanto se refiere a la tierra y a la propiedad de las
aguas, excepto las aguas alumbradas, pues son cuestiones que deben formar parte del Código
Agrario. En el título que trata de la propiedad, se incluyen: la copropiedad en la medianería de
inmuebles, la propiedad horizontal, y la propiedad en fideicomiso. La primera, separada de las
servidumbres como una modalidad del dominio; la propiedad horizontal tomada del decreto del
Congreso número 1318 que la estableció, y la propiedad fiduciaria como materia nueva en la
legislación. La hipoteca y la prenda se incluyen en el Libro de Derechos Reales, atendiendo al
criterio general de los civilistas que objetan su ubicación en el Libro de Contratos, pues
ciertamente los demás derechos reales también pueden ser objeto de contrato y, por lo tanto; no
hay razón para que estén separados. El Libro Tercero trata de las sucesiones y, por su
importancia, y extensión, asta materia forma su único contenido. La circunstancia de que lo
relativo a este libro haya merecido acertadas reformas en el Código que data del ano 1933; de
fecha relativamente- reciente, motiva que gran parte del articulado haya sido trasladado con
ligeras modificaciones, pero con nuevo ordenamiento, para situar los preceptos en el lugar que
lógicamente les corresponde. Las principales inovaciones introducidas son la herencia en el
matrimonio de hecho y en la adopción, el fideicomiso por testamento y la limitación de la
responsabilidad del heredero: El Registro de la Propiedad figuró en la parte final del .Libro Tercero
del Código Civil, aunque más adecuado hubiera sido colocarlo en el Libro Segundo, referente a
propiedad y derechos reales. Sin embargo el nuevo Código no lo incluye en ninguno de estos
libros, sino forma un libro separado, Libro Cuarto, estimando la importancia de esta institución
que en otros países está regulada en ley especial. Por último, el Libro Quinto, que comprende el
derecho de obligaciones, substituye la única parte del Código Civil de 1877 que quedó vigente,
lo que explica el mayor número de modificaciones que contiene. El desarrollo de la materia de
obligaciones en general, que es objeto de la primera parte de este libro, transforma por completo
el mismo tratado del Código anterior. El negocio jurídico que es motivo del Título I, comprende:
la declaración de voluntad y sus vicios, negocios jurídicos condicionales, plazo, simulación
revocación y nulidad. El Título II se refiere a las modalidades de las obligaciones y sus efectos.
En el cumplimiento de las obligaciones se incluye en primer lugar el pago, para cuyo efecto
primordial las partes estipulan y se obligan. La transmisión de obligaciones comprende la cesión
de derechos, la subrogación y la transmisión de deudas. Entre los modos de extinción se coloca
la prescripción extintiva o liberatoria, la que se independiza de la prescripción positiva como
institución diferente, y se declara que puede ejercitarse como acción y no sólo como excepción.
Se pasa en seguida a las obligaciones provenientes de contrato y se desarrolla el saneamiento,
la forma de contratar, la rescisión y la interpretación de los contratos. Entre las obligaciones
provenientes de hechos lícitos sin convenio, se incluyen: la gestión de negocios, el
enriquecimiento sin causa y la declaración unilateral de la voluntad: Se prescinde de la
denominación de cuasicontratos que le daba el Código anterior, se suprime la comunidad de
bienes que pasa al capítulo de la copropiedad en el libro segundo y se agregan la oferta al público
y los títulos al portador, como fuentes de obligaciones sin convenio. Cierra esta primera parte el
libro, el título relativo a las obligaciones que proceden de hechos y actos ilícitos. La parte segunda
del libro desarrolla los contratos en particular. A los contratos tradicionales ya conocidos, se
agregan los de promesa y opción, de obra o empresa, de servicios profesionales, de edición, de
difusión por radio, televisión, cinematografía o grabación y representación teatral o escénica, de
hospedaje, de transporte y de renta vitalicia. El hospedaje merece capítulo especial, separado
del depósito, pues el Código anterior solamente se ocupaba de él en el artículo 1973, relativo a
este último contrato. El arrendamiento de casas y locales tienen incluidas varias importantes
disposiciones tomadas de leyes circunstanciales, referentes a los derechos del inquilino y a las
obligaciones del arrendador, y se deja a salvo lo que establezca la Ley especial de Inquilinato u
otra ley temporal, en cuanto a fijación de renta y demás condiciones no determinadas en el
articulado. Comparando el contenido del Libro Tercero del Código del 77, que aparece como
Libro Cuarto en el Código de 1933, con el contenido de la segunda parte del Libro Quinto del
nuevo Código, puede notarse que se ha suprimido la locación de servicios, el seguro, la cesión
de bienes, el benecillo de competencia, la graduación de acreedores y la interpretación de las
leyes. La locación de servicios es materia del Código de Trabajo; el seguro es motivo de
legislación especial, y constituye hoy un contrato mercantil; la cesión de bienes en su parte
sustantiva se comprende entre los medios de extinción de las obligaciones con el título de pago
por cesión de bienes, y como se suprime todo saldo insoluto cuando el que haga la cesión sea
persona individual, el beneficio de competencia queda suprimido en este caso; el capítulo de la
interpretación de las leyes es materia que debe figurar entre los preceptos generales de la
legislación. Expuesto el plan general del Código pasamos en seguida a explicar las razones que
fundamentan las reformas que hemos introducido. Nota: Como se dijo en la "Advertencia" al
principio del Código, los contratos de Fideicomiso, Edición, Difusión, Hospedaje y Transporte,
considerados como mercantiles, quedaron incorporados al Código de Comercio y por
consiguiente suprimidos del Código Civil.

Exposición de Motivos de Obligaciones.


TRANsMIsIÓN DE lAs OBlIgACIONEs.
La transmisión de las obligaciones, que es el objeto del título III, comprende tres capítulos: el
primero relativo a la cesión de derechos, el segundo a la subrogación y el tercero a la cesión de
deudas, llamada en teoría, asunción de deudas, La cesión de derechos se denominaba en el
Código del 77 "traslación de créditos y otros derechos" y estaba colocado en el párrafo XII,
relativo a contratos consensuales. El Código de Comercio lo denomina "cesión de créditos
mercantiles", estando comprendido en los artículos 275 a 278, título IV, libro II, referente a
"contratos de comercio en general y sus formas y efectos". La subrogación estaba tratada en el
párrafo I del título X, libro IV, del Código del 77 referente al pago como medio de extinción de las
obligaciones, y únicamente hacían mención de ella los artículos 2301 reformado por el 330 del
Decreto 272, fracción segunda y el artículo 2315. . La cesión o asunción de deudas, que consiste
en la sustitución del deudor de una obligación, es asunto que hoy se acepta en el derecho, como
consecuencia del criterio actual de que la obligación debe despersonalizarse y considerarse
preferentemente su aspecto objetivo. . Toda esta materia nos ha parecido que debe quedar
colocada en la parte general de las obligaciones, como lo han hecho los códigos de Alemania,
Suiza, Brasil, México, Italia y el proyecto franco-italiano, pues no son preceptos especiales que
rigen determinados contratos sino generales para toda clase de obligaciones.

OBlIgACIONEs pROvENIENTEs DE CONTRATO


DIspOsICIONEs gENERAlEs.
Después de determinar los principios que regulan las obligaciones, cualquiera que sea su fuente,
el Código se ocupa de las disposiciones generales para toda clase de contratos. Comienza el
articulo 1517 declarando que hay contrato cuando dos o más personas convienen en crear,
modificar o extinguir una obligación, convenio que se perfecciona, dice el articulo 1518, por el
mero consentimiento de las partes, excepto cuando la ley exige otra formalidad, además del
consentimiento, como es el otorgamiento de escritura pública en los contratos solemnes y la
entrega de la cosa en los contratos que hemos llamado reales.
Los contratos que en el Código del 77 corresponde calificar como reales, son los de mutuo,
comodato, depósito y prenda. Sin embargo la calificación de reales en oposición a los
consensuales, va desapareciendo de la mayor parte de los códigos modernos. No hemos
encontrado una razón satisfactoria, dice el doctor Llerena en sus comentarios al Código Civil
argentino, para que se conserve todavía esta división. Si la base de todos los actos jurídicos es
el consentimiento libre de las partes, no vemos el fundamento para que en algunos casos este
consentimiento forme obligaciones entre las partes y en otros no. ¿Qué diferencia hay entre el
que consiente en vender una cosa a otro y el que consiente en dar una cosa en comodato? Los
dos contratos son distintos en cuanto a su naturaleza y objeto, pero no en cuanto al origen del
derecho del comodatario para exigir la cosa objeto del contrato y el del comprador para exigir la
entrega de lo vendido; en uno y otro caso, el fundamento es la voluntad. Antes de la tradición de
la cosa, a diferencia de los contratos consensuales, el acto no produce efecto alguno entre las
partes y esta es la diferencia principal que existe entre una y otra clase de contratos. (L1erena,
tomo IV, pág, 217.) Josserand se expresa así: "Ciertos contratos no existen si no cuando se ha
efectuado la tradición, la entrega de la cosa entre las partes: así ocurre con el préstamo de
consumo, préstamo de uso, depósito y prenda. Siendo esta exigencia puramente arbitraria ya
que nada se opondría racionalmente a que tales, acuerdos se perfeccionaran por el solo cambio
de consentimientos, se debe considerar que estos contratos están sometidos a condiciones
particulares de forma que entran en la familia de los contratos formales". (Derecho Civil, Tomo II
vol. I Pág. 38.) Consideramos que el consentimiento que perfecciona el contrato obliga a las
partes a la entrega recíproca de las cosas que forman su objeto en las obligaciones de dar, que
transmiten la propiedad, el uso o el disfrute. En lugar de descomponer la operación en dos
contratos sucesivos, expresa Planiol, uno, la promesa de préstamo, de depósito, de prenda, y
otro, real, constituido por la entrega de la cosa, es preferible reconocer francamente en esa
entrega el primer acto del cumplimiento del contrato consensual, que comprende el conjunto de
relaciones del prestatario y del prestamista, del depositante y del depositario, del deudor y, del
acreedor prendario. (Planiol, tomo 6, pág. 157.) El contrato entre personas presentes no ofrece
ninguna dificultad y es el único que regula el Código del 77. En cuanto al contrato entre ausentes
no hay disposición alguna en dicho Código y en el de comercio apenas existe el inciso 30 del
articulo 217 que declara que los comerciantes pueden contratar y obligarse por correspondencia
epistolar, y el artículo 225 que contiene la prescripción aislada de que el proponente puede
arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la aceptación, salvo que al
hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto del contrato
sino después de desechado o de transcurrido un determinado plazo. La contratación entre
ausentes que tiene tanta importancia, sobre todo en negocios mercantiles, queda regulada en
este Código por los artículos 1523 a 1528, siendo los dos primeros aplicables a contratos entre
ausentes y entre presentes. La oferta de un contrato puede hacerse a persona presente o
ausente, y, en ambos, casos, con o sin plazo para su aceptación. Si se fija plazo, el oferente
queda obligado a esperar la contestación mientras dicho plazo no expire; si no se fija plazo y la
persona a quien se propone el negocio está presente, el proponente puede retirar su oferta si no
recibe contestación inmediata. Si la persona está ausente, el solicitante debe esperar el tiempo
racional para recibir la contestación.
Entendiéndose que, en todo caso, la aceptación debe estar de acuerdo con la propuesta, pues
de lo contrario habría otra oferta. Cuatro sistemas se conocen sobre el momento en que queda
perfeccionado el contrato entre ausentes: el de la declaración, el de la expedición, el de la
recepción y el de la información. En el primero, el aceptante declara su conformidad de cualquier
manera y aún puede concurrir ante notario para hacerlo; en el segundo, el aceptante manda o
expide su contestación aceptando el negocio que se le propone; en el tercero; el proponente
recibe la carta, telegrama o radiograma del aceptante; y en el cuarto, el proponente se entera de
dicha aceptación. La recepción a que se refiere el tercer sistema, no exige que el proponente se
informe de la aceptación, pues bien puede ocurrir que se encuentre ausente o que no se entere
de la correspondencia sino días después de haberla recibido. Aceptamos en el artículo 1523 la
teoría de la recepción, la misma que adopta el Código mexicano en el artículo 1807 del Código
Civil, por cuya razón transcribimos lo que expone Rojina Villegas, perfectamente aplicable al caso
de nuestra ley: "Se considera en este sistema (de la recepción) que no basta que el aceptante
deposite en el correo su contestación, porque el oferente no sabe .si existe o no aceptación
alguna, ya que pueden existir causas ajenas a la voluntad de las partes que impiden llegar la
contestación al oferente. Puede extraviarse, por ejemplo, la carta, o sufrir una demora por un
trastorno en las comunicaciones, y sería entonces injusto ligar al oferente desde el momento de
la expedición de la carta, si ésta, por causas ajenas a su voluntad, no llega a su poder e ignora
durante algún tiempo que se encuentra ya obligado a sostener ciertos precios o condiciones
desde determinado momento, que es el de la expedición, que desconoce en lo absoluto. Sostiene
esta teoría, desde un punto de vista jurídico, que para que haya consentimiento no basta con
que haya acuerdo de voluntades, sino que debe existir la posibilidad física de que ese acuerdo
se conozca. En los dos sistemas anteriores (el de la declaración y el de la expedición) basta el
acuerdo, aunque no exista la posibilidad material de que las partes recíprocamente sean
conscientes y conocedoras de ese acuerdo. En la teoría de la recepción se sostiene que desde
el punto de vista jurídico, para que haya consentimiento, el oferente debe estar en condiciones
materiales de conocer la respuesta dada a su solicitación y, que la única forma material de que
lo esté es determinando que el contrato se celebra cuando reciba la contestación. No requiere
este sistema que el oferente conozca la contestación: basta con que reciba la carta o telegrama,
aún cuando se halle ausente, o aún cuando se pierda esa carta o telegrama en su domicilio, pues
tuvo la posibilidad física de conocer la respuesta y le serán imputables las causas que
posteriormente, por culpa suya o de sus empleados, o por ausencia o morosidad, no le
permitieron conocer la respuesta. También, desde el punto de vista práctico, existe la posibilidad
de justificar el momento en que se recibió la carta o telegrama", (Rojina Villegas, tomo V, vol. 1,
pág. 316, ed. 1951.) Hay divergencia en las diferentes legislaciones que adoptan ya uno, ya otro
de los sistemas indicados; pero la teoría de la expedición ha sido aceptada en los códigos de
Alemania, Argentina, Brasil, Suiza y Perú. No obstante, por las razones expuestas por el
comentarista mexicano, creemos conveniente la aceptación de la teoría de la recepción. De
acuerdo con este principio, disponen los artículos. 1525, 1527 Y 1528, que si por alguna
circunstancia, la aceptación la recibiere el proponente fuera del tiempo fijado, deberá comunicarlo
sin, tardanza al aceptante, pues éste ha creído contar con el negocio que se le ofrece, ignorando
la suerte de su contestación: que la aceptación se considera inexistente si antes de ella, o junto
con ella, el oferente recibe la retractación del aceptante: y que tampoco tendrá efecto la oferta si
el proponente falleciere o perdiere su capacidad para contratar antes de percibir la aceptación, o
si falleciere o perdiere su capacidad para contratar el aceptante antes de haber aceptado. El
contrato por teléfono se considera celebrado entre personas presentes a pesar de que no se
encuentran en el mismo lugar: pero por ese medio de comunicación hablan y se entienden
directamente como si estuvieran una enfrente de otra. Este contrato y el celebrado entre
ausentes se tiene por otorgado en el lugar en que se hizo la oferta, según lo dispone claramente
el artículo 1524.
CONClUsIONEs.
Es necesario precisar inicialmente el ámbito de la materia objeto de estudio, es decir, el terreno
propio del derecho de obligaciones, materia que en el derecho civil tiene singular importancia, y
lugar destacado y en la vida diaria constante aplicación.
Es sabido que en todo ordenamiento jurídico se entrelazan, se oponen o se complementan, dicho
en palabras utilizadas en su acepción corriente, derechos y obligaciones, esto es, la facultad de
exigir algo derivado de una situación jurídica reconocida y el deber de manifestar una conducta
que no lesione sino se adecue a esa situación. Más, ese mundo irradiante de lo jurídico viene a
ser como el más amplio campo en que se desarrolla o puede desarrollarse la plena actividad
jurídica, escapando a tal magnitud el contenido propio del derecho de obligaciones.
Permítase decir: no toda obligación derivada de un precepto legal o surgida por la manifestación
de voluntad de una o más personas, es la obligación cuyo estudio interesa al derecho de
obligaciones, al derecho civil.
No interesan a ese derecho, por ejemplo, ciertas obligaciones o ciertos deberes jurídicos de lo
que es en sí la actividad normal, o a veces anormal, de quienes integran un grupo social
determinado y cuya conducta está, en ese sentido, regida por normas más o menos rígidas y
explícitas (Obligación de pagar impuestos, de inscribir ciertos actos en registros públicos de votar,
etc.), como no le interesan, desde otro aspecto de la actividad humana, todas aquellas
manifestaciones o abstenciones, de conducta derivadas de simples deberes sociales o principios
religiosos, etc.
En cambio, si interesan al derecho privado, y por ende al civil, las manifestaciones de voluntad
por cuyo medio la persona, individual, o jurídica, se coloca en situación de que otra u otras
personas pueden exigir la observancia de determinada conducta para obtener cierta prestación,
ya porque así en la ley está previsto, ya porque la propia ley permite que se exija por adecuados
medios y en virtud de haberse originado por una manifestación volitiva creadora precisamente
de obligaciones.
Este derecho, el derecho de obligaciones, tiene orígenes muy antiguos y a la vez cambiante
actualidad, quizás no tanto originada por mutación y a la vez cambiante actualidad, quizás no
tanto originada por mutación de la esencia de sus preceptores como por la adecuación de estos
a nuevos aspectos de antiguas figuras o a nuevas figuras jurídicas que han surgidos en el espacio
en que su acción se patentiza.
Como lo afirman numerosos autores, fue en el derecho romano que el derecho de obligaciones
cobró forma, contenido y luminoso vigor, que aún hora perduran a pesar de numerosas
mutaciones obligadas por el natural proceso de la evolución. La influencia del derecho romano
ha sido y continúa siendo decisiva, evidente, por supuesto entendida, en su justo alcance, como
una proyección de grandes principios jurídicos hasta ahora insuperada.

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