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La técnica psicoanalítica consiste en la labor que el enfermo había de llevar a
cabo para dominar la crítica contra sus asociaciones, en observancia de la regla
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vencidas éstas, el sujeto relata sin esfuerzo alguno las situaciones y relaciones
olvidadas. Naturalmente, el fin de estas técnicas es descriptivamente, la supresión
de las lagunas del recuerdo; dinámicamente, el vencimiento de las resistencias de
la represión.
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El otro grupo de procesos psíquicos susceptibles de ser opuestos como actos
puramente internos a las impresiones y los sucesos vividos, está constituido por
las fantasías, las asociaciones, los sentimientos. Sucede aquí que se «recuerda»
algo que no pudo nunca ser «olvidado», parece totalmente indiferente que tal
elemento fuera consciente y quedase luego olvidado o que no penetrase jamás
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hasta la conciencia.
Sobre todo en las diversas formas de las neurosis obsesivas, el olvido se limita a
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destruir conexiones, suprimir relaciones causales y aislar recuerdos enlazados
entre sí.
Por lo general, resulta imposible despertar el recuerdo de una clase especial de
sucesos muy importantes correspondientes a épocas muy tempranas de la
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Con la nueva técnica, el curso del análisis se hace mucho más complicado y
trabajoso; el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo
vive de nuevo. No lo reproduce como recuerdo, sino como acto; lo repite sin saber,
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especial de recordar.
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preparados a que el analizado se abandone a la obsesión repetidora que sustituye
en él el impulso a recordar no sólo en lo que afecta a su relación con el médico,
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sino también en todas las demás actividades y relaciones simultáneas de su vida..
Cuanto más intensa es la resistencia, más ampliamente quedará sustituido el
recuerdo por la acción (repetición). Cuando la cura comienza bajo el patrocinio de
una transferencia positiva no muy acentuada nos permite penetrar al principio,
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acto por la repetición, y a partir de este momento, las resistencias van marcando la
sucesión de las repeticiones.
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dolerse de ella y a despreciarla, sin estimar debidamente su importancia; pero, por
lo demás, ha continuado observando, con respecto a sus manifestaciones, la
misma política de represión que antes en cuanto a sus orígenes. El sujeto ha de
tener el valor de ocupar su atención con los fenómenos de su enfermedad, a la
cual no debe ya despreciar, sino considerar como una parte de su propio ser,
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fundada en motivos importantes y de la cual podrá extraer valiosas enseñanzas
para su vida ulterior.
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De esta forma preparamos desde un principio la reconciliación del sujeto con lo
reprimido que se manifiesta en sus síntomas, pero, por otro lado, concedemos
también a la enfermedad un cierto margen de tolerancia. Si esta nueva relación
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emergido aún. Por último, aquellos actos que el paciente ejecuta fuera del campo
de acción de la transferencia pueden acarrearle daños pasajeros e incluso ser
elegidos de manera que anulen por completo el valor de la salud que el
tratamiento tiende a restablecer.
El médicos se dispondrá, pues, a iniciar con el paciente una continua lucha por
mantener en el terreno psíquico todos los impulsos que aquél quisiera derivar
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Al mismo tiempo, respetamos la libertad personal del paciente en cuanto sea
compatible con estas precauciones; no le impedimos la ejecución de propósitos
poco trascendentales. Hay también casos en los que nos es imposible disuadir al
sujeto de acometer una empresa totalmente inadecuada a sus circunstancias y
que sólo mucho después van madurando y haciéndose asequibles a la
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elaboración analítica. En ocasiones, sucede también que no nos da tiempo de
imponer a los instintos impetuosos el freno de la transferencia o que el paciente
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rompe, en un acto de repetición, los lazos que le ligaban al tratamiento.
Pero la mejor manera de refrenar la compulsión repetidora del enfermo y
convertirla en un motivo de recordar la tenemos en el manejo de la transferencia.
Reconociendo en cierto modo sus derechos y dejándola actuar libremente en un
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esta labor llegamos a descubrir, en colaboración con el analizado, los impulsos
instintivos reprimidos que alimentaban la resistencia. En todo esto, el médico no
tiene que hacer más que esperar y dejar desarrollarse un proceso que no puede
ser eludido ni tampoco siempre apresurado.
En la práctica esta elaboración de las resistencias puede constituir una penosa
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labor para el analizado y una dura prueba para la paciencia del médico. Pero
también constituye parte de la labor que ejerce sobre el paciente mayor acción
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modificadora y la que diferencia al tratamiento analítico de todo influjo por
sugestión.
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