Está en la página 1de 2

1

Capítulo 5
El Espíritu Santo y la misión

“Dondequiera que la Palabra de Dios se predicara con fidelidad, los resultados atestiguaban su
divino origen. El Espíritu de Dios acompañaba el mensaje de sus siervos, y su Palabra tenía poder”
(Elena G. de White - CS 514).

“El mensaje no será llevado adelante tanto con argumentos como por medio de la convicción
profunda inspirada por el Espíritu de Dios. Los argumentos ya fueron presentados. Sembrada está
la semilla, y brotará y dará frutos. Las publicaciones distribuidas por los misioneros han ejercido su
influencia; sin embargo, muchos cuyo espíritu fué impresionado han sido impedidos de entender
la verdad por completo o de obedecerla. Pero entonces los rayos de luz penetrarán por todas
partes, la verdad aparecerá en toda su claridad, y los sinceros hijos de Dios romperán las ligaduras
que los tenían sujetos. Los lazos de familia y las relaciones de la iglesia serán impotentes para
detenerlos. La verdad les será más preciosa que cualquier otra cosa. A pesar de los poderes
coligados contra la verdad, un sinnúmero de personas se alistará en las filas del Señor” (Elena G.
de White - CS 670-671).

"El Espíritu Santo lleva a los hombres a cooperar con Dios. Este es el designio de la ayuda divina.
Y nosotros por nuestra parte hemos de llevar a otros a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida. Al
ocuparnos de esta obra con corazón y alma, somos bendecidos y fortalecidos. Dios está listo a
cooperar con nosotros, pero no puede hacerlo hasta que cumplamos nuestro deber" (Elena G.
de White - Signs of the Times, 20 de enero, 1898).

"Nuestras instituciones necesitan hombres consagrados y convertidos que deseen depender del
Señor. Por medio de tales obreros Dios revelará el poder de su gracia. Sus siervos deben
distinguirse del mundo por el sello del Dios viviente; sus palabras y sus obras deben revelar que
son colaboradores con Dios. Dios puede usar al agente humano solo en la medida en que éste sea
movido por el Espíritu Santo" (Elena G. de White - Comentario bíblico adventista, tomo 7, p.
980).

"Los corazones que responden a la influencia del Espíritu Santo, son los conductos por medio de
los cuales fluye la bendición de Dios. Si los que sirven a Dios fuesen quitados de la tierra, y su
Espíritu se retirase de entre los hombres, este mundo quedaría en desolación y destrucción, como
fruto del dominio de Satanás. Aunque los impíos no lo saben, deben aun las bendiciones de esta
vída a la presencia, en el mundo, del pueblo de Dios, al cual desprecian y oprimen" (Elena G. de
White – DTG 272).

"Este mensaje abarca los dos mensajes precedentes. Se lo presenta como si fuera pronunciado a
gran voz, es decir, con el poder del Espíritu Santo. Ahora están en juego todas las cosas. Debe
darse la mayor importancia al mensaje del tercer ángel. Es un asunto de vida o muerte. La
impresión que produzca este mensaje será proporcional con el fervor y la solemnidad con Jos
cuales sea proclamado" (Elena G. de White - Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 991).

"El mensaje no será llevado adelante tanto con argumentos como por medio de la convicción
profunda inspirada por el Espíritu de Dios. Los argumentos ya fueron presentados. Sembrada
está la semilla, y brotará y dará frutos. Las publicaciones distribuidas por los misioneros han
ejercido su influencia; sin embargo, muchos cuyo espíritu fue impresionado han sido impedidos
de entender la verdad por completo o de obedecerla. Pero entonces los rayos de luz penetrarán
2

por todas partes, la verdad aparecerá en toda su claridad, y los sinceros hijos de Dios romperán
las ligaduras que los tenían sujetos. Los lazos de familia y las relaciones de la iglesia serán
impotentes para detenerlos. La verdad les será más preciosa que cualquier otra cosa. A pesar de
los poderes coligados contra la verdad, un sinnúmero de personas se alistará en las filas del
Señor" (Elena G. de White - El conflicto de los siglos, p. 670).

"Es cierto que hay profecías que aún deben cumplirse. Pero repetidamente se ha llevado a cabo
una obra errónea, y ésta continuará efectuándose por aquellos que procuran encontrar una
nueva luz en las profecías, y que comienzan a apartarse de la luz que Dios ya ha dado. Los
mensajes de Apocalipsis son los que servirán para probar al mundo; constituyen el evangelio
eterno, y deben hacerse resonar por todas partes. Pero el Señor no pone sobre aquellos que no
han tenido experiencia en su obra la responsabilidad de realizar una nueva exposición de las
profecías que él, mediante el Espíritu Santo, ha revelado a sus siervos escogidos para que las
expliquen" (Elena G. de White - Mensajes selectos, tomo 2, pp. 127, 128).

"Dios siempre tiene hombres a quienes confía su mensaje. Su Espíritu actúa sobre el corazón de
ellos y los constriñe a hablar. Estimulados por celo santo y con el impulso divino que actúa
poderosamente sobre ellos, se dedican a la realización de su deber sin calcular fríamente las
consecuencias de presentar a la gente el mensaje que el Señor les ha dado. Pero pronto el siervo
de Dios se da cuenta de que ha arriesgado algo. Descubre que él y su mensaje se han convertido
en objeto de crítica. Se analizan y comentan todas sus costumbres, toda su vida, toda su
propiedad. Su mensaje es desmenuzado y rechazado con el espíritu más mezquino e impío que
los hombres crean conveniente emplear de acuerdo con su juicio limitado.
¿Ha hecho ese mensaje la obra que Dios quería que efectuara? No; ha fracasado grandemente
porque los corazones de los oyentes no estaban santificados. Si el rostro del ministro no es un
pedernal, si no tiene una fe y un valor indomables, si su corazón no se ha fortalecido por medio
de una constante comunión con Dios, comenzará a adaptar su testimonio para agradar el
corazón y los oídos impíos de aquellos a quienes se dirige. Al esforzarse por evitar la crítica a la
cual se expone, se separa de Dios y pierde el sentido del favor divino, y su testimonio se vuelve
tímido y sin vida. Descubre que su valor y su fe se han desvanecido y sus esfuerzos son
impotentes. El mundo está lleno de aduladores y disimuladores que se han entregado al deseo
de agradar; pero en realidad son pocos los fieles que no tienen en cuenta el interés propio,
sino que aman demasiado a sus hermanos para tolerar que haya pecado en ellos" (Elena G. de
White - CBA., tomo 2, p. 1028).

También podría gustarte