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Biblia
La Biblia menciona y nos ofrece ejemplos sobre el ayuno total, el ayuno con agua,
el parcial y el ayuno de otras cosas. A veces nos preguntamos cómo ayunar
correctamente para Dios. El ayuno como cristianos debe hacerse con el deseo de
acercarnos a Dios, de escuchar su voz y de crecer en nuestro andar con él. Esa
debe ser nuestra motivación al ayunar.
1. Ayuno total
Este es el ayuno más radical que podemos hacer. En este no se come ni se bebe
nada, el cuerpo no recibe ningún tipo de nutrientes. En la Biblia encontramos un
ejemplo en el capítulo 4 del libro de Ester.
Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante
tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con
mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el
rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y, si perezco, que perezca!
(Ester 4:16)
El ayuno total debe hacerse solo por períodos cortos de tiempo, por ejemplo,
6, 12 o 24 horas. Es muy importante no hacer este tipo de ayuno por más de tres
días. Es recomendable hacerlo bajo supervisión médica, ya que el cuerpo no
recibe ningún tipo de nutrientes y puede ser peligroso para la salud.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al
desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada
durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
(Lucas 4:1-2)
Hay personas que deciden incorporar jugos de frutas o agua con gotas de limón al
hacer este ayuno.
3. Ayuno parcial
El ayuno parcial es un tipo de dieta que consiste en eliminar cierto tipo de
alimentos. La idea es comer de forma sencilla para mantener el cuerpo
funcionando sin comer en exceso o por placer. En la Biblia encontramos el
ejemplo de Daniel, vemos cómo practicó este ayuno durante tres semanas.
Este ayuno puede ser más extenso, porque se elimina solo cierto tipo de alimentos
y desgasta menos el cuerpo. Hay personas que deciden dejar de comer carne,
otras dejan de lado los postres, dulces o golosinas. Es bastante común beber solo
agua en lugar de jugos o refrescos durante este ayuno.
Hoy día vemos personas que deciden abstenerse del uso de las redes sociales o
de la televisión durante unos días, ya que desean usar ese tiempo para
profundizar más en su relación con Dios y enfocarse en buscar su voluntad. Este
tipo de ayuno puede ir unido a un ayuno parcial.
Sea cual sea el ayuno que escojamos, lo más importante es dedicar ese tiempo
para buscar más de Dios. El énfasis debe estar en pasar tiempo con él, orando,
adorándole y leyendo su Palabra. Debe ser un tiempo en el que todo lo demás
pase a segundo plano para deleitarnos en escuchar a nuestro Padre y en recibir lo
que él quiera darnos.
Ayunar es una de las disciplinas espirituales que nos viene bien ejercer como
cristianos. Nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu y a acercarnos más a Dios ya
que nos ofrece la oportunidad de negar algo a nuestro cuerpo y a escoger
voluntariamente dar prioridad a algo espiritual: nuestra relación con Dios.
En el cuarto año del reinado del rey Darío, en el día cuatro del mes noveno, que es
el mes de quisleu, la palabra del Señor vino a Zacarías. El pueblo de Betel había
enviado a Sarézer y a Reguen Mélec, y a sus hombres, a buscar el favor del Señor y
a preguntarles a los sacerdotes de la casa del Señor Todopoderoso y a los profetas:
«¿Debemos observar en el quinto mes un día de duelo y abstinencia, tal como lo
hemos hecho todos estos años?» Vino entonces a mí esta palabra de parte del Señor
Todopoderoso: «Dile a todo el pueblo de la tierra, y también a los sacerdotes:
“Cuando ustedes ayunaban y se lamentaban en los meses quinto y séptimo de los
últimos setenta años, ¿realmente ayunaban por mí? Y, cuando ustedes comen y
beben, ¿acaso no lo hacen para sí mismos?”
(Zacarías 7:1-6)
En este texto de Isaías vemos con más claridad cuál es el ayuno que agrada a
Dios. Dejar de comer por dejar de comer no tiene ningún poder o efecto espiritual
sobre nosotros. Tampoco nos beneficia para nada dejar de comer o beber y seguir
haciendo cosas que van en contra del corazón de Dios.
En los primeros cinco versículos de este capítulo Dios le había dicho al pueblo de
Israel que aunque él veía cosas buenas en ellos, no estaba nada contento con la
forma en que procedían el día de ayuno. Parece que ayunaban para impresionar a
los demás, y la actitud que tenían durante el ayuno reflejaba las contiendas
existentes entre unos y otros.
Al mirar el pasaje del Sermón del Monte en el que Jesús habla sobre el ayuno
volvemos a ver la importancia de nuestra actitud. El ayuno debe tener como
propósito agradar y obedecer a Dios. No debemos ayunar para que los demás nos
vean y nos admiren.
Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus
rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido
toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara
para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu
Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te
recompensará.»
(Mateo 6:16-18)
"Cuando ayunen": Esta frase muestra que Jesús esperaba que sus seguidores, los que
escuchaban sus enseñanzas, ayunaran. El ayuno formaba parte de su cultura, él sabía
que ellos ayunaban por lo menos un día al año (el Día de Expiación) y no les dice que
dejen de hacerlo.
Relacionado con el punto anterior vemos que es preferible que no se note físicamente
cuando ayunamos. Jesús los animó a arreglarse, a verse repuestos y animados. El
versículo 17 dice "...perfúmate la cabeza y lávate la cara...".
El ayuno debe ser secreto, algo entre nosotros y Dios: "...para que no sea evidente ante
los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre...".
Dios nos recompensa cuando ayunamos para él y la única recompensa que debe
importarnos es la suya. Por eso, dentro de lo posible, él debe ser el único en enterarse de
que estamos ayunando.
¿Es obligatorio ayunar?
El único ayuno mandado por Dios como ley en el Antiguo Testamento es el ayuno
del Día de Expiación (Levítico 16:29-31) combinado en esa ocasión con el día de
reposo. Todo el pueblo debía ayunar un día completo para la purificación de los
pecados. En ese día se ofrecía el sacrificio de un macho cabrío (escogido entre
dos) que, de forma simbólica, llevaba los pecados del pueblo.
Jesús también explica la diferencia que marcaban su venida y su vida. Los odres
viejos (la ley) no podrían contener el vino nuevo que representa el nuevo pacto a
través del sacrificio de Jesús. Él traía algo nuevo: el perdón de pecados y la vida
eterna a través de la gracia (Efesios 2:8-9). El ayuno, y todo lo que se hacía por
obligación bajo la ley, pasa a ser hecho por amor y agradecimiento al Padre,
mostrando nuestro anhelo de disfrutar de su presencia y su cercanía.
¿Quieres acercarte más a Dios? ¿Deseas recibir dirección para alguna decisión?
¿Estás pasando por un tiempo retador en tu vida? Puede que sea un buen
momento para realizar un ayuno. Pregunta a Dios si ese es su deseo para ti.
Verifica con tu médico cuál es la mejor forma para hacerlo. No olvides que el
Padre anhela que nos acerquemos a él y nunca rechaza a los que le buscan.
1. Moisés
Moisés fue un gran profeta y líder del pueblo judío. Dios lo escogió para liberar al
pueblo de la esclavitud de Egipto y guiarlo a la Tierra Prometida. Dios le pidió a
Moisés que subiera al monte Sinaí para recibir allí las tablas de la ley.
Cuando subí a la montaña para recibir las tablas de piedra, es decir, las tablas del
pacto que el Señor había hecho contigo, me quedé en la montaña cuarenta días y
cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua.
(Deuteronomio 9:9)
2. David
David le había fallado a Dios. Había cometido adulterio e indirectamente había
enviado a asesinar al marido de la mujer que deseaba. Al parecer, David no se
había arrepentido ante Dios. En 2 Samuel 12 vemos que ya había nacido el bebé
fruto de esa relación cuando Natán, el profeta y amigo de David, fue a visitarlo.
Natán le relató a David una parábola para confrontarlo con su pecado. David no se
dio cuenta de que la parábola en realidad hablaba de él. Cuando terminó de
escuchar a Natán declaró: "¡Tan cierto como que el Señor vive, que quien hizo
esto merece la muerte!". Sus ojos se abrieron cuando Natán le dijo que él era el
protagonista de la historia.
David respondió: Es verdad que cuando el niño estaba vivo yo ayunaba y lloraba,
pues pensaba: “¿Quién sabe? Tal vez el Señor tenga compasión de mí y permita que
el niño viva”. Pero, ahora que ha muerto, ¿qué razón tengo para ayunar? ¿Acaso
puedo devolverle la vida? Yo iré adonde él está, aunque él ya no volverá a mí.
(2 Samuel 12:22-23)
3. Daniel
Daniel era un joven judío de una familia noble. Fue deportado a Babilonia junto a
otros jóvenes para aprender el idioma, la literatura y las costumbres de los
babilonios. Las fuertes convicciones de Daniel y su gran fe en Dios lo llevaron
a rechazar la comida y el vino del rey.
Él pidió, junto a tres de sus compañeros, una dieta diferente acorde con las
reglas alimentarias que Dios había dado a su pueblo. Aun con esa alimentación
más sencilla, ellos lucían más sanos que los otros jóvenes. Daniel y sus
compañeros no solo gozaban de salud, sino que eran muy sabios y tenían unos
dones especiales que Dios les había dado.
«Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Asuero, un medo que llegó a ser
rey de los babilonios, cuando yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras
donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén
duraría setenta años. Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi
Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas.»
(Daniel 9:1-3)
Daniel leyó la profecía y respondió con oración y ayuno. Separó un día para
estar en actitud de humillación total ante Dios. Durante ese ayuno confesó a
Dios los pecados del pueblo de Israel y pidió misericordia (Daniel 9:3-5; Daniel
10:2-3).
Esta fue la oración y confesión que le hice: "Señor, Dios grande y terrible, que
cumples tu pacto de fidelidad con los que te aman y obedecen tus mandamientos:
Hemos pecado y hecho lo malo; hemos sido malvados y rebeldes; nos hemos
apartado de tus mandamientos y de tus leyes".
(Daniel 9:4-5)
En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. En todo
ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. El
día veinticuatro del mes primero, mientras me encontraba yo a la orilla del gran río
Tigris, levanté los ojos y vi ante mí a un hombre vestido de lino, con un cinturón del
oro más refinado. Su cuerpo brillaba como el topacio, y su rostro resplandecía
como el relámpago; sus ojos eran dos antorchas encendidas, y sus brazos y piernas
parecían de bronce bruñido; su voz resonaba como el eco de una multitud. Yo,
Daniel, fui el único que tuvo esta visión. Los que estaban conmigo, aunque no
vieron nada, se asustaron y corrieron a esconderse.
(Daniel 10:2-7)
4. El pueblo de Israel
El pueblo de Israel había estado cautivo por setenta años, tiempo en el que no
había tenido acceso a la palabra de Dios. Había vivido inmerso en otra cultura, se
había acostumbrado a vivir y hacer las cosas de forma diferente a la que Dios
había mandado.
El día veinticuatro de ese mes los israelitas se reunieron para ayunar, se vistieron
de luto y se echaron ceniza sobre la cabeza. Habiéndose separado de los
extranjeros, confesaron públicamente sus propios pecados y la maldad de sus
antepasados, y asumieron así su responsabilidad. Durante tres horas leyeron el
libro de la ley del Señor su Dios, y en las tres horas siguientes le confesaron sus
pecados y lo adoraron.
(Nehemías 9:1-3)
5. Ester
Ester debía interceder ante el rey para salvar de la muerte a su pueblo, el pueblo
judío. El rey Asuero había cedido ante la insistencia de Amán, un funcionario de
alto rango. Pasó un decreto obligándolos a todos a inclinarse ante Amán. Pero ni
Mardoqueo ni el pueblo judío estaban dispuestos a obedecer. Ellos solo se
inclinaban ante Dios.
En el capítulo 4 del libro de Ester vemos que ella haría un ayuno de tres
días antes de ir donde el rey. Pidió a sus doncellas, a Mardoqueo (su primo y
padre adoptivo) y a todos los judíos de la ciudad que la acompañaran. La urgencia
e importancia del asunto requerían el compromiso y esfuerzo de todos.
Ester le envió a Mardoqueo esta respuesta: «Ve y reúne a todos los judíos que están
en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni
de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando
cumpla con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley.
¡Y, si perezco, que perezca!»
(Ester 4:15-16)
6. Jesús
Jesús mismo ayunó. Él dedicó 40 días y 40 noches para ayunar en el desierto.
Esto fue justo después de su bautismo y antes de comenzar su ministerio.
Él no comió nada durante ese tiempo. ¿Por qué lo hizo? Porque estaba
preparando su espíritu para el trabajo que Dios Padre le había
encomendado. Vemos que Jesús, aunque estaba lleno del Espíritu Santo y era
Dios encarnado, sabía lo importante que era ayunar, fortalecer el espíritu y estar
listo para llevar a cabo la obra que había venido a hacer.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al
desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada
durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
(Lucas 4:1-2)
El diablo aprovechó este tiempo para tentar a Jesús. Pero Jesús se mantuvo firme
y, con el uso sabio de la palabra de Dios, venció todas las tentaciones.
7. La Iglesia primitiva
Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.
(Hechos 13:3)
En el libro de los Hechos vemos que los primeros cristianos veían con claridad la
importancia del ayuno. Ellos separaban un tiempo para orar y ayunar antes de
tomar decisiones grandes que les afectarían a todos. Por ejemplo, antes de
decidir a quiénes designarían como ancianos o a quiénes enviarían a realizar un
ministerio en específico.
Después de anunciar las buenas nuevas en aquella ciudad y de hacer muchos
discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquía,
fortaleciendo a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe. «Es necesario
pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios», les decían. En cada
iglesia nombraron ancianos y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en
quien habían creído.
(Hechos 14:21-23)
En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé; Simeón, apodado el
Negro; Lucio de Cirene; Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca; y
Saulo. Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo
dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado».
Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.
(Hechos 13:1-3)