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Sálgase es el único dinero que entra en
de Babilonia la Grande
Escenificación
• — Más o menos para cuando
empecé a estudiar la Biblia, me salió
un trabajo de secretaria en una
iglesia. Yo me encargaba de
manejar todo el dinero que recibía la
iglesia. Pero en ese momento yo no
veía nada de malo en seguir
trabajando ahí.
• — En mis clases de la Biblia,
aprendí que las fiestas religiosas en
las que participaba no le gustaban a
Jehová. Pero no podía creer que yo
fuera el único de mi familia que no
iba a celebrar esas fiestas. Eran
ocasiones muy especiales en las
que se juntaban las familias y nos
divertíamos.
Escenificación
• — Un día en la reunión hablé
con un anciano y me dijo que todavía
no iba a poder tener asignaciones en
el Salón del Reino porque seguía
trabajando de secretaria en la
iglesia. Me puse muy triste porque
sentía que Jehová me estaba
guiando y enseñando la verdad, y yo
no le estaba dando nada a cambio, a
pesar de lo que hacía por mí. Pero,
para ser sincera, todavía no había
decidido lo que iba a hacer. A mi
esposo lo habían operado de la
espalda, así que no podía trabajar. Y
teníamos una niña pequeña. Así que
pensaba: “¿Qué debo hacer? Si este
casa”.
• — Le oré muchísimo a Jehová
sobre este asunto. Pensé en cómo
se sentía él. No quería hacer nada
que le hiciera daño a Jehová.
Cuando dejé de celebrar las fiestas,
mi familia me dejó de hablar. Cuando
llegaba la época de las fiestas,
pensaba que mi familia estaba toda
reunida, y yo estaba aquí solo. Y a
veces me ponía a llorar. Medité en lo
que Jehová promete en Salmo
27:10. Jehová me promete que,
incluso si mis padres me abandonan,
él se hará cargo de mí y me tratará
como a un hijo. Pensar en eso me
ayudó mucho a no ceder y a
mantenerme firme en mi decisión.
Yo, por mi parte, me esforcé por ir a
las reuniones y predicar. Pasar tanto
tiempo con los hermanos de la
congregación en estas actividades
me hace sentir que ellos son como
mi familia y que Jehová es nuestro
Padre. Pero nunca me olvidé de mis
padres. Así que intentaba ayudarlos
en todo lo que podía. Me tomaba tres
o cuatro días de vacaciones para
ayudarles a cosechar el arroz.
• — Mi maestra me ayudó
muchísimo. Igual que Jehová no nos
obliga a hacer nada, ella tampoco
me obligó. Me contaba experiencias
y me mostraba con la Biblia lo que a
Jehová le gusta. Me di cuenta de que
tenía que tomar una decisión. Al ir
estudiando más la Biblia, iba
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teniendo más claro que amaba a

Jehová, y quería que estuviera
contento conmigo. Me molestaba la
conciencia porque sabía que lo que
estaba haciendo no le gustaba a
Jehová. Tenía que ponerme de su
parte, y eso fue lo que hice. Dos
semanas después, conseguí un
trabajo que estaba cerca de casa.
¡Por fin tenía la conciencia tranquila!
Por experiencia propia puedo decir
que Jehová ayuda a todos los que
confían en él.
• — Les dije a mis padres que,
aunque había cambiado de religión,
yo los seguía queriendo. Entonces
ellos, poco a poco, empezaron a
hablarme de nuevo. Así que yo los
invité a las reuniones. Cuando mi
padre asistió a la reunión me dijo:
“Hijo mío, ahora veo que tomaste
una muy buena decisión”. En ese
momento me sentí muy contento.
Espero que algún día mi familia
estudie la Biblia y adore a Jehová
conmigo.