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Fue un misterio real que podría haber salido de las páginas de una novela de
detectives moderna.
Se analizó una muestra de ese material, el resultado fue comparado con la base
nacional de datos británica de ADN y rápidamente se halló una correspondencia.
El problema es que este acierto identificó a una mujer que había sido asesinada tres
semanas antes de la muerte de su supuesta "víctima".
Sin ninguna señal de conexión entre las dos mujeres y sin nada que sugiriera que
se habían encontrado alguna vez, el escenario más "probable" era que las muestras
se habían mezclado o contaminado en el único lugar obvio en el que habían estado
juntas: el laboratorio forense.
Uñas de leopardo
El oficial en jefe de investigación presentó una reclamación.
Era 1997 y yo era jefe nacional de cuentas del Servicio de Ciencia Forense en aquel
tiempo, por lo tanto, era mi responsabilidad averiguar si se había cometido un error
en el laboratorio.
Mi primera idea fue que quizás los restos de uñas de la segunda víctima habían sido
mal etiquetados y en realidad pertenecían a la primera mujer.
Pero tan pronto pude observar las muestras vi que no era el caso.
YOHAN OSCIEL SÁNCHEZ ESCALANTE
La víctima más reciente se había pintado las uñas con distintivo motivo de piel de
leopardo y los trozos recogidos tenían exactamente el mismo patrón. No había
dudas de que eran las correctas.
Entonces verifiqué los registros del laboratorio para ver si las muestras podían
haberse mezclado accidentalmente de alguna manera.
Esto también resultó infructuoso, ya que los dos conjuntos de muestras nunca
habían estado fuera del depósito del laboratorio al mismo tiempo.
En cualquier caso, varias semanas habían pasado entre el análisis de los primeros
y los segundos trozos de uñas y había involucrado a diferentes miembros del equipo
forense.
Determinado a llegar hasta el fondo del misterio, decidí fijarme con más detalle
cómo habían sido recolectadas las muestras y descubrí que las autopsias de los
dos cuerpos habían sido realizadas en la misma morgue, aunque habían llegado allí
con semanas de diferencia.
Las tijeras
Sucedió que el cuerpo de la primera víctima había sido mantenido en refrigeración
durante varias semanas mientras la policía realizaba su investigación inicial.
Había sido removido del refrigerador para que el patólogo pudiera tomar muestras
de uñas adicionales el día antes de que llegara a la morgue el cadáver de la segunda
víctima.
Al día siguiente, se había usado el mismo par de tijeras para cortar las uñas de la
segunda mujer.
Aunque las tijeras habían sido limpiadas, no podía dejar de preguntarme si era
posible que hubiera sobrevivido a la limpieza suficiente material genético como para
ser transferido a las uñas de la segunda víctima y para producir un perfil de ADN en
el análisis posterior.
Hoy, todos los que ingresen a una escena del crimen deben vestir un mono de papel
limpio, cobertores de zapatos y guantes ya que las técnicas de recuperación de
ADN son tan sensibles que incluso rozar levemente un objeto –como el picaporte
de una puerta o el mango de un cuchillo- puede dejar restos suficientes como para
arrojar resultados en un análisis de ADN.
En 1997, el momento del crimen misterioso, la investigación a través del ADN tenía
sólo unos pocos años y, como estaba a punto de descubrir, la tecnología estaba
mejorando tan rápidamente que estaban comenzando a aparecer problemas no
previstos.
Mandé a analizar las tijeras de la morgue y descubrí que no solo dos sino tres
perfiles separados de ADN estaban presentes.
Inmediatamente envié una nota urgente a todos los médicos, morgues y patólogos
forenses del país señalando el problema y sugiriendo que en el futuro todas las
muestras de uñas se recortasen con tijeras descartables y que estas tijeras fueran
incluidas en la bolsa de la evidencia junto con los trozos de uñas para confirmar que
habían sido usadas una sola vez.