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EL RENACIMIENTO

Durante la Edad Media, con altas y bajas, la cultura occidental se repuso del enorme descenso causado
por aquellos movimientos migratorios que los hunos habían desencadenado y por la subsecuente mezcla de
razas. Se presentan algunas épocas de "prerrenacimiento": primero en tiempos de Carlomagno, luego alrededor
del año 1000 y finalmente durante el siglo XIII; pero es entre 1450 y 1600, cuando se observa aquel gran
acontecimiento cultural que, a partir de la época de Voltaire, recibió el nombre de Renaissance, "Renacimiento",
o sea, retorno a la antigüedad pagana. Con él se introduce una nueva movilidad física y espiritual en el ambiente
heredado de la Edad Media en lugar de la seguridad anterior, impuesta por autoridades eclesiásticas, hallamos
con el típico renacentista una duda de todo; los libros paganos entran de nuevo en circulación; los placeres
mundanos sustituyen al ascetismo, y un arte sensual y realista toma el lugar del arte medieval, místico y
simbólico.
Pese a lo que el término "renacimiento" pudiese sugerir, ninguna época pasada puede "renacer"; lo que
sucede es que una fase posterior se inspira en lo que cree entender de una anterior. Esta comprensión es, con
frecuencia, una ilusión. Así el Renacimiento no siempre comprendió objetivamente a la antigüedad pagana; en
muchos aspectos su reinterpretación es arbitraria.
En esta época, la ciencia se libera de los "libros de autoridad"; los estados nacionales se emancipan de la
pretendida soberanía del emperador y se cristalizan claramente en derredor de sus propios reyes, varios de los
cuales, para entonces, ya habían logrado la victoria sobre el feudalismo; además, el cristianismo sacude la
aplastante autoridad de Roma. Estos diversos movimientos de liberación y de reacción contra las autoridades
tradicionales, son fomentados por el impacto perturbador de ciertos descubrimientos geográficos sensacionales
(redescubrimiento de la redondez de la Tierra; nuevos caminos hacia la India; viajes al Nuevo Mundo, etcétera).
Otros aspectos importantes del Renacimiento son:
a) El joven capitalismo, con su tendencia a la expansión (contrariamente al ambiente medieval-gremial,
con su ideal de estabilidad) y al frío cálculo monetario;
b) Los grandes descubrimientos, que facilitan el desarrollo del nuevo capitalismo, por proporcionar
oportunidades de expansión, y por saturar Europa occidental con oro y plata, necesarios para la transición hacia
una amplia economía monetaria (en vez de "economía en especie", Natural-Wirtschaft). Un aspecto muy
llamativo es, desde luego;
c) La Reformación. Desde la Baja Edad Media se observa un creciente descontento respecto de la riqueza
eclesiástica; la política secular, a menudo muy cínica, del papado; la conducta, no muy cristiana, de varios
prelados ("los señoritos de Dios") y el comercio con medios de salvación, como son indulgencias, absoluciones
expiaciones. Bajo personas como Lutero (1517), Zwinglio (1522), Calvino (1522) y otros, el movimiento de crítica
y propuestas de reformas toma auge, y lanza a Europa a una serie de guerras, que a través del compromiso de
1555 (Paz de Augsburgo: cuius regio, eius etiam religio, o sea: cada príncipe decidirá soberanamente cuál será la
religión oficial de su territorio) lleva hacia la Paz de Westfalia (1648), que confirma la dispersión del poder político
en el Reich sobre unos centenares de entidades y consagra al moderno estado secularizado, tolerante en materia
religiosa. Al mismo tiempo, este año marca la decadencia política de España y el auge de Francia, los Países Bajos
y Suecia, y
d) El renacentismo, con su racionalismo (Cartesio) ayuda al desarrollo de las ciencias exactas. El homo
viator de la Edad Media, el hombre que viaja hacia La eternidad y pone todo al servicio de este viaje, va a ser
sustituido por el moderno homo faber, el hombre que produce cosas, y que transforma su mundo material.

EL DERECHO EN EL RENACIMIENTO

Estados nacionales alrededor de monarcas; la justificación del poder de éstos


Durante el Renacimiento se observa la formación de estados nacionales, cristalizados en torno a una
Corona. Tanto el feudalismo como el anhelo por un nuevo Imperio de Occidente, bajo el poder mancomunado
del Papa y del emperador, desaparecen definitivamente.
En este movimiento hacia los estados centralizados modernos, Alemania se quedó atrás: el rey de
Alemania, es decir, el emperador, no logró triunfar sobre el feudalismo, como lo hicieron los reyes de Francia,
Inglaterra y España, y la Guerra de Treinta Años confirmó, en 1648, la victoria de la descentralización de
Alemania. Italia tampoco logró unificarse, entre otras circunstancias, a causa de las pretensiones del Papa de
conservar el poder secular sobre un amplio territorio del centro de la península. El anhelo de los italianos por
encontrar a un superhombre, capaz de organizar la unificación nacional y la paz, se manifiesta en El Príncipe, de
Maquiavelo, obra que por su "realismo" y neutralidad moral puede considerarse como típico producto
renacentista, de tono contrario al característico espíritu moralizador de la Literatura medieval.
La creciente importancia del monarca resucita las antiguas controversias acerca del origen de su poder:
¿ viene de Dios? ("el derecho divino de los reyes"), o bien, ¿es producto de una delegación hecha por el pueblo?
En esta discusión, los hugonotes franceses se encontraban del lado de la teoría demócrata, y sus argumentos
fueron compilados finalmente en una obra anónima, que pertenece a los clásicos de la literatura revolucionaria:
las Vindiciae contra tyrannos. En la Holanda calvinista florece esta literatura antimonárquica, con autores como
Altusio y Grocio (en 1581, Holanda abjuró a su soberano, convirtiéndose en República). Sin embargo, la línea
divisoria entre monarquistas y antimonarquistas no corresponde a la división del cristianismo occidental en
católicos y protestantes; algunos jesuitas (como Suárez, en su Tractatus de Legibus ac Deo Legislatore, 1612)
también adoptaron una actitud crítica frente a la idea de que los reyes, habiendo recibido su poder directamente
de Dios, por esto fuesen intocables.
Del otro lado de esta línea divisoria se encuentra uno de los autores más famosos de esa época, Juan
Bodino, que ofrece en Les Six livres de la République (1576) una curiosa mezcla de racionalismo renacentista con
oscurantismo medieval, filosofía, teología y sociología, llegando a la conclusión de que la soberanía, "poder
supremo sobre los ciudadanos y súbditos, no sometido a las Leyes" (poder no delegado), corresponde, por
derecho natural, al rey: los demás órganos políticos sólo pueden dar consejos, que de ningún modo son
obligatorios para el monarca.

LAS UTOPÍAS

El rechazo de los tradicionales libros de autoridad, el nuevo racionalismo y el estímulo que recibía la
fantasía por los descubrimientos geográficos, propiciaban el camino hacia varias importantes utopías, en las que
el pensador renacentista especulaba sobre una organización de la sociedad, basada estrictamente en la razón y
en la naturaleza humana. Conocidos ejemplos de este género de literatura política son: la Utopía de Tomás Moro
(1516), Christiarnópolis de l. V. Andrea (1619), la Ciudad del Sol de Tomás Campanella (1623), y la Nova Atlantis
(obra fragmentaria) de Bacon (1627). Como remoto antecedente de esta corriente debe mencionarse, desde
luego, La República de Platón.
Las repercusiones prácticas de estas fantasías se manifiestan, sobre todo, en experimentos sociales
realizados en el Nuevo Mundo. Hallamos su reflejo en las instrucciones que recibieron los jerónimos para el
gobierno de la isla Española, los "hospitales" de Vasco de Quiroga (que no eran asilos para enfermos, sino
interesantes experimentos de convivencia y adaptación social), en ideas sobre la organización de la República de
Indios -con sus pueblos de indios y su propia jerarquía de autoridades, unida a la paralela República de Españoles
mediante la figura del rey-, y en el caso, todavía tan discutido, de las reducciones de indios, organizadas por los
jesuitas al comienzo del siglo XVII, en el suroeste de Paraguay, y que constituyen quizás la mejor realización
"utópica" de la historia, antes de su brusco colapso en 1767, causado por la expulsión de los jesuitas.

LA IGLESIA Y EL DERECHO

El derecho canónico debe al Renacimiento una importante compilación: el Corpus Iuris Canonici, primero
en forma de la edición de 1500 (Chapuis), luego en la bonita "edición romana" de 1582. Esta obra comprende el
Decretum Gratiani de aproximadamente 1140, las Decretales ( 1234), el Liber Sextus (1298), las Clementinae
(1317) y diversos cánones "extravagantes" o sea "vagarosos" (varios de ellos expedidos por Juan XXII).
Las añadiduras posteriores al derecho canónico ya no se agregaron a las ediciones posteriores de este
Corpus Iuris Canonici.
El Concilio Tridentino, celebrado en varias etapas, entre 1545 y 1563, tuvo una importancia fundamental
para la organización interna de la Iglesia. Tuvo relevancia, además, para la historia del derecho civil, por haber
revisado los requisitos canónicos del matrimonio y por haber definido ciertos impedimentos al respecto, pero
sus cánones no entraron en el Corpus Iuris Canonici.
Esta compilación canónica dio lugar a famosos comentarios renacentistas, como el de Lancelotti (1522-
1590).
Observemos finalmente que la formación de los estados nacionales durante el Renacimiento fue
perjudicial a la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos, y por lo tanto a la aplicación del derecho canónico; los
nuevos estados reclamaban para sus tribunales muchos de los asuntos de los que, antes, se había ocupado el
poder judicial eclesiástico (como vimos en el capítulo anterior). Además, el gran cisma que el movimiento de la
Reforma renacentista provocó en el cristianismo occidental, y la independización de la Iglesia anglicana, quitaron
mucho terreno al derecho canónico católico.

LA DISCUSIÓN SOBRE EL DERECHO DE LOS DESCUBRIDORES DE AMÉRICA

El descubrimiento de América, y las "letras alejandrinas" de 1493, mediante las cuales el Papa dividió el
nuevo territorio entre las Coronas de Portugal y España, dio lugar, desde luego, a una interesante serie de
controversias jurídicas, sobre la cuestión de si el Papa tenía facultades para decretar tal división, y sobre la
naturaleza de los derechos conferidos. Es evidente que durante estas discusiones había de resurgir el tema de
“las dos espadas”.
Por lo que respecta a los derechos de los indígenas, Vitoria, Soto y Suárez toman la posición más liberal,
opinando que el poder espiritual papal no puede autorizar en lo temporal la violencia ni el despojo, ya que no
debe ir más allá de lo que requieren los intereses espirituales, confiados a él. En cambio Hostiensis (Enrique de
Susa, cardenal de Ostia) opina que por una delegación de Cristo al Papa, éste puede disponer de los derechos de
propiedad y soberanía que habían correspondido a los paganos. Por otra parte, Sepúlveda creía en una
inferioridad intelectual y moral de los indígenas, que justificaba la facultad del monarca cristiano para disponer
de las propiedades de los indios e imponerles un nuevo régimen político.
Es conocida la forma violenta en la que Bartolomé de las Casas asumió la defensa de los indios, en esta
controversia.
Un interesante aspecto de esta polémica era también el de saber hasta qué grado las teorías sobre la
guerra "justa", elaboradas en relación con la Reconquista de España, eran aplicables a la conquista de las Indias.
Hasta hubo un dominico, V. Palatino de Curzola, quien afirmaba a que las ruinas de Yucatán eran visiblemente
ruinas romanas, de manera que Carlos V, el emperador, como heredero del Imperio romano, en realidad estaba
realizando en las Indias una reconquista, con todas las consecuencias jurídicas de una legítima lucha por la
readquisición de lo que uno hubiese perdido en forma injusta. Tant d'idées au secours d'un vice ...

EL HUMANISTA JURÍDICO: MOS GALLICUS

Con su aversión a la Edad Media y su entusiasmo por la antigüedad grecorromana, el Renacimiento


produjo varios juristas que rechazaron las reinterpretaciones del derecho romano hechas por los glosadores y
posglosadores; pretendían regresar a la interpretación original del Corpus Iuris o -más aún- al fondo clásico, de
tres siglos antes de Justiniano: ¡ad fontes! Además, estos humanistas no veían por qué habrían de limitar su
interés a los textos compilados por Justiniano; dirigieron la mirada al Codex Theodosianus (de esta época es el
excelente comentario a esta obra, hecho por Jacobo Godofredo) y a otras fuentes del derecho antiguo: Cuyacius
publica la Consultatio veteris cujusdam jurisconsulti, y uno de sus alum-nos la Collatio, ya mencionada; en 1534
Viglius publica la Paráfrasis de Teófilo a las Instituciones de Justiniano y Fabrot hace en esta época una traducción
latina de las Basílicas. Además, se analizan varios contratos y testamentos antiguos.
Esta tendencia no floreció en Italia, donde estaba tan arraigada la tradición de los posglosadores
nacionales, sino que encontró su hogar en Francia, especialmente en la Universidad de Bourges.
Los primeros grandes autores de la Escuela Humanista fueron Alciato (1492-1533), de origen italiano; el
francés Budaeus (1467-1540) y Ulrico Zasius (1461-1535), que trabajaría después en Alemania (en Friburgo); sin
embargo, los principales representantes de esta tendencia fueron Cuyacius (1522-1590) y Donellus (1527-1591),
quien emigró a Holanda y Alemania, perseguido por razones religiosas. Los cultos Godofredo, padre e hijo,
emigraron a Ginebra por la misma razón. Merece especial mención Hottomanus, autor del Anti-Tribonianus
(1567), título significativo para toda esta escuela: rechaza el medieval "diluvio gótico" de reinterpretaciones del
Corpus luris, critica las interpolaciones hechas por Triboriano en los textos clásicos, producto de un "lacayo sin
carácter, de un emperador sin carácter", e inclusive rechaza varias ideas del periodo clásico, por su "sabor
tiránico". El ideal de Hottomanus es el ambiente republicano, el de los grandes juristas patricios senatoriales;
según él, el verdadero derecho romano había sido un derecho "noble", de grandes señores; sin embargo, este
valioso derecho había quedado enterrado bajo tantas influencias nefastas, posteriores, que cabe considerar al
Corpus luris como una mina llena de una mezcla de ideas utilizables y de ideas desechables, por lo que debería
formarse un código francés basado en lo que podría aprovecharse del Corpus luris, a lo que habría que agregar
algunas ideas modernas, sistematizando luego debidamente todo este resultado.
También quiero mencionar a Antonio Favre (Faber), presidente del Tribunal de Chambéry, quien en sus
Rationalia ad Pandectas analiza, cita por cita, los primeros veinte libros del Digesto, atacando primero su
contenido, para tomar luego su defensa (la técnica del sic et non, que varios siglos antes Abelardo había
introducido en la discusión universitaria de París). Favre es también un activo cazador de interpolaciones: la
mayoría de las modificaciones posclásicas que se encuentran en los textos clásicos, y respecto de las cuales
actualmente estamos todos de acuerdo, ya habían sido localizadas por este humanista francés.
Pero, por encima de todos ellos se eleva Cujacius (1522-1590), originario de Tolosa, pero dedicado a una
vida ambulatoria de catedrático en diversas universidades (sobre todo la de Bourges), ídolo de sus alumnos (a
pesar de su falta de elegancia en la exposición), monumento de erudición histórica y dogmática, gran
coleccionista de documentos antiguos, enemigo personal de Justiniano, de los glosadores y posglosadores, y
siempre empeñado en reconstruir, con habilidad de detective, lo que aún es reconstruible de las grandes obras
clásicas, con ayuda de los fragmentos citados en el Corpus luris, y de la investigación de las interpolaciones que
allí se encuentran.
Nos describen a este hombrecillo corpulento, arrastrándose sobre el vientre entre los múltiples libros
abiertos en el suelo de su estudio, para buscar el derecho clásico detrás de la fachada del derecho bizantino,
justinianeo. Un pretendido rapto de una monja, quizás relacionado con las alegadas intimidades de su esposa
con un obispo, parece haber causado su único enfrentamiento con la Iglesia; por lo demás (contrariamente a lo
que solemos observar entre los grandes autores del Mos Gallicus) se abstuvo de la peligrosa discusión religiosa
de sus días: nihil hoc ad Edictum (algo como: "Eso no tiene ningún interés para el derecho romano") era su
contestación estereotipada a preguntas sobre la teología.
Estos humanistas del derecho son típicos hombres renacentistas, gourmets de erudición; aunque juristas
profundos, están constantemente flirteando con musas ajenas (filología, filosofía, teología, historia). Se les
reprocha que viven en torres de marfil, pero sus escritos demuestran que tales torres pueden proporcionar una
excelente visión panorámica.
En la práctica forense, el impacto de esta actitud erudita, universitaria, del Mos Gallicus, fue modesto.
Los jueces y abogados querían el Mos ltalicus, aquel derecho romano basado en las reinterpretaciones de los
posglosadores. Consideraban los esfuerzos intelectuales de Cuyacius y de su escuela como pertenecientes a la
historia y a la filosofía, mas no algo que les interesara para su práctica diaria. Creían que no era la tarea del jurista
contemporáneo el "devolver a los antiguos romanos su propio derecho puro", sino que convenía utilizar una
reinterpretación del Corpus Iuris, generalmente aceptada y modernizada, a fin de perfeccionar la previsibilidad
de las sentencias que emanaban de los tribunales. No sólo en el ambiente forense, sino inclusive en el medio
universitario, muchos juristas criticaron la actitud de los humanistas, a causa de la injusta condena que hacían
de los posglosadores, cuyos méritos para la ciencia jurídica han sido subrayados, de nuevo, precisamente en
nuestra propia época. Así, por ejemplo, Alberico Gentili, italiano, catedrático en Oxford, defendió
elocuentemente el Mos ltalicus, en sus De juris interpretibus dialogi sex (1582).

HOLANDA: IURISPRUDENTIA ELEGANS

Como las persecuciones religiosas llevaron a muchos intelectuales protestantes franceses hacia Holanda,
esta culta rama de la vida universitaria francesa, que era el Mos Gallicus, se transformó en la Iurisprudentia
Elegans, que floreció hasta fines del siglo XVIII en las universidades holandesas, sobre todo en la de Leiden. En
los siglos siguientes surgen allí grandes romanistas como Hugo Grocio, Ulrico Huber, Voetius, Bynkershoek y
Noodt, y la reputación de Leiden, atrayendo a los estudiantes de Escocia, explica por qué tienen los escoceses en
la actualidad todavía una mezcla de derecho anglosajón y romano.
EL DERECHO INGLÉS

En Inglaterra, el Renacimiento se caracteriza por intentos de los Tudor de centralizar el poder en manos
del rey. Un caso típico es el de Eduardo IV (1442-1483), curiosa mezcla renacentista de divertida amabilidad y
sangriento cinismo. Contribuyó mucho a la consolidación del poder monárquico por apoyarse en la clase
burguesa en contra de la nobleza. A su carácter maquiavélico avant la lettre y a sus graves problemas políticos,
coresponde la creación del famoso tribunal especial para los casos de subversión, la temida Camara Stellata,
Star-Chamber, con sus rudos métodos de investigación.
La política de la Corona no fue un fracaso total, pero tampoco un éxito redondo. En 1641 la presión de
la opinión pública hizo suprimir este tribunal antipático, y es precisamente en esta época que se afina la técnica
legislativa parlamentaria moderna, en Inglaterra, con su procedimiento para las iniciativas, el estudio de los
proyectos, las publicaciones, etcétera: el rey de Inglaterra seguramente contemplaba con envidia la relativa
libertad de sus colegas continentales frente a los Etats Généraux, en Francia, o para con las Cortes, en España.
Otro fracaso de la Corona inglesa se refiere a los intentos por parte de Enrique VIII, de provocar, también
allí, una recepción del derecho romano al estilo de la alemana. No es muy claro a qué obedeció esta preferencia
de la Corona por el Corpus luris. Es posible que algunas frases autocráticas como Princeps legibus solutus (el
emperador no está ligado por las leyes) hayan hecho vislumbrar a reyes como Enrique VIII un camino para
liberarse de ciertos principios de la Magna Charta. Sin embargo, las organizaciones profesionales de los juristas
triunfaron una vez más, y el único avance que hizo el derecho romano consistió en el establecimiento de las
cátedras regias (regius chair) en Oxford y en Cambridge, en las cuales hasta la fecha se enseñan los derechos
romano y neorromanista.
Como éxito de la Corona puede considerarse la independización de la Iglesia, ahora "Anglicana", respecto
de Roma, con lo cual el rey evitaba, para lo futuro, muchas intervenciones, desde afuera, en los asuntos internos
de su país.
Era voluminosa la legislación bajo los Tudor, producto de una colaboración, no exenta de fricciones, entre
la Corona y el Parlamento bicamaral.
Especialmente el régimen de Enrique VIII presenta una abundancia de nuevas normas, relacionadas con
el régimen eclesiástico reformado, además del Statute of Uses (1536) -paso importante en la evolución del trust-
, the Statute of Wills (1540) -sobre testamentos- y el controvertido Statute of Proclamation (1539) que permite
una legislación sin intervención del Parlamento, en momentos de emergencia, estableciendo al mismo tiempo
los controles contra un eventual abuso por parte de la Corona. Además, encontramos bajo los Tudor numerosas
leyes sociales, contra el desempleo, aliviando el peso de la pobreza y reglamentando los salarios, con lo cual
varios aspectos de la política normativa de los gremios llegan a ser derecho parlamentario.
Mencionemos todavía que la serie de los Yearbooks, a la que ya hicimos referencia, termina en 1535,
pero que desde 1490 ya existen nuevas series de Abridgments (ed.: Statham, luego Fitzhebert, después Tottell)
que presentan periódicamente los datos relevantes de la jurisprudencia.
Toda periodización, en materia histórica, tiene algo de arbitrario, y por razones que se comprenderán
después, parece recomendable continuar este párrafo sobre el desarrollo renacentista del derecho inglés, no
basta 1648, año de la Paz de Westfalia, sino sólo basta 1603, cuando la dinastía de los Tudor termina con la
"Reina-virgen", y comienza la de los Estuardo, con Jacobo l.

EL DERECHO ALEMÁN

En cuanto al sistema constitucional del Reich: desde 1495 observamos un intento de pasar del dualismo
de Dieta y emperador, hacia una trinidad, añadiéndose un regimiento imperial, permanente, con participación
de los tres estamentos; se trataba de un organismo reducido y ágil, con cooptación, que debía intervenir en todas
las actividades, hasta entonces reservadas al emperador.
Este "Regimiento" funcionaba de 1500 a 1502, y de 1521 a 1530; fue suprimido en este último año
cuando resultaba que no pudo hacer frente a las tremendas tensiones de aquella época (la Reforma; la revuelta
de los campesinos).
Para las relaciones entre Estado e Iglesia era importante la Paz de Augsburgo (1555), que autorizaba a
cada príncipe que determinara cuál sería la religión oficial de su entidad: Cuius regio, eius etiam religio. Este
principio, luego confirmado en la Paz de Westfalia (1648), rompe la íntima relación original entre el Reich y el
catolicismo, aunque esta religión continúa predominando en el sur del Reich (Baviera, Austria) y queda bajo
protección del emperador como "Iglesia imperial", con sólo un 30 por ciento de la población (1570). La decepción
por este compromiso fue uno de los motivos de la abdicación de Carlos V (1555, con eficacia posterior).
Cuando, a pesar de esta Paz de Augsburgo continúa, también en el Reich, la tensión entre Reforma y
Contrarreforma, estalla finalmente la "Guerra de treinta años". Ésta comenzó por un incidente local entre, por
una parte, unos protestantes de Bohemia, siempre revolucionarios por el recuerdo de la perfidia con que Hus
había sido tratado por el emperador, y, por otra, dos funcionarios católicos, imperiales, lanzados por una ventana
(la "defenestración" de Praga, de 1618); pronto era una guerra civil del Reich, y luego, por intervención de Suecia,
y finalmente Francia (Richelieu), se convierte en una guerra europea, como cuyo resultado el Reich se convierte
en una confederación de entidades soberanas (¡cerca de 300!); el emperador sólo tiene poder eficaz en su propio
feudo, Austria; Francia llega a ser un poder europeo de primer rango; y Suecia, así como Holanda, comienzan a
ocupar un buen segundo lugar.
Durante esta guerra, el original motivo religioso cede su lugar a motivaciones nacionalistas, imperialistas.
Con la Paz de Westfalia termina la fase de las guerras religiosas (Reforma vs. Contrarreforma), de manera
que es un acontecimiento que generalmente se utiliza para marcar el fin del Renacimiento.
La terrible rebelión de 1520 a 1525, de los campesinos contra los señores feudales -después de
cometerse las más diabólicas crueldades de ambos lados-, lleva hacia la total derrota de los campesinos, en 1525;
durante varios siglos, el recuerdo traumático de esta crisis frena la liquidación del feudalismo alemán.
En cuanto al derecho privado: un gran acontecimiento jurídico del Renacimiento ha sido la creación, ya
mencionada, del Reichs-kammergericht, el Supremo Tribunal del Imperio, que debía aplicar preferentemente el
derecho romano (1495). En las siguientes generaciones se pone de manifiesto una progresiva romanización y
uniformación del derecho alemán. Las reinterpretaciones romanizantes del Espejo de Sajonia y de los famosos
derechos de ciertas ciudades, como Lübeck y otras, culminaron en la Alemania de los siglos XVI, XVII y XVIII, en
forma del Usus Modemus Pandectarum: consiste éste en la utilización modernizante del Corpus Iuris, o sea en
un derecho justinianeo mezclado con normas germánicas "razonables", derechos locales legislados y ciertos
principios iusnaturalistas.
La falta de una organización de profesionales que pudiera defender el derecho germánico contra la
recepción del derecho romano, y la paulatina sustitución de los sinodales legos en los jurados populares por
buenos juristas alemanes, que generalmente habían estudiado en Italia, produjo en Alemania un resultado muy
distinto del observado en Inglaterra, donde el tradicional Common Law fue defendido eficazmente por el gremio
de juristas educados localmente en los lnns of Court.
Las popularizaciones del derecho romano, como el Klagespiegel (Espejo procesal) reeditado por
Sebastián Brant (1516) y el Laienspiegel (Espejo de los Legos) de Tengler (1509), facilitaban la recepción del
derecho romano; a su lado surgió una literatura altamente académica, "la camaralística", que, con autores como
Mynsinger y, más tarde Gail. orientaba al Reichskammergericht respecto de la posible adaptación del Mos ltalicus
a la realidad alemana.
Un factor favorable para la cultura jurídica alemana, fue el siguiente: la lucha religiosa que se había
desencadenado en Francia, y que finalmente culminó en el escándalo de la Noche de San Bartolomé, 1527, tan
contraproducente para la economía y cultura francesas, causó la emigración de muchos buenos romanistas
franceses a universidades alemanas (Donelo, 1527-1591; Carolus Molinaeus, Franciscus Bauduinus, Franciscus
Hotomannus y otros).
En 1519, el emperador se obliga a no legislar sin la autorización de los Grandes Electores, y en 1648 se
establece el principio de que la Dieta tiene que intervenir en toda la legislación del Reich.
Pocos han sido los productos importantes de esta labor legislativa, sobre todo si la comparamos con la
creación de normas en la Inglaterra de los Tudor y Estuardo, o en la Francia renacentista. Sin embargo, merece
mención una ley imperial, debida a Carlos V, la Carolina, de 1532, que tuvo gran influencia en materia penal,
basta en el siglo XVIII, cuando comenzaba a dejarse sentir la influencia de Beccaria. Aunque, vista desde nuestra
época, se trata de una obra relativamente cruel y primitiva, la Carolina significaba un gran progreso respecto del
confuso estado de arbitrariedad en que, antes de ella, se había encontrado el derecho penal. En esta obra se
mezclan las tradiciones germánicas con el derecho penal romano, visto a través de los comentarios por
criminalistas italianos como Gandino o Aretiso, así como por los prestigiados Bártolo y Baldo. Indudables méritos
de la Carolina son el análisis de la complicidad, de la tentativa y de la legítima defensa.
Además, en esta época, varios príncipes alemanes redactan para su territorio unas compilaciones de
normas existentes (consuetudinarias o escritas), mezcladas con normas de nueva creación; estas compilaciones
suelen referirse a la costumbre (germánica) y al derecho romano, como fuentes supletorias. Llamativas
creaciones, al respecto, son: la Constitutio Joachimica (1527) de Brandenburgo; el "Derecbo Territorial de
Wurtemberg" de 1555; el "Derecho Territorial" del pequeño condado de Solms, de gran repercusión por su buena
calidad (1571); la Constitutio Saxonica de 1572, también una obra loable; y algunas más.
Cuando, unos dos siglos más tarde, el espíritu racionalizador, sistematizador y unificador del
iusnaturalismo se mezcla con esta corriente de compilaciones, surgen los primeros "códigos" en el sentido
moderno, como veremos.

EL DERECHO FRANCÉS

La Francia renacentista, territorialmente unificada por el triunfo sobre Inglaterra en la Guerra de los Cien
Años (terminada por el año de 1453), consolida el poder de la Corona frente a la nobleza. Enrique IV (1589-1610)
y Richelieu (1624-1642) perfeccionan, al respecto, la labor iniciada bajo Luis XI (1461-1483), y preparan el camino
para la explosión de pompa y poder que caracteriza el largo régimen de Luis XIV (1643-1715). Cuando la Francia
posterior resulta incapaz de pagar la cuenta de tanta gloria, surge paulatinamente aquel ambiente que
finalmente producirá su gran Revolución.
Durante la fase renacentista, Francia apenas logra participar en la aventura de los descubrimientos
ultramarinos y la colonización. En cambio, gasta pan parte de sus energías en luchas religiosas y pierde valiosos
elementos por su intolerancia, como ya dijimos.
En el campo de la teoría política, los asesinatos de Enrique III y de Enrique IVproducen interesantes
polémicas sobre el derecho al tiranicidio, pero, desde luego, la aportación de Francia a la filosofía del poder
consiste, sobre todo, en los Six Livres de la République (1576) de Bodin, ya mencionados.
En materia constitucional-administrativa debemos llamar la atención sobre lo siguiente.
Es en esta fase, que la Corona se acostumbra a "vender" varias de las más importantes funciones
públicas; un derecho especial, la Paulette (1604), debía ser pagado a la Corona, anualmente, por los titulares de
tales funciones, para que tuvieran el derecho de vender sus empleos a terceros, y para que sus herederos
pudiesen enajenar el puesto público en cuestión.
Además, en esta época se desarrolla el "Consejo del Rey", nombrado libremente por él, antecedente del
gabinete moderno. También se desenvuelve ahora una práctica de los Parlements (tribunales) -práctica que
cuenta con antecedentes desde 1425- que consiste en negarse a registrar en sus cédulas de leyes los nuevos
productos legislativos monárquicos, contra los cuales el Parlement en cuestión (el de París, o uno de los doce
Parlements en la provincia, desmembraciones de aquél) tuviera inconvenientes, indicados en sus remontrances.
El rey podía entonces modificar la norma de acuerdo con tales remontrances, o mandar registrar la norma en un
lit de justice, o sea en su presencia personal. De todo esto se desarrolla el principio de que los Parlaments (el
Poder Judicial) tengan cierto control sobre la legislación monárquica.
Ya hemos dicho que los Etats Généraux, de 1641 basta la Revolución francesa, ya no han sido convocados
por la Corona: con un solo criticón -el Poder Judicial- le bastaba ...
En cuanto al derecho privado, el penal y el procesal de la Francia renacentista, ya hemos mencionado el
florecimiento del Mos Gallicus durante algunas generaciones, y la redacción de las Coutumes germánicas del
norte de Francia, por instrucciones del rey (Ordenanza de Montils-lez-Tours, 1454, con efectos prácticos, sobre
todo, al comienzo del siglo XVI). Desde entonces hubo en Francia un grupo brillante de juristas que se ocupaban
de los derechos consuetudinarios del norte de Francia. Entre ellos sobresalen d'Argentré, quien pugna por los
privilegios de la nobleza feudal, y Du Moulin (Molineaus), defensor de una monarquía fuerte; este último, además
de ser canonista y conocedor de las Coutumes, fue un fino romanista al estilo de Bártolo, y sus obras valían en
Francia casi como un derecho legislado.
Luego, como consecuencia de las críticas de Du Moulin y la energía de Christophe de Tou (presidente del
Parlamento de París) sigue una oleada de reformas a las redacciones originales, desde 1551 (Coutume de Sens)
hasta 1583 (Coutume d'Orleans).
Una vez más, el producto más importante de esta labor reformadora es la Coutume de París, segunda
versión (1580).
La legislación monárquica de esta época queda relativamente libre de las presiones de los Etats
Généraux, aunque a veces este órgano toma la iniciativa, formulando doléances para llamar la atención del rey
sobre temas que reclaman la intervención legislativa de éste, mediante ordenanzas reales.

Hubo cuatro categorías de tales ordenanzas:

1. Amplias "ordenanzas" en sentido estricto, que reglamentan a menudo materias muy heterogéneas,
reunidas en una misma publicación;
2. Edictos sobre temas limitados;
3. Declaraciones, con interpretaciones acerca de los edictos o de las ordenanzas, y
4. Cartas patentes sobre casos individuales (privilegios, concesiones).

Famosas ordenanzas se refieren al derecho de personas y familia (Ordenanza sobre Matrimonios


Clandestinos, 1556; sobre las Segundas Nupcias, 1560, sobre la Abrogación del Senadoconsulto Veleyano, 1606;
sobre cuestiones dotales, etcétera). Otras ordenanzas importantes eran la Ordenanza de Villers-Cotterets (
1529), de 192 artículos, sobre el procedimiento penal, y además sobre restricciones a las facultades
jurisdiccionales de la Iglesia en materias extra-eclesiásticas, y sobre los registros de bautismo y sepultura; y la
Ordenanza de Moulins ( 1566), que combate los abusos de las jurisdicciones feudales, elimina la jurisdicción civil
de los municipios, y reglamenta algunos temas de derecho civil (donaciones), y procesal civil (hipoteca judicial;
limitación de la prueba testimonial).
Esta legislación mediante ordenanzas produciría fácilmente un resultado caótico, y ya Du Moulin había
insistido en la necesidad de una codificación del derecho francés. Los Estados Generales hicieron suyo este
anhelo. Un primer resultado era la gran Ordenanza de Blois, 1579, de 363 artículos, que compila el resultado de
varias ordenanzas anteriores y prevé en su artículo 207 una compilación más general aún. Ésta es preparada por
el famoso Bemabe Brisson, cuyo proyecto de 1586, el Code Henri lll, nunca llegó a ser promulgado. Después de
ser ahorcado Brisson (1591), una nueva ordenan-'ª compiladora (Code Michau) es promulgada en 1629, pero de
ningún modo corresponde a la obra panorámica y sistemática que Francia hubiera necesitado, y que sólo vendría
en varias etapas, a través de los próximos dos siglos (Colbert y Daguesseau; Napoleón).

EL DERECHO ITALIANO

La Italia del Renacimiento muestra una dispersión del derecho entre las legislaciones (estatutos) de sus
diversas repúblicas (aristocráticas, como lo era Venecia desde las reformas de 1297 y 1310; o democráticas, como
Florencia desde 1228), o reinos (como Nápoles o Sicilia, unidos a la Corona de Aragón, resp. España), legislaciones
que incluyen normas especiales para los gremios y para el comercio. Por encima de este variado panorama, en
el que sobreviven influencias germánicas (por ejemplo de derecho longobardo), se erigen dos fuerzas
unificadoras, el Mos Italicus y el derecho canónico, principales ingredientes de aquel diritto commune que debía
aplicarse en caso de lagunas en algún derecho especial. Hemos visto que el Mos Gallicus no logró arraigarse allí:
el connotado humanista italiano Alciato tuvo que salir de su patria para buscar la compañía de los humanistas
franceses. Buenos expositores del derecho romano, según la moda del Mos ltalicus, fueron el cardenal F. Mantica
(1534-1614) y el industrioso G. Menochio (1532-1607), autor de numerosos tratados y consilia. Para el derecho
mercantil es de importancia Stracca (1509-1578) en tanto que el derecho penal encuentra un buen expositor en
Claro (1525-1575), alumno de Alciato, y en el abogado Farnaccio (1554-1616), autor más bien descriptivo que
crítico, pero, de todos modos, un jurista que hizo una importante contribución a la sistematización de esta
materia, que se encontraba en un estado de lamentable atraso.

EL DERECHO ESPAÑOL

El Renacimiento trajo a España cierta unificación. Las tropas islámicas fueron expulsadas definitivamente
de la península (1492); los reinos de Castilla, León y Aragón llegaron a unirse en 1479, diez años después del
matrimonio de Isabel y Fernando; en el desarrollo del Real Patronato de la Iglesia, un conflicto de 1482-1486
confirma, finalmente, en forma clara, la preeminencia de la Corona sobre el Vaticano, y en el transcurso del
periodo renacentista, la Corona logra añadir varios elementos más a este complicado patronato, que en 1508 es
extendido hacia las Indias. Los aspectos civiles de la legislación tridentina se incorporan en el derecho español,
por decisión monárquica (1564), pero en varios otros casos la Corona niega el "pase" a nuevos mensajes y normas
de la Iglesia, y mediante el "recurso de fuerza" limita la jurisdicción eclesiástica en beneficio de la estatal.
Fuerzas clericales obtienen, en 1480, el confinamiento de los judíos en "juderías", y en 1492 su expulsión;
luego sigue la expulsión de los mahometanos, entre 1501 y 1502. Además de estas "victorias", que hicieron el
país más homogéneo, se había logrado establecer en España la Inquisición (1479), con su Tribunal del Santo
Oficio, que tenía por objeto conservar cierta unidad en el pensamiento católico. Al lado de este fortalecimiento
de la Iglesia, se observa algo semejante por parte de la Corte real, que aumenta su poder sobre los señores
feudales (los "Grandes"), y sobre los municipios (1520-1522), que basta entonces habían sido baluartes de la
democracia española.
La creciente legislación monárquica que acompañaba esta centralización del poder hizo necesaria una
compilación de las leyes, ordenanzas y pragmáticas, vigentes en Castilla. El primer intento de poner orden en
esta materia son las Ordenanzas Reales de Castilla, compiladas por Montalvo en 1484. Más tarde, después de
repetidas quejas de las autoridades, se expiden en 1505 las 83 Leyes de Toro. Como esta obra era insuficiente
para poner orden en el derecho español, Felipe II promulga, en 1567, la Nueva Recopilación, compilación
panorámica del derecho español, que coexiste luego con los derechos forales y con las Siete Partidas,
expresamente conservados en vigor. Esta obra es aumentada y corregida en los años de 1581, 1592, 1598, 1640,
1723, 1745, 1772, 1775 y 1777, reestructurándose luego el material en forma completa, es la Novísima
Recopilación de 1805.
Además, es en esta época que España desarrolla las bases del "derecho indiano", al que haremos
referencia en el capítulo XI.
Alrededor de este núcleo del derecho creado por Castilla, siguen desarrollándose los derechos
particulares de Vizcaya (un importante Nuevo Fuero de 1526, que reconoce el derecho castellano como
supletorio); de Guipúzcoa, que acepta el derecho castellano para el campo iusprivatista, pero tiene sus propias
recopilaciones (de 1583 y 1696, con suplemento de 1758) para los derechos penal, procesal y administrativo; de
la tierra de Álava; de Aragón (con sus Fueros de Aragón -que comprenden el Código de Huesca, de 1247- y las
Observantiae Consuetudinesque Regni Aragoniae, de 1437); de Valencia (Fueros de Valencia -1245-1271-, que
conducen hacia las compilaciones de 1482 y de 1547); de Navarra (un confuso conjunto de fueros medievales,
que da lugar a varias recopilaciones privadas renacentistas, como las de Pasquier, de 1557 y 1567, precursores
del Fuero General de 1686 y de la Novísima Recopilación de Navarra, de 1735); Cataluña (Usatges medievales,
completados por Actes de Cort más recientes, y complicados por la existencia de varios subsistemas locales,
como los de Lérida, Tortosa y Barcelona, ordenándose este material, en el Renacimiento, en diversas
compilaciones, como las de 1495 y 1564); y de Mallorca (hubo allí varios intentos renacentistas de recopilación,
que finalmente produjeron las Ordinacións de 1663).
En materia mercantil, se observa una amplia difusión de las normas elaboradas por el consulado de
Barcelona, a través de la edición del Libre del Consolar de Mar de 1484, y sus traducciones italiana y francesa.
Varios nuevos consulados producen sus propias ordenanzas (Burgos: 1538; Sevilla: 1556; Bilbao: varias capas,
recopiladas en 1560).
Junto a este laberíntico derecho de origen español, existen "los dos derechos", el romano y el canónico,
tan revolucionarios y modernos en aquella época, que la nobleza feudal obtuvo varias veces la expedición de
medidas contra la utilización en su territorio de Las leyes romanae vel go-ticae, decreta et decretales. Sin
embargo, desde 1449 los comentarios de Bartolo, Baldo, Juan Andrés y Panormitano fueron admitidos en Castilla
como derecho supletorio de las diversas obras legislativas castellanas que acabamos de citar. Por otra parte, en
1505 las leyes de Toro prohíben el uso forense del derecho romano, disposición repetida en la Nueva
Recopilación de 1567, pero no fielmente observada en la práctica.
Típica de la España renacentista es la labor, ya mencionada, de los teólogo-juristas, como Francisco de
Vitoria, Francisco Suárez, Luis de Molina y Domingo de Soto, conocidos sobre todo por sus teorías acerca del
carácter y la extensión del derecho del colonizador sobre los indígenas paganos y sus propiedades en los
territorios recién descubiertos, pero también importantes por sus especulaciones sobre el derecho en general,
el derecho natural, las relaciones entre el Estado y la Iglesia y el derecho internacional (teorías sobre la guerra
"justa"). Algunos autores modernos han acuñado el término de Segunda Escolástica para esta corriente, que
muchos consideran como la contribución más importante y original de España al Derecho.
Un lugar aparte en esta corriente es ocupado por el apasionado dominico Bartolomé de las Casas. Al lado
de sus tres obras históricas (la inconclusa Historia de las Indias, la Apologética historia de estas Indias y la
Brevísima relación de la destrucción de las Indias) existen varias obras jurídicas de él (como Los tesoros del Perú,
Treinta proposiciones muy jurídicas o su importante contribución a la teoría política, De regia potestate).
Sus diversos experimentos prácticos fracasaron (el gobierno teocrático de los jerónimos en el Caribe,
1516-1518-1519, inspirado por él; la conquista pacífica de una región de Venezuela, 1519-1522, o el experimento
de la Verapaz, que después de unos veinte años de éxito fracasó por 1559) y su breve actuación como obispo de
Chiapas provocó allí un ambiente de guerra civil; en cambio, en la promulgación de las Nuevas Leyes (contra la
encomienda), de 1542, Las Casas tuvo mucha influencia, y este valiente luchador por los indios sintió después
como derrota personal la serie de retrocesos respectivos, a que la Corona se vio obligada.
Sin embargo, no todo era especulación sobre el derecho natural y el ius condendum: importantes
comentaristas españoles de los derechos monárquico, romano y canónico, son, en este periodo, Diego
Covarrubias y Leyva (1512-1577) y Fernando Vásquez de Menchaca (Fernando Vasquius, 1512-1569).

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