Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EMPRESARIALES
SUMARIO:
I. DERECHOS FUNDAMENTALES DE LOS TRABAJADORES……..1
1. Derechos Fundamentales inespecíficos de los
trabajadores…………………………………………………………..5
II. JUICIO DE PROPORCIONALIDAD Y EXPECTATIVAS DE
DERECHO……………………………………………………………….9
III. DERECHO A LA DIGNIDAD DE LOS TRABAJADORES………….13
IV. PRINCIPIO DE IGUALDAD Y EL DERECHO A NO SER
DISCRIMINADO………………………………………………………..26
V. DERECHO A LA INDEMNIDAD………………………………………41
VI. EL DERECHO A LA INTIMIDAD………………………………………43
VII. EL DERECHO A LA PROPIA IMAGEN………………………………...71
VIII. EL DERECHO DE LIBERTAD DE EXPRESIÓN………………………77
IX. EL DERECHO DE LIBERTAD RELIGIOSA……………………………89
X. EL DERECHO DE LIBERTAD IDEOLÓGICA…………………………98
XI. LAS OBLIGACIONES DEL EMPRESARIO EN MATERIA DE
PREVENCIÓN DE RIESGOS LABORALES……………………………
106
1. Concreciones legales del deber de
seguridad………………………….107
2. Obligaciones de los
trabajadores……………………………………....137
3. Sistemas de
Prevención………………………………………………..139
4. Requisitos para la existencia de responsabilidad empresarial…………
152
5. Responsabilidad Administrativa………………………………………165
6. Responsabilidad Civil…………………………………………………169
7. Responsabilidad Penal………………………………………………..177
8. Recargo de Prestaciones…………………………………………….185
XII. EL DERECHO A LA OCUPACIÓN Y FORMACIÓN
PROFESIONAL..189
XIII. EL PODER DE DIRECCIÓN DEL EMPRESARIO: DEBER DE
OBEDIENCIA DEL TRABAJADOR…………………………………..191
XIV. EL PODER DICIPLINARIO DE LA EMPRESA………………………192
SUPUESTOS PRÁCTICOS SOBRE DERECHOS FUNDAMENTALES
PARA TRAER REALIZADOS A LA CLASE PRÁCTICA……………197
Por su parte, la Sección II, del Capítulo II, encontramos regulados los derechos
ordinarios de los ciudadanos (arts. 30 a 38).
Por su parte, en cuanto al punto segundo, esto es, el grado de protección o tutela, los
derechos fundamentales disfrutan de un grado de protección superior respecto de los
derechos ordinarios y los principios económicos y sociales.
Además, cabe destacar que el art. 90.2 de la LRJS establece que no se admitirán
pruebas que tuvieran su origen o que se hubieran obtenido, directa o indirectamente,
mediante procedimientos que supongan violación de derechos fundamentales o
libertades públicas. En consecuencia, si no se han respetado los derechos fundamentales
del trabajador en la obtención de la prueba, en este caso, en la grabación de las
imágenes, esto conllevaría la inadmisión de la prueba o la no valoración en el juicio 2.
Asimismo, el art. 90.4 establece que “cuando sea necesario a los fines del proceso el
acceso a documentos o archivos, en cualquier tipo de soporte, que pueda afectar a la
intimidad personal u otro derecho fundamental, el juez o tribunal, siempre que no
existan medios de prueba alternativos, podrá autorizar dicha actuación, mediante auto,
previa ponderación de los intereses afectados a través de juicio de proporcionalidad y
con el mínimo sacrificio, determinando las condiciones de acceso, garantías de
conservación y aportación al proceso, obtención y entrega de copias e intervención de
las partes o de sus representantes y expertos, en su caso”.
Entre los derechos consagrados en la CE, hay algunos que tienen un contenido
específicamente laboral. Así, entre los derechos fundamentales podemos citar el
Derecho a la libertad Sindical y el Derecho a la Huelga (art. 28). Por su parte, entre los
derechos ordinarios de los ciudadanos, podemos destacar: el derecho al trabajo, la libre
elección de profesión u oficio, la promoción a través del trabajo y a una remuneración
1
GOÑI SEIN, J.L., “Los derechos fundamentales inespecíficos en la relación laboral individual: ¿necesidad
de una reformulación?”, Primera Ponencia de las XXIV Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social, organizadas por la Asociación Española de Derecho del Trabajo y Seguridad Social,
Pamplona, días 29 y 30, de 2014, pág. 18. Si bien las sentencias de este Tribunal son meramente
declarativas y no directamente ejecutables, sino que para ello se deben tomar medidas internas por los
poderes públicos de cada país.
2
RODRIGUEZ ESCANCIANO, S., “Poder de control empresarial, sistemas tecnológicos y derechos
fundamentales de los trabajadores”, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2015, pág. 73.
suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia (art. 35); el derecho a la
negociación colectiva y a la adopción de medidas de conflicto colectivo (art. 37).
Finalmente, entre los principios económicos y sociales están directamente relacionados
con el Derecho laboral: el deber de los poderes públicos de fomentar una política que
garantice la formación y readaptación profesionales; velar por la seguridad e higiene en
el trabajo y garantizar el descanso necesario, mediante la limitación de la jornada
laboral y las vacaciones periódicas retribuidas (art. 40).
Ahora bien, cabe destacar que la mayoría de los derechos fundamentales, aun
cuando no tengan un contenido exclusivamente laboral, tienen, no obstante, importantes
repercusiones en el ámbito laboral, ya que, obviamente, el trabajador, además de
ostentar tal condición, no deja de ser un ciudadano y, por tanto, debe de disfrutar de
todos los derechos fundamentales que le otorga la CE, también en el seno de las
relaciones laborales3. Ya que, como ya hemos destacado, estos son directamente
aplicables y deben ser respetados no sólo por los poderes públicos, sino también por los
sujetos privados o particulares, entre los cuales se incluye a los empresarios.
3
SANGUINETI RAYMOND, W.: “Derechos fundamentales de la persona del trabajador y poderes
empresariales”, Revista Relaciones Laborales, nº. 21-22, 2012, pág. 17, TALENS VISCONTI, E., “La
expectativa razonable de confidencialidad como presupuesto de vulneración de derechos fundamentales
en la fiscalización informática llevada a cabo por el empresario”, Revista Doctrinal Aranzadi Social, nº.
51, 2013, pág. 1.
4
PALOMEQUE LÓPEZ, C., “Derechos fundamentales generales y relación laboral: los derechos
laborales inespecíficos”, AA. VV., Dir. SEMPERE NAVARRO, A. V., El modelo social en la
Constitución española de 1978, Ed. Aranzadi, Madrid, 2003, pág. 11.
esta Sección, como puede ser, el derecho a un trabajo decente 5 y que se encuentran en
los textos internacionales de Derechos humanos que España ha ratificado, de acuerdo,
con el propio art. 10.2 de la CE. En tal sentido es especialmente significativa la Carta de
Derechos Fundamentales de la Unión Europea, ya que forma parte del propio Tratado
de Lisboa otorgándole una eficacia jurídica directa 6. De este modo, los Derechos
Fundamentales contenidos en la misma se pueden invocar ante el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos y además, de forma directa, sin necesidad de recurrir previamente
ante el TC, en los casos en que el derecho no es susceptible de recurso de amparo 7.
España se encuentra sometida a las resoluciones del Alto Tribunal Europeo al haber
ratificado dicho convenio. Si bien las sentencias de dicho Tribunal son esencialmente
declarativas, dejando margen al Estado para decidir los medios concretos a utilizar para
adaptar su ordenamiento interno al contenido de las sentencias, no debemos olvidar que
la jurisprudencia de este Tribunal forma parte de nuestro ordenamiento interno,
conforme a los arts. 10.2 y 96.1 CE8.
Cabe destacar que, en este sentido, parece que se ha adelantado algo por la propia
jurisprudencia del TC, reconociendo específicamente algunos de estos derechos no
contemplados expresamente ni en la CE, ni en el ET, como tales. Así, por ejemplo, el
derecho a cambiar de turno para poder conciliar la vida familiar9.
24
DIAZ RODRIGUEZ, J.M., “Detectives y vigilantes privados en el ámbito laboral”, Ed. Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2013, pág. 76.
25
SSTC 38/1981, de 3 de noviembre, 88/1985, de 19 de julio, 4/1996, de 16 de enero, 98/2000, de 10 de
abril, 308/2000, de 18 de diciembre y 126/2003, de 30 de junio.
26
JIMIÉNEZ CAMPO, J., “Derechos fundamentales. Concepto y garantías”, Ed. Trotta, Valladolid,
1999, pág. 14.
27
GOÑI SEIN, J.L., “Los derechos fundamentales inespecíficos en la relación laboral individual:
¿necesidad de una reformulación?”, Primera Ponencia de las XXIV Congreso Nacional de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social, organizadas por la Asociación Española de Derecho del Trabajo y
Seguridad Social, Pamplona, días 29 y 30, de 2014, pág. 11.
28
STC 320/1994. A respecto, véase, CASAS BAAMONDE, Mª. E., “La plena efectividad de los
derechos fundamentales: juicio de ponderación (¿o de proporcionalidad?) y principio de buena fe”,
Revista Relaciones Laborales, nº 12 2004, pág. 1.
intereses o estar dotados de una relevancia especial, como puede ser el Derecho de
información29. Cuando se produzca un conflicto en este último supuesto se deberá
resolver mediante el juicio de comparación. En cambio, cuando el conflicto se produce
entre derechos equiparados, se deberá resolver a través del juicio de proporcionalidad,
este último se trata de un juicio no sólo de adecuación, sino también de necesidad30.
Otros en cambio opinan que en realidad se trata de una misma técnica, puesto que el
juicio de comparación conlleva un juicio de proporcionalidad, que es el que permite
establecer la prevalencia en cada supuesto concreto31. De este modo el conflicto se
resuelve mediante la ponderación a través de un juicio de proporcionalidad en sus tres
elementos: cuando está justificado, es proporcional y estrictamente necesario e
imprescindible para satisfacer tal interés 32. Siempre que no haya otra forma de hacerlo 33.
De esta forma se debe llevar a cabo un juicio de proporcionalidad que pondere todas
estas circunstancias, para determinar si la limitación del Derecho Fundamental del
trabajador está justificada34.
No obstante, esta tesis parece haber quedado truncada con el último pronunciamiento
del TC sobre uso de medios audiovisuales para la vigilancia de los trabajadores 40, en la
cual, como destaca la doctrina41, el Alto Tribunal parece plantear la legitimidad de las
facultades de vigilancia de la empresa sobre los trabajadores, desde la perspectiva del
derecho a la protección de datos personales, como un derecho autosuficiente y
autónomo del derecho a la intimidad. De tal forma que el juicio de proporcionalidad ya
no sería suficiente para delimitar las facultades de vigilancia de la empresa y ahora el
elemento clave pasaría a ser el derecho a la protección de datos personales. Sin
embargo, a mi juicio, hay que volver a plantear el conflicto en sus verdaderos términos,
como una vulneración del derecho a la intimidad personal, que debe quedar garantizado
a través del juicio de proporcionalidad, que pondere todas estas circunstancias, para
determinar si la limitación del Derecho Fundamental del trabajador está justificada. En
36
VALDÉS DAL-RÉ, F., “Poderes del empresario y derechos de la persona del trabajador”, Revista
Relaciones Laborales, nº 8, 1990, pág. 293 y BAYLOS GRAU, A., “El Derecho del Trabajo: modelo para
armar”, Ed. Trotta, Madrid, 1991, pág. 99.
37
GOÑI SEIN, J.L., “Los derechos fundamentales inespecíficos en la relación laboral individual:
¿necesidad de una reformulación?”, Primera Ponencia de las XXIV Congreso Nacional de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social, organizadas por la Asociación Española de Derecho del Trabajo y
Seguridad Social, Pamplona, días 29 y 30, de 2014, pág. 50.
38
SSTC 120/1983, 186/1996, 213/2002.
39
SSTS de 26 de septiembre de 2007 y 8 de marzo de 2011 y SSTC 241/2012 y 170/2013.
40
STC 39/2016, de 3 de marzo.
41
RODRIGUEZ ESCANCIANO, S., “Poder de control empresarial, sistemas tecnológicos y derechos
fundamentales de los trabajadores”, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2015, pág. 57.
estos justos términos, entiendo que las medidas clandestinas y discriminadas o si se
prefiere “ad hoc” de vigilancia contra un solo trabajador no superan el juicio de
proporcionalidad. Es necesario el establecimiento de medidas genéricas de vigilancia de
todos los trabajadores, siempre previa la comunicación de su existencia a los
trabajadores, para que no se vulneren expectativas de confidencialidad.
Veamos, pues como el trabajo en una empresa puede incidir sobre los distintos derechos
fundamentales en concreto:
42
SAGARDOY BENGOECHEA, “Los derechos fundamentales y el contrato de trabajo”. Cuadernos Civitas,
Thomson-Civitas, Madrid, 2005, p. 27, in extenso sobre el lugar preeminente como valor supremo que
ocupa la dignidad en el Derecho del Trabajo, pp. 50 ss.
como un “minimum invulnerable”43, valoración loable donde las haya, aún si bien ya
adelantamos, choca frontalmente con la realidad.
En todo caso, entendemos que cabe establecer una clara diferencia entre aquellas
situaciones de acoso que podríamos calificar como acoso directo, es decir, aquellos a los
que hace especial referencia el art. 4.2.e) ET en relación con el art. 10 CE; y aquellas
situaciones que podríamos calificar como situaciones de acoso laboral con carácter
indirecto, es decir, aquellos que vienen recogidos en el resto de preceptos del ET que a
continuación se detallarán.
45
CAMPOY CERVERA, I., “Una revisión de la idea de dignidad humana y de los valores de libertad,
igualdad y solidaridad en relación con la fundamentación de los derechos”, en Anuario de Filosofía del
Derecho, Tomo XXI, 2004.
46
VALDES DAL-RE, F., “Persona del trabajador, constitución, principio de igualdad”, en AA.VV., La
igualdad ante la Ley y la no discriminación en las relaciones laborales. XV Congreso Nacional de Derecho
del Trabajo y Seguridad Social, MTAS, 2005, pág. 1314.
47
En el mismo sentido BAJO GARCÍA, I., “La tutela judicial de los derechos fundamentales y libertades
públicas”, Ed. Lefebvre – El Derecho. Versión online. 2013.
En relación al primero de los grupos, esto es, el acoso que hemos encuadrado dentro de
aquel que posee un carácter directo, encontramos el maltrato psicológico que se lleva a
cabo, bien por parte de los superiores a los trabajadores de menor rango “bossing”, bien
por parte de los propios compañeros “mobbing”, todo ello contra la dignidad de la
víctima.
Existe también otra forma de clasificar el tipo de acoso sufrido en el ámbito laboral,
aunque si bien es cierto, el fondo del asunto no varía sustancialmente. Esto es,
estableciendo una diferencia entre el acoso descendente, es decir, aquel que proviene del
jefe (boss) sobre el inferior jerárquico, de ahí que sea conocido con el nombre de
“bossing”; y el acoso horizontal, esto es, aquellas situaciones de acoso generadas entre
trabajadores con el mismo rango o estatus, en relaciones de igualdad, pero con ocasión
de la posibilidad de un ascenso sólo atribuible a uno, por ejemplo.
Este tipo de clasificación, introduce una nueva tipología que si bien resulta menos
habitual, no por ello merece no ser considerada. Se trata del acoso vertical, es decir,
aquel donde las conductas de acoso proceden generalmente de un colectivo de inferiores
dirigidas al superior o responsable de los mismos, las proferidas por los trabajadores
hacia un jefe que como norma general viene provocado ante la consideración de una
excesiva juventud o falta de experiencia, por ejemplo.
De este modo, el rasgo que define sin lugar a dudas una situación de acoso laboral o
mobbing es que la conducta del agresor en cuestión, ya sea compañero o superior
jerárquico (aún cuando no se trate de un objetivo directo y buscado a propósito) tenga
como consecuencia para la víctima, aunque sea de forma subjetiva, una ofensa o cree un
ambiente que no pueda soportar.
Igualmente, merecen especial atención las Directivas de igualdad de trato y el art. 28.1
d) Ley 62/2003 en tanto y cuando hacen referencia al carácter no deseado de la
conducta, mientras el art. 7. LOIMH omite tal referencia, lo que no exigiría oposición
del sujeto a la conducta del acosador (parámetro objetivo), siendo suficiente con que
éste debiera saber que su conducta es contraria a la dignidad del acosado conforme a los
parámetros de la conciencia social imperante, trasladándose al acosador la prueba del
consentimiento del acosado o acosada48.
Dentro de ese mismo primer grupo, encontramos situaciones de acoso laboral a través
del acoso sexual en el ámbito de las relaciones laborales. El acoso sexual define como
cualquier comportamiento, verbal o físico, de naturaleza sexual, que tenga el propósito
o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona o crear un entorno
intimidatorio, ofensivo o degradante (art. 7 de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo
para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres).
Por el contrario, este tipo de conductas también pueden materializarse situaciones que
podríamos calificar como subjetivas, porque así lo ha puesto de manifiesto el trabajador,
por no ser deseadas. En este caso, puede que haya dudas de forma objetiva de que sea
una agresión, pero para la víctima, de forma subjetiva, contribuyen a crear un ambiente
no deseado, y que además, pone de manifiesto. En consecuencia, si el agresor continúa
con tal comportamiento, por la reiteración, es constitutivo de acoso (Así, por ejemplo,
decirle reiteradamente a la víctima, todos los días, lo guapa o guapo que está, pedirle
reiteradamente salir, enviarle mensajes todos los días, dejarle notas todos los días en su
taquilla, contar chistes verdes delante de la víctima a diario, etc.).
Asimismo, tal y como ocurría con la primera de las situaciones, este tipo de
comportamiento puede proceder de superiores jerárquicos, en cuyo caso, suele
48
Cuadernos de Aranzadi Social. “Discriminación en el proceso de acceso al empleo. Dimensión
sustantiva”. Estadios previos al contrato de trabajo y discriminación. Ed. Aranzadi. 2013.
manifestarse a través del chantaje sexual, esto es, condicionando el disfrute de derechos
o beneficios laborales a favores sexuales. Así, este tipo de supuestos también pueden
darse desde el mismo momento de la contratación, por ejemplo, condicionando la
contratación a cambio de favores sexuales, como posteriormente el disfrute de otros
derechos, como la promoción u otras condiciones de trabajo a la aceptación de un
comportamiento constitutivo de acoso sexual. De igual modo, este tipo de conducta
puede proceder también de los compañeros o incluso por parte de terceros (proveedores,
clientes de la empresa, etc).
Debe añadirse que una situación de acoso en el ámbito de las relaciones laborales no
requiere ni necesita que revista la gravedad suficiente para constituir un delito de acoso
sexual tipificado en el Código Penal, ya que la conducta prohibida en el ámbito laboral,
como hemos visto, puede ser de menor gravedad. En consecuencia, de haberse
planteado una querella por parte de la víctima, la absolución penal, en su caso, no
impedirá la sanción laboral, ni en su caso el despido por acoso sexual (STS de 7 de
octubre de 2008).
Decíamos al inicio del presente epígrafe que además de aquellas situaciones propias de
acoso laboral o mobbing de carácter que podríamos definir como de acoso directo,
existen otras situaciones que habíamos calificado como situaciones de acoso laboral de
carácter indirecto. Nos referimos así a aquellas situaciones que se encuentran reguladas
en los arts. 18, 20.3, 39 y 50 ET.
La diferencia entre unos y otros viene dada principalmente por cuanto en el primer
grupo, el acoso en el ámbito laboral viene dado por conductas que son ejercidas
directamente por parte del acosador a la víctima, práctica generalmente llevada a cabo
con toda la intencionalidad pero sobre todo de forma directa y sin que pueda disfrazarse
o esconderse tras excusa e incluso tipificación alguna. Por el contrario, existen
determinadas situaciones que deben ser calificadas igualmente de acoso laboral, si bien
resultan más difíciles de interceptar debido a posibles justificaciones que amparan
dichas conductas, incluso en algunas ocasiones, recogidas en el propio ordenamiento
jurídico en tanto y cuando rara vez el empresario cumple con las limitaciones
legalmente establecidas. Por tanto, a lo largo de las próximas líneas analizaremos los
preceptos que bajo nuestro criterio, contemplan este tipo de supuestos.
Establece el art. 18 ET que “Sólo podrán realizarse registros sobre la persona del
trabajador, en sus taquillas y efectos particulares, cuando sean necesarios para la
protección del patrimonio empresarial y del de los demás trabajadores de la empresa,
dentro del centro de trabajo y en horas de trabajo”, y continúa el precepto: “En su
realización se respetará al máximo la dignidad e intimidad del trabajador y se contará
con la asistencia de un representante legal de los trabajadores o, en su ausencia del
centro de trabajo, de otro trabajador de la empresa, siempre que ello fuera posible”.
Aún si bien es cierto que será un tema que volveremos a tratar en el epígrafe
correspondiente al derecho fundamental relativo a la intimidad de los trabajadores,
resulta especialmente relevante en este punto, pues resulta evidente que el registro, ya
sea sobre la persona del trabajador, sobre su taquilla si la hubiere o sobre sus efectos
particulares (por ejemplo, bolso, mochila, etc.), no es sino un método adicional de
humillación sobre la víctima, máxime si dicho registro llega a realizarse (tal y como
ocurre en muchos de los casos) frente al resto de la plantilla e incluso en presencia de
los propios superiores jerárquicos, todo ello no con el fin de establecer una pseudo
investigación que proteja el patrimonio de la empresa en un momento dado, sino a
modo de reprimenda.
Resulta evidente y más que conocido, que en la actualidad existen numerosos sistemas
alternativos y avalados incluso por el propio Tribunal Constitucional que pueden
proteger el patrimonio de la empresa sin que sea necesario aplicar sistemas de
humillación a los trabajadores que menoscaben su dignidad en el puesto de trabajo.
Entre otros ejemplos, sistemas de control a través de escáner o cámaras de vigilancia
(STC de 3 de marzo de 2016. Recurso nº 7222-2013).
Debe tenerse en cuenta una apreciación adicional, y es que la prueba obtenida a través
de este tipo de sistemas o alternativos tales como ordenador, internet, correo
electrónico, entre otros, tal y como ha venido declarando en numerosas ocasiones el
Tribunal Supremo, deben ser rechazados siempre que no exista de forma expresa,
tajante y previo, una prohibición absoluta respecto del uso para fines personales u otros
de los medios de trabajo, extremo éste verdaderamente interesante y a tener en cuenta
en el tema que nos ocupa49.
49
En el mismo sentido, VICEDO CAÑADA, L; VIDAL VIDAL, J., “Límites a los Derechos Fundamentales del
Trabajador”, Revista Doctrinal Aranzadi Social Paraf. 55/2012. Parte presentación. 2012.
Un segundo precepto que regula las situaciones que nosotros denominamos como acoso
de carácter indirecto, lo encontramos en el art. 20.3 ET que establece que “El
empresario podrá adoptar las medidas que estime más oportunas de vigilancia y
control para verificar el cumplimiento por el trabajador de sus obligaciones y deberes
laborales, guardando en su adopción y aplicación la consideración debida a su
dignidad humana y teniendo en cuenta la capacidad real de los trabajadores
disminuidos, en su caso".
En este caso nos encontramos ante una situación bien parecida al supuesto
inmediatamente anterior, y es que no son pocas las ocasiones que las empresas utilizan
mecanismos de control sobre los trabajadores, pero lejos de ser utilizados para verificar
el cumplimiento por parte del trabajador de sus obligaciones y deberes laborales
(derecho perfectamente reconocido por parte de nuestro ordenamiento jurídico), son
usados con un fin bien distinto, esto es, para conocer situaciones que corresponden a la
parcela privada del trabajador o incluso para que, una vez obtenida determinada
información y conocimiento íntima y personal del trabajador, pueda ser utilizado por el
empresario en el momento que éste precise contra los intereses del trabajador y en
beneficio del empresario.
En tercer lugar, el art. 39.1 ET establece que “La movilidad funcional en la empresa se
efectuará de acuerdo a las titulaciones académicas o profesionales precisas para
ejercer la prestación laboral y con respeto a la dignidad del trabajador”. En este
sentido, lo que se pretende fundamentalmente es que el empresario, bajo la posibilidad y
derecho que el propio ET le reconoce, así como los posibles convenios colectivos de
aplicación le conceden, no pueda utilizar la movilidad funcional como mecanismo de
represalia contra los trabajadores o para obligar a éstos a abandonar su puesto de trabajo
a través del empeoramiento de sus condiciones laborales.
Es por ello que, y en línea con la doctrina mayoritaria, puede decirse que la mayoría de
los límites tradicionales a la movilidad funcional permanecen inalterados tras la Ley
3/2012, pues “la asignación por el empresario de nuevas funciones al trabajador,
pertenezcan estas o no a su grupo profesional, debe ser acorde con las titulaciones
académicas o profesionales precisas para ejercer la prestación laboral y debe,
asimismo, respetar la dignidad del trabajador”50.
No son pocas las ocasiones en las que un empresario (nos encontremos o no ante
contratos laborales o convenios colectivos que así lo avalen), insta una modificación
sustancial de las condiciones de trabajo al amparo del art. 41.1.f) ET, y ello basándose
no en razones económicas, técnicas, organizativas o de producción tal y como exige el
art. 41.1 ET, sino con el único fin de humillar y denigrar al trabajador, a su vez, con el
único objetivo de que éste abandone su puesto de trabajo, extremo éste que no puede
sino calificarse como acoso laboral o mobbing.
Es por ello, que sin olvidar la existencia del poder de organización empresarial y la
necesaria adaptabilidad del trabajador a la actividad productiva, es decir, una facultad de
la libertad empresarial constitucionalmente reconocida básicamente en el artículo 38
CE, facultad que encuentra específicas concreciones en el poder de dirección
reconocido en el artículo 20 ET, deben establecerse importantes límites a este derecho,
y entre ellos, como es obvio, la máxima consideración al derecho de dignidad de la
persona del trabajador51.
En cambio, en otras situaciones el acoso se produce de un modo más zafio. Así, a modo
de ejemplo es el supuesto que tuvo que enjuiciar la Sala de lo Social del TSJ Castilla-La
Mancha, en la sentencia de fecha 25 de junio de 2014 (recurso número 372/2014), en el
que la empresa vino a modificar las condiciones de trabajo establecidas por la empresa,
51
En este sentido GARCÍA MURCIA, J., “Movilidad funcional y modificación sustancial de condiciones de
trabajo”, Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, nº. 58, pág. 83, cuando señaló que: “Pero
además reconoció al empresario, en algún caso de manera implícita y en otros de manera expresa,
facultades de movilidad funcional dentro de ciertos límites (art. 39, en conexión con el art. 23) y
facultades de modificación «sustancial» de condiciones de trabajo (art. 41), incluidos traslados y
desplazamientos (art. 40), siempre que ello estuviera justificado por razones técnicas, organizativas o de
producción, es decir, cuando para el buen desarrollo de la actividad empresarial se hiciera necesario un
reajuste o reacoplamiento (en sentido funcional o topográfico) de la plantilla”.
para encomendar al trabajador tareas vejatorias, como es no encargarle actividad alguna,
o dar de comer y pasear al perro del encargado, además de la realización de otras tareas
marginales, menoscabando así la dignidad del trabajador y por ende, justificando y
dando lugar a la resolución del contrato de trabajo ex art. 50.1 a) ET, cuestión ésta que
abordaremos a continuación52. Supuestos como el presente nos llevan a pensar en la
conclusión a la que ha llegado algún autor, cuando estima que “es fácil constatar cómo
en la práctica «el respeto a la dignidad del trabajador sigue siendo más un principio
normativo (deber ser) que una realidad, un dato fáctico (ser)”53.
En último lugar, el art. 50.1 ET establece que “1. Serán causas justas para que el
trabajador pueda solicitar la extinción del contrato: a) Las modificaciones sustanciales
en las condiciones de trabajo llevadas a cabo sin respetar lo previsto en el artículo 41
de esta Ley y que redunden en menoscabo de la dignidad del trabajador; b) La falta de
pago o retrasos continuados en el abono del salario pactado; c) Cualquier otro
incumplimiento grave de sus obligaciones por parte del empresario, salvo los supuestos
de fuerza mayor, así como la negativa del mismo a reintegrar al trabajador en sus
anteriores condiciones de trabajo en los supuestos previstos en los artículos 40 y 41 de
la presente Ley, cuando una sentencia judicial haya declarado los mismos
injustificados”.
El precepto, más generalista de lo que puede parecer en una primera lectura, viene a
contemplar aquellas actitudes, comportamientos o decisiones de carácter empresarial,
que puedan dar lugar a situaciones de acoso laboral o mobbing devenidas de
modificaciones sustanciales en las condiciones de trabajo tales como las planteadas en
el párrafo inmediatamente anterior. No obstante, por su utilización en grado máximo a
lo largo de los últimos años, merece especial atención la conducta consistente en dejar
de abonar el salario como parte de una situación de acoso laboral o mobbing, extremo
recogido en el apartado primero del art. 50 ET como causa de extinción de la relación
laboral a instancia del trabajador.
52
En este sentido, resulta interesante el comentario a la sentencia de la Sala de lo Social del TSJ Castilla-
La Mancha, de fecha 25 de junio de 2014 (recurso número 372/2014). Enlace:
http://noticias.juridicas.com/actualidad/jurisprudencia/5397-menoscaba-la-dignidad-del-trabajador-
encomendarle-tareas-marginales-como-pasear-y-dar-de-comer-al-perro-del-encargado/
53
MOLINA NAVARRETE, C., “Protección y eficacia de los derechos sociolaborales: balance y perspectivas
del sistema constitucional de garantías”, en AA.VV. (SEMPERE NAVARRO, A.V. y MARTÍN JIMÉNEZ, R.,
Coords.), El modelo social en la Constitución Española de 1978, MTAS, Madrid, 2003, pág. 1205.
Si bien, los tribunales son habitualmente muy restrictivos a la hora de entender que nos
encontramos ante una situación de acoso laboral ante la falta de pago del abono del
salario, existen algunas excepciones merecedoras de mención.
Por tanto, la falta de abono de los salarios, siendo éste uno de los principales rasgos de
las relaciones laborales (retribución reconocida en el art. 1.1 ET), no puede sino
entenderse como una situación de acoso laboral, pues la pérdida de dicho salario,
supone negar al trabajador su única vía de supervivencia 54, máxime cuando el
empresario no solo tiene el deber de abonar el correspondiente salario al trabajador con
carácter puntual, sino porque la ausencia de cumplimiento de dicho deber solo puede
deberse a una situación llevada a cabo a propósito y con la peor intencionalidad o por
una más que deficiente gestión, situación que nunca debe ser avalada teniendo en cuenta
la enorme variedad de mecanismos que nuestro ordenamiento jurídico contempla, que
precisamente deben utilizarse para evitar llegar a un extremo como éste55.
54
En este sentido MORÓN PRIETO, R., “La extinción del contrato por el trabajador basada en la falta de
pago o retrasos continuados: criterios judiciales y modificaciones legales”, Ed. Lefebvre – El derecho.
Versión online. 2014, cuando señaló que: “El salario constituye, además de, medio de supervivencia de
la inmensa mayoría de los asalariados, la principal contraprestación del empresario en el marco del
contrato de trabajo”.
55
En este sentido Sentencia del Tribunal Supremo. Sala de lo Social de fecha 3 de diciembre de 2013
(Rec. 141/2013): “Sobre la posible incidencia de la crisis empresarial, la Sala ha entendido que si tal
situación económica concurre impidiendo a la empresa con su obligación de pago puntual de salarios, el
ET -arts.41, 47, 51 y 52 - le posibilita acudir a diversos medios correctores [modificación de las
condiciones de trabajo; suspensión o extinción contractual], pero no puede aquélla “obtener por su
propia autoridad y contra la voluntad de los trabajadores afectados una quita o aplazamiento en el pago
de sus obligaciones salariales, por lo que de no acudir a tales figuras y persistir en su continuado
incumplimiento existe justa causa para la extinción contractual ex arto 50.1.b) ET a instancia de los
trabajadores afectados. En suma, que una situación económica adversa, ponderable a efectos de
posibilitar la modificación, suspensión o extinción de los contratos de trabajo, no es aducible, sin
embargo, para excluir la aplicación de la causa resolutoria ex art. 50.1.b) ET, ya que dicha situación no
afecta al esencial deber de abonar puntualmente los salarios” ( SSTS 25/01/99 - rcud 4275/97 -;...
26/06/08 -rcud 2196/07 -; y - sentencia precisamente de contraste- 22/12/08 -rcud 294/08 -)”.
En cuanto a los medios de protección de la víctima frente al acoso, ya sea aquellos que
corresponden al primer grupo (psicológico, como sexual), o aquellos que corresponden
al segundo grupo (artículo 18 ET, máximo respeto en los registros de la dignidad e
intimidad del trabajador; artículo 20. 3 ET, que limita las medidas de vigilancia y
control a la consideración de la dignidad humana; artículo 39 ET, relativo a la
movilidad funcional que debe efectuarse sin menoscabo de la dignidad del trabajador; y
artículo 50. 1 a) ET, resolución del contrato por modificaciones que redunden en
menoscabo de la dignidad), son varios debido al carácter pluriofensivo que puede
configurar el comportamiento.
Así las cosas, en primer lugar, el trabajador puede articular el procedimiento específico
de tutela de Derechos Fundamentales regulado en los arts. 177 y ss. Ley Reguladora de
la Jurisdicción Social (LRJS), presentando una demanda y la solicitud de la suspensión
del contrato de trabajo y la exoneración de tener que seguir trabajando mientras se
dilucide tal demanda (art. 180 LRJS), es decir, la solicitud de medidas cautelares. En
este caso, el juez podrá ordenar el cese en la conducta intimidatoria, debiendo el
empresario adoptar los medios necesarios para poner fin a dicha conducta, incluso el
despido disciplinario del agresor si fuera un compañero de trabajo y el resarcimiento de
los daños y perjuicios (art. 182 LRJS).
Puede además, el trabajador afectado o víctima por una situación de acoso laboral o
mobbing puede acudir a la vía de la extinción del contrato de trabajo por vía del art. 50
del ET tal y como ya hemos adelantado, esto es por modificación en las condiciones de
trabajo que no respetan lo previsto en el art. 41 y que atenten contra su dignidad,
impago de salarios, entre otras cuestiones. En este caso la extinción de la relación
laboral no solo otorga al trabajador el derecho a obtener la misma indemnización que
para el despido improcedente sino además a una indemnización adicional para resarcir
los daños y perjuicios del acoso (STS de 17 de mayo de 2006) y la posibilidad de
solicitar la prestación por desempleo ante el Servicio Público de Empleo Estatal.
En definitiva, a través del presente epígrafe, hemos intentado no solo ilustrar acerca del
concepto de dignidad del trabajador, sino que el texto ha venido a recoger de igual
modo todos aquellos mecanismos o instrumentos tendentes a la protección del derecho
fundamental inespecífico de la dignidad. Sin embargo, tal y como se ha podido
comprobar a lo largo del análisis, y en línea con parte de la doctrina científica
referenciada a lo largo del epígrafe, resulta palpable que aún queda mucho por hacer y
un enorme camino por recorrer para hacer posible que la dignidad no solo sea tratado
como un principio normativo sino como una realidad.
- Preceptos reglamentarios.
- Cláusulas de los convenios colectivos.
- Pactos individuales;
- Y las decisiones unilaterales del empresario.
Es por ello que el principio de igualdad, entre otras cuestiones, implica que las normas y
especialmente las decisiones unilaterales del empresario, no puedan introducir
diferencias de trato entre situaciones iguales cuando carezcan de justificación objetiva y
razonable y, por tanto, fuesen arbitrarias, y si se llevase a cabo tal extremo, éste fuese
calificado de discriminatorio con los efectos inherentes a dicha calificación.
Resulta igualmente relevante en el tema que nos ocupa y desde el punto de vista de la
regulación de carácter supranacional, tener en cuenta la Directiva 2000/78/CE, sobre el
establecimiento de un marco general para la igualdad de trato en el empleo y la
ocupación, especialmente cuando hace referencia a la Directiva relativa a la
discriminación laboral, tratando la discriminación por motivos de religión o
convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual.
Así las cosas, entendemos que debe establecerse en un primer momento, una importante
distinción entre la ausencia de igualdad o situaciones de discriminación y una diferencia
de trato perfectamente justificada. Así, son un claro ejemplo las condiciones
contractuales más beneficiosas, que mejoran las condiciones de unos trabajadores frente
a otros, siempre y cuando medie una justificación objetiva y que no sea una mera
decisión unilateral de carácter arbitraria (SSTC 7/1990, de 18 de enero y 177/1993, de
31 de mayo).
Así, como vimos, pueden mejorarse las condiciones a trabajadores que obtengan un
mayor rendimiento o a aquellos que posean una mayor antigüedad, pero en ningún caso
pueden establecerse condiciones discriminatorias para los trabajadores, esto es que por
ejemplo, no podría darse el caso de que dos personas con la misma antigüedad no
cobrasen el mismo suplemento o complemento por razón de antigüedad. Ello, porque el
art. 4.2 e) del ET, configura el derecho del trabajador a no ser discriminado tal y como
vimos en el anterior epígrafe en relación con la dignidad de los trabajadores, conceptos
que habitualmente se encuentran perfectamente interrelacionados56.
Por lo tanto, si no se trata de alguna de estas causas y tampoco de una decisión arbitraria
e injustificada, sino que se trata de decisiones o estipulaciones basadas en razones
objetivas, e insistimos, siempre y cuando no se encuentre relacionada con alguna de las
causas prohibidas del art. 17 del ET, el empresario puede llevar a cabo un trato que
podríamos denominar como desigual, que no de discriminatorio.
57
AUÑÓN NAVARRO, C., “Trabajo de investigación: procedimientos de colocación y de selección de
personal”. Pág. 19. Derecho del Trabajo I. UVEG – Facultad de Derecho.
motivado en ausencias al puesto de trabajo debidamente justificadas por encontrarse en
situación de incapacidad temporal, daba lugar a la nulidad del despido. No obstante, tras
la aprobación de dicha reforma, todos aquellos despidos producidos durante una
situación de incapacidad temporal no tienen por qué declararse ni tan siquiera como
improcedentes, siempre y cuando se justifique debidamente por el empresario y se
hayan cumplido con los requisitos formales legalmente establecidos.
Resulta cuanto menos interesante recurrir en el caso que nos ocupa al derecho
comparado. Así, en la ciudad de Nueva York, la norma niega validez a las decisiones
que discriminen a los desempleados en materia de contratación, salario o términos y
condiciones de aquélla, y sobre todo por razón de la ocupación, sencillamente porque la
falta de ocupación no es un factor que objetivamente permita detectar una menor o
distinta competencia laboral, situación que sí podría justificar un trato diferenciado y
discriminatorio. En coherencia con ello, aún con alguna excepción, se prohíbe
expresamente la publicidad de cualquier oferta de trabajo que exija como requisito de
acceso encontrarse en una situación laboral activa, o rechace las candidaturas
presentadas por trabajadores desempleados58.
Volviendo a los despidos que tienen como causa la situación de incapacidad temporal
de los trabajadores, debemos hacer una mención especial sobre aquellos despidos que
puedan comportar una situación de discriminación por circunstancias personales
relacionadas con la salud. En estos casos, el despido podría declararse nulo.
58
MARTÍN JIMÉNEZ, R., “La discriminación de los desempleados en el acceso al trabajo: el ejemplo de la
ciudad de Nueva York”, Actualidad Jurídica Aranzadi, nº. 862/2013. Parte Comentario. Aranzadi, 2013.
final del art. 14 de la CE, aunque pudiera serlo en otras circunstancias que resulte
apreciable el elemento de segregación.
Sin embargo ahora la altura no puede ser un elemento definitivo para determinar quién
será Policía. Muchos cuerpos de seguridad europeos tienen mínimos establecidos que
excluyen de sus pruebas de acceso a hombres y mujeres. Lo que durante mucho
tiempo ha sido denunciado por particulares y afectados, es ahora una cuestión europea.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha sentenciado hoy STJUE de 18 de
octubre de 2017, que exigir una estatura mínima a los candidatos a entrar en la escuela
de Policía, con independencia del sexo, puede constituir una forma de discriminación
ilegal contra las mujeres, ya que la medida perjudica a un número muy superior de
personas de sexo femenino que de personas de sexo masculino.
La alta corte de Luxemburgo reconoce que el ejercicio de determinadas funciones del
cuerpo de policía puede requerir el empleo de la fuerza física, y por eso matiza que la
normativa no constituye una discriminación indirecta prohibida si está "objetivamente
justificada" para garantizar una finalidad legítima.
El Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) subraya en cualquier caso que ciertas funciones
de la Policía, como la regulación del tráfico o el auxilio ciudadano, no necesitan de
especial fortaleza. Además, el Tribunal considera que suponiendo que todas las labores
de la Policía exigieran una aptitud física particular, "no parece que dicha aptitud esté
necesariamente relacionada con la posesión de una estatura mínima".
Por lo tanto, para el TJUE, el requisito de una estatura mínima no garantiza
forzosamente el buen funcionamiento de los servicios de Policía y sugiere que dicho
objetivo podría alcanzarse "mediante medidas que no perjudicaran tanto a las mujeres",
como una preselección en base a las capacidades físicas de los candidatos.
En el mismo sentido STS 15 de julio de 2019 para controladores aéreos militares.
En este sentido, resulta ilustrativa la STC, Pleno, S 29/2012, 1 Mar. 2012 (Rec.
2651/2005), en cuyo supuesto, el alto tribunal tuvo que resolver sobre una cuestión de
inconstitucionalidad relacionada con la convocatoria de un proceso de selección para la
provisión de nueve plazas de Oficiales de la Policía Local del Ayuntamiento de Cádiz,
incluidas en la oferta de empleo público, siete por el sistema de promoción interna, una
por el sistema de movilidad con ascenso y otra por el sistema de movilidad sin ascenso,
todo ello por cuanto dicha resolución administrativa podría haber vulnerado el art. 46 de
la Ley del Parlamento de Andalucía 13/2001, de Coordinación de Policías Locales, en el
que se fundamentaba el requisito de edad de la convocatoria, así como los arts.
23.2, 103.3, 104 y 149.1.18 y 29 CE.
La resolución judicial, tras enumerar numerosas sentencias en las que analizó el tema de
la edad como elemento diferenciador, señala que la constitucionalidad o no de la norma
que introduce la diferenciación de trato por razón de la edad, como elemento objetivo de
acceso a las funciones públicas, depende de cada caso en particular, de modo que, si no
hay una causa de justificación razonable, la norma será inconstitucional y si existe un
motivo objetivo y general de las condiciones exigidas por razón de la edad, debidamente
justificada, la norma sería constitucional.
Entiende el alto tribunal que la norma cuestionada introduce diferente trato por razón de
la edad en atención a las características de la plaza y a las consecuencias que la
cobertura de la plaza por una persona mayor de la edad establecida ocasionaría al
servicio en el municipio receptor.
Con la discriminación por razón de la edad se pretende que los funcionarios que
accedan por el sistema de movilidad a otro cuerpo de policía local de distinto municipio
lo hagan con una edad que garantice una mínima duración en el desempeño de las
operaciones operativas de dicho municipio.
Igualmente, la Sala de lo Social del Tribunal Superior del País Vasco mediante
sentencia de fecha 27 de octubre de 2015, establece una diferencia salarial entre los
trabajadores despedidos y los restantes miembros de la plantilla, de suficiente entidad
como para valorar adecuada la decisión empresarial en orden a reducir costes,
entendiendo que las diferencias mencionadas en el apartado c) del fundamento de
derecho tercero, tanto para los conductores (“todos los despedidos tienen un salario
superior en más de ochocientos euros mensuales que los tres conductores con salario
más bajo y más de quinientos euros con los dos siguientes (y, en el concreto caso del
recurrente, la diferencia es de novecientos noventa euros con los tres primeros, de algo
más de setecientos euros con los dos siguientes y de más de quinientos euros con
cualquiera de los conductores no despedidos)”, como para la administrativa son muy
relevantes. Así, la existencia de una causa económica suficientemente justificada (los
altos costes salariales de las personas despedidas) para llevar a cabo la extinción.
Así las cosas, mientras que con anterioridad decíamos que tras la Ley 3/2012 los
despidos acaecidos en períodos de incapacidad temporal del trabajador no darían lugar a
la nulidad del despido, sino a una mera improcedencia si existiesen motivos para ello, el
caso es bien distinto para aquellos trabajadores o trabajadoras que se encuentran en
59
Téngase en cuenta en este sentido la “Recomendación sobre el VIH y sida y el mundo del trabajo” nº.
200, 2010, Oficina Internacional del Trabajo.
aquellas circunstancias que contempla el art. 55.5 ET y 108.2 LRJS, por cuanto han de
ser declarados nulos los despidos acaecidos en la siguientes circunstancias:
En este sentido ahonda aún más nuestra jurisprudencia cuando entiende que la
discriminación por razón de sexo, viene proscrita por los arts. 3 y 8 de la LO 3/07 de 22
de marzo que incorpora al ordenamiento español la aplicación formación promoción y
dos directivas en materia de igualdad de trato, la Directiva 2002/73/CE, de reforma de
la Directiva 76/207/CEE, relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre
mujeres y hombres en lo que se refiere al acceso al empleo, a la formación y a la
promoción profesionales, y a las condiciones de trabajo; y la Directiva 2004/113 / CE,
la primera de ellas derogada por la actualmente vigente Directiva 2006\54. El art.8 LO
3/07 afirma que “Constituye discriminación razón e discriminación directa por razón
de sexo todo trato desfavorable a las mujeres relacionado con el embarazo o la
maternidad”. En este sentido, cabe reseñar STS de 28 de abril de 2017, que considera
nulo el despido de una trabajadora que la empresa sabe que estaba sometida a un
tratamiento de fecundación en vitro, aun cuando en el momento del despido, todavía no
se le habían sido implantados los óvulos fecundados en el útero, esto es, todavía no
estaba embarazada. El TS aclara que en este caso no se pretende equiparar la situación
de una mujer sometida a fecundación in vitro, a la que aún no le han implantado los
óvulos, con la que está embarazada, sino que lo que se discute es la licitud o no de un
despido cuando hay indicios de que el mismo obedece al hecho de que la trabajadora
está sometida a un tratamiento específico de reproducción asistida, por lo que puede
haberse producido una discriminación.
Asimismo, la propia ley, para proteger bienes jurídicos de mayor interés, puede obligar
a llevar a cabo una diferenciación de trato por motivos de seguridad. Así, por ejemplo,
aún cuando esté prohibido discriminar por razón de la edad, no obstante, la normativa
correspondiente, para proteger la integridad física y la vida del trabajador e incluso
asegurar su educación, puede prohibir la realización de determinados trabajos a
menores, debido a su especial peligro, construcción, minería, etc, e incluso prohibir por
completo la posibilidad de trabajar antes de los 16 años (salvo excepciones de
espectáculos públicos previa autorización. Art. 6 del ET, siempre garantizando la
formación). Del mismo modo, aun cuando no se pueda prohibir el acceso a la mujer a
determinados puestos de trabajo, ni a determinados turnos de trabajo, como el nocturno,
sin embargo, sí se le puede prohibir cuando la finalidad es la protección, no de la mujer
por sí sola, sino de su situación de embarazo o de maternidad. De este modo, si está
embarazada y realiza unas funciones que pueden suponer un riesgo para su salud o la
del feto (por ejemplo, trabajados con exposición a agentes potencialmente dañino para
el feto, así, si es radióloga, etc.), hay obligación de cambiar a la mujer del puesto de
trabajo a otro en el cual no existan tales riesgos, garantizando la misma retribución que
su puesto de origen o si no fuera viable por motivos justificados, la suspensión de la
relación laboral con derecho a la prestación de Seguridad Social de riesgo durante el
embarazo (art. 45 del ET, 134 y 135 de la LGSS y 26 de la LPRL).
Otras veces, la ley establece diferencias de trato más discutibles con base a intereses
menores, como puede ser el empleo nacional, de tal forma que se puede exigir un
permiso o autorización de trabajo y residencia a extranjeros (no comunitarios) para así,
poder regular la situación de empleo nacional (STC 107/1984, de 23 de noviembre). Si
bien, fuera de este supuesto, no se puede establecer ninguna otra diferenciación de
derechos laborales con respecto a los trabajadores españoles y los extranjeros no
comunitarios (SSTC 34/2004, de 8 de marzo y 236/2007 y 259/2007, de 7 de noviembre
y 19 de diciembre, respectivamente).
Asimismo, de forma general, el art. 17.3 del ET dispone que se podrán establecer cupos
y reservas de contratación de determinados colectivos que estén menos representados en
determinados oficios o puestos de trabajo, como es el caso de trabajadores jóvenes,
mayores, discapacitados, entre otros. Así, como subvenciones o bonificaciones en las
cuotas a la Seguridad Social para fomentar la contratación de estos colectivos, como se
hace con el nuevo contrato para emprendedores.
En la misma línea, las empresas podrán establecer Planes de Igualdad con medidas
específicas para conseguir la igualdad efectiva entre mujeres y hombres (art. 17.5 del
ET)60.
60
En este sentido resulta especialmente ilustrativa la guía de “implantación de planes de igualdad en
organizaciones laborales”, confeccionada por el Ministerio de Igualdad en el año 2010. Enlace:
http://www.igualdadenlaempresa.es/enlaces/webgrafia/docs/acoso-sexual-y-acoso-por-razon-de-sexo-
en-el-ambito-laboral-2010.pdf
Las discriminaciones prohibidas pueden ser tanto directas como indirectas. Las primeras
son aquellas discriminaciones que son expresas al precisar el colectivo específico al que
se dirigen o que excluyen. Las indirectas, son aquellas que, aún cuando se realicen a
través de conductas que formal y teóricamente son neutras y no discriminatorias, sin
embargo en la práctica se derivan de las mismas diferencias fácticas y consecuencias
discriminatorias sobre un colectivo (STC 145/1991, de1 de julio). Las primeras no
suelen ser las más habituales ya que la empresa, por regla general, no actúa de una
forma tan burda (aún si bien pueden encontrarse supuestos como el desarrollado en
líneas anteriores), sino que más bien lo hace de forma indirecta, especialmente en el
terreno de la retribución donde las estadísticas no dicen que las mujeres están cobrando
en general hasta un 20% menos realizando puestos de trabajo del mismo valor. Esto es
debido a que, por un lado, la mujer todavía sigue cargando con la conciliación de la vida
familiar, cuidado de hijos y mayores, lo que les dificulta el acceso a los puestos mejor
retribuidos, tanto “ab initio”, como en los procesos de promoción. Muchas otras veces
se utilizan argumentos burdos, como el mayor esfuerzo físico, aceptado por la
jurisprudencia. Así, por ejemplo, estableciendo grupos profesionales con tareas que aun
cuando sean distintas, no obstante, son del mismo valor, pero con una retribución
sustancialmente inferior en uno de ellos que, aun cuando formalmente no está fijado
específicamente para mujeres, sin embargo, en la práctica, es ocupado mayoritariamente
por las mismas, justificándose normalmente en el requerimiento de un mayor esfuerzo
físico (SSTC 58/1994, de 29 de febrero, 147/1995, de 16 de octubre, 198/1996, de 3 de
diciembre y 250/2000, de 30 de octubre).
Sin embargo, tal comportamiento debe ser considerado como una discriminación
indirecta si no se realiza a través de pruebas objetivas para la contratación de mujeres y
hombres para un grupo u otro. En efecto, aún cuando por regla general, por la propia
naturaleza un hombre quizá éste pueda tener más fuerza física que una mujer, esto no
quiere decir que una mujer no pueda realizar tareas que requieran del esfuerzo físico
requerido. Si se admitiera esto, sería tanto como admitir que las mujeres simplemente
no pueden realizar ciertas profesiones que requieren de mayor esfuerzo físico,
afirmación que sencillamente, es falsa. Por lo tanto, si una empresa contrata a hombres
para el grupo profesional que requiere de mayor esfuerzo físico (y que tiene mayor
retribución) y a mujeres para el grupo profesional que no requiere ese esfuerzo (y que
tiene menor retribución), sin más, por el sólo hecho de su sexo y género, debe
considerarse una discriminación indirecta, aún cuando haya algunos hombres en la
categoría menor retribuida y algunas mujeres en la de mayor retribución, con el mero
objetivo de disfrazar tal discriminación. Lo correcto sería establecer pruebas objetivas
(por ejemplo, levantamiento de determinados pesos durante un tiempo determinado) a
las cuales se pudiera presentar libremente todo aquél que quisiera, para determinar qué
trabajadores, con independencia de su género, son capaces de llevarlo a cabo y cuáles
no, de tal modo que la empresa pueda contratar a los trabajadores para la categoría con
mayor retribución o simplemente con determinadas características, a los que hayan
superado las pruebas, sean mujeres u hombres.
Estas discriminaciones están prohibidas, con independencia del acto que las llevará a
cabo, sea una norma, un convenio o decisiones unilaterales del empresario. Así, por
ejemplo, un convenio colectivo que excluya del abono de un complemento salarial a los
trabajadores temporales, STS de 13 de octubre de 2007.
V. DERECHO A LA INDEMNIDAD
El art. 17.1 articula como consecuencia, la nulidad de los preceptos reglamentarios, las
cláusulas de los convenios colectivos, los pactos individuales y las decisiones
61
ALAMEDA CASTILLO, M.T., “Estadios previos al contrato de trabajo y discriminación”, Ed. Aranzadi,
2013.
unilaterales del empresario que den lugar a discriminaciones en el empleo, por alguna
de las causas que contiene. Dicha nulidad puede declararse a través del procedimiento
de tutela de Derechos Fundamentales de los arts. 177 y ss. LJS o a través de los recursos
de amparo y constitucionalidad o cuestión de inconstitucionalidad.
Asimismo, serán igualmente nulas las órdenes de discriminar y las decisiones del
empresario que supongan un trato desfavorable de los trabajadores como reacción ante
una reclamación efectuada en la empresa o ante una acción administrativa o judicial
destinada a exigir el cumplimiento del principio de igualdad de trato y no
discriminación.
El art. 4.2 e) del ET, afirma que los trabajadores tienen derecho al respeto de su
intimidad, consagrado en el art. 18 CE.
62
En el mismo sentido GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, I.; MERCADER UGUINA, J.R., “Limitaciones al
alcance de la “garantía de indemnidad”: a propósito de la STC 183/2015, de 10 de septiembre del Pleno
del Tribunal Constitucional”, Revista de Información Laboral, nº. 3, 2016.
Por lo tanto, encontramos un primer punto de conflicto con los datos personales que la
empresa puede exigir o no al trabajador para dar lugar al cumplimiento del contrato del
trabajo y las obligaciones laborales que de él se deriven. Así, en primer lugar, en el
contrato de trabajo, que deberá celebrarse por escrito, aunque si bien podrá llevarse a
cabo con carácter verbal con las excepciones del art. 8.2 ET. Deberán además constar
una serie de apartados como los datos identificativos de la empresa y del trabajador,
la fecha en la que se iniciará la relación laboral y su duración, el tipo de contrato que
se celebra, las funciones (categoría profesional) que va a desempeñar el trabajador en la
empresa, el contenido o condiciones de trabajo, el periodo de prueba, la duración de
las vacaciones, la remuneración y el convenio colectivo aplicable. De igual modo,
también podrán incorporarse otros datos de carácter personal, como el nombre, el
domicilio, el NIF, teléfono, etc.
Establece el artículo 8.3 del ET, que además del contenido que debe recoger el contrato
de trabajo, el empresario está obligado a entregar a los representantes de los
trabajadores una copia básica de todos los contratos que se celebren por escrito salvo
aquellos de carácter especial correspondientes a personal de alta dirección. La regla
general consiste en que sea el interesado quien deba prestar su consentimiento para el
acceso a estos datos (art. 6 de la LOPD). Sin embargo, el propio art. 6.2 de la LOPD,
establece excepciones a ese consentimiento, entre los cuales se encuentra por ejemplo,
cuando los datos de carácter personal se refieran a las partes de un contrato o
precontrato de una relación negocial, laboral y sean necesarios para su mantenimiento o
cumplimiento, todo ello, y en palabras del Tribunal Constitucional, porque “el contrato
de trabajo no puede considerarse como un título legitimador de recortes en el ejercicio
de los derechos fundamentales que incumben al trabajador como ciudadano, que no
pierde su condición de tal por insertarse en el ámbito de una organización privada”63.
Resulta relevante en este punto analizar con mayor profundidad la materia objeto de
análisis en este punto, es decir, la intimidad de los trabajadores en relación con las
obligaciones de las empresas en materia de LOPD. Concretamente, nos parece cuanto
menos interesante introducir algunas reflexiones sobre la existencia de listas negras de
aquellos trabajadores que podemos entender como “conflictivos”. Como es bien sabido,
63
STC 171/2013, de 7 de octubre de 2013.
y sobre todo tras la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 21 de octubre de 2015 64, no
son pocas las empresas que utilizan lo que conocemos con el nombre de “listas negras”
para perjudicar a aquellos trabajadores que han reivindicado sus derechos ante la
jurisdicción social, por ejemplo, o cualquier otra acción que haga que la empresa pueda
llegar a concluir que se trata de trabajadores conflictivos, con el único fin de que éstos
no obtengan un empleo en un futuro o de que sus condiciones a futuro, sencillamente,
sean inferiores a las del resto de sus compañeros.
Sin embargo, la forma más habitual que puede verse afectada la intimidad de los
trabajadores es a través de la facultad legítima de la empresa de controlar y vigilar el
cumplimiento de las obligaciones laborales. De este modo se crea un conflicto entre los
poderes de vigilancia y control del empresario y el derecho a la intimidad de los
trabajadores que debe ser resuelto fijando los límites de esos poderes de control y
vigilancia, para establecer cuándo son legítimos y cuándo no. Consecuencia de ello, y
ante la colisión de intereses, parte de la doctrina afirma que “la modulación que el
contrato de trabajo puede producir en su ejercicio (los derechos y libertades
constitucionales del trabajador) ha de ser la estrictamente imprescindible para el
logro de los legítimos intereses empresariales, y proporcional y adecuada a la
consecución de tal fin”65.
En cuanto a los primeros, puede tratarse del propio empresario u otros trabajadores en
los cuales haya delegado éste su poder de vigilancia, pero para poder ejercer dicha
función, éstos deben ser expresamente designados para tal cometido y ser dicho extremo
conocido por el resto de los trabajadores, sin que puedan ser anónimos ni confidentes
secretos66. En contra, algunos autores entienden que sí cabe la posibilidad de que la
empresa contrate detectives privados infiltrados, que podrán captar imágenes y grabar
conversaciones, siempre que se haga de acuerdo a la legalidad convencional, esto es, la
Ley de Seguridad Privada67. Sin embargo, como esta Ley veta meridianamente la
intromisión en la intimidad, este sector doctrinal diferencia entre intimidad y privacidad,
estableciendo que durante la jornada laboral y en horario de trabajo no se vulneraría la
intimidad del trabajador, sino simplemente su privacidad, no pudiendo calificarse dicha
situación de ilegítima, ya que no se trataría de una medida desleal, puesto que ya no
existe una obligación de lealtad genérica entre las partes y que, en todo caso, quedaría
justificado por la previa deslealtad del trabajador68.
66
STS de 28 de abril de 2010. En este sentido se puede destacar la figura del “compliance officer”, que es
el trabajador encargado de vigilar el cumplimiento de las normas de la empresa.
67
Ley 5/2014, de 4 de abril.
68
DIAZ RODRIGUEZ, J.M., “Detectives y vigilantes privados en el ámbito laboral”, Ed. Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2013, pág. 86.
de cumplir la legalidad ordinaria, convencional o contractual, pero sin necesidad de
respetar los derechos fundamentales y, por ende, sin tener que superar el juicio de
proporcionalidad. La vida personal pertenece a la espera de la intimidad del trabajador
en todo caso, sin que exista zona gris alguna de privacidad que no esté amparada por el
derecho fundamental, por mucho que, en ocasiones, las facultades de vigilancia del
empresario necesiten incidir en la intimidad del trabajador para lograr su finalidad. En
estos casos, la jurisprudencia ha articulado, precisamente, el juicio de proporcionalidad
para saber si esta intromisión está justificada o no.
De otro lado, debemos reseñar que tampoco resulta justificable la utilización de los
citados mecanismos con el argumento de que, en todo caso y en última instancia, el
propio empresario o cualquier trabajador, puede denunciar a otro compañero a la
empresa si observa incumplimientos legales, por cuanto no tiene sentido alguno
diferenciar entre delatadores internos y delatadores externos infiltrados 69. No obstante, a
nuestro entender, como hemos destacado ya, hay que traer a colación aquí también las
expectativas de derecho que puedan tener los trabajadores. En efecto, el propio
empresario o cualquier trabajador puede denunciar a otro compañero, pero un trabajador
tiene unas expectativas de intimidad de mayor o menor grado cuando está con otros
trabajadores. Así, el trabajador no actuará del mismo modo cuando esté con compañeros
amigos íntimos que cuando esté delante del empresario o con personal de confianza de
la empresa o con compañeros con los cuales no mantiene una relación de amistad tan
estrecha o incluso de enemistad, porque tiene unas expectativas de intimidad distintas
en un caso y en otro. Por eso, no sería conforme al juicio de proporcionalidad, ni
conforme a las expectativas de intimidad, por ejemplo en aquellos casos en los que se
infiltrara un detective para hacerse amigo de un trabajador, con el único objetivo de
69
DIAZ RODRIGUEZ, J.M., “Detectives y vigilantes privados en el ámbito laboral”, Ed. Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2013, pág. 92.
entrar en su círculo de amigos y así poder acceder a su esfera privada. Por eso ni
siquiera el propio empresario, como veremos, puede llevar a cabo un registro
clandestino ni en la persona del trabajador ni en sus enseres personales.
Del mismo modo, y por las mismas razones, en principio, sólo se podrá controlar a los
trabajadores dentro de los límites físicos de la propia empresa, esto es, no se podrá
vigilar fuera del espacio físico de la empresa. Sin embargo, esta regla tiene sus
excepciones. A modo de ejemplo, cuando sea estrictamente necesario e imprescindible
para la verificación de obligaciones laborales. Así, el trabajador que presta sus servicios
fuera de la empresa, por ejemplo, porque es representante, vendedor, etc. Y también
para los trabajadores que desempeñan sus funciones en la empresa, pero para
cerciorarse de aquellas obligaciones laborales que se deben cumplir fuera de la empresa,
prohibición de competencia laboral, fingir una baja laboral, etc. Ahora bien, para
respetar el juicio de proporcionalidad, como hemos visto, no debe haber otros medios
posibles a disposición de la empresa para controlar las obligaciones laborales en
cuestión, sin que sea suficiente con el argumento de la mayor eficacia de las pesquisa de
un detective privado, frente a los otros procedimientos de vigilancia disponibles y que
se ajustan a la legalidad vigente. En estos casos, la jurisprudencia admite el empleo de
detectives privados, pero siempre en espacios públicos, calle, locales, tiendas, bares,
etc., donde haya otras personas que también podrían haber visto u oído lo mismo 70,
nunca en domicilios o espacios privados71.
No obstante, incluso en estos casos, hay autores que mantienen que no se puede
justificar de forma genérica el recurso de los detectives privados por el mero hecho de
limitarse a espacios públicos, pues incluso en estos casos existe una aptitud potencial de
70
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 27 de mayo de 2014.
71
SSTS de 19 de julio de 1989 y 6 de noviembre de 1990. Véase al respecto, SAN MARTIN
MAZZUCCONI, C., “Detectives, nuevas tecnologías y derecho a la intimidad de los trabajadores”,
Revista Doctrinal Aranzadi Social, nº. 81, 2007, SALCEDO BELTRÁN, M. C.: “Intervención de
detectives en las relaciones laborales”, RTSS, CEF, nº 368, 2013, págs. 114 y DIAZ RODRIGUEZ, J.M.,
“detectives y vigilantes privados en el ámbito laboral”, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2013, pág. 71 a
73.
lesión del derecho a la intimidad del trabajador, ya que incluso en los espacios públicos
se pueden llevar a cabo actos que entroncan con la esfera privada del trabajador y es por
ello, que una vigilancia no conocida puede vulnerar las expectativas de confidencialidad
que puede tener el trabajador72 y que, como hemos visto, se han convertido en un
requisito más del juicio de proporcionalidad. En este sentido, la Sentencia del Tribunal
Superior de Justicia de Madrid nº 578/07 de 27 de junio, Sala de lo Social, que vino a
declarar que el mecanismo de control y vigilancia llevado a cabo a través de detectives
privados contratados por la empresa, vulneró el derecho fundamental a la intimidad del
trabajador, en tanto y cuando no se respetaron ni cumplieron los principios exigidos por
el Tribunal Constitucional, concretamente el de idoneidad, el de necesidad y el de
proporcionalidad al tratarse de un trabajador que trabajaba desde su casa, con coche y
teléfono de la empresa y el detective le vigila 24 horas al día, incluso rebuscando entre
su basura, ya que se argumenta que la empresa disponía de otros medios menos
intrusivos, como llamar por la línea de teléfono fija de la casa.
Tampoco se podrá llevar a cabo tal cometido por el personal de seguridad, vigilantes
jurados, etc., que la empresa tuviera contratado a tales efectos, ya que su cometido es
otro, esto es, el de vigilar y velar por el patrimonio y seguridad de la empresa, pero no
para controlar incumplimientos laborales 73. En contra de esta tendencia, otros autores
defienden que los vigilantes jurados también pueden vigilar a los trabajadores y para
ello invocan la Ley de Seguridad Privada, que, efectivamente prevé que se podrá vigilar
a los trabajadores pero para evitar hechos delictivos, en concreto, nunca, a nuestro modo
de ver, para velar por el cumplimiento o no de obligaciones estrictamente de carácter
laboral.
72
ALVAREZ ALONSO, D., “Despido disciplinario, seguimiento por detective privado y derecho a la
intimidad”, Nueva Revista Española de Derecho del Trabajo, nº, 171, págs. 332 a 334.
73
FERNANDEZ VILLAZON, L.A., “Las facultades empresariales de control de la actividad laboral”, Ed.
Aranzadi, Pamplona, 2003, pág. 66
proporcionalidad e intervención mínima 74, de tal forma que el mecanismo o medida de
control sea proporcional y lo menos entrometida posible. Para ello, tanto la normativa
como la jurisprudencia exigen ciertos límites que exponemos a continuación:
Así, en primer lugar, se diferencia entre lugares de trabajo y lugares de descanso, ocio o
recreo, propios estos últimos de la esfera privada del trabajador. De este modo, mientras
se pueden emplear medios audiovisuales de control de la actividad laboral en los lugares
de trabajo, no se podrá hacer uso de dichos mecanismos en los lugares pertenecientes a
la esfera personal del trabajador. Así, vestuarios, baños, cafeterías, habitaciones de
recreo y otros análogos75.
Ahora bien, como ya había declarado el propio TC 80, quien graba una conversación de
otros atenta, independientemente de otra consideración, contra el derecho reconocido en
el art. 18.3 de la Constitución; por el contrario, quien graba una conversación con otro,
74
SSTC 98/2000 y 186/2000, de 10 de abril y 10 de julio respectivamente.
75
SSTJ de Madrid de 12 de marzo de 1992, Andalucía de 17 de enero de 1994, Galicia de 21 de abril de
1995, de Valladolid de 18 de septiembre de 2006.
76
STC 98/2000, de 10 de abril.
77
STC 98/2000.
78
STC 231/1988 y STC 197/1991.
79
STS de 5 de diciembre de 2003.
80
STC 114/1984.
es decir, con un tercero, no incurre, por este solo hecho, en conducta contraria al
precepto constitucional citado, sino que además, es necesario que la conversación
desvele aspectos que afecten a la esfera o vida personal. Por el contrario, no se vulnera
la intimidad del trabajador si se graba una conversación cuyo contenido exclusivo versa
sobre aspectos profesionales o laborales81. No obstante, a nuestro modo de ver, sería
necesario volver a insistir sobre las expectativas de confidencialidad del trabajador. Así,
puede entenderse como válida la utilización de este tipo de mecanismos en
conversaciones con el superior jerárquico o en actos formales, como entrega del
finiquito, entrevistas, negociaciones, etc, pues además, en la actualidad todos los
trabajadores disponen en el centro de trabajo de dispositivos, principalmente teléfonos
móviles, capaces de grabar conversaciones. En este sentido, como ya hemos destacado,
el trabajador no actuará del mismo modo en un acto formal o en una conversación
directa con su jefe que en una conversación privada con otro trabajador, que podría
aprovechar esta circunstancia para grabar opiniones del trabajador sobre su jefe o la
empresa, que en otro contexto, no revelaría. Por eso, creemos que es necesario matizar
que la grabación de conversaciones privadas con compañeros sí puede vulnerar el
derecho a la intimidad del trabajador grabado, por las expectativas de confidencialidad
que éste pudiera tener al tratarse de una conversación privada.
El correo electrónico, por el contrario, presenta excepciones a esta regla y los veremos a
continuación en el apartado correspondiente a fin de poder desarrollar esta cuestión con
la extensión e importancia que merece.
En tercer lugar, debe tenerse en cuenta que los medios audiovisuales deben ser
conocidos por los trabajadores, tanto su existencia, como su ubicación. No se podrán
colocar por tanto, medios clandestinos para grabar a los trabajadores sin que estos los
sepan82, de tal modo que tanto la existencia de los medios, como su concreto
emplazamiento deben ser comunicados a los representantes de los trabajadores, en su
caso, como a los propios trabajadores83.
81
STS de 20 de noviembre de 2014. En la cual una trabajadora, representante legal de los trabajadores,
graba a su jefe mientras le despide.
82
Vid. GOÑI SEIN, J.L., “La videovigilancia empresarial y la protección de datos personales”, Ed. Aranzadi,
Pamplona, 2007.
83
STSJ de Madrid 20 de diciembre de 2006.
Si bien, en contra de esta tesis, podemos encontrar otras pronunciamientos que
consideran que no es necesario notificar la existencia de estos medios visuales si
únicamente se utilizan exclusivamente para controlar los puestos de trabajo, ya que el
trabajador debe cumplir las obligaciones concretas de su puesto de trabajo de
conformidad a las reglas de la buena fe y diligencia, lo que lógicamente excluye la
realización en horario laboral de actividades ajenas al puesto de trabajo84.
Este conflicto parecía haber sido resuelto por la jurisprudencia del TC, en el sentido de
que no es necesario que el trabajador ni sus representantes conozcan el emplazamiento
exacto de los medios audiovisuales, siempre que estos se limiten a grabar
exclusivamente los puestos de trabajo, pero sí es necesario que los trabajadores y sus
representantes conozcan de la existencia de estos medios85. Esta línea jurisprudencial
además, es respetuosa con la legalidad ordinaria, que como hemos visto, conforme al
art. 64.5 del ET, se establece que la empresa debe recabar informe previo, aunque no
vinculante, de la representación legal de los trabajadores, entre otras materias, antes de
la implantación y revisión de sistemas de organización y control del trabajo.
En cuarto lugar, debe apuntarse que la utilización de este tipo de mecanismos de control
debe ser generalizada e indiscriminada, es decir, debe servir para controlar a todo un
colectivo de trabajadores, esto es, no puede ser un sistema de control discriminatorio,
por lo que no sería acorde a la ley si se utilizase para controlar a un trabajador en
concreto86. Así, el mal llamado test de honestidad, como es el caso de empresas que
ponen a disposición de un trabajador un billete de determinado valor de forma visible en
la caja a un cajero o cajera, que no conste, para poder comprobar si el trabajador se lo
queda o no. Sin embargo, la primera posibilidad, se ha admitido cuando sea de forma
puntual y temporal, tras acreditadas razonables sospechas de incumplimientos
contractuales y sea empleada con la exclusiva finalidad de la verificación de tales
hechos, comprobar que no se trata de un hecho aislado o de una confusión, sino de una
conducta ilícita reiterada87.
84
STSJ de Cataluña de 5 de julio de 2000.
85
SSTC 241/2012 y 170/2013
86
STSJ de Valladolid de 18 de septiembre de 2006.
87
STC 186/2000, de 10 de julio.
Esta posibilidad, esto es, la utilización de medios clandestinos e individualizados parece
ser ahora el criterio por el cual se ha declinado finalmente el Alto Tribunal en su
pronunciamiento más reciente al respecto (STC 39/2016, de 3 de marzo), al argumentar
que esta facultad de control viene legitimada por el art. 20.3 del ET, que expresamente
faculta al empresario a adoptar medidas de vigilancia y control para verificar el
cumplimiento por los trabajadores de sus obligaciones laborales. Esta facultad general
de control prevista en la ley, legitima el control empresarial del cumplimiento por parte
de los trabajadores de sus tareas profesionales y el consentimiento de los trabajadores a
tales efectos viene implícito en la celebración del contrato de trabajo. Además, es
suficiente con la existencia de varios distintivos desplegados por la empresa en las
instalaciones que anuncien la presencia de instalación de cámaras y captación de
imágenes. En el mismo sentido, STS 77/2017 de 31 de enero 2017.
88
SSTS de 26 de septiembre de 2007 y 8 de marzo de 2011 y SSTC 241/2012 y 170/2013.
de sanciones disciplinarias por incumplimientos del contrato de trabajo. De lo contrario,
las sanciones, entre las cuales puede encontrarse un posible despido, serán nulas89.
En contra, se puede mantener, tal y como afirma el Alto Tribunal, que es suficiente con
el mero conocimiento de los trabajadores de la existencia de tales medios, dando por
hecho que los trabajadores deben conocer que tales medios se encuentran destinados
para el control del cumplimiento de las obligaciones laborales y que por lo tanto, se
pueden sancionar los incumplimientos que se constaten a través de los mismos90.
No obstante, a nuestro parecer, el trabajador puede pensar que los medios tienen otras
finalidades, como el proteger el patrimonio de la empresa ante robos o hurtos y no para
control del cumplimiento de obligaciones laborales como, por ejemplo, el horario o que
tienen una finalidad meramente disuasoria.
Así las cosas, entendemos que las medidas de vigilancia clandestinas, tomadas “ad hoc”
contra un trabajador, de forma discriminada, no superan el juicio de proporcionalidad
necesario para poder limitar su derecho fundamental a la intimidad. Sería tanto como
decir que la celebración de un contrato de trabajo, vaciaría ya de por sí, el contenido del
ejercicio de derechos fundamentales, ya que la empresa puede condicionarlos no sólo
sin el consentimiento del trabajador, sino ya ni si quiera con la previa información
necesaria al trabajador y, por lo tanto, sin haber establecido claramente las reglas del
juego. Si el trabajador no es libre para disponer a través del contrato de trabajo, de los
derechos que le reconocen las Leyes y los convenios colectivos, conforme al art. 3.5 del
ET, con mayor razón, no pueden disponer a través del contrato de trabajo, de los
89
STC 29/2013, de 11 de febrero.
90
TALENS VISCONTI, E., “Videovigilancia mediante cámaras fijas y protección de datos en el ámbito
laboral”, Revista Aranzadi de Derecho y nuevas tecnologías, nº. 33, 2013, pág. 250.
91
STS de 13 de mayo de 2014.
derechos fundamentales que le son inherentes por su condición de persona, de
ciudadano.
Ahora bien, el Alto Tribunal no parece entrar a valorar si este caso es lesivo para con el
derecho a la intimidad, consagrado en el art. 18.1 de la CE, sino que parece situar el
conflicto en el ámbito del derecho a la protección de datos de carácter personal,
garantizado en el art. 18.4 del texto constitucional 92. Así, como destaca parte de la
doctrina93 científica, el Alto Tribunal parece plantear la legitimidad de las facultades de
vigilancia de la empresa sobre los trabajadores, desde la perspectiva del derecho a la
protección de datos personales, como un derecho autosuficiente y autónomo del derecho
a la intimidad, de tal forma que el juicio de proporcionalidad ya no sería suficiente para
delimitar las facultades de vigilancia de la empresa y ahora el elemento clave pasaría a
ser el derecho a la protección de datos personales.
92
En este sentido, vid. RODRIGUEZ ESCANCIANO, S., “Poder de control empresarial, sistemas
tecnológicos y derechos fundamentales de los trabajadores”, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2015, pág.
57.
93
RODRIGUEZ ESCANCIANO, S., “Poder de control empresarial, sistemas tecnológicos y derechos
fundamentales de los trabajadores”, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2015, pág. 57.
está justificada. En estos justos términos, entiendo que las medidas clandestinas y
discriminadas o si se prefiere “ad hoc” de vigilancia contra un solo trabajador no
superan el juicio de proporcionalidad, siendo por tanto necesario el establecimiento de
medidas genéricas de vigilancia de todos los trabajadores, siempre que exista una
comunicación previa de su existencia a los trabajadores, para que no se vulneren
expectativas de confidencialidad.
En este sentido, también se han permitido el registro de la huella dactilar como medio
de control de acceso al trabajo, con el argumento de que no se hace en forma de
fotografía, sino que se reconduce a una serie de datos numéricos, lo que la hace
94
RODRIGUEZ ESCANCIANO, S., “Poder de control empresarial, sistemas tecnológicos y derechos
fundamentales de los trabajadores”, Ed. Tirant Lo Blanch, Valencia, 2015, pág. 73.
irreconocible a simple vista y por ende no supone una intromisión de la intimidad del
trabajador95.
Sin embargo, no puede decirse lo mismo sobre los dispositivos de localización por GPS
instalados en el vehículo de la empresa, cuando tal circunstancia no haya sido
comunicada previamente por la empresa al trabajador. Los datos que emplea la empresa
para sancionar tienen un carácter personal y por lo tanto, el haberlos obtenido y
utilizado sin el conocimiento del trabajador, vulnera la intimidad personal del
trabajador, consagrado en el art. 18.1 de la CE, así como su derecho a la protección de
datos personales, consagrado en el art. 18.4 de la misma norma fundamental y en la Ley
Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal. Es así, porque le permite a la
empresa tener acceso a parcelas de la vida privada del trabajador fuera del horario de
trabajo, lo que incide directamente sobre su derecho a la intimidad.
Por el contrario, resulta especialmente ilustrativa y por ello, merece especial atención
(aún contraria con la línea doctrinal mayoritaria) la Sentencia del TSJ de Galicia, de 6
de junio de 2014, que valoró despido de carácter disciplinario de un trabajador que
prestaba sus servicios en una empresa de seguridad en el que se utilizó como prueba
para acreditar los incumplimientos laborales del empleado, la información obtenida del
GPS instalado en el vehículo que el actor utilizaba para llevar a cabo su trabajo. En este
caso, el tribunal entiende que la empresa no vulneró en ningún momento su derecho a la
intimidad personal (artículo 18.1 de la CE), en tanto y cuando, "el uso de medios y
dispositivos tipo GPS no se pueden considerar ilícitos, pues la empresa tiene un claro
interés en tener localizados sus vehículos, lo que no incide en la violación de ningún
derecho fundamental”. Además el Tribunal entiende que la instalación del GPS se
justifica también por cuanto el trabajador prestaba sus servicios fuera de las
dependencias de la empresa, no estando sujeto a un control directo por el empresario,
considerando que el GPS es un medio adecuado y proporcionado de vigilancia y control
que no afecta a la intimidad personal.
Sin embargo, en línea con lo que decíamos, la Sentencia del TSJ de Madrid, de 21 de
marzo de 2014, ante un despido de carácter disciplinario, en este caso de un gestor de
cuentas que prestaba sus servicios con un vehículo cedido por la empresa para ese uso,
95
Véase al respecto SELMA PENALVA, A., “El control de acceso por medio de huella digital y sus
repercusiones prácticas sobre el derecho a la intimidad de los trabajadores”, Revista Doctrinal Aranzadi
Social, nº. 9, 2013.
que disponía de un dispositivo GPS. En este supuesto, el tribunal llega a una conclusión
contraria a la citada con anterioridad y que además se encuentra en línea con nuestra
opinión y con la del propio Tribunal Constitucional. En este caso, el Tribunal considera
que el GPS permite a la empresa conocer en todo momento no sólo el posicionamiento
del trabajador por razones de seguridad, sino también el lugar exacto en que éste se
halla tanto dentro como fuera de la jornada laboral. Si bien, en este caso, el trabajador
conocía que el vehículo poseía un GPS, pero el tribunal entiende que, dado que no se le
informó de que se iba a utilizar como sistema de control de su trabajo, el posterior
tratamiento de los datos obtenidos con una finalidad completamente distinta de la
anunciada en su día por parte de empresa, implica que las información extraída del GPS
y su aportación como medio de prueba en sede judicial para demostrar un
incumplimiento contractual lesiona los derechos fundamentales del trabajador,
constituyendo la instalación del citado dispositivo una injerencia grave en la vida
privada del empleado.
96
STSJ de Madrid 260/2014, de 21 de marzo. En el mismo sentido, Agencia Española de Protección de
Datos en su Informe 193/2.008, STEDH de 2 de septiembre de 2010, STS de 5 de diciembre de 2003 y
STSJ del País Vasco de 10 de mayo de 2011.
3. Registros personales
En este sentido, tal y como declaró el Tribunal Supremo mediante la STS de fecha 26
de septiembre de 2007, el artículo 18 ET atribuye al empresario un control que excede
del que deriva de su posición en el contrato de trabajo, quedando fuera del marco del
artículo 20 ET. Se trata por tanto de un control de vigilancia vinculado a la defensa del
patrimonio empresarial o del patrimonio de otros trabajadores de la empresa; y se
refiere a bienes que entran dentro de la esfera personal del trabajador -incluida la
taquilla que aunque sea un bien mueble de la empresa está cedida en su uso al
trabajador-.
De este modo los registros sólo se podrán llevar a cabo cuando se tenga una sospecha
fundada de que un trabajador estuviera sustrayendo bien material de la empresa o de
otros compañeros.
En cuanto al concepto de efectos particulares, debemos señalar que se entienden por tal,
además de la taquilla y el despacho o lugar de trabajo, cualquier mobiliario que utilice y
donde guarde enseres personales, armarios, cajones, así como el propio vehículo
particular si lo estaciona en el parking de la empresa, el correo que le pudiera llegar a la
empresa a su nombre, etc.
Ahora bien, a tales efectos, es necesario que la empresa haya establecido previamente
las reglas de uso del correo electrónico de la empresa y que, para poder vigilar el
contenido de los mismos, es necesario que haya establecido previamente, y de forma
meridiana, la prohibición total y absoluta del correo electrónico de la empresa para uso
personal de los trabajadores100, de tal modo que no exista una expectativa razonable de
97
SSTS de 11 y 28 de junio de 2000.
98
STS de 26 de septiembre de 2007 y STC 241/2012 de 17 de diciembre.
99
TALENS VISCONTI, E., “La expectativa razonable de confidencialidad como presupuesto de
vulneración de derechos fundamentales en la fiscalización informática llevada a cabo por el empresario”,
Revista Doctrinal Aranzadi Social, nº. 51, 2013, pág. 2.
100
STS de 6 de octubre de 2011 y STEDU de 5 de septiembre de 2017. Que determina que serán los
Tribunales de cada país quienes estimarán el alcance necesario de la advertencia de la empresa a los
trabajadores de la prohibición del uso del correo para fines personales.
confidencialidad, sino que el trabajador tenga conciencia que se le puede vigilar el uso
que haga de los medios informáticos y sancionar un uso incorrecto del mismo, para así
superar el juicio de proporcionalidad101. En consecuencia, no se puede considerar una
comunicación confidencial a través de un canal cerrado 102. Tal prohibición puede fijarse
directamente con el trabajador, bien verbalmente (en cuyo caso pueda haber un
problema de prueba, que se puede solucionar a través de testigos, etc.), por escrito,
contractualmente o, conforme al TC, también indirectamente a través de cláusulas del
convenio colectivo aplicable, siempre que sea expresa y clara103.
101
STS de 23 de octubre de 2018.
102
STC 241/2012, de 17 de diciembre. Así, tampoco existiría dicha expectativa razonable de
confidencialidad cuando el ordenador utilizado no sea de uso personal, sino colectivo. STS de 6 de
octubre de 2011. Vid. TALENS VISCONTI, E., “La expectativa razonable de confidencialidad como
presupuesto de vulneración de derechos fundamentales en la fiscalización informática llevada a cabo por
el empresario”, Revista Doctrinal Aranzadi Social, nº. 51, 2013, pág. 3.
103
STC 170/2013, de 7 de octubre.
104
TALONS VISCONTI, E., “La prohibición de uso extralaboral de los equipos informáticos establecidos en
convenio colectivo”, Revista Aranzadi de Derecho y nuevas tecnologías, nº. 34, 2014, págs. 298 a 302.
Esta remisión genérica no puede a nuestro juicio superar el juicio de proporcionalidad 105
al no romper la expectativa de confidencialidad del trabajador ya que le da a entender
que la empresa podrá constatar, de forma genérica, el uso indebido del correo, mediante,
por ejemplo, la revisión y control del historial o la bandeja de entrada de los correos
electrónicos recibidos y remitidos e imponerle una sanción leve, pero que en ningún
caso le faculta para abrir los correos y despedirle, facultad, esta última, que sólo se
puede fundamentar en una prohibición absoluta del uso de los medios informáticos para
cuestiones personales y la advertencia previa de que dicha prohibición podría conllevar
la facultad de fiscalizar el contenido del correo, para superar las expectativas de
confidencialidad del trabajador. Prohibición que, por supuesto, puede establecerse en
convenio colectivo, pero en estos términos específicos señalados y no sobre la base de
una infracción leve genérica sobre el mal uso de los medios informáticos.
Sin embargo, algunos autores van aún más allá en su argumentación y mantienen que
“la prohibición en convenio colectivo de un uso extralaboral del correo electrónico no
puede ser presupuesto válido sin más, para entender que en su ámbito de aplicación no
hay expectativas razonables ni de intimidad ni de secreto de las comunicaciones. Entre
otras razones porque si las leyes que regulen derechos fundamentales deben respetar el
contenido esencial de los mismos por imperativo constitucional, no es entendible que a
la prohibición en convenio colectivo se le pueda otorgar un alcance tal que invalide tales
derechos en el seno de las relaciones laborales. Máxime si del secreto de las
comunicaciones se trata, afectable sólo por resolución judicial, tal como prescribe el art.
18. 3 CE.”106.
A nuestro modo de ver, en todo caso, es necesario distinguir entre espacios abiertos y
comunicaciones con destinatarios concretos. Las consecuencias por tanto no serían
iguales en todos los casos, dependiendo del contexto en el que se realicen. Así, en un
blog que posee un carácter abierto, la empresa podría hacer uso de la información que
contiene, en tanto se realiza en un medio de difusión en el que puede acceder todo aquel
que lo desee, no encontrándose sujeto a restricción de acceso. Por consiguiente, no
105
En el mismo sentido, vid. SEPÚLVEDA GÓMEZ, M., “Los derechos fundamentales inespecíficos a la
intimidad y al secreto de las comunicaciones y el uso del correo electrónico en la relación laboral.
Límites y contra límites”, Revista Temas Laborales, nº. 122, 2013, pág. 210.
106
SEPÚLVEDA GÓMEZ, M., “Los derechos fundamentales inespecíficos a la intimidad y al secreto de las
comunicaciones y el uso del correo electrónico en la relación laboral. Límites y contra límites”, Revista
Temas Laborales, nº. 122, 2013, pág. 210.
requiere el consentimiento de un tercero para su utilización. Asimismo, se podría
controlar las direcciones y las páginas web visitadas por el trabajador, etc. Cuestión
distinta es el contenido del correo electrónico remitido desde un ordenador de uso
personal con usuario y contraseña.
Por ello, entendemos que en este caso, o existe una normativa específica convencional o
contractual o códigos de conducta interno o protocolos sobre el uso del correo
electrónico, prohibiendo el uso por razones personales específicamente o, de lo
contrario, los trabajadores tienen unas expectativas de derecho que obligará a la
empresa a informar expresamente y con carácter previo, antes de poder acceder al
correo electrónico, y además la información obtenida sólo se podrá utilizar para la
finalidad comunicada al trabajador.
Ahora bien, es preciso destacar a continuación que en este supuesto concreto, no sólo se
incide sobre el derecho a la intimidad del trabajador (art. 18.1 de la CE), sino también
sobre el derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 de la CE) y que en este
ámbito, en concreto, el texto constitucional exige una autorización judicial previa para
poder acceder a las comunicaciones y para que, en consecuencia, la prueba sea lícita.
Sin embargo, la jurisprudencia ha mantenido que tal condicionante sólo es exigible en el
ámbito del procedimiento penal. En efecto, el TS distingue entre el ámbito penal y el
ámbito social o laboral. En el primero, los principios y las garantías que caracterizan el
procedimiento penal exigen, en opinión de la Sala Segunda del TS, la aplicación de
criterios más rigurosos y estrictos para poder justificar la injerencia en el derecho al
secreto de las comunicaciones de los imputados, y evitar una vulneración de los
derechos que el imputado tiene reconocidos en el proceso penal.
La Sala de lo Penal afirma que, para que las comunicaciones de los trabajadores
interceptadas por el empresario tengan valor y eficacia probatoria en la jurisdicción
penal, resultará siempre necesaria la autorización e intervención judicial, según
contempla el art. 18.3 de la Constitución Española, con algunas excepciones como son
los denominados datos de tráfico, por ejemplo la posible utilización del equipo
informático para acceder a otros servicios de la red como páginas web, etc., e incluso
los mensajes que, una vez recibidos y abiertos por su destinatario, no forman ya parte de
la comunicación propiamente dicha107. Pero estos supuestos excepcionales sí quedarían
amparados por el derecho a la intimidad, y por lo tanto, les serían aplicables las
garantías que hemos visto sobre juicio de proporcionalidad y expectativas de derecho, a
mi modo de ver.
Por lo tanto, a nuestro criterio, actualmente en el orden social, para que se puedan
interceptar los correos electrónicos de los trabajadores y tengan valor y eficacia
probatoria en la jurisdicción social, es necesario bien el conocimiento previo por parte
del trabajador de esta cuestión o bien una autorización e intervención judicial previa,
pues se trata de supuestos amparados por el art. 18.3 de la CE.
Lo mismo ocurre con las conversaciones telefónicas, pues pese a que la línea y los
aparatos sean propiedad de la empresa y corran a su cargo, pues el empresario no puede
escuchar o grabar las conversaciones telefónicas sin el conocimiento expreso del
trabajador. Del mismo, los correos electrónicos no pueden tener un tratamiento distinto.
107
STS de 16 de junio de 2014.
el art. 4.2 e) del ET, o lo que es lo mismo, el derecho a la intimidad de los trabajadores
y, en consecuencia, como hemos destacado antes, en todo caso, es necesario distinguir
entre espacios abiertos y comunicaciones con destinatarios concretos.
En los primeros, la empresa puede hacer uso de los medios sin el consentimiento del
trabajador. Así, por ejemplo, blogs, controlar las direcciones y las páginas web visitadas
por el trabajador, etc. Cuestión distinta es el contenido del correo electrónico remitido
desde un ordenador de uso personal con usuario y contraseña, aunque sea para acceder a
correos que el trabajador ya hubiese abierto y leído, pero no hubiese borrado. En estos
casos, o existe una normativa específica convencional o contractual o códigos de
conducta interno o protocolos, sobre el uso del correo electrónico, prohibiendo el uso
por razones personales específicamente o, de lo contrario, los trabajadores tienen unas
expectativas de derecho que obligará a la empresa a informar expresamente antes de
poder acceder al correo electrónico y además la información obtenida sólo se podrá
utilizar para la finalidad comunicada al trabajador. Todo ello para superar el juicio de
proporcionalidad.
Es necesario señalar, asimismo, respecto del correo electrónico, que en los supuestos en
los que la dirección del correo electrónico pueda dar lugar a ofrecer información sobre
la persona que es titular del mismo ya sea a través del nombre y apellidos e incluso
cuando dichos datos no estén referenciados como tal o pueda desprenderse de la
dirección de correo, la Agencia de Protección de Datos determina que dicha
información tiene carácter de dato personal, y en consecuencia, la aplicación y
protección que la LOPD ofrece en este sentido108.
En cuanto a las redes sociales, en la práctica, es frecuente que en las empresas los
propios compañeros de trabajo tengan relaciones de amistad entre sí en las redes
108
TÉLLEZ AGUILERA, A., “Nuevas Tecnologías. Intimidad y Protección de datos. Estudio sistemático de la
Ley Orgánica 15/1999”, Ed. Edisofer, Madrid, 2001, pág. 115 y ss.
sociales, lo que da a lugar a que lo que allí se diga o se comparta, llegue a ponerse en
conocimiento de todos los miembros de la red. En el supuesto de que uno de los
trabajadores realice comentarios a modo de insultos o injurias, siendo un acceso
restringido, limita la respuesta de la empresa en tanto que existe cierta privacidad en los
comentarios realizados. No obstante, esto no ha sido óbice para la respuesta de ciertas
empresas. Uno de los medios utilizados por las empresas para acceder a los materiales
subidos a la red o a los comentarios realizados ( . STSJ País Vasco 26 de octubre de 2010,
STSJ Andalucía de 10 de noviembre de 2011, STSJ de Madrid de 25 de mayo de 2011 y STSJ de
la Comunidad Valenciana de 8 de febrero de 2011), se ha basado en que uno de los amigos
de la persona que realizó los comentarios que al mismo tiempo es trabajador de la
empresa hace saber a los superiores las circunstancias ocurridas, momento en que la
empresa interviene contra el trabajador. ¿Es esto lícito? ¿Supone una conculcación de
los derechos a la intimidad y al secreto de las comunicaciones?
Se podría argumentar que la persona que accede a la información está habilitada para
ello en tanto en cuanto está considerada como amigo respecto de las normas propias de
la red social, y en consecuencia no hay intromisión alguna si el propio trabajador es
quien da consentimiento de los hechos a la empresa. Si por el contrario, es la propia
empresa quien hace un uso no permitido de la red y accede a la información sin el
consentimiento de ninguna de las partes implicadas en la comunicación, implicaría la
nulidad de la sanción o del despido por la ilicitud en su obtención.
De todos modos, cabe recordar ahora, como ya hemos señalado antes, que se trata de
comunicaciones abiertas o públicas, esto es, aquellas que se realizan a través de un canal
del que no puede predicarse su confidencialidad, siendo de fácil acceso por parte de
cualquier usuario, sin necesidad de una clave de acceso, sino siendo suficiente estar
registrado y que los datos o mensajes se pueden reenviar por cualquier otro usuario.
Incluso, en la práctica, muchas veces, ni siquiera es necesario estar registrado en la red
social en cuestión, sino que es suficiente con hacer una búsqueda de la materia en
cualquier buscador, tipo Google, para obtener tal información.
Ahora bien, siempre y cuando lo que se haya dicho por el trabajador en dichas redes
acoso a compañeros, etc. Sin embargo, si el trabajador ha proferido insultos, esto es,
supuestos en que hubiera un código ético en la empresa que prohibiera dichas conductas
hubiera incumplido ninguna obligación laboral. En efecto, si vemos el art. 54 del ET,
que establece las causas de despido disciplinario, tanto la letra c) que contiene el
supuesto de ofensas verbales, como la letra g) que contempla el caso de acoso por
empresa. Por lo tanto si las ofensas se vierten sobre personas ajenas a la empresa, no
hay un tipo específico de causa de despido disciplinario en el art. 54 del ET. A lo sumo,
ello llegara a perjudicar a la empresa, se podría aplicar la letra d) del art. 54 del ET,
perdido la confianza en el trabajador. De todos modos, sería muy discutible, más bien
sancionar por parte la empresa, si supone una disminución del rendimiento normal o
pactado por estar con el móvil y no hacer su trabajo, o también por transgresión de la
procedente.
4. Reconocimientos médicos
El control y la vigilancia se puede efectuar asimismo, como hemos destacado, a través
de reconocimientos médicos, bien para controlar el absentismo del trabajador, bien para
controlar la situación sanitaria del mismo.
En el primer supuesto, el control médico tiene una doble finalidad. Por un lado,
controlar el absentismo del trabajador a efectos de la imposición de sanciones (incluidas
el despido, ya sea el despido disciplinario del art. 54 a) del ET o el objetivo, por vía del
art. 52 d), si a juicio de la empresa no estuviera justificado; y por otro, facultar al
empresario para poder determinar la suspensión de los derechos económicos que
pudieran existir a cargo del empresario por dichas situaciones si el trabajador se niega a
someterse al referido reconocimiento. Las denominadas mejoras complementarias que
pudieran establecer los convenios aplicables en el caso de bajas por accidente o
enfermedad (ya que en estos casos, la prestación de la Seguridad Social no cubre el
100% del salario, 60% o 75%, dependiendo de los casos, muchos convenios contienen
complementos de IT para completar la prestación, a cargo de la empresa, hasta el 100%
durante la baja).
Debida a esta doble finalidad, el empresario podrá realizar tales controles haya o no
haya prestación económica complementaria a cargo de la empresa, no pudiendo los
trabajadores negarse a que la empresa controle sus estados de enfermedad, siempre y
cuando las pruebas médicas se limiten a verificar la veracidad de las causas alegadas
para causar las bajas correspondientes.
Ahora bien, con base en el art. 20.4 del E.T., es fácilmente observable que tales
prerrogativas, en cualquier caso, se limitarían en realidad, de acuerdo con el referido
precepto, a la posibilidad de suspender el pago de la prestación cuando el trabajador se
negara a someterse al correspondiente reconocimiento médico que le impusiera el
empresario, pero ninguna facultad se desprende en el caso de que realizado el citado
reconocimiento, se discrepara respecto a la necesidad de continuar la situación de baja.
Así, por ejemplo, los puestos de trabajo que puedan conllevar riesgos de sufrir
enfermedades profesionales (art. 196 de la LGSS) o cuando su estado de salud puede
afectar a terceras personas, así, por ejemplo, vigilantes jurados (STS de 7 de marzo
2018) puestos de trabajo donde el trabajador está sometido a sustancias o agentes
potencialmente peligrosos, por ejemplo, trabajos con riesgo de exposición a agentes
químicos, art. 6 del RD 374/2001, a radiaciones ionizantes, art. 40 del RD 783/2001 de
6 de julio o a ruido, RD 286/2006 de 10 de marzo. Además en tales casos, sólo se
podrán realizar las pruebas específicas relacionadas con el riesgo existente, no otras. Por
ello, los convenios colectivos no pueden contravenir esta norma estableciendo la
facultad del empresario de llevar a cabo reconocimientos médicos cuando estime
oportuno la empresa o si detecta un comportamiento extraño simplemente, o todo tipo
de pruebas, por ejemplo, consumo de drogas, etc.
Los controles deberán responder a una necesidad objetiva, por las causas señaladas,
debiendo ser proporcionales al riesgo, causando las menores molestias posibles, tanto en
cuanto a las pruebas a realizar, es decir, el personal médico no podrá llevar a cabo más
pruebas de las estrictamente necesarias para averiguar el riesgo específico, como en la
forma de llevarlas a cabo (no podrá obligarse a los trabajadores a desnudarse
íntegramente, sino sólo a exponer las partes del cuerpo que sea necesario examinar, ni
excederse en la palpación necesaria para las comprobaciones médicas, de otro modo,
será una intromisión ilegítima en la intimidad del trabajador (STC 37/1989, de 15 de
febrero). Los gastos derivados de la vigilancia de la salud son a cargo de la empresa (art.
14.5 de la LPRL). Por lo tanto, no puede descontarse el salario al trabajador si se debe
realizar fuera de la empresa y de la jornada de trabajo, pues el tiempo invertido en la
práctica de las pruebas médicas se considera tiempo de trabajo efectivo.
En cualquier caso, se podrán indicar así mismo, tipo y condiciones de trabajo que
estuvieran contraindicadas, medidas de protección o prevención y la necesidad de
adaptar el puesto de trabajo introduciendo las modificaciones necesaria o la exigencia
de cambiar el puesto de trabajo. Pero nunca se podrán desvelar las concretas razones
médicas de su no aptitud (STS de 22 de julio de 2005). La información relativa a la
salud del trabajador puede ser objetivo de tratamiento y registro informatizado. En estos
casos será de aplicación la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de
Datos de Carácter Personal, que considera los datos sanitarios especialmente protegidos
(art. 7).
Los datos relativos a la vigilancia de la salud no podrán ser utilizados con fines
discriminatorios ni en perjuicio del trabajador. El despido o no renovación de un
contrato laboral, cuando se pruebe que haya sido por razones relacionadas por la salud
del trabajador que, sin embargo, no inciden en el desempeño del concreto puesto de
trabajo correspondiente, tendrá la condición de nulo, debiendo el empresario restituir al
trabajador en su antiguo puesto de trabajo y en las mismas condiciones. Será suficiente
que el trabajador aporte indicios de discriminación, por ejemplo, cajera de unos grandes
almacenes, a quien no se le renueva el contrato temporal, unos pocos días después de
realizarle una analítica que releva que es portadora del virus VIH. (STS de 22 de julio
de 2005).
Así, por ejemplo, sólo se podrá averiguar si el trabajador ha consumido drogas, cuando
resulte relevante para la relación jurídico laboral, por ejemplo, piloto comercial,
transportistas, no en cambio cuando no es relevante para la prestación de servicios, por
ejemplo, auxiliar administrativo, etc. (STC 207/1996, de 16 de diciembre).
El derecho a la propia imagen, definido por la STC 26 marzo 2001 como un derecho
que “atribuye a su titular un derecho a determinar la información gráfica generada
por sus rasgos físicos personales que puede tener difusión pública. La facultad
otorgada por este derecho, en tanto que derecho fundamental, consiste en esencia en
impedir la obtención, reproducción o publicación de la propia imagen por parte de un
tercero no autorizado, sea cual sea la finalidad –informativa, comercial, científica,
cultural, etc.– perseguida por quien la capta o difunde” 109, se encuentra consagrado en
el art. 18 CE: “Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a
la propia imagen”.
La especificidad del derecho a la propia imagen en el ámbito del derecho del trabajo la
encontramos principalmente en el art. 4.2.e) ET, cuando dispone que los trabajadores
tienen derecho “al respeto de su intimidad y a la consideración debida a su
dignidad…”. Del mismo modo, el art. 8.11 de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en
el Orden Social (LISOS) califica como infracciones muy graves “Los actos del
empresario que fueren contrarios al respeto de la intimidad y consideración debida a
la dignidad de los trabajadores”. Del mismo modo, el art. 17.1 ET protege de igual
modo el derecho a la propia imagen de los trabajadores, que si bien no enumera en sus
factores discriminatorios el aspecto externo del trabajador, la doctrina considera que el
elenco contenido se fundamentaría en un “numerus apertus” que, con base en el art. 14
109
Doctrina seguida, entre otras, por las posteriores SSTC 18 junio 2001 (RTC 2001, 139); 2 julio 2001
(RTC 2001, 156); 22 abril 2002 (RTC 2002, 83); 28 enero 2003 (RTC 2003, 14); 16 abril 2007 (RTC 2007,
72); 23 marzo 2009 (RTC 2009, 77); 29 junio 2009 (RTC 2009, 158); y 27 abril 2010 (RTC 2010, 23).
110
STC 170/1987, de 30 de octubre, sobre uso de barba por el trabajador en el sector de hostelería, y
STS 23 de enero de 2001, a propósito del uso de uniforme en los trabajos de atención a la clientela.
CE, terminaría por considerar discriminatorio el trato desigual fundado únicamente en el
aspecto físico del trabajador111.
Igualmente, el derecho a la propia imagen también impide que la empresa utilice a los
trabajadores con fines comerciales o publicitarios, salvo que así se hubiese pactado en el
contrato de trabajo o que ello fuese consustancial al puesto. En este sentido, Sentencia
del Tribunal Constitucional num.99/1994 de 11 de abril112.
111
En este sentido V. AGRA VIFORCOS, B.: “El derecho del trabajador a la libre determinación de su
aspecto externo. La propia imagen en sentido positivo”, Estudios Financieros. Revista de trabajo y
seguridad social, núm. 275, 2006; o SERRA CALLEJO, J.: “La discriminación laboral por causas atípicas: el
aspecto físico y la posesión de enfermedades contagiosas”, Estudios Financieros. Revista de trabajo y
seguridad social, nº, 127, 2003, págs. 59 y 91 y CHAPARRO, P., y TALENS, E.E., “Las intromisiones en el
Derecho a la propia imagen en el ámbito laboral”, Rev. Boliviana De derecho, nº. 15, 2013.
112
MAESTRO ANTOLÍN, R.I., “Los derechos fundamentales del trabajador en la relación de trabajo”.
Trabajo fin de grado en relaciones laborales y recursos humanos. Valladolid 2012.
honor y la intimidad personal, y que éstos forman parte de los derechos de la
personalidad y como tal, garantiza el ámbito de libertad de una persona respecto de sus
atributos más característicos, propios e inmediatos como son la imagen física, la voz o
el nombre, cualidades definitorias del ser propio y atribuidas como posesión inherente e
irreductible a toda persona. En la medida en que la libertad de ésta se manifiesta en el
mundo físico por medio de la actuación de su cuerpo y las cualidades del mismo, es
evidente que con la protección de la imagen se salvaguarda el ámbito de la intimidad y,
al tiempo, el poder de decisión sobre los fines a los que hayan de aplicarse las
manifestaciones de la persona a través de su imagen, su identidad o su voz. El derecho a
la intimidad limita la intervención de otras personas y de los poderes públicos en la vida
privada, intervención que en el derecho que ahora nos ocupa puede manifestarse tanto
respecto de la observación y captación de la imagen y sus manifestaciones como de la
difusión o divulgación posterior de lo captado. Estos derechos, como expresión de la
persona misma, disfrutan de la más alta protección en nuestra Constitución y
constituyen un ámbito exento capaz de impedir o limitar la intervención de terceros
contra la voluntad del titular. Sin perjuicio de las salvedades que puedan tener lugar en
relación con las imágenes captadas en público, especialmente las de personajes públicos
o de notoriedad profesional cuando aquellos derechos colisionen con los del art. 20.1 d)
y 4 CE, puesto que el relativo a la imagen forma parte de aquéllos, éste es irrenunciable
en su núcleo esencial y por ello aunque se permita autorizar su captación o divulgación
será siempre con carácter revocable. (STC 117/1994), y es por ello, que el tribunal
entendió que sin duda se había producido una violación por parte de la empresa del
derecho fundamental a la imagen de la trabajadora, pues la imagen tiene, y cada vez
más, un valor comercial indiscutible en nuestro tráfico económico, siendo un elemento
generador de importantes beneficios e intereses. Nuestro ordenamiento jurídico (ex. art.
18.11 CE en relación con el art. 7.6 LO 1/1982) no es ajeno a este valor comercial de la
"imagen" y, en este sentido, no sólo reconoce de forma expresa ese valor comercial,
sino que lo protege ampliamente al establecer que se considera "intromisión ilegítima"
en el derecho a la propia imagen "la utilización del nombre, de la voz o de la imagen de
una persona para fines publicitarios, comerciales o de naturaleza análoga". Si bien el
derecho a la propia imagen, entendida como la facultad exclusiva del interesado a
difundir o publicar su propia imagen y, por ende, su derecho a evitar su reproducción -
SSTS de 11 abril 1987 y 9 febrero 1989 - puede ceder, en determinados supuestos, ex.
art. 7,5 LO 1/1982 en relación con el art. 8.2.
Otro ejemplo, lo encontramos en una de las sentencias más conocidas en relación con el
derecho a la propia imagen de los trabajadores. Concretamente el supuesto versa sobre
un deshuesador de jamones que fue despedido por negarse a realizar el corte del jamón
ibérico en una muestra del producto llevada a cabo ante los medios de comunicación
para presentar la denominación de origen del jamón de bellota extremeño. Esta
sentencia admite la ponderación del derecho de propia imagen con el interés de la
empresa dado que “la captación y difusión de la imagen del sujeto sólo será admisible
cuando la propia -y previa conducta de aquél o las circunstancias en que se encuentra
inmerso, justifiquen el descenso de las barreras de reserva para que prevalezca el interés
ajeno o el público que puedan colisionar con aquél”. En este caso en concreto estimó
que se había vulnerado el derecho porque no se puso de manifiesto la necesidad
organizativa estricta de que fuera este trabajador y no otro o de otra manera el que
cumpliese con la orden en los términos en los que se planteó113.
Ahora bien, incluso en este caso, esto es, tratándose de la actividad de la empresa, no
son válidas y, en consecuencia, son nulas, las cláusulas generales que se pudieran incluir
en el contrato, de cesión de su imagen, con el fin de desarrollar la actividad propia de la
empresa, por ejemplo “telemarketing”, tomadas a través de cámara web con el fin de
atender a video llamadas de clientes. Incluso en estos casos, la jurisprudencia entiende
que no se le puede extender un cheque en blanco a la empresa, dado que eso sería poco
razonable y desproporcionado, especialmente en el seno de unas relaciones laborales,
donde la parte del trabajador es la más débil y más en el momento de la contratación y
siempre se podría dudar de la voluntariedad de dicha cláusula, es decir, de si la voluntad
del trabajador de ceder su imagen, es real. Por eso la jurisprudencia impone la necesidad
de recabar expresamente la voluntad del trabajador, cada vez que se vaya a utilizar su
imagen por parte de la empresa, aunque sea la propia actividad, como
“telemarketing”114. Esto es, cada vez que se vaya a explotar comercialmente la imagen
de un trabajador, aunque sea para realizar la propia actividad de la empresa. Si bien este
criterio ha sido modificado recientemente cuando se trata de la propia actividad de la
empresa como video llamadas en el caso de “telemarketing” (STS 302/2019 de 10 de
abril).
113
STS 99/1994 de 11 de abril de 1994.
114
SAN de 15 de junio de 2017.
Otra cosa, sería, como hemos visto en el apartado anterior, grabar imágenes de los
trabajadores, con fines de asegurar el cumplimiento de sus obligaciones laborales, es
decir, la videovigilancia, que como hemos visto tiene otro régimen distinto. En este
caso, como no se comercializa con dicha imagen, ni se difunde, ni se publica, sino, sólo
es para asegurar el cumplimiento de obligaciones laborales, se puede grabar al
trabajador, siempre que sea en su puesto de trabajo, en su horario de trabajo y con su
conocimiento, que no consentimiento.
Tal y como apunta parte de la doctrina mayoritaria, no hay duda alguna de que el
trabajador goza plenamente de los derechos fundamentales que le reconoce la
Constitución, pues como ha señalado la doctrina constitucional de forma reiterada, “la
celebración de un contrato de trabajo no implica, en modo alguno, la privación para
una de las partes, el trabajador, de los derechos que la Constitución le reconoce como
ciudadano, (...) y cuya protección queda garantizada frente a eventuales lesiones
mediante el impulso de los oportunos medios de reparación, que en el ámbito de las
relaciones laborales se instrumenta, por el momento, a través del proceso laboral. Ni
las organizaciones empresariales forman mundos separados y estancos del resto de la
sociedad, ni la libertad de Empresa, que establece el art. 38 del texto constitucional
legitima el que quienes prestan servicios en aquéllas por cuenta y bajo la dependencia
de sus titulares deban soportar despojos transitorios o limitaciones injustificadas de
sus derechos fundamentales y libertades públicas, que tienen un valor central y nuclear
en el sistema jurídico constitucional. Las manifestaciones de feudalismo industrial
repugnan al Estado social y democrático de Derecho y a los valores superiores de
libertad, justicia e igualdad a través de los cuales ese Estado toma forma y se realiza
(art. 1.1 -EDL 1978/3879-)”. (TC 88/1985, TC 6/1988, TC 129/1989, TC 126/1990, TC
99/1994 de 11-4, TC 106/1996, TC 186/1996, TC 90/1997, TC 98/2000 de 10-4; TC
186/2000 de 10-7, TC 196/2004, TC 125/2007 de 21-5, claro está, con los límites
legalmente y jurisprudencialmente establecidos.
Es por ello, que tal y como apuntábamos en líneas anteriores, la empresa podrá obligar
al trabajador a vestirse de una determinada manera, siempre que se respete la intimidad
y dignidad de éste. Así, STS de 23 de enero de 2001 no considera que la exigencia de
falda larga de 2cm por encima de la rótula y medias para azafatas del AVE viole el
derecho a la propia imagen habida cuenta que el uso de uniforme obedece no a un
problema de discriminación sino a consideraciones organizativas empresariales, con la
finalidad de dar a la clientela una buena imagen de la empresa a través de una adecuada
uniformidad en el vestir.
De este modo, es lícito el empleo de uniformes de trabajo siempre que no atenten contra
la dignidad del trabajador y siempre que no se haga de una forma discriminatoria, esto
es, obligando al empleo de dos uniformes distintos uno para hombres y otro para
mujeres, por ejemplo. Así, se puede dejar que las mujeres si así lo desean, vistan
voluntariamente una falda, pero no se les puede imponer tal indumentaria, en contra del
uniforme masculino, por ejemplo impidiéndoles vestir pantalón (STS de 19 de abril de
2011).
Tampoco se puede obligar a las mujeres a ir maquilladas o con tacones al trabajo por
regla general. STSJ de Madrid de 17 de marzo de 2015 y STSJ de Madrid de 3 de junio
de 2015.
En sentido contrario, la sentencia del juzgado de lo social como la sentencia de del TSJ
de Galicia, desestiman la demanda, al entender que dicha decisión empresarial no
resulta atentatoria del derecho fundamental alegado. Las argumentaciones son las
siguientes:
b) En segundo lugar, porque la orden empresarial “lo que exige es fichar uniformado al
entrar o salir del turno de trabajo, no antes ni después, debiendo ello situarse en el
contexto que supone la diferenciación cierta entre centro de trabajo y puesto de trabajo,
entre jornada (tiempo de presencia física en el centro de trabajo) y jornada de trabajo... y
la significación al hilo de ello del fichaje de control horario que se hace dentro del
centro de trabajo”115.
Cabe señalar de igual modo que las limitaciones al derecho de la propia imagen del
trabajador puede quedar limitada no solo durante la ejecución del contrato de trabajo,
sino que en este supuesto suele quedar restringido e incluso vulnerado mayoritariamente
en la fase de selección de los trabajadores, en tanto y cuando es el momento en el que
las empresas buscan trabajadores que proyecten la imagen de la empresa (o, al menos, la
imagen que la empresa quiere transmitir)116 y es por ello que ésta debe ser la fase que
115
PEDRAJAS MORENO, A., y SALA FRANCO, T., “La indumentaria del trabajador y otros elementos que
afectan a su aspecto e imagen externa durante el trabajo”, Boletín Laboral, abril, 2008.
revista mayor protección para los trabajadores en aras del cumplimiento del derecho de
la propia imagen de éstos.
La doctrina del Tribunal Constitucional, desde la STC 120/83, ha mantenido una línea
jurisprudencial que reconoce que en una relación contractual entre trabajador y
empresario se genera un complejo de derechos y obligaciones recíprocos que
condicionan, junto a otros, el ejercicio del derecho a la libertad de expresión, de modo
que manifestaciones del mismo que en otro contexto pudieran ser legítimas no tienen
por qué serlo necesariamente dentro del ámbito de dicha relación.
De este modo, el alto Tribunal vino a afirmar que dentro de los derechos y obligaciones
que comprenden una relación de carácter laboral se encuentra, como no podía ser de
otro modo, la libertad de expresión, de modo que manifestaciones que en otro contexto
pudieran ser legítimas no tienen por qué serlo necesariamente dentro del ámbito de
dicha relación: “La libertad de expresión no es un derecho ilimitado, pues claramente
se encuentra sometido a los límites que el art. 20.4 de la propia Constitución establece,
y en concreto, a la necesidad de respetar el honor de las personas, que también como
derecho fundamental consagra el art. 18.1” y continúa la sentencia “En la legislación
laboral aparece reconocido un específico derecho de expresión y difusión dirigido al
ejercicio de la función representativa o instrumento para fomentar la acción sindical,
cuyas manifestaciones serían tanto la contemplada en el art. 68 apartado d) del
Estatuto de los Trabajadores, que autoriza a los representantes a expresar con libertad
sus opiniones en las materias concernientes a la esfera de la representación, pudiendo
publicar y distribuir, sin perturbar el normal desenvolvimiento del trabajo, las
publicaciones de interés laboral o social, como la prevista en el art. 6.6 del citado Real
Decreto-ley 17/1977, conforme a la cual los trabajadores en huelga podrán efectuar
publicidad de la misma”, para lo que sin duda, habrá que tener en cuenta la STS de
fecha 2 de octubre de 2009 (rec. 1862/2005) y la STC 160/2003, de 15 de septiembre al
sostener que hay que distinguir “entre los derechos que garantizan la libertad de
expresión, cuyo objeto son los pensamientos, ideas y opiniones (concepto amplio que
incluye las apreciaciones y los juicios de valor), y, por otra parte, el derecho a
comunicar información, que se refiere a la difusión de aquellos hechos que merecen ser
considerados noticiables. Esta distinción entre pensamientos, ideas y opiniones, de un
lado, y comunicación informativa de hechos, de otro, tiene decisiva importancia a la
hora de determinar la legitimidad del ejercicio de esas libertades, pues mientras los
hechos son susceptibles de prueba, las opiniones o juicios de valor, por su naturaleza
abstracta, no se prestan a una demostración de exactitud, y ello hace que al que
ejercita la libertad de expresión no le sea exigible la prueba de la verdad o diligencia
en su averiguación, que condiciona, en cambio, la legitimidad del derecho de
información por expreso mandato constitucional, que ha añadido al término
"información", en el texto del art. 20.1 d) CE , el adjetivo "veraz" ( STC 4/1996, de 19
de febrero , FJ 3). Sin embargo, hemos admitido que en los casos reales que la vida
ofrece, no siempre es fácil separar la expresión de pensamientos, ideas y opiniones de
la simple narración de unos hechos, pues a menudo el mensaje sujeto a escrutinio
consiste en una amalgama de ambos”, en línea con lo que analizamos al inicio del
epígrafe.
Por ello, la línea doctrinal del alto tribunal viene a confirmar que el trabajador tiene
pleno derecho a manifestar sus ideas, opiniones o creencias en cumplimiento de lo
establecido en los arts. 20 y 38 CE, siempre que dicha manifestación no incida en el
cumplimiento de sus deberes laborales, en cuyo caso no aparece que la libre expresión
plantee problemas jurídicos de relevancia.
El trabajador, por tanto, tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas, y
opiniones, pero tiene también la obligación de respetar unos límites en razón a la
consideración debida a los demás y naturalmente al empresario o empresa. Por tanto, el
trabajador debe respetar su honor, dignidad, intimidad y actuar de acuerdo con la buena
fe que ha de presidir, estableciéndose precisamente en este extremo el límite al
desarrollo de este derecho, con reciprocidad, el contrato de trabajo, ello impide, entre
otros actos, descubrir ciertas actividades de la empresa y menoscabar el prestigio de la
misma, lo que en ningún caso debe contradecir la doctrina jurisprudencial, que como
hemos adelantado en líneas anteriores, ha proclamado que el contrato de trabajo no
puede suponer renuncia a la libertad de expresión del trabajador (STC 88/1985, de 14 de
agosto) pero sí que lo puede limitar y modular (STC 4/1996, de 24 de marzo).
De este modo, puede decirse que el derecho de libertad de expresión puede clasificarse
del siguiente modo:
Resulta interesante en este sentido, invocar la sentencia STS (Sala de lo Civil) de fecha
1 de julio de 2014 (recurso número 2813/2012), por la que el alto tribunal desestima la
demanda interpuesta por una empresa por vulneración del derecho al honor contra un
sindicalista, con motivo de las expresiones vertidas en un correo electrónico dirigido a
su responsable sindical estatal, en el que vino a criticar la política de nombramientos de
altos cargos en su zona, correo electrónico que acabó llegando a todos los empleados de
la empresa.
Así las cosas, no podemos olvidar la reciente jurisprudencia de la Sala de lo Social del
Tribunal Supremo (recurso 113/2015), sentencia que declara que una actuación
empresarial de bloqueo y censura de los comunicados sindicales en la intranet de la
empresa constituye vulneración de la libertad sindical, condenando de este modo a la
empresa en cuestión no solo a cesar en ese comportamiento sino también a indemnizar
al sindicato afectado con 6.000 euros.
118
Se trata de “aquellas organizaciones dirigidas al logro de fines políticos, sindicales, confesionales,
caritativos, educativos, artísticos y similares que presuponen la adhesión a una particular ideología o
concepción del mundo, genéricamente llamada “tendencia” por parte del prestador de trabajo de ella
dependiente. Definición extraída de DE SANCTIS RICCIARDONE, A., “Licenziamiento de una scuola
privata”. Giurisprudenza italiana, I, Senz II, 1975, pág. 905.
119
DE VAL TENA, A.L., “Las empresas de tendencia ante el derecho del trabajo: libertad ideológica y
contrato de trabajo”. Trabajo presentado y defendido en el curso “Contrato de trabajo y Derechos
Fundamentales”. Universidad de Zaragoza.
en la obligación de valorar, ponderar y determinar qué derecho debe prevalecer cuando
colisionan dos derechos fundamentales de equivalente tutela jurídica120.
120
REY GUANTER, S., “Contrato de trabajo y derechos fundamentales en la doctrina del Tribunal
Constitucional”. Constitución y Derecho del Trabajo. 1981-1991 (Análisis de diez años de jurisprudencia
constitucional). Ed. Marcial Pons. Madrid. 1992.
aquellas relacionadas con su puesto de trabajo, la empresa para la que trabaja o aquellas
situaciones que en ella tienen lugar. En este sentido, no podemos sino recordar que el
principio de la libertad de empresa reconoce al empleador la facultad de modificar las
condiciones de trabajo, de supervisar y sancionar a los trabajadores en caso de que éstos
superen o excedan los límites de la buena fe contractual del empleador121.
Es por ello, que con carácter general puede decirse que la información transmitida por el
trabajador debe ser veraz, o lo que es lo mismo, que no sea objeto de injuria o calumnia
alguna, si bien subjetivamente, esto es, el trabajador debe estar convencido que lo que
ha dicho es veraz y contrastado, aunque podría darse el caso de que posteriormente se
acreditase que estuviera equivocado de forma objetiva. Así, por ejemplo, divulga algo
que ha visto en internet acerca de la empresa, que luego se prueba que no era cierto
(SSTC 6/1988, de 21 de enero y 57/1999, de 12 de abril). Se deberá por tanto respetar el
honor y la intimidad de los demás, de tal forma que no se pueden verter injurias y
calumnias.
121
En este sentido a modo ilustrativo RAMÍREZ COLINA, S.P., “La libertad de expresión del trabajador en
Facebook y el poder disciplinario del empleador”. Revista IUS vol. 7, nº. 31, 2013.
España, § 43). Lo que no reconoce el art. 20.1 a) CE es un pretendido derecho al insulto,
que sería incompatible con la norma fundamental (SSTC 204/1997, de 25 de
noviembre, FJ 2; 174/2006, de 5 de junio, FJ 4, o 181/2006, de 19 de junio, FJ 5, entre
tantas otras)122.
122
En el mismo sentido Sentencia de la Audiencia Nacional de fecha 18 de diciembre de 2015. Se
recomienda comentario del profesor y catedrático D. Eduardo Rojo Torrecilla “La dureza del conflicto
laboral y los límites a la libertad de expresión de las organizaciones sindicales para defender sus tesis. A
propósito de la sentencia de la Audiencia Nacional de 18 de diciembre de 2015 (y recordatorio de la
doctrina del TC)”. Enlace: http://www.eduardorojotorrecilla.es/2016/01/la-dureza-del-conflicto-laboral-
y-los.html
123
Téngase en cuenta el artículo de MORALES PLAZA, A., “Derecho al honor de las personas jurídicas y
libertad de expresión y crítica en las relaciones laborales”, Anales de la Abogacía del Estado, nº. 1998-
1999, Ed. VLex, págs. 642-651. Enero 2001.
124
GARCÍA MACHO, R., “Secreto profesional y libertad de expresión del funcionario”, Ed. Tirant Lo
Blanch, 1994.
No podemos dejar de hacer referencia a la denominada cláusula de conciencia en
relación con el secreto profesional en el desarrollo de la actividad laboral, uno de los
mecanismos más representativos de protección del derecho a la libertad de expresión,
especialmente en el ámbito periodístico y de la información. Sin embargo, éste será un
tema abordado en el epígrafe relativo a la libertad ideológica, extremo éste que tiene su
origen en el hecho de que con carácter general, el derecho a la libertad de expresión
tiene su fundamento y es manifestación externa de otro derecho fundamental: la libertad
ideológica. Así lo ha reconocido nuestro Tribunal Constitucional, que considera que la
libertad ideológica no se agota en una dimensión interna del derecho a adoptar una
determinada posición intelectual ante la vida y cuanto le concierne y a representar o
enjuiciar la realidad según personales convicciones, sino que comprende además una
dimensión externa de “agere licere” con arreglo a las propias ideas, y que entre las
manifestaciones externas de dicha libertad figura muy principalmente la de expresar
libremente lo que se piensa (por todas, STC 120/1990, FJ 10)125.
125
En este sentido SALVADOR MARTÍNEZ, M., “El derecho a la libertad de expresión”. M. Aragón Reyes,
M., Derecho Constitucional. Ed. Iustel.
Asimismo, y en último lugar, entendemos conveniente enumerar y desarrollar algunas
de las medidas más representativas tendentes a proteger el derecho fundamental de
libertad de expresión de los trabajadores en el ámbito de las relaciones laborales,
extensible en algunos casos a la ciudadanía en general:
- La propia norma, en todo caso deberá respetar el contenido esencial de los derechos
recogidos en el artículo 20 de la Constitución Española, entre los que se encuentra el
derecho a la liberta de expresión, que podrá regularse el ejercicio de estos derechos
(art. 53.1 de la Constitución Española).
- El artículo 20 de la Constitución Española (al igual que ocurre con los demás preceptos
del Capítulo II del Título I de la Constitución) vincula directamente a las
Administraciones Públicas (sin necesidad de mediación del legislador ordinario ni de
desarrollo normativo alguno), tal y como se desprende de la STC 80/1982.
Igualmente, dentro del marco normativo merece especial atención el art. 17.1 del ET por
su protección a la libertad religiosa en el ámbito de las relaciones laborales al entenderse
como nulos y sin efectos los preceptos reglamentarios, “las cláusulas de los convenios
colectivos, los pactos individuales y las decisiones unilaterales del empresario que den
lugar en el empleo, así como en materia de retribuciones, jornada y demás condiciones
de trabajo, a situaciones de discriminación directa o indirecta desfavorables por razón
de edad o discapacidad o a situaciones de discriminación directa o indirecta por razón
de sexo, origen, incluido el racial o étnico, estado civil, condición social, religión o
convicciones…”.
Así basta con un breve repaso por el ordenamiento jurídico español para entender que la
libertad religiosa es uno de los derechos con mayor protección, amparo que encuentra su
máxima en la Constitución Española, concretamente en los arts. 14, 16 y 27, regulación
desarrollada a través de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa,
normativa que proscribe la discriminación razón de religión, advirtiendo que “no
podrán alegarse motivos religiosos para impedir a nadie el ejercicio de cualquier
trabajo o actividad o el desempeño de cargos o funciones públicas” (art. 1.2). Respecto
de su contenido, el art. 2 de esa LO 7/1980, precisa que la libertad religiosa y de culto
comprende el derecho de toda persona a:
- Profesar las creencias religiosas que libremente elija o no profesar ninguna; cambiar
de confesión o abandonar la que tenía; manifestar libremente sus propias creencias
religiosas o la ausencia de las mismas, o abstenerse de declarar sobre ellas.
Con el fin de garantizar la eficacia de estas previsiones, el art. 2.3 de la misma norma
encomienda a los poderes públicos la tarea de adoptar “las medidas necesarias para
facilitar la asistencia religiosa en los establecimientos públicos militares, hospitalarios,
asistenciales, penitenciarios y otros bajo su dependencia, así como la formación
religiosa en centros docentes públicos”126.
126
RODRÍGUEZ CARDO, I.A., “La incidencia de la libertad religiosa en la relación de trabajo desde la
perspectiva del Tribunal Constitucional Español”. Doctrina Estrangeira. Direitos Fundamentais € Justiça,
núm. 15. 2011. Pág. 17-39.
vinculados a una religión minoritaria en nuestro país, como puede ser el judaísmo, el
islam, entre otros.
Debemos partir de la premisa de que la vinculación que pueda existir entre la religión y
las relaciones laborales no debe ser otra que los derechos o no que puedan tener
aquellos trabajadores que pertenezcan a una comunidad religiosa y que de ella se
deriven determinadas obligaciones en cumplimiento de su elección y que afecten al
ámbito de su relación laboral, o lo que es lo mismo, a criterio de estos autores, aquello
que el derecho del trabajo a través de sus instrumentos jurídicos (normas,
jurisprudencia, doctrina, etc.) debe definir es precisamente el derecho que tienen o no
estos trabajadores a cumplir con sus obligaciones religiosas siempre y cuando ello
interfiera en el desarrollo de su actividad laboral.
Sin embargo, encontramos diversos ejemplos en los que el derecho del trabajo da cobijo
a aquellos trabajadores que pretenden cumplir con sus obligaciones religiosas aún
cuando éstas interfieran en el desarrollo de su actividad laboral y no precisamente con
un carácter sutil o moderado. Uno de los ejemplos más representativos sin duda es el
reconocimiento a la objeción de conciencia, cuyo origen se planteó en España
exclusivamente con carácter religioso (Real Decreto 3.001/1976, de 23 de diciembre,
que admitió la exención del servicio militar activo por razones u objeciones de
conciencia exclusivamente de carácter religioso), posteriormente reconocido como
derecho constitucional en el art. 30.2 CE, todo ello de acuerdo con la STC 160/1987, de
27 de octubre, objeción de conciencia que resulta más conocida en el ámbito de las
relaciones laborales a través de supuestos como el de aquellos profesionales de la salud
que se niegan a realizar interrupciones del embarazo por razones de carácter religioso o
establecimientos que carecen de existencias de preservativos y del medicamento con el
principio activo levonorgestrel 0’750 mg. (coloquialmente conocido como “píldora del
día después”), (STC 145/2015, de 25 de junio), lo que sin duda permite la exención a
este tipo de trabajadores de desempeñar determinadas funciones vinculadas y exigidas
por su puesto de trabajo.
No hay duda de que el amparo que recibe la libertad religiosa en España para aquellos
trabajadores que practican la religión católica es absoluta, ya que encuentran a su
disposición no solo su reconocimiento como derecho constitucional posteriormente
desarrollado mediante ley orgánica sino que igualmente se encuentran amparados por
resoluciones del propio Tribunal Constitucional, aún si bien es cierto con algunos
límites que serán objeto de estudio a lo largo de las próximas líneas.
Sin embargo, ¿qué ocurre con el resto las religiones en España? ¿Disponen del mismo
amparo que la religión católica? Pongamos como ejemplo el Islam, cuya comunidad
cuenta en España con un total de 1.887.906 adeptos en 2015 según el Estudio
Demográfico de la Población Musulmana de la Unión de Comunidades Islámicas de
España (UCIDE).
Asimismo, la legislación española no solo ampara los domingos como día de descanso
en términos religiosos, sino que de igual manera establece en el art. 37.2 ET que “Las
fiestas laborales, que tendrán carácter retribuido y no recuperable, no podrán exceder
de catorce al año, de las cuales dos serán locales. En cualquier caso se respetarán
como fiestas de ámbito nacional las de la Natividad del Señor, Año Nuevo, 1 de mayo,
como Fiesta del Trabajo, y 12 de octubre, como Fiesta Nacional de España.
(…) Las Comunidades Autónomas, dentro del límite anual de catorce días festivos,
podrán señalar aquellas fiestas que por tradición les sean propias, sustituyendo para
ello las de ámbito nacional que se determinen reglamentariamente (…)”.
Poníamos como ejemplo el islam. Sobradamente conocido es que al igual que los
cristianos consideran los domingos como festividad religiosa y los judíos el Sabbat, que
abarca desde el atardecer del viernes hasta la noche del sábado, los musulmanes también
tienen su festividad, concretamente los viernes, así como una festividad adicional
debiendo concluir la jornada laboral una hora antes de la puesta del sol, durante el mes
de ayuno (Ramadán).
Sin embargo, ¿Existe un pleno derecho para los practicantes islamistas en nuestros País?
El art. 12 de la Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de
Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España establece que los
miembros de las Comunidades Islámicas pertenecientes a la “Comisión Islámica de
España” podrán disponer de los derechos referenciados siempre y cuando se den al
menos dos requisitos: (1) Será necesario el previo acuerdo entre las partes y (2) Las
horas dejadas de trabajar deberán ser recuperadas sin compensación alguna; es decir, de
un lado, en caso de ausencia de acuerdo entre las partes, el trabajador no tendría derecho
con carácter unilateral a disfrutar de su derecho que le correspondería en cumplimiento
del derecho a la libertad religiosa, y de otro, en caso de acuerdo, el trabajador debería
recuperar las horas dejadas de trabajar sin contraprestación alguna, contrariamente a lo
que ocurre con los derechos de los trabajadores practicantes del cristianismo en España.
Es por ello, que aunque un trabajador deba cumplir con sus obligaciones religiosas,
entre las que se encuentran la prohibición de trabajador en determinados días de la
semana o épocas del año, nuestro país amparará dichas exigencias dependiendo de la
religión de que se trate, ya que tal y como hemos podido comprobar a modo de ejemplo
con una de las confesiones más importantes en España como es el islam, debe ser
previamente acordado con el empresario en todo caso, y en su caso, debiendo recuperar
las horas no trabajadas sin derecho a remuneración alguna, situación que sin duda
podría entenderse como causa de discriminación por razones de elección religiosa.
Así, tal y como decíamos con anterioridad, efectivamente, aunque existen Leyes que
regulan la cooperación del Estado con las confesiones religiosas más destacadas, así
Ley 24/1992 con la Federación de entidades religiosas evangelistas, Ley 25/1992 con la
Federación de comunidades judías o Ley 26/1992 con la Comisión islámica de España,
todas exigen que para cambiar los días de descanso, será necesario el preceptivo
acuerdo con el empresario, por lo tanto, sólo si éste quiere, no se le puede imponer,
situación que no ocurre con la religión mayoritaria en España, la religión católica.
Para poder entender dichas situaciones, debe partirse de la premisa de que el derecho de
libertad religiosa en el ámbito de las relaciones laborales se inserta de lleno en la
problemática que surge del ejercicio de los derechos fundamentales denominados
inespecíficos en el marco del contrato de trabajo, 127 aunque parece necesario recordar
que la formalización de una relación laboral no supone la conformación de un territorio
inmune a la eficacia de los derechos humanos y libertades fundamentales, ni tampoco la
privación para una de las partes, el trabajador, de los derechos que le son ínsitos. La
plena vigencia de los derechos fundamentales en el marco del contrato laboral viene
impuesta por la pacífica doctrina constitucionalista del “drittwirkung” o eficacia
127
PALOMEQUE LÓPEZ, M.C., Los derechos laborales en la Constitución Española, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1991, págs. 31 y ss.
horizontal de los derechos y libertades fundamentales, que son ejercitables no solo
frente a los poderes públicos, sino también en el ámbito de las relaciones privadas.128
129
GARCÍA GONZÁLEZ-CASTRO, G., “Libertad religiosa y contrato de trabajo en la jurisprudencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos: una propuesta armonizadora”, Revista Jurídica de los Derechos
Sociales, Lex Social, Vol 6, nº. 1, 2016.
existencia de riesgo vital, y que fue desestimada por dos razones: (1) Porque no hubo
denegación de asistencia sanitaria, sino que fue la demandante quien reusó someterse a
la intervención quirúrgica en el Hospital de Bellvitge de la Red pública, por razón de
que la misma precisaba de transfusión de sangre, lo cual es contrario a las creencias
religiosas de la demandante. Además, el citado hospital la habilitó para acudir a otro
centro de la Red pública hospitalaria; y (2) La sentencia recurrida considera que no
concurre urgencia por riesgo vital, como exige el art.4.3 del RD 1030/06, porque la
intervención era preferente, como lo suelen ser las oncológicas, pero no urgente, como
lo evidencia el hecho de que la misma se practicara un mes después de que no se llevara
a cabo en el Hospital de Bellvitge.
El supuesto debe tener en cuenta el marco normativo de aplicación, esto es, el art. 102.3
del Texto Refundido de la Ley General de Seguridad Social y, en el art.5.3 del RD
63/95, sustancialmente coincidente con el art.4.3 del RD 1030/06.
La doctrina del TC se plasma en su STC166/1996, en la que declara que ha de
ponderarse la libertad religiosa del paciente y la denegación de asistencia sanitaria
pública cuando ésta no puede prestarse en las condiciones que exigen las creencias
religiosas del mismo, que la libertad religiosa no comprende la exigencia de un trato
distinto en orden a las prestaciones sanitarias de la SS, pues el art. 14 CE reconoce el
derecho a no sufrir discriminaciones, pero no el hipotético derecho a imponer o exigir
diferencias de trato.
Por su parte, la doctrina del TS en esta materia ha venido siendo clara y contundente
desde un primer momento. El TS en SSTS de 6 octubre 2009, RJ 2009\7585; 3 mayo
1994. RJ 1994\5353 y 14 abril 1993. RJ 1993\3338, sostiene que no existe derecho a
reintegro, salvo caso de urgencia vital o denegación injustificada de tratamiento, no
entendiendo por tal la negativa basada en motivos religiosos.
Así, merece especial atención, tal y como anunciábamos al inicio, la reciente
jurisprudencia del STSJC (Sala de lo Social de Barcelona) número 209/2016 de fecha
19 de enero de 2016 que mantiene igualmente el criterio tanto del TC como del TS al
entender que para que pueda tener lugar el reintegro de los gastos derivados de
tratamiento médico alternativo en centros médicos de carácter privado han de cumplirse
con los requisitos positivos para proceder al reintegro, consistentes en que se trate de
urgencia inmediata, que sea de carácter vital y la ausencia de posibilidad de la
utilización de los servicios de la sanidad pública.
En último lugar, entendemos que merece especial atención reflexionar acerca del
derecho a convivir en un estado laico, esto es, el derecho a la laicidad, entendido como
el principio que establece la separación entre la sociedad civil y la sociedad religiosa,
normalmente unido al concepto de aconfesionalidad (art. 16 CE), esto es, el derecho de
una parte de la ciudadanía cada vez mayor que no se identifica con ninguna religión y
por ende con las manifestaciones que del ejercicio de éstas pudieran derivarse, todo ello
desde el ámbito de las relaciones laborales (Según el barómetro del CIS de enero de
2015, estudio número 3050, España se sitúa como el quinto país del mundo con mayor
porcentaje de ateos y no creyentes, concretamente el 23,4 %).
A la vista de la regulación que ampara el derecho a la libertad religiosa y del resto de
instrumentos jurídicos referenciados, el derecho a una sociedad laica resulta casi
inexistente, exceptuándose claro está, las limitaciones establecidas al derecho de
libertad religiosa, esto es, los límites que constituye el orden público “protegido por la
ley”. (STC 46/2001, de 15 de febrero). Un claro ejemplo es el derecho de la entidad
religiosa predominante en España para impartir clases de religión en colegios de
carácter público, y no solo eso, sino que tal y como reconoció el TEDH en el Asunto
Fernández Martínez –Gran Sala–, las confesiones religiosas tienen plena autonomía
para proponer a los profesores de religión, que, en todo caso, deben respetar la doctrina
de la confesión correspondiente130.
Entendemos que el derecho a la libertad religiosa en el ámbito de las relaciones
laborales, reflexión perfectamente extensible a cualquiera de los ámbitos de la sociedad,
ha proliferado de tal manera, no solo por el reconocimiento que dicho derecho ostenta
en el ordenamiento jurídico, incluso a nivel constitucional, sino por la consagración que
de éste se ha venido llevando a cabo desde los propios tribunales (en mayor medida si
cabe el Tribunal Constitucional) ha eclipsado el derecho de los ciudadanos a una
sociedad libre, laica y aconfesional, hasta el punto de hacerlo casi desaparecer, situación
verdaderamente intolerable en un estado de derecho, merecedora de reproche desde todo
punto de vista.
Por regla general, los trabajadores, como cualquier ciudadano tienen derecho a la
libertad ideológica, derecho fundamental consagrado en el art. 16 CE que viene a
garantizar la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las
comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el
mantenimiento del orden público protegido por la ley.
130
ALAMEDA CASTILLO, M.T., “De nuevo sobre profesores de religión en centros públicos, libertad
religiosa y prueba indiciaria: esta vez, un intento fallido”, Revista de Información Laboral, nº. 2, 2015.
El Tribunal Constitucional calificó por primera vez el derecho a la intimidad como
“una facultad de exclusión del trabajador de la esfera de su intimidad personal y
familiar y de sustraerla a intromisiones extrañas de la empresa por formar parte del
ámbito de la vida privada” (STC 170/1987). Dicha situación se traduce por ejemplo, en
el derecho a afiliarse o no a un sindicato o a un sindicato en concreto, sin tener que
desvelar tal hecho a la empresa, ni que está afiliado ni a qué sindicato en concreto lo
está (STC 292/1993, de 18 de octubre). Así, el alto tribunal vino a declarar en la
sentencia referenciada que “Siendo los sindicatos formaciones con relevancia social,
integrantes de la estructura pluralista de la Sociedad democrática, no puede abrigarse
duda alguna que la afiliación a un sindicato es una opción ideológica protegida por el
art. 16 de la C.E., que garantiza al ciudadano el derecho a negarse a declarar sobre
ella”.
Lo mismo ocurre con el Comité de Libertad Sindical de la OIT, en tanto y cuando este
organismo declaró en el 4º informe, (caso núm. 5) la ilegalidad de las circulares de
empresa que invitaban a los trabajadores a declarar el sindicato al que pertenecían, aún
cuando no tenga por objeto interferir en el ejercicio de los derechos sindicales, ya que
dicha situación puede implicar una injerencia de los empleados en las organizaciones de
trabajadores.
Por el contrario, pueden darse situaciones en las que puede ser necesario desvelar esta
información, cuando, por ejemplo, se haya acordado por convenio colectivo que será la
empresa quien descuente directamente en su nómina a cada trabajador, de forma
colectiva, la cuota sindical para ingresarla en la cuenta del sindicato correspondiente.
No obstante, esta situación desvelaría a la empresa la afiliación a un sindicato en
concreto de un trabajador y habría que considerarlo como un indicio, si la empresa “a
posteriori” realizara con ese trabajador una conducta discriminatoria, un indicio en
concreto de discriminación por ideología.
Por otro lado, hay empresas que tienen una ideología propia, llamadas empresas
ideológicas o de tendencia, que siguen su propio ideario, así, por ejemplo, partidos
políticos, sindicatos, centros educativos religiosos, empresas periodísticas, etc.
Esto no quiere decir que el trabajador deba obligatoriamente compartir el mismo ideario
de la empresa y que no pueda, incluso discrepar o estar disconforme con el mismo en su
vida personal, sino que deba respetar el mismo y no lo pueda contravenir públicamente
dentro del propio centro de trabajo y en horario laboral.
En este sentido, y en la línea que apunta FERNÁNDEZ LÓPEZ, la opinión ideológica
del trabajador no podría impedir el funcionamiento adecuado de la organización
productiva y es exigible al trabajador la modulación de su derecho fundamental a la
"gestión ideológica" de la empresa, que es la base de su propia existencia, y es por ello
que puede afirmarse que las organizaciones ideológicas o de tendencia pueden modular
o limitar de este modo el ejercicio de determinados derechos fundamentales de sus
trabajadores cuando sea necesario para el correcto funcionamiento de la organización y
en la medida “que sea inevitable para salvaguardar la normal actividad ideológica de
esos entes, garantizada constitucionalmente” (CALVO).
Así, de esta manera, aún cuando no se ha admitido la destitución de profesores por salir
de fiesta a menudo, discotecas, pubs y emborracharse con frecuencia, por vestir de una
forma determinada u otra, sí se había estimado correcta cuando se lleva a cabo porque el
profesor se hubiera separado o divorciado, se hubiera negado a casarse por el rito de la
iglesia católica o por casarse con un separado o divorciado, por ser contrario al ideario
católico, cuando no deja de ser un aspecto personal del trabajador, su esto civil.
Por eso, como no podía ser de otra manera, en las sentencias más recientes el TC ha
declarado nulos estos ceses y el derecho del trabajador a ser indemnizado y readmitido
(SSTC de 19 de abril de 2011 y 13 de enero de 2012), y es por ello que para el alto
tribunal, aún siendo incuestionable que en los centros docentes tanto públicos como
privados los profesores están obligados a respetar el ideario educativo propio del centro
(STC 5/1981), una actividad docente hostil o contraria al ideario de un centro puede ser
causa legítima de despido, pero no la simple disconformidad personal con el ideario si
no se ha exteriorizado o puesto de manifiesto en alguna de las actividades educativas del
centro. Incluso, el Tribunal Constitucional ha declarado recientemente que no basta la
mera externalización de la contrariedad a dicha ideología siempre y cuando dicha
opinión sea vertida de forma respetuosa. En el mismo sentido y más reciente, el caso de
una profesora de religión católica (educación infantil y primaria), a propuesta del obispo
de Almería, en diversos centros escolares públicos que fue despedida por haber
contraído matrimonio civil con un divorciado, supuesto que afortunadamente finalizó
con la concesión del amparo por parte del Tribunal Constitucional al entender que “El
derecho de libertad religiosa y el principio de neutralidad religiosa del Estado
implican que la impartición de la enseñanza religiosa asumida por el Estado en el
marco de su deber de cooperación con las confesiones religiosas se realice por las
personas que las confesiones consideren cualificadas para ello y con el contenido
dogmático por ellas decidido. Sin embargo, por más que haya de respetarse la libertad
de criterio de las confesiones a la hora de establecer los contenidos de las enseñanzas
religiosas y los criterios con arreglo a los cuales determinen la concurrencia de la
cualificación necesaria para la contratación de una persona como profesor de su
doctrina, tal libertad no es en modo alguno absoluta, como tampoco lo son los
derechos reconocidos en el art. 16 CE ni en ningún otro precepto de la Constitución,
pues en todo caso han de operar las exigencias inexcusables de indemnidad del orden
constitucional de valores y principios cifrado en la cláusula del orden público
constitucional”.
En este sentido, tal y como declaró el Tribunal Constitucional en la STC 172/1990 “las
libertades del art. 20 de la Constitución no sólo son derechos fundamentales de cada
ciudadano, sino también condición de existencia de la opinión pública libre,
indisolublemente unida al pluralismo político que es un valor fundamental y requisito
de funcionamiento del Estado democrático. Esta excepcional trascendencia otorga a
las expresadas libertades un valor de derecho prevalente sobre los derechos de la
personalidad garantizados por el art. 18.1 de la Constitución, en los que no concurre
esa dimensión de garantía de la opinión pública libre y del principio de legitimidad
democrática”. En la misma línea, el alto tribunal vino a situar al derecho de libertad de
expresión y por ende a la libertad de opinión e ideológica como conceptos de compleja
separación, una posición privilegiada prioritaria y preferente. De este modo, el TC vino
a establecer determinados requisitos o limitaciones, y es que "el efecto legitimador del
derecho de información que se deriva de su valor preferente, requiere, por
consiguiente, no sólo que la información sea veraz -requisito necesario directamente
exigido por la propia Constitución, pero no suficiente (al que ya hicimos referencia)-
sino que la información tenga relevancia pública, lo cual conlleva que la información
veraz que carece de ella no merece la especial protección constitucional. El criterio a
utilizar en la comprobación de esa relevancia pública de la información varía según
sea la condición pública o privada del implicado en el hecho objeto de la información o
el grado de proyección pública que éste haya dado, de manera regular, a su propia
persona, puesto que los personajes públicos o dedicados a actividades que persiguen
notoriedad pública aceptan voluntariamente el riesgo de que sus derechos subjetivos de
personalidad resulten afectados por críticas, opiniones o revelaciones adversas y, por
tanto, el derecho de información alcanza, en relación con ellos, su máximo nivel de
eficacia legitimadora, en cuanto que su vida y conducta participan del interés general
con una mayor intensidad que la de aquellas personas privadas que, sin vocación ni
proyección pública, se ven circunstancialmente involucradas en asuntos de
trascendencia pública, a las cuales hay que, por consiguiente, reconocer un ámbito
superior de privacidad, que impide conceder trascendencia general a hechos o
conductas que la tendrían de ser referidas a personajes públicos”. (STC 171/1990 de
12 de noviembre).
Así las cosas, el Tribunal Constitucional vino a declarar que, aunque la cláusula de
conciencia tiene su ámbito de aplicación “en las relaciones contractuales de los
profesionales de la información con la empresa de comunicación para las que trabaja,
con vistas ti la garantía del ejercicio de su propia libertad informativa” (STC
22512002), su reconocimiento “al profesional de la comunicación en el ejercicio de su
libertad de información no puede entenderse exclusivamente como un derecho
particular de aquél, sino, al tiempo, como garantía de que a su través se preserva
igualmente la satisfacción del carácter objetivo de dicha libertad, de su papel como
pieza básica en el sistema democrático y de su finalidad como derecho a transmitir y
recibir una información libre y plural” (STC 199/1999).
b) Cuando la empresa les traslade a otro medio del mismo grupo que por su
género o línea suponga una ruptura patente con la orientación profesional del
informador.
El derecho de rescisión del contrato de trabajo por tales motivos no resulta baladí, sino
que éste tiene su origen en el derecho del trabajador a preservar su independencia ante
situaciones de cambio ideológico del medio en cuestión, siempre y cuando dicha
independencia pueda verse amenazada. Del mismo modo, no solo se trata de proteger la
independencia del trabajador afectado, sino también para proteger y preservar su
credibilidad, prestigio y la seriedad, evitando del mismo modo conflictos con la
empresa. (STC 225/2002).
El ejercicio de este derecho dará lugar a una indemnización, que no será inferior a la
pactada contractualmente o, en su defecto, a la establecida por la Ley para el despido
improcedente.
En segundo lugar, cabe destacar las STC de 11 de abril de 1985 y SSTS de 16 de enero
y 23 de enero de 1998, que establecen que aun cuando el Derecho a la objeción de
conciencia del personal sanitario a no practicara abortos, no está recogido
expresamente, no obstante, forma parte del contenido del Derecho a la libertad
ideológica y religiosa y resulta, por lo tanto, directamente aplicable.
De este modo se aspira a conseguir una seguridad integrada, esto es, incorporada al
conjunto de actividades de la empresa.
1. CONCRECIONES LEGALES DEL DEBER DE SEGURIDAD
La evaluación puede ser inicial, la que se lleva a cabo con carácter previo al
inicio de la actividad productiva o sucesiva.
La inicial, de conformidad con el art. 16.2 a) de la LPRL, debe llevarse a
cabo:
Teniendo en cuenta, con carácter general, la naturaleza de la actividad, las
características de los puestos de trabajo existentes y de los trabajadores que deban
desempeñarlos.
Considerando, asimismo, aquellos otras actuaciones que deban desarrollarse
de conformidad con lo dispuesto en la normativa sobre protección de riesgos
específicos y actividades de especial peligrosidad. En concreto, la posibilidad de que
el trabajador que ocupe o vaya a ocupar el puesto de trabajo sea especialmente
sensible, por sus características personales o las del contrato de trabajo o su estado
biológico a alguna de las condiciones presentes en el lugar de trabajo (arts. 25 a 28
de la LPRL y 4 RSP). Así, por ejemplo que tenga alguna discapacidad física o
psíquica, que sea menor de edad, que sea un trabajador temporal, que sea una mujer
embarazada, etc.
Deberá efectuarse igualmente con motivo de la elección de los equipos de
trabajo, de las sustancias o preparados químicos, la introducción de nuevas
tecnologías y del acondicionamiento de los lugares de trabajo (art. 4 RSP).
El incumplimiento del deber de evaluación es una infracción grave y puede ser muy
grave cuando, a consecuencia de no adoptar las medidas necesarias derivadas de la
evaluación, se deriva un riesgo grave e inminente (arts. 12.1 y 4 de la LPRL y 12.1 y 6
de la LISOS)
Además, el incumplimiento de esta obligación, de conformidad con la jurisprudencia,
no comporta automáticamente la responsabilidad empresarial de cualquier accidente que
acaezca a posteriori en la empresa; si pese a no haber realizado formalmente la
obligación de evaluar y el plan de prevención, el método de trabajo seguido era no
obstante el adecuado. Esto es, sólo si de haberse realizado la evaluación y el plan
correspondiente, se podría haber previsto los riesgos concretos y haber llevado a cabo
otro método de trabajo que hubiera evitado el accidente entrará en juego la
responsabilidad empresarial por el mismo. De lo contrario, no se cumpliría el requisito
de existir una relación entre el incumplimiento de la obligación y el accidente y, por
tanto, sólo se podrá sancionar el incumplimiento del deber general de evaluar, pero no
achacar al mismo la consecuencia del accidente.
Todos los EPIS deben cumplir las disposiciones mínimas de seguridad que exige la
legislación vigente.
- Cuando un EPI ha pasado satisfactoriamente el control de calidad que para cada tipo
de equipo establece el propio RD 1407/1992, puede llevar la marca «CE» que garantiza
la calidad del equipo.
- Por ello, siempre hay que exigir que un EPI lleve dicha marca, aunque no es
obligatoria. Si aun llevándola se duda de su seguridad y eficacia o de que cumpla el RD
1407/92, hay que ponerse en contacto con la Inspección de Industria.
- Junto con el EPI, el fabricante tiene que entregar obligatoriamente un folleto
informativo con: datos del fabricante; instrucciones de mantenimiento,
- uso, limpieza, revisión y desinfección; rendimientos alcanzados en los exámenes
técnicos; instrucciones de uso; fecha de caducidad, etc.
- Limitar su uso a los casos en los que los riesgos no se puedan evitar o no puedan
limitarse suficientemente por medios técnicos de protección colectiva o mediante
medidas, métodos o procedimientos de organización del trabajo. Así, por ejemplo, ante
el riesgo de caídas primero el empresario deberá adoptar dispositivos de protección
colectiva: barandillas, plataformas y redes de seguridad. Sólo si por la naturaleza del
trabajo no fuera posible evitar o eliminar de forma adecuada los riesgos para el
trabajador, deberá disponerse de medios de acceso seguros y utilizarse cinturones de
seguridad con anclaje.
- Proporcionar gratuitamente los EPIs.
- Vigilar su buen estado y uso correcto. El mantenimiento de los EPIS por parte de la
empresa incluye la limpieza de los mismos en caso de ropa y complementos de
seguridad (STSJ de Asturias de 11 de mayo de 2012.
- Informar a los trabajadores de los riesgos contra los que protege el EPI y de las
características técnicas y de uso de los EPIs.
- Garantizar la formación en el uso de los EPIs, organizando si es necesario sesiones de
entrenamiento.
- Habilitar un lugar idóneo para su almacenamiento.
Pero en todo caso, ante los posibles riesgos a los que el personal pueda verse
expuesto, la información debiera ser personalizada y a ser posible documentada.
En cualquier caso, existen una serie de tareas que debido a su peligrosidad potencial
específica han de disponer de instrucciones de trabajo por escrito, a modo de ejemplo y
con carácter no exhaustivo se citan las siguientes:
Operaciones normales con riesgo de graves consecuencias (empleo de sustancias
o procesos químicos peligrosos, máquinas, instalaciones energéticas-calor,
electricidad, trabajos en altura, etc.)
Trabajo en condiciones térmicas extremas (calor o frío).
Operaciones en espacios confinados.
Operaciones con aporte de calor en lugares o instalaciones con peligro de
incendio o explosión.
Situaciones de emergencia.
Control de las actividades de subcontratas.
Intervenciones de personal foráneo en instalaciones.
Carga / descarga y movimiento de vehículos.
Paradas y puestas en marcha de instalaciones.
Operaciones de mantenimiento y limpieza.
Situaciones de alteración de los procedimientos normales de operación.
Empleo ocasional de equipos con funciones clave.
Trabajo en solitario o alejado del lugar habitual de trabajo.
Concepto y designación
Competencias y facultades
Competencias y funciones
Régimen de funcionamiento
En el caso de los trabajadores contratados por ETT, nos encontramos con una
fragmentación de la deuda de seguridad, debida a la compleja relación triangular que se
crea. Si bien la deuda de seguridad corresponde fundamentalmente a la ETT como
titular del contrato de trabajo, hay un traslado a la empresa usuaria de ciertos deberes,
pues es a ésta a quien benefician directamente los servicios.
Por su parte, corresponde a la empresa usuaria, informar, con carácter previo al inicio
de la prestación de servicios, sobre los riesgos derivados del puesto de trabajo, así como
de las medidas de protección y prevención contra los mismos.
Es la responsable de las condiciones de ejecución del trabajo en todo lo relacionado
con la protección de la seguridad y la salud de los trabajadores y de informar de la
incorporación de tales trabajadores a los órganos específicos de la empresa encargados
de las actividades de prevención de riesgos laborales.
Se deberá designar personal específico para la puesta a punto de dichas medidas y para
comprobar y hacer el seguimiento de su correcto funcionamiento. Este personal se
responsabilizará de que las actuaciones que se realizan en esta materia (mantenimiento
de los equipos contra incendios, simulacros, señalización de emergencia, formación e
información a trabajadores, etc.) se llevan a cabo periódica y correctamente. Por norma
general se debieran designar:
Equipos de Primera Intervención, cuyos componentes deben acudir al lugar
donde se ha producido la emergencia, con el objetivo de controlarla de forma
inmediata si es posible. Son personas capacitadas, por ejemplo, para manejar
extintores de incendios. Es importante que todos los trabajadores sepan qué
hacer cuando detecten una situación de emergencia y que un número
considerable de trabajadores estén formados en el manejo de tales equipos.
Equipos de Segunda Intervención, que deben actuar en empresas a partir de
cierto tamaño, cuando, por la gravedad de la emergencia, no pueda ser
controlada por los equipos de primera intervención. Prestarán apoyo a los
servicios de ayuda exterior cuando su actuación sea necesaria. Se pueden incluir
en este grupo aquellas personas con funciones específicas, por ejemplo, de
mantenimiento, que asegurarán que la red de agua contra incendios, en caso de
existir, esté disponible y que las instalaciones contra incendios sean operativas.
Equipos de Primeros Auxilios, que prestarán los primeros auxilios a los
lesionados por la emergencia.
Equipos de Alarma y Evacuación, que realizan acciones encaminadas a asegurar
una evacuación total y ordenada de su sector o área asignada y a garantizar que
la alarma ha sido transmitida correctamente.
Jefe de Emergencia, que, en función de la información recibida, coordinará el
plan de actuación, enviando a la zona siniestrada las ayudas internas disponibles
y, en caso de ser necesarias, recabará ayudas externas.
Otro aspecto a tener en cuenta es cómo actuar frente a situaciones que precisen una
atención sanitaria de emergencia a un accidentado, esto es, cómo actuar y cómo deben
ofrecerse primeros auxilios a una persona que haya sufrido una lesión hasta que pueda
ser atendida por personal sanitario competente. En este sentido existen un conjunto de
acciones a llevar a cabo, que deben realizarse con la máxima rapidez y eficacia posible
para que no empeore el estado y evolución de la víctima. Para ello, deberían existir en
todo centro de trabajo personas con formación en primeros auxilios que sepan cómo
proceder.
Criterios de actuación
Para que un Plan de Emergencia cumpla con sus objetivos de eficacia se deberá:
Por lo que hace referencia a la gestión de los primeros auxilios en la empresa, se debe
disponer de material, personal, formación, protocolos de actuación en caso de accidente
y organización en general para ofrecer una correcta y eficaz atención de primeros
auxilios a los trabajadores accidentados. Esto implica que en todos los centros de trabajo
se debe disponer de:
Dentro de las posibles situaciones de emergencia que se pueden dar, merece una
mención especial la situación en la que los trabajadores o terceros puedan estar
expuestos a un riesgo grave o inminente ocasionado por el trabajo.
De conformidad con el art. 4.4 de la LPRL, es riesgo grave e inminente aquél cuya
materialización resulte probable racionalmente en un futuro inmediato y puede suponer
un año grave para la salud de los trabajadores, bien de accidente, bien por la exposición
a agentes susceptibles de causar una enfermedad profesional, aunque sea de manera
lenta y progresiva y no de forma inmediata. Ha de ser, por tanto, inminente, grave,
probable racionalmente e inevitable.
No toda enfermedad que pueda estar causada por la realización del trabajo tiene la
consideración de enfermedad profesional, sino sólo aquéllas que estén catalogadas
reglamentariamente con tal consideración en el cuadro aprobado por el RD 1299/2006.
Los controles deberán responder a una razón objetiva y serán proporcionales al
riesgo, causando las menores molestias posibles, es decir, el personal médico no podrá
realizar más pruebas de las estrictamente necesarias. Habrán de respetar el derecho a la
intimidad y dignidad de la persona y la confidencialidad de la información obtenida.
Así, el acceso a la información médica de carácter personal queda restringida al
personal médico y a las autoridades sanitarias. Los resultados y toda la información
médica de carácter personal serán comunicados al trabajador. Sólo se comunicará al
empresario las condiciones sobre aptitud para el puesto de trabajo correspondiente.
SUPUESTOS DE COORDINACIÓN
Cuando las empresas que contraten o subcontraten con otras la realización de obras
o servicios correspondientes a la propia actividad de aquélla y que se desarrollen en
sus propios centros de trabajo tienen una obligación de vigilancia respecto de
contratistas y subcontratistas; deben vigilar que estos cumplan la normativa de
prevención de riesgos laborables.
Cuando las empresas no prestan servicios en el mismo centro de trabajo, pero los
trabajadores operen con maquinaria, equipos, productos y materias primas o útiles
proporcionados por el empresario principal, la empresa principal tiene la obligación
de proporcionar información para que la utilización de tales instrumentos se
produzca sin riesgo.
Por ello, cabe destacar ahora que no se trata de un riesgo general que afecta a todos
los trabajadores, pues en este caso, la empresa viene obligada, como hemos visto, a
eliminar el riesgo o, de no ser posible, a adoptar todas las medidas preventivas
necesaria para minimizar el riesgo por debajo de un nivel que sea aceptable. Sin que
en este caso pueda solucionarse el problema con el mero alejamiento del puesto de
quienes en un momento determinado manifestaran síntomas derivados del riesgo,
puesto que los demás trabajadores, aun cuando no hubieran manifestado todavía
síntoma alguno, seguirían sufriendo el mismo riesgo sin que hubiera habido una
acción correctora por parte de la empresa.
En los tres casos, habrá que tener en cuenta asimismo el alcance de las secuelas que
se produzcan en la capacidad de trabajo. En este supuesto, además de las mermas en
la capacidad de trabajo como consecuencia de lesiones físicas o psicológicas
sufridas en accidentes o a causa de enfermedades, también habría que incluir
aquellos casos en que al trabajador se le revoca, por sanción o por no reunir ya los
requisitos legalmente exigidos, permisos o titulaciones necesarias para ejercer el
puesto de trabajo. Por ejemplo, pierde el permiso de conducir imprescindible para
trabajar como transportista, porque pierde los puntos o porque no supera la revisión
médica. En estos casos, si el trabajador ha perdido las aptitudes físicas,
profesionales o legales para poder seguir ejerciendo su puesto de trabajo,
normalmente, tal circunstancia debería llevar aparejada la declaración por la
Seguridad Social de una incapacidad en grado de total, absoluta o gran invalidez, lo
cual producirá la extinción de la relación laboral, art. 49.1 e) del E.T. Pasando el
trabajador a ser pensionista de la Seguridad Social. Sin embargo, si la Seguridad
Social no reconoce ningún grado de incapacidad o únicamente declara al trabajador
incapacitado en grado de parcial, no se extingue la relación laboral ni se le paga una
pensión al trabajador, sino que se le declara apto para seguir trabajando en su puesto
de trabajo en su empresa.
En estos casos, la empresa se encuentra, muchas veces, con un trabajador que tiene
su capacidad de trabajo mermada o reducida. Así, por ejemplo, secretaria que ha
perdido una mano en un accidente, evidentemente, ya no podrá escribir con un
teclado con la misma destreza y velocidad que antes o albañil que tras caerse de un
andamio, ahora tiene fobia a las alturas y ya no es capaz de trabajar en alturas y
subirse a andamios, etc.
Así, por ejemplo, médico de guardia que desarrolla un cuadro de altos niveles de
estrés y ansiedad ante situaciones extremas como las que vive durante cualquier
jornada de trabajo, que le bloquean y le impiden realizar sus funciones en
situaciones de emergencia, poniendo en peligro la salud y vida de los pacientes.
Empleado de banca, que la atención al público le provoca un estrés agudo
permanente que ha degenerado en una depresión aguda.
Trabajador que prestaba sus servicios en la sección de pulido en una línea donde
se precisa de esfuerzos físicos y tras padecer un accidente las lesiones sufridas
ya no le permiten llevar a cabo esos esfuerzos. Sin embargo, existe una segunda
línea automática de pulido donde el esfuerzo requerido es menor y el trabajador
si lo puede desempeñar, etc.
Además, ya existe una garantía para la salud de los trabajadores en el caso del
turno más nocivo o perjudicial para la salud de estos, como puede ser el turno de
noche. En efecto, en este caso, existe la prohibición, salvo adscripción voluntaria, de
que los trabajadores se encuentre en el turno de noche más de dos semanas
consecutivas. Del mismo modo, el mismo art. 36 del E.T. reconoce además que los
trabajadores nocturnos a los que se les reconozcan problemas de salud ligados al
hecho de su trabajo nocturno, tendrán derecho a ser destinados a un puesto de
trabajo diurno que exista en la empresa y para el que sean profesionalmente aptos.
Ahora bien, ello no significa que el trabajador tenga derecho a obtener en su mismo
puesto de trabajo y en su misma categoría profesional, un turno de trabajo fijo
diurno. Sino un cambio de puesto de trabajo, en un turno que sea sólo diurno, bien
sea de la misma categoría profesional o no que la del trabajador.
En primer lugar, la empresa deberá adoptar las medidas necesarias para evitar la
exposición y adaptar las condiciones del puesto de trabajo o las funciones a la
situación de la trabajadora (art. 26.1 de la LPRL), como prohibir, por ejemplo, el
trabajo nocturno, art. 36. 4 y 5 del E.T.
También habrá que tener en cuenta los arts. 6, 34 .3 y 4 y 37.1 del E.T. que
prohíben los trabajos nocturnos, el trabajar más de cuatro horas y media
seguidas, siendo obligatorio en tal caso un descanso de media hora; trabajar más
de ocho horas diarias en la misma o distintas empresas, las horas extraordinarias
y el trabajar más de cinco días seguidos, siendo obligatorio un descanso semanal
de dos días ininterrumpidos.
En el caso de los trabajadores contratados por ETT, nos encontramos con una
fragmentación de la deuda de seguridad, debida a la compleja relación triangular
que se crea. Si bien la deuda de seguridad corresponde fundamentalmente a la
ETT como titular del contrato de trabajo, hay un traslado a la empresa usuaria de
ciertos deberes, pues es a ésta a quien benefician directamente los servicios.
La LPRL establece, en primer lugar, una obligación genérica del trabajador de velar por
su propia seguridad y salud en el trabajo y por la de aquellas otras personas a las que les
pudiera afectar su actividad profesional, a causa de sus actos y omisiones de acuerdo
con los siguientes principios:
De acuerdo con sus posibilidades, tanto físicas como psicológicas.
Mediante el cumplimiento de las medidas de prevención que en cada caso sean
adoptadas.
De conformidad con su formación.
Con arreglo a las instrucciones del empresario.
En segundo lugar, la Ley concreta ese deber genérico en una serie de obligaciones
concretas para los trabajadores:
Usar adecuadamente los equipos de trabajo.
Utilizar correctamente los medios o equipos de protección individual facilitados por
el empresario, de acuerdo con las instrucciones recibidas.
Utilizar correctamente los dispositivos de seguridad existentes.
Informar de inmediato a su superior jerárquico y a los trabajadores encargados de
realizar las funciones preventivas o a los servicios de prevención, acerca de las
situaciones de riesgo que sobrevengan en el trabajo.
Contribuir al cumplimiento de las órdenes establecidas por la autoridad competente
con el fin de proteger la seguridad y salud de los trabajadores en el trabajo.
Cooperar con el empresario en materia de prevención de riesgos laborales.
Del mismo modo, si los centros de trabajo son móviles o intinerantes, piénsese por
ejemplo en una empresa de transportes terrestre, donde existan tantos centros de trabajo
como vehículos de que se disponga, es imposible la asunción personal de las funciones
preventivas por parte del empresario por no encontrarse presente personalmente en los
mismos.
A estos efectos los trabajadores que designe el empresario deberán cumplir las
siguientes condiciones generales (Arts. 30.2 de la LPRL y 13 del RSP):
- Tener la capacidad correspondiente a las funciones a desempeñar previstas en el
Capítulo VI del RSP.
- Disponer de tiempo y de los medios suficientes.
- Ser suficientes en número, teniendo en cuenta el tamaño de la empresa y los
riesgos a que estén expuestos los trabajadores y su distribución en la empresa.
Por otro lado, estos trabajadores tendrán los siguientes derechos (art. 30.3 y 4 de la
LPRL):
- Acceder a la información y documentación prevista en los arts. 18 y 23 de la
LPRL.
- No sufrir ningún perjuicio derivado de sus actividades de prevención de los
riesgos laborales.
- Gozar de las garantías que para los representantes de los trabajadores establecen
los arts. 56.4 y 68 a), b) y c) del E.T.
Por último, estos trabajadores deberán guardar sigilo profesional sobre la información
relativa a la empresa a la que tuvieran acceso como consecuencia del desempeño de sus
funciones preventivas (art. 30.4 de la LPRL).
Cabe recordar en primer lugar que es la única modalidad que es obligatoria para el
empresario cuando así se den los requisitos exigidos en la propia LPRL y RSP o
tratándose de ciertas actividades reguladas por Real Decreto, como se sabe. Sin
embargo, con esta premisa suele surgir la primera duda. En efecto, el art. 14 del RSP
exige la constitución de un SPP a partir de un determinado número de trabajadores
en plantilla, pero siempre tomando como referencia la plantilla global de la empresa.
Por ello la primera cuestión es ¿cuándo la empresa tiene más de un centro de trabajo
será obligatorio establecer un SPP para cada centro de trabajo o será suficiente con
un único servicio de prevención para todos los centros de trabajo de la empresa?
Debe prevalecer inevitablemente esta última posibilidad al moverse la normativa en
el parámetro global de plantilla de la empresa, aun habiendo varios centros de
trabajo. De tal forma que es cierto que un único SPP podrá cubrir las necesidades
preventivas de todos los centros de trabajo. Sin embargo, no es menos cierto que,
para ello, es necesario traer a colación la exigencia del art. 15.3 del RSP. De tal
forma que, cuando el ámbito de actuación de un mismo servicio de prevención se
extienda a más de un centro de trabajo, la situación de los mismos, más o menos
próxima, físicamente, será criterio determinante a la hora de valorar la adecuación
de los medios dotados y, en consecuencia su misma eficacia. De tal modo que
siendo posible dicha situación su viabilidad se hace depender del condicionante de
que la distancia entre los centros de trabajo no comprometa la virtualidad o eficacia
del servicio. Sin embargo, a nadie se le puede escapar la ambigüedad e
indeterminación de dicha exigencia, pues todo lo que no sea especificar un número
exacto de kilómetros entre centros de trabajo, lo cual sería fundamentalmente tarea
de la negociación colectiva, es dejar en papel mojado el propio requisito, que
quedará normalmente a criterio de un tercero a posteriori, por regla general, un
auditor, un inspector de trabajo o un juez. Lo mismo es aplicable a la posibilidad de
constituir servicios de prevención mancomunados entre empresas.
Por su parte, el reciente Real Decreto 843/2.011, de 17 de junio contiene los criterios
básicos para que los servicios de prevención puedan prestar la actividad sanitaria
preventivo-asistencial a la que están obligados, fijando los recursos técnicos,
humanos y materiales mínimos con los que debe contar los servicios sanitarios de
los servicios de prevención de riesgos laborales propios y mancomunados, para su
autorización por parte de la autoridad sanitaria competente, dando así cumplimiento
al mandato contenido en la disposición final primera del Real Decreto 337/2.010, de
19 de marzo, por el que se modificaron, entre otros, el Reglamento de los Servicios
de Prevención.
En cuanto a las demás funciones técnico preventivas el art. 15.2 del RSP establece
que el Servicio de Prevención Propio deberá contar como mínimo con dos de las
especialidades o disciplinas preventivas previstas en el art. 34 del RSP: Medicina
del Trabajo, Seguridad en el Trabajo, Higiene Industrial, Ergonomía y Psicología
aplicada.
De tal modo que, en segundo lugar, se suele preguntar ¿si es suficiente con dotar al
Servicio de Prevención de estas dos especialidades y concertar las demás funciones
a un servicio de prevención ajeno? La respuesta, de conformidad con el tenor literal
de la propia normativa debe ser negativa. En efecto, pues el propio art. 15.2 in fine
del RSP exige que el Servicio de Prevención propio deberá constar además con el
personal necesario que tenga la capacidad requerida para desarrollar las funciones
de los niveles básicos e intermedio.
Ahora bien, esta exigencia lleva habitualmente a plantearse dos dudas esenciales.
La primera, es ¿si los miembros o componentes del SPP deben tener una relación
laboral con la empresa o pueden desempeñar dichas funciones como profesionales
liberales? A mi modo de ver, por regla general no habría impedimento alguno para
desarrollar dicha actividad como profesional liberal, pues el hecho de que no exista
un colegio profesional que regule la misma, no conlleva necesariamente a la
conclusión que está vedada la realización profesional de dicha actividad. Sino que,
por el contrario, simplemente no es necesario legalmente la colegiación para el
desempeño de la referida actividad. Así, del mismo modo que el empresario puede
contratar a un fontanero o electricista, sin que se exige que estos estén colegiados
para llevar a cabo su actividad profesional en la empresa, pudiendo en caso de daños
o comportamientos negligentes exigirles responsabilidades civiles y penales, podría
hacer lo mismo con los expertos necesarios para constituir el SPP. Sin embargo, por
coherencia interpretativa con las anteriores exigencias legales que hemos ido
depurando, al igual que con anterioridad hemos llegado a nuestras conclusiones
finales a través del tenor literal de la normativa esta vez por pura analogía
interpretativa debemos hacer lo mismo. De tal modo que si nos fijamos en el tenor
literal de la normativa el art. 30.4 de la LPRL, por dos veces se habla de los
trabajadores integrantes del servicio de prevención, siendo por tanto necesario llegar
a la conclusión de que se debe tratar de trabajadores por cuenta ajena estricto sensu,
esto es que deberán estar vinculados con la empresa a través de un contrato de
trabajo. En cuanto a la concreta modalidad de contrato, en realidad, al tratarse de
una actividad permanente y habitual de la empresa, es decir, mientras se siga
explotando la actividad empresarial se requerirá de dichos servicios por imposición
legal, debería concertarse un contrato de naturaleza indefinida o fijo. Sin embargo,
como se sabe, en la actualidad hay un gran número de contratos temporales
fraudulentos y así ocurre en la práctica en estos casos, existiendo muchos
especialistas que están contratados por sus empresas con contratos temporales. En
cualquier caso, en este punto, cabría recordar que tras la última reforma laboral, si
estos trabajadores, al igual que cualquier otro, estuviera contratado por una misma
empresa para realizar las mismas funciones durante más de dos años, sin solución de
continuidad o de forma discontinua, a lo largo de un periodo de 36 meses, se
presumiría su conversión en fijo o indefinido.
La segunda cuestión es ¿si estos especialistas pueden desarrollar las mismas
funciones en otras empresas o tienen un régimen de exclusividad, esto es, si cabe
una situación de pluriempleo donde el especialista trabaje realizando las funciones
preventivas correspondientes en dos o más empresas? En primer lugar, cabe decir
que la norma general en el Derecho del Trabajo es que el pluriempleo no está
prohibido, únicamente se veda en supuestos de competencia desleal o concurrente,
que no sería el caso, pues el especialista no interviene en la actividad profesional o
empresarial que desarrollan las concretas empresas, sino que desempeña funciones
técnico preventivas propias y autónomas. El régimen de exclusividad o pacto de
plena dedicación, de conformidad con el art. 21 del ET, se debe celebrar
expresamente por escrito y siempre compensando al trabajador, económicamente o a
través de mejoras en sus condiciones de trabajo por la limitación impuesta en su
capacidad laboral. Ahora bien, en este caso el art. 15.1 del RSP exige expresamente
la exclusividad de dichos especialistas, sin embargo, del tenor literal, de nuevo, se
extrae que dicha exclusividad se limita a la imposibilidad de realizar otros
cometidos laborales conjuntamente con el desempeño de sus funciones preventivas,
en la misma empresa. En efecto, la norma establece expresamente que los
integrantes del SPP dedicarán de forma exclusiva su actividad en la empresa a la
finalidad del mismo. De tal modo que no parece prohibir la realización de las
mismas tareas técnico preventivas en otras empresas. No obstante, no parece
razonable la posibilidad de una situación de pluriempleo de estos especialistas. En
efecto, como se ha visto si se prohibe realizar otras actividades en la misma
empresa, es evidente que la finalidad es asegurar la eficacia del servicio y que dicha
virtualidad no quede desvirtuada por falta del tiempo y de la atención necesaria. Lo
cual evidentemente puede ocurrir asimismo si se trabaja en otras empresas, por ello
por pura analogía interpretativa parece que debería quedar vedada la posibilidad o
las situaciones de pluriempleo de estos especialistas. Pero lo cierto es que, si nos
atenemos al tenor literal de la normativa específica y del ET, como hemos visto,
dicha exclusividad no se podría imponer, sino que debería aceptarse
voluntariamente, a través de un pacto escrito y con compensaciones para el
trabajador.
En este sentido parece apuntar además la reforma del RSP por el RD 604/2006 y así
ahora el nuevo art. 22 bis del RSP exige, en determinados supuesto y actividades, que
enumera de forma taxativa, la presencia continuada de recursos preventivos en los
centros de trabajo, independientemente de la modalidad de organización preventiva. Lo
cual, evidentemente, parece dar a entender que, en sentido contrario, fuera de estos
casos específicos, no es necesario que los componentes del SPP estén presentes durante
toda la jornada laboral en el centro de trabajo, pudiendo por tanto trabajar en otros
centros de trabajo u otras empresas.
Finalmente, para concluir, cabe recordar que el art. 30.4 de la LPRL extiende a los
especialistas integrantes del SPP las mismas garantías que para los trabajadores
designados, en cuanto a sanciones y despidos. Por ello, para evitar reiteraciones
cabe traer a colación ahora todo lo dicho en el apartado anterior y muy
especialmente las garantías en cuanto a la revocación unilateral por parte del
empresario.
d) Servicios de Prevención ajenos (arts. 31 de la LPRL y 16 a 22 de del RSP)
Como se ha dicho, los apartados primero y segundo del art 14 de la LPRL, establecen el
deber empresarial de dar protección eficaz al trabajador para garantizar la seguridad y
salud en todos los aspectos relacionados con el trabajo. A estos efectos el empresario
realizará la prevención de los riesgos laborales mediante la integración de la actividad
preventiva en la empresa y adopción de cuantas medidas sean necesarias para la
protección de la seguridad y salud de los trabajadores. Por su parte, el apartado tercero
del mismo artículo, establece, asimismo, la obligación empresarial de cumplir las
obligaciones establecidas en la normativa sobre prevención de riesgos laborales.
De este modo algunas sentencias estiman que habría así un deber genérico de seguridad
en este artículo y luego una prescripción, por separado, del deber de cumplir la
normativa de prevención. De esta forma, no bastaría sólo con cumplir dicha normativa,
sino que el empresario estaría obligado a adoptar cuantas medidas sean necesarias, estén
o no contempladas en una norma concreta. En consecuencia, si eso es así, a
continuación nos debemos pregunta cuáles son los límites de ese deber. Esto es, si no
están en el cumplimiento escrupuloso de la normativa, ¿cuál sería exactamente el
comportamiento que se le exigiría a la empresa para eximirse de responsabilidad ante al
acontecimiento de un accidente en sus instalaciones?
Al respecto, podemos encontrar sentencias que declaran, con base a ese deber genérico
de protección, que el legislador lo estructura como una obligación incondicionada e
ilimitada. De tal forma que siempre se le podría haber exigido algo más a la empresa, un
plus de protección que no habría llevado a cabo y por lo tanto, la responsabilidad
empresarial, en dichos términos se convierte en objetiva o de resultados. Esto es, por el
mero hecho de producirse un accidente, incumple esa obligación la empresa y entra en
juego su responsabilidad
Sin embargo, tal conclusión nos lleva inexorablemente a plantearnos otro interrogante a
continuación. Esto es, ¿desde qué parámetros debe valorarse esa conducta diligente?
A estos efectos, cabe recordar ahora que la propia Ley distingue entre riesgos que se
pueden evitar y riesgos inevitables (art. 15). En cuanto a los primeros únicamente cabe
la detección y eliminación en origen o en raíz del riesgo laboral presente en el puesto de
trabajo. La viabilidad de los medios para evitar los riesgos laborales se debe medir
siempre desde la perspectiva del estado de la tecnología. Esto es la adopción de las
medidas más seguras desde el punto de vista técnico en cada momento. No se puede
medir desde la óptica financiera. Es decir, no se pueden subordinar o condicionar la
adopción de medidas preventivas a razones puramente económicas.
En cuanto a los segundos, los riesgos inevitables. El empresario debe entrar a evaluarlos
y en función de los resultados planificar las actuaciones preventivas correspondientes
que garanticen el mayor nivel de protección posible. De nuevo subordinado al estado de
la tecnología en cada momento no condicionado a decisiones económicas. De tal forma
que no existan alternativas más seguras. De lo contrario, aun cuando supongan una
inversión financiera mayor o superior, existirá el deber de adoptarlas.
De este modo, lo que busca la Ley es un comportamiento diligente por parte del
empresario que, en primer lugar, debe suprimir todos los riesgos que sean susceptibles
de eliminación y, en segundo lugar, debe emplear todos los medios existentes según el
estado actual de la tecnología para mitigar los riesgos que no se hayan podido eliminar
de raíz. Con lo cual dicha conducta diligente consiste en alcanzar el máximo nivel de
seguridad posible de forma permanente, no el mínimo reglamentariamente exigible. La
deuda de seguridad que al empresario corresponde determina que actualizado el riesgo
[AT], para enervar su posible responsabilidad el empleador ha de acreditar haber
agotado toda diligencia exigible, más allá -incluso- de las exigencias reglamentarias
(STS de 30 de junio de 2010).
Así, atraco sufrido por auxiliar de caja empleada en un salón recreativo de máquinas de
juego y azar. El carácter inevitable del atraco no desvirtúa su consideración de riesgo
laboral ya, que los principios de la acción preventiva, regulados en el artículo 17 de
LPRL , señalan como primer principio general, en su apartado a), el evitar los riesgos
pero, consciente el legislador de que en ocasiones los riesgos no se pueden evitar, en el
apartado b) del precepto dispone que el empresario ha de evaluar los riesgos que no se
puedan evitar". Por lo tanto, la falta de correcta formación e información de los riesgos
del puesto de trabajo, la inexistencia de una evaluación de los riesgos laborales
completa y falta de adopción de concretas medidas de seguridad y de prevención del
riesgos, comporta la responsabilidad de la empresa (STS de 12 de junio de 2013).
Así, sería también un deber de contenido dinámico y variable, teniendo en cuenta los
cambios en la técnica, las condiciones de trabajo y de las circunstancias en que se
ejecutan el trabajo.
De nuevo, sin embargo, la exigencia de este nexo causal entre omisión y accidente, nos
lleva a preguntarnos si es necesaria causa-efecto debe ser directo o puede, por el
contrario, ser indirecto o remoto.
A tales efectos, hay sentencias que exigen que la omisión de medidas de prevención
debe consistir en el incumplimiento de una norma específica o una medida concreta de
prevención, encaminada precisamente a evitar el riesgo que se actualiza y produce
finalmente el accidente.
Sin embargo, a mi modo de ver, es evidente que, en ambos casos resultaba previsible la
posibilidad del daño, por las condiciones de trabajo y, por lo tanto, que tales
circunstancias previsibles hubieran podido ser constatadas y contrarrestadas con una
eficaz evaluación de los riesgos.
En consecuencia, la doctrina descrita sólo puede ser objeto de una durísima crítica,
pues, en última instancia, dejaría el cumplimiento de todas las obligaciones que para el
empresario surgen de la normativa de prevención de riesgos laborales en sus propias
manos. A nadie se le puede escapar que la obligación de evaluar los riesgos que no se
puedan evitar, no es una medida preventiva específica independiente de cualquier otra
cuyo incumplimiento únicamente generará riesgos puntuales y específicos. De tal modo
que sólo se pudiera hablar de responsabilidad cuando esos riesgos puntuales o
específicos hayan sido la causa de un accidente. Como puede ser no llevar un calzado
protector reglamentario, porque existe un riesgo de caída de objetos pesados sobre los
pies. No obstante, si el trabajador no lleva el calzado y se corta un dedo con una sierra, a
pesar de poder sancionar a la empresa, de forma independiente, por no asegurar que los
trabajadores lleven el calzado reglamentario, no se podrá decir que tal incumplimiento
haya sido la causa de la amputación del dedo. Sólo si el trabajador sufre una fractura de
pie porque se le cae un objeto pesado sobre el mismo y no llevaba el calzado, existirá el
correspondiente nexo causal y se le podrá reclamar responsabilidades por el accidente al
empresario. No obstante, esto no ocurre con la obligación de evaluar que no es un deber
que se agota en sí mismo, sino sobre todo y principalmente la vía o la herramienta
imprescindible para poder aplicar las demás obligaciones que se establecen en la LPRL.
De lo contrario, siempre que no se llevará a cabo la obligación genérica de evaluar, no
se pondrían de manifiesto los riesgos existentes en el puesto de trabajo y así no se sabría
que medidas preventivas específicas habría que tomar y, evidentemente nunca se
incumpliría una normativa específica y nunca habría responsabilidad empresarial por los
accidentes. Sólo sanciones mucho más leves por el incumplimiento del deber de
evaluar. Pero como hemos dicho, esto equivaldría a dejar en manos de los propios
empresarios el cumplimiento de las obligaciones que emanan de la normativa de
prevención de riesgos laborales.
Algunas sentencias, adoptan una postura ecléctica, es decir, una solución intermedia o a
medio camino, entre los dos extremos anteriores. Así, establecen que aun cuando no se
hubiera llevado a cabo la evaluación de riesgos o el plan de prevención y acaece un
accidente, la empresa no incurrirá en responsabilidad directa por el mismo si el método
de trabajo seguido era el adecuado. Esto es, sólo si de haberse realizado la evaluación y
el plan correspondiente, se podría haber previsto los riesgos concretos y haber llevado a
cabo otro método de trabajo que hubiera evitado el accidente entrará en juego la
responsabilidad empresarial por el mismo. De lo contrario, de nuevo, sólo se podrá
sancionar el incumplimiento del deber general de evaluar, pero no achacar al mismo la
consecuencia del accidente.
El Tribunal argumenta que, aun cuando una evaluación y un plan pudieran haber
previsto la utilización de grúas articuladas o tijeras o la exigencia de haber estibado el
tubo por su parte superior antes de cortarlo. En cualquier caso el trabajador tendría que
haber subido a las mismas para cortar el tubo y no parece razonable que un plan de
evaluación hubiera previsto la opción de trabajar desde grúas, existiendo ya una
pasarela fija y estable con barandillas desde la cual se podía realizar la operación.
También hace difícil pensar que se pudiera apreciar en una razonable inspección de la
zona que el primer tubo estuviera enganchado al otro. De tal forma que concluye que el
método o la técnica de trabajo no era inadecuada, sino lógica y razonable y no es
previsible que se hubiera seguido otra de haberse llevada a cabo la evaluación y el plan
correspondiente.
No en cambio:
Trabajador que resbala sobre un líquido que accidentalmente otro trabajador había
vertido en el suelo de la empresa.
Ni trabajador que se quema por la manipulación de sustancias peligrosas, concretamente,
sosa cáustica, pese haber recibido la información y formación preceptiva, así como equipos
de protección individual, guantes, gafas, mascarilla, etc., puesto que uno de los sacos de
sosa estaba roto.
Sí el técnico encargado de reparar una línea telefónica, para lo cual era necesario subirse a
un poste a una altura de seis metros. A tales efectos, apoyó una escalera de mano que
llevaba en el poste y se subió hasta una altura aproximada de seis metros, procediendo a
fijar en el poste un cinturón de seguridad, tras lo cual comenzó el cambio de acometida.
Cuando se encontraba tensando la acometida, el poste se partió por su base y cayó con él,
atrapándole el poste, en su caída, la pierna derecha que quedó fracturada.
No, en cambio, en otro supuesto similar, porque queda comprobado que el poste se
rompe porque se encontraba en mal estado de mantenimiento.
Sin embargo, pese a no ser un deber objetivo en cuanto a resultados, como hemos visto,
sí lo es, al menos en parte, en cuanto a conducta del trabajador. Puesto que el
empresario responderá pese a que el trabajador haya cometido distracciones o
imprudencias simples. Esto es, el empresario tiene que contar con los descuidos
ocasionales o puntuales de sus trabajadores, debidos a excesos de confianza.
Únicamente le eximirá de responsabilidad respecto del accidente las conductas dolosas
o aquellas otras en las cuales concurra una imprudencia temeraria del trabajador.
Además, a estos efectos, cabe recordar que el empresario deberá tener en cuenta las
capacidades profesionales de los trabajadores a la hora de asignar trabajos (formación,
experiencia, capacidad) (art. 15.2) y deberá asegurarse de que hayan recibido la
información suficiente y adecuada antes de acceder a zonas de riesgo, así como haber
proporcionado todos los medios de protección necesarios. De lo contrario, podría
incurrir en culpa “in eligendo”.
De este modo, el Tribunal concluye que, aun cuando conste formalmente la información
y formación, (escrito firmado por el trabajador en tal sentido), es evidente que, por sus
características personales y por el hecho de haber sufrido el accidente el primer día de
trabajo, el cumplimiento formal no viene corroborado por la realidad práctica, que pone
de manifiesto que el trabajador no era el adecuado para el manejo de dicha maquinaria.
La deuda de seguridad no se agota con dar a los trabajadores los medios normales de
protección sino que el empresario viene además obligado a la adecuada vigilancia del
cumplimiento de sus instrucciones, que deben tender no solo a la finalidad de proteger a
los trabajadores del riesgo genérico que crea el servicio encomendado, sino además la
prevención de las ordinarias imprudencias profesionales, pudiendo impedir, si fuera
necesario, la actividad laboral de quienes incumplan el debido uso de aquellos
( Sentencias del Tribunal Supremo 28.2.1995, 27.5.1996, 18.2.1997 y 8.10.2001 [RJ
2002, 1424]
Asimismo, deberá vigilar que los trabajadores cumplan las medidas de protección,
adoptando las medidas necesarias para hacer efectivas las órdenes empresariales, de lo
contrario, incurriría en culpa in vigilando. A este respecto, la jurisprudencia matiza, no
obstante, que el deber de vigilancia del empleador no puede concebirse como una
fiscalización constante o permanente, minuto a minuto, de todas las operaciones
llevadas a cabo en su empresa, para obligar al empleo de las medidas preventivas
indicadas en cada caso, incluso a los trabajadores rebeldes a sus indicaciones. Ya que
eso supondría un poder cuasi policial, permanente y exhaustivo e iría en contra de la
propia dignidad y profesionalidad del trabajador, presumiendo en ellos la falta de
sentido común. De tal forma que no habrá responsabilidad por parte del empresario si
éste a articulado un procedimiento de trabajo seguro, pero surge un incumplimiento
puntual del mismo por parte del trabajador.
F) LA CARGA DE LA PRUEBA
A. Los sujetos responsables de las infracciones administrativas son los siguientes (art. 2
LISOS):
1. Empresarios. El incumplimiento de las obligaciones en materia preventiva por
parte de los trabajadores, no eximen de responsabilidad al empresario, quien debe
prever las distracciones o imprudencias no temerarias que puedan cometer los
trabajadores; sin perjuicio de que se consideren incumplimientos contractuales
sancionables por el empresario.
Autoridad laboral
competente a nivel Hasta 40.985 €.
provincial
Director General de
Hasta 123.000 €.
trabajo
Ministro de trabajo y
Hasta 409.900 €.
Asuntos sociales
Consejo de Ministros a
propuesta del Ministro
Hasta 819.780 €.
de Trabajo y Asuntos
Sociales.
Sin embargo, a mi modo de ver, si en estos casos, la acción principal de las ejercitadas
suele ser la que va dirigida contra las empresas, para cuyo conocimiento, como hemos
visto, sí es competente el orden social, y la adicionada es la que reclama responsabilidad
al técnico, parecería más lógico, si no se quiere que las acciones se ejerciten en
procedimientos separados, por cuestiones de economía procesal, cambiar la dirección de
la mencionada vis atractiva y atribuir la competencia para el conocimiento de todas las
cuestiones suscitadas en la demanda al orden social de la jurisdicción, que presenta
mayores garantías para los trabajadores.
Esta es la postura que se adopta finalmente con la nueva Ley Reguladora de la
Jurisdicción Social, Ley 36/2011, de 10 de octubre, cuyo art. 2. B) establece la
competencia del Orden Social en relación con las acciones que puedan ejercitar los
trabajadores o sus causahabientes contra el empresario o contra aquéllos a quienes se les
atribuya legal, convencional o contractualmente responsabilidad, por los daños
originados en el ámbito de la prestación de servicios o que tengan su causa en
accidentes de trabajo o enfermedades profesionales, incluida la acción directa contra la
aseguradora y sin perjuicio de la acción de repetición que pudiera corresponder ante el
orden competente.
Por ello ahora lo que se pretende es que la jurisdicción social sea competente para
enjuiciar conjuntamente a todos los sujetos que hayan concurrido en la producción del
daño sufrido por el trabajador en el marco laboral o en conexión directa con el mismo,
incluidos, a mi modo de ver, los fabricantes, importadores y suministradores. De este
modo, se crea un ámbito unitario de tutela jurisdiccional para el resarcimiento integral
del daño causado.
La STS 10-12-1998 (RJ 1998/10501) Sala General), afirma que, ante la pluralidad de
vías procesales para obtener la reparación de tal tipo de daños, debre recordarse que
existe un solo daño que hay que compensar o indemnizar, sin perjuicio de las distintas
reclamaciones que puedan plantearse. Así, como el daño a reparar es único, las
diferentes reclamaciones para resarcirse del mismo que pueda ejercitar el perjudicado,
aunque compatibles, no son independientes, sino complementarias y computables todas
para establecer la cuantía total de la indemnización (sentencias de 30 de septiembre de
1997, 2 de febrero de 1998, 2 de octubre de 2000, 3 de junio de 2003, 24 de abril de
2006). De este modo, en la sentencia de 22 de julio de 1998 se dice que la pretensión
social necesariamente debe tener una integración unitaria de las distintas reclamaciones.
Debe existir también, en principio un límite en la reparación del daño, conforme a las
previsiones del Código Civil, aplicables a todo el ordenamiento. En consecuencia, las
cantidades ya recibidas han de computarse para fijar el quantum total. El quantum
indemnizatorio debe ser único.
La STS 2-2-1998 (RJ 1998/3250) argumenta que dentro de las evidentes dificultades de
fijar una cuantía en concepto de indemnización por accidente de trabajo, ha de hacerse
teniendo en cuenta la naturaleza de los hechos, el grado de culpabilidad, la dependencia
económica, las sumas ya percibidas (conceptos de pensión, mejoras voluntarias
pactadas, aunque no debe detraerse la cantidad recibida en recargo de prestaciones (STS
de 21 febrero 2002) y criterios que pueden servir de referencia. En este sentido, la STS
17 febrero 1999, entre otras, afirma que el baremo que establece la correspondiente
normativa administrativa con relación a las secuelas derivadas de los accidentes de
circulación es un criterio indicativo, pero no determinante.
Así, en primer lugar, la sentencia de 17 de julio de 2007, justifica el sistema de
baremación por imperativos del principio de seguridad jurídica consagrado en el art. 9.3
CE y por las ventajas que representa, pues establece un mecanismo de valoración que
conduce a resultados muy parecidos en situaciones similares; facilita la aplicación de un
criterio unitario en la fijación de las indemnizaciones con el que se da cumplimiento al
principio de igualdad del art. 14 CE; agiliza los pagos de los siniestros y disminuye los
conflictos judiciales pues, al ser previsible el pronunciamiento judicial, se evitarán
muchos procesos y, finalmente, da respuesta a la valoración de los daños morales que,
normalmente, está sujeta al subjetivismo más absoluto. Añade la sentencia que, aun
admitiendo las dificultades que entraña la baremación de un sistema de valoración de
daños, es lo cierto que, sobre todo cuando se trata de daños morales, goza de mayor
legitimidad el sistema fijado por el legislador con carácter general que la valoración
efectuada por los órganos jurisdiccionales con evidente riesgo de quiebra de los
principios de igualdad y seguridad jurídica, pues la invocación genérica a la prudencia
del juzgador a la ponderación ecuánime de las circunstancias del caso que realiza no son
garantía de corrección, ni de uniformidad resarcitoria. En este mismo sentido, el propio
TC, en su Sentencia 181/2000, de 29 de julio, declaró correcta la aplicación por los
órganos jurisdiccionales del sistema valorativo del baremo.
En segundo lugar, la STS de 9 de febrero de 2005 (RJ 6358/2005) determina que las
prestaciones de Seguridad Social no agotan la indemnización total que pudiera proceder
en concepto de responsabilidad civil por culpa o negligencia del empresario en la
producción de un accidente de trabajo, pero se integran en ese total indemnizatorio y
son , por lo tanto, deducibles del importe que hubiera tenido que abonarse si no
hubieran existido tales prestaciones, ya que las mismas no alteran ese importe total y no
pueden adicionarse al mismo porque se produciría un exceso carente de causa, como
resulta evidente si se tiene en cuenta que el asegurado social percibiría indemnización
superior a quien no estuviese cubierto por tal aseguramiento y hubiese sufrido daño
equivalente por culpa también equiparable.
Cabe recordar ahora que la sentencia de la Sala 4.ª de 12 de julio de 2007 (R.º
938/2006) afirma que no rompe el nexo causal el comportamiento negligente del
trabajador, que no pueda ser calificado de temerario, sin perjuicio de su valoración al
efecto de determinar la cuantía de la indemnización. Únicamente en ocasiones
excepcionales, la conducta del trabajador accidentado puede determinar no sólo la
graduación de la responsabilidad del empleador, sino también su exoneración, cuando
sea la causa exclusiva del accidente. Sin embargo, si no merece el calificativo de
temeraria, puede ser tomada en consideración a efectos de cuantificar la indemnización.
En el mismo sentido, la STS (Sala 1ª) de 10 de septiembre de 2007 declara que «la
responsabilidad civil, compatible con la laboral, por muerte o lesiones causadas en
accidente de trabajo, es imputable al empresario, cuyo nexo causal aparece acreditado,
incluso si aparentemente ha cumplido la normativa laboral y administrativa también,
aunque haya concurrido el propio trabajador en causa de su propio daño, lo que se
valora en el cálculo del quantum indemnizatorio».
Asimismo, la Sala 1.ª admitió la compensación de culpas en la sentencia de 11 de julio
de 2007, acudiendo al art. 1103 CC, pero advirtiendo que este criterio de la moderación
no tiene acceso a la casación por tratarse de una auténtica facultad discrecional del
juzgador de instancia, según reiterada doctrina de la Sala, proclamada en las sentencias
de 15 de diciembre de de 1999, 20 de mayo de 2004 y 20 de julio de 2006, salvo en
supuestos aislados basados en una aplicación desmedida o fuera de la lógica o
raciocinio.
D) PLAZO DE PRESCRIPCIÓN
La cuestión relativa a la duración del plazo para su ejercicio no plantea mayores
dificultades, toda vez que ambos ordenamientos señalan el mismo plazo de un año. El
art. 59 ET establece que las acciones derivadas del contrato de trabajo que no tengan
señalado plazo especial prescribirán al año de su terminación. Si se entendiera que la
responsabilidad exigible es de naturaleza extracontractual, la norma aplicable sería la
del art. 1968.2 CC, como viene haciendo la Sala 1.ª (entre otras, en las sentencias de 9
de mayo de 1996, 9 de octubre de 2007 y 3 de diciembre de 2007), aplicando la
prescripción de un año para las acciones encaminadas a exigir la responsabilidad por las
obligaciones derivadas de la culpa o negligencia de que trata el art. 1902 CC.
Su cómputo comienza desde el momento en que pudieron ser ejercitadas (art. 1968
C.Civil). Ese conocimiento vendrá dado por la fecha de notificación, que debe
acreditarse, de la resolución del INSS o resolución judicial correspondiente, que declare
el alcance de las lesiones (STS de 22 de marzo de 2002). En el supuesto concreto de
incapacidad permanente el plazo de prescripción se inicia en la fecha de notificación de
la resolución forme en el proceso de declaración y calificación de dicha incapacidad
(STS de 20 de abril de 2004).
Puesto que la naturaleza jurídica y los fines de la responsabilidad civil son distintos a
los del resto de responsabilidades, será compatible con las demás de la siguiente forma:
Las responabilidades administrativas que se deriven del procedimiento
sancionador, serán compatibles con las indemnizaciones por los daños y
perjuicios causados (art. 42.3 de la LPRL), pues las primeras no contemplan
medidas reparadoras.
La responsabilidad civil es conpatible con la responsabilidad penal como
consecuencia de sus distintas finalidades.
También es compatible con las responsabilidades de Seguridad Social (STS de
20 de julio de 2000 RJ 7639), puesto que las segundas nacen del incumplimiento
de obligaciones legales por parte del empresario (afiliación, alta, cotización o
medidas de seguridad y salud en el trabajo), no se dirigen a la compensación de
los daños en sentido estricto y se actualizan a través de las prestaciones tasadas
por la ley. Tanto las objetivas de Seguridad Social, como los recargos. Pero no
agotan los daños y perjuicios de responsabilidad civil.
7. EL SUPUESTO ESPECÍFICO DE LA RESPONSABILIDAD PENAL
Así, resulta evidente que el precepto remite en general a la infracción de las normas de
prevención de riesgos laborales.
De este modo lo que se castiga en el referido delito no son los resultados lesivos de la
omisión de seguridad en trabajadores concretos, que de producirse podrán castigarse
con los delitos de lesiones o homicidio e incluso concurrir, como hemos visto con este
delito. Sino en este concreto caso la conducta delictiva consiste en poner en peligro la
vida o salud de los trabajadores, en plural, del colectivo. Esto es, aminorar las
condiciones de seguridad dirigidas al colectivo de los trabajadores que de esta forma se
someten a condiciones de inseguridad. Además, como establece la jurisprudencia, las
medidas de seguridad en los puestos de trabajo y obras, están previstas no sólo para la
seguridad de los trabajadores "estrictu sensu", sino también de los técnicos de la obra e
incluso del subcontratista. De tal forma, que se puede cometer dicho delito contra los
trabajadores autónomos o simultáneamente empresarios.
Además y de forma más concreta el ilícito tipificado exige que el referido peligro sea
creado por no haber facilitado los medios necesarios. De este modo, se puede observar
que la conducta castigada no es una acción positiva o de hacer, sino una acción omisiva
o de no hacer.
Asimismo, es fácilmente observable que aún cuando por regla general será el
empresario el infractor, sin embargo, el deber de seguridad, no compete única y
exclusivamente a este último. Así, en este sentido, la jurisprudencia establece que la
culpa penal alcanza a todos los que de facto ejerzan funciones de dirección o mando.
Así, en este sentido, la jurisprudencia mantiene que todas aquellas personas que
desempeñan funciones de dirección o de mando en una empresa y por tanto sean
superiores intermedias o de mera ejecución y tanto las ejerzan
reglamentariamente como de hecho, están obligadas a cumplir y hacer cumplir
las normas destinadas a que el trabajo se realice con las prescripciones
elementales de seguridad. Incurriendo en responsabilidad criminal si en el
cumplimiento de tales deberes se muestran remisos o indolentes y con dicha
conducta causan o contribuyen a la causación de un resultado lesivo o en la
creación de una situación de grave peligro para la vida, la seguridad o la
integridad física de los trabajadores. No obstante la atribución de
responsabilidad a los cargos intermedios que condicionada a que éstos tengan un
dominio suficiente del hecho.
Por su parte, el art. 318, regula el supuesto de que los hechos punibles sean atribuidos a
personas jurídicas, dejando sentado que en tal caso se impondrá la pena señalada a los
administradores o encargados del servicio que hayan sido responsables de los mismos y
a quienes, conociéndolos y pudiendo remediarlo, no hubieran adoptado medidas para
ello.
Así, por ejemplo, en una sentencia que versa sobre un accidente laboral de un
trabajador de la construcción que se cae de un andamio, se condena, junto al
arquitecto técnico que supervisó las medidas de seguridad del andamio, a uno de
los dos socios de la sociedad constructora que era quien realmente gestionaba y
controlaba el desarrollo de la actividad social. No así al otro que no participaba
en dicha actividad.
Incluso, como se puede observar, en el art. 318, el delito se puede cometer, no sólo por
administradores y encargados, sino también por todos aquellos que teniendo la
posibilidad práctica de evitar la situación de peligro y estando jurídico-laboralmente
obligados a hacerlo no lo hacen.
Esto es, aquellos que teniendo jurídicamente la obligación de seguridad la incumplen.
Sin embargo, en estos términos tan amplios, la obligación de responsabilidad puede
recaer sobre un extenso y heterogéneo conjunto de sujetos que van desde el empresario
y sus representantes legales, pasando por profesionales y trabajadores técnicos, servicios
de prevención y hasta los representantes de los trabajadores en materia de prevención de
riesgos laborales.
Así, del mismo modo, la jurisprudencia estima que tampoco, en los supuestos de
delegación general, el delegante queda automáticamente liberado, puesto que además de
su deber "in eligendo", de delegar únicamente en personas o servicios capacitados para
asumir la actividad delegada, tiene un deber de vigilancia que le obliga a la
comprobación periódica del cumplimiento por parte del delegado del deber asignado.
En este sentido, por ejemplo, la jurisprudencia ha estimado que es responsable el
arquitecto técnico que da instrucciones al encargado de obra, delegando en éste
las funciones de vigilancia de seguridad de los trabajadores, cuando dichas
instrucciones no son respetadas, en cuanto que el arquitecto técnico, como
director ejecutivo y material directo de la obra, no sólo debe impartir esas
instrucciones, sino que además debe controlar que dichas medidas se hayan
ejecutado materialmente. De tal modo que si confía en un tercero y hace
dejación de sus facultades y obligaciones, tal delegación no le exime de la
responsabilidad que pueda seguírsele por la omisión de tales medidas legales.
Cabe destacar también que, a pesar de que algunas sentencias pretenden apreciar un
consentimiento en el riesgo de la propia víctima con el propósito de plantear una
eficacia justificante en aquellos supuestos en que el trabajador lleva a cabo una
conducta temeraria, incumpliendo las normas de seguridad por propia voluntad, por
comodidad o por desprecio del peligro, sin embargo, la gran mayoría de la
jurisprudencia establece que el derecho de los trabajadores a unas condiciones de
trabajo seguras no es disponible. De ahí, que sea irrelevante el supuesto consentimiento
del trabajador o la aceptación explícita o implícita del riesgo. El trabajador debe ser
incluso prevenido de su propia falta de diligencia, exigiéndole incluso de forma coactiva
si fuera necesario el cumplimiento de lo establecido en las normas de seguridad (STS de
6 de mayo de 1998).
D) EL DOLO Y LA IMPRUDENCIA GRAVE
Finalmente, el art. 317 del Código Penal aminora la pena cuando el delito se cometa por
imprudencia grave, castigando entonces la infracción con la pena inferior en grado.
En consecuencia, resulta meridiano que sólo será relevante para la aplicación del delito
la comisión de tal peligro por dolo o imprudencia grave, relevando, en consecuencia, al
ilícito administrativo los supuestos de imprudencia leve o simple.
Así, como ejemplos que han tenido la consideración de comisión dolosa del delito,
podemos destacar:
El supuesto de una mina, cuyo cierre se había decretado por la autoridad laboral
por el incumplimiento de las medidas de seguridad, concretamente los cascos
utilizados por los mineros no eran reglamentarios, el ventilador de lamina no
estaba homologado y existía un compresor cuyos gases eran captados por el
ventilador que los introducía en el interior de la mina. El director de la mina
procedió a romper el precinto que había colocado la Inspección de Trabajo y
reanudó la actividad, sin que se hubieran subsanado las irregularidades en
materia de seguridad.
Así como la sentencia que condena al empresario principal de una obra, que
obliga a los trabajadores de la empresa subcontratista a trabajar en altura,
concretamente a más de tres metros, sin que exista ninguna medida de
protección colectiva, ni haber facilitado cascos, cinturones o arneses de
seguridad.
Por el contrario, como ejemplos que se han calificado como comisión imprudente del
delito cabe destacar:
Así, como el supuesto de un encargado de obra que fue condenado por un delito
imprudente contra los derechos de los trabajadores, al no facilitar a los
trabajadores arnés y cinturones de seguridad para moverse a más de dos metros
de altura del techo de la edificación. Existiendo un grave riesgo de caída para
todos los que realizaban los trabajos en el tejado, lo que quedó demostrado por
la caída de una persona ajena a la obra que subió al tejado para hablar con uno
de los operarios.
8. EL RECARGO DE PRESTACIONES DE LA SEGURIDAD SOCIAL
El recargo de prestaciones -económicas- es una institución jurídica de Seguridad
Social de naturaleza híbrida –indemnizatoria y sancionadora-, que entra en juego
cuando un trabajador sufre un accidente de trabajo o contrae una enfermedad
profesional como consecuencia del incumplimiento por parte del empresario, de alguna
de las obligaciones que le imponen las normas sobre seguridad y salud laboral. El
importe del recargo que deberá abonar el empresario será, como mínimo, del 30% y
como máximo del 50%, según la gravedad de la falta, de todas las prestaciones
económicas de Seguridad Social que tengan su causa en un accidente de trabajo o
enfermedad profesional (artículo 123.1 LGSS).
A. SUJETO RESPONSABLE
Este recargo cumple una doble función: por un lado, preventiva, disuadiendo a
los empresarios de incumplir las normas sobre seguridad y salud laboral; por otro, una
función resarcitoria o reparadora de los daños y perjuicios causados al trabajador
accidentado. La reparación de esos daños se logra haciendo recaer directamente sobre el
empresario infractor una responsabilidad, que ni puede ser objeto de aseguramiento –
privado o público (sentencia del Tribunal Supremo de 22 de abril de 2004)-, ni será
asumida por las entidades gestoras o colaboradoras de la Seguridad Social –aún en el
caso de insolvencia de la empresa-, toda vez que esta institución no es una prestación de
la Seguridad Social (artículo 123.2 de la LGSS). Es más, la entidad gestora puede
resultar beneficiaria del importe del recargo cuando el trabajador fallezca a
consecuencia del accidente y no existan beneficiarios.
Así vemos como la letra a) del art. 65 de nuestro convenio tipifica como falta
leve la impuntualidad no justificada a la entrada o a la salida del trabajo hasta
tres ocasiones en un mes por un tiempo inferior a 20 minutos o la inasistencia
injustificada al trabajo de un día lo largo de un mes.
Así, si vemos el art. 66 de nuestro convenio establece que para las faltas leves se
pueden imponer como sanción amonestación verbal o escrita o suspensión de
empleo y sueldo de dos días.
Para faltas muy graves se pueden imponer como sanción suspensión de empleo y
sueldo de 14 días a un mes o traslado a centro de trabajo en localidad distinta
durante un periodo de hasta un año o despido disciplinario.
Como se puede ver, normalmente hay varias sanciones posibles por la misma
gravedad de infracción y es el empresario que tiene libertad para imponer la
sanción que quiera, con el único límite de la prohibición de discriminación. Así,
por ejemplo, si hay tres trabajadores, tres hombres que han cometido los tres la
misma infracción muy grave, le puede imponer a uno una sanción de empleo y
sueldo a otro un traslado y al tercero despedirlo. Por el contrario, si hay 10
trabajadores que cometen la misma infracción muy grave, 9 hombres, y a estos
la empresa les impone una suspensión de empleo y sueldo de 14 días y la otra
empleada es una mujer que ha cometido la misma falta y, sin embargo a ella la
despide, esto supondría una discriminación por razón de sexo.
El art. 60 del ET establece una prescripción corta de las faltas y una prescripción
larga de las faltas.
Las faltas leves prescriben a los 10 días a partir de la fecha en que la empresa
tiene conocimiento de su comisión.
Las faltas graves prescriben a los 20 días a partir de la fecha en que la empresa
tiene conocimiento de su comisión.
Las faltas muy graves prescriben a los 60 días a partir de la fecha en que la
empresa tiene conocimiento de su comisión.
En cuanto a la prescripción largar, establece el art. 60 del ET, que todas las
faltas, con independencia de su gravedad, prescriben a los 6 meses de haberse
cometida, aunque la empresa no tenga conocimiento de su comisión. Se entiende
en todos los casos, que se trata de días naturales.
Si el juez estima que hay algún incumplimiento formal, de los que hemos
analizado (falta de comunicación por escrito, falta de concreción de los hechos
imputados, falta de expediente contradictorio, falta de comunicación al delegado
sindical, etc.), o por vulneración de derechos fundamentales del trabajador (así,
por ejemplo, la sanción impuesta por la empresa se basa en un incumplimiento
conocido por la empresa a través de la grabación de una videocámara
clandestina, oculta, no conocida por los trabajadores), entonces declarará la
nulidad de la sanción sin entrar en el fondo del asunto, esto es, si dilucidar si se
ha cometido o no la falta.
SUPUESTO Nº. 2
ANTECEDENTES DE HECHO:
«I.-La demandante, presta sus servicios a tiempo completo para le Concello de Begonte,
con antigüedad de 22 de abril de 1999, ostentando categoría profesional de Técnico de
Desenvolvimiento Económico y Social, con centro de trabajo en la Casa del Concello en
Begonte, y salario de 2.486,09 euros al mes con inclusión de la parte proporcional de
pagas extraordinarias (82,87 euros día). No ostenta ni ha ostentado la representación de
los trabajadores en la empresa.
X.-Dichos estudios fueron encargados a la actora sin otra indicación que su título y sin
plazo determinado de entrega.
XII.-La actora solicitó y obtuvo permiso para ausentarse del trabajo a los efectos de
recopilar información sobre los trabajos encomendados los días, 8, 13 y 20 de mayo y 5
de junio de 2003. Solicitó información de la Consellería de Política Agroalimentaria
relativa a dichos trabajos el 23.5.03.
CUESTIONES:
1.- Póngase en la situación del abogado del alcalde y aporte argumentos para
defender la actuación del alcalde.
2.- Ahora póngase en la situación del abogado de la trabajadora y aporte
argumentos para defender su posición.
SUPUESO Nº. 3
ANTECEDENTES DE HECHO:
«I.-El demandante en autos don Antonio F. F., mayor de edad, vecino de Lugo, provisto
de DNI núm. ..., afiliado a la CIGA, ha venido prestando sus servicios por cuenta y
orden de la Patronal "Grupo CETSSA Seguridad, SA", con domicilio social en Calle
Río Sil ...-..., ... de Lugo, dedicada a la actividad económica de empresa de Seguridad,
desde el 24-4-1990, con la categoría profesional de Vigilante de Seguridad, prestando su
actividad laboral en el Museo Provincial de Lugo, percibiendo un salario mensual de
206.346 ptas. brutas, equivalentes a 6.878 ptas. brutas diarias a efectos de
indemnización, incluido el prorrateo de las gratificaciones extraordinarias (3). No
ostenta ni ha ostentado en el año anterior al cese la condición de representante legal o
sindical de los trabajadores.
V.-La Patronal contrató con la Agencia Privada de Investigación "Abelga" (de Lugo) la
realización de un servicio consistente en grabación por medio de una microcámara de
una estancia del Museo Provincial en relación con los servicios de seguridad que presta
en éste el Grupo CETSSA, grabación únicamente durante el servicio nocturno, sólo con
imágenes, no con sonidos, durante los días 30 y 31-12-2000, y 1, 9, 10, 12, 13, 15, 16 y
24 de enero de 2001, a partir de las 22 horas. La microcámara fue instalada sin la
Patronal pero preparada por don Manuel G. F., Investigador Privado de "Abelga", que
fue quien controló las filmaciones y dispuso de las cintas en todo momento, emitiendo
informe sobre lo visionado el 13-2-2001 para el Grupo CETSSA. La Empresa luego, y
antes de confeccionar la carta de despido y dar audiencia al Delegado Sindical vio parte
de las filmaciones en presencia del Investigador Privado, éstas que por expreso deseo de
la Patronal permanecieron después en poder del Detective Privado, que asimismo
confeccionó una cinta-resumen de las filmaciones íntegras.
VI.-Sólo se grabó la prestación del servicio nocturno los días antes indicados, con una
sola microcámara, sin obtención de sonido; tales fechas el servicio nocturno de
seguridad fue prestado por el demandante, por don Jaime S. G. y por otro vigilante, B.,
éste las noches del 16 y 17 enero 2001. Don Jaime S. G., afiliado asimismo a la CIGA,
fue también despedido por la Patronal.
CUESTIONES:
1.- Póngase en la situación del abogado de la empresa y aporte argumentos para
defender la actuación de la empresa.
2.- Ahora póngase en la situación del abogado del trabajador y aporte
argumentos para defender su posición.
SUPUESTO Nº 4
ANTECEDENTES DE HECHO
SEGUNDO.- La actividad del demandante, que se presta de modo fijo en los locales de
la empresa, consiste en indexar páginas de clientes en diversos buscadores y verificar
que aparecen presentando una buena posición.
Ante la extrañeza que supone la cancelación de todas las cuentas de markenting on-line
que lleva VD., nos hemos permitido entrar en el ordenador de la empresa por Vd
utilizado para comprobar que los trabajos se realizaban correctamente, descubriendo
que durante la jornada de trabajo realiza todo tipo de actividades ajenas al mismo, como
se puede comprobar con las copias realizadas de sus correos, admitiéndose por su parte
que "...no curra una puta mierda...", cuestión esta que ha originado a la Empresa un
grave perjuicio, tanto económico como de imagen. Ante la gravedad que estos hechos
suponen, la Empresa, acogiéndose al art. 25.1.c) faltas y sanciones, del Convenio
Colectivo de Empresas Consultoras, que tipifica como falta muy grave" el fraude, la
deslealtad y abuso de confianza en las gestiones encomendadas", así como al art.54.2.d)
y e) del ET, que establecen como causa de despido disciplinario "la trasgresión de la
buena fe contractual, así como el abuso de confianza en el desempeño del trabajo; la
disminución continuada y voluntaria en el rendimiento del trabajo normal o pactado", ha
decidido rescindir su contrato de trabajo por CAUSAS DISCIPLINARIAS con efectos
15 de diciembre de 2001.
CUESTIONES:
1.- Póngase en la situación del abogado de la empresa y aporte argumentos para
defender la actuación de la empresa.
2.- Ahora póngase en la situación del abogado del trabajador y aporte
argumentos para defender su posición.
SUPUESTO Nº. 5
ANTECEDENTES DE HECHO
«I.D. Juan María presta servicios para la empresa Power Line Marketing Telefónico,
SL, desde el 12-11-01 con categoría de teleoperador especialista por lo que percibe un
salario de 1.225,64 euros mensuales con prorrata de pagas. La empresa atiende el
marketing telefónico de Vodafone y a esa actividad en turno de noche, de 24 a 8 horas
está destinado el actor que percibe plus de idiomas por sus conocimientos de inglés.
III. Es práctica habitual que los teleoperadores del turno de noche, cuando no tienen que
atender las llamadas de clientes, visiten páginas web a través del PC que manejan y lo
hacen empleando una password genérico por todos conocida.
VI. Por estos hechos la empresa despidió al demandante el 29-10-04 mediante la carta
cuyo contenido es el siguiente: "La Dirección de Recursos Humanos de Power Line
Marketing, Telefónico, le comunica, por medio del presente escrito, que ha tomado la
decisión de sancionarle, por haber incurrido en infracción laboral, por los siguientes
hechos: Según los datos extraídos de la aplicación informática 'Nice', el pasado día 25
de septiembre de 2004, Vd., tenía abierta, dentro de su jornada de trabajo una página de
Internet, denominada 'mygaydar.com', que contiene imágenes de carácter pornográfico.
El día 19 de octubre de 2004, se detecta, nuevamente, que dentro de su jornada de
trabajo Vd., tenía abierta la citada página. Posteriormente, el día 21 de octubre de 2004,
Vd. tenía abierta, una página de Internet que contiene juegos. Del mismo modo, para el
acceso a Internet Vd., ha utilizado una clave que no le corresponde, ya que con su
password, no tiene acceso a Internet. Estos hechos son constitutivos de infracción
laboral muy grave, según lo dispuesto en el artículo 54.2.d) de la Ley del Estatuto de los
Trabajadores (RCL 1995, 997) y en el artículo 67.4 del Convenio Colectivo para el
Sector del Telemarketing (RCL 2002, 699, 1136), por lo que de acuerdo con dicha
normativa, esta Dirección ha decidido sancionarle con despido que se hará efectivo hoy
día 29 de octubre de 2004".
CUESTIONES:
SUPUESTO Nº. 6
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO. La única instancia del proceso en curso se inició por demanda y terminó por
sentencia, cuya relación de hechos probados es la siguiente:
«I.-Las 25 demandantes, mujeres todas ellas, vienen prestando sus servicios por cuenta
y orden de la empresa "Gomaytex SA" desde el 1-1-2000 en todos los casos, con
categoría de oficial especialista de 1.ª ó 2.ª de actividades complementarias según
detallan en el hecho primero de su demanda y se da por reproducido, prestando sus
servicios en las secciones de envasado y control estadístico en la forma que concretan
en el hecho segundo de la misma y se tiene por reiterado, con salario hora fijado por
categorías en cuantía, en 2010, de 35 euros para las de 1.ª y de 30 euros para las de 2.ª.
En esta sección todos los trabajdores son mujeres salvo dos hombres que también
desempeñan sus funciones en la misma, uno de los cuales es uno de los encargados.
II.-La empresa se dedica a fabricar guantes de goma realizándose en esas secciones la
parte final de su proceso productivo, existiendo otras secciones dedicadas a la parte
inicial o media, que son las secciones de mezclas, desmoldeado y bombos de
satinado, en las que sólo trabajan varones, con categorías de oficiales especialistas de 1ª
o de 2.ª profesionales de la industria, cuyo salario hora en 2010 ascendía a 50 euros para
los oficiales especialistas de 1.ª profesionales de la industria y a 45 euros para los de 2ª,
al margen del plus que en estos puestos se percibe por trabajar de noche.
III.-Las categorías asignadas a las mujeres y a los hombres que trabajan en las distintas
secciones se otorgó unilateralmente por la empresa en el momento de la contratación.
IV.-Las funciones que se efectúan en la sección de mezclas, desmoldeado y bombos de
satinado son diferentes de las que se ejecutan en la sección de envasado y control
estadístico, ya que en la primera se requiere levantar maquinaria pesada de 20 kilos
numerosas veces al día y trabajar en el turno de noche. No obstante, su valoración
teniendo en cuenta los factores de conocimientos, habilidad manual, esfuerzo mental,
visual y físico, es similar en global en los casos de los puestos existentes en mezclas,
desmoldeado y control estadístico (13 puntos), siendo levemente inferior en los puestos
de envasado (12 puntos) y ligeramente más bajo en los de bombos de satinado (11
puntos), aunque en particular para cada uno de esos factores haya notables diferencias
de unas secciones a otras.
V.-En la sección de envasado y control estadístico hay 2 encargados, uno varón y otro
mujer, que perciben la misma remuneración y en la sección de mezclas, desmoldeado y
bombos de satinado los dos encargados son hombres.
CUESTIÓN:
1.- Existe un comportamiento discriminatorio por parte de la empresa por alguna
de las razones prohibidas legalmente. Justifique su respuesta jurídicamente.
SUPUESTO Nº. 7.
ANTECEDENTES DE HECHO
«I.- Las actoras, Dª Ariadna, Dª Consuelo y Dª Irene, vienen prestando servicios por
cuenta y dependencia de la empresa Hospital Santo Joan de Dèu de Barcelona, con las
siguientes circunstancias:
-Según hojas de trabajo, visitar cada planta por la mañana para determinar las
necesidades (sábanas, toallas, batas, etc.), comprobando stock en cada planta, y
preparando el pertinente carro (todos numerados según planta de destino) para el día
siguiente. Estos carros poseen unos frenos que les permiten ser utilizados como
estanterías en cada planta. Cargados pesan entre 100 y 300 Kg. Ellas mismas desplazan
los carros.
-Gestión de los uniformes del Hospital: clasificación, colgar en percha, entrega, etc.,
con unos movimientos de unos 500 diarios. Incluye repaso de defectos, coser defectos o
botones, etc.
-Recoger la ropa (y otros desechos, utensilios, etc.) que descienden por 3 bajantes o
tubos que caen en sendos espacios cerrados. Por regla general, la ropa, sábanas, etc.,
vienen en bolsas cerradas: recogida y colocación en carros. La procedente de Infantil es
la que genera mayor carga y volumen.
-Si es necesario, acuden al Almacén General para recoger necesidades que figuran en
stock, generalmente ropa nueva (batas para el personal de nuevo ingreso). Suelen acudir
personalmente, entregando el vale o albarán correspondiente a la Unidad de Almacén
General.
III.-Cada actora realiza una tarea determinada, si bien, puntualmente, puede ayudar a
otra compañera. Para el desarrollo de sus tareas utilizan hojas de trabajo, el aprendizaje
lo realizan en el puesto de trabajo, sin manual de definición de funciones o protocolo de
trabajo, no requiere experiencia o formación académica, ni es necesaria una
especialización o formación previa.
IV.-En el Almacén General, que se distribuye en planta 2 (Sala Almacén y otro espacio
con una sala con despacho, más tres puestos de trabajo con PC), y planta 1 (Almacén
Ropería, que contiene pañales, zapatos, sábanas, toallas, batas quirófano, etc., y sirve
como stock general del Hospital que controlan los mozos de almacén, prestan servicios
dos personas con la categoría de mozos de almacén, D. Jose Manuel y D. Juan Antonio,
bajo la supervisión del Jefe del mismo, D. Valentina, y realizan las siguientes funciones:
V.-Cada Mozo de Almacén realiza todas las tareas de forma indistinta, el aprendizaje lo
realizan en el puesto de trabajo a base de tiempo y experiencia, sin manual de definición
de funciones o protocolo de trabajo, no requieren determinada experiencia o formación
académica, ni es necesaria una especialización o formación previa antes de ocupar el
puesto de trabajo, pero han de conocer más de 4.000 referencias de productos.
VII.-En Ropería prestó servicios D. Carlos Daniel como Auxiliar de Ropería hasta el
31-1-1997, fecha en que se jubiló; el mismo procedía de la antigua sección de
Lavandería y cuando ésta fue suprimida, se le recolocó en Ropería.
IX.-En la empresa desde 1997 se han efectuado tres convocatorias a plazas de Auxiliar
de Ropería, sin que se haya presentado ningún hombre; desde 1996 se han efectuado
tres convocatorias a plazas de Mozo de Almacén, habiéndose presentado en la última
una mujer, siendo elegido D. Jose Manuel, que tenía mayor antigüedad.
XI.- Para la categoría de Mozo de Almacén se fijó un salario base para el año 2001 de
930,63 euros mensuales y para el año 2002 de 960,41 euros mensuales. Para la categoría
de Auxiliar de Ropería se fijo para el año 2001 un salario base de 867,83 euros
mensuales, y para el año 2002 de 895,59 euros mensuales.
CUESTIÓN:
1.- Existe un comportamiento discriminatorio por parte de la empresa por alguna
de las razones prohibidas legalmente. Justifique su respuesta jurídicamente.