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4 tipos de ayuno que menciona la

Biblia
La Biblia menciona y nos ofrece ejemplos sobre el ayuno total, el ayuno con agua,
el parcial y el ayuno de otras cosas. A veces nos preguntamos cómo ayunar
correctamente para Dios. El ayuno como cristianos debe hacerse con el deseo de
acercarnos a Dios, de escuchar su voz y de crecer en nuestro andar con él. Esa
debe ser nuestra motivación al ayunar.

El ayuno es voluntario. Elegimos ignorar por un tiempo la necesidad de comer, de


beber o de alguna otra cosa para enfocarnos en alimentar nuestro espíritu y
buscar la presencia de Dios de forma especial.

1. Ayuno total
Este es el ayuno más radical que podemos hacer. En este no se come ni se bebe
nada, el cuerpo no recibe ningún tipo de nutrientes. En la Biblia encontramos un
ejemplo en el capítulo 4 del libro de Ester.

Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante
tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con
mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el
rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y, si perezco, que perezca!
(Ester 4:16)

Ester, sus doncellas, Mardoqueo y todos los judíos de la ciudad de Susa,


decidieron estar tres días y tres noches sin comer ni beber nada antes de que
Ester fuera a hablar con el rey. Ella iba a rogar por la vida de su pueblo. Vemos
que es un ayuno muy radical, pero la situación tan crítica lo requería.

El ayuno total debe hacerse solo por períodos cortos de tiempo, por ejemplo,
6, 12 o 24 horas. Es muy importante no hacer este tipo de ayuno por más de tres
días. Es recomendable hacerlo bajo supervisión médica, ya que el cuerpo no
recibe ningún tipo de nutrientes y puede ser peligroso para la salud.

2. Ayuno con agua


Este es el tipo de ayuno más conocido. No se come nada, pero se puede beber
agua. Al permitir hidratarse puede ser un poco más extenso que el ayuno total,
pero también es aconsejable consultar con un médico, sobre todo si se piensa
estar por más de dos días solo con agua.
Se piensa que este fue el ayuno que Jesús hizo por 40 días justo antes de
comenzar su ministerio. Los Evangelios mencionan que Jesús dejó de comer y
tuvo hambre, pero no dicen que tuviera sed. Leemos en el Evangelio de Lucas:

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al
desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada
durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
(Lucas 4:1-2)

Hay personas que deciden incorporar jugos de frutas o agua con gotas de limón al
hacer este ayuno.

3. Ayuno parcial
El ayuno parcial es un tipo de dieta que consiste en eliminar cierto tipo de
alimentos. La idea es comer de forma sencilla para mantener el cuerpo
funcionando sin comer en exceso o por placer. En la Biblia encontramos el
ejemplo de Daniel, vemos cómo practicó este ayuno durante tres semanas.

Daniel dejó de comer comidas especiales (elaboradas o sabrosas) y carne.


También dejó de beber vino. Este ayuno de Daniel es muy conocido y seguido, ya
que es menos radical. Es más fácil para personas que tienen alguna condición de
salud que no les permite realizar otro tipo de ayuno.
En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. En todo
ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume.
(Daniel 10:2-3)

Este ayuno puede ser más extenso, porque se elimina solo cierto tipo de alimentos
y desgasta menos el cuerpo. Hay personas que deciden dejar de comer carne,
otras dejan de lado los postres, dulces o golosinas. Es bastante común beber solo
agua en lugar de jugos o refrescos durante este ayuno.

4. Ayuno de otras cosas


La Biblia menciona otro tipo de ayuno que no tiene que ver con la comida. Se trata
de dejar de lado por un tiempo cosas que no son alimentos. Por ejemplo, Daniel
dejó de usar perfume cuando hizo el ayuno parcial de tres semanas (Daniel 10:2-
3).

En 1 Corintios 7:5 encontramos también el ejemplo de abstenerse del sexo en el


matrimonio por un tiempo corto para dedicarse a la oración. Esto debe hacerse por
mutuo acuerdo de la pareja.

Hoy día vemos personas que deciden abstenerse del uso de las redes sociales o
de la televisión durante unos días, ya que desean usar ese tiempo para
profundizar más en su relación con Dios y enfocarse en buscar su voluntad. Este
tipo de ayuno puede ir unido a un ayuno parcial.

Sea cual sea el ayuno que escojamos, lo más importante es dedicar ese tiempo
para buscar más de Dios. El énfasis debe estar en pasar tiempo con él, orando,
adorándole y leyendo su Palabra. Debe ser un tiempo en el que todo lo demás
pase a segundo plano para deleitarnos en escuchar a nuestro Padre y en recibir lo
que él quiera darnos.

Lo que la Biblia dice sobre el ayuno


que agrada a Dios

Ayunar es una de las disciplinas espirituales que nos viene bien ejercer como
cristianos. Nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu y a acercarnos más a Dios ya
que nos ofrece la oportunidad de negar algo a nuestro cuerpo y a escoger
voluntariamente dar prioridad a algo espiritual: nuestra relación con Dios.

El significado básico de la palabra ayuno es la abstención completa o parcial de


comida y/o bebida por un período de tiempo. Quiere decir que cuando decidimos
ayunar por un tiempo específico, se sobrentiende que dejaremos de comer o
beber completa o parcialmente.

¿Cuál debe ser la motivación del ayuno?


El motivo principal del ayuno debe ser acercarnos a Dios, mostrarle nuestro
amor, obediencia y sumisión. No debemos marcar un día de ayuno por motivos
egoístas o para conseguir algo que deseamos que Dios nos conceda a cambio.

Leemos en Zacarías 7:1-6:

En el cuarto año del reinado del rey Darío, en el día cuatro del mes noveno, que es
el mes de quisleu, la palabra del Señor vino a Zacarías. El pueblo de Betel había
enviado a Sarézer y a Reguen Mélec, y a sus hombres, a buscar el favor del Señor y
a preguntarles a los sacerdotes de la casa del Señor Todopoderoso y a los profetas:
«¿Debemos observar en el quinto mes un día de duelo y abstinencia, tal como lo
hemos hecho todos estos años?» Vino entonces a mí esta palabra de parte del Señor
Todopoderoso: «Dile a todo el pueblo de la tierra, y también a los sacerdotes:
“Cuando ustedes ayunaban y se lamentaban en los meses quinto y séptimo de los
últimos setenta años, ¿realmente ayunaban por mí? Y, cuando ustedes comen y
beben, ¿acaso no lo hacen para sí mismos?”
(Zacarías 7:1-6)

Vemos cuán importante es que examinemos nuestro corazón y entendamos


bien qué nos motiva a ayunar. Dios conoce nuestros corazones, él sabe si lo
hacemos por motivos egoístas o si realmente ayunamos como ofrenda a él con el
deseo de experimentar su presencia de una forma especial. El ayuno debe ser un
acto de humildad y sacrificio ante Dios, un gesto que expresa lo mucho que le
necesitamos a él en nuestras vidas.

Descubre 4 tipos de ayuno que menciona la Biblia

El ayuno que agrada a Dios


¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los
pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? Si así
procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu
justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá. Llamarás, y el Señor
responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!”» Si desechas el yugo de
opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa, si te dedicas a ayudar a los
hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las
tinieblas, y como el mediodía será tu noche. El Señor te guiará siempre; te saciará
en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como
manantial cuyas aguas no se agotan.
(Isaías 58: 7-11)

En este texto de Isaías vemos con más claridad cuál es el ayuno que agrada a
Dios. Dejar de comer por dejar de comer no tiene ningún poder o efecto espiritual
sobre nosotros. Tampoco nos beneficia para nada dejar de comer o beber y seguir
haciendo cosas que van en contra del corazón de Dios.

En los primeros cinco versículos de este capítulo Dios le había dicho al pueblo de
Israel que aunque él veía cosas buenas en ellos, no estaba nada contento con la
forma en que procedían el día de ayuno. Parece que ayunaban para impresionar a
los demás, y la actitud que tenían durante el ayuno reflejaba las contiendas
existentes entre unos y otros.

En los versículos del 6 al 11 se detalla el ayuno que le agrada a Dios. Podemos


ver que es un ayuno que debe ir acompañado por actos de justicia (romper las
cadenas de la injusticia, poner en libertad a los oprimidos). También debe resultar
en acciones que muestren cuidado y amor por los demás (compartir tu pan con el
hambriento, dar refugio a los pobres sin techo). Lo que obtendrían al obedecer y
ayunar con la actitud correcta sería la sanidad que Dios les daría. La gloria del
Señor estaría con ellos, gozarían de su cuidado, de salud, y tendrían muchas
bendiciones. Dios les guiaría siempre, su provisión sería suficiente y les daría
fortaleza física. ¡Bendiciones inagotables!

Al mirar el pasaje del Sermón del Monte en el que Jesús habla sobre el ayuno
volvemos a ver la importancia de nuestra actitud. El ayuno debe tener como
propósito agradar y obedecer a Dios. No debemos ayunar para que los demás nos
vean y nos admiren.

Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus
rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido
toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara
para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu
Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te
recompensará.»
(Mateo 6:16-18)

En estos versículos vemos algunos puntos interesantes:

 "Cuando ayunen": Esta frase muestra que Jesús esperaba que sus seguidores, los que
escuchaban sus enseñanzas, ayunaran. El ayuno formaba parte de su cultura, él sabía
que ellos ayunaban por lo menos un día al año (el Día de Expiación) y no les dice que
dejen de hacerlo.
 Relacionado con el punto anterior vemos que es preferible que no se note físicamente
cuando ayunamos. Jesús los animó a arreglarse, a verse repuestos y animados. El
versículo 17 dice "...perfúmate la cabeza y lávate la cara...".
 El ayuno debe ser secreto, algo entre nosotros y Dios: "...para que no sea evidente ante
los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre...".
 Dios nos recompensa cuando ayunamos para él y la única recompensa que debe
importarnos es la suya. Por eso, dentro de lo posible, él debe ser el único en enterarse de
que estamos ayunando.
¿Es obligatorio ayunar?
El único ayuno mandado por Dios como ley en el Antiguo Testamento es el ayuno
del Día de Expiación (Levítico 16:29-31) combinado en esa ocasión con el día de
reposo. Todo el pueblo debía ayunar un día completo para la purificación de los
pecados. En ese día se ofrecía el sacrificio de un macho cabrío (escogido entre
dos) que, de forma simbólica, llevaba los pecados del pueblo.

Sabemos que, gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, ya hemos recibido el


perdón por nuestros pecados. Jesús fue el Cordero perfecto y propicio a través del
cual estamos sin mancha. Solo tenemos que aceptar el sacrificio de Jesús como
válido para nosotros reconociendo que hemos pecado, que solo somos
perdonados y limpios a través de él.

Por esto el ayuno ya no es una imposición. Si eres hijo de Dios, no ayunarás


porque se exige de ti. Pedirás dirección divina en cada una de tus situaciones y,
según el Padre hable a tu corazón, decidirás si debes o no hacer un ayuno. Hay
un relato muy interesante en la Biblia, en Mateo 9:14-17. Es una pregunta que los
discípulos de Juan el Bautista le hicieron a Jesús.

Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron: ―¿Cómo es que


nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos? Jesús les contestó:
―¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos?
Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán. Nadie remienda
un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido
y la rotura se hará peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo
así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más
bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan.
(Mateo 9:14-17)

¡Interesante! Jesús había ayunado 40 días y 40 noches antes de comenzar su


ministerio (Mateo 4). Sin embargo, él no exigía a sus discípulos que ayunaran.
Esto sí lo hacían los fariseos y Juan el Bautista. Jesús explica que mientras él (el
novio) estaba vivo, no era el momento de ayunar o estar de luto. Ese momento
llegaría y entonces sí ayunarían.

Jesús también explica la diferencia que marcaban su venida y su vida. Los odres
viejos (la ley) no podrían contener el vino nuevo que representa el nuevo pacto a
través del sacrificio de Jesús. Él traía algo nuevo: el perdón de pecados y la vida
eterna a través de la gracia (Efesios 2:8-9). El ayuno, y todo lo que se hacía por
obligación bajo la ley, pasa a ser hecho por amor y agradecimiento al Padre,
mostrando nuestro anhelo de disfrutar de su presencia y su cercanía.

¿Quieres acercarte más a Dios? ¿Deseas recibir dirección para alguna decisión?
¿Estás pasando por un tiempo retador en tu vida? Puede que sea un buen
momento para realizar un ayuno. Pregunta a Dios si ese es su deseo para ti.
Verifica con tu médico cuál es la mejor forma para hacerlo. No olvides que el
Padre anhela que nos acerquemos a él y nunca rechaza a los que le buscan.

Personajes bíblicos que ayunaron

A través de la Biblia encontramos ejemplos de personas que ayunaron en


momentos específicos de su vida. Aquí tienes una corta lista con algunos
personajes bíblicos que ayunaron, por cuánto tiempo y la razón que tuvieron para
hacerlo.

1. Moisés
Moisés fue un gran profeta y líder del pueblo judío. Dios lo escogió para liberar al
pueblo de la esclavitud de Egipto y guiarlo a la Tierra Prometida. Dios le pidió a
Moisés que subiera al monte Sinaí para recibir allí las tablas de la ley.

El Señor le dijo a Moisés: «Sube a encontrarte conmigo en el monte, y quédate allí.


Voy a darte las tablas con la ley y los mandamientos que he escrito para guiarlos en
la vida».
(Éxodo 24:12)

Moisés entendía la importancia de ese momento y el impacto que tendría sobre el


pueblo. Por eso, ayunó durante 40 días y 40 noches. Era una ocasión especial:
recibiría la ley de Dios para el pueblo. Él sabía que la presencia de Dios estaría en
el monte y ayunó como muestra de humildad ante la santidad y grandeza de
Dios.

Cuando subí a la montaña para recibir las tablas de piedra, es decir, las tablas del
pacto que el Señor había hecho contigo, me quedé en la montaña cuarenta días y
cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua.
(Deuteronomio 9:9)

En Deuteronomio 10:10 vemos que Moisés volvió a ayunar por 40 días y 40


noches cuando tuvo que regresar al monte a recibir las nuevas tablas de la ley.

2. David
David le había fallado a Dios. Había cometido adulterio e indirectamente había
enviado a asesinar al marido de la mujer que deseaba. Al parecer, David no se
había arrepentido ante Dios. En 2 Samuel 12 vemos que ya había nacido el bebé
fruto de esa relación cuando Natán, el profeta y amigo de David, fue a visitarlo.

Natán le relató a David una parábola para confrontarlo con su pecado. David no se
dio cuenta de que la parábola en realidad hablaba de él. Cuando terminó de
escuchar a Natán declaró: "¡Tan cierto como que el Señor vive, que quien hizo
esto merece la muerte!". Sus ojos se abrieron cuando Natán le dijo que él era el
protagonista de la historia.

Entonces Natán le dijo a David:


―¡Tú eres ese hombre! Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí como rey sobre
Israel, y te libré del poder de Saúl. Te di el palacio de tu amo, y puse sus mujeres en
tus brazos. También te permití gobernar a Israel y a Judá. Y por si esto hubiera sido
poco, te habría dado mucho más. ¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del
Señor haciendo lo que le desagrada? ¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de
su esposa! ¡Lo mataste con la espada de los amonitas! Por eso la espada jamás se
apartará de tu familia, pues me despreciaste al tomar la esposa de Urías el hitita
para hacerla tu mujer”.
(2 Samuel 12:7-10)

Es en ese momento que David se da cuenta de la magnitud de sus pecados y se


arrepiente. Se humilló ante Dios y pidió perdón. Natán le dijo que Dios lo
perdonaba, pero que aun así, él sufriría las consecuencias de su pecado. El bebé
moriría.

Cuando David regresó a su casa le avisaron que el niño estaba gravemente


enfermo. David decidió ayunar. No comió durante los 7 días que el niño estuvo
grave. Rogó a Dios por compasión, que le concediera salud y vida a su hijo. Sin
embargo, el niño murió, tal y como había dicho Dios por boca de Natán.

David respondió: Es verdad que cuando el niño estaba vivo yo ayunaba y lloraba,
pues pensaba: “¿Quién sabe? Tal vez el Señor tenga compasión de mí y permita que
el niño viva”. Pero, ahora que ha muerto, ¿qué razón tengo para ayunar? ¿Acaso
puedo devolverle la vida? Yo iré adonde él está, aunque él ya no volverá a mí.
(2 Samuel 12:22-23)

3. Daniel
Daniel era un joven judío de una familia noble. Fue deportado a Babilonia junto a
otros jóvenes para aprender el idioma, la literatura y las costumbres de los
babilonios. Las fuertes convicciones de Daniel y su gran fe en Dios lo llevaron
a rechazar la comida y el vino del rey.
Él pidió, junto a tres de sus compañeros, una dieta diferente acorde con las
reglas alimentarias que Dios había dado a su pueblo. Aun con esa alimentación
más sencilla, ellos lucían más sanos que los otros jóvenes. Daniel y sus
compañeros no solo gozaban de salud, sino que eran muy sabios y tenían unos
dones especiales que Dios les había dado.

A través de los años Daniel usó esos dones, en especial el de interpretación de


sueños, y esto hizo que su fama aumentara provocando el rechazo y la envidia de
algunos. Daniel se mantuvo fiel a Dios y vivió grandes milagros de protección por
parte de él. En Daniel 3 vemos cómo Dios los protegió a él y a sus amigos,
librándolos de morir en el horno de fuego.

Daniel temía a Dios, estudiaba su palabra y las profecías. En el capítulo 9 de


Daniel, él leyó la profecía de Jeremías que hablaba de los setenta años de
desolación de Jerusalén. El capítulo comienza así:

«Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Asuero, un medo que llegó a ser
rey de los babilonios, cuando yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras
donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén
duraría setenta años. Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi
Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas.»
(Daniel 9:1-3)

Daniel leyó la profecía y respondió con oración y ayuno. Separó un día para
estar en actitud de humillación total ante Dios. Durante ese ayuno confesó a
Dios los pecados del pueblo de Israel y pidió misericordia (Daniel 9:3-5; Daniel
10:2-3).

Esta fue la oración y confesión que le hice: "Señor, Dios grande y terrible, que
cumples tu pacto de fidelidad con los que te aman y obedecen tus mandamientos:
Hemos pecado y hecho lo malo; hemos sido malvados y rebeldes; nos hemos
apartado de tus mandamientos y de tus leyes".
(Daniel 9:4-5)

En otra ocasión, Daniel estuvo tres semanas haciendo un ayuno parcial de


algunos alimentos y durante ese tiempo tuvo una visión.

En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. En todo
ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. El
día veinticuatro del mes primero, mientras me encontraba yo a la orilla del gran río
Tigris, levanté los ojos y vi ante mí a un hombre vestido de lino, con un cinturón del
oro más refinado. Su cuerpo brillaba como el topacio, y su rostro resplandecía
como el relámpago; sus ojos eran dos antorchas encendidas, y sus brazos y piernas
parecían de bronce bruñido; su voz resonaba como el eco de una multitud. Yo,
Daniel, fui el único que tuvo esta visión. Los que estaban conmigo, aunque no
vieron nada, se asustaron y corrieron a esconderse.
(Daniel 10:2-7)

4. El pueblo de Israel
El pueblo de Israel había estado cautivo por setenta años, tiempo en el que no
había tenido acceso a la palabra de Dios. Había vivido inmerso en otra cultura, se
había acostumbrado a vivir y hacer las cosas de forma diferente a la que Dios
había mandado.

Al regresar a su tierra y comenzar la reconstrucción de la ciudad, Nehemías, que


había sido nombrado gobernador, se aseguró de dedicar tiempo para leer la
palabra de Dios. El pueblo, al leer la ley de Dios, comenzó a darse cuenta de los
errores cometidos.

En el capítulo 9 de Nehemías vemos que decidieron hacer un ayuno. Apartaron un


tiempo para confesar sus pecados ante el Señor. Este fue un ayuno para
reconocer y confesar los pecados, para examinarse a la luz de la palabra de
Dios.

El día veinticuatro de ese mes los israelitas se reunieron para ayunar, se vistieron
de luto y se echaron ceniza sobre la cabeza. Habiéndose separado de los
extranjeros, confesaron públicamente sus propios pecados y la maldad de sus
antepasados, y asumieron así su responsabilidad. Durante tres horas leyeron el
libro de la ley del Señor su Dios, y en las tres horas siguientes le confesaron sus
pecados y lo adoraron.
(Nehemías 9:1-3)

Ese tiempo de ayuno y reflexión tuvo como resultado la confesión de pecados y la


adoración a Dios.
Descubre los 4 tipos de ayuno que menciona la Biblia

5. Ester
Ester debía interceder ante el rey para salvar de la muerte a su pueblo, el pueblo
judío. El rey Asuero había cedido ante la insistencia de Amán, un funcionario de
alto rango. Pasó un decreto obligándolos a todos a inclinarse ante Amán. Pero ni
Mardoqueo ni el pueblo judío estaban dispuestos a obedecer. Ellos solo se
inclinaban ante Dios.

Amán se enojó mucho y buscaba destruir al pueblo judío. Mardoqueo le pidió a


Ester que intercediera ante el rey a favor del pueblo, pues ella estaba en una
posición que le permitía hacerlo. Decidieron hacer un ayuno para que el rey
viera con buenos ojos el acercamiento de Ester. Sabían que Dios era el único
capaz de ablandar el corazón del rey y protegerlos de la extinción.

En el capítulo 4 del libro de Ester vemos que ella haría un ayuno de tres
días antes de ir donde el rey. Pidió a sus doncellas, a Mardoqueo (su primo y
padre adoptivo) y a todos los judíos de la ciudad que la acompañaran. La urgencia
e importancia del asunto requerían el compromiso y esfuerzo de todos.

Ester le envió a Mardoqueo esta respuesta: «Ve y reúne a todos los judíos que están
en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni
de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando
cumpla con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley.
¡Y, si perezco, que perezca!»
(Ester 4:15-16)

6. Jesús
Jesús mismo ayunó. Él dedicó 40 días y 40 noches para ayunar en el desierto.
Esto fue justo después de su bautismo y antes de comenzar su ministerio.

Él no comió nada durante ese tiempo. ¿Por qué lo hizo? Porque estaba
preparando su espíritu para el trabajo que Dios Padre le había
encomendado. Vemos que Jesús, aunque estaba lleno del Espíritu Santo y era
Dios encarnado, sabía lo importante que era ayunar, fortalecer el espíritu y estar
listo para llevar a cabo la obra que había venido a hacer.

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al
desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada
durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
(Lucas 4:1-2)

El diablo aprovechó este tiempo para tentar a Jesús. Pero Jesús se mantuvo firme
y, con el uso sabio de la palabra de Dios, venció todas las tentaciones.

¿Quién es el Espíritu Santo y cómo nos ayuda?

7. La Iglesia primitiva

Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.
(Hechos 13:3)

En el libro de los Hechos vemos que los primeros cristianos veían con claridad la
importancia del ayuno. Ellos separaban un tiempo para orar y ayunar antes de
tomar decisiones grandes que les afectarían a todos. Por ejemplo, antes de
decidir a quiénes designarían como ancianos o a quiénes enviarían a realizar un
ministerio en específico.
Después de anunciar las buenas nuevas en aquella ciudad y de hacer muchos
discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquía,
fortaleciendo a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe. «Es necesario
pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios», les decían. En cada
iglesia nombraron ancianos y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en
quien habían creído.
(Hechos 14:21-23)
En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé; Simeón, apodado el
Negro; Lucio de Cirene; Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca; y
Saulo. Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo
dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado».
Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.
(Hechos 13:1-3)

Como vemos en estos ejemplos, el ayuno puede ser completo o parcial, de


unas horas, un día o de varios, personal o en grupo. Lo importante es tener un
propósito claro delante de Dios, saber por qué estamos ayunando. Y, por
supuesto, estar preparados para recibir algo nuevo y lindo de parte de nuestro
Señor. ¡Dios nunca ignora a los que le buscan!

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