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CABEDA, LUIS . Crónicas urgentes para pensar la escuela. Relatos ficcionales pero no tanto.

(2020) Bs.As. Lugar Editorial

Damián no me entiende.
- Yo ya no sé qué hacer, yo no fui formada para esto. La integradora no
viene nunca y Damián no me entiende... y eso que yo modulo para que me lea los
labios, pero no me entiende y me hace señas que no comprendo. A cada rato tengo
que mandar a buscar a la hermana de 4° grado para que nos haga de intérprete, pero
esto no puede seguir así, no sé qué hacer, no sé qué hacer... Quiero que me lo
saquen del aula, pierdo mucho tiempo con Damián y descuido a los otros 30 chicos,
que se vuelva a la escuela de sordos que ahí están formados para enseñarle.

- Bueno, tranquilizate Mariana, ya mismo llamo a la escuela especial para


ver qué pasa con la maestra integradora y en el recreo conversamos más tranquilas.
Andá..., andá al aula que yo me ocupo.

La directora se ha quedado sola en su despacho y está pensando cómo


compatibilizar la demanda de procesos de integración, con las dificultades y tensiones
cotidianas para llevarlos a cabo. Le ha prometido a Mariana que se ocupará del caso
pero duda que un simple llamado a la escuela especial alcance.

En la escuela primaria 122, tienen 3 chicos integrados: 1 niño sordomudo y


2 niñas ciegas. Las niñas han sido derivadas a la escuela común hace 3 años, han
atravesado un proceso de adaptación no exento de dificultades pero sumamente
exitoso. Las conducciones de ambas escuelas han mantenido reuniones frecuentes y
tanto los maestros de primaria común como los de la escuela especial han podido
proyectar recorridos y acompañamientos fructiferos para las niñas. Cada año se han
pactado y llevado a cabo 3 ó 4 reuniones conjuntas para planeamiento y evaluación de
la marcha de los aprendizajes. La maestra integradora les traduce los textos a sistema
braille y adecúa los materiales utilizados por los otros chicos para que sean accesibles
para Dorita y Mabel. Las niñas se mueven por el edificio escolar con soltura bajo la
mirada atenta de docentes, porteros y alumnos que las conocen y protegen. No ha
habido dificultades a la hora de valorar sus logros académicos y las niñas han
alcanzado holgadamente los objetivos que maestros y directivos se han propuesto
cada año para ellas, incluso Dorita, la de 5°, será escolta de la bandera.

Las conducciones de ambas escuelas están considerando la posibilidad de


derivar otros niños con distintos grados de disminución visual. Los comentarios han
llegado a oídos de los maestros quienes, más allá de los éxitos alcanzados con las
niñas, temen que su trabajo siga incrementándose.
Damián ha llegado a la 122 hace 6 meses. Su mamá también es docente,
es profesora de historia en escuelas secundarias y se ha acercado a hablar con la
maestra de su hijo porque ella nota que no avanza. Además, él, que siempre disfrutó
de ir a la escuela, hace un tiempo que se resiste a levantarse y pone excusas para
faltar a clase. Mariana le repite lo que viene diciendo ante quien la quiera escuchar,
que ella no fue formada para esto. La mamá intenta hacerle ver lo importante que es
para Damián compartir espacios y tareas con chicos de escuela común, le cuenta que
al principio ella y su hijo estaban muy ilusionados cuando les comunicaron la
posibilidad del pase, pero ahora está preocupada porque lo ve tan triste, tan aislado y
sin mejoras sustanciales en sus conocimientos.

Mientras la mamá de Damián viaja a su trabajo, recuerda las palabras de


la maestra y crece en ella la sospecha de que en la frase de Mariana “yo no fui
preparada para esto”, 'esto' es su hijo.

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La señorita Mercedes Zelarayán es la vicedirectora de la primaria 122. Ha


decidido visitar la escuela especial para sordos e hipoacúsicos, quiere ver si pueden
hacer algún acuerdo, aunque sea mínimo, para favorecer la trayectoria escolar de
Damián.

El director la recibe sorprendido, le dice que para qué se molestó, que


cualquier problema que pudiera haber ocurrido seguro que se podía resolver por
teléfono. Mercedes empieza a dudar de los resultados que puedan alcanzar con esa
visita.

Ha sugerido una reunión con la nueva maestra integradora (que


reemplazará a la que ha dejado de acompañar a Damián) y un planeamiento conjunto
para los meses que faltan, con la expectativa de un plan a mediano plazo para el año
entrante. La respuesta ha sido desalentadora “si ustedes no saben cómo enseñarle al
chico nos lo devuelven que nosotros nos ocupamos”. En vano ha sido tratar de
fundamentar por el costado más teórico sobre los beneficios de la integración, ni por el
más pragmático respecto de la diferencia entre tener una titulación de escuela común
o una de escuela especial.

“Esto de la integración es más trabajo y cero beneficio. Si ustedes no


pueden, nosotros sí” ha sido el último comentario del director que de ese modo ha
dado por finalizada la entrevista y ha despedido cordialmente a su colega.

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Mariana está enfurecida con los directivos de su escuela, se ha enterado
que el director de la escuela de sordos reclama que le devuelvan a Damián pero en la
122 se niegan argumentando que si lograran establecer vínculos interinstitucionales y
algún proyecto conjunto, el chico tendría buenas posibilidades de mejorar su
rendimiento académico. La prueba de ello es lo mucho que vienen avanzando con la
escuela de ciegos.

- Que hagan lo que quieran – dice Mariana en sala de maestros – pero que
después no se quejen cuando lo haga repetir, porque ese chico no me entiende nada.
¿Qué le va a enseñar esa integradora nueva, recién salida del profesorado? ¡Ese pibe
no puede aprender!

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Es el acto del día del maestro. La que conduce la ceremonia es la directora


de la 122. A todos les ha llamado la atención ese protagonismo inusual. Ella anuncia la
entrada de la bandera de ceremonias. Todos aplauden con fuerza cuando se anuncian
los nombres de quien porta y quienes acompañan la bandera. Dorita ingresa sonriente,
camina con la mano apoyada en el hombro del abanderado.

La directora anuncia que esta vez el Himno Nacional será ejecutado por un
trío, y que todos los demás lo compartirán en silencio. Suben al escenario Damián, su
mamá y su hermana para cantar el himno con lenguaje de señas.

Mariana empieza a sentir las miradas de sus compañeros sobre ella, y se


retira del acto. Mientras se aleja, la ovación le hace saber que la interpretación ha
concluido.

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