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Consecuencias de la crisis del 29

La crisis económica mundial del 29 afectó la sociedad y la economía a nivel global, dio

lugar a una reducción drástica de la producción, aumento de desempleo e impactó

profundamente a casi todos los países del mundo. A pesar de que la depresión fue

originada en Estados Unidos, se vieron impactos principalmente en Europa, América del

Sur y América del norte, en los aspectos tanto económicos como sociales y políticos.

Consecuente a los cambios que conllevó el Crack, países tales como Canadá, Argentina

y España, tomaron medidas para hacerle frente a dichas dificultades.

En primer lugar, pocos países se vieron tan afectados como Canadá. Desde 1929

hasta 1933, el Gasto Nacional Bruto, un indicador que expresa el gasto público y privado

total (Morales, 2021), se redujo en un impactante 42%. Alrededor de un 30% de la

población quedo desempleada durante el peor periodo de la Depresión. Uno de cada

cinco canadienses se volvió dependiente del gobierno por cuestiones de supervivencia.

Adicionalmente, la tasa de desempleo permaneció sobre el 12% hasta 1939, el inicio de

la Segunda Guerra Mundial. También el país se vio gravemente afectado por el colapso

del comercio internacional, ya que un tercio de su Ingreso Nacional Bruto provenía de

las exportaciones, mayoría de estas siendo de productos primarios. A pesar de que

algunas de las ciudades principales tales como Quebec y Ontario experimentaron

también un fuerte desempleo, se vieron menos perjudicadas por el Crack debido a sus

diversificadas economías industriales. Por el lado de la población, se vio recaída la carga

de la Depresión principalmente en las clases sociales bajas, entre ellos los agricultores,

jóvenes y pequeños empresarios, y al contrario, aumentó el nivel de vida de los

propietarios y de quienes tenían trabajo. Además, los cambios demográficos reflejaron


que las tasas de inmigración y natalidad se desplomaron. El crecimiento de la población

a lo largo de la década de los 30 alcanzó el punto más bajo desde la década de 1880. El

número de inmigrantes aceptados en Canadá se redujo de 169.000 en 1929 a menos de

12.000 en 1935. (Struthers, 2013) Subsecuentemente, se vio un cambio de pensamiento

en los canadienses sobre la economía y el papel del estado. El gobierno federal no

estuvo muy involucrado en la economía al comienzo de la Depresión. Muchos políticos

y economistas creían en una idea llamada economía del laissez-faire. Pensaron que la

economía funcionaría mejor si el gobierno “la dejaba en paz”. En 1930, llegaron

cuestionamientos de esta idea, ya que la tasa de desempleo era muy alta, la gente pobre

se estaba volviendo más pobre, y la economía no estaba mejorando. La Depresión

resultó en una expansión de la responsabilidad del estado por el bienestar social y la

economía. R.B. Bennett fue primer ministro de 1930 a 1935 y empezó a considerar que

el gobierno federal debería intervenir, es así que, en 1932 el gobierno creó campos de

trabajo para hombres solteros y desempleados. Pero las condiciones en estos campos

eran malas y algunos de los hombres se declararon en huelga. El gobierno de Bennett

asimismo creó el Banco de Canadá, responsable de la oferta monetaria, y antes de que

perdiera las elecciones de 1935, planeaba introducir un seguro de desempleo y un salario

mínimo. En 1940 durante el gobierno de Mackenzie King, se asumieron estas

responsabilidades frente a los que carecían de empleo. Finalmente, las teorías

económicas del economista británico John Maynard Keynes que argumentaban que, si

la inversión privada no produce pleno empleo, el estado debe iniciar la inversión pública

a través del gasto deficitario para generar puestos de trabajo, influyeron en el informe de

la Comisión Nacional de Empleo (1938) y el informe de la Comisión Real de Relaciones


Dominio-Provinciales (1940), la cual fue importante para producir la idea de pagos de

igualación de Ottawa a las provincias. Fue hasta que estalló la guerra en 1939, que la

economía keynesiana se convirtió en una parte deliberada de la política gubernamental.

Los enormes gastos estatales necesarios por la guerra finalmente redujeron el

desempleo a niveles mínimos en 1942, y al final de la misma el gobierno federal estaba

mucho más involucrado en la economía. (The Canadian Encyclopedia, 2021)

En segundo lugar, Argentina estaba mal preparada para afrontar dicha crisis

externa tan profunda, dado que tenían una canasta limitada de productos exportables, y

dependiente a la capital del extranjero (Bulmer-Thomas, 1994). Por lo tanto, a causa de

la caída de comercio exterior, hubo una disminución de la demanda de materias primas,

cuyos precios bajaron acentuadamente y consecuentemente cambió el mecanismo del

crecimiento nacional, dejando de funcionar de la manera en que lo había hecho hasta

1929. Argentina sufrió una contracción de un 64% en los precios de las exportaciones

primarias entre 1928 y 1932, llevando a una disminución de los ingresos del país.

Además, para 1932, el 5% de la población económicamente activa se encontraba

desocupada (alrededor de 334 mil personas), y los salarios declinaron un 6% durante

toda la década de 1930. A causa de esto, el país se vio obligado a ponerle fin al modelo

económico agroexportador bajo el cual se financiaba el país, y reemplazarlo por el

modelo de industrialización por sustitución de exportaciones. No obstante, mediante

estos cambios Argentina logró tener una rápida recuperación que provino del sector

externo gracias a la inflación de precios internacionales, incitada por la disminución de

oferta de Estados Unidos, Canadá y Australia. Por ende, las políticas comerciales de la

década tenían como principal enfoque alcanzar el equilibrio del sector externo,
asegurando el pago de los intereses de la deuda. Y de la misma manera, las reformas

económicas en 1935 se completaron con la creación del Banco Central de la República

Argentina (BCRA), una institución hecha para el manejo de la política monetaria y

cambiaria (Jáuregui, 2021). Al hacer frente a la crisis, entre 1929 y 1933 hubo un

aumento progresivo de la producción nacional y se provocó un fuerte aumento en el que

la inversión creció un 50% y la producción un 15%. Adicionalmente, gracias a la evolución

de las importaciones, la demanda doméstica, y las disponibilidades de recursos naturales

y humanos fue posible iniciar la industrialización local. A lo largo de la década de 1930,

la sustitución de las importaciones se centralizó en la industria textil, la refinación del

petróleo y la producción de metales que crecieron a un ritmo de 11%, 12,6%, y 5,1%

respectivamente, contribuyendo a una recuperación económica relativamente temprana

y al incremento del empleo industrial (Belini, 2021). Por otro lado, una de las mayores

consecuencias que trajo la gran depresión, fue que para el año 1930, cuando comenzó

la crisis gobernaba por segunda vez Hipólito Yrigoyen, un referente de la unión cívica

radical, quien se pensó que dirigió el país con malas políticas y no supo manejar la

situación de la crisis. La constante inconformidad de las personas hacia su mandato,

generó la organización del primer golpe de estado de la historia de Argentina, llevado a

cabo por el sector militar, y financiado por miembros terratenientes del grupo conservador

el 6 de septiembre de 1930. Por consiguiente, la crisis económica de 1929 deja en

Argentina tres principales consecuencias, en el ámbito político, el golpe de estado en

1930, económicamente el fin del modelo agroexportador que regía el país y la creación

del modelo de industrialización por sustitución de exportaciones, y socialmente el

desarrollo de la frontera a los inmigrantes, causando las inmigraciones internas.


En tercer lugar, en España las consecuencias se reprodujeron a partir del cierre

de empresas, el endeudamiento familiar, el elevado déficit del Estado y un alto nivel de

paro. Todo esto venía empeorado con una inconsistencia política que pasaba de una

dictadura, a la República y a la subsiguiente guerra civil, y a una falta de cobertura social

que protegiera a los desempleados. En 1929 España era un país agrícola con un

insuficiente nivel de industrialización y fue golpeada por el Crack, aunque con una menor

fuerza que otras economías en Europa con mayor desarrollo. La agricultura abarcaba

más del 40% del pueblo activa en este país. Los ciclos anuales y la tendencia del

Producto Interno Bruto venían marcados por la producción agrícola. En 1930, la mala

cosecha arrastró al PIB. La crisis de la construcción y la crisis industrial empezaron en

1931. El sector de servicios no experimentó una recesión, pero su incremento se detuvo

del todo. El PIB disminuyó un 6,4% durante estos 2 años (El País, 2012). Un efecto

principal fue la depreciación de la peseta. Llego a pasar de un cambio en 1928 de 5.85

por dólar a en 7.25 en a finales de 1929. Las inversiones del extranjero que crecieron

significativamente, y retiraron los fondos, dejaron a miles de habitantes sin empleo. El

Gobierno republicano intentó detener el alto paro por medio de leyes que modernizarán

el país, tal como los estados unidos y estimularán la obra pública. A pesar de esto, el

desplome de las costosas exportaciones e importaciones produjeron un crecimiento del

déficit que logro asfixiar las arcas del Estado. Más allá, las cuentas públicas en 1935

acapararon una deuda de alrededor de 595 millones del superávit en 1930 de 30 millones

(Valera, 2011). De la mano la crisis del 29 hubo una contribución decisiva a la declinación

del dictador Primo de Rivera y meses más tarde arrastro con él a la monarquía,

despejando así el camino a la Segunda República, un nuevo régimen. En esta, se vio


una evolución política en la cual se fueron tomando reformas cuyo propósito era el de

intentar mejorar la situación del país no solo tras la crisis del 29, sino de su retraso

comparado con muchas economías de Europa. Entre abril y diciembre del año 1931,

inicio una reforma agraria en los gobiernos de Manuel Azaña y Niceto Alcalá-Zamora que

examinaba soluciones del problema histórico que había tenido la agricultura en España.

En 1932 se elaboró una Ley de Reforma Agraria con los objetivos de mejorar la baja

productividad agrícola y concentrar la propiedad de la tierra “en pocas manos”. A partir

de esto se comenzaron a dar garantías sociales a los campesinos y se regularon sus

jornadas laborales, y se intentó también racionalizar los cultivos. Sin embargo, estos

cambios fueron insuficientes y lentos por lo que al final las reformas se paralizaron y

dejaron a España en una situación económica complicada, con inestabilidad política y

conflictos sociales (González Villacorta, 2018).

En conclusión, tanto internacionalmente como nacionalmente en el caso de

Canadá, Argentina y España, las consecuencias de La Crisis enfatizaron el malestar

político, económico y social, y en algunos casos se lograron tomar medidas exitosas para

hacerles frente, pero en otros se desembocaron conflictos bélicos. El Crack fue lo peor

que pudo haber vivido el sistema capitalista hasta el día de hoy, y marcó un cambio en

la política, economía y organización de la sociedad de numerosas naciones, en unas de

forma beneficiaria, y en otras negativamente.

Bibliografía

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3. Struthers, J. (2013, 11 junio). The Great Depression in Canada. The

Canadian Encyclopedia. Recuperado 8 de diciembre de 2021, de

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4. Aníbal Jáuregui, C. B. (compiladores). (2021, febrero 11). La Gran

Depresión, Las Políticas económicas y el crecimiento de la industria

argentina durante la década de 1930. La Gran Depresión, las políticas

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6. González Villacorta, N. (2018, 14 junio). España y la crisis de 1929. PDF.

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https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/34110/TFG-E-

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7. El País. (2012, 29 enero). La Gran DepresiÃ3n y la Segunda RepÃoblica.

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