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Boris Loayza M.

RESUMEN DE DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL


RENÉ RAMOS PAZOS

CAPÍTULO PRIMERO: DE LA RESPONSABILIDAD EN GENERAL

1. Concepto de responsabilidad

Dentro del ámbito jurídico podemos afirmar que una persona tiene responsabilidad cuando está
obligada a resarcir, reparar o indemnizar todo perjuicio causado a otra, sea porque habiendo
contratado con él, incumplió alguna obligación derivada de ese contrato, sea porque incurrió en una
conducta dolosa o culpable que le ha producido un daño, sea porque incumplió una obligación deri-
vada de la ley o de un cuasicontrato.

En Chile, no existen las llamadas indemnizaciones punitivas, que se caracterizan porque exceden del
perjuicio efectivo sufrido por la víctima y que cumplen una función vindicativa y preventiva.

2. Tipos de responsabilidad

[Señala BARCIA1 que la primera distinción es entre la responsabilidad moral, es decir, aquella que
proviene de la infracción de un imperativo moral o religioso, y la responsabilidad jurídica, esta es,
la que proviene de la contravención a un imperativo jurídico.].

La primera distinción que debe hacerse es entre: A) Responsabilidad penal; y B) Responsabilidad


civil. Esta última, a su vez, puede ser: a) contractual; b) extracontractual; c) precontractual; y d)
postcontractual.

La responsabilidad penal proviene de la comisión de un delito o cuasidelito penal, es decir, de toda


acción u omisión voluntaria o culpable penada por la ley (arts. 1 y 2 CP) Lo que tipifica la responsa-
bilidad penal es que se trate de una conducta penada por la ley. Ninguna acción puede ser castigada
si falta un texto legal que la prohíba o sancione. No hay pena sin ley (nulla poena sine lege).

Ahora bien, un mismo hecho puede generar responsabilidad penal y civil (arts. 59 y ss. CPP). En
este sentido, la Corte Suprema ha fallado que aun cuando de un mismo hecho puedan generar respon-
sabilidades penal y civil, de naturaleza extracontractual, son distintas e independientes entre sí. Así,
para intentar la acción civil no es necesario deducir previa o conjuntamente la acción penal, ni que
una sentencia haya establecido la existencia de un delito o cuasidelito penal.


Para el estudio del curso ‘Responsabilidad civil: extracontractual’ resumo a RAMOS PAZOS (2008), De la
responsabilidad extracontractual. Sin embargo, para complementar se añadirán otros autores, los que están
individualizados al final del presente resumen.
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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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Boris Loayza M.

[Por otra parte, agrega BARCIA2, el CPP, señala en su artículo 65 que extinguida la acción civil no se
entenderá extinguida la acción penal para la persecución del hecho punible. Lo que consagraría la
independencia entre estos dos tipos de responsabilidad.

Además, es posible encontrar algunas diferencias entre la responsabilidad penal y la responsabilidad


civil, a saber:

1. En cuanto a la capacidad: la plena capacidad penal se adquiere a los 18 años, salvo los
mayores de 14 y menores de 18 años que se regirán por la responsabilidad penal juvenil. En
cambio, la plena capacidad extracontractual se adquiere a los 16 años (art. 2319 CC);
2. En cuanto a quienes afecta: la responsabilidad penal sólo puede afectar a quien ha delin-
quido, ya que es personalísima (art. 39 CP); la responsabilidad civil, por su parte, puede
recaer en el autor (cómplices y encubridores), en sus herederos, en los terceros civilmente
responsables, y en aquellos que se aprovechen del dolo ajeno, pero sólo hasta la concurrencia
de dicho provecho (art. 2316 CC);
3. Titulares de la persecución de la responsabilidad: la acción civil sólo la puede ejercer
aquél que ha sufrido el daño, sus herederos y, en algunos casos, las víctimas indirectas o por
rebote (art. 2315 CC). La responsabilidad penal puede ejercerla toda persona y también puede
operar de oficio (art. 11 CP);
4. En cuanto a las normas que rigen la prescripción: la acción penal tiene plazos de prescrip-
ción que van desde los seis meses a los quince años (art. 94 CP). La acción civil prescribe en
cuatro años desde la perpetración del acto (art. 2332 CC).].

3. Noción de responsabilidad civil

En términos generales podemos decir que una persona es responsable civilmente siempre que debe
reparar un daño. Cuando una persona ocasiona un daño a otra, surge entre ellas una obligación, en
que la víctima pasa a ser el acreedor y el causante del daño, el deudor. El artículo 1437 CC expresa
lo que venimos diciendo al establecer que las obligaciones nacen “a consecuencia de un hecho que
ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos y cuasidelitos”.

[BARCIA3 señala que la mayoría de la doctrina suele definir a la responsabilidad civil como la nece-
sidad jurídica en que se encuentra una persona de reparar un perjuicio o daño que proviene,
por regla general, del incumplimiento de un contrato o de un delito o cuasidelito civil.].

PABLO RODRÍGUEZ GREZ define la responsabilidad civil diciendo que “consiste en el deber jurídico
de reparar los daños o perjuicios que se producen con ocasión del incumplimiento de una obligación”,
entendiendo por obligación “un deber o conducta tipificado en la ley”.

Lo que caracteriza a la responsabilidad civil es el daño: si éste falta no hay responsabilidad civil.

Ahora, en el caso de que el daño provenga de no haberse cumplido una obligación contractual o de
haberse cumplido imperfecta o tardíamente, estamos frente a responsabilidad contractual que se

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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones
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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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manifiesta en la obligación de indemnizar perjuicios (art. 1556 CC). La responsabilidad será extra-
contractual, en cambio, cuando con dolo o culpa se causa un daño a otro, que no importe un incum-
plimiento de un contrato. En otras palabras, la responsabilidad extracontractual proviene de un hecho
u omisión ilícitos, cometidos con culpa o dolo y que causa daño a otro.

La diferencia entre la responsabilidad civil contractual y extracontractual es clara: en la primera se ha


incumplido, dolosa o culpablemente, una obligación derivada de un contrato. Si ese incumpli-
miento causa perjuicios, éstos deben ser indemnizados (art. 1556). En la responsabilidad extracon-
tractual, en cambio, el daño proviene de la comisión de un delito o cuasidelito civil, esto es, de un
hecho ilícito cometido con intención de dañar que causa daño (delito civil) o de un hecho ilícito
culpable, cometido sin la intención de dañar, que causa daño (cuasidelito civil) (arts. 2284, 2314 y
2339 CC).

4. Responsabilidad precontractual

Según la doctrina, ella se va a producir en aquellos negocios que por su carácter complejo no pueden
ser concluidos en un solo acto, pues presuponen conversaciones previas.

Se le ha definido como aquella en que incurre una parte si con dolo o culpa causa a la otra un
daño injusto en el desarrollo de la formación del contrato o en el período previo de las tratativas
o negociaciones preliminares. Esta última –las tratativas preliminares– puede ser más o menos breve
o larga, y dura hasta el día en que se formula la oferta de contratar hecha en los términos que la ley
exige.

Durante el período precontractual puede ocurrir que una de las partes falte a la buena fe y lealtad
que debe presidir la vida de los negocios, sea negando información, sea interrumpiendo abusivamente
las conversaciones. Si con ello se causan perjuicios .donde lo más probable es que por la complejidad
del asunto en discusión, se haya incurrido en gastos importantes– se debe indemnizar y será el juez,
en cada caso, quien deberá ponderar las circunstancias específicas y determinar cuándo ha habido
realmente ruptura en las tratativas.

Como observa RAMÓN DOMÍNGUEZ ÁGUILA “no es que quien inicie tratos contractuales haya de
quedar ligado desde entonces y no pueda desistir. El desistimiento es un derecho que le cabe, como
manifestación de la libertad contractual, que contiene, lógicamente, la de no contratar. Pero como
ocurre con todo derecho que no sea absoluto, su ejercicio no ha de ser abusivo y dañoso”. Así, muchas
veces este derecho se encontrará limitado por la buena fe, que obliga a comportarse con arreglo a las
diligencias que comúnmente debe observarse en el tráfico, y que en caso contrario se genera una
responsabilidad precontractual o culpa in contrahendo, en virtud de la cual se deberá indemnizar el
interés negativo.

El Código Civil chileno no reglamenta en forma especial este tipo de responsabilidad, vacío que suple,
en algunos aspectos, el Código de Comercio, en sus artículos 98y 100. Según el primero, si el desti-
natario de la oferta da extemporáneamente su aceptación, el proponente será obligado, bajo respon-
sabilidad de daños y perjuicios, a dar pronto aviso de su retractación (art. 98 inc. final C.Com). El
segundo agrega que la retractación tempestiva impone al proponente la obligación de indemnizar los

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gastos que la persona a quien fue encaminada la propuesta hubiese hecho, y los daños y perjuicios
que hubiere sufrido (art. 100 C.Com).

Fundamentos de la responsabilidad precontractual

En esta materia, se estima que los fundamentos de la responsabilidad precontractual, en los casos
que no están regulados por el Código de Comercio (que sólo se aplica a los contratos consensuales),
pueden afincarse en el artículo 1546 CC, pues si bien esta disposición está referida a la ejecución de
los contratos, consagra un principio de aplicación más amplia que debe presidir la relación negocial
en todo su desarrollo (todo el iter contractual). También puede fundarse en las normas de responsa-
bilidad extracontractual según las cuales todo el que culpablemente causa un daño a otro debe in-
demnizarlo.

Normas por las que se debe regir la responsabilidad precontractual

Pues bien, aceptada la premisa de que en Chile debe admitirse la responsabilidad precontractual, cabe
dilucidar por qué disposiciones habrá de guiarse. Para resolver este problema es previo recordar que
dentro de la etapa que antecede a la formación de un contrato pueden distinguirse dos fases: una
primera, de las tratativas o conversaciones preliminares que comienza con el inicio de las conver-
saciones y que termina con la formación de una oferta, que da comienzo a la segunda fase.

En este sentido, ROSENDE ÁLVAREZ explica que si en la primera fase existe convención que regule
los gastos y acciones que ocurran en ella, la reparación de dichos desembolsos, debe ceñirse a las
normas de la responsabilidad contractual; y en ausencia de tales estipulaciones, a las de la responsa-
bilidad extracontractual; en cambio, en el período de la oferta, si hubo retractación tempestiva se
trataría de una responsabilidad legal complementada por los preceptos que rigen la responsabilidad
contractual; y en los casos de omisión de aviso de la retractación de la oferta cuando existe una acep-
tación extemporánea de la oferta, la responsabilidad sería delictual.

Lo mismo señalan ALESSANDRI y AVELINO LEÓN, para quienes la responsabilidad a que puede dar
origen la ruptura de las negociaciones preliminares a un contrato, cuando esta ruptura es suscep-
tible de producir responsabilidad, es extracontractual; tales negociaciones no crean entre las partes
ningún vínculo jurídico.

[Respecto a las tratativas preliminares, la profesora LILIAN SAN MARTÍN4, ha señalado lo que sigue
a propósito de una sentencia de la Corte Suprema.

Tenemos un caso resuelto por la Corte Suprema, el cual consiste en que las partes iniciaron negocia-
ciones para celebrar un contrato de compraventa sobre un inmueble, correspondiente a un estableci-
miento comercial. Frente a la imposibilidad técnica de celebrar el contrato definitivo de compraventa,
las partes acordaron suscribir un contrato de promesa de compraventa. En este sentido, las partes
estaban contesten en el precio del bien ($125.000.000) y en la intención de celebrar la compraventa,
pero no estaban de acuerdo en la forma en que se pagaría el saldo de precio ($25.000.000) y el monto
de la cláusula penal. Además, se tiene presente que las tratativas preliminares se encontraban en una

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SAN MARTÍN (2013), Responsabilidad precontractual por ruptura injustificada de negociaciones. “Jiménez
Mira, David Alejandro con Armijo Cerda, Antonio de Los Ángeles. Corte Suprema, Rol 1872/2010”

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fase avanzada, disponiéndose las partes a celebrar el contrato de promesa en una notaría. Sin embargo,
el demandado no llegó a firmar el contrato, puesto que este “no le convenía”.

Atendida la naturaleza solemne del contrato de promesa, no obstante haberse formado el consenti-
miento (pues hubo oferta y aceptación), el demandado no ha incurrido en un incumplimiento del
contrato, pues este no se perfeccionó (requería la escrituración), sino que simplemente incurrió en
una ruptura injustificada de negociaciones.

a) Fundamento de la responsabilidad precontractual

La responsabilidad precontractual supone la ausencia de vínculo obligatorio previo entre las par-
tes, ya sea porque estaban todavía en la fase de negociación o bien porque para que el contrato se
perfeccionara era necesario el cumplimiento de una solemnidad o bien la entrega de la cosa (en los
contratos solemnes y reales). En efecto, la responsabilidad precontractual no surge cuando las partes
no han alcanzado el consentimiento, sino cuando el contrato aún no se ha perfeccionado.

En este sentido, DE LA MAZA Y VIDAL5, señalan que una peculiaridad del escenario de lo precontrac-
tual es lo que denominan “anomia”, es decir, falta de normas (no obstante la existencia del principio
general del Derecho, la buena fe), por lo cual, las consecuencias jurídicas del retiro unilateral, no sólo
impregnarían a las tratativas preliminares, sino que además, a la retractación de la oferta en los
contratos solemnes y reales (retractación que está consagrada en el artículo 100 del Código de Co-
mercio).

Pues bien, pese a la inexistencia de un vínculo obligatorio entre las partes, no es posible decir, así sin
más, que la responsabilidad precontractual se funda en el deber genérico de no dañar a otros (neminem
laedere), es decir, el escenario de lo extracontractual, puesto que entre las partes existen ciertos de-
beres de cooperación y lealtad en sus negociaciones. En otras palabras, no se trata de deberes de
cuidado que se tienen entre extraños absolutos, sino de quienes han sido invitados a contratar o con
quienes se negocia actualmente un contrato.

Producto de lo anterior es que se ha dicho que existe un deber de negociar de buena fe, esto es, con
el propósito efectivo de celebrar un contrato, lo que también supone deberes de cuidado al terminar
la negociación, cuando se ha creado en la contraparte la confianza de que se celebrará el contrato.

En síntesis, el fundamento último de la responsabilidad precontractual es la violación del deber de


negociar de buena fe, la cual –a juicio de DE LA MAZA Y VIDAL– debe ser matizada: deben atenerse
al contexto en que se dan las negociaciones, pues es ese contexto el que puede determinar que las
exigencias de la buena fe sean particularmente intensas (como si negocian dos personas que mantie-
nen relaciones cercanas, familiares, desde hace mucho tiempo) y, en otras, casi inexistentes (como si
negocian dos empresas sofisticadas que jamás han tenido relación alguna). Y la manifestación más
conspicua del deber de buena fe en las negociaciones es no defraudar la confianza razonable que
se ha suscitado en la otra parte.

b) Naturaleza jurídica de la responsabilidad precontractual

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DE LA MAZA y VIDAL (2018), Cuestiones de Derecho de Contratos

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DE LA MAZA Y VIDAL sostiene que los contratos imponen a las partes deberes de cooperación y leal-
tad. Más allá del contrato, en el escenario de lo extracontractual, tales deberes resultan más bien
excepcionales. La cuestión, por lo que toca al estatuto aquiliano, consiste en general en no dañar a
otros, no en colaborar con su bienestar. De esta manera, la pregunta que se plantea es ¿en cuál de
estos dos escenarios –el de la colaboración o la indiferencia– debemos situar los problemas que sus-
cita el retiro unilateral de las tratativas preliminares, o como señala SAN MARTÍN, la ruptura injusti-
ficada de las negociaciones?

Al respecto, se ha dicho que la doctrina ampliamente mayoritaria (postura que es apoyada por la Corte
Suprema en el fallo en comento) aboga por el carácter extracontractual de la responsabilidad
precontractual. En este sentido, DE LA MAZA Y VIDAL indican que si únicamente existen dos esta-
tutos de responsabilidad civil y uno de ellos, ineludiblemente, exige la existencia de un contrato, a
falta de éste, solamente puede acudirse al estatuto de la responsabilidad aquiliana.

Sin embargo, una parte minoritaria ha sostenido que la responsabilidad precontractual adquiere
sus contornos más apropiados en la de carácter contractual, que, además –para esta postura– es
el régimen de responsabilidad general y subsidiario en el Derecho civil (es de esta posición el MINIS-
TRO MUÑOZ de la Corte Suprema, y también, VON IHERING, con su doctrina de la culpa in contra-
hendo).

En consecuencia, la sentencia en comento asume que en sede precontractual el deber de comportarse


de buena fe constituye una especificación del precepto más general del neminem laedere, es decir,
asume que se está en el escenario de lo extracontractual.

c) Requisitos de la procedencia de la responsabilidad precontractual

Hasta ahora es posible sostener lo siguiente: la responsabilidad precontractual se rige bajo el régimen
jurídico de la responsabilidad extracontractual; su fundamento es el quebrantamiento al deber de
buena fe objetiva, que impera durante todo el iter contractual (desde la etapa de las tratativas prelimi-
nares, la celebración del contrato, ejecución del mismo, interpretación contractual e inclusive el pe-
riodo postcontractual). Sin embargo, cabe cuestionarse hasta qué punto la buena fe objetiva obliga a
mantener la palabra dada, es decir, hay que determinar cuándo, o cómo, las partes llegan al punto
de no retorno en virtud del cual ya no les resulta legítimo retirarse unilateralmente de las ne-
gociaciones. En otras palabras, bajo qué condiciones el retiro genera la obligación de indemnizar
el daño causado.

Al respecto se ha dicho que los contratantes son libres para decidir arbitrariamente si celebrar o no el
contrato que están negociando (lo cual es una manifestación de la autonomía de la voluntad, en par-
ticular, del principio de la libertad contractual –de conclusión–), pero solo mientras no hayan gene-
rado en el otro negociante la razonable confianza de que concluirán el proceso de negociación
positivamente.

De esta forma, es posible señalar que el derecho a romper las negociaciones se encuentra limitado
por el principio de la buena fe y lealtad en las negociaciones. Y, determinar en qué momento se llega
al punto en que ya no es posible dar marcha atrás dependerá de las circunstancias del caso (como se
señaló, la buena fe es algo contingente), especialmente del grado de confiabilidad que una de las
partes pueda obtener, como resultado de la conducta de la otra parte.

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Por tanto, los negociantes dejan de tener liberad absoluta para decidir si concluirán o no el contrato,
y el retiro unilateral solo será legítimo cuando sea justificado, es decir, cuando hayan razones que
autoricen la ruptura de las negociones; en caso contrario, surge la responsabilidad precontractual.

Finalmente, y respecto del supuesto de hecho de la responsabilidad precontractual (o el retiro unila-


teral de las tratativas preliminares) queda configurado por los siguientes requisitos:

1. Existencia de negociaciones;
2. La creación de una razonable confianza en la conclusión o perfeccionamiento del con-
trato proyectado: es una manifestación del principio general de la buena fe objetiva;
3. El carácter injustificado e intempestivo de la ruptura de los tratos preliminares (o la
existencia de negociaciones paralelas y/u ocultas): esta es la manifestación del principio
de la buena fe objetiva. En este sentido, el retiro unilateral y arbitrario determina una conducta
de mala fe (sin necesidad de que exista una mención explícita a la buena fe);
4. La producción de un daño en el patrimonio de una de las partes; y
5. La relación de causalidad entre el daño al patrimonio por un lado y la confianza que
fue promovida y resultó defraudada por el otro negociante.

En conclusión, es posible señalar que la manifestación del principio general de buena fe es por
medio de la tutela de la confianza razonable que se ha suscitado en la otra parte. De esta forma,
en opinión de DE LA MAZA Y VIDAL, tratándose de contratos reales o solemnes, en cuya negociación
se ha llegado a acuerdo sobre el contenido del negocio restando nada más la entrega o la solemnidad,
la posibilidad de retirarse se torna excepcional. Y se torna excepcional pues las partes ya han alcan-
zado el acuerdo, por lo mismo puede confiar razonablemente en que, salvo alguna circunstancia ex-
cepcional, el contrato se celebrará.

d) Quantum respondeatur de la responsabilidad precontractual

Establecida la procedencia de la responsabilidad precontractual, el aspecto más relevante está dado


por sus consecuencias, es decir, el alcance o extensión del daño resarcible.

Sobre esto, se ha dicho que los daños objeto de esta responsabilidad se encuentran limitados a los
gastos en que incurrió una parte en la confianza creada por la otra, en orden a que el contrato
se celebraría, gastos que no habrían tenido lugar de no haber mediado la confianza creada por la
conducta de la otra parte y el acuerdo sobre los puntos del contrato objeto de la negociación. Por lo
mismo, la indemnización tiene por finalidad ubicar a la víctima en la misma posición como si el
ilícito precontractual no hubiere tenido lugar: ella sólo protege el interés negativo.

Sin perjuicio de esto, en la sentencia de la Corte Suprema se admite la posibilidad de que en el


interés negativo vaya incluido, también, el lucro cesante, derivado de la pérdida de oportuni-
dad, como lo sería, por ejemplo, una oferta rechazada a otros negociadores.].

5. Responsabilidad postcontractual

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En ciertos casos una de las partes de un contrato puede responder a la otra con posterioridad a su
extinción. En principio, podría parecer que terminado el contrato ya no habría ningún tipo de vincu-
lación ni obligación entre las partes; pero existen situaciones donde no obstante la finalización del
contrato, siguen vigente ciertas obligaciones.

[Sobre esta materia, CORRAL6 señala que las normas aplicables son las de la responsabilidad extra-
contractual, ya que si el contrato ha expirado, no puede regir la responsabilidad que se genera con
posterioridad.].

6. Diferencias entre la responsabilidad contractual y la extracontractual

Entre estos dos tipos de responsabilidad hay claras diferencias que derivan de que en la responsabi-
lidad contractual existe entre las partes un vínculo jurídico preexistente, que crea una obligación
que una de ellas no cumple. En cambio, en la responsabilidad extracontractual no existe ninguna
relación jurídica previa. Se trata de personas extrañas. Lo que ocurre es que una de ellas, actuando
con dolo o culpa causa un daño a la otra, y de allí surge la obligación de indemnizar, que tiene su
fuente en el hecho ilícito (arts. 1437, 2284, 2314 y 2329 CC).

1. En materia de capacidad: la responsabilidad contractual supone en las partes capacidad


para contratar, esto es, en términos generales, 18 años de edad (arts. 1446, 1447 y 26 CC).
En la extracontractual, la plena capacidad se adquiere a los 16 años, pero el mayor de 7 años
y menos de 16 años puede ser capaz si el tribunal determina que obró con discernimiento
(art. 2319 CC);
2. En materia de culpa: en la responsabilidad contractual la culpa admite grados: culpa grave,
leve y levísima (arts. 44 y 1547 CC). Ello se explica porque al existir un contrato entre las
partes, la ley exige diversos grados de cuidado, según sea la naturaleza de este contrato. Así,
en aquellos casos en que sólo se favorezca al deudor (comodato, por ejemplo), tiene éste un
grado mayor de responsabilidad (culpa levísima); en aquellos en que sólo favorezca al acree-
dor (depósito, por ejemplo), la responsabilidad del deudor es menor (culpa grave); y, final-
mente, si el contrato favorece a ambas partes, el deudor sólo va a responder si actuó con culpa
leve. De acuerdo a lo que venimos diciendo, en materia contractual no toda culpa hace incu-
rrir en responsabilidad al deudor, ello dependerá del grado de cuidado que según de la natu-
raleza del contrato está obligado a observar. En cambio, como en la responsabilidad extra-
contractual no existe un vínculo jurídico previo, no puede haber diversos grados de cuidado.
Por ello, cualquier falta de diligencia, cualquier descuido o negligencia que cause perjuicios
a otro, genera la obligación de indemnizar;
3. En cuanto a la mora: en la responsabilidad contractual es necesario constituir en mora al
deudor (art. 1557 CC). No acontece lo mismo respecto de la responsabilidad extracontractual,
en que la obligación de indemnizar deriva de la sola existencia del hecho ilícito (el autor
estaría en mora de pleno derecho);
4. En cuanto a la extensión de la reparación: en la responsabilidad contractual, la regla es
que el deudor responde de los perjuicios directos previstos, salvo que haya actuado con dolo,
caso en que también pasa a responder de los perjuicios directos imprevistos (art. 1558 CC).
En la responsabilidad extracontractual, en cambio, se responde de todo daño sufrido por la

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CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

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víctima (art. 2329 CC). Así, en sede aquiliana no hay duda de la procedencia del daño moral;
en cambio, en responsabilidad contractual se ha discutido su procedencia. Sin embargo, la
tendencia actual de la doctrina y la jurisprudencia es dar lugar también a la indemnización
del daño moral en la responsabilidad contractual;
5. En cuanto a la solidaridad: cuando el hecho ilícito es cometido por varias personas, la res-
ponsabilidad de cada uno de ellos es solidaria (art. 2317 CC). No ocurre lo mismo con la
responsabilidad contractual, en que cada uno responde por su cuota, a menos que se haya
estipulado lo contrario o lo disponga la ley (art. 1511 CC). Es útil precisar que hay quienes
piensan que si el incumplimiento contractual se produce con dolo o culpa grave, la responsa-
bilidad sería solidaria. Ello en virtud del artículo 2317 inc. 2° CC, norma que a pesar de estar
ubicada en el título de la responsabilidad extracontractual, tendría aplicación en la responsa-
bilidad contractual. [Sobre este punto, BARCIA7 señala que para ALESSANDRI, la aplicación
del artículo 2317 inc. 2° CC es general, es decir, todo incumplimiento doloso genera respon-
sabilidad solidaria. Así, en responsabilidad contractual la responsabilidad, por regla general
es conjunta, a menos que concurra dolo, pues en ese caso habrá solidaridad. Su postura se
puede resumir sosteniendo que la responsabilidad que se genere por dolo siempre será
solidaria y por culpa sólo lo será en la responsabilidad extracontractual.].
6. En lo relativo a la prueba: en este punto se halla la diferencia más relevante entre ambos
tipos de responsabilidad, pues en la extracontractual, la culpa debe ser probada por quien
alega la existencia del hecho ilícito, ya que constituye un elemento de la acción (art. 1698
CC). No ocurre lo mismo en la responsabilidad contractual, ya que al establecer el artículo
1547 CC que la prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha debido emplearlo, está
invirtiendo el onus probandi. De acuerdo a esta disposición, es el contratante que incumple
el que tiene que probar que actuó con la debida diligencia, lo que implica afirmar que la ley
presume su culpa (arts. 1547 y 1671 CC). [BARCIA8 agrega que en lo relativo al dolo, en
ambos regímenes debe acreditarse (art. 1459 CC).];
7. En materia de prescripción: la prescripción de las acciones para hacer efectiva la respon-
sabilidad contractual se rige por la norma del artículo 2515 CC, es decir, que será por regla
general de 5 años contados desde que la obligación se hizo exigible. En cambio, la acción
para hacer efectiva la responsabilidad extracontractual prescribe en 4 años contados desde la
perpetración del hecho (art. 2332 CC);
8. El artículo 173 del CPC se aplicaría únicamente a la responsabilidad extracontractual;
9. En la responsabilidad delictual existe compensación de culpas (art. 2330 CC);
10. En la responsabilidad contractual se responde siempre de una conducta propia: ello, sin
perjuicio del artículo 1679 CC, es decir, que de que en el hecho del deudor se comprende el
hecho o culpa de las personas por quienes fuere responsables. En cambio, en la responsabili-
dad delictual o cuasidelictual, la ley admite expresamente una relación causal indirecta o
remota, imponiendo la obligación de indemnizar no sólo al que causa el daño, sino a otras
personas que han concurrido causalmente a él, como consecuencia de no haber ejercido el
cuidado que la misma ley le encomienda sobre la persona que causa el perjuicio;
11. En materia de responsabilidad extracontractual, en ciertos casos, existe acción popular
(art. 2333 CC).

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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones
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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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7. Responsabilidad legal y cuasicontractual

El que incumple una obligación legal incurre en responsabilidad. En este sentido, PABLO RODRÍGUEZ
GREZ señala que las obligaciones legales pueden nacer directamente de la ley, con independencia de
la conducta o de los actos que ejecuta el sujeto que soporta el deber de conducta; o como consecuencia
de que el sujeto describa la hipótesis contenida en la ley.

La responsabilidad cuasicontractual, en virtud de los artículos 1437 y 2284 CC, se conceptualizaría,


según STITCHKIN, como “el hecho voluntario, lícito, no convencional, que genera obligaciones”. Para
él, las obligaciones derivadas de los cuasicontratos son legales.

8. Responsabilidad de derecho común

El artículo 1547 CC al establecer distintos grados de culpa se refiere a los contratos, pero no ha con-
siderado qué ocurre con las obligaciones generadas por los cuasicontratos o la ley. Ello plantea la
interrogante de saber por qué reglas se rige la responsabilidad generada por el incumplimiento de este
tipo de obligaciones, ¿por las de la delictual o de la contractual? En esta materia, la doctrina está
dividida.

ALESSANDRI y CLARO SOLAR afirman que el derecho común en materia de responsabilidad está cons-
tituido por las normas de la responsabilidad contractual. En este sentido, el primero de estos autores
sostiene que “el hecho de haberse reglado separadamente la responsabilidad extracontractual lleva a
concluir que se trata de normas excepcionales”. Por su parte, el segundo autor estima que el Código
aplica a los cuasicontratos las reglas establecidas en el artículo 1547.

Por otro lado, RODRÍGUEZ GREZ, DUCCI CLARO y ORLANDO TAPIA SUÁREZ, estiman que el derecho
común son las normas de la responsabilidad extracontractual. Así, las normas de responsabilidad
extracontractual se aplican al no cumplimiento de las obligaciones cuasicontractuales y legales. A
mayor abundamiento, en el caso de los perjuicios causados por la nulidad de un contrato, cuando ha
existido dolo o culpa, se rigen por las reglas de la responsabilidad extracontractual, lo que en
algunos casos ha sido establecido expresamente por la ley, como ocurre en las situaciones previstas
en los artículos 1455 y 1814 inc. 3° CC. [En este mismo sentido, CORRAL9 estima que la responsabi-
lidad que se genera a causa de la nulidad de un contrato es la extracontractual, pues si no hay con-
trato válido, no puede haber responsabilidad por incumplimiento contractual y debe aplicarse enton-
ces el régimen de la responsabilidad aquiliana.].

[Al respecto, BARCIA10 señala que la doctrina y jurisprudencia chilenas más tradicionales han seguido
en esta materia a ALESSANDRI, para el cual las reglas supletorias son las de responsabilidad con-
tractual. Sin embargo –agrega– esta posición, a pesar que parece definitiva no es tal, ya que en reali-
dad nuestro Código no señala cuál es la regla general. Además, si se analizan todos los artículos
referidos a las fuentes de las obligaciones, en el fondo distinguen entre obligaciones que nacen del
concurso de voluntades y las otras, es decir, nítidamente diferencian entre responsabilidad contractual
y otras fuentes de las obligaciones.

9
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual
10
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

10
Boris Loayza M.

Señala que esta postura –la de ALESSANDRI– ha sido rechazada por los autores más modernos, quie-
nes sostienen que la responsabilidad extracontractual se relaciona con las demás fuentes no con-
tractuales por tener una naturaleza común.

Por su parte, CORRAL11 estima que las normas comunes en materia de responsabilidad por hechos
ilícitos son las del título XXXV del libro IV del Código Civil, esto es, las de responsabilidad por
obligaciones no convencionales. Señala que está claro que las reglas de responsabilidad contractual
fueron dispuestas para su aplicación en el marco de una relación contractual y no corresponde una
aplicación extensiva. Sin embargo, tal vez quepa propiciar una solución intermedia, distinguiendo
el tipo de obligación: si se trata de obligaciones derivadas de un cuasicontrato, asemejándose a éste a
la regulación convencional, pueden aplicarse las normas de la responsabilidad contractual; pero si se
trata de obligaciones legales, la normativa a aplicar será la de la responsabilidad extracontractual,
destinada justamente a regular los casos de violación de un principio jurídico general, como el de no
dañar a otro injustamente.].

Del cúmulo u opción de responsabilidades

Como explica ALESSANDRI “el problema del cúmulo consiste simplemente en determinar si la infrac-
ción de una obligación contractual, cuasicontractual o legal, puede dar origen a una u otra responsa-
bilidad indistintamente o sólo a la contractual, es decir, si el daño que proviene de esa infracción da
al acreedor el derecho de elegir entre ambas responsabilidades y demandar indemnización de acuerdo
con la que más le convenga”. Agrega que “este problema no es propiamente de cúmulo de ambas
responsabilidades, como se denomina de ordinario, sino de opción entre una y otra”.

PEDRO ZELAYA, por su parte, explica que el problema del cúmulo de responsabilidades se puede
sintetizar en una pregunta: ¿puede una parte del contrato (el acreedor) que ha sido víctima de un daño
como consecuencia de la conducta dolosa o culpable de la otra parte (deudor), prescindir de la nor-
mativa contractual (responsabilidad contractual) y demandar la indemnización fundado en la respon-
sabilidad extracontractual de la otra? Así, en términos generales, el llamado cúmulo u opción de res-
ponsabilidad se presenta toda vez que la infracción de una obligación preexistente entre las partes
(incumplimiento del deudor que da origen a la responsabilidad contractual) constituye –al mismo
tiempo– un delito o cuasidelito civil.

Hay consenso en la doctrina nacional en orden a que no se puede aceptar el cúmulo de responsa-
bilidades, por lo que si el perjuicio deriva de un incumplimiento contractual, la indemnización se rige
por las reglas de la responsabilidad contractual. Excepcionalmente, sin embargo, la jurisprudencia ha
aceptado el cúmulo de responsabilidades. Así, la Corte de Concepción ha señalado que “es una reali-
dad innegable que los daños causados al paciente con ocasión de una intervención quirúrgica pueden
revestir simultáneamente características propias de una infracción contractual y, al mismo
tiempo, de un delito o cuasidelito civil. En otras palabras, la negligencia médica y hospitalaria con
daños al paciente puede incluirse indistintamente en el supuesto de hecho de la normativa con-
tractual (arts. 1547 y ss. CC) y de la extracontractual (arts. 2314 y ss. CC). Por ello, es preferible
otorgar a la víctima a la víctima la opción de elegir la vía extracontractual, aunque el demandado
prueba que existía un vínculo contractual”.

11
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

11
Boris Loayza M.

Como se ha señalado, la doctrina concuerda en que lo que se ha dado en llamar cúmulo de responsa-
bilidades, constituye sólo un problema de opción. Además, de ninguna manera puede entenderse que
aceptar el cúmulo signifique permitir la acumulación o superposición de responsabilidades, es decir,
que pudieren demandarse ambas. Ello importaría un enriquecimiento sin causa que nuestra legisla-
ción no admite.

Excepciones en que se acepta el cúmulo

ALESSANDRI señala como excepciones, en que procede el cúmulo: (i) cuando así lo han estipulado
las partes; y (ii) cuando la inejecución de la obligación constituye a la vez un delito o cuasidelito
penal. En este último caso, la existencia de una disposición legal facultad a la víctima a alegar la
responsabilidad civil bajo las reglas extracontractuales.

[Sobre el problema del cúmulo u opción de responsabilidades, DE LA MAZA y PIZARRO12 señalan que
se configura cuando el incumplimiento de un contrato constituye, a la vez, un delito o cuasidelito
civil. La duda, entonces, radica en si la víctima puede optar, por el estatuto contractual o extracon-
tractual, al solicitar la indemnización o si, en cambio, la existencia del contrato lo vincula inexora-
blemente.

En general, se ha sostenido que los requisitos del cúmulo u opción son tres:

1. Que el hecho causante del daño constituya incumplimiento de una obligación contrac-
tual y violación de un deber general de cuidado: esto significa que aun cuando no hubiese
existido contrato el paciente hubiese podido reclamar la indemnización en sede extracontrac-
tual;
2. Que la víctima de la infracción contractual y delictual sean la misma persona; y
3. La doble infracción debe ser cometida por la misma persona.

En este sentido, los autores señalan que el caso más controvertido acerca del cúmulo u opción, está
en aquellos en donde el incumplimiento contractual no configura delito o cuasidelito penal o no ha
sido alegado como tal, y las partes no han distribuido los riesgos derivados de su incumplimiento
contractual. Así, el caso sería aquél en donde por una parte, existe un contrato entre las partes, por
otra, la infracción de las obligaciones contractuales no ha sido alegada como ilícito penal y, por úl-
timo, no existe una distribución de riesgos convenida expresamente en el contrato.

Señalan los autores que, en general, la doctrina chilena se ha inclinado por no aceptar la opción de
responsabilidades (por ejemplo, ALESSANDRI, TOMASELLO HART y RODRÍGUEZ GREZ). Los argu-
mentos, en general, se limitan a la fuerza obligatoria del contrato y, en la doctrina comparada, a
que los factores de integración contractual han determinado la expansión del contenido obliga-
cional del contrato –incluyendo, por ejemplo, obligaciones de información y seguridad que las partes
no convinieron expresamente– y, por lo mismo, la posibilidad que la responsabilidad extracontractual
absorba los daños ocasionados en el marco del contrato, lo cual haría innecesario recurrir a la respon-
sabilidad extracontractual en busca de un resultado justo.

12
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

12
Boris Loayza M.

Sin embargo, existen excepciones, como BARCIA y CORRAL, que aceptan el cúmulo. En este sentido,
CORRAL13 afirma que el cúmulo procedería en todas aquellas ocasiones en que, aun, prescindiendo
del contrato el daño causado sería igualmente indemnizable bajo las reglas aquilianas. Por el
lado del Derecho comparado, se sostiene que existe una suerte de voluntad implícita de las partes de
no excluir el estatuto extracontractual. Además, se ha dicho que no resulta razonable que el deudor
que sufre un daño se encuentre en una situación desmejorada respecto a un tercero que lo sufriera.
Finalmente, que las normas de responsabilidad extracontractual son de orden público y, por ende,
inderogables.

Agrega CORRAL que no obstante su criterio es la procedencia del concurso de responsabilidades, este
no será admisible cuando las partes lo haya expresamente establecido en el contrato o cuando, a falta
de estipulación expresa, el sometimiento a la distribución de los riesgos previstos en el contrato es
una cláusula que emana de la naturaleza de la relación contractual o es impuesta por el principio de
buena fe. Afirma, además, que en los casos en que procede la opción de acciones, esta corresponde
al demandante.

DE LA MAZA y P IZARRO sostienen que la Corte Suprema, en un caso, resolvió que de existir dicha
relación [la contractual], nada impediría que el actor pudiera acogerse a las disposiciones relati-
vas a la responsabilidad extracontractual para lograr la satisfacción a las pretensiones formuladas
en la demanda.

Para DE LA MAZA Y PIZARRO, particular relevancia tiene el problema del cúmulo en responsabilidad
médica. En esta línea, los autores, siguiendo a PEDRO ZELAYA, sostienen que no resulta deseable en
estos caso una aplicación irrestricta e indiscriminada de aquella doctrina que niega lugar a la
opción. P IZARRO, particularmente, sostiene que en aquellos casos en donde se demanda la responsa-
bilidad por el hecho ajeno de las clínicas (como si una enfermera se equivoca de tratamiento intrave-
noso), y existe contrato, debe aplicarse el estatuto contractual. Así, la clínica responde por el hecho
de sus dependientes en virtud del artículo 1679 CC.].

CAPÍTULO SEGUNDO: DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

1. Concepto

Se entiende por responsabilidad extracontractual la que proviene de la comisión de un hecho ilícito


que cause daño a otro, es decir, de un delito o cuasidelito civil (arts. 2314 y 2284 CC).

Se ha fallado que cuando se invoca la responsabilidad aquiliana, se debe describir y señalar determi-
nadamente el presunto hecho ilícito en que se funda la demanda, vale decir, cuál es delito o cuaside-
lito, civil o penal, que genera la obligación de indemnizar, todo ello conforme al artículo 1437 CC.

2. Fundamentos de la responsabilidad civil

13
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

13
Boris Loayza M.

Dos teorías se han dado para fundar la responsabilidad extracontractual: la subjetiva o clásica y la
objetiva o del riesgo creado.

La primera se sustenta en la culpabilidad del autor, de tal suerte que sólo cabe la indemnización si
se actúa con dolo o culpa, lo que debe ser probado por la víctima. De acuerdo a la segunda debe
responder del daño quien crea el riesgo, sin que tenga importancia la culpabilidad del agente.

Estimamos que el Derecho es el reflejo de la sociedad. Por ello, la concepción subjetiva no resulta
satisfactoria cuando adviene el maquinismo con todas sus transformaciones en las relaciones “em-
presa-trabajador”. En definitiva, se hace necesario fundar la responsabilidad, no ya en la culpabilidad
del agente, sino en el hecho de que debe responder quien crea el riesgo, lo que aparece justo, ya que
es él quien se beneficia con la actividad que genera ese riesgo.

Sin embargo, la doctrina ha concluido que ambas doctrinas presentan ventajas y desventajas. Sin
duda, la objetiva facilita a las víctimas el pago de las indemnizaciones por los perjuicios sufridos y
tiene un innegable fondo de justicia. Pero, por otra parte, la responsabilidad subjetiva no puede ser
desechada. Por el contrario, “hay conveniencia en conservarla como principio general de responsa-
bilidad, porque, a diferencia de la responsabilidad objetiva, descansa en un valor humano, cual es la
conducta del agente”. Asimismo, se ha estimado que la responsabilidad objetiva nunca destronará
completamente a la responsabilidad subjetiva; no es de desear que la noción de riesgo venza inexo-
rablemente a la de culpa. De esta manera, la doctrina nacional y extranjera concuerdan en que ambas
teorías no son incompatibles y se complementan muy bien.

Teoría seguida por el Código Civil

Nuestro Código Civil, dada la época de su promulgación, sigue, como lo hemos señalado, la teoría
clásica o subjetiva fundada en la culpabilidad del autor. Así aparece de manifiesto al relacionar los
artículos 2314 y 2284 CC.

Sin embargo, existen en nuestro ordenamiento positivo diferentes leyes inspiradas en la teoría del
riesgo creado. Así, por ejemplo, ocurre con el decreto ley N° 2.222, al tratar de la responsabilidad
civil por los daños derivados de los derrames de hidrocarburos y otras sustancias nocivas; o el artículo
174 inciso 2° de la Ley N° 18.290 que hace solidariamente responsable al propietario de los daños
que causen con su vehículo, etc.

[En este sentido, BARCIA14 sostiene que el sistema de responsabilidad extracontractual (y contractual)
adoptado en Chile, conforme a los artículos 2314 y 2329 CC, es subjetivo, es decir, exige que los
hechos sean imputables al infractor a título de culpa o dolo. Agrega que sin perjuicio de ello, nuestro
Código Civil establece presunciones de culpa, que por regla general son presunciones simplemente
legales. De esta forma, sólo excepcionalmente se establecen presunciones de derecho (arts. 2321 y
2327 CC).].

3. Requisitos de la responsabilidad extracontractual

14
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

14
Boris Loayza M.

Los requisitos de la responsabilidad extracontractual son los siguientes:

A. Una comisión u omisión que constituyan un ilícito civil 15;


B. Capacidad del autor del hecho ilícito;
C. Imputabilidad: esto es, dolo o culpa del autor;
D. Nexo causal entre el hecho u omisión dolosa o culpable y el daño; y
E. Existencia de un daño.

Es menester precisar que mientras no se cumplan todos los requisitos descritos no cabe la indemni-
zación.

[Por otro lado, CORRAL16 sostiene que la exposición tradicional de los requisitos de la responsabilidad
extracontractual no es del todo apropiada. Para el autor, se debe distinguir la capacidad como presu-
puesto general de la responsabilidad civil, y los demás requisitos o elementos del hecho particular
que causa la responsabilidad.

Así, para el autor, los elementos son los siguientes:

1. Hecho voluntario;
2. Antijurídico o injusto;
3. Imputable;
4. Daño; y
5. Vínculo causal.

En síntesis, la responsabilidad civil, para este autor, surge cuando puede verificarse un hecho volun-
tario, ilícito, imputable que ha sido la causa de un daño a las personas.

Ahora bien, los primeros dos requisitos señalados por CORRAL –hecho voluntario y antijurídico– se
mencionarán después de los requisitos que, en apariencia, son comunes a ambas posiciones: capaci-
dad, imputabilidad, daño y causalidad.].

A. Capacidad delictual o cuasidelictual

El primer requisito de la responsabilidad extracontractual es que el autor sea capaz de delito o cua-
sidelito. Al igual que en materia contractual, la regla general es la capacidad; la excepción, la inca-
pacidad.

Son incapaces: a) los dementes; b) los menores de 7 años; c) los mayores de 7 años y los menores
de 16 años, que hayan actuado sin discernimiento (art. 2319 CC).

a. Los dementes: son dementes aquellas personas que por cualquier motivo se hallan privadas
totalmente de razón, se encuentren o no declaradas en interdicción. Las únicas exigencias
de la ley es que la demencia sea total y exista al momento de la comisión del hecho ilícito.
No es necesario, por tanto, que la demencia sea permanente. Se discute la procedencia del
artículo 465 CC en esta materia, ya que el precepto se refiere a los actos o contratos. Sin
embargo, RODRÍGUEZ GREZ estima que es una norma más procesal que civil, por lo que es

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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones
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CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

15
Boris Loayza M.

perfectamente posible su aplicación. Señala que donde existe la misma razón, debe existir la
misma disposición, y que con dicha norma se exime al representante del demente el peso de
la prueba cuando existe decreto de interdicción. [Respecto a los dementes, BARCIA17 señala
que se sigue la teoría de ALESSANDRI (y no la de CLARO SOLAR, que entendía por demente a
los privados de razón por cualquier causa), que entiende por demente a los privados de razón
por causas naturales. Ahora bien, en relación al decreto de interdicción, se ha dicho que sólo
se aplica a los actos jurídicos y contratos, pero no en sede aquiliana. El argumento central es
el siguiente: el intervalo lúcido se acepta en la responsabilidad penal (por aplicación del
artículo 10 N° 1 CP), lo que llevaría al absurdo que de aplicarse el artículo 465 CC a la
responsabilidad extracontractual no podría recurrir a los intervalos lúcidos en esta sede, pro-
duciéndose, de este modo, un claro contrasentido en ambas responsabilidades. Agrega BAR-
CIA que hay que adoptar una posición práctica, es decir, el artículo 465 CC no es aplicable a
la responsabilidad extracontractual por lo señalado en el artículo 10 N° 1 CP, en la medida
que haya prueba en contrario. Así, la primera parte del precepto sería de aplicación general,
y generaría una presunción de derecho respecto del acto jurídico y una presunción simple-
mente legal para la responsabilidad extracontractual]. Finalmente, cabe señalar que el
Código Civil no resuelve qué ocurre con las personas que actúan en estado de inconsciencia
(drogados, hipnotizados, sonámbulos, etc.). Sólo se refiere, en el artículo 2318 CC a los
ebrios, expresando que son responsables de sus delitos o cuasidelitos. Sin perjuicio de esto,
esta disposición si bien sólo se refiere al ebrio, se inspira en un principio más general, por lo
que es perfectamente aplicable al drogado y a todos aquellos que caen en estado de incons-
ciencia por su propia decisión (si son inducidos por terceros, es una causal de inimputabi-
lidad);
b. Menores de 7 años (infantes –artículo 26 CC–): estas personas son incapaces de delitos o
cuasidelitos por carecer absolutamente de discernimiento. En el mismo sentido, no pueden
celebrar actos y contratos, ni adquirir la posesión (arts. 1447 y 723 CC); y
c. Mayor de 7 años y menor de 16 años que haya obrado sin descernimiento: así lo establece
el inciso 2° del artículo 2319 CC y, por tanto, si obra con discernimiento, es capaz. Ahora,
¿cuál es el juez competente para resolver si el menor obró o no con discernimiento? ALES-
SANDRI sostiene que es aquel que deba conocer del proceso en que se persiga la responsabi-
lidad de aquél o de la persona que deba responder de los actos del menor con arreglo al
artículo 2320 CC.

Responsabilidad de los terceros a cargo de los incapaces

El artículo 2319 CC señala que por los daños causados por los incapaces responderán las personas a
cuyo cargo estén, si pudiera imputárseles negligencia. Nótese que el guardián del incapaz va a res-
ponder sólo si se pudiere imputárseles negligencia, lo que nos lleva a concluir que, en definitiva,
está respondiendo por un hecho propio: no haber cumplido adecuadamente con el deber de cuidado.
Y tanto es así que no va a tener derecho para dirigirse sobre los bienes del incapaz (art. 2325 CC).

B. Imputabilidad

Es el segundo requisito o elemento de la responsabilidad extracontractual. No basta con causar daño


a otro para que se genere la obligación de indemnizar. Es necesario que el acto o hecho que produce

17
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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Boris Loayza M.

el daño sea el resultado de una conducta dolosa o culpable del actor (arts. 2314 y 2284 CC). Así, si
el hecho es producido con la intención de dañar, hay dolo; y si es producido sin la intención de dañar,
hay culpa.

Esta exigencia es la consecuencia de seguirse en Chile la teoría subjetiva o clásica en materia de


responsabilidad.

Del dolo

El dolo o malicia consiste en la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de


otro (art. 44 CC). Dicho de otro modo, el autor causa un daño en forma deliberada.

El dolo puede ser positivo o negativo. El primero consiste en la ejecución de un hecho; el segundo,
en una omisión o abstención como, por ejemplo, que pudiendo salvar a alguien que se está ahogando
nada hace justamente para que se ahogue. Si no actúa por temor, evidentemente no hay dolo.

El dolo puede ser directo o eventual. Se actúa con dolo directo cuando se causa un mal con la clara
intención –intención positiva– de causarlo. En cambio, habrá dolo eventual cuando aquel que realiza
una acción u omisión, lo hace sin ánimo de causar daño, pero representándose la posibilidad de que
su actuar puede causarlo. Al comportarse de esa manera actúa con dolo eventual.

La pregunta que cabe formularse es si este dolo eventual es suficiente para que el acto sea imputable
al autor. Por la negativa se pronuncia ALESSANDRI, quien sostiene que “no basta la conciencia de que
se pueda causar un daño, es menester la intención de dañar”. Lo mismo señala BARCIA18, para quien
se debe excluir de la responsabilidad extracontractual el dolo eventual, pues se exige la intención de
dañar.

Una opinión distinta la sustenta RODRÍGUEZ GREZ, para quien el dolo, en cuanto intención positiva
de inferir injuria a la persona o propiedad de otro, se satisface siempre que el autor del hecho (acción
u omisión) se encuentre en situación de: a) prever racionalmente el resultado dañoso, por lo menos
como probable; b) aceptar ese resultado; c) estar en situación de una optar por conducta opuesta. En
otros términos, quien sabe una cosa obviamente está en situación de prever sus consecuencias. Por
consiguiente, si el actor se representa el daño como probable, pero no cierto, lo asume como con-
tingente o aleatorio, y responde por dolo eventual.

Ahora bien, el dolo se aprecia en concreto, es decir, el tribunal, en cada caso particular, y atendiendo
a los móviles del autor, deberá verificar si se cumplen los requisitos que tipifican el dolo. Además,
en virtud el artículo 1459 CC, el dolo no se presume, sino que debe probarse por quien lo alega.

[BARCIA19 agrega que las personas responsables del dolo son las siguientes: (i) los autores; (ii) los
cómplices; y (iii) los que se aprovechan del dolo, que responden por el monto de dicho beneficio
(art. 2316 CC).].

De la culpa

18
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones
19
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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Boris Loayza M.

ALESSANDRI, tomando pie en el artículo 44 del Código Civil, define la culpa como la falta de aquella
diligencia o cuidado que los hombres prudentes emplean ordinariamente en sus actos y negocios pro-
pios. Los artículos 2319 y 2329 CC la hacen sinónima de descuido o negligencia.

Nuestros tribunales de justicia coinciden en que la culpa implica una actitud descuidada, negligente,
falta de previsión. Así, se ha dicho que la culpa es la falta de cuidado o diligencia, descuido o
imprudencia que produce un daño, sin intención de causarlo.

Ahora bien, la culpa es una misma en materia contractual y extracontractual, pues en ambas importa
una conducta descuidada, negligente, falta de previsión, imprudente. La diferencia es que en la pri-
mera, en virtud del vínculo jurídico preexistente entre las partes, existe una gradación atendiendo a
la naturaleza del contrato, en cambio, en sede aquiliana, no hay gradación.

La pregunta que surge, entonces, es ¿de qué culpa se responde en materia extracontractual? La res-
puesta es que se responde en atención a un deber de comportarse con cierto grado de diligencia o
cuidado.

Es preciso señalar que la culpa, a diferencia del dolo, se aprecia en abstracto, esto es, comparándola
con un modelo ideal que, según ALESSANDRI, debe ser un hombre prudente colocado en su misma
situación. En este sentido, se debe tomar a este modelo ideal, apreciando la culpa conforme al deber
de cuidado o diligencia exigidos a dicho modelo.

[Sobre este último punto, BARCIA20 señala lo contrario. Sostiene que para la mayoría de la doctrina y
jurisprudencia la culpa en la responsabilidad contractual, a diferencia de lo que acontece en materia
contractual, se aprecia in concreto y no in abstracto. Además, cualquier clase de culpa, incluso la
levísima, da lugar a la responsabilidad contractual. Sin embargo, existe una excepción, ya que BA-
RROS pone en tela de juicio estas dos premisas. Para dicho autor, la culpa en la responsabilidad ex-
tracontractual se determina en abstracto, ya que si bien se recurre a un comportamiento específico –
el del victimario– este se compara con la conducta exigida. También señala que si bien la jurispru-
dencia indica que la culpa que se exige en la responsabilidad aquiliana es la más leve de ellas, es
decir, la levísima, al momento de comparar el comportamiento concreto con el exigido, se recurre a
un nivel de cuidado ordinario e incluso al concepto de buen padre de familia, que es culpa leve.].

Culpa contra la legalidad o culpa infraccional

Culpa contra la legalidad (o infraccional) es aquella que surge del solo incumplimiento de una
norma legal o reglamentaria, como es el caso de la persona que provoca un accidente por infringir
las normas de tránsito. En estos casos, basta con probar la violación de la norma para tener acreditada
la culpa, puesto que ésta consiste, precisamente, en no haber respetado la norma en cuestión. En este
sentido, la Corte Suprema ha fallado que “hay culpa por el solo hecho de que el agente haya ejecutado
el acto prohibido o no haya realizado el ordenado por la ley o el reglamento”.

Prueba de la culpabilidad

20
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

18
Boris Loayza M.

Quien demanda indemnización por responsabilidad extracontractual tiene que probar el dolo (art.
1459 CC) o la culpa del autor de los daños. Respecto de la culpa, es buena recordar que al revés de
lo que ocurre con la responsabilidad contractual (art. 1547 CC), la culpa no se presume. Ello, por
aplicación del artículo 1698 CC.

Justamente es este problema probatorio el mayor inconveniente que presenta el sistema de responsa-
bilidad subjetiva, pues la prueba en muchos casos no es fácil, lo que conduce a que la víctima no
pueda obtener la indemnización por el daño sufrido. Como una manera de paliar este grave inconve-
niente se establecen presunciones de culpabilidad (arts. 2320 a 2324 y 2326 a 2329 CC).

Presunciones de responsabilidad

ALESSANDRI agrupa estas presunciones en tres categorías: A) por hecho propio (art. 2329 CC); B)
por el hecho ajeno (arts. 2320, 2321 y 2322 CC); y C) por el hecho de las cosas (arts. 2323, 2324,
2326 y 2327 CC).

a) Presunciones de responsabilidad por hecho propio

Según ALESSANDRI, el artículo 2329 CC establece “una presunción de culpabilidad cuando el daño
proviene de un hecho que, por su naturaleza o las circunstancias en que se realizó, es susceptible
de atribuirse a culpa o dolo del agente”.

Los argumentos del autor son los siguientes:

1. La ubicación del artículo 2329 CC: esta disposición está colocada después que el Código
trata en los artículos 2320 a 2328 los casos de presunciones por hecho ajeno y de las cosas, y
comienza diciendo “por regla general”. La colocación de esta norma y la frase con que inicia
hacen sostener que el artículo 2329 CC quiso dietar una regla que comprendiera los demás
casos análogos que pudiesen haberse omitido;
2. Utilidad del precepto: de no entenderse el artículo 2329 CC en el sentido que se acaba de
explicar –como una presunción por el hecho propio–, carecería de utilidad, pues no habría
más que repetir lo ya dicho en el artículo 2314 CC, en orden a que quien causa un daño debe
indemnizarlo; y
3. La redacción del artículo 2329 CC: la redacción de la norma conduce a la misma conclu-
sión. En efecto, utiliza la expresión subjuntiva “pueda” que es sinónima de otras: que sea
posible, que sea susceptible, etc., con lo que está dando la idea de que algo puede ser.

Por su parte, CARLOS DUCCI da al artículo 2329 CC un alcance distinto, parecido pero más limitado.
Según él, el precepto estaría consagrando una presunción de responsabilidad en el caso de las ac-
tividades peligrosas. Así, “quien crea una situación peligrosa, tiene el deber de restablecer la segu-
ridad de los terceros aumentando su diligencia”.

Sin embargo, la tesis de que el artículo 2329 CC contiene una presunción de responsabilidad por el
hecho propio, no es generalmente aceptada y, de hecho, no ha tenido acogida en la jurisprudencia
nacional. En este sentido, MEZA BARROS interpreta el artículo 2329 CC de manera diferente. A su
juicio, el inciso 1° repite la regla del artículo 2314 CC, y en el inciso 2° contempla excepciones a esa

19
Boris Loayza M.

regla, en cuanto se está presumiendo la culpa del agente. Así lo estaría demostrando el término “es-
pecialmente”, pues lo especial significa aquello que se diferencia de lo común, ordinario o general.

En fin, la interpretación de ALESSANDRI y DUCCI presta mayor utilidad. Así, “el campo de aplicación
de la responsabilidad se ampliaría enormemente, porque la mayoría de las veces el daño proviene de
un hecho demostrativo de culpa por sí mismo. La responsabilidad presunta pasaría a ser así la regla
general y el principio de que no hay responsabilidad delictual o cuasidelictual sin que se pruebe dolo
o culpa, la excepción”.

[DE LA MAZA y PIZARRO21 señalan que el Código Civil trata este tipo de responsabilidad en dos
preceptos fundamentales. Se trata de los artículos 2314 y 2329. El primero se refiere a la responsabi-
lidad por el hecho propio. Esta responsabilidad se caracteriza porque en ella es necesario probar la
culpa del actor para dar lugar a la indemnización. Es la regla general de nuestro sistema de respon-
sabilidad civil extracontractual. Sin embargo, parte de la doctrina nacional –CARLOS DUCCI CLARO
y ARTURO ALESSANDRI RODRÍGUEZ–, han visto en el segundo precepto citado una hipótesis de res-
ponsabilidad por el hecho propio con presunción de culpa. En esta segunda hipótesis de presunción
de culpa, el actor del daño sólo podría eximirse probando que actuó diligentemente o estableciendo
la concurrencia de una causa extraña, esto es, un caso fortuito o fuerza mayor; el hecho de un tercero
o de la víctima de naturaleza absoluto.

Para los profesores citados la presunción concurre en aquellos casos en que se verifica una actividad
peligrosa o que genera un riesgo. La culpa sería consustancial al ejercicio de dicha actividad, se
trataría de la denominada culpa inclusa. Por el sólo hecho de realizar una actividad peligrosa se
presume la culpabilidad en el evento que se produzca un daño. Sin embargo –agregan los autores–,
esta apreciación doctrinaria no ha sido compartida por la jurisprudencia que ve en el artículo 2329
CC una reiteración del principio general de responsabilidad que consagra el artículo 2314 CC. Con
todo, existe una sentencia que acoge la interpretación de presunción de culpa.

Por su parte, para BARCIA22, la posición de ALESSANDRI y DUCCI es la acogida en la actualidad.].

b) Presunciones de responsabilidad por hecho ajeno

La regla es que únicamente se responda por hechos propios. Sin embargo, en forma excepcional, se
pasa a responder por hechos ajenos cuando el hecho ilícito es cometido por una persona que está
al cuidado o bajo la dependencia o vigilancia de otra.

¿Por qué se habla de presunciones de responsabilidad por hecho ajeno? Porque acreditado que el
hecho ilícito fue cometido por el “dependiente”, debe responder el “principal” por cuanto no cumplió
debidamente con su obligación de cuidado. En esa forma la ley está presumiendo la culpabilidad del
principal.

Sin embargo, como observa ALESSANDRI, es incorrecto hablar de responsabilidad por el hecho ajeno.
El que tiene bajo su cuidado o dependencia a una persona que causa un daño, no responde del hecho

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DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos
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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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Boris Loayza M.

de ésta, sino del suyo propio, cual es la falta de vigilancia que sobre ella debía ejercer. La respon-
sabilidad por el hecho ajeno tiene, pues, por fundamento la culpa de la persona sobre quien pesa;
pero la víctima no necesita probarla, se presume. En esto consiste la excepción al derecho común.

En esta materia, la norma fundamental es el artículo 2320 CC, el cual no es taxativo, pues en su
inciso 1° establece la regla general de que “toda persona es responsable no sólo de sus propias accio-
nes, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado”, para completar en los incisos siguientes
ejemplos de tales situaciones de dependencia.

[Según DE LA MAZA y P IZARRO23, este tipo de responsabilidad deriva de la falta de vigilancia o


culpa en la elección del dependiente por parte del empresario o tercero civilmente responsable. Se
trate un incumplimiento por omisión, es decir, no se realiza lo que debía realizarse. En esta hipótesis
el Código establece una presunción de culpa contra el empresario, pero no así contra el depen-
diente, la que deberá acreditarse. Con todo, el empresario puede en la hipótesis de responsabilidad
por el hecho del dependiente romper la presunción probando que hizo lo que tenía que hacer: produce
una prueba que excluye su culpa, acredita, en otras palabras, que hizo lo que debía hacer. Además,
puede probar un evento que equivalga a fuerza mayor o caso fortuito y en este caso se eximirá también
de responsabilidad. En este caso, sin embargo, lo que hace es romper el vínculo causal entre el hecho
imputable y el daño producido.

Señalan que este modelo de responsabilidad es criticable, pues si establecemos que el principal res-
ponde por el incumplimiento de un deber propio –vigilar y controlar la conducta del dependiente– no
existe coherencia con la posibilidad que otorga el artículo 2325 CC para repetir contra el dependiente.
Tampoco se condice con este modelo la exigencia de capacidad para cometer delitos o cuasidelitos
por ambos partícipes.

Por su parte, BARCIA24 sostiene que para la mayoría de la doctrina, la presunción de culpa por el
hecho ajeno, en realidad, más bien se trata de casos de presunción de responsabilidad por el hecho
propio. Ello se debe a que, en esta presunción de culpa, el tercero civilmente responsable es negli-
gente en el ejercicio de un deber de vigilancia o cuidado que le compete, como sucede respecto de
los padres con relación a sus hijos menores. Entonces, si todos estos casos se analizan cuidadosa-
mente, en ellos se aprecia una relación de dependencia, cuidado o vigilancia sobre el cual se construye
la presunción.].

Requisitos para que opere la responsabilidad por el hecho ajeno

1. Que exista un vínculo de subordinación o dependencia entre dos personas: este requisito
es evidente, pues, justamente, la responsabilidad del principal se funda en la existencia de
esta dependencia. No importa la razón, la naturaleza o el origen de ella;
2. Que este vínculo sea de Derecho privado: en cuanto a este requisito, se explica porque si
el vínculo es de Derecho público, las reglas de la responsabilidad serán distintas: se aplicará
la responsabilidad del Estado (art. 38 inc. final CPR). No obstante, no tiene mayor gravedad
para la víctima que no se apliquen las reglas del artículo 2320 CC, ya que es indudable que
le favorece demandar indemnización de acuerdo a las normas de Derecho público;

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DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos
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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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Boris Loayza M.

3. Que ambas personas sean capaces de delito o cuasidelito: en este sentido, tanto el principal
como el dependiente deben ser capaces conforme al artículo 2319 CC. Por consiguiente, si
el dependiente es incapaz de delito o cuasidelito (como si es un demente, un menor de 7 años
o un mayor de 7 años y menor de 16 años sin discernimiento), no cabe presumir la respon-
sabilidad de quien lo tiene a su cuidado. Lo anterior es en virtud del artículo 2319 CC, el
cual señala que sólo responderá el principal a condición de que pudiere imputárseles negli-
gencia, es decir, a condición de probárseles culpa, y como este precepto (art. 2319 CC) es
especial, prevalece sobre el general (art. 2320 CC);
4. Que el subordinado o dependiente haya cometido un hecho ilícito: es evidente, pues el
principal sólo responde por los hechos ilícitos que está bajo su cuidado; y
5. Que la víctima pruebe la responsabilidad del subordinado o dependiente: lo que presume
la ley es la responsabilidad del principal, no la del subordinado, por lo que la de este último
debe probarse. Así, la víctima deberá probar tres elementos: el dolo o culpa del dependiente;
el daño causado; y la relación de causalidad entre la conducta de éste y el daño.

[DE LA MAZA y P IZARRO25 señalan los siguientes requisitos: (i) un sujeto dependiente o comisio-
nista del principal; (ii) un vínculo de subordinación entre el principal y el dependiente; (iii) los
perjuicios deben ser causados con ocasión del ejercicio de las funciones por parte del depen-
diente; (iv) es necesario, también, la prueba de la culpa o dolo del dependiente; (v) ambos sujetos
deben ser capaces de cometer un ilícito civil.].

Cabe señalar que las presunciones de culpa son simplemente legales. De ahí se sigue que probándose
los requisitos mencionados, se presume la culpa del principal. Sin embargo, éste podrá desvirtuar su
culpabilidad, acreditando su diligencia o una causa extraña (caso fortuito o fuerza mayor, conducta
de un tercero, hecho de la víctima) (art. 2320 inc. final CC).

Pero, hay casos de excepción en los cuales no se puede destruir la presunción. Tales casos son:

1. El hecho lo causó el dependiente por orden del principal (art. 2325 CC); y
2. El delito o cuasidelito cometido por el hijo menor sea de la mala educación o hábitos
viciosos que conocidamente se le dejó adquirir por sus padres (art. 2321 CC).

Ahora bien, el hecho de que la víctima pueda accionar contra el principal, no lo privan de su acción
en contra del autor del hecho ilícito. Por consiguiente, la víctima puede demandar tanto al principal
como al dependiente, conjunta o separadamente. Lo único que le está vedado es accionar en contra
de ambos por el total, pues estaría pretendiendo una doble indemnización. Cabe agregar que si bien
puede demandar a ambos, no hay solidaridad.

Desde el punto de vista del principal, éste tiene acción de reembolso en contra del dependiente (art.
2325 CC). Sin embargo, carecerá de ella en dos casos:

1. Cuando el subordinado actuó por orden del principal (art. 2325 CC); y
2. Cuando era incapaz de delito o cuasidelito (art. 2319 CC).

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DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

22
Boris Loayza M.

[En relación a la acción de reembolso que tendría el tercero civilmente responsable contra el agente
directo del daño, CORRAL26 señala que su prescripción, es decir, los cuatro años, se cuentan desde
que la obligación se hizo exigible. En otras palabras, los cuatro años correrán para el tercero desde el
momento en que, por el pago de la indemnización (fijada por sentencia o transacción), ha nacido su
derecho a exigir el reembolso contra el responsable directo.].

Finalmente, las responsabilidades por el hecho ajeno no se pueden acumular. Ello quiere decir que
la víctima del daño inferido por quien está al cuidado de dos o más personas por causas diferentes,
sólo puede invocar la responsabilidad de que tratan los artículos 2320 y 2322 de aquella que lo tenía
a su cuidado al momento del daño y no de los demás.

Esta regla tiene como excepción el artículo 2321 CC, ya que cuando el delito o cuasidelito cometido
por el hijo menor provengan de la mala educación o hábitos viciosos que su padre le ha dejado ad-
quirir, ellos (sus padres) responderán siempre.

Casos comprendidos en los artículos 2320 y 2322 del Código Civil

a. Responsabilidad de los padres por el hecho de sus hijos menores (art. 2320 inc. 2° CC):
el fundamento de esta norma está en los artículos 222 y 224 CC. En este sentido, el padre, y
a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos menores que habiten en la
misma casa. De ahí se sigue que el único requisito que exige el precepto es que el hijo menor
habite en la misma casa de su padre o de su madre. El fundamento de esta responsabilidad
está en el deber de cuidado que tienen los padres sobre el hijo;
b. Responsabilidad de los tutores o curadores por el hecho de sus pupilos (art. 2320 inc. 3°
CC): el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su dependencia
y cuidado. Nótese que el pupilo tiene que vivir bajo la dependencia o cuidado de su guar-
dador, pero no es necesario que vivan en la misma casa, pues la ley no lo exige. No se debe
olvidar que si el pupilo es alguno de los incapaces indicados en el artículo 2319 CC, el tutor
o curador no va a responder de sus hechos, salvo en cuanto se les probare su propia negli-
gencia;
c. Responsabilidad de los jefes de colegios por el hecho de sus discípulos (art. 2320 inc. 4°
CC): esta responsabilidad se produce únicamente cuando el hecho ilícito ocurre mientras el
discípulo está bajo el cuidado del colegio, con independencia de la edad del discípulo (no
tiene relación con su edad). Además, no cubrirá los daños que el discípulo se haga a sí mismo,
en cuyo caso el colegio podría responder, pero no por el hecho ajeno, sino por responsabilidad
extracontractual directa e, incluso, por incumplimiento de la obligación de seguridad que
pesa sobre ellos (responsabilidad contractual);
d. Responsabilidad de los artesanos y empresarios por el hecho de sus aprendices o depen-
dientes (art. 2320 inc. 4° CC): esta responsabilidad sólo se produce si el aprendiz o depen-
diente se encuentra bajo la dependencia o cuidado del artesano o empresario, y no cubre
los daños que el dependiente se haga a sí mismo. Esta responsabilidad cesa si los empresarios
o artesanos prueban que no pudieron impedir el hecho “con la autoridad y cuidado que su
respectiva calidad les confiere (art. 2320 inc. final CC);
e. Responsabilidad de los amos por el hecho de sus criados o dependientes (art. 2322 CC):
el fundamento de esta responsabilidad es la culpa in eligendo y la culpa in vigilando, que

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CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

23
Boris Loayza M.

se atribuye al amo: la ley presume que si un criado o sirviente comete un delito o cuasidelito
en el ejercicio de sus funciones, es porque aquél no vigiló o dirigió debidamente o porque
eligió como tal a un individuo incompetente o sin las condiciones requeridas. En este sentido,
se tiene que tener presente que el amo o empresario sólo responderá si el criado o sirviente
actuó en el ejercicio de sus funciones. De consiguiente, si no hay nexo causal entre el ejer-
cicio de sus funciones y el hecho, el empresario o artesano no responde. Además, el amo o
empresario no responderá si prueba que el criado o sirviente ejercía sus funciones de un modo
impropio, que no tenía medio de prever o impedir, empleando el debido cuidado o autoridad
competente (art. 2322 inc. 2° CC).

[Respecto de la responsabilidad de los empresarios por el hecho de sus dependientes (art. 2322 CC),
DE LA MAZA y P IZARRO27 señalan que se basa en su culpa personal al haber infringido el deber
de cuidado que tiene respecto de la conducta del dependiente o agente directo del daño. Así, una
vez que se encuentra acreditada la culpa del agente directo, la culpa del empresario o principal se
presume iuris tamtum, es decir, la presunción admite prueba en contrario. El empresario podrá exo-
nerarse de responsabilidad mediante dos expedientes: primero, si prueba que ha empleado la diligen-
cia necesaria y no hubiere podido impedir el hecho dañoso y segundo, con la prueba de una causa
extraña que sea la fuente del daño y que rompe el vínculo causal entre su conducta y el daño produ-
cido. Agregan que la responsabilidad del empresario se desvanece si los agentes directos del daño no
se encontraban ejerciendo sus funciones de un modo propio y que el principal se encontraba imposi-
bilitado de impedir.

Los requisitos para que opere la responsabilidad del empresario por el hecho del dependiente son los
siguientes:

1. Acreditar la responsabilidad del agente directo del daño: la víctima deberá probar el he-
cho u omisión, el daño y el vínculo causal;
2. Un vínculo de subordinación entre el dependiente y el empresario: basta que exista auto-
ridad y dirección del empresario respecto de las actividades ejecutadas por el dependiente.
Incluso, puede ocurrir la culpa anónima, es decir, puede responder el principal a pesar de no
identificarse al empleado particular que incurrió en la negligencia;
3. La responsabilidad por el hecho ajeno exige que ambos sujetos sean capaces; y
4. El dependiente debe haber ejecutado la acción u omisión dañosa en el ámbito de rela-
ción que lo vincula al empresario: basta con que actúe con ocasión de sus funciones, y en
ocasión de ellas cause un daño.

DE LA MAZA y PIZARRO sostienen que este régimen de responsabilidad ha ido, mediante las decisio-
nes de nuestros tribunales de justicia, transformándose a una responsabilidad objetiva.

Para esto se ha recurrido a dos formas. La primera es la contractualización, mediante la regla del
artículo 1449 CC, es decir, la estipulación a favor de un tercero. Sin embargo, para la eficacia de
esta figura se requiere de la aceptación del beneficiario.

El segundo método es mediante la objetivación de la responsabilidad del empresario, es decir, vol-


verla más estricta. Para esto se ha recurrido a volver más difícil la prueba liberatoria, es decir, que

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DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

24
Boris Loayza M.

al empresario le resulte cada vez más difícil acreditar la diligencia debida. Otro método es a través de
la culpa anónima o culpa difusa, esto es, que no es necesario identificar al dependiente para aplicar
el régimen de la responsabilidad por el hecho de otro. Basta, y así lo han fallado los tribunales, cono-
cer que algún sujeto, aunque no se sepa quién, incurrió en una actividad negligente que causó el daño
para presumir la culpabilidad del empresario. La Corte ha dicho que la culpa difusa es aquella en
virtud de la cual no es necesario identificar al autor concreto del daño, mientras que la culpa se
atribuye a la organización empresarial en su conjunto, expresando un defecto de conducta es
atribuido directamente al empresario.

Finalmente, postulan la alternativa de establecer un sistema de responsabilidad solidario o subsi-


diario, por medio de interpretar de forma menos restrictiva el artículo 2317 CC, es decir, que no se
exija una coparticipación en el ilícito civil, sino que baste una interpretación más extensiva, la que
podría acordar la solidaridad del empresario con el dependiente. Sin embargo, agregan que en esta
última hipótesis –la pertinencia de aplicar el artículo 2317 CC a la responsabilidad por el hecho ajeno
del artículo 2320 o 2322 CC– se ha discutido. Así, se ha dicho que no procede aplicar la solidaridad
por no tratarse de un delito o cuasidelito cometido por dos personas, sino dos ilícitos diversos:
uno, imputable al agente directo del daño y otro, al tercero civilmente responsable.

BARCIA28 enseña algunas diferencias entre la responsabilidad del guardián y del vigilante. Tales son:

1. La responsabilidad del guardián se rige por las reglas generales (art. 2314 CC). En cambio,
la responsabilidad del vigilante es una forma de responsabilidad por el hecho ajeno;
2. En la responsabilidad por el hecho se presume la culpa del vigilante (art. 2320 y 2322 CC).
En cambio, en la responsabilidad del guardián hay que probarla (art. 2319 CC);
3. El guardián al responder por un hecho suyo no tiene acción de reembolso contra la persona a
quien debe cuidado, ya que el guardián responde por un incapaz. En cambio, la responsabili-
dad indirecta faculta al civilmente responsable para repetir contra del deudor del daño, con-
forme lo señala el artículo 2325 CC; y
4. El guardián podrá eximirse de responsabilidad, si no se acredita su culpa o negligencia (art.
2319 CC). Además, la responsabilidad del vigilante, cesará si se acredita alguna causal exi-
mente. A su vez, la responsabilidad del vigilante cesará si se probare que con la autoridad y
cuidado que su calidad confiere y prescribe, no hubiere podido impedir el hecho (art. 2320
inc. final CC).].

c) Presunciones de responsabilidad por el hecho de las cosas

El dueño o el que se sirve de una cosa, debe cuidar que ésta se mantenga en buen estado para no
causar daños a terceros, de tal suerte que si alguno se produce se presume su culpabilidad.

Esta responsabilidad es taxativa, lo que no ocurre con la responsabilidad por el hecho ajeno, que se
limita a poner ejemplos (art. 2320 CC). Los casos que trata el Código son los siguientes:

1. Daño causado por un animal (arts. 2326 y 2327 CC): el artículo 2326 CC prescribe que
“el dueño de un animal es responsable de los daños causados por el mismo animal, aun
después que se haya soltado o extraviado; salvo que la soltura, extravío o daño no pueda

28
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

25
Boris Loayza M.

imputarse a culpa del dueño o del dependiente encargado de la guarda o servicio del animal”.
Y, agrega en su inciso 2° que “lo que se dice del dueño se aplica a toda persona que se sirva
de un animal ajeno; salva su acción contra el dueño, si el daño ha sobrevenido por una calidad
o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o prudencia debió conocer o prever, y
de que no le dio conocimiento”. Por su parte, el artículo 2327 CC se refiere a un animal fiero,
es decir, un animal feroz o peligroso. En relación con este último caso, se debe tener presente
que la responsabilidad es de quien tiene el animal, aunque no sea dueño ni se sirva de él (a
diferencia del caso del artículo 2326 CC). Además, la presunción de culpabilidad del que
tiene el animal fiero es de derecho, pues no admite prueba en contrario. Más aun, se ha dicho
que establece una verdadera responsabilidad objetiva;
2. Daño ocasionado por la ruina de un edificio (art. 2323 y 2324 CC): el inciso 1° del artículo
2323 señala que “el dueño de un edificio es responsable a terceros (que no se hallen en el
caso del artículo 934), de los daños que ocasione su ruina acaecida por haber omitido las
necesarias reparaciones, o por haber faltado de otra manera al cuidado de un buen
padre de familia”. En este sentido, la frase del precepto que se remite al artículo 934 CC,
significa que si la víctima es un vecino, sólo se le va a indemnizar si hubiere notificado la
correspondiente querella de obra ruinosa. Ello, porque en su condición de vecino debió
interponer la acción para que el edifico fuere demolido o reparado. Si no lo hizo actuó negli-
gentemente y, por ello, deducido el daño, no tiene derecho a indemnización. Por último, en
lo que toca al artículo 2323 CC, si la ruina del edifico proviene de caso fortuito o fuerza
mayor, no opera la regla, ya que no sería al hecho de “haberse omitido las necesarias repara-
ciones o por haber faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de familia”. En lo que
toca al artículo 2324 CC, es decir, al caso de la ruina proveniente de un edificio en cons-
trucción, se aplica la regla del artículo 2003 regla 3° CC, es decir, responderá el empresario
que hizo la obra o suministró los materiales; y
3. Daño causado por una cosa que se cae o se arroja de la parte superior de un edificio
(art. 2328 CC): para que opere la norma es necesario que concurran los siguientes requisitos:
(i) que el daño lo cause una cosa que cae o se arroja de un edificio; (ii) que dicha cosa
caiga o se arroje de la parte superior de un edificio; y (iii) que esa parte del edificio esté
habitada. Por consiguiente, la cosa no puede ser parte del mismo edificio (caída de una cor-
nisa, por ejemplo), pues en tal caso nos encontraríamos en la situación prevista en el artículo
2323 CC.

Acción popular para evitar la caída de una cosa de la parte superior de un edifico

El inciso 2° del artículo 2328 CC establece que “si hubiere alguna cosa que, de la parte superior de
un edificio o de otro paraje elevado, amenace caída y daño, podrá ser obligado a removerla el dueño
del edificio o del sitio, o su inquilino, o la persona a quien perteneciere la cosa o que se sirviere de
ella; y cualquiera del pueblo tendrá derecho para pedir la remoción”. Este es un caso en que la ley
considera el daño eventual, para los efectos de precaverlo, no de indemnizarlo.

Causales eximentes de responsabilidad

Según ALESSANDRI, el autor del daño no está obligado a indemnizar, en dos casos: cuando ha habido
ausencia de dolo o culpa y cuando se hubiere establecido una cláusula de irresponsabilidad.
Señala como ejemplos de la primera situación el caso fortuito o la fuerza mayor, la orden de ley o de

26
Boris Loayza M.

la autoridad legítima, la violencia física o moral, la legítima defensa, el estado de necesidad, la culpa
exclusiva de la víctima, el hecho de un tercero, las inmunidades de que gozan ciertas personas, etc.

En términos generales, se puede afirmar que no hay obligación de indemnizar si a pesar de haberse
causado un daño, la conducta del agente no es antijurídica, como podría ser el caso del médico que
por salvar a la madre deba matar a la criatura que lleva en su seno.

[BARCIA29 menciona las siguientes causas eximentes de responsabilidad:

1. El caso fortuito o fuerza mayor;


2. Falta de culpa del supuesto victimario exime de responsabilidad aunque no constituya
caso fortuito;
3. La culpa de la víctima: siempre y cuando sea ésta la única causa del daño. En cambio, si el
daño se debe sólo parcialmente a la culpa de la víctima, que comparte con el autor, la respon-
sabilidad únicamente se atenúa, es decir, la culpa compartida se traduce en una reducción de
la indemnización (art. 2330 CC);
4. Hecho del tercero: se asimila al caso fortuito;
5. Legítima defensa (art. 10 N° 4 CP): deben concurrir, no obstante, sus requisitos, es decir:
a. La agresión debe ser ilegítima;
b. El medio empleado para repeler el ataque debe ser proporcionado;
c. No debe mediar provocación suficiente por parte del que se defiende y ocasiona
el daño.
6. Estado de necesidad: en virtud de esta figura una persona está frente a la necesidad apre-
miante de evitar un daño, que lo lleva a provocar otro. En otros términos, una persona se ve
obligada a ocasionar un daño a otra para evitar uno mayor a sí mismo o a un tercero. Deben
concurrir sus requisitos, a saber:
a. El daño que se trata de evitar sea actual o, cuando menos, inminente;
b. No haya otro medio practicable o menos perjudicial para impedirlo; y
c. El daño que se trata de evitar sea mayor que el causado para evitarlo.
7. Ciertas inmunidades especiales: como los diputados, senadores y el Presidente de la Repú-
blica.].

Caso fortuito o fuerza mayor

Como es sabido, está definido en el artículo 45 CC como el imprevisto a que no es posible resistir.
Así, se desprende que sus requisitos son ser imprevisto, es decir, que no haya razones para estimar
que el hecho va a ocurrir; e irresistible, o sea, que no es posible evitar sus consecuencias. Por excep-
ción, se responde del caso fortuito en la situación descrita por el artículo 2327 CC respecto al animal
fiero.

[Al respecto, DE LA MAZA y PIZARRO30 sostienen que la doctrina, de manera común entiende que la
fuerza mayor o el caso fortuito debe ser irresistible e imprevisible, además, no debe ser imputable
al deudor. La doctrina francesa, por su parte, agrega el requisito de la exterioridad. Así, señalan que
la Corte Suprema lo ha definido como un acontecimiento debe ser imprevisible e irresistible, esto es,

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BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones
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DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

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Boris Loayza M.

cuando no hay ninguna razón especial para creer en su realización y cuando no es posible evitar
sus consecuencias. El hecho constitutivo del caso fortuito debe ser imprevisto e inevitable en sí
mismo, es decir, que ni el agente ni ninguna otra persona colocada en las mismas circunstancias
de tiempo y lugar, habrían podido precaverlo o resistirlo.

Indican que la doctrina tradicional chilena considera entre los elementos de la fuerza mayor (expre-
sión sinónima a “caso fortuito”) que el hecho constitutivo no sea imputable al deudor. En otros tér-
minos, que la fuerza mayor no tenga origen en la conducta del deudor; la culpa del deudor excluye
la fuerza mayor sólo cuando éste es causada por aquélla (por consiguiente, la culpa del deudor no
impide siempre el efecto liberatorio de la fuerza mayor, pues, para que esto ocurra, debe ser causa de
la fuerza mayor).

Sin embargo, esta opinión –entender la fuerza mayor como ausencia de culpa– no parece correcta.
En su lugar, debe entenderse que el caso fortuito o fuerza mayor es un elemento que interrumpe el
vínculo causal entre el hecho o la omisión del demandado y el daño causado. Así, si la fuerza
mayor explica el origen causal del resultado dañoso, faltaría la causalidad como elemento impres-
cindible de la responsabilidad civil, debiendo exonerarse al deudor no en razón de la ausencia de
culpa, sino por concurrir una causa extraña que explica causalmente el daño.].

Cláusula de irresponsabilidad

Se le define como aquella por la cual la futura víctima releva totalmente al futuro autor del daño de
su obligación de repararlo si éste llega a producirse.

En la responsabilidad contractual se aceptan en virtud de lo dispuesto en el artículo 1545 CC, sin más
límites que el que no puedan significar una renuncia anticipada del dolo o a la culpa grave (art. 1465
CC). Por su parte, en materia aquiliana, se señala que no puede renunciarse anticipadamente a las
normas de los artículos 2314 y ss. CC, pues no miran sólo al interés individual del titular.

[BARCIA31 sostiene que es indudable que una vez cometido el delito o cuasidelito, la víctima puede
renunciar válidamente al derecho a reclamar la consiguiente indemnización, pues este derecho mira
al interés particular del renunciante y la ley no prohíbe su renuncia (art. 12 CC). Sin embargo, la
renuncia también puede ser anticipada, en cuyo caso se traducirá en una cláusula de irresponsabili-
dad. De este modo, mediante estas cláusulas se pretende eximir al victimario de todo tipo de respon-
sabilidades.

En general, se aceptan estas convenciones, a menos que se condone el dolo (o la culpa grave) (art.
1465 CC). Así, esta causal como convención anticipada sólo opera respecto del cuasidelito civil.].

C. Existencia de un daño

El tercer requisito de la responsabilidad extracontractual es la existencia de un daño. No se trata, sin


duda, de un requisito menor, desde que precisamente lo que se indemniza es el daño producido a la
víctima. Tan fundamental es que DOMÍNGUEZ ÁGUILA ha sostenido que “el daño, más que elemento
de responsabilidad civil es un presupuesto de ella, sea contractual o extracontractual”.

31
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

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Boris Loayza M.

La doctrina ha tratado de precisar en qué consiste realmente este requisito. Y las opiniones son varia-
das. Así, para ARTURO ALESSANDRI, “daño es todo detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o mo-
lestia que sufre un individuo en su persona, bienes, libertad, honor, crédito, afectos, creencias, etc.”.
El daño supone la destrucción o disminución, por insignificante que sea, de toda ventaja, beneficio
patrimonial o extrapatrimonial de que goza un individuo. Para FERNANDO FUEYO el daño es la lesión
de un derecho subjetivo. En cambio, para otros, la mayoría, basta que se afecte un interés del sujeto,
que DÍEZ define como “todo lo que es útil, cualquier cosa, aunque no sea pecuniariamente valuable,
con tal que sea un bien para que el sujeto satisfaga una necesidad, cause felicidad y rechace un dolor”.
Pero, este interés debe ser, además, lícito o legítimo.

De esta manera, se puede definir el daño como toda lesión a un interés legítimo del sujeto, o toda
disminución del patrimonio del acreedor, así como la pérdida de la legítima utilidad que debía repor-
tarle el contrato, y de que el incumplimiento le priva.

Requisitos del daño

1. Debe ser ocasionado por una persona distinta del ofendido: ello explica que el monto de
la indemnización se reduzca si en el hecho hubo responsabilidad de la víctima (art. 2330 CC);
2. Debe ser significativo o anormal: de acá se sigue que no dan derecho a indemnización aque-
llas molestias propias de la vida en sociedad, como serían, por ejemplo, los ruidos molestos
producidos con motivo de la construcción de un edificio;
3. Debe afectar a un interés lícito de la víctima;
4. El daño debe ser cierto: esto es, real y efectivo. Así lo entiende la doctrina. En este sentido,
es indemnizable todo daño, presente o futuro, con tal de que sea cierto, esto es, no mera-
mente hipotético o eventual. En relación a este requisito cobran particular relevancia el lu-
cro cesante y la pérdida de una chance (entendida ésta como una expectativa de ganancia
o pérdida con una probabilidad más o menos cierta);
5. El daño debe ser directo: esto significa que el daño debe ser consecuencia inmediata y
necesaria del hecho ilícito que lo provoca; y
6. El daño no debe encontrarse reparado anteriormente: parece evidente que si el daño ha
sido reparado, la víctima no puede pretender que se le vuelva a indemnizar, pues importaría
un enriquecimiento sin causa.

Naturaleza de los daños

El artículo 2329 inciso 1° CC expresa que por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia
o negligencia de otra persona, debe ser reparado por esta. De acá se desprende que deben ser indem-
nizados tanto los daños materiales como los daños morales.

a) Daño material

El daño material consiste en una lesión pecuniaria, en una disminución del patrimonio. Se debe
indemnizar tanto el daño presente como el futuro, siempre que se tenga la certeza que se producirá;
si no existe tal certeza el daño es incierto y no es indemnizable.

29
Boris Loayza M.

La doctrina entiende que este daño puede recaer tanto en la persona como en las cosas. Sin embargo,
para evitar confusiones, parece de interés señalar que el daño en la persona puede ser tanto material
como moral, y será del primer tipo cuando incapacita a la víctima para trabajar o le limita su capacidad
de trabajo. De esta forma, tenemos que: daño material puede recaer en las cosas como en las personas;
el daño en las personas, además, puede ser moral o material.

El daño material puede ser de dos clases: daño emergente y lucro cesante, distinción que si bien el
Código hace a propósito de la responsabilidad contractual (art. 1556 CC) es también aplicable a la
responsabilidad extracontractual.

1. Daño emergente: es el detrimento patrimonial efectivo que sufre la víctima. Como dice RO-
DRÍGUEZ GREZ “es la diferencia que se produce en el activo del patrimonio de una persona,
como consecuencia de un ilícito civil, entre su valor original (anterior al hecho que se repro-
cha) y el valor actual (posterior al mismo hecho)”; y
2. Lucro cesante: consiste en la privación de una ventaja económica que, como consecuencia
del ilícito, la víctima no va a poder lograr. Siempre constituye un daño futuro y, por lo mismo,
es difícil calcularlo. [En este sentido, DE LA MAZA Y VIDAL32 señalan –aunque a propósito
de la responsabilidad contractual– que el lucro cesante consiste en la utilidad, es decir, aque-
llo que tenía derecho a recibir el acreedor del cumplimiento del contrato, descontados los
costos y gastos asociados a la ejecución].

b) Daño extrapatrimonial o moral

El Código Civil no contempló la indemnización del daño moral. Han sido los tribunales los que, por
razones de equidad, lo fueron incorporando a nuestro mundo jurídico. En el caso de la responsabilidad
extracontractual, lo fundaron en el artículo 2329 CC que ordena indemnizar todo daño. Por faltar en
la responsabilidad contractual una disposición equivalente al artículo 2329 CC, los tribunales durante
muchos años se negaron a admitir la indemnización del daño moral cuando se incumplía un contrato.

Hoy parece insostenible mantener una postura contraria a la reparación del daño moral tanto en la
responsabilidad contractual como extracontractual, dentro del ordenamiento jurídico chileno. A ma-
yor abundamiento, se ha dicho que el daño moral tiene consagración constitucional (art. 19 N° 1 y 4
CPR).

Concepto del daño moral

La primera cuestión que debe analizarse es lo que se entiende por daño moral. Y al respecto, se puede
resumir la discusión en tres posiciones:

1. Daño moral como pretium doloris: el daño moral consistiría en el sufrimiento, dolor o mo-
lestia que el hecho ilícito ocasiona en la sensibilidad física o en los sentimientos o afectos de
una persona. Es la teoría aceptada mayoritariamente en nuestro país. Sin embargo, es objeto
de varias críticas, entre las cuales está el hecho de que no se puede aplicar a las personas
jurídicas, por cuanto éstas no pueden experimentar dolor; y, además, porque no cubre todos

32
DE LA MAZA y VIDAL (2018), Cuestiones de Derecho de Contratos

30
Boris Loayza M.

los perjuicios extrapatrimoniales, quedando excluidos, por ejemplo, los estéticos o las moles-
tias causadas por la alteración de las condiciones de vida;
2. Daño moral como lesión a un derecho extrapatrimonial: en este sentido, se tiene que afec-
tar un derecho extrapatrimonial de la víctima, como cuando se atenta contra su honor o vida;
y
3. Daño moral como lesión a un interés extrapatrimonial: basta que se lesione un interés
extrapatrimonial de la víctima, definidos por Díez como “aquellos que afectan a la persona
y lo que tiene la persona pero que es insustituible por un valor en moneda, desde que no se
puede medir con ese elemento del cambio”.

[Respecto a este tema, la doctrina nacional (principalmente MARCELO BARRIENTOS33 y DE LA


MAZA34) ha tendido a dejar atrás la visión reduccionista del daño moral que lo asocia al pretium
doloris. Así, se ha dicho que el pretium doloris no es más que un rubro del daño moral, no el
perjuicio en sí mismo: hay una relación de género-especie. Así las cosas, se ha buscado dar una
definición más completa y comprensiva de los diversos perjuicios extrapatrimoniales. La Corte Su-
prema, por ejemplo, ha resuelto que el daño moral abarca no solo las lesiones a bienes de la persona-
lidad, lo que en estricto rigor constituye daño moral, sino que además quedan comprendidas las
lesiones corporales, la aflicción psicológica y la pérdida de oportunidades para disfrutar de la
vida. De esta manera y considerando la lesión de un interés jurídicamente relevante, se puede
llegar a la compensación del daño no patrimonial no solo por el dolor o sufrimiento que se
padece, puesto que el daño extrapatrimonial protege más allá incluso del pretium doloris, que
es solo una especie del mismo. Así, si la víctima ha sufrido un daño corporal (biológico fisiológico
y estético) o un daño a la dignidad humana o a otros derechos de la personalidad, debe ser indemni-
zada por daño moral.].

Valoración y prueba de los perjuicios

¿Cómo se avalúan los perjuicios? Se debe distinguir entre el daño emergente, el lucro cesante y el
daño moral.

1. Valoración y prueba del daño emergente: el daño emergente, por su propia naturaleza, no
crea problemas: sólo se debe comparar los dos estados patrimoniales e indemnizar la diferen-
cia. La prueba consistirá en los medios establecidos en las reglas generales, sin que sean
aplicables las limitaciones a la prueba de testigos (arts. 1708 y ss. CC);
2. Valoración y prueba del lucro cesante: en el caso del lucro cesante, la valoración es más
difícil, por su naturaleza eventual. En este sentido, hay que realizar dos análisis. El primero
es de probabilidad, es decir, determinar qué tan cierto es el daño (se reemplaza la certeza
por una alta probabilidad). El segundo es relativo al cálculo de los perjuicios, y acá se
indemnizará la utilidad, es decir, la ganancia bruta, descontados los gastos de vida. Ahora
bien, entre la certeza y el daño hipotético, existe una “zona gris”, intermedia, que es más que
la posibilidad, pero menos que la certeza, situación que se conoce en derecho como “chance”.
En este sentido, de darse la pérdida de oportunidad, la indemnización no puede alcanzar el
monto del lucro cesante, sino que debe ser menor, determinado en cada caso por el juez.
[MAURICIO TAPIA35 ha señalado que es posible determinar que la pérdida de la oportunidad,

33
BARRIENTOS (2008), Del daño moral al daño extrapatrimonial: la superación del pretium doloris
34
DE LA MAZA (2018), El daño moral en materia contractual: la mirada de la Corte Suprema
35
TAPIA (2012), Pérdida de una chance. Su indemnización en la jurisprudencia chilena

31
Boris Loayza M.

esto es, la pérdida de un posible beneficio, el cual, por su naturaleza, no alcanza el grado
de certeza del lucro cesante, pero que sí supera el umbral mínimo para considerarse un
daño indemnizable (y posible), constituye un perjuicio que implícita o explícitamente está
siendo reconocido en nuestro derecho.]; y
3. Valoración y prueba del daño moral: se ha dicho que la facultad de determinar el quantum
indemnizatorio del daño moral es facultad discrecional de los jueces. Así, en nuestro país,
la determinar del quantum queda entregada por entero, sin limitaciones, a los tribunales, con
el agravante de que, al revés de lo que ocurre en la generalidad de los países, se admite que
la fijación que hacen los tribunales de fondo pueda ser revisada por el tribunal de casación.
De esta forma, se puede establecer las siguientes características respecto al daño moral:
i. La fijación la hace discrecionalmente el tribunal: no se debe ceñir a ningún pará-
metro, sin más limitaciones que el que debe hacerlo con equidad y acorde al mérito
del proceso. Es al juez a quien le toca determinar las circunstancias de hecho que
permiten inferir su efectiva ocurrencia. Al decir de DE LA MAZA y PIZARRO36, esto
hace que la avaluación del perjuicio moral sea, en sí misma, arbitraria, pues no se
efectúa sobre la base de criterios explícitos.
ii. Dada su naturaleza, no requeriría prueba: parte de la doctrina sostiene que, en
atención a su naturaleza “espiritual”, no requiere ser probado, debiendo el tribunal
presumirlo, considerando el dolor producido a la víctima y, en su caso, las relaciones
de parentesco existentes entre el acreedor y la víctima. Sin embargo, la doctrina ma-
yoritaria sostiene que el daño moral debe ser probado;
iii. La reparación debe ser integral;
iv. La indemnización del daño moral no tiene carácter reparatorio: tiene, más bien,
una función compensatoria o satisfactiva, puesto que el pago de la indemnización
no borra el daño producido, sino que, gracias a ella, la víctima que lo recibe puede
procurarse satisfacciones materiales y espirituales.

Época a la que debe estarse para el cálculo de los daños

Debemos distinguir entre el daño material y el daño moral.

1. Momento al que debe estarse para fijar el daño material: se han propuesto tres alternati-
vas: (i) que el monto se determine considerando el momento de ocurrir el hecho ilícito
(en este sentido, ALESSANDRI); (ii) que se esté al momento en que el daño se produce (en
este sentido, DÍEZ y RODRÍGUEZ GREZ); y (iii) que el monto se determine a la fecha de la
sentencia (es la tendencia en el derecho extranjero); y
2. Momento al que debe estarse para fijar el daño moral: se entiende que esta apreciación
debe hacer al momento en que se dicta la sentencia, puesto que, a diferencia del daño ma-
terial, no existen aquí las consecuencias materiales (como tasaciones o comprobantes de pér-
didas y gastos) que permitan retrotraer la avaluación al instante en que el perjuicio se produjo.

D. Nexo causal

36
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

32
Boris Loayza M.

Este requisito, que también se exige en la responsabilidad contractual, no ha sido definido por el
legislador. La Corte Suprema ha entendido que “debe entenderse que entre un acto ilícito y un deter-
minado daño hay relación causal cuando el primero engendra el segundo y éste no puede darse
sin aquél, en otros términos, existe relación de causalidad cuando el hecho doloso o culposo es la
causa directa y necesaria del daño”.

[En el mismo sentido, DE LA MAZA y PIZARRO37 señalan que la Corte Suprema ha resuelto que la
causalidad se da cuando el hecho ilícito (o incumplimiento contractual) generó directa y necesaria-
mente el daño.].

Reiteradamente, además, se ha señalado que la determinación de la relación causal es una cuestión


de hecho que, por lo mismo, escapa al control del tribunal de casación.

Pluralidad de causas

Si el daño proviene de una sola causa, el problema es simple. Pero, los hechos son siempre fenómenos
complejos por la concurrencia de circunstancias diversas que actúan como condición del resultado, o
sea, el daño cuya reparación se pretende. De esta manera, ¿cómo se resuelve la cuestión cuando son
múltiples los hechos que han concurrido a su realización? Esto es lo que se denomina el problema
de las concausas.

Para resolver esto se han propuesto diversas teorías; las más conocidas son: la de la equivalencia de
las condiciones; la de la causa próxima; la de la condición preponderante; la teoría de la causa efi-
ciente; y la teoría de la causa adecuada.

1. Teoría de equivalencia de las condiciones (condictio sine qua non): en el plano filosófico,
causa es la suma de las condiciones de toda naturaleza, que siendo realizadas, hacen que siga
el consiguiente, de toda necesidad. En el plano jurídico, se ha planteado que todo efecto es
resultante de la conjugación de todas las condiciones, que deben ser consideradas equi-
valente en lo causal y en lo jurídico, de manera que constituyen condictio sine qua non del
resultado final. [A mayor abundamiento, DE LA MAZA y P IZARRO38 señalan que se ha soste-
nido que esta teoría consiste en que el hecho dañoso, como todos los hechos, presenta diver-
sos factores que pueden tener relación con la acción u omisión del hombre o con circunstan-
cias externas. Se considera que cada uno de esos factores desde el instante que constituyen
un hecho o circunstancia indispensable para la realización del resultado, deben ser conside-
rado como una de sus causas. En consecuencia, para considerar un hecho u omisión como
causa del daño, basta que haya sido una de las condiciones sine qua non del resultado.
Para lo anterior, se utiliza el recurso de la supresión hipotética. Agregan que esta teoría es
útil para determinar los aspectos fácticos o de causalidad material. En síntesis, todas las cau-
sas se miran como equivalentes, cada una de ellas es necesaria para la existencia del daño y,
por lo tanto, son todas causas del daño];
2. Teoría de la causa próxima: para ésta, sólo constituye “causa” aquella de las diversas con-
diciones necesarias de un resultado que se halla temporalmente más próxima a éste; las
otras son simplemente “condiciones”;

37
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos
38
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

33
Boris Loayza M.

3. Teoría de la condición preponderante: la causa, según esta teoría, resulta ser aquella con-
dición que rompe el equilibrio entre los factores positivos y contrarios a la producción del
daño, influyendo decisivamente en el resultado;
4. Teoría de la causa eficiente: no todas las condiciones tienen la misma eficacia en la pro-
ducción del resultado. De ahí se sigue que sólo será causa aquella condición más activa o
eficaz; y
5. Teoría de la causa adecuada: esta es la que se impone hoy en día. Según ella, no todas las
condiciones necesarias para un resultado son equivalentes. Aquella que según el curso na-
tural y ordinario de las cosas es idónea para producir el resultado, esa es la causa. Las
demás condiciones que no producen normal y regularmente ese efecto son solamente condi-
ciones o antecedentes o factores concurrentes. En este sentido, se debe realizar un juicio de
probabilidad (ex post), o sea, considerar qué acción u omisión del presunto responsable era
idónea para producir regular o normalmente el resultado dañoso. [DE LA MAZA y PIZARRO 39
explican que según esta teoría, hay que retener como causas del daño sólo aquellos aconteci-
mientos que contienen la posibilidad objetiva de producir el resultado dañino. Corresponde
aplicar un criterio de previsibilidad o de razonabilidad. Un hecho debe calificarse como
causa si al momento de producirse el daño era previsible, según el curso ordinario de las
cosas y la experiencia normal de los acontecimientos, que dicho hecho era apto para pro-
ducir un resultado del tipo que se produjo. Esta teoría aplica, entonces, un criterio de previ-
sibilidad, debiendo atribuirse a un hecho el carácter de causal, cuando aquél es probablemente
la causa del daño. Así, será causa si el autor estaba en condiciones de prever el daño,
teniendo en cuenta el curso ordinario de las cosas. Se utilizaría un criterio de imputación
objetiva.].

En los casos de responsabilidad subjetiva, que constituyen la regla general en Chile, la separación
entre culpabilidad y nexo causal es clara. Ello significa que aunque el hecho cause daño y sea reali-
zado con culpa o dolo no existe obligación de indemnizar si falta el nexo causal, es decir, si el daño
no es la consecuencia del hecho ilícito.

En este sistema –de responsabilidad subjetiva– la búsqueda de la causalidad es relativamente simple,


porque en la generalidad de los casos la denominada equivalencia de las condiciones es un criterio
que responde satisfactoriamente a las necesidades del juez que ha de resolver el caso. El que realiza
un hecho ilícito, es decir, culpable o doloso, es responsable de todo daño que no es se habría producido
si aquel hecho no ocurre.

La situación es menos clara en los casos en que se sigue la doctrina de la responsabilidad objetiva,
como ocurre, entre nosotros, por ejemplo en los casos de responsabilidad del Estado. En ellos la
previsibilidad opera de manera diferente. El acto será previsible, si es de tal naturaleza que “normal-
mente” es idóneo para producir el daño de que se queja la víctima. A contrario sensu, no cabe
imputar objetivamente un daño a la conducta del demandado cuando la producción de tal daño habría
sido descartada como muy improbable según el curso normal de las cosas.

[DE LA MAZA y PIZARRO40 señalan que algunos autores han planteado una posible conciliación entre
la equivalencia de las condiciones y la causalidad adecuada. Siendo la primera óptima para establecer

39
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos
40
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

34
Boris Loayza M.

la causalidad fáctica, es decir, aquellos hechos materiales que conducen al daño, la causalidad ade-
cuada sería más propia para dirimir entre las diversas causas materiales identificadas. De esta manera,
ambas teorías pasarían a ser complementarias.].

E. Hecho voluntario 41

Según CORRAL, para que haya responsabilidad es menester que se dé un acto humano, es decir, lo
que suele denominarse en la nomenclatura civilista un hecho del hombre voluntario. Este puede
consistir en una conducta positiva (facere) u omisiva (non facere).

De la exposición anterior, se puede desprender que lo señalado por CORRAL es coincidente con el
requisito exigido por BARCIA, es decir, la comisión u omisión de un hecho ilícito (requisito que
omite RAMOS PAZOS, por ejemplo).

F. Antijurídico o ilícito 42

Para que haya responsabilidad es necesario que el daño provenga de un comportamiento objetiva-
mente ilícito, contrario al ordenamiento jurídico, contrario a lo justo. En este sentido, la valoración
de la ilicitud de la conducta generadora de la responsabilidad puede fundarse en una infracción a un
deber legal expreso o en la transgresión del principio general que de que no es lícito dañar sin causa
justificada a otro.

Sostiene CORRAL que en la doctrina nacional generalmente se ha descuidado el estudio especial de


esta faceta del ilícito civil, por cuanto se le suele subsumir en la culpabilidad: si hay dolo o culpa, es
porque hay ilicitud; o en el daño: sólo se indemniza el daño injusto. Para el autor, en realidad, esta
exigencia –un juicio objetivo de contrariedad a la conducta legal o al deber general– es autónoma e
independiente de la culpabilidad y del daño.

4. Efectos de la responsabilidad extracontractual

El efecto propio de la responsabilidad extracontractual es generar la obligación de indemnizar ínte-


gramente los perjuicios causados a la víctima (arts. 1437, 2314 y 2329 CC). La indemnización debe
ser completa, salvo que el que lo ha sufrido se haya expuesto imprudentemente (art. 2330 CC).

Ahora bien, junto a la obligación de indemnizar los perjuicios resultantes del hecho ilícito, surge para
la víctima el derecho personal correlativo para exigir la reparación íntegra del daño que se le ha pro-
ducido (arts. 578, 1437, 2284 y 2314 CC).

Características de la acción de indemnización de perjuicios

a. Es personal: sólo puede reclamarse del autor del daño;

41
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual
42
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

35
Boris Loayza M.

b. Es mueble: persigue una reparación pecuniaria (art. 580 CC) o la ejecución de hechos desti-
nados a hacer cesar o impedir el daño, y los hechos que se deben se reputan muebles (art. 581
CC);
c. Es patrimonial: lo que implica que es transmisible, cesible, comerciable, renunciable y pres-
criptible; y
d. Solidaria43: la ley establece, como una medida de protección a la víctima, que la responsabi-
lidad extracontractual, de haber varios deudores, es solidaria. Sin embargo, hay casos excep-
ciones donde no hay solidaridad (arts. 2323 y 2328 CC).

Titulares de la acción

a) Titulares activos

En principio –dice ALESSANDRI– esta acción sólo compete a quien ha sufrido o teme un daño y sola-
mente él; sin interés no hay acción.

Ahora, el daño puede ser contingente o producido. En el primer caso, puede amenazar a una persona
determinada o indeterminada. De ahí se sigue que si el daño contingente amenaza a una persona
determinada, sólo aquella lo podrá reclamar; si amenaza, por el contrario, a una persona indetermi-
nada, habrá acción popular (art. 948, 2328 inc. 2° y 2333 CC).

En el segundo caso, esto es, si el daño ya se ha producido, la acción compete exclusivamente a quien
lo sufrió, a menos que lo haga en su nombre o como heredero, legatario o cesionario suyo. Además,
la víctima puede ser una o muchas personas. Cuando hay múltiples víctimas, habrá tantas indemni-
zaciones distintas como personas damnificadas.

Ahora, se puede distinguir entre el daño producido a la cosa o el daño producido a una persona. Si
recae en una persona, puede distinguirse entre daño material o moral.

1. Daño material en las cosas: en este supuesto, se aplica el artículo 2315 CC, y por tanto,
puede pedir esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha sufrido
el daño, o su heredero, sino el usufructuario, habitador o el usuario, si el daño irroga perjuicio
a su derecho de usufructo, habitación o uso;
2. Daño material en las personas: respecto del daño material producido en una persona, tienen
acción para demandar la víctima inmediata y directa del ilícito y, también, la víctima me-
diata o indirecta del mismo, cuando con motivo del delito o cuasidelito, queda privado de
la ayuda económica que le proporcionaba la víctima principal. En este último caso, la acción
es personal, no deriva del causante; y
3. Daño extrapatrimonial o moral: puede demandarlo todo aquel que ha visto lesionado un
interés extrapatrimonial. Por consiguiente, tienen acción tanto las personas naturales como
las jurídicas. Estas últimas, cuando se vea afectado su prestigio comercial, reputación, crédito
o confianza. En el caso de las personas naturales tienen acción por daño moral no sólo las
víctimas directas del ilícito o sus herederos, sino también las denominadas “víctimas por
repercusión”, esto es, todos aquellos que sin tener la calidad de víctimas inmediatas o direc-
tas, también lo sufren en razón de que el daño inferido a las víctimas directas los hiere en sus

43
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones

36
Boris Loayza M.

propios sentimientos o afectos o les lesiona algún interés o derecho extrapatrimonial del que
son titulares (según la noción de daño moral que se siga), no requiriéndose que entre ellas
exista vinculación jurídica. Es claro que en el caso de las víctimas por repercusión, tienen
que probar haber sufrido real y efectivamente. En este sentido, DE LA MAZA y P IZARRO 44
señalan que las víctimas por rebote no demandan en calidad de herederos, sino a título per-
sonal, por el daño sufrido como consecuencia de la muerte de la víctima.

[CORRAL45, de una manera más expositiva, señala que la legitimación procesal activa es la titularidad
que el sistema jurídico reconoce para ejercer una acción judicial. En esta línea, sostiene que los legi-
timados activos para ejercer la acción de responsabilidad pueden ser titulares por derecho propio
(como el mismo perjudicado) o por derecho derivado, como sucede con los que adquieren por suce-
sión la facultad de reclamar la indemnización. A su vez, los titulares por derecho propio pueden ser
víctima directas o perjudicados indirectos que sufren un perjuicio que directamente ha recaído en
otra persona (son las llamadas víctimas por repercusión).

Dentro de los titulares por derecho propio, pueden ser las víctimas directas o indirectas. Dentro de
las primeras, se debe distinguir si el daño es en las cosas, en cuyo caso se aplica el artículo 2315 CC,
o si el daño es extrapatrimonial, en cuyo caso son titulares todos los que sufren una lesión directa
en intereses o derechos no susceptibles de avaluación pecuniaria.

Luego, las víctimas por rebote, es decir, los lesionados indirectos, que son aquellos que reciben un
daño, no directamente a su persona o bienes, sino por sufrir ellos las consecuencias de un daño cau-
sado a una persona con la cual tienen alguna relación. Estos, a su vez, pueden reclamar un daño
patrimonial (como si dejan de percibir un auxilio pecuniario de la víctima directa) o un daño extra-
patrimonial. Respecto del daño moral de las víctimas por rebote, se ha dicho que la indemnización
que reclaman es una compensación individual y no colectiva. También se ha señalado que la acción
de las víctimas por rebote es autónoma e independiente de la acción de la víctima principal, así
como de otros ofendidos indirectos.

Luego están los titulares por derecho derivado, en donde se encuentran los herederos (sucesores a
título universal) y los cesionarios, ya que la acción indemnizatoria es patrimonial, por tanto, puede
cederse.].

La acción de responsabilidad extracontractual es transmisible

La acción derivada de un hecho ilícito es transmisible por testamento o ab intestato, a título singular
o universal. Luego pueden ejercitarla los herederos como los legatarios.

Si la víctima fue íntegramente indemnizada por el autor del ilícito, no podrá dirigirse en contra de
quien obtuvo provecho del dolo ajeno, pues habría enriquecimiento sin causa (art. 2316 CC).

La pregunta que surge respecto a la transmisibilidad es la siguiente: ¿es transmisible la acción de


responsabilidad por daño moral?

44
DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos
45
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

37
Boris Loayza M.

Para resolver esta pregunta se deben distinguir las siguientes situaciones:

1. La víctima fallece cuando ya hay sentencia que acoge la demanda de daño moral: es el
caso más simple de todos. Ninguna duda cabe que si la sentencia ordenó pagar a la víctima
directa una indemnización por cualquier tipo de daño (material o moral), si ésta fallece, la
acción para cobrar indemnización se transmite a sus herederos (art. 1097 CC);
2. La víctima demanda en vida, pero fallece durante el pleito: tampoco presenta problemas.
Si la víctima directa litigaba por sí sola, se aplica el artículo 5 CPC, y si lo hacía por medio
de mandatario judicial, el mandato se mantiene (art. 528 COT); y
3. La víctima fallece antes de deducir la acción: la pregunta que cabe acá es ¿si pueden los
herederos demandar el daño moral sufrido por la víctima directa? Para algunos, sus herederos
pueden hacerlo. En este sentido, se ha sostenido que los herederos son los continuadores del
difunto y, por tanto, el crédito que el causante había adquirido, pasa a ellos y puede, por él,
deducir la acción pertinente. RODRÍGUEZ GREZ señala que los herederos sí pueden demandar.
Por el contrario, RAMÓN DOMÍNGUEZ es de la opinión de que esta acción es intransmisible.
Sostiene que el fundamento personalísimo del daño a reparar y la finalidad perseguida con la
indemnización no se aviene con un ejercicio de la acción por quienes no han sufrido el daño.
[Al respecto, CORRAL46 sostiene que existen dos posturas. Según una posición, los herederos
no podrían reclamar esa reparación, porque el ofendido, al morir, no habría alcanzado a in-
gresar a su patrimonio el derecho a pedir la indemnización y por ende no ha podido transmi-
tirlo a sus sucesores. Para otros autores, el hecho ilícito es anterior a la muerte y en el instante
en que se produce existe en el patrimonio del ofendido el derecho a pedir la indemnización.
Finalmente, agrega que lo decisivo es lo señalado por CARMEN DOMÍNGUEZ, en el sentido
de que lo importante es la función de la responsabilidad: la pérdida de la vida en cuanto tal
es irreparable, y no cabe, por tanto, que la acción de reparación se transmitida a los herederos,
a menos que admitamos un enriquecimiento injusto y que la indemnización en este caso no
es reparadora sino punitiva.].

Hecho de la víctima. Reducción de la indemnización por haberse expuesto imprudentemente la víc-


tima

Como hemos visto, es causal de exoneración de responsabilidad la “culpa exclusiva de la víctima”,


como ocurriría como si ésta con ánimo de suicidarse se arroja bajo las ruedas de un automóvil. Y ello
es lógico, pues en tal supuesto, faltaría la relación de causalidad o nexo causal entre la conducta del
demandado y el resultado.

Una situación distinta ocurre cuando el daño es la consecuencia tanto de la culpa del agente como
de la víctima, pues en tal caso produce la reducción de la indemnización, en conformidad al artículo
2330 CC. Es importante tener en cuenta que este artículo no establece una facultad para el juez, sino
que le es imperativo.

Cuestión aparte es determinar en qué términos debe hacerse la reducción. De seguirse la doctrina de
la equivalencia de las condiciones, debería rebajarse la mitad, pues, según ella, todas las causas del
daño son de la misma entidad. Sin embargo, se estima más justo que la rebaja la haga el juez consi-
derando la influencia que cada una de estas culpas tuvo en la ocurrencia del hecho.

46
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

38
Boris Loayza M.

Esta norma no crea mayores dificultades si quien acciona es la víctima directa. Tampoco hay proble-
mas si quien demanda lo hace fundado en su calidad de heredero de la víctima directa, pues al repre-
sentarlo (artículo 1097 CC) le afecta la imprudencia de su causante. En cambio, si el actor lo hace
invocando un interés propio, material o moral, como la víctima sería el mismo, no tendría por qué
afectarle la imprudencia de su causante, él no ha incurrido en imprudencia alguna. Sin embargo,
esta solución no resulta justa por cuanto si las acciones son diferentes y se trata de una acción personal
del causahabiente, esto no significa que sea totalmente independiente de la víctima directa.

[Sobre este punto, DE LA MAZA y PIZARRO47 sostienen que la compensación de culpas distribuye los
costos del accidente (del hecho ilícito) en proporción a la negligencia de la víctima y del victimario.
Se trataría de un criterio, prima facie, eficiente. En este sentido, señalan que es indiferente que el
demandante esgrima su calidad de causahabiente del de cujus para demandar o que lo haga por
derecho propio. En ambos casos la compensación de culpas debe operar. Si el demandante lo hace
por derivación –demanda en su calidad de heredero de la víctima directa– es obvio que habrá de
repararse aquella parte del daño que no corresponde a la negligencia de la víctima que lo demanda.
Si, en cambio, el demandante lo hace por derecho propio –en calidad de víctima por rebote– la solu-
ción debe ser la misma, puesto que el demandado no está obligado a reparar más allá del daño
que causó y en la proporción que lo hizo. En ningún caso, supuesta la concurrencia de culpas, puede
pretenderse que el demandado repare el total.].

Finalmente, cabe señalar que la acción de responsabilidad extracontractual se puede ceder por acto
entre vivos a cualquier título, de acuerdo a las reglas generales. Por tanto, puede demandar el cesio-
nario.

b) Titulares pasivos

La norma básica en esta materia es el artículo 2316 CC. En este sentido, es obligado a la indemniza-
ción el que hizo el daño, sus herederos y aquél que recibe provecho del dolo ajeno y sus herederos,
pero sólo hasta el monto del provecho.

1. Autor del daño: para los efectos de la responsabilidad civil, debe entenderse comprendido
dentro de la voz “autor” no sólo al que materialmente cometió el ilícito, sino también a los
cómplices o encubridores;
2. Herederos del autor del ilícito: los herederos del autor del delito o cuasidelito responden
porque representan a la persona del causante y le suceden en todas sus obligaciones transmi-
sibles (art. 1097 CC). ALESSANDRI aclara que los sucesores a título singular (cesionarios,
legatarios, adquirentes, etc.) no tiene responsabilidad, porque no representan a la persona del
causante. En el caso en que los herederos sean varios, cada uno deberá concurrir a la repara-
ción a prorrata de su cuota (art. 1354 CC);
3. Persona que recibe provecho del dolo ajeno: según el inciso 2° del artículo 2316 CC, res-
ponden también los que sin ser cómplices reciben provecho del dolo ajeno, pero hasta el
monto del provecho. Esta norma tiene por fundamento el principio del enriquecimiento sin
causa. La misma idea se encuentra en la responsabilidad contractual (art. 1458 inc. 2° CC).
Reiteramos si quien recibe provecho del dolo ajeno interviene como cómplice, responde de

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DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos

39
Boris Loayza M.

la totalidad de los perjuicios. ALESSANDRI señala que el precepto en cuestión es una norma
excepcional, por lo que no comprende a quién recibe provecho de la culpa ajena, aunque
sea lata. En este caso se plantea el problema de determinar contra de quién se debe dirigir la
acción. Al respecto, encontramos dos opiniones. ALESSANDRI sostiene que se puede dirigir
directamente en contra de quien se aprovecha del dolo, aunque no se haya declarado previa-
mente la existencia del delito y la consiguiente responsabilidad de su autor. Por otro lado,
DUCCI CLARO estima que para que pueda interponerse la acción de reparación contra el que
recibe el provecho del dolo ajeno, es preciso que con anterioridad se haya establecido que
existe un delito y que es responsable de éste su autor. Ahora bien, si la víctima fue íntegra-
mente indemnizada por el autor del ilícito no podrá dirigirse en contra de quien obtuvo pro-
vecho del dolo ajeno, pues habría un enriquecimiento sin causa. [Sobre esto, DE LA MAZA y
PIZARRO48 señalan que el precepto aparece en términos análogos al artículo 1458 CC a pro-
pósito del dolo vicio del consentimiento. Luego, exponen que el primer problema está en
determinar la naturaleza jurídica de la acción: ¿es indemnizatoria o restitutoria? En este sen-
tido, estiman que en los supuestos de obligaciones por provecho de dolo ajeno, una persona
recibe un provecho de manera indirecta, es decir, siempre media la actuación de otras perso-
nas, por tanto, el provecho se ha obtenido no como consecuencia directa e inmediata de un
acto o negocio ejecutado por el beneficiado. Agregan que el límite en relación al quantum
de la acción por dolo ajeno es justamente el provecho: el daño no importa a efectos de
fijar la cuantía del provecho, ni tampoco corresponde imputarlo. En definitiva, como lo indica
BARROS, efectivamente se trata de “una acción restitutoria de los beneficios que se siguen
del dolo ajeno”. A continuación, exponen los requisitos o condiciones de procedencia de la
acción por el provecho del dolo ajeno. Tales son:
a. Concurrencia de un delito civil: debe verificarse un acto u omisión de naturaleza
dolosa, un daño y la respectiva relación de causalidad;
b. Debe concurrir un provecho o ganancia en el patrimonio de un sujeto ajeno al
autor del dolo, el cual no participa en el ilícito civil, ni aun como cómplice: el
tercero tiene que obtener un provecho. Esta expresión debe entenderse como ganan-
cia o incremento efectivo del patrimonio, ya sea por ahorro en gastos o por ingresos
positivos para el tercero. El provecho, así, es un beneficio, una utilidad que se traduce
en un incremento patrimonial efectivo o un ahorro efectivo. Además, no debe tener
un título que la justifique, sino que debe ser impropia o carecer de toda justificación.
Finalmente, si el provecho se obtuvo por medio de una contraprestación (título one-
roso), esto se tomará en cuenta para determinar el provecho. En cambio, si fue a título
gratuito, el provecho coincidirá con el valor íntegro de la atribución patrimonial; y
c. Aquella ganancia debe tener su origen causal inmediato y directo en el acto do-
loso.]; y
4. Personas civilmente responsables: la acción de responsabilidad extracontractual puede di-
rigirse, también, en contra de las personas que en conformidad a lo dispuesto en los artículos
2320 al 2322 CC, responden del hecho de otras personas.

Responsabilidad solidaria en el caso de pluralidad de autores

Si los autores del ilícito son dos o más personas, todos ellos responden solidariamente del perjuicio
(art. 2317 CC).

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Boris Loayza M.

ALESSANDRI aclara que la solidaridad afecta a todos los que hayan intervenido en la comisión dl
delito o cuasidelito, como autores, cómplices o encubridores: unos y otros lo han cometido, cada uno
dentro de su radio de acción.

Esta norma, por ser excepcional, debe interpretarse restrictivamente. De ello se sigue que no alcanza
a los terceros civilmente responsables, porque ellos no son coautores de un mismo delito o cuasidelito;
éste ha sido cometido por una sola persona.

En el caso de la pluralidad de autores, cada uno de ellos puede haber concurrido de distinto modo
a la producción del daño. Sin embargo, frente a la víctima, cada uno responde del total, sin perjuicio
que, en sus relaciones internas, cada uno soporte el pago en la parte que corresponda a la gravedad
de su falta. Ello por el efecto propio de la solidaridad (art. 1522 CC).

[CORRAL49 señala que ha existido discusión respecto a la solidaridad. Así, se ha dicho que su su-
puesto fáctico es la comisión conjunta de un delito o cuasidelito por dos o más personas. De esta
manera, para que exista solidaridad, el mismo hecho ilícito deben cometerlo conjuntamente dos o más
personas.].

Forma de hacer efectiva la acción de indemnización de perjuicios en la responsabilidad extracon-


tractual50

La acción para perseguir la responsabilidad civil puede deducirse ante el juez civil o ante el juez del
crimen. Ante el juez civil deberá necesariamente deducirse la acción cuando el delito o cuasidelito
revisten un carácter puramente civil. Además, deberá interponerse la acción ante el juez civil cuando
la acción penal se haya extinguido, por ejemplo, por la muerte del autor. Pero, si el delito o cuasidelito
es civil y penal, a la vez, en principio puede el actor elegir entre la justicia civil o la justicia criminal.

Sin embargo, existe una limitación: la acción civil que tenga por objeto la mera restitución de la
cosa debe ser deducida ante el juez del crimen (art. 59 CPP).

De esta manera, se tiene que en caso de que un ilícito produzca responsabilidad penal y responsa-
bilidad civil, el ejercicio de la acción civil en sede penal es facultativo de la víctima, salvo en el caso
en que la acción sea restitutoria, en cuyo caso siempre deberá ejercerse en sede penal (art. 59 CPP).
Además, debe señalarse que el artículo 59 inc. 3° CPP establece ciertas restricciones a la legitimidad
activa y pasiva. En este sentido, sólo puede demandar la víctima directa (el ofendido por el delito),
lo que excluye a las víctimas por rebote; y, solo puede demandarse al autor del delito (al agente
directo del daño), lo que excluye a los terceros civilmente responsables.

Por último, cabe señalar que la sentencia dictada en sede penal puede producir efectos en materia
civil. Así, si la sentencia penal es condenatoria, produce efecto de cosa juzgada en sede civil en
cuanto al hecho y a la culpabilidad (art. 178 CPC). En cambio, la sentencia absolutoria, por regla
general no produce efectos, salvo en los casos mencionados en el artículo 179 CPC.

49
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual
50
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones y CORRAL
(2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

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5. Extinción de la responsabilidad extracontractual

La obligación de indemnizar perjuicios se extingue por los modos generales contemplados para cual-
quier obligación. Sin embargo, por su importancia, hay que prestarle mayor atención a tres de estos
modos: a) la transacción; b) la renuncia; y c) la prescripción.

A. Extinción de responsabilidad civil por transacción

El artículo 2449 CC contempla expresamente el caso de la transacción, cuando señala que “la transac-
ción puede recaer sobre la acción civil que nace de un delito; pero sin perjuicio de la acción crimi-
nal”, y sólo produce efectos entre los que la celebraron, pues la transacción tiene efectos relativos
(art. 2461 CC).

B. Extinción de la responsabilidad extracontractual por renuncia

Nada impide que el titular de la acción de indemnización la renuncie. Ello en conformidad a lo esta-
blecido en el artículo 12 del Código Civil.

Claro está que esta renuncia sólo puede hacerse después de ocurrido el hecho ilícito, pues antes no ha
nacido el derecho.

En el caso del artículo 2317 CC –responsabilidad solidaria de los varios responsables–, no se divisan
reparos para que la víctima pueda renunciar respecto sólo de alguna de ellas. Por tener efectos relati-
vos, esta renuncia no afecta a los demás.

C. Extinción de la responsabilidad extracontractual por prescripción

El artículo 2332 CC prescribe que “las acciones que concede este título por daño o dolo, prescriben
en cuatro años contados desde la perpetración del acto”.

Aparentemente la interpretación de esta disposición no presenta mayores dificultades. Sin embargo,


encontramos en la doctrina opiniones distintas sobre el momento desde el cual deben contarse los 4
años en los casos en que el daño no se produce coetáneamente con la realización del hecho culpable
o doloso.

Para ALESSANDRI, los cuatro años corren desde la realización del hecho doloso o culpable. En cam-
bio, para RODRÍGUEZ GREZ, los cuatro años deben contar desde que concurren todos y cada uno de
los presupuestos que conforman el ilícito civil, por lo que sólo empieza a correr cuando sobreviene
el daño, pues al constituir éste un elemento del hecho ilícito, no puede ocurrir antes, ya que ello
implicaría suponer que la prescripción empieza a correr antes que el derecho nazca.

También pueden presentarse dudas sobre el momento en que se debe empezar a contar el plazo, en
aquellos casos en que el acto ilícito está configurado por acciones u omisiones mantenidos durante
un extenso período. Estimamos que en tal caso el plazo de prescripción comienza a computarse
desde que cesa la actividad ilícita.

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Por último, también se ha resuelto que esta prescripción por ser una duración inferior a la prescripción
ordinaria adquisitiva o extintiva, debe catalogarse como de corto tiempo; se encuentra mencionada
en el título XXXV, especial, que no contiene regla especial sobre ella, por lo que puede sostenerse
que reúne todos los requisitos que el artículo 2524 CC exige para que las acciones de corto tiempo
corran también contra toda persona, o sea, no le son aplicables las normas excepcionales de los ar-
tículos 2509 N° 1 y 2520 CC. En otras palabras, se ha dicho que no se suspende.

[BARCIA51 es de la posición de que el día ad quem se cuenta desde que se produce el daño, y no
desde que se comete el ilícito. Ello es evidente, sostiene, ya que la acción por los dalos que se pro-
duzcan después del plazo de prescripción nacería prescrita.

Por su parte, CORRAL52 sostiene tres cosas. La primera es que el artículo 2332 CC es de derecho
común, es decir, la prescriptibilidad de la acción y su plazo deben regirse también para regímenes
sectoriales de responsabilidad que no contemplen reglas expresas sobre el particular, como por ejem-
plo, para la responsabilidad del Estado.

La segunda cosa es en relación con el cómputo del plazo de prescripción. Señala que se ha discutido
respecto del momento inicial cuando el hecho dañoso tiene una prolongación en el tiempo. En esta
línea, el autor estima –siguiendo a ABELIUK– que la prescripción debe correr desde que se completa
el hecho dañoso con la producción global del daño. Por tanto, cuando el ilícito consta de una serie
encadenada de acciones, el plazo se cuenta desde que termina el periodo de ejecución.

La tercera cosa que señala CORRAL es relativa a la suspensión de la prescripción. A este respecto,
se ha discutido si procede o no la suspensión de esta prescripción de cuatro años. Tradicionalmente,
se ha sostenido que se trataría de una prescripción de corto tiempo especial y que por tanto se aplicaría
el artículo 2524 CC. Sin embargo, la Corte Suprema ha fallado que el artículo 2524 CC se refiere a
los “actos o contratos”, y en cambio, la prescripción regulada por el artículo 2332 CC se refiere a
hechos y no a negocios jurídicos. Por tanto, el artículo 2524 CC no comprende delitos y cuasidelitos,
y así, no cabe considerar que la prescripción establecida en la responsabilidad extracontractual entre
en aquellas de corto tiempo, sino que se debe reconocer que ella se rige por las reglas generales de la
prescripción ordinaria, siéndole, en consecuencia, aplicable el artículo 2509 CC. En otras palabras, sí
se puede suspender la prescripción del artículo 2332 CC.].

BIBLIOGRAFÍA

1. BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligacio-
nes;
2. BARRIENTOS (2008), Del daño moral al daño extrapatrimonial: la superación del pretium
doloris;
3. CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual;
4. DE LA MAZA (2018), El daño moral en materia contractual: la mirada de la Corte Suprema
5. DE LA MAZA y PIZARRO (2007), Responsabilidad civil. Casos prácticos;
6. DE LA MAZA y VIDAL (2018), Cuestiones de Derecho de Contratos;

51
BARCIA (2007), Lecciones de derecho civil chileno. Tomo II, De las fuentes de las obligaciones
52
CORRAL (2008), Lecciones de responsabilidad civil extracontractual

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Boris Loayza M.

7. SAN MARTÍN (2013), Responsabilidad precontractual por ruptura injustificada de negocia-


ciones. “Jiménez Mira, David Alejandro con Armijo Cerda, Antonio de Los Ángeles. Corte
Suprema, Rol 1872/2010”; y
8. TAPIA (2012), Pérdida de una chance. Su indemnización en la jurisprudencia chilena.

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