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Para comenzar esta reflexión quisiera recuperar lo que escuché un una charla hace unos años,

cuando recién se comenzaba a hablar de “educación emocional”.

Emociones tenemos todos, desde chicos, pero sin duda los más pequeños, los que no han
adquirido el habla o que la tienen en un estado rudimentario, no pueden nombrarlas
claramente. Sienten pero no saben cómo decir lo que sienten. Recurrirán entonces a otros
medios de expresión: con su cuerpo suplirán el lenguaje verbal. Ahora bien, la alegría nos
encanta, somos tolerantes con el miedo, la tristeza nos conmueve…pero el enojo…el enojo es
sin duda el que menos simpatía genera. (Será que es un espejo en el que no nos gusta
vernos…¿acaso el Dr. Mira con agrado a su alter ego Hulk?)

Segùn la madurez del niño será el llanto, una mordida, gritos, una patata, arrojar o romper
algo…de algún modo manifestarà su ira. Ahí es cuando màs pacientes y empáticos debemos
ser. Y de a poco ir dándoles herramientas para que puedan resolver su frustaciòn (de eso se
trata generalmente) de otra manera. Lo fundamental es no valorizar: no hay sentimientos
buenos y otros malos. Y el enfado, la tristeza o el temor son tan legítimos como la alegría.
Nada de decirles, por ejemplo, “está mal que estésr celoso de tu hermanito” o “no està bien
que llores por eso”. Lo único que hacemos es negar lo que existe y desmerecer su tierna pero
no por eso menos profunda experiencia de los celos, la bronca o la tristeza. Hay que empezar
por reconocer qué le está pasando al niño, ponerle nombre a ese sentimiento y luego brindarle
la herramienta fundamental que como seres humanos tenemos: la palabra. Algo así como:
“Entiendo que querías estar con mamá/ papá pero ma/pa no pudo porq tu hermanito
necesitaba …y yo te había prometido…y no cumplí…pero desp lo vamos a hacer..etc etc”.
Encontrar el motivo, identificar la emoción y en definitiva, decir aquello que nos gustaría que
nos digan: “nos enojamos pero te sigo queriendo igual”. Habrá algo más terrible que decirle a
un niño “si no me haces caso(es decir, si me haces enojar, ) no te quiero más”…claro estamos
modernizados y ya no se estila pero como padres tenemos esa “sombra” porq cuando fuimos
niños sí que se usaban frases así. Detrás de la represión del enojo está sin dudarlo el fantasma
del desamor. Pero con la ira, mejor afuera que adentro. Siempre.

Para cerrar, ya que no puedo recordar a la psicopedagoga de aquel día, voy a recurrir a una
charla que tuve con mi hija màs pequeña. Nos habíamos enojado: el motivo, no se
sorprendan, mi celular. Se enojó, gritó , terminó llorando porque no se lo prestaba. Yo me
mantuve firme como rulo de estatua y calmada (no siempre, pero esta vez sí). Pasó un ratito y
le pregunté: “no me querés más?”. Con esos ojazos que tiene me dijo:” sí te quiero”. Para
confirmar aguegué“”¿seguís enojada conmigo?” y con una mirada como diciendo”qué tiene
que ver la banana con un barrilete” me contestó: “sï”, segura de que su berrinche no afectaba
mi amor por ella. Si hasta un niño de 5 años sabe la diferencia, no nos confundamos como
adultos y no temamos poner límite, porque hacerlo es parte fundamental de ntra tarea
educadora. Un deseo para la posteridad: que los emoticones no reemplacen la emoción.

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