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TEMA 3
La aparición de las industrias
culturales y creativas.
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TEMA 3
La aparición de las industrias culturales y creativas
Unidad didáctica.
ÍNDICE
I. CONTENIDO ............................................................................................ 3
1. De la industria cultural a las industrias culturales y creativas (ICC) ............. 3
2. Retos de las ICC ........................................................................... 11
2.1. Desarrollo de un modelo inclusivo .............................................. 11
2.2. Medición de impacto fiable ....................................................... 11
2.3. Fortalecimiento y publicidad de las instituciones culturales .............. 13
2.4. Divulgación ........................................................................... 14
2.5. Garantizar una relación con el medio no opresiva ni devastadora ....... 14
2.6. Reconfiguración del público ...................................................... 15
2.7. La distribución digital .............................................................. 16
2.8. Reconfiguración de las relaciones entre la cultura y la sociedad......... 18
II. BIBLIOGRAFÍA....................................................................................... 19
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I. CONTENIDO
No obstante, muchas cosas han cambiado desde aquellos años cuarenta. Uno de los
especialistas en la filosofía de T. W. Adorno y M. Horkheimer, que desarrollaron por primera
vez el concepto de industria cultural en su libro Dialéctica de la ilustración, explica en
“sentido exacto en que la industria cultura ya no existe” en un texto homónimo de 2007. En
él, señala que en el momento en que se ha perdido la contradicción que suponía el uso de
dos palabras opuestas, como son cultura e industria, ya no existe en los términos en los que
surgió (Hullot-Kentor: 143-145). Como vimos, la cultura era entendida, hasta mediados del
siglo XX —especialmente siguiendo los preceptos del romanticismo— como un “exceso” de
la mera autoconservación, es decir, como una forma de explorar la existencia más allá de
aquellas necesidades primarias. La industria, sin embargo, caracterizada por la producción
eficiente, limita su desarrollo precisamente a la autoconservación: todo exceso supondría
un gasto. La contradicción entre ambos conceptos se ha perdido en el discurrir de la historia,
que ha normalizado la convivencia entre ambos conceptos. El paso de la IC a las ICC se da
paulatinamente, especialmente en la modificación del concepto de cultura a través de las
formas de la industria. Mientras que el inicio del concepto de industria cultural se
sospechaba de la incapacidad de industrializar la cultura (es decir, de introducir en la
producción cultural procesos industriales, como la creación en cadena, a gran escala,
mecanizado, etc.), en las ICC se asume la mercantilización y las industrialización de los
productos culturales.
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de Adorno y Horkheimer por la inclusión del elemento “global”. Para ellos, este aspecto
modifica el “modo de operar” de la industria cultural. Desde que surge el término (a
mediados de los cuarenta) hasta los años ochenta, aproximadamente, la cultura se entendía
como una superestructura: “En tanto superestructura, tanto la dominación como la
resistencia tenía lugar en y a través de la superestructura, a través de la ideología, a través
de símbolos, a través de la representación” (Lash y Lury, 2007, 4). Sin embargo, el concepto
de cultura está más basado, actualmente, en comprender “entidades culturales” (cultural
entities), pues aparecen como “información, comunicación, productos de marca (branded
products), servicios financieros, productos de los medios de comunicación, servicios de
transporte y entretenimiento” (Ibídem). De esta manera, ya no hay un concepto de cultura
que pueda entenderse bajo el criterio de industria cultural, sino que lo cultural interfiere
en múltiples elementos infraestructurales. Para ellos, por tanto, la cultura no es un
concepto hegemónico. Esto sucede por la modificación del contexto económico. Mientras el
concepto de industria cultural surge en el marco del fordismo, el marco contemporáneo es
posfordista y ello implica un cambio de foco trabajo en cadena al trabajo eficiente e
hiperespecializado.
Un ejemplo cómico del fordismo sería esta escena del largometraje Tiempos
modernos, de Chaplin (1936), que puedes encontrar en el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=YARNkPddmRI
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concepto de cultura como ente con valor intrínseco, sino que todo puede devenir
cultura en la medida en que se valorice desde su significado discursivo. Lo
importante, según señalan Lash y Lury, es la capacidad de las cosas de ser
“medios” (en tanto media): eso explica cómo, por ejemplo, una película se
convierte en un videojuego. El elemento clave es, entonces, que la cultura ya
no busca eso único y diferenciador, sino su capacidad de interaccionar con otros
ámbitos y definiciones. De este modo, el “medio” (media) se convierte en cosas.
Por eso, en palabras de Lash y Lury, ya no “leemos” un libro, por ejemplo, sino
que lo “hacemos”. El eslogan “Just Do It” de hace unos años daría cuenta de
esto (Ibidem: 8).
- Artesanías
- Arquitectura
- Artes escénicas
- Artes y antigüedades
- Cine
- Diseño
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- Editorial
- Moda
- Música
- Publicidad
- Software
- Software interactivo de entretenimiento
- Televisión y radio
Los rasgos fundamentales de las industrias culturales y creativas según José Luis Brea
(2007)
- Campo expandido de la producción: Según Brea, las ICC han generado la ampliación
del concepto de producción, que se comienza a aplicar en ámbitos como el afecto
o el deseo, cuando anteriormente estaba referido al significado o el sentido. El
problema que él encuentra es que, así, “todo deviene resultado y efecto de una
producción” que podría rastrearse, dejando de lado la espontaneidad.
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- Extensión del campo de batalla: según Brea, antes estaba claro el campo de batalla.
Los ganaderos y agricultores luchaban por la tierra. Los trabajadores de la fábrica,
por el control de los recursos y el capital. Hoy en día la lucha se sitúa, a su juicio,
en la propiedad intelectual, aunque al mismo tiempo ésta se pone en entredicho
con respecto a la promesa del acceso libre e ilimitado al conocimiento.
- Redes de truque digital: para Brea, el problema del trueque no es tanto el trueque
en sí, es decir, el intercambio de mercancías, sino la insólita aparición del querer
compartir, algo que no era evidente ni se daba de la misma manera en otros ámbitos
del trabajo. Hay un deseo de” transmitir, compartir y contagiar pasiones”, algo que
excede cualquier previsión de las empresas culturales.
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- Sociedades del conocimiento: El saber se sitúa, para él, en “el centro mismo de los
procesos de producción”. Todo es performativo, es decir, está haciéndose a la vez
que sucede. Por eso, muchas profesiones derivadas de la ICC no están previamente
planificadas, sino que se constituyen específicamente con su objeto, que ya no es
acotado, sino es el saber mismo. El saber sobre qué, es lo que está por definirse.
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Como estudiamos en el tema 2, nos encontramos en una época marcada por el capitalismo
cognitivo, donde definitivamente las fronteras entre tiempo libre y trabajo no quedan
claras. Esto sucede, por ejemplo, cuando en nuestro tiempo libre nos dedicamos a formarnos
en nuevas herramientas profesionales (y que, además, se presuponga que el tiempo libre se
dedica a tales cuestiones, como cuando se presupone que es ya una condición de base saber,
al menos, inglés para trabajar hoy en día), cuando “nos llevamos el trabajo a casa” o se
valora en un currículum que el candidato sepa tocar un instrumento, colabore con una ONG
o vaya al club de ajedrez de su zona, pues demuestra valores que pueden ser aplicados a su
trabajo en la empresa.
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https://www.museodelprado.es/actualidad/noticia/la-contribucion-del-museo-nacional-
del-prado-a-la/55fea0f8-58e8-b00d-20cc-0c8d644ffda7
Por ejemplo, en el caso de la música actual, el festival Mad Cool, reporta, también
con un estudio de una reputada consultora un importante impacto a la ciudad de Madrid
UN GIGANTE ECONÓMICO
Además de ser el festival más grande de Madrid, Mad Cool es una referencia
internacional con más de 663.000 asistentes en cuatro años, de los cuales 200.000
proceden de 100 países diferentes, y con 1.200 medios de comunicación acreditados.
Más allá de la celebración de conciertos de grandes artistas extranjeros y nacionales,
Mad Cool es un gigante económico, el mayor en cuanto a volumen de negocio en la
música en directo en Madrid. Con un presupuesto anual de 20 millones de euros, las
cifras oficiales, elaboradas por la consultoría Price Waterhouse Cooper, recogen que
el certamen ha generado un impacto económico en la ciudad de más de 174 millones
de euros y ha creado 14.200 empleos en sus cuatro ediciones celebradas hasta ahora.
Según el festival, por cada euro que recibe de las administraciones públicas genera
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https://elpais.com/cultura/2020/01/30/actualidad/1580406917_594036.html
Hasta los años 80 y 90, la cultura estaba reducida al ámbito social, como vimos, pero
desde el desarrollo de las ICC se ha vuelto un asunto transversal.
Este es, quizá uno de los aspectos menor trabajado para fundamentar la existencia
de iniciativas y todo tipo de proyectos en este ámbito. Antes de una justificación
socioeducativa se proponen mil otras justificaciones. Este aspecto implica revisar conceptos
como los de objetividad o la propia práctica estadística, que en muchos casos carece de
herramientas de análisis lo suficientemente abstractos como para dar cuenta de la
multiplicidad y complejidad de la cultura, en ningún caso reducible solo a datos objetivos,
el papel subjetivante y los modelos de evaluación de proyectos serán fundamentales.
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2.4. Divulgación
En este asunto juega un rol relevante el concepto de educación que se maneja, pues
en muchas ocasiones los proyectos pedagógicos o los programas públicos están dirigidos a
niños y jóvenes con la excusa de que en ellos están los potenciales consumidores de cultura.
Sin ser esto cierto y relevante, habría que tomar también en consideración la divulgación a
adultos, que, aunque se dé por hecho que ya han superado la fase formativa, son los actuales
consumidores de cultura y, además, forma parte de los deseos individuales de cualquier
edad el desarrollo cognitivo, emocional y estético.
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de las ciudades, barrios y pueblos y de proponer un modelo cultural que no atente contra
los propios habitantes. Sin embargo, queda aún mucho por hacer, especialmente de los
gestores culturales. En numerosas ocasiones, no se mide el impacto social y local de una
propuesta artística y cultural. La rápida expansión de los centros de consumo de cultura
hace que, además, se hayan borrado las marcas y especificidades de centros culturales.
Muchos de ellos se configuran como “no lugares”, siguiendo la terminología de Marc Augé,
que describe espacios como centros comerciales (donde se han instalado los multicines, por
ejemplo) o los aeropuertos como “no lugares”, pues en ellos se suspende expresamente la
identidad y originalidad a favor de su constitución como lugares que podrían estar en
cualquier parte del mundo.
Esto, a su juicio, “no puede realizase con base en una concepción consumista de
receptores de obras artísticas, sino de la oportunidad al mayor número a la expresión”
(Adalberto Saviñón Díez de Sollano: 2010, 293). Aunque esta modificación tendría que
analizarse con más profundidad, especialmente atendiendo a que no se idealice a la
ciudadanía, podría ser un buen paso para ampliar una noción quizá anquilosada en el pasado
del público. Sin embargo, da cuenta de algo fundamental de las ICC: no solo la tendencia a
la democratización de acceso a los productos culturales, sino la invitación más o menos
tácita de que el anteriormente público pasivo se convierta en creador en sí mismo, ya sea
mediante la creación de materiales públicos para plataformas abiertas, como Youtube o los
podcasts; o bien por el establecimiento de una relación directa con los creadores a través
de las redes sociales; o bien por el consumo de tutoriales online que permitan recrear obras
o prácticas que antes solo se podían consumir. Cabría pensar si se podría hablar, como
sugiere Scott, de una “clase creativa” y que, además, su surgimiento está supeditado
específicamente a las ICC. Esta clase creativa sería transversal al resto de clases posibles
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El filósofo Byung Chul-Han tiene una postura crítica al respecto, pues, para él, las
redes sociales solo generarían la ilusión de afectar a las relaciones personales y al espacio
público, aunque sin tener un calado real. Se ha dado un paso demasiado rápido, a su juicio,
de la era de la re-presentación al estado actual en el que todos queremos ser presentes de
nosotros mismos.
Uno de los mayores retos actuales en las ICC consiste en la distribución digital, pues
el objeto cultural se convierte en un bien virtual, es decir, que no tiene un espacio-tiempo
determinado y, en la mayoría de los casos, puede ser consumido repetidamente (algo que
se opone a la idea de espectáculo o de evento). La distribución digital crea unas expectativas
diferentes a las tradicionales en los usuarios que, por ejemplo, por primera vez, gracias a
las redes ilícitas de distribución, encuentran posible el acceso gratuito a bienes culturales
como películas, música o libros. Por tanto, las normas y expectativas, creadas previamente
al establecimiento de tales redes ilícitas, debían ser revisadas meticulosamente. Hay una
divergencia entre la ética del consumo y las formas de acceso a la cultura.
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2. “una variedad de capacidades y servicios que giran en torno a una relación continua
entre el vendedor y el consumidor” (Ibídem: 163)
Sin embargo, por otro lado, el conflicto entre redes ilícitas y lícitas redunda en dos
aspectos:
La pregunta fundamental que arroja este conflicto es, por tanto, cómo
garantizar ambos puntos: garantizar la generación de ingresos y la
protección de derechos y, al mismo tiempo, utilizar éticamente el
espacio virtual para ampliar no solo clientes, sino usuarios de
cultura y seguidores comprometidos.
En los últimos años, han surgido varias iniciativas que plantean una “ética pirata” que
aligere las medidas que los mercados lícitos establecen contra los ilícitos, que redundan en
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Si, como hemos visto, la cultura, de alguna forma afecta a todos los niveles
culturales, también la estructuración de la cultura en alianza con el modelo industrial
también afecta, de alguna forma a lo que somos como sociedad. Aunque este tema es
demasiado amplio como para reducirlo al espacio de este tema, sí son fundamentales
algunas líneas cruciales al respecto. Algo que detectan autores como el teórico social Sefik
Tatlic o el famoso filósofo Byung-Chul Han la reconfiguración de las relaciones entre la
cultura y la sociedad han tenido un impacto directo en cómo nos entendemos a nosotros
mismos como trabajadores y desarrolladores de cultura, pasando de la posibilidad de “ser
un esclavo” a celebrarlo serlo, como por ejemplo aceptando estructuras que provienen de
la industria cultura que pueden ser problemáticas. Es el caso de, por ejemplo, la recurrente
postura sobre “ser empresario de uno mismo”.
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II. BIBLIOGRAFÍA
Allen-Robertson, James (2013): Digital culture industry. A history of digital distribution. New
York: Palgrave Macmillan.
Hullot-Kentor, Robert (2008): “The exact sense in which the culture industry no longer
exists”. Cultural Critique, 70 (otoño), 137-157.
Lash, Scott y Lury, Celia (2007). Global Culture Industry: The mediation of Things. Polity.
Newebigin, John (2008). La economía creativa. Una guía introductoria. Londres, British
Council.
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