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Capítulo 15
El Espíritu Santo otorga poder para que podamos hacer la voluntad de Dios

“En la obra de la redención no hay compulsión. No se emplea ninguna fuerza exterior. Bajo la
influencia del Espíritu de Dios, el hombre está libre para elegir a quien ha de servir. En el cambio
que se produce cuando el alma se entrega a Cristo, hay la más completa sensación de libertad. La
expulsión del pecado es la obra del alma misma. Por cierto, no tenemos poder para librarnos a
nosotros mismos del dominio de Satanás; pero cuando deseamos ser libertados del pecado, y en
nuestra gran necesidad clamamos por un poder exterior y superior a nosotros, las facultades del
alma quedan dotadas de la fuerza divina otorgada por el Espíritu Santo y obedecen a los dictados
de la voluntad, en cumplimiento de la voluntad de Dios” (Elena G. de White - El Deseado de Todas
las Gentes, 431, 432 – 1898 / 2MCP 213.3).

“Si se le permite a la mente natural y egoísta seguir sus propios deseos pecaminosos, obrará sin
motivos elevados, sin propender a la gloria de Dios, o al beneficio de la humanidad. Los
pensamientos serán pecaminosos, única y continuamente pecaminosos ... El Espíritu de Dios
produce una nueva vida en el alma, conduciendo los pensamientos y los deseos a la obediencia de
la voluntad de Cristo” (Elena G. de White - Nuestra Elevada Vocación, 115 – 1888 / 2MCP 300.1).

“No tienes por qué desesperarte [...]. A ti te toca someter tu voluntad a la voluntad de Jesucristo, y
al hacerlo, Dios tomará inmediatamente posesión de ella y obrará en ti el querer y el hacer su
beneplácito. Tu naturaleza entera será puesta entonces bajo el gobierno del Espíritu de Cristo, y
hasta tus pensamientos le estarán sujetos.
No puedes dominar como deseas tus impulsos y emociones, pero puedes dominar la voluntad y
lograr un cambio completo en tu vida. Sometiendo tu voluntad a Cristo, tu vida se ocultará con
Cristo en Dios, y se unirá al poder que está por encima de todos los principados y las potestades.
Tendrás fuerza procedente de Dios que te mantendrá unido a su fuerza y te será posible alcanzar
una nueva luz, la luz misma de la fe viviente. Pero tu voluntad debe cooperar con la voluntad de
Dios” (Elena G. de White - Mensajes para los Jóvenes, 150 – 1889 / 2MCP 335.4).

“El Señor nos pide que nos sometamos a su voluntad, que permitamos que su Espíritu nos imbuya
y su servicio nos santifique” (Elena G. de White - 4TI 70.1).

“Hermano O, se me ha mostrado que sus afectos están más en sus tesoros terrenales de lo que
usted se da cuenta. Está confundido en su percepción del deber. Y cuando el Espíritu de Dios
opera en su mente y lo lleva a hacer lo que está de acuerdo con la voluntad y los requerimientos
de Dios, otras influencias que no están en armonía con la obra de Dios para este tiempo le impiden
obedecer los llamados de la voluntad divina. El resultado es que su fe no es perfeccionada por las
obras” (Elena G. de White - 2TI 607.1).

(Contexto de la muerte de Pablo) “Su suficiencia no estaba en él mismo, sino en la presencia e


influencia del Espíritu divino que llenaba su alma y sometía todo pensamiento a la voluntad de
Cristo. El profeta declara: “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera;
porque en ti se ha confiado.” Isaías 26:3. La paz celestial manifestada en el rostro de Pablo ganó a
muchas personas para el Evangelio” (Elena G. de White - HAp 407).
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