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INTRODUCCIÓN 1
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4. AQUELLO QUE JUAN ES (1,22-23) EL SEGUNDO TESTIMONIO INDIRECTO SOBRE
EL MESÍAS. 15
4.1. EL PRIMER ESTICO DE LA CITACIÓN: LA VOZ. 15
4.2. EL SEGUNDO ESTICO DE LA CITACIÓN: EL SEÑOR. 16
5. TESTIMONIO DIRECTO EN AUSENCIA DE JESÚS (1,24-28). 16
5.1. EL PROBLEMA PUESTO AL V. 24. 17
5.2. LA PREGUNTA DE LOS ENVIADOS (V. 25). 17
5.3. LA RESPUESTA DE JUAN (VV. 26-27). 18
5.4. PUNTUALIZACIÓN CONCLUSIVA. 20
5.5. LA LOCALIZACIÓN DEL EPISODIO (V. 28): BETANIA AL OTRO LADO DEL JORDÁN.21
6. TESTIMONIO DIRECTO EN PRESENCIA DE JESÚS, I (1,29-31). 22
6.1. DINÁMICA DEL SENTIDO DE JN 1,29-31. 23
6.2. JUAN ESTÁ EXCLUSIVAMENTE PARA LA MANIFESTACIÓN A ISRAEL (V. 31). 24
6.3. PROFUNDIZACIÓN DE UN TESTIMONIO DADO CON ANTERIORIDAD (V.30). 26
6.4. EL TESTIMONIO ACTUAL AL CORDERO DE DIOS (V. 29). 27
7. TESTIMONIO DIRECTO EN PRESENCIA DE JESÚS, II (1,32-34). 35
7.1. OBSERVACIONES INTRODUCTIVAS SOBRE VV. 32-34. 35
7.2. LA ANTICIPACIÓN (V. 33). 35
7.3. EL HECHO (V. 32). 37
7.3.2. EL ÉNFASIS DE LA PERMANENCIA DEL ESPÍRITU SOBRE JESÚS. 37
7.3.3. EL SIGNIFICADO DE LA PALOMA. 37
7.3.4. LA IMPORTANCIA DEL “VER”. 38
7.4. EL EFECTO. 38
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0. CUESTIONES INTRODUCTORIAS.
1. Fuentes y composición.
Juan coincide con los sinópticos en afirmar que Jesús curó a algunas personas,
multiplicó los panes y rescató a los discípulos de una tormenta en el mar, sin embargo,
no incluye ningún exorcismo entre las curaciones de Jesús. Muchos de los milagros del
evangelio de Juan nos permiten adentrarnos simbólicamente en la identidad de Jesús.
Los sinópticos presentan el descubrimiento de la condición mesiánica de Jesús como el
climax de su ministerio en Galilea (cf. Mc 8,31), mientras que en Juan los discípulos
han confesado esta verdad desde el inicio (1,41-49).
iv
exegetas mantienen que Juan dependió de uno o varios de los sinópticos, generalmente
de Marcos. Otros reconocen que el impulso a poner por escrito las tradiciones joánicas
en forma de evangelio fue el resultado de la aparición de evangelios en otras
comunidades, y que el evangelio pudo haber leído uno o más de los sinópticos, pero
consideran que a pesar de todo el cuarto evangelio se basa en una línea de tradición
independiente preservada en las iglesias joánicas. Ésta será nuestra hipótesis. Algunos
de los episodios más significativos que parecen tanto en Juan como en los sinópticos
son: ministerio y testimonio de Juan Bautista (Jn 1, 19-36; Mc 1,4-8); desalojo del
Templo (Jn 2,14-16); Jesús alimenta a una multitud (Jn 6, 1-13; Mc 6,34-44); Jesús
camina sobre las aguas (Jn 6, 16-21; Mc 6, 45-52); petición de una señal (Jn 6,30; Mc
8,11); la confesión de Pedro (Jn 6, 68-69; Mc 8,29); la unción de Jesús (Jn12,1-8; Mc
14,3-9), etc.
A menudo se sugiere también que algunos pasajes breves que parecen poco
conectados con su entorno pudieron ser añadidos en revisiones posteriores. Jn 3, 31-36,
por ejemplo, irrumpe de forma brusca tras el discurso de Juan Bautista (JB) y pudiera
representar una adición del editor para concluir el capítulo. Sin embargo, la irrupción
brusca pudiera ser también un recurso literario que encuentra su antecedente en Jn 3,
16-21, donde el narrador interrumpe súbitamente las palabras de Jesús. Jn 6, 51-59
expande el discurso sobre el pan de vida con una referencia clara a la celebración
eucarística; sitúa también el discurso en la sinagoga de Cafarnaún (v. 59) en lugar de la
orilla del mar (v. 22). La afirmación en 5, 24-26 que sitúa el juicio que conduce a la
vida eterna en el momento presente como respuesta a la palabra de Jesús, contrasta
vivamente con la referencia al retorno futuro del Hijo del hombre (5, 27-29). Jn 12, 44-
50 constituye un discurso aislado de su contexto, puesto que el ministerio público
parece concluir con la pericona sobre la dureza de corazón que impidió a «los judíos»
aceptar la predicación de Jesús (12, 36b-43).
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Muchos exégetas resuelven el conflicto originado por la secuencia de la
curación de Jn 5 que tiene lugar en Jerusalén, seguida del milagro de la multiplicación
de los panes y los discursos a él asociados que tienen lugar en Galilea (Jn 6), seguido
de los discursos de Jn 7 que tiene lugar estando de nuevo en Jerusalén y que se refieren
al contenido de Jn 5 ( en 7,15-24), asumiendo que Jn 6 es una adición procedente de
una secuencia de episodios galileos. Se ha sugerido también que, en un primer
momento, el relato del ministerio público de Jesús debía de concluir con su decisión de
retirarse en 10,40-42. En un segundo momento, la tradición sobre la resurrección de
Lázaro se había re elaborado como una afirmación de que Jesús es «la resurrección y
la vida», articulándose con la secuencia narrativa como factor precipitan de la muerte
de Jesús (inserción de los pasajes 11, 1-12,11.20-50). Probablemente el relato del
desalojo del Templo que Juan, a diferencia de los sinópticos, sitúa al inicio de la vida
pública de Jesús, se desplazó cuando se añadió la historia de Lázaro.
Nos centramos ahora en la historia literaria. Entre los materiales que forman el
evangelio de Juan, los pasajes que presentan una mayor antigüedad son los pasajes
narrativos.
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narración de «milagros». Señalamos también que el CE tiene una finalidad concreta,
que se pone de manifiesto en el cap. 20 y en el cap. 21.
En cambio, el tipo de relatos del CE coincide con los de los sinóptico. De hecho,
tres de los sinos del Jesús joánico los tenemos también en la tradición sinóptica: la
curación del funcionario real (Jn 4,46-54; cf. Lc 7,1-10 y Mt8,5-13), la multiplicación
de los panes (Jn6, 1-15; cf. Mc 6,32-44) y Jesús caminando sobre las aguas (Jn 6,16-
21; cf. Mc 6,45-52 y Mt 14,22-23). Si bien no está claro que le primero sea un estricto
paralelo los otros dos sí. Hay otros tres gestos más que son muy semejantes a otros de
la tradición sinóptica: la curación del paralítico, la curación de un ciego, la resurrección
de un muerto. Queda fuera las Bodas de Cana.
Pero a pesar de que este esquema pueda ser tratado en este capítulo, hay que
decir que los signos joánicos tienen un carácter propio, que escapa en cierta manera a
cualquier esquematización.
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A través del ejemplo presentado, tenemos que decir que en Jn existe un nivel
tradicional después ampliado. En principio, por tanto, es posible distinguir entre
tradición y redacción, a pesar de que la unidad estilística d ella obra haga más difícil
que en los sinópticos entrever dónde empieza y dónde acaba la tradición.
Nos queda aún por ver el sentido de los «signos» joánicos. No es suficiente
saber que estos relatos comenzaron como breves narraciónes de hechos extraordinarios
de Jesús que tenían una «punta» cristológica: «¿Quién es este?» (Mc 4,41; cf. Jn 8,25)
que fue madurada y profundizada. Conviene averiguar el sentido concreto que el autor
les atribuyó y por qué los llamó precisamente «signos».
Según los sinópticos, los dynameis de Jesús son los actos poderosos que
acompañan la presencia activa del reino entre los hombres. Pero, como hemos visto, Jn
no habla del reino, ni describe el proceso de implantación del reino entre los hombres
mediante la expulsión de los demonio y la curación de los enfermos. Es entonces lógico
que Juan no hable de ello, porque los hechos prodigiosos de Jesús no están
esencialmente relacionados con la destrucción del poder del demonio. Esto no quiere
decir que no haya en este evangelio una profundidad entre Jesus y Satanás, ni que la
acción salvadora de Jesús no comporte una victoria sobre el demonio. Pero la victoria
se dará en otro nivel. (cf. 1Jn 5,4).
viii
Lo más característico del evangelio es la relación de los signos con la fe. Es
suficiente dar una breve ojeada a los lugares principales del evangelio para darse cuenta
de que los signos están ligados a la fe: 2,11.23; 3,2; 4,54; 7,31; 9,16; 10,41; 11,47;
12,37; 20,30.
A primera vista podríamos decir que el signo es aquel gesto hecho por Jesús
que, una vez ha sido visto por los hombres, conduce a la fe. Pero esta primera impresión
se ha de corregir si queremos dilucidar el sentido más específico de la obra joánica.
Debemos subrayar que la terminología del sino no es unívoca. La palabra signo tiene
diversos sentidos. Ya hemos visto como no son aceptados como prueba apologética
(2,18; 6,30). Además, la fe que viene de los signos no es una fe de la cual Jesús se fíe
(2,23; 3,2; 6,26). Y, en realidad, los signos no llevan siempre a la fe (6,26; 12,37).
Los signos, pues, son rechazados como prueba apologética. Además, Jesús
desconfía de los signos como medio único para creer: «Si no veis señales y prodigios,
no creéis» (4,48; cf. 2,23). Por eso, la enseñanza del evangelio es que el signo no es
imprescindible para la fe: «dichosos lo que no han visto y han creído» (20,29). Por eso,
los signos son una manifestación de la gloria para aquellos que están dispuestos a
penetrar en el misterio de Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»
(11,40). «Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus señales y manifestó su gloria y
creyeron en él sus discípulos» (2,11). Para estos los signos son un medio que los lleva
a la verdadera fe: contemplar la gloria de Jesús, la gloria del hijo único (1,14; cf. 20,30-
31).
Los signos joánicos tienen, pues, un antecedente claro y definido en el AT: las
señales que Dios hace para su pueblo en el éxodo hacia la libertad (cf. Ex 10,1; Nm
14,11-22; Dt 7,19; 29,1-3).
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Solo la fuerza poderosa de Dios puede explicar la magnitud de la actuaciones de Jesús.
Por eso, los signos son, sobre todo, como un rayo de esta gloria que se da en la «sarx».
El evangelio de Jn, convencido de que Jesús ya ha llegado la salvación final, penetra en
la realidad de Jesús, y percibe que en sus gestos en su actuación, existe un acercamiento
del Dios inviable y lejano. No un acercamiento provisional y ejemplar, sino una
presencia total y definitiva. La salvación ya no podrá venir por otro lado. Es en Jesús
donde hay que encontrar al Dios misterioso y donde podemos contemplar la «gloria».
El interés del CE no radica en el efecto de los gestos de Jesús, sino más bien en
su origen y fundamento. Por eso podemos decir que lo que caracteriza los signos
joánicos es su sentido revelador. Los signos dan a conocer la fuente y el origen de la
actividad de Jesús.
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INTRODUCCIÓN
El título que proponemos para esta primera sección narrativa del CE retoma de
1,31 y 2,11 el verbo (faneroun) (“manifestar”). Desde el punto de vista del género
literario, estamos por tanto delante de un relato de manifestación. El destinatario de
la manifestación es Israel, según lo que explícitamente indica el texto en 1,31 (cf.
1,47.49). Lo que es manifestado (se entiende “de parte de Dios”, porque el pasivo
de 1,31 es tomado teológicamente) es el Mesías. El término “messiaj”
(transliteración griega del vocablo semítico) se encuentra en 1,41 (cf. 4,25);
encontramos más frecuente la forma griega cristoj, junto a una gran cantidad de
otras expresiones en las cuales se expresa la espera mesiánica hebrea.
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primera sección terminaría en 1,51 y el relato de la noche de Caná pertenecería al
desarrollo posterior.
Son, obviamente, atestiguada también por otros ajustes. Para Simoens, por ejemplo,
en 1,19-5,18 se encuentran nueve secciones de largueza variable, la última de las cualtes
(4,46-5,18) contiene dos curaciones (Caná y Betesda).
Es innegable que el signo de Caná tenga un profundo significado para el resto del
relato joánico, pero es engañoso concluir así que se trata de un inicio de una nueva
sección: la relación con lo sucesivo del CE no tiene la misma relevancia y la misma
organicidad de aquello que une Caná al cap. 1. Por una serie de indicios narrativos, el
relato del inicio de los signos, que contiene en su interior el motivo de la manifestación
(cf. 2,11), es, sobre todo, la conclusión y el culmen de la primera sección del evangelio.
En los parágrafos que siguen se muestran las razones por las cuales deben ser asignados
a la primera sección narrativa, tanto el signo de Caná (2,1-11), como el versículo
sumario que le sigue inmediatamente (2,12).
3. INDICACIONES CRONOLÓGICAS
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El inicio de la narración está caracterizado por una cronología. Se nota la triple
presencia de la misma expresión (“el día después”) en 1,29.35.43. En 2,1 aparece otra
indicación cronológica: “al tercer día”. La sección se cierra con otra anotación
cronológica, de carácter más indefinido que las precedentes (2,12): “no muchos días
después”. Se obtiene así el siguiente cuadro:
Por un lado, el computo de los días propuesto en este inicio del evangelio se
presenta como una cadena que llega, sin romperse, hasta el 2,12; por otro lado, los
anillos de esta cadena no son evidentemente todos iguales y hay que fijarse en la
peculiaridad de las dos últimas indicaciones: 2,1.12. La anotación cronológica de 2,1
es interpretada de manera (relativamente) autónoma. “Al tercer día” tiene un
significado que va más allá de la cadena en la cual está insertada: se trata, quizás, de
una referencia simbólica al momento de la resurrección. El “no muchos días después”
de 2,12 tiene la función de cerrar la primera sección mediante un resumen.
Hay autores que llegan a calcular el conjunto de los días, desde 1,19 hasta la
boda de Caná, como una semana. Esta interpretación, que por otro lado ha sido
sostenida con variaciones notables, encuentra algunas objeciones: el computo de los
siete días viene, de hecho, alcanzado por medio de una operación de crítica literaria, o
incluso, calculando “el tercer día” de 2,1, de un modo diverso a como se debe contar
“después de ochos días” en 20,26. Puesto que, el computo de una semana resulta
extremadamente difícil de demostrar, se puede no obstante, aceptar la idea fundamental,
que la sección sea un segmento inaugural.
4. INDICACIONES DE LUGAR
Los lugares en los cuales se desarrolla la narración son tres: Betania, al otro lado
del Jordán (1,28), Caná de Galilea (2,1.11) y Cafarnaún (2,12). Los episodios relatados
en 1,19-51 se desenvuelven en Betania, mientras que los episodios relatados en 2,1-11
tiene como lugar Caná. El sumario del v.12 queda ambientado en Galilea (Cafarnaún)
y también desde este punto de vista, como ya desde el punto de vista de la cadena
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cronológica, no puede ser asignado a la sección sucesiva (2,13-4,54), que está
caracterizada por un improvisado cambio geográfico: “y Jesús salió hacia Jerusalén”
(2,13).
Aquello que todo lector entiende en este inicio del CE es la manifestación del
mesias a Israel. El clima de espera es evidente ya en el primer día (1,19-28); en el
contexto del segundo día, Juan el Bautista dice claramente que todo su ministerio es
únicamente en función de la manifestación de Jesús a Israel (1,31); esta manifestación
puede decirse que está totalmente completa solamente con el relato de Caná, donde
Jesús manifiesta su gloria (2,11). Después que tal manifestación se ha producido, el
breve resumen de 2,12 nos deja en un estado de quietud: la acción ha finalizado.
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Jesús (cf. 2,11 con 12,37); un hacer conectado con los “signos” (cf.2,11 con 12,37). En
este “hacer signos” se manifiesta la “gloria” (cf. 2,11 con 12,41). En los dos contextos,
se indican dos destinatarios diversos de la activdad mediante signos de Jesús: se refiere
a los discípulos en 2,11, mientras que se refiere a una muchedumbre incrédula en 12,37-
41. En modo perfectamente espectacular, se describe, por tanto, en los dos casos una
reacción de signo positivo: creer (2,11); no creer (12,37.38.39).
Caná y la conclusión en el cap. 21. Los puntos de contacto entre el relato de Caná
y Jn 21 consisten esencialmente en la presencia del motivo de la manifestación en
ambos contextos, con función hermenéutica primaria y fundamental. La estructura
profunda de la manifestación relatada en los dos episodios presenta numerosos puntos
de contacto.
Los cuatro días, expresadas por la formula th epaurion, van recogido de dos en dos.
En Jn 1,19-2,12 hay por tanto tres partes, seguidos de un resumen con función de
cerradura.
Se pasa al primer encuentro con los discípulos (el tercer y cuarto día)
Las tres partes que componen la sección deberán ser explicadas de modo que se
note coherentemente la intención fundamental del evangelista, el cual quiere
proporcionar un relato de manifestación.
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EL TESTIONIO DE JUAN, PARA QUE EL MESÍAS SEA MANIFESTADO A
ISRAEL (JN 1,19-34).
Los primeros dos días del relato joánico (vv. 19-28 y vv. 29-34) presentan,
juntamente, el testimonio de Juan y el v. 19 constituye una suerte de títulos que abrazan
todo el desarrollo sucesivo, hasta 1,34. Mediante tal testimonio, que se realiza en el
contexto del ministerio bautismal del Bautista (cf. vv. 25-26, v. 31 y v. 33), se realiza
la manifestación de Jesús a Israel por parte de Dios (1,31).
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2. EL DISEÑO COMPLETO DEL TESTIMONIO DE JUAN PARA
ISRAEL EN 1,19-34.
La unidad de 1,24-34 es mostrada sobre todo por el hecho que, mientras en los
vv. 19-23 Juan habla de sí mismo, en los vv. 24-34 habla constantemente de Jesús: a
partir de 1,26, sus palabras tienen directamente por objeto a aquel que viene después,
el Mesias enviado por Dios, y esta orientación permanece estable hasta el 1,34. Después
se observa como, propiamente la respuesta a “¿Por qué bautizas?” (1,25) es realizada
solo por Juan solo en 1,31: signo que todo el desarrollo de 1,24 a 1,34 es concebido
unitariamente.
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b) Respuesta en presencia de Jesús (vv. 29-34)
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En el interior de ambos desarrollos, se reproduce, por tanto, el mismo
desplazamiento. Tal deslizamiento es más evidente en 1,19-23, pero debería ser
reconocido también en 1,24-34. En 1,19-23 Juan pasa de indicar a Jesús como el Cristo,
Elías, o el profeta a referirse (indirectamente) a él como Señor (vv. 22-23). En 1,24-34
se pasa de indicaciones que evocan el motivo del Mesías escondido y del mesias que
viene como esposo, al reconocer a Jesús como el Cordero de Dios, el preexistente, el
hijo de Dios, que bautiza en el Espíritu Santo.
Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes
y levitas a que le preguntarán: “¿Tú quién eres?”. El confesó y no negó; confesó: “Yo
no soy el Mesías”. Le preguntaron: “¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?” Él dijo: “No lo
soy”. “¿Eres tú el profeta?”. Respondió: “No”.
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No hay otra mención de los levitas a parte de esta en el CE. Lo mismo diremos
de los sacerdotes. Los sumos sacerdotes (o los jefes de los sacerdotes), sin embargo,
tienen un papel principal en tres contextos, de los cuales el principal es el relato de la
pasión y muerte de Jesús (14x). Los otros dos son: la controversia de los caps. 7-8; y la
decisión de llevar a muerte a Jesús en conesion con el signo de Lázaro (11,47.57;
12.10).
Los dos verbos empleados por Juan tienen en el léxico joánico una fuerte
implicación cristológica. Confesar (homologeo) en el CE (Jn 9,22; 12,42) indica la recta
profesión de fe cristológica, dada en un contexto hostil. En uno y en el otro caso, se
trata de confesar a Jesús, proclamando su identidad mesiánica; en uno y en otro caso,
el éxito de tal confesión es la expulsión de la comunidad sinagogal. Negare (arneomai)
en el CE es usado sólo para Simón Pedro (13,38; 18,25.27): es decir, él niega de ser
discípulo de Jesús.
3.1. El Cristo.
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la intervención definitiva de Dios en ayuda de Israel; por ejemplo Elías, El profeta como
Moisés, el Sacerdote ungido y, probablemente, el Hijo del Hombre. Estas figuras
pueden ser vagamente definidas mesiánicamente. El termino Mesías, con la mayúscula,
es, sin embargo, delimitado en un concepto preciso, es decir, el rey ungido de la dinastía
davídica, que establecería en el mundo el reino definitivo de Dios para Israel”1. El
mesianismo en sentido estricto implica una liberación querida en el cuadro de la
institución monárquica.
Por otra parte, Jesús es más veces definido como “el Cristo”, ya sea de algunos
personajes en la narración joánica, como por el mismo evangelista.
3.2. Elías.
El punto de partida de toda especulación sobre Elías está en Mal 3,23-24, que
retoma Mal 3,1.
Mirad os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande
y terrible. Él convertida al corazón de los padres hacía los hijos, y el corazón de los
hijos hacía los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra.
Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mi. De repente
llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando y el mensajero de la
alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del Universo.
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Brown, Introduzione alla cristología del NT, 153-159.
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En los sinópticos, Elías aparece sobre todo en tres contextos: el relato de la
muerte de Jesús (Mc 15,35-36//Mt 27,47-49); la transfiguración (Mc 9,4-5//Mt 17,3-4
y Lc 9,30.33); el diálogo que sigue a la transfiguración (Mc 9,11-13//Mt 17,10-12).
En el relato de la muerte de Jesús, Elías tiene los trazos de aquel que socorre de
la desventura; en la transfiguración, significado y función de Elías han sido
interpretados de modo muy variado, pero una sola función escatológica parece no
poderse excluir (él debe aparecer de nuevo antes del final); en el diálogo que sigue a la
transfiguración (ausente en Lc), Elías es claramente presentado como el precursor del
mesías y es identificado con el Bautista. A diferencia de Mc/Mt, Lc parece quere evitar
una explícita identificación del Bautista con Elías: para él Elías es sobre todo tipo de
Jesús como mesías profético.
En los sinópticos, por tanto, Elías aparece o como precursor del Mesías (Mc y
Mt) o como anti-tipos de un mesías profético (Lc). Podemos con toda posibilidad
afirmar que el CE no habría puesto problemas en identificar a Juan con Elías, si se
tratase simplemente del precursor del Mesías (así Mc pero sobre todo Mt); por otro
lado, un Elías mesiánico como, aquel supuesto por el CE, no sería más usado por parte
de los tres sinópticos para identificar a Juan.
¿Jesús como Elías en el CE? La lectura joánica de Elías alarga la línea marcada
ya por Lc: el personaje tiene los trazos de un profeta escatológico, de un enviado que
inaugura los últimos tiempos.
Para el CE, Juan claramente no puede en ningún modo ser identificado con
Elías; ¿quizás porque Jesús es identificado por Jn como Elías? Hemos visto como, en
los sinópticos, Elías es una de las identificaciones propuesta por la gente para Jesús y
que, en el evangelio de Lucas, Jesús es asemejado con Elías como prototipo del profeta.
Una eventual presentación de Jesús con los trazos de Elías en la cristología joánica es
muy controvertida. Más allá del CE, no sólo Jesús no se llama más así mismo Elías,
pero él no es identificado especialmente como tal, ni por otro personaje del relato, ni
por evangelista. Brown ha sostenido que el origen de la expresión “aquel que viene”
sea la especulación judaica sobre Elías: que Jesús en la teología joánica asume también
los trazos de Elías mesiánico es al menos una posibilidad.
3.3. El profeta.
¿Cómo se entiende este título? Detrás del uso de este título aparece Dt 18,15.18.
Este texto ha dado origen a la espera de una particular figura del enviado escatológico.
Jn 1,21 no constituye probablemente una referencia genérica a una figura de tipo
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profético, cuanto menos una alusión al profeta igual a Moisés, una figura de salvador
escatológico cuya espera marca sobre todo el modelo samaritano.
a) Las tres figuras propuestas van entendidas como tres posibles figuras del
mesías. La espera mesiánica no está presente solo allá donde se encuentra
empleado explícitamente el título mesías/cristo. Tres formas de la espera
mesiánica son vehiculados por los tres títulos empleados aquí: aunque Elías
y el profeta representan, más que figuras preparatorias y secundarias, figuras
de enviados escatológicos con el complimiento de inauguración de los
últimos tiempos.
b) La relación entre Jesús y estás esperas en el CE.
a. Jesús no se llama jamás a sí mismo Elías y no es identificado jamás
explícitamente como tal de algún personaje del relato. Todavía es
posible que en la teología joánica Jesús asuma también los trazos de
Elías.
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b. Jesús no se llama jamás a si mismo profeta. Es llamado así por la
muchedumbre, y quizás por dos personajes (samaritana y el ciego),
en una fase inicial de su adhesión de fe.
c. Jesús se llama a sí mismo “Cristo” solamente en un caso, altamente
sospechoso (17,3). Muestra, sin embargo, de no rechazar
frontalmente tal título (cf. la disputa de la fiesta de la dedicación). Él
es llamado así por la muchedumbre, y por el evangelista.
El hecho de que estos títulos puedan ser referidos a Jesús y que, de hecho al
menos dos lo sean, no significa que estos expresen de modo adecuado la
identidad del mesías. Estas tres identificaciones pueden ser aceptadas por la
teología del CE, pero ninguna expresa exactamente la identidad de Jesús. Elías
y el profeta son designaciones claramente insuficientes, pero también Cristo es
un título que no puede ser aceptado sin reservas.
Y le dijeron: “¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han
eviado? ¿Qué dices de ti mismo?” Él contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto:
Allanad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaias”.
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4.2. El segundo estico de la citación: El Señor.
En Jn 1,23, “El Señor” es una velada alusión sobre Jesús. Kyrios es un título
importante por el testimonio del Bautista: la alusiva referencia a Jesús como Señor
constituye el culmen de un primer desarrollo, que toma la medida de una espera di un
mesías real, de un Elías mesiánico y de un profeta igual a Moisés y se eleva hasta la
presentación de un mesías con tratos más que humanos, decididamente divinos.
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas si tú
no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: “Yo bautizo con agua;
en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no
soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Esto pasaba en Betania, en la otra
orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
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5.1. El problema puesto al v. 24.
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Solamente ahora entendemos que Juan bautiza: él ha definido en el v. 23 su
propia función y misión exclusivamente en términos de palabra, sin alguna mención al
bautismo por él administrado.
En el contexto del uso de la época, el bautismo de Juan puede ser visto como el
agua de la purificación. Entre los ritos de ablución en uso, Qumran y el bautismo
administrado por Juan se ven diferencias: el bautismo de Juan viene administrado una
sola vez y quien lo recibe es distinto da quien lo imparte. El hecho de bautizar es
claramente interpretado por los entrevistadores como un gesto escatológico/mesiánico.
La expresión “bautizar con agua” aparece tres veces en este inicio del relato:
vv. 26.31.33. Se trata de una fórmula rota, que implica un correlatio no expresado: ¿qué
se opone al agua? La oposición viene expresada únicamente en el v. 33 (“bautizar con
Espíritu Santo”).
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El personaje “que está en medio de vosotros” viene después cualificado
mediante tres aposiciones, la primera de las cuales está constituida por una preposición
relativa introducida por un pronombre al acusativo (ὅν); sujeto de la frase es “vosotros”
(ὑµᾶς): “Aquel que vosotros no conocéis” (1,26d).
Son posibles dos diversas lecturas de la frase: “En medio de vosotros está aquel
que no conocéis”, que suponen dos diversas condiciones del Bautista en el momento en
el cual él pronuncia tales palabras. A) Según algunos autores, en este punto del relato
Juan ignoraría incluso él la identidad del Mesías: sabe que está, pero no sabe quién es.
Mientras se dirige a los enviados, Juan no se encontraría, por tanto, en una situación
diversa de aquellos que le oyen: él está al fin y al cabo en la espera de Israel, pero
incluso él permanece en la oscuridad. B) Consideramos más verosímil, según la lógica
interna del relato, que en este momento Juan conocía ya a Jesús. Aquello que contará
por entero soló al día siguiente (1,29-34) ha ya acontecido: el evento que le ha
consentido identificar a Jesús (descendimiento y permanencia del Espíritu) se coloca
en un espacio cronológico precedente al inicio del relato evangelico; es decir, ha
acontecido antes del primer día contado (antes de 1,19) y no tras el primero y el segundo
día del relato joánico. (tras 1,28 y 1,29).
19
particular las palabras de Marta en 11,27, y también 1,9; 3,19.31; 9,39; 12,46; 16,28;
18,37. “Aquel que viene” es un título que el judaísmo refiere a Elías, Brown lo ha
sostenido en su comentario.
La primera función inmediata de esta frase es clarificar que quien viene después
en realidad es de un nivel más elevado que el precedente. ¿Se puede precisar el
significado del gesto de desatar la correa? A) Juan es menos que un esclavo. Esta es la
lectura comúnmente admitida. B) Juan no posee algún derecho sobre la esposa. Esta me
parece la lectura más preferible para el CE.
Cuando las autoridades judías sugirieron que Juan era el Mesías, él rechaza:
arrogarse tal título sería suplantar a aquel que tiene el derecho de esposo, poniéndolo
bajo el rito del “descalzar”. Él, el Bautista, no es un sujeto jurídicamente habilitado, es
decir, no tiene el derecho de tomar esposa; al contario, como Josué y como Moisés (cf.
Cipriano y Ambrosio) es él que debía quitar las sandalias para demostrar que no aspira
a la viña de su Señor (la viña es el pueblo: Is 5; la viña es la esposa: Ct).
Una lectura en términos esponsales de esta imagen, nos parece más sostenible,
considerando el hecho que hay un claro interés en el CE en representar al Mesías como
el Esposo. Es el mismo Juan que, en el contexto de su testimonio, describe
explícitamente a Jesús como el esposo y a si mismo como el amigo del Esposo (3,29).
Existen pocos textos joánicos en los cuales el Mesías es presentado con caracteres
esponsales: el inicio de los signos en Caná de Galilea y el encuentro con la samaritana.
En los vv. 26-27 Juan parece no haber respondido a la pregunta de los que se la
hacían en 1,25. En realidad él ha respondido de dos maneras distintas:
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ü Su bautismo no es el bautismo del enviado escatológico (Cristo, Elías, el
Profeta): es sólo un bautismo con agua.
ü Si (como aprenderemos de 1,31) el significado de su ministerio bautismal es
únicamente el de manifestar al Mesías a Israel, está claro que –dando su
testimonio sobre aquel que viene después- da razón de porque precisamente está
bautizando no siendo el Cristo, ni Elías, ni el Profeta.
5.5. La localización del episodio (v. 28): Betania al otro lado del Jordán.
Tenemos la primera indicación narrativa sobre el bautismo de Juan (cf. más allá
de los v. 25 y 26). Introduciendo el personaje en el v. 19, el evangelista no había hecho
ninguna referencia a este ministerio bautismal: simplemente había hablado de la
función de testigo con respecto al Mesías. El ministerio bautismal está subordinado e
integrado a la función testimonial.
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Se piensa en un sitio al norte del wadi Kelt, 4 km al suroeste de Jerico.
No al otro lado del Jordán.
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacía él, exclamó: “Éste es el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es quel de quien yo dije: Tras de mía
viene un hombre que está por delante de mi, porque existía antes que yo. Yo no lo
conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”.
Este segundo testimonio directo resulta articulada en dos momentos (vv. 29-31
y vv. 32-34). En 1,29 y en 1,32a encontramos, de hecho, una doble introducción
narrativa, que divide en dos partes el discurso de Juan. La repetición de algunos
motivos, en el interior de ambos segmentos, refuerza la impresión de una composición
en dos cuadros: Juan no conocía a Jesús (v. 31/v. 33), Juan bautiza con agua (v.
31/v.33).
Algunos elementos del paralelismo son bastantes convincentes, pero otros son
del todo inverosímiles. [+] Aquello que se puede aceptar es que el v. 29 y el v. 34 están
enlazados y que el v. 33 retoma muchos elementos del v. 31. [-] No se puede interrumpir
22
un periodo como sucede con el v. 33 diverso entre (b’) y (c’). El supuesto paralelismo
entre (b) y (b’) no tiene apoyos. No se entiende en que sentido el elemento (d) debe ser
central.
Los vv. 29-31 contienen una palabra del Bautista, que es provocada por la
primera aparición de Jesús sobre la escena y que se aritcula en tres momentos:
23
a Israel propuesta por v. 31 y, por otro lado, sigue al testimonio ya dado con
anterioridad.
Juan resume todo su ministerio con la expresión “para esto he venido yo, para
bautizar con agua”. El verbo ἔρχοµαι ha cualificado a Juan desde la primera aparición
en el prologo del evangelio (1,7). Se puede ver una correspondencia entre 1,7 y 1,31:
ambos pasajes cualifican a Juan con su venir, en ambos casos su venir tiene una
finalidad precisa.
Este venir mediante el bautismo, tiene una finalidad precisa, que Juan indica
mediante la frase introducida por ἵνα retomada sintéticamente de la expresión
preposicional anterior “por esto” (διὰ τοῦτο). Todo el ministerio de Juan tiene
significado únicamente en el interior de una finalidad manifestativa; su bautismo con
agua tiene solo una función de revelación. Toda la figura del precursor es absorbida en
este horizonte: a través de Juan, Jesús debe ser manifestado a Israel.
24
de este objeto, ocurre que debemos considerar todo lo que Juan ha dicho, está diciendo
y dirá de él: los títulos y la cualificación cristológica, que se encuentran en 1,19-34,
indican de modo preciso el contenido manifestado.
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Israel? Ciertamente se puede afirmar que él sea parte de Israel, pero difícilmente se
puede sostener que la manifestación de Jesús por parte de Dios, como manifestación a
Israel, sea enteramente realizada a través de lo que Dios muestra a Juan en el momento
del bautismo con agua. Si la referencia del v. 31 fuese únicamente la manifestación a
Juan, la frese sonaría: “Yo he venido para esto, para que Dios lo manifieste a mi”, lo
que no tiene mucho sentido.
26
6.4. El testimonio actual al Cordero de Dios (v. 29).
El término usado para “cordero” es ἀµνός. En el resto del NT, este vocablo lo
encontramos solamente en Hch 8,32 (una citación de Is 53) y en 1Pe 1,19. En todos, la
imagen es referida a Jesús.
El valor de genitivo “de Dios” puede ser entendido de varios modos; dos de los
cuales nos parecen los más probables: a) un calificativo= “Cordero divino”; b)un
genitivo de origen = “Cordero proveniente de Dios”.
Llama la atención la cautela con la cual los autores formulan la propia hipóteiss
sobre la proveniencia de la imagen del cordero: casi siempre estos admiten que hay un
espacio para más niveles interpretativos. Schnackenburg elenca una nutrida serie de
posiblidades: el cuarto canto del siervo (Is 52, 13-53,12); el cordero pascual del Éxodo;
el cordero de los sacrificios expiatorios de los rituales del Levítico; el sacrificio de
Isaac; el cordero inmolado del Apocalipsis, Ninguno de estos para él es del todo
convincente: el CE va más alla de esta tipología veterotestamentaria y judía.
Schneiders reasume así las tres soluciones que a su juicio son más comunes: El
cordero pascual (Ex 12,1-14); el siervo sufriente que es parangonado a un cordero mudo
mientras es degollado (Is 53,7-8); el cordero que Dios da a Abraham para el sacrificio
(Gen 22, 1-20). Para Schneiders todos los trasfondos, en su interpretación, son
necesarios para dar una plena razón al uso joánico de la tipología del cordero. En Jn
hay, de hecho, referencias explícitas a todos.
Para Bieringer el siervo sufriente del Señor, el cordero pascual, la ofrenda tamid,
el cordero apocalíptico, la aqedah, así como la mezcla de estos, son los motivos para
explicar esta crux interpretum.
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la exégesis de 1,19-2,12, claramente influenciada por la preocupación de una lectura no
sustitutorio del relato: no Jesús, sino Dios quita el pecado del mundo; no Jesús sino
Dios es el Esposo de la boda de Caná. Esta preocupación la compartimos puesto que
acentúa la cristología joánica.
ü El pecado:
Menken valora las dos diferencias existentes entre 1Jn y el CE y las discute:
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ser definitorio. Tal diferencia no pone en discursión la alusión a Is 53 en
Jn 1,29.
2. En 1Jn falta “el mundo”. “El mundo” es una adición cristiana a Is 53.
Todavía, al idea de una destinación universal de tal expiación es
claramente presente en 1Jn. También esta diferencia no es por tanto
relevante.
Queda una última cuestión: la elección de “cordero” más que “siervo”. Para
presentar a Jesús como aquel que quita el pecado, el evangelista ha elegido el termino
“cordero”, en razón de su muerte violenta.
“El mundo” indica en este pasaje “el mundo de los hombres, la humanidad” o
todo lo más “el ambiente en el cual los hombres viven”.
Entre tanto hagamos observar que el uso del participio presente con artículo
constituye un verdadero título definitorio de Jesús. El uso del participio presente con
artículo, constituye como un título cristológico: él es aquel que quita el pecado; quitar
el pecado a su vez es una función que define al cordero.
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La expresión con el participio de airô se presta a dos posibles lecturas
fundamentales. La segunda nos parece más plausibles.
A. Quita la acción del pecado, la fuerza del pecado, el imperio del pecado,
la necesidad del pecado (más que su posibilidad). En este caso:
a. El pecado al singular debe ser entendido de modo completo.
b. Airô puede ser traducido como “quito”.
c. El pecado del mundo significa “el pecado que está en el mundo”.
Este quitar la consecuencia del pecado ¿puede suceder de otro modo que no sea
la muerte? Creemos que la valencia actual de Jesús como cordero que quita el pecado
no puede ser eliminada.
30
6.4.2. Expiación y vicario: una puntualización previa.
31
de dios; al contrario, es ofrecida y cumplida por él a favor del hombre que tiene
necesidad. Es un evento salvífico que permite restablecer la relación.
Para algunos autores se trata de una imagen de victoria: este cordero no tiene
funciones expiatorias, sino tratos soberanos. Es el vencedor de la fin de los tiempos. La
imagen en su origen en la tradición apocalíptica. A juicio de Dodd, la concesión del
cordero que se encuentra en el Apocalipsis neotestamentaria proviene sin duda de la
precedente tradición apocalíptica judía, con una evidente “contaminación” cristiana:
“El cordero es el Mesías y en primer lugar el Mesías que lucha y que conquista; pero
en el escrito cristiano, que piensa en el Mesías crucificado, los animales que guía la
grey de Dios es confundido con el Cordero de los sacrificios”.
Según esta propuesta de lectura, en Jn 1,29 Jesús asumiría los trazos del cordero
victorioso de la literatura apocalíptica. Al puesto de vocablo de Jn 1,29, el Apocalipsis
utiliza otro “arníon”. El termino empleado en Apocalipsis no es por tanto el mismo del
evangelio: una dificultad que podría no ser insuperable. El cordero como guía y rey,
aparecería por el contexto en Jn.
32
desarrollado a partir del tema del siervo de YHWH, del cordero pascual y de los
sacrificios por el pecado.
¿De que modo el Cristo, en cuanto cordero pascual, realizó nuestra redención
del pecado? La teología del cordero pascual tiene mediado el personaje; todavía a Jesús
no es un cordero ofrecido en sacrificio: el es el cordero de Dios; el cordero equipado
por Dios para remover los pecados. La sangre, es e medio previsto divinamente para
purificar del pecado, para crear la comunión entre Dios y los hombres. El énfasis no es
sobre la obra expiadora del siervo que ofrece su vida, pero en la iniciativa de Dios que
provee el cordero. La expresión de 1,29 es simplemente una presentación con lenguaje
cultual de la consabida teología joánica sobre la eliminación del pecado.
Esta interpretación ha sido de nuevo sostenida por Mary Coloe. Se centra sobre
la segunda cuestión ¿por qué el evangelista une el pecado al título “cordero de Dios”?
La ofrenda tamid era para todo el pueblo y era el único sacrificio sostenido por una tasa
que cada israelita debía pagar; tal oferta tenía carácter expiatorio (Ex 30,13.16). Se
hacía dos veces al día.
a) El cordero pascual.
33
de una imagen salvífica, pero los autores como Léon-Dufour han sostenido una
connotación pascual de tipo no sacrificial: el cordero de Dios sería una imagen de
liberación y de victoria. En la gran mayoría de los casos los autores son propensos a
admitir un influjo del cordero pascual, que el evangelista lee en términos sacrificial-
expiatorio.
b) El cordero/siervo de Is 53.
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ü La interpetación mesiánica del cuarto canto del siervo de YHWH se
encuentra ya en el judaísmo precristiano. No hay dudas que para el
cristianismo primitivo el cuarto canto jugó un papel significativo en la
comprensión de Jesús en términos mesiánicos.
ü ¿A que nivle se coloca la interpretación de Jn 1,29 sobre el trasfondo de
Is 53?
o ¿Al nivel del Bautista? También si no hay pruebas que lo hubiera
efectivamente hecho, es posible que Juan hubiera considerado a
Jesús como el siervo del que habla Is.
o Sin lugar a dudas al nivel del evangelista. En el contexto del
segundo día del CE también otros elementos forman parte del
cuadro isaiano del siervo: el Espíritu sobre él y el título de
“elegido”.
Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como
un paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con
agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que
bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo
de Dios”.
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(v. 31.33), no significa por tanto que Juan ha dado testimonio, de modo consabido, a
uno que le era desconocido. Significa que, en una fase precedente al primer día del
relato evangélico (1,19-28) y por tanto, colocada fuera de la narración propiamente
dicha, Juan se encontraría en una condición de ignorancia. En el momento en el cual da
su testimonio, Juan no sabe tan bien a quien se lo da: el por qué se dice justo después.
7.2.2. “Pero quien me ha enviado a bautizar con agua, ese me ha dicho…” (v.
33b).
Esta palabra del Bautista retoma, por un lado el v.31, pero por otro lado, se lanza
al primer día del relato evangélico (1,19-28). El v.33 explicita el contraste entre bautizar
con agua y bautizar con el Espíritu, entre la actividad de Juan y aquella del Mesías.
Este pasaje nos cuenta de que modo Juan ha salido de su estado de ignorancia:
gracias a la palabra de Dios. Juan ha escrutado la Escritura de Israel y han sido esas
palabras las que Dios le ha dirigido. En ellas se habla de la relación entre el Mesías y
el Espíritu.
Las palabras del Padre a Juan se estructuran en función de esta última expresión
que tiene todo el aspecto de una fórmula de revelación. El “aquel” es posible
identificarlo sobre la base de cuanto se ha dicho con anteriridad, en la frase relativa se
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revela la identidad. Los elementos son dos: la identificación y la identidad. Tiene que
reconocer al individuo de modo preciso.
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Lo más aceptado para explicar el origen de la imagen es un comentario rabínico
a Gen 1,2 traído del Talmud babilónico: “Y el Espíritu de Dios aleteaba sobre la
superficie de las aguas como una paloma que aletea sobre sus pequeños sin tocarlos”.
Esta imagen del CE indica la visibilidad de la erogación del Espíritu.
7.4. El efecto.
Está claro que el momento de la visión coincide con aquel en que Jesús ha sido
batuizado en el Jordán. Y ¿cuándo sucede el testimonio? En el interior del relato, tal
testimonio comprende ciertamente el segundo día de la narración (1,29-34); pero
también lo que ha dicho en 1,19-28 de forma indirecta.
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7.4.3. La relación entre 1,34 y 1,33.
Hay un cierto paralelismo entre los “títulos cristológicos” de los vv. 33.34. La
expresión del v.34 es simplemente el modo en el cual Juan reformula, con sus palabras
el testimonio que el Padre ha dado de Jesús en el v.33.
Si en el v.34 Jesús es proclamado por Juan hijo de Dios, tal testimonio está
ligado al hecho que él dispensa el Espíritu: el dispensar el Espíritu es prerrogativa
absolutamente divina y solo uno que esté en relación única y estrecha con Dios puede
cumplir tal acción.
El contacto va más allá: el cordero de Dios es cualificado como “aquel que quita
el pecado del mundo”; el Hijo de Dios es tal porque bautiza en Espíritu Santo. La acción
de quitar el pecado del mundo se debe interpretar en estrecha relación con el bautismo
en el Espíritu Santo. En efecto, la tarde de la Pascua, el Resucitado comunicando a sus
discípulos el Espíritu los habilita para quitar los pecados (20,22-23).
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