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Desde el nacimiento, expresamos nuestras emociones y comenzamos a detectar las de los demás,
según el tono de voz con el que nos hablan, la expresión facial del otro, la contención física, el
llanto, la risa…
A través de nuestras emociones expresamos cómo nos sentimos, lo que necesitamos, si se cubren o
no nuestras necesidades básicas esenciales, si tenemos hambre, sueño o necesitamos que nos
arropen.
Poco a poco la expresión de las emociones va siendo más detallada con la aparición del lenguaje
tanto comprensivo como expresivo y sobre todo con el aprendizaje, la práctica y la adquisición de
estrategias en cuanto a nuestra inteligencia emocional se refiere.
Hacia los dos años de vida aparece la llamada etapa de las «rabietas», donde el niño y la niña
empiezan a mostrar su enfado o frustración con mayor contundencia cuando sienten que no se
satisfacen sus necesidades o cuando no saben expresar adecuadamente lo que quieren (que suele
ser la mayor parte de las veces).
Es una etapa totalmente natural y puede prolongarse durante varios años de vida e incluso a lo
largo de toda la infancia y parte de la vida adulta.
La base principal para comprender esta emoción y este momento evolutivo del niño, es saber
aceptar que las emociones no son buenas ni malas. Es decir, la rabia, el enfado, la ira, la ansiedad o
el miedo, son emociones que el ser humano experimenta y necesita para crecer y sobrevivir, ya que
gracias a dichas emociones podemos enfrentarnos a situaciones desagradables, de estrés, de
incertidumbre o desconocidas, y así poder resolverlas, enfrentarlas y dar respuesta de manera
adecuada.
¿POR QUÉ LAS RABIETAS SON PARTE ESENCIAL DEL DESARROLLO DEL NIÑO?
Por lo tanto, si tenemos un niño que expresa sus emociones, podremos decir que estamos frente a
un niño sano y que se desarrolla de manera adecuada.
También es necesario que entendamos que su inmadurez cerebral no le permite organizar las
ideas como lo hacemos los adultos. Por lo que no tiene la capacidad para anticipar las
consecuencias de sus actos, conocer los pros y los contras, encontrar las palabras para expresar lo
que siente y canalizar sus emociones para exteriorizarlas de manera adecuada. Esto hace que
cuando no sepa expresar su frustración, rabia o enfado, estalle en rabieta como modo de expresión
del colapso en el que se encuentra.
Y no olvidemos que el enfado no debe ser reprimido ni contenido, es esencial que nuestros hijos
exterioricen sus emociones y aprendamos a acompañarlas con empatía, calma y afecto.