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Resumen.
Los jóvenes necesitan tener siempre presente el camino que Cristo siguió. Cristo vino como una
persona humilde para ser tentado y para vencer la tentación; para que sigamos en pos de él, como
debemos ir, para conocer al Señor. Los jóvenes han sido comprados a un precio infinito: el de la
misma sangre del Hijo de Dios. Cuando Cristo ascendió al Padre, no dejó a sus seguidores sin
ayuda. El Espíritu Santo como representante suyo, y los ángeles celestiales como espíritus
ministradores, son enviados para ayudar a aquellos que están peleando la buena batalla de la fe
con gran desventaja.
A fin de que la obra pueda avanzar en todos los ramos, Dios pide vigor, celo y valor juveniles. Él
ha escogido a los jóvenes para que ayuden en el progreso de su causa. El hacer planes con mente
clara y ejecutarlos con mano valerosa, requiere energía fresca y no estropeada. Los jóvenes están
invitados a dar a Dios la fuerza de su juventud, para que, por el ejercicio de sus poderes, por
reflexión aguda y acción vigorosa, le tributen gloria, e impartan salvación a sus semejantes
(Obreros Evangélicos).
Dios quiere que los jóvenes lleguen a ser hombres de mente seria, a estar preparados para la
acción en su noble obra y a ser aptos para llevar responsabilidades. Dios llama a jóvenes de
corazón incorrupto, fuertes y valientes, decididos a pelear varonilmente en la lucha que les
espera, para que glorifiquen a Dios y beneficien a la humanidad. Si los jóvenes tan sólo hicieran
de la Biblia un objeto de estudio, calmasen sus impetuosos deseos y escuchasen la voz de su
Creador y Redentor, no sólo estarían en paz con Dios, sino que se sentirían ennoblecidos y
elevados. Dios nos ha dado la oportunidad de cumplir un elevado destino, cada uno puede dar
testimonio de la verdad de Dios; puede ser colaborador de Dios en la gran obra de la redención
humana. Que sigamos el camino y la dirección correcta porque siguiéramos el camino
equivocado, cada paso estará lleno de peligro y desastres. Pero muchos hoy en día han
malgastados en insensateces y disipación la fuerza que Dios les ha dado. Cuántas historias
dolorosas recuerdo de jóvenes que, por entregarse a hábitos viciosos, han llegado a ser mental,
moral y físicamente náufragos humanos. Sus organismos están arruinados, y la utilidad de su
vida grandemente menoscabada por haberse entregado a placeres ilícitos.
Los jóvenes deberían tener ideas amplias, planes sabios, para sacar el mayor provecho de sus
oportunidades e imbuirse de la inspiración y el valor que animaban a los apóstoles. Juan dice:
“Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en
vosotros, y habéis vencido al maligno”.
Cristo pide voluntarios que se alisten bajo su estandarte y sostengan ante el mundo la bandera de
la cruz. La iglesia languidece por falta de la ayuda de jóvenes que den un testimonio valiente,
que con celo ardoroso aticen las indolentes energías del pueblo de Dios, y aumenten así el poder
de la iglesia en el mundo. Se necesitan jóvenes que resistan la marea de la mundanalidad y
eleven una voz de advertencia contra los primeros pasos de la inmoralidad y el vicio. El Señor
tiene una obra especial que hacer por nosotros individualmente. Al ver la maldad del mundo
puesta de manifiesto en los tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a Dios
y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, para que la gracia de Cristo se
manifieste en nosotros. Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si
nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las almas del pecado
a la conversión.
El cielo está esperando otorgarles sus más ricas bendiciones a aquellos que quieran
consagrarse para hacer la obra de Dios en estos últimos días de la historia del mundo.
Tener la religión de Cristo significa que habéis entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo
que sois y tenéis, y que habéis consentido en ser guiados por el Espíritu Santo. Mediante el don
del Espíritu Santo se os dará poder moral, y no sólo tendréis los talentos que anteriormente se os
habían confiado para el servicio de Dios, sino que la eficiencia de los mismos será grandemente
multiplicada.
La entrega de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida. Debilita y
abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión es como un cordón de oro
que liga a Cristo las almas tanto de los jóvenes como de los ancianos. Mediante ella, los
voluntarios y obedientes son llevados en salvo a la ciudad de Dios, a través de senderos oscuros e
intrincados.
La Experiencia de aquellos que trabajaron para Dios en generaciones pasadas, tiene lecciones
que debemos aprender los que vivimos en este tiempo. Cuán poco conocemos los conflictos, las
pruebas y las labores que soportaron estos hombres mientras se equipaban para hacer frente a los
ejércitos de Satanás. Poniéndose toda la armadura de Dios, fueron capaces de hacer frente a las
astucias de Satanás. Tenemos en esta época oportunidades y ventajas que no era fácil obtener en
generaciones pasadas.
Tenemos más luz, y ésta la hemos recibido gracias a la obra de aquellos fieles centinelas que
hicieron de Dios su sostén, y recibieron de él poder para hacer brillar la luz con rayos claros en el
mundo. En nuestra época tenemos mayor luz de la cual sacar provecho, así como en épocas
pasadas los hombres y mujeres de noble valor aprovecharon la luz que Dios les diera. Largo
tiempo trabajaron asiduamente para aprender las lecciones que les fueron dadas en la escuela de
Cristo, y no trabajaron en vano.
Pero no supongáis, ni por un momento, que la religión os hará tristes y sombríos y cerrará el
camino del éxito. La religión de Cristo no borra ni siquiera debilita una sola facultad. No
incapacita al individuo para gozar de la verdadera felicidad; no ha sido designada para disminuir
vuestro interés en la vida o para haceros indiferentes a las demandas de los amigos y la sociedad.
No cubre la vida de cilicio; no se la expresa en profundos suspiros y gemidos. No, no; aquellos
para quienes Dios es lo primero, lo último y lo mejor, son las personas más felices del mundo.
No se borran de su rostro las sonrisas y la luminosidad. La religión no hace tosco, desprolijo y
descortés al que la acepta; al contrario, lo eleva y ennoblece, refina sus gustos, santifica su
criterio, y lo hace apto para estar en la sociedad de los ángeles celestiales y para el hogar que
Jesús ha ido a preparar.
Pesan sobre la juventud graves responsabilidades. Dios espera mucho de los jóvenes que viven
en esta generación de luz y conocimiento abundantes. Espera de ellos que impartan esa luz y ese
conocimiento. Desea usarlos para disipar el error y la superstición que nublan la mente de
muchos. Han de disciplinarse reuniendo toda jota y tilde del saber y la experiencia. Dios los hace
responsables de las oportunidades y los privilegios que se les dan. La obra que tienen delante
espera sus esfuerzos diligentes para ser llevada adelante progresivamente, como la época lo
requiera.
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el cielo para revelar a Cristo al
mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo
que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios
mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida
distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya.
“Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad”-
(El Ministerio de Curación).
La obra de Satanás es destronar a Dios del corazón y moldear la naturaleza humana conforme a
su propia imagen deforme. Excita todas las malas propensiones, despierta las pasiones impuras y
las ambiciones. Dios llama a los hombres a oponerse a los poderes del mal. Dice: “No reine,
pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni
tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios
como instrumentos de justicia”. (Romanos 6:12, 13).
Si Satanás consigue nublar y engañar la mente humana de tal manera que induzca a los mortales
a pensar que hay en ellos poder inherente para realizar obras grandes y buenas, éstos dejan de
confiar en que Dios hará en favor de ellos lo que creen poder hacer por sí mismos.
No hay en nuestra naturaleza impulso alguno ni facultad mental o tendencia del corazón, que no
necesite estar en todo momento bajo el dominio del Espíritu de Dios. No hay bendición alguna
otorgada por Dios al hombre, ni prueba permitida por él, que Satanás no pueda ni desee
aprovechar para tentar, acosar y destruir el alma, si le damos la menor ventaja. En consecuencia,
por grande que sea la luz espiritual de uno, por mucho que goce del favor y de las bendiciones
divinas, debe andar siempre humildemente ante el Señor, y suplicar con fe a Dios que dirija cada
uno de sus pensamientos y domine cada uno de sus impulsos.
Al empezar no se tendrán presentes todos estos pasos sucesivos, ni se los contará; pero fijando la
mirada en Jesús, y teniendo sólo en vista la gloria de Dios, progresaréis. Pero debemos hacer
frente a todos los obstáculos colocados en nuestro camino y vencerlos uno a la vez. Si vencemos
la primera dificultad, seremos más fuertes para afrontar la segunda y con cada esfuerzo nos
haremos más capaces de progresar. Pero cuando fijamos la mirada en las dificultades y
esquivamos las batallas serias en favor del bien, nos volvemos débiles e incrédulos.
Dando un paso después de otro se puede subir la más elevada cuesta y llegar al fin a la cima del
monte. Debemos de recordar que debemos de vivir sólo un día a la vez, que Dios nos ha dado un
día, y los registros celestiales mostrarán cómo habremos valorado sus privilegios y
oportunidades. Ojalá aprovecháramos cada día que Dios nos ha dado de modo tal, que al fin el
Señor nos diga:
“Bien, buen siervo y fiel” (Mateo 25:23). (Youth’s Instructor, enero 5, 1893).
El ejemplo de Cristo nos muestra que nuestra única esperanza de victoria está en la continua
resistencia a los ataques de Satanás.
Seréis condenados con justicia, porque conocíais el camino, pero no escogisteis andar en él.
Cada transgresión acarrea condenación sobre el alma y provoca el desagrado divino. Mientras
algunos de los jóvenes malgastan sus facultades en la vanidad y la locura, otros disciplinan sus
mentes, almacenando conocimientos, ciñéndose la armadura para entrar en la batalla de la vida,
decididos a tener éxito.
Los que aman la sociedad satisfacen frecuentemente este gusto hasta que llega a ser una pasión
dominante. Vestir bien, concurrir a lugares de diversión, reír, charlar de asuntos más livianos que
la vanidad: tal es el objeto de sus vidas. No pueden soportar la lectura de la Biblia ni meditar en
cosas celestiales. Se sienten desgraciados a menos que haya algo que los excite.
El joven que halla gozo y felicidad en leer la Palabra de Dios y en la hora de la oración, es
constantemente refrescado por las corrientes de la Fuente de la vida. Alcanzará una altura de
excelencia moral y una amplitud de pensamiento que otros no pueden concebir. El corazón
empedernido y rebelde puede cerrar sus puertas a todas las dulces influencias de la gracia de
Dios y a todo el gozo en el Espíritu Santo, pero los caminos de la sabiduría son caminos
agradables, y todas sus veredas son paz.
El amor verdadero: El amor es un precioso don que recibimos de Jesús. El afecto puro y santo no
es un sentimiento, sino un principio. Los que son movidos por el amor verdadero no carecen de
juicio ni son ciegos.
Los que piensan en casarse deben pesar cada sentimiento y cada manifestación del carácter de la
persona con quien se proponen unir su suerte. Cada paso dado hacia el matrimonio debe ser
acompañado de modestia, sencillez y sinceridad, así como del serio propósito de agradar y
honrar a Dios. El matrimonio afecta la vida interior en este mundo y en el venidero. El cristiano
sincero no hará planes que Dios no pueda aprobar.
Si un joven o señorita goza de la bendición de tener padres temerosos de Dios, es necesario
consultar con ellos, comunicarles nuestras esperanzas e intenciones, aprendiendo las lecciones
que la vida les enseñó y así nos ahorraremos no pocas penas.
El casamiento con los incrédulos: Antes de dar su mano en matrimonio, toda mujer debe
averiguar si aquel con quien está por unir su destino es digno. Cuál ha sido su pasado, si es pura
su vida. Es de un carácter noble y elevado el amor que expresa, ¿o es un simple cariño emotivo?,
si tiene los rasgos de carácter que la harán a ella feliz, si Puede encontrar verdadera paz y gozo
en su afecto. O incluso si le permitirá conservar su individualidad, o deberá entregar su juicio y
su conciencia al dominio de su esposo.
Se necesita religión en el hogar. Únicamente ella puede impedir los graves males que con tanta
frecuencia amargan la vida conyugal. Únicamente donde reina Cristo puede haber amor
profundo, verdadero y abnegado.
El corazón anhela amor humano, pero este amor no es bastante fuerte, ni puro, ni precioso para
reemplazar el amor de Jesús. Únicamente en su Salvador puede la esposa hallar sabiduría, fuerza
y gracia para hacer frente a los cuidados, responsabilidades y pesares de la vida. Cada mujer
entregue su vida a Cristo antes que dársela a otro amigo terrenal, y no forme ninguna relación
que contraríe esto.
Es la desobediencia a Dios la que llena tantos corazones y hogares de infortunio. La mujer que
escucha palabras dulces y agradables, y se siente inducida a creer que todo andará bien; pero no
lee los motivos que inspiran esas hermosas frases, no puede ver las profundidades de la
perversidad oculta en el corazón, no puede mirar detrás de las escenas, y discernir las trampas
que Satanás está tendiendo para su alma. Él quiere inducirla a seguir una conducta que la haga
fácilmente accesible, para disparar las saetas de la tentación contra Ella. No le conceda la menor
ventaja.
La necesidad de consejo y dirección: En estos días de peligro y corrupción, los jóvenes
están expuestos a muchas pruebas y tentaciones. Muchos navegan en un puerto peligroso.
Necesitan un piloto, pero desdeñan aceptar la tan necesaria ayuda, porque se sienten competentes
para guiar su barco y no se percatan de que está por estrellarse contra una roca oculta que puede
hacer naufragar su fe y su felicidad.
Están cegados por el asunto del noviazgo y el matrimonio, y su principal preocupación es hacer
su voluntad. En este período, el más importante de su vida, necesitan un consejero y guía
infalible. Lo hallarán en la Palabra de Dios. A menos que sean estudiantes diligentes de esa
Palabra, cometerán graves errores que echarán a perder su felicidad y la de otros, tanto para la
vida presente como para la futura. La Biblia presenta una norma perfecta de carácter. Este libro
sagrado, inspirado por Dios y escrito por hombres santos, es un guía perfecto en todas las
circunstancias de la vida.
El joven que goza de la compañía de una joven para cuyos padres es desconocido, y conquista su
amistad, no procede noble y cristianamente para con ella ni para con sus padres. Mediante
relaciones y encuentros secretos podrá adquirir influencia sobre la mente de ella, pero al hacerlo,
deja de manifestar esa nobleza e integridad de alma que ha de poseer todo hijo de Dios. Para
lograr sus fines, proceden de un modo que no es franco ni está de acuerdo con la norma bíblica, y
se muestran faltos de sinceridad para con aquellos que los aman y tratan de ser sus fieles
guardianes.
El modo de tratar a la madre es un índice para cada señorita de cómo ha de tratarte tu pareja en
un fututo. El amor verdadero es una planta que necesita cultivo. Sin embargo, los jóvenes
confían demasiado en los impulsos. No deberían entregarse demasiado presto ni dejarse cautivar
tan pronto por el exterior atrayente del objeto de su afecto. El noviazgo tal cual se realiza en esta
época es una farsa e hipocresía con la cual el enemigo de las almas tiene más que ver que el
Señor.
El matrimonio prematuro: los muchachos y las niñas contraen matrimonio sin amor y
criterio maduros, sin sentimientos elevados y nobles, y aceptan los votos matrimoniales
completamente impulsados por sus pasiones juveniles.
Los afectos formados en la infancia han terminado frecuentemente en uniones desgraciadas, o
separaciones vergonzosas. Rara vez han resultado felices las uniones tempranas, si han sido
hechas sin el consentimiento de los padres. Deberían mantenerse sujetos los afectos juveniles
hasta que llegue el tiempo en que la edad y la experiencia suficientes permitan libertarlos con
honra y seguridad.
Las personas jóvenes que se relacionan con otras, pueden hacer de estas relaciones una bendición
o una maldición. Pueden edificarse, fortalecerse y bendecirse mutuamente, mejorando en
conducta, temperamento y conocimientos, o por el hecho de volverse descuidados e infieles bien
pueden ejercer una influencia desmoralizadora (Youth’s Instructor, agosto 10, 1899).
La gracia de Dios se mostrará en toda la conducta del que posee verdadero amor. La modestia, la
sencillez, la sinceridad, la moralidad y la religión, caracterizarán cada paso hacia la alianza del
matrimonio.
Antes de aumentar la familia deberían considerar si Dios será glorificado o deshonrado por el
hecho de traer hijos al mundo. Desde el principio y durante cada año de su matrimonio deberían
tratar de glorificar a Dios con su unión. Deberían considerar con toda calma qué provisión
pueden hacer para sus hijos. No tienen derecho de traer hijos al mundo que sean una carga para
los demás.
El ejemplo de Isaac: La falta de sabiduría y dominio propio que los indujo a hacer una
elección apresurada agrava el mal hasta que el matrimonio llega a ser un amargo yugo. Así han
arruinado muchos su felicidad en esta vida y su esperanza de una vida venidera. Nunca deben los
padres perder de vista su propia responsabilidad acerca de la futura felicidad de sus hijos, el
respeto de Isaac por el juicio de su padre era el resultado de su educación, que le había enseñado
a amar una vida de obediencia.
El amor verdadero es un principio santo y elevado, por completo diferente en su carácter del
amor despertado por el impulso, que muere de repente cuando es severamente probado.
Mediante la fidelidad al deber en la casa paterna, los jóvenes deben prepararse para formar su
propio hogar. El amor se conservará vivo en el corazón, y los que salgan de tal hogar para
ponerse al frente de su propia familia, sabrán aumentar la felicidad de la persona a quien hayan
escogido por compañero o compañera de la vida. Entonces el matrimonio, en vez de ser el fin del
amor, será su verdadero principio.
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John Mamani Coordinador
Pastor Distrital Regional