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Valientes ante la persecución

Con el fin de proteger la identidad de los entrevistados, la siguiente es una escenificación de


su historia.

Desde que me dediqué y bauticé, he servido en una zona donde nuestra obra está prohibida.
Estaba en el servicio de tiempo completo cuando me nombraron precursora especial y me mandaron
a la zona donde había servido el que se convertiría en mi esposo. Ahora disfrutamos juntos de esta
faceta del tiempo completo especial.

Nos persiguen, nos vienen a buscar agentes de la policía, nos ponen en libertad condicional... Pero,
en todos esos momentos difíciles, Jehová me tranquiliza con estas palabras de Isaías: “Yo
ciertamente te fortificaré. Yo cierta y verdaderamente te ayudaré”. La última vez que los policías
vinieron a nuestra casa, nos llevaron a la comisaría para interrogarnos.
Nos dijeron que no tenían otra opción y nos metieron en su auto. En ese momento, sentí que Jehová
no solo me estaba dando su espíritu santo y sabiduría, sino también la fuerza física para ir. ¡Me
sentí tan agradecido! Recuerdo que ese día, cuando nos metieron en su vehículo, le oré a Jehová,
y le dije: “Por favor, ayúdanos para que podamos hablarles de ti”.
Uno de los agentes nos dijo: ¡Qué interesante es hablar con ustedes! Cuando hablamos con
personas de otras religiones, nunca nos responden bien a las preguntas que les hacemos. Pero
ustedes sí lo hacen”. Isaías 31:5 me ayuda mucho, porque ahí se compara a Jehová con “pájaros que
vuelan”.
Jehová está por encima de nosotros, y este versículo también promete que él nos defenderá y
nos salvará. Las conversaciones que hemos tenido con la policía no solo han sido una bendición para
nosotros, sino también para los hermanos y para nuestros estudiantes de la Biblia. También han sido
una buena oportunidad para que los agentes conozcan la verdad, ya que algunos tienen muchas
preguntas.
Hemos tenido muy buenas conversaciones con ellos, y ahora los considero mis revisitas. Les
hemos contado a nuestros estudiantes que Jehová nos da las fuerzas y nos bendice cada vez que
hablamos con la policía. Y eso los ha ayudado a mantener una fe fuerte. Al regresar a casa después
de hablar con la policía, no nos quedamos paralizados de miedo.
Al contrario, salimos a predicar más con los hermanos porque eso los anima. Pasamos largos ratos
con ellos conversando acerca de cómo Jehová glorifica su nombre. En ciertos momentos de la vida,
al leer los salmos, he sentido que Jehová está conmigo; estoy convencido de ello. Jehová está
conmigo, y me ha demostrado que la gente no puede hacerme nada.
Mi esposa y yo participamos en la construcción del Salón del Reino cuando se hizo la primera vez.
Quedó muy bien. Luego volvimos a participar en la reconstrucción. Y, cuando estábamos a punto de
acabarlo, llegamos al salón y vimos que lo habían vuelto a quemar. Estaba totalmente destruido. En
ese momento, nos pusimos a llorar.
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Casi cada día llegaban vecinos enojados, se acercaban a nosotros y nos decían: “¡No sigan
trabajando! ¡Váyanse del pueblo!”. Al instante, me ponía a orarle a Jehová en silencio. Tenía un
poco de miedo, porque todavía me acordaba de todas las dificultades que habíamos pasado y de que
los vecinos nos habían tirado piedras. Pero las palabras de Isaías 41:10 me dieron fuerza:
“No tengas miedo, porque estoy contigo. No mires por todos lados, porque soy tu Dios. Yo ciertamente
te fortificaré. [...] Te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia”. Leer esas palabras nos
dio las fuerzas, una y otra vez, para seguir con nuestra labor. Yo pensaba en las palabras de Neh.
2:17: “Vengan y reedifiquemos el muro de Jerusalén, para que ya no continuemos siendo un oprobio”.

Jehová quería que se hiciera ese Salón del Reino, porque es importante para las personas de allí, y
yo quería que el nombre de Jehová recibiera gloria de nuevo. Estaba clarísimo que Jehová nos estaba
apoyando. Terminamos de construir el salón por tercera vez en cuarenta y cinco días, completamente
desde cero. Desde el punto de vista humano, lo que conseguimos era imposible.
Trabajamos hombro a hombro con muchos ancianos y siervos ministeriales. Fue una buena
experiencia. Sentimos la mano de Jehová. Él nos fortaleció, nos levantó el ánimo, y pudimos
sentir su apoyo. No podemos quedarnos callados, tenemos que alabar a Dios. Es muy real para
nosotros, lo conocemos bien.
Jehová derramó su espíritu, y así se fortaleció mucho nuestra confianza en que él siempre está
cerca y listo para ayudarnos. Es como un padre amoroso que nos lleva de la mano. Gracias a que
demostramos aguante, hemos recibido muchas bendiciones.
Estoy muy agradecida a Jehová por todas estas bendiciones. Me he dado cuenta, aún más, de que
Jehová puede llegar a ser lo que quiera por causa de su nombre

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