Mi hijo adulto me odia

Ana Isabel López Siles

 Hay una diferencia importante en la edad de un hijo
cuando este formula una frase o expresión que todo progenitor
debería esforzarse por no tener que escuchar nunca: “te odio”.

Esta frase se disfraza de actos o expresiones que hacen

reflejar la sensación de rechazo y por eso no necesariamente
está relacionado con el verbo odiar por lo que no siempre
deberíamos considerar que detrás de la temible expresión hay
una emoción real de odio.

Cuando un niño dice “te odio”, lo hace a modo de

rabieta, para llamar la atención. Cuando lo dice un
adolescente, es una necesidad de autoafirmacion. Necesita
volcar su agresividad y los contenedores más cercanos son sus
padres. Cuando un hijo adulto dice que te odia o muestra
signos de sentir un rechazo hacia ti como padre o madre, la
cosa cambia.

Un hijo adulto que odia a sus padres, tiene grandes

razones para hacerlo aunque también pueden ser razones no
maduradas pero eso no implica que su emoción no esté
claramente justificada. Lo más curioso, es que de detrás de ese
odio hay un cansancio, después de haber amado
incondicionalmente durante mucho tiempo. Se cree que el
amor incondicional sólo puede darse de padres a hijos pero el
caso es que los hijos de padres erráticos aman
incondicionalmente toda la vida y están dispuestos a perdonar
una y otra vez todas las traiciones de sus progenitores…
cuando llegan al odio en la adultez es que se han cansado de
dar oportunidades. A veces, no digo siempre, puede ocurrir
que ese odio sea el extremo de un amor que se ha rendido ante
la evidencia.

El odio de un hijo adulto es algo complejo. Puede ser

racional o irracional y lo que es bien cierto es que se debe a
varios elementos que han destruido su fe durante décadas.
Aunque sea irracional o ilógico ese sentimiento de nuestro hijo
adulto, el caso es que es real y existe. Tratar de convencerle de
que está equivocado no va a servir absolutamente para nada.
Hay que partir del dolor, no de su justificada o injustificada
existencia.
 Muy probablemente la necesidad de acercamiento está
relacionada con la urgencia de resolverlo. Afrontar el odio de
nuestros hijos adultos requiere y algunos pasos importantes.

El primero de ellos es analizar el motivo del odio de

nuestro hijo. No es posible resolver nada si no comprendemos
su mecanismo. Aunque no puedas entender por qué tu hijo te
odia, debes hacer el ejercicio de comprenderlo y posicionarte
en su lugar para tratar de entenderlo. Muchas veces hay algo
en el pasado que para nosotros no fue importante pero sí fue
vital para un hijo. Frases dichas al azar, sin importancia,
generan una brecha de distanciamiento entre padres e hijos
cuando el hijo lo vive como una gran herida. Si no puedes
saber por qué tu hijo te odia hoy, es que algo de tu pasado no
fue digerido. A veces, el odio de nuestros hijos no tiene que ver
con algo que hicimos sino con algo que no hicimos. Muchos
hijos de relaciones de violencia, culpan a la parte débil por
haber sido débil, por no haber ofrecido una imagen de
fortaleza sobre la que apoyarse, por haber aportado a su hijo la
experiencia de la vulnerabilidad.
 Somos padres, pero no somos héroes. No tenemos por
qué haber desarrollado todas las habilidades necesarias para
ofrecer una felicidad continuada a nuestro hijo. Hemos podido
ser adultos heridos que también tenemos que cargar con
nuestras propias heridas así que en nuestra búsqueda personal
hemos podido olvidar que llevábamos una mochila a nuestras
espaldas, una mochila que también es un mundo de emociones
y necesidades.

Algunos ejemplos del motivo por el que nuestro hijo

nos odia pueden ser los siguientes

1. Has ejercido un daño inolvidable sobre tu hijo:

evidentemente no hay odio sin daño pero me refiero a
un daño explícito, el daño de haberle maltratado o el
daño de haber adoptado en el pasado una conducta
destructiva que ha afectado directamente sobre el
estado emocional de tu hijo. Este daño se ha podido
producir a causa de una situación que no controlabas
como por ejemplo una adicción o bien a causa de un
aspecto de tu personalidad. Si es algo efímero que ya
has superado como una adicción, se ha producido un
cambio que permitiría una nueva relación entre tu hijo
y tú. Sin embargo, ese deseo no te corresponde a ti
elegirlo sino a tu hijo aunque tú puedes proponérselo.
Lo único que puedes hacer al respecto es intentar
ganarte la confianza con paciencia. No tienes prisa y él
necesita tiempo así que deja que el tiempo sane las
heridas de ambos.

Si se ha producido un cambio en ti que permite una

relación con tu hijo en la que puedes resarcir el daño o
iniciar una relación positiva, tu único papel es
plantearle una nueva relación. No obstante, tendrás que
imaginar que alguien te corta un brazo y que después te
pide perdón. Quizá, a pesar de lo difícil que es, podrías
perdonarle, pero el brazo ya está cortado, ya no existe,
es un espejismo debajo de un muñón.

Con esta simbología clara y sencilla quiero hacerte

ver que si tú le has hecho daño a tu hijo, posiblemente
guarde heridas y cicatrices que han estado ahí desde
hace mucho tiempo y que permanecerán de por vida
como si fueran brazos cortados y eso no lo podrás
cambiar.

Si tú le hiciste daño a tu hijo por algo que ya has

resuelto, negocia con él una nueva forma de
relacionarte y respeta su decisión. Si te dice que no,
tendrás que respetar su decisión y seguir esperando a
que sea él el que levante la veda. No se trata solo de la
necesidad que tú tienes de restablecer el corazón
dañado de tu hijo sino del deseo que tu propio hijo
tenga de resetear su mundo emocional.

Puede que no haya habido nada que superar, que no

has cambiado nada pero que eres consciente de que le
has hecho daño a tu hijo y que quieres continuar con su
relación. Debes entender que no es justo exigir una
adaptación por parte de tu hijo cuando no lo hiciste tú
en tu momento. Tu hijo te dio una oportunidad en su
momento y ese elemento oportunidad es clave para tu
relación con tu hijo. Puede que decida darte otra
oportunidad y puede que decida no hacerlo y tendrás
que respetarlo aunque eso no quiere decir que te rindas.
 2. Otro motivo por el que te odie quizá consista en
que has dejado la puerta abierta al dolor, es decir, tú no
eres quien ha imprimido el dolor quién lo ha ejercido
pero sí eres quien ha permitido que alguien entre en la
estabilidad familiar y produzca un daño. Sería el caso
de esas personas que una y otra vez introducen parejas
en la familia que son abusadoras, que ejercen el acoso
sexual o físico, maltratadores violentos o psicológicos.
Ellos odian lo que has permitido, te odian porque les
has expuesto y porque les has defraudado. Odian que
no hubieras tomado decisiones determinantes en el
momento en que era preciso. Y además odian que en
momentos de elección no hubieras elegido defenderlos
a ellos.

Si analizas este tipo de dolor, te darás cuenta de

que en el fondo da igual que hubieras sido tú la persona
que ha ejercido el daño a que hubiera sido otro porque
tú eres el responsable de ese daño. Si una de tus parejas
le cortó un brazo a tu hijo, un brazo emocional, su
brazo sigue cortado y tú eres el responsable. No pueden
confiar en ti, no eres de fiar porque no eres firme, nunca
tomaste determinaciones, nunca lo protegiste, nunca les
diste amparo y por eso te odia.

3. A lo mejor te odia porque otro adulto le

convenció para que lo hiciera. Se trata de adultos
manipuladores que tienen un papel importante en su
vida y que son grandes gestores emocionales. Tienen la
capacidad de poner a tu hijo contra ti y consiguen que
tu hijo piense que tú eres el culpable de todo lo que
ocurre.

Por lo general son parejas maltratadoras o

miembros de tu familia cercanos que ejercen una
importante influencia sobre ti y tus hijos. Tu hijo te
odia porque su criterio sobre cómo juzgar lo que ve está
distorsionado. A diferencia de los anteriores casos, una
persona que tiene un juicio distorsionado puede
enmendar lo que ve con el tiempo. Basta con que se
aleje claramente del manipulador o manipuladora para
que poco a poco puedan ver con sus propios ojos lo que
es real. En este caso propiciar esa lejanía física resulta
la estrategia más eficaz.

4. existe otra razón por la que puede odiarte

tu hijo y es que te considere la causa de todas sus
frustraciones. Ocurre cuando un progenitor es
demasiado exigente y no permite que sus hijos sigan su
propio camino y descubran lo que aman y sienten y lo
que quieren encontrar. Son padres tan rígidos que
nunca permitieron que sus hijos tomaran sus propias
decisiones y que se alejaran de los preceptos e incluso
de los planes que los padres habían trazado sobre sus
hijos. Sí decidiste con quién tenía que relacionarse tu
hijo, qué novia o novio debía ser el adecuado, qué
amigos o profesión debía tener y te aseguraste
firmemente incluso bajo amenazas de que todo fuera tal
y como tú deseabas, puede ocurrir que si tu hijo no es
feliz ahora, te culpe y la verdad es que algo de razón
tiene porque la felicidad no se encuentra en un camino
concreto que tú hayas trazado para él si no en la
búsqueda de sí mismo. Puede que esto también se
solucione con el tiempo, cuanto tu hijo descubra que
sólo tiene que volver a tomar el timón de su vida y darse
cuenta de que la última palabra la tiene él y quizá pueda
mirarte con los ojos del perdón.

Según el motivo que encaje en estas posibilidades

que comparto contigo, el tipo de actuación será
diferente. Es posible que tu soberbia no te permita ver
la razón, por lo que es importante que la razón te la dé
tu propio hijo si es que el grado de distanciamiento no
lo impide.

Si un día se da un acercamiento, tienes que

cumplir con varios preceptos que te número a
continuación.

1. Escuchar hasta el final sin rechistar

2. Escuchar sin juzgar
3. Escuchar considerando todos los puntos
que menciona apuntándolos si es necesario.
4. Respetar lo escuchado y darlo por válido y
verdadero.
 Una vez que sepas los motivos por los que te
odia, deberías permitir que tu propio hijo te proponga
cambios y puede que no te los dé. Puede que te haya
dado tantas oportunidades que haya dejado de confiar
en ti y estará en su derecho y así se lo debes hacer ver.
De hecho, muy posiblemente sea verdad y muy
posiblemente no puedas darle solución. Pongámonos
que el motivo de su inquina esté relacionado con tu
capacidad para ser determinante ante situaciones
difíciles que le afectan a él. ¿Realmente podrías cambiar
eso? ¿Podrías dejar de ser un manipulador, una persona
exigente, una persona insegura, una persona
dependiente emocionalmente de personas tóxicas…
podrías dejar de ser quién eres?

Dentro de tus límites, analiza todos los puntos

que te ha dado durante su momento de desahogo y qué
has apuntado y trata de negociar fórmulas nuevas para
resolver esos puntos, fórmula que tú puedas llevar a
cabo cómodamente y que sea aceptable para él. Si
ninguna de las dos cosas es posible, acepta entonces
que no es posible el cambio en una nueva relación con
tu hijo.

Has de saber que se puede vivir sin un brazo

cortado e incluso existen personas que llegan a
perdonar asesinos, ejecutores de actos terribles. Pero
el perdón es un proceso individual, personal y no se
puede pactar. Solo hay una cosa que puedes hacer y es
tratar de ganarte el perdón todos los días del resto de tu
vida. ¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué rendirse? Es tu
hijo y merece que no te rindas.
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